Poemas, cuentos y leyendas

Tema en 'Temas de interés (no de plantas)' comenzado por mai^a, 27/2/08.

  1. mai^a

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    Este hilo va para colgar todos aquellos personajes, poemas, cuentos y leyendas que en algún momento leímos y pasaron por nuestras vidas :smile: ... Cualquiera puede ser un poeta, cualquiera escribir un cuento, cualquiera tal vés! escribió una leyenda; pero no cualquiera puede llegar a tocar nuestro corazón!.


    Indice_____________________________________


    Cuentos y leyendas



    Treo azúl (Robert Gabo)
    El Hambre (Grisel)
    La aventura del albañil (Robert Gabo)
    A la deriva
    Carta a Bruno (jah)
    Muerte en el olvido (Argantonio)
    Chipi-Chipi
    La abeja aragana (abeldario) http://www.infojardin.com/foro/showt...t=76050&page=2
    El quijote y los Molinos de viento http://www.infojardin.com/foro/showthread.php?t=76050&page=2
    Mi gatito no era de raza (chindavinta) http://www.infojardin.com/foro/showthread.php?t=76050&page=2
    Como nacieron las flores (lahijadelviento) http://www.infojardin.com/foro/showthread.php?t=76050&page=4
    La leyenda de Manaka (Merce55) http://www.infojardin.com/foro/showthread.php?t=76050&page=6
    La leyenda de los granos de trigo http://www.infojardin.com/foro/showpost.php?p=3135702&postcount=2462
    Al buen callar http://www.infojardin.com/foro/showthread.php?t=76050&page=154

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    Inés del alma

    1.-(clause) http://www.infojardin.com/foro/showpost.php?p=2764794&postcount=2079
    2.-(clause) http://www.infojardin.com/foro/showpost.php?p=2768579&postcount=2082

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    Corazón

    El enfermo de tata -Corazón- "De amicis" http://www.infojardin.com/foro/showthread.php?p=2610750&posted=1#post2610750
    El Payasito http://www.infojardin.com/foro/showthread.php?t=76050&page=128
    El último día de carnaval http://www.infojardin.com/foro/showthread.php?p=2634074&posted=1#post2634074
    Los chicos ciegos http://www.infojardin.com/foro/showthread.php?p=2638590#post2638590
    El maestro está enfermo http://www.infojardin.com/foro/newreply.php?do=postreply&t=76050

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    Papaíto, piernas largas

    1.- http://www.infojardin.com/foro/showthread.php?t=76050&page=132
    2.- http://www.infojardin.com/foro/showthread.php?t=76050&page=133

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    Poesías, versos y romances


    La casada infiel (Trochamontes)
    Me gusta cuando callas (Arcoiris)
    7 Sonetos medicinales
    La cancion del pirata
    El pampero (Dolcedona) http://www.infojardin.com/foro/showthread.php?t=76050&page=2
    El Chimango (Dolcedona) http://www.infojardin.com/foro/showthread.php?t=76050&page=2
    Poesía a las niñas – Edmundo de Amicis http://www.infojardin.com/foro/showthread.php?t=76050&page=2
    Oda al tomate (Ofelia) http://www.infojardin.com/foro/showthread.php?t=76050&page=2
    Lección de optimismo http://www.infojardin.com/foro/showthread.php?t=76050&page=2
    Maternidad (Amapolín) http://www.infojardin.com/foro/showthread.php?t=76050&page=2
    Alturas de Machu Pichu (mariana) El quijote y los Molinos de viento http://www.infojardin.com/foro/showthread.php?t=76050&page=2
    A margarita Debayle (Mariana) http://www.infojardin.com/foro/showthread.php?t=76050&page=3
    Poema 20 (Mariana) http://www.infojardin.com/foro/showthread.php?t=76050&page=3
    Coquena (Piscui) http://www.infojardin.com/foro/showthread.php?t=76050&page=3
    Avanti (Anveri) http://www.infojardin.com/foro/showthread.php?t=76050&page=4
    Como tu (Piscui ) http://www.infojardin.com/foro/showthread.php?t=76050&page=4
    Un recuerdo de mi infancia (Petri) http://www.infojardin.com/foro/showthread.php?t=76050&page=4
    Romance de la doncella guerrera (petri) http://www.infojardin.com/foro/showthread.php?t=76050&page=4
    Romance del prisionero (Duran) http://www.infojardin.com/foro/showthread.php?t=76050&page=4
    Giorni perduti (Baragiano) http://www.infojardin.com/foro/showthread.php?t=76050&page=4
    El cuento de Margot (trochamontes) http://www.infojardin.com/foro/showthread.php?t=76050&page=4
    Don Quijote (Pelopincho) http://www.infojardin.com/foro/showthread.php?t=76050&page=4
    Martirio (petri) http://www.infojardin.com/foro/showthread.php?t=76050&page=4
    Poesía (piscui) http://www.infojardin.com/foro/showthread.php?t=76050&page=4
    El embargo (Petri) http://www.infojardin.com/foro/showthread.php?t=76050&page=5
    Reloj de Arena http://www.infojardin.com/foro/showthread.php?t=76050&page=5
    Romance sonámbulo (Petri) http://www.infojardin.com/foro/showthread.php?t=76050&page=5
    Reyerta (Piscui)
    Romance (Petris) http://www.infojardin.com/foro/showthread.php?t=76050&page=5
    No me llames extragero (Lourdes) http://www.infojardin.com/foro/showthread.php?t=76050&page=5
    El Pipayo (Petris) http://www.infojardin.com/foro/showthread.php?t=76050&page=5
    Tu risa http://www.infojardin.com/foro/showthread.php?t=76050&page=6
    Nueuquina (Piscui) http://www.infojardin.com/foro/showthread.php?t=76050&page=6
    Soledad (Piscui) http://www.infojardin.com/foro/showthread.php?t=76050&page=6
    Doneto 1290 (Duran) http://www.infojardin.com/foro/showthread.php?t=76050&page=6
    Tengo el caballo en la puerta (Petri) http://www.infojardin.com/foro/showthread.php?t=76050&page=6
    Tengo una muñeca (Poetisa) http://www.infojardin.com/foro/showthread.php?t=76050&page=6
    La Saeta (Petri) http://www.infojardin.com/foro/showthread.php?t=76050&page=6
    Te digo adiós (Lourdes) http://www.infojardin.com/foro/showthread.php?t=76050&page=6
    Granada (Petri) http://www.infojardin.com/foro/showthread.php?t=76050&page=6
    Dos palabras (Lourdes) http://www.infojardin.com/foro/showthread.php?t=76050&page=6


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    Biografías

    Pedro B. Palácios (Almafuerte) http://www.infojardin.com/foro/showthread.php?t=76050&page=3
    José Hernández http://www.infojardin.com/foro/showthread.php?t=76050&page=5
    Evaristo Carriego (clause) http://www.infojardin.com/foro/showthread.php?p=2610750&posted=1#post2610750
    Wat Whitman http://www.infojardin.com/foro/showthread.php?t=76050&page=128
    Isabel Allende (clause) http://www.infojardin.com/foro/showpost.php?p=2764782&postcount=2077
    Bertold Brecht http://www.infojardin.com/foro/showpost.php?p=2984288&postcount=2287
    Emilia Pardo Bazán http://www.infojardin.com/foro/showpost.php?p=3000975&postcount=2301
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    JOSÉ DE ESPRONCEDA (1808-1842)

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    Poeta y revolucionario. Uno de los más grandes
    románticos españoles siglo XIX.


    José Esproceda poeta y revolucionario, uno de los
    más grandes románticos españoles. Su vida transcurrió
    entre la rebeldía moral y política. Nació en 1808, en
    Almendralejo (Badajoz). Se estableció en Madrid y
    comenzó sus estudios con el famoso don Alberto Lista.
    Fundó la Sociedad Secreta, Los Numantinos, para
    vengar su muerte para vengar la muerte del general
    Riego. Sus actividades fueron descubiertas y fue
    condenado junto a sus seguidores a cinco años de cárcel,
    reducidas a unas semanas en un convento de Guadalajara.
    Ahí es donde Espronceda compone el poema Pelayo.
    A los 18 años pasa a Lisboa y conoce a Teresa Mancha.
    En 1828 viaja a Holanda y luego se establece en París
    donde comienza una activa militancia política. Participa
    en la revolución de 1830 e intenta entrar en España con
    una expedición de revolucionarios, que finalmente fracasa.

    Se enfrenta al destierro, que utilizará para componer
    varias poemas, entre ellas la tragedia Blanca de Borbón.
    SE reencuentra con Teresa ya casada y con hijos; la rapta
    y se la lleva a España (1833).
    Teresa será su musa inspiradora. Compone “Canto a Teresa”
    uno de sus poemas mas hermosos.
    Su vida fue una triada compuesta por romanticismo, libertad
    y el amor a la patria.
    Indultado regresó en 1833 a España y comenzó a exponer sus
    ideas políticas. Dio un discurso en un banquete satirizando en
    verso, lo que hizo enojar a la corte y fue desterrado a Cuellar.
    Es en Cuellar donde compone El Estudiante de Salamanca, de
    ahí en más se alza con una brillante carrera literaria, diplomática
    y política.
    Su fama nacional la Alcanza cuando en 1836 Publica La canción
    del pirata que se transforma en el “Manifiesto lírico del
    romanticismo español” con su profunda defensa de la libertad.
    Este poema junto con otros se transforman en poesía.
    Para 1840 y aparecen otros políticos reflexionando sobre el
    destino humano.
    Luego de la muerte de Teresa vuelve a escribir y a interpretar
    sobre el amor, escribe el poema A Jarifa en una orgía
    expresando la desilusión el hastío y deja ver la rebelión contra
    la realidad de la vida. Esta lírica y poética da comienzo a la
    versificación modernista. En 1842 fue elegido Diputado en Madrid
    y ese mismo año muere



    La canción del Pirata I

    Con diez cañones por banda,
    viento en popa, a toda vela,
    no corta el mar, sino vuela
    un velero bergantín.

    Bajel pirata que llaman,
    por su bravura, El Temido,
    en todo mar conocido
    del uno al otro confín.

    La luna en el mar riela
    en la lona gime el viento,
    y alza en blando movimiento
    olas de plata y azul;
    y va el capitán pirata,
    cantando alegre en la popa,
    hacia a un lado, al otro Europa,
    y allá a su frente Estambul.

    Navega, velero mío sin temor,
    que ni enemigo navío
    ni tormenta, ni bonanza
    tu rumbo a torcer alcanza,
    ni a sujetar tu valor.

    Veinte presas hemos hecho
    a despecho del inglés
    y han rendido sus pendones
    cien nacionesa mis pies.

    Que es mi barco mi tesoro,
    que es mi dios la libertad,
    mi ley, la fuerza y el viento,
    mi única patria, la mar.

    Allá; muevan feroz guerra ciegos reyes
    por un palmo más de tierra;
    que yo aquí; tengo por mío
    cuanto abarca el mar bravío,
    a quien nadie impuso leyes.

    Y no hay playa, sea cualquiera,
    ni bandera de esplendor,
    que no sienta mi derecho
    y dé pechos mi valor.

    Que es mi barco mi tesoro,
    que es mi dios la libertad,
    mi ley, la fuerza y el viento,
    mi única patria, la mar.




    La canción del Pirata II

    A la voz de "¡barco viene!" es de ver
    cómo vira y se previene
    a todo trapo a escapar;
    que yo soy el rey del mar,
    y mi furia es de temer.

    En las presas yo divido
    lo cogido por igual;
    sólo quiero por riqueza
    la bellezasin rival.

    Que es mi barco mi tesoro,
    que es mi Dios la libertad,
    mi ley, la fuerza y el viento,
    mi única patria, la mar.

    ¡Sentenciado estoy a muerte!
    Yo me río no me abandone la suerte,
    y al mismo que me condena,
    colgaré de alguna antena,
    quizá; en su propio navío.

    Y si caigo, ¿qué es la vida?
    Por perdida ya la dí,
    cuando el yugo del esclavo,
    como un bravo,sacudí.

    Que es mi barco mi tesoro,
    que es mi dios la libertad,
    mi ley, la fuerza y el viento,
    mi única patria, la mar.

    Son mi música mejor aquilones,
    el estrépito y temblor
    de los cables sacudidos,
    del negro mar los bramidos
    y el rugir de mis cañones.

    Y del trueno al son violento,
    y del viento al rebramar,
    yo me duermo sosegado,
    arrullado por el mar.

    Que es mi barco mi tesoro,
    que es mi dios la libertad,
    mi ley, la fuerza y el viento,
    mi única patria, la mar.
     
  2. RoberGabo

    RoberGabo Cap. Rober William III

    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    mai^a :beso: leyendas charruas leíamos en la escula. Que recuerdos.



    Tero Azul

    Dicen que por entonces las señales anunciaban un invierno muy duro. Los adultos intensificaban las tareas de cosecha, acopio, recolección, trueque, conservación de pieles y el salado de pescado en la orilla del océano. Aquel día sopló el primer viento frío. Los niños no se alejaron en sus correrías habituales ni en los juegos con sus bolas de piedra. Los mayores seguían en sus actividades rutinarias pero no hablaban entre sí. En la aldea se respiraba un clima de expectativas.
    De pronto, todas las miradas empezaron a seguir los pasos de un charrúa muy joven; tan joven que su labio inferior no había sido aún perforado por el tembetá. Este adolescente no era un muchacho más. Hijo del médico yuyero, heredero de una sabiduría ancestral muy profunda, se le había visto renunciar tempranamente a los juegos infantiles y preguntar con respeto por las cosas trascendentes. Su solidaridad con los pequeños era tan inmensa como su conocimiento de animales y plantas. Los benteveos lo escoltaban siempre de manera muy especial y los horneros preferían hacer sus nidos en la proximidad de su vivienda.
    Ahora el Consejo de Ancianos lo había llamado. No enfrentaría una prueba sencilla: la comunidad necesitaba conocer sus poderes innatos, necesitaba probarlo. Concentrado en sus pensamientos caminaba hacia la choza donde se reunía el Consejo cuando vio una pareja de teros, esas hermosas aves de nuestros bañados, que lo saludaron con sus gritos inconfundibles. El joven intuyó que esta presencia era una señal, pero aún no lograba entender claramente los mensajes de los viejos espíritus incorporados en los animales. Entró con decisión. Lo esperaban en actitud que indicaba claramente la solemnidad del momento. La anciana portavoz del Consejo le habló con serenidad y firmeza: "Debes ponerte en camino de inmediato para buscar al Tero Azul. Es un tero de tamaño corriente pero de plumaje azul. Partiras hacia los esteros lejanos, sin armas, y no deberás probar bocado hasta agotar los esfuerzos por encontrar a ese misterioso pájaro". La anciana le advirtió además que si pasaban los días sin lograr la visión no se dejase morir; que en ese caso se alimentase y volviera a la aldea. Pero le insistió en que hiciera el máximo esfuerzo posible para mantenerse en ayunas y buscar el Tero Azul. Se le entregó harina de mandioca y charque de pescado en una bolsa hecha con un buche de ñandú. El joven recibió la bolsa y se estremeció: era la que había usado su padre tantas veces para recoger hierbas medicinales, y el hecho de que ahora se la confiaran daba mayor trascendencia aún a la misión encomendada.
    El muchacho salió de la aldea, caminó hasta la caída del Sol y finalmente estableció su puesto de observación en las zonas bajas que son el territorio de los teros. Vio el ocaso y el amanecer del día siguiente, y después un nuevo ocaso, bebiendo solamente agua de los manantiales transparentes, pero no vio al Tero Azul. Al tercer día sintió los graznidos característicos de estas aves, corrió hacia sus llamados con el resto de sus fuerzas, pero los emisores eran teros comunes, de plumaje pardo y blanco, con las consabidas y elegantes listas negras en sus alas extendidas. No halló al Tero Azul. Al borde de sus fuerzas decidió finalmente alimentarse porque esa era la orden, no porque deseara hacerlo. Abrió aquella bolsa amada con dolor y resolución. Amarga le supo la comida que llevaba, que sin embargo lo reconfortó.
    Volvió a su aldea con una infinita tristeza. Pasó entre los suyos con rostro inescrutable, inexpresivo; lo que había vivido debía ser expuesto en primer lugar a quienes le habían encomendado la misión. Ante el Consejo de los Ancianos contó su dolor: "No pude ver al Tero Azul. No supe verlo. No soy digno de la esperanza que en mí tenían ustedes, mi padre, mi madre y mis hermanos" concluyó. Todos miraron a la anciana y ella lo miró en silencio. "Sí sos digno de nuestra confianza" respondió al fin; "sabíamos que aún no estabas preparado para encontrar el Tero Azul; sólo te pedimos que lo buscaras. Y lo importante es que tu corazón no nos mintió y asumió el fracaso como debe hacerlo nuestra gente: llegaste a nosotros y hablaste la verdad... Ahora no hables a nadie de tu búsqueda, pero cultivá en tus compañeros las virtudes que demostraste. Verás al Tero Azul, cuando llegue el día que debas verlo". A veces el día está gris y frío pero el alma tiene una dulce tibieza.
    Cuentan que el muchacho sintió por primera vez, en esas circunstancias, que el aire olía a primavera y a jazmines del país; y esa fragancia era su paisaje y su casa. Vendrían otras épocas, supo entonces, habrá otra gente, pero en este suelo charrúa, aún en los interiores de las casas urbanas, perduraría la fragancia del jazmín del país y la capacidad de seguir persiguiendo teros azules. Volvió a la vivienda con el pequeño tembetá en el labio y el corazón palpitante de alegría.
     
  3. GRISEL GV

    GRISEL GV Jaded...

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    Aquí me sumo a este hilo, mostrando un cuento que leí durante mi Secundaria,
    en la cátedra de Literatura y me ha quedado grabado a fuego por la fuerza de su relato.

    El hambre
    Manuel Mujica Lainez

    Alrededor de la empalizada desigual que corona la meseta frente al río, las hogueras de los indios chisporrotean día y noche. En la negrura sin estrellas meten más miedo todavía. Los españoles, apostados cautelosamente entre los troncos, ven al fulgor de las hogueras destrenzadas por la locura del viento, las sombras bailoteantes de los salvajes. De tanto en tanto, un soplo de aire helado, al colarse en las casucas de barro y paja, trae con él los alaridos y los cantos de guerra. Y en seguida recomienza la lluvia de flechas incendiarias cuyos cometas iluminan el paisaje desnudo. En las treguas, los gemidos del Adelantado, que no abandona el lecho, añaden pavor a los conquistadores. Hubieran querido sacarle de allí; hubieran querido arrastrarle en su silla de manos, blandiendo la espada como un demente, hasta los navíos que cabecean más allá de la playa de toscas, desplegar las velas y escapar de esta tierra maldita; pero no lo permite el cerco de los indios. Y cuando no son los gritos de los sitiadores ni los lamentos de Mendoza, ahí está el angustiado implorar de los que roe el hambre, y cuya queja crece a modo de una marea, debajo de las otras voces, del golpear de las ráfagas, del tiroteo espaciado de los arcabuces, del crujir y derrumbarse de las construcciones ardientes.
    Así han transcurrido varios días; muchos días. No los cuentan ya. Hoy no queda mendrugo que llevarse a la boca. Todo ha sido arrebatado, arrancado, triturado: las flacas raciones primero, luego la harina podrida, las ratas, las sabandijas inmundas, las botas hervidas cuyo cuero chuparon desesperadamente. Ahora jefes y soldados yacen doquier, junto a los fuegos débiles o arrimados a las estacas defensoras. Es difícil distinguir a los vivos de los muertos.
    Don Pedro se niega a ver sus ojos hinchados y sus labios como higos secos, pero en el interior de su choza miserable y rica le acosa el fantasma de esas caras sin torsos, que reptan sobre el lujo burlón de los muebles traídos de Guadix, se adhieren al gran tapiz con los emblemas de la Orden de Santiago, aparecen en las mesas, cerca del Erasmo y el Virgilio inútiles, entre la revuelta vajilla que, limpia de viandas, muestra en su tersura el “Ave María” heráldico del fundador.
    El enfermo se retuerce como endemoniado. Su diestra, en la que se enrosca el rosario de madera, se aferra a las borlas del lecho. Tira de ellas enfurecido, como si quisiera arrastrar el pabellón de damasco y sepultarse bajo sus bordadas alegorías. Pero hasta allí le hubieran alcanzado los quejidos de la tropa. Hasta allí se hubiera deslizado la voz espectral de Osorio, el que hizo asesinar en la playa del Janeiro, y la de su hermano don Diego, ultimado por los querandíes el día de Corpus Christi, y las otras voces, más distantes, de los que condujo al saqueo de Roma, cuando el Papa tuvo que refugiarse con sus cardenales en el castillo de Sant Angelo. Y si no hubiera llegado aquel plañir atroz de bocas sin lenguas, nunca hubiera logrado eludir la persecución de la carne corrupta, cuyo olor invade el aposento y es más fuerte que el de las medicinas. ¡Ay!, no necesita asomarse a la ventana para recordar que allá afuera, en el centro mismo del real, oscilan los cadáveres de los tres españoles que mandó a la horca por haber hurtado un caballo y habérselo comido. Les imagina, despedazados, pues sabe que otros compañeros les devoraron los muslos.
    ¿Cuándo regresará Ayolas, Virgen del Buen Aire? ¿Cuándo regresarán los que fueron al Brasil en pos de víveres? ¿Cuándo terminará este martirio y partirán hacia la comarca del metal y de las perlas? Se muerde los labios, pero de ellos brota el rugido que aterroriza. Y su mirada turbia vuelve hacia los platos donde el pintado escudo del Marqués de Santillana finge a su extravío una fruta roja y verde.

    Baitos, el ballestero, también imagina. Acurrucado en un rincón de su tienda, sobre el suelo duro, piensa que el Adelantado y sus capitanes se regalan con maravillosos festines, mientras él perece con las entrañas arañadas por el hambre. Su odio contra los jefes se torna entonces más frenético. Esa rabia le mantiene, le alimenta, le impide echarse a morir. Es un odio que nada justifica, pero que en su vida sin fervores obra como un estímulo violento. En Morón de la Frontera detestaba al señorío. Si vino a América fue porque creyó que aquí se harían ricos los caballeros y los villanos, y no existirían diferencias. ¡Cómo se equivocó! España no envió a las Indias armada con tanta hidalguía como la que fondeó en el Río de la Plata. Todos se las daban de duques. En los puentes y en las cámaras departían como si estuvieran en palacios. Baitos les ha espiado con los ojos pequeños, entrecerrándolos bajo las cejas pobladas. El único que para él algo valía, pues se acercaba a veces a la soldadesca, era Juan Osorio, y ya se sabe lo que pasó: le asesinaron en el Janeiro. Le asesinaron los señores por temor y por envidia. ¡Ah, cuánto, cuánto les odia, con sus ceremonias y sus aires! ¡Como si no nacieran todos de idéntica manera! Y más ira le causan cuando pretenden endulzar el tono y hablar a los marineros como si fueran sus iguales. ¡Mentira, mentiras! Tentado está de alegrarse por el desastre de la fundación que tan recio golpe ha asestado a las ambiciones de esos falsos príncipes. ¡Sí! ¿Y por qué no alegrarse?
    El hambre le nubla el cerebro y le hace desvariar. Ahora culpa a los jefes de la situación. ¡El hambre!, ¡el hambre!, ¡ay!; ¡clavar los dientes en un trozo de carne! Pero no lo hay... no lo hay... Hoy mismo, con su hermano Francisco, sosteniéndose el uno al otro, registraron el campamento. No queda nada que robar. Su hermano ha ofrecido vanamente, a cambio de un armadillo, de una culebra, de un cuero, de un bocado, la única alhaja que posee: ese anillo de plata que le entregó su madre al zarpar de San Lúcar y en el que hay labrada una cruz. Pero así hubiera ofrecido una montaña de oro, no lo hubiera logrado, porque no lo hay, porque no lo hay. No hay más que ceñirse el vientre que punzan los dolores y doblarse en dos y tiritar en un rincón de la tienda.
    El viento esparce el hedor de los ahorcados. Baitos abre los ojos y se pasa la lengua sobre los labios deformes. ¡Los ahorcados! Esta noche le toca a su hermano montar guardia junto al patíbulo. Allí estará ahora, con la ballesta. ¿Por qué no arrastrarse hasta él? Entre los dos podrán descender uno de los cuerpos y entonces...
    Toma su ancho cuchillo de caza y sale tambaleándose.

    Es una noche muy fría del mes de junio. La luna macilenta hace palidecer las chozas, las tiendas y los fuegos escasos. Dijérase que por unas horas habrá paz con los indios, famélicos también, pues ha amenguado el ataque. Baitos busca su camino a ciegas entre las matas, hacia las horcas. Por aquí debe de ser. Sí, allí están, allí están, como tres péndulos grotescos, los tres cuerpos mutilados. Cuelgan, sin brazos, sin piernas... Unos pasos más y los alcanzará. Su hermano andará cerca. Unos pasos más...
    Pero de repente surgen de la noche cuatro sombras. Se aproximan a una de las hogueras y el ballestero siente que se aviva su cólera, atizada por las presencias inoportunas. Ahora les ve. Son cuatro hidalgos, cuatro jefes: don Francisco de Mendoza, el adolescente que fuera mayordomo de don Fernando, Rey de los Romanos; don Diego Barba, muy joven, caballero de la Orden de San Juan de Jerusalén; Carlos Dubrin, hermano de leche de nuestro señor Carlos V; y Bernardo Centurión, el genovés, antiguo cuatralbo de las galeras del Príncipe Andrea Doria.
    Baitos se disimula detrás de una barrica. Le irrita observar que ni aun en estos momentos en que la muerte asedia a todos han perdido nada de su empaque y de su orgullo. Por lo menos lo cree él así. Y tomándose de la cuba para no caer, pues ya no le restan casi fuerzas, comprueba que el caballero de San Juan luce todavía su roja cota de armas, con la cruz blanca de ocho puntas abierta como una flor en el lado izquierdo, y que el italiano lleva sobre la armadura la enorme capa de pieles de nutria que le envanece tanto.A este Bernardo Centurión le execra más que a ningún otro. Ya en San Lúcar de Barrameda, cuando embarcaron, le cobró una aversión que ha crecido durante el viaje. Los cuentos de los soldados que a él se refieren fomentaron su animosidad. Sabe que ha sido capitán de cuatro galeras del Príncipe Doria y que ha luchado a sus órdenes en Nápoles y en Grecia. Los esclavos turcos bramaban bajo su látigo, encadenados a los remos. Sabe también que el gran almirante le dio ese manto de pieles el mismo día en que el Emperador le hizo a él la gracia del Toisón. ¿Y qué? ¿Acaso se explica tanto engreimiento? De verle, cuando venía a bordo de la nao, hubieran podido pensar que era el propio Andrea Doria quien venía a América. Tiene un modo de volver la cabeza morena, casi africana, y de hacer relampaguear los aros de oro sobre el cuello de pieles, que a Baitos le obliga a apretar los dientes y los puños. ¡Cuatralbo, cuatralbo de la armada del Príncipe Andrea Doria! ¿Y qué? ¿Será él menos hombre, por ventura? También dispone de dos brazos y de dos piernas y de cuanto es menester...
    Conversan los señores en la claridad de la fogata. Brillan sus palmas y sus sortijas cuando las mueven con la sobriedad del ademán cortesano; brilla la cruz de Malta; brilla el encaje del mayordomo del Rey de los Romanos, sobre el desgarrado jubón; y el manto de nutrias se abre, suntuoso, cuando su dueño afirma las manos en las caderas. El genovés dobla la cabeza crespa con altanería y le tiemblan los aros redondos. Detrás, los tres cadáveres giran en los dedos del viento.
    El hambre y el odio ahogan al ballestero. Quiere gritar mas no lo consigue y cae silenciosamente desvanecido sobre la hierba rala.

    Cuando recobró el sentido, se había ocultado la luna y el fuego parpadeaba apenas, pronto a apagarse. Había callado el viento y se oían, remotos, los aullidos de la indiada. Se incorporó pesadamente y miró hacia las horcas. Casi no divisaba a los ajusticiados. Lo veía todo como arropado por una bruma leve. Alguien se movió, muy cerca. Retuvo la respiración, y el manto de nutrias del capitán de Doria se recortó, magnífico, a la luz roja de las brasas. Los otros ya no estaban allí. Nadie: ni el mayordomo del Rey, ni Carlos Dubrin, ni el caballero de San Juan. Nadie. Escudriñó en la oscuridad. Nadie: ni su hermano, ni tan siquiera el señor don Rodrigo de Cepeda, que a esa hora solía andar de ronda, con su libro de oraciones.
    Bernardo Centurión se interpone entre él y los cadáveres: sólo Bernardo Centurión, pues los centinelas están lejos. Y a pocos metros se balancean los cuerpos desflecados. El hambre le tortura en forma tal que comprende que si no la apacigua en seguida enloquecerá. Se muerde un brazo hasta que siente, sobre la lengua, la tibieza de la sangre. Se devoraría a sí mismo, si pudiera. Se troncharía ese brazo. Y los tres cuerpos lívidos penden, con su espantosa tentación... Si el genovés se fuera de una vez por todas... de una vez por todas... ¿Y por qué no, en verdad, en su más terrible verdad, de una vez por todas? ¿Por qué no aprovechar la ocasión que se le brinda y suprimirle para siempre? Ninguno lo sabrá. Un salto y el cuchillo de caza se hundirá en la espalda del italiano. Pero ¿podrá él, exhausto, saltar así? En Morón de la Frontera hubiera estado seguro de su destreza, de su agilidad...
    No, no fue un salto; fue un abalanzarse de acorralado cazador. Tuvo que levantar la empuñadura afirmándose con las dos manos para clavar la hoja. ¡Y cómo desapareció en la suavidad de las nutrias! ¡Cómo se le fue hacia adentro, camino del corazón, en la carne de ese animal que está cazando y que ha logrado por fin! La bestia cae con un sordo gruñido, estremecida de convulsiones, y él cae encima y siente, sobre la cara, en la frente, en la nariz, en los pómulos, la caricia de la piel. Dos, tres veces arranca el cuchillo. En su delirio no sabe ya si ha muerto al cuatralbo del Príncipe Doria o a uno de los tigres que merodean en torno del campamento. Hasta que cesa todo estertor. Busca bajo el manto y al topar con un brazo del hombre que acaba de apuñalar, lo cercena con la faca e hinca en él los dientes que aguza el hambre. No piensa en el horror de lo que está haciendo, sino en morder, en saciarse. Sólo entonces la pincelada bermeja de las brasas le muestra más allá, mucho más allá, tumbado junto a la empalizada, al corsario italiano. Tiene una flecha plantada entre los ojos de vidrio. Los dientes de Baitos tropiezan con el anillo de plata de su madre, el anillo con una labrada cruz, y ve el rostro torcido de su hermano, entre esas pieles que Francisco le quitó al cuatralbo después de su muerte, para abrigarse. El ballestero lanza un grito inhumano. Como un borracho se encarama en la estacada de troncos de sauce y ceibo, y se echa a correr barranca abajo, hacia las hogueras de los indios. Los ojos se le salen de las órbitas, como si la mano trunca de su hermano le fuera apretando la garganta más y más.

    Manuel Mujica Lainez
    Misteriosa Buenos Aires (1950)
     
  4. RoberGabo

    RoberGabo Cap. Rober William III

    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    Otras de las cosa que he leido y siempre recuerdo son los Cuentos de la Alhambra de Washington Irving


    La aventura del albañil


    Había en otro tiempo un pobre albañil en Granada, que guardaba los días de los santos y los festivos -incluyendo a San Lunes-, y el cual, a pesar de toda su devoción, iba cada vez más pobre y a duras penas ganaba el pan para su numerosa familia. Una noche despertó de su primer sueño por un aldabonazo que dieron en su puerta. Abrió, y se encontró con un clérigo alto, delgado y de rostro cadavérico.
    -¡Oye, buen amigo! -le dijo el desconocido-. He observado que eres un buen cristiano y que se puede confiar en ti. ¿Quieres hacerme un chapuz esta misma noche?
    -Con toda mi alma, reverendo padre, con tal de que se me pague razonablemente.
    -Serás bien pagado; pero tienes que dejar que se te venden los ojos.
    El albañil no se opuso; por lo cual, después de taparle los ojos, lo llevó el cura por unas estrechas callejuelas y tortuosos callejones, hasta que se detuvieron en el portal de una casa. El cura, haciendo uso de una llave, descorrió la áspera cerradura de una enorme puerta. Luego que entraron, echó los cerrojos y condujo al albañil por un silencioso corredor, y después por un espacioso salón en el interior del edificio. Allí le quitó la venda de los ojos y lo pasó a un patio débilmente alumbrado por una solitaria lámpara. En el centro del mismo había una taza sin agua de una antigua fuente morisca, bajo la cual le ordenó el cura que formase una pequeña bóveda, poniendo a su disposición, para este objeto, ladrillos y mezcla. Trabajó el albañil toda la noche, pero no pudo concluir la obra. Un poco antes de romper el día el cura le puso una moneda de oro en la mano y, vendándole de nuevo los ojos, le condujo otra vez a su casa.
    -¿Estás conforme -le dijo- en volver a concluir tu trabajo?
    -Con mucho gusto, padre mío, con tal de que se me pague bien.
    -Bueno; pues, entonces, mañana a medianoche vendré a buscarte.
    Lo hizo así, y se concluyó la obra.
    -Ahora -dijo el cura- me vas a ayudar a traer los cuerpos que se han de enterrar en esta bóveda.
    Al oír estas palabras se le erizó el cabello al pobre albañil; siguió al cura con paso vacilante hasta una apartada habitación de la casa, esperando ver algún horroroso espectáculo de muerte; pero cobró alientos al ver tres o cuatro orzas grandes arrimadas a un rincón. Estaban llenas -al parecer- de dinero, y con gran trabajo consiguieron entre él y el clérigo sacarlas y ponerlas en su tumba. Entonces se cerró la bóveda, se arregló el pavimento y cuidose que no quedara la menor huella de haberse trabajado allí. El albañil fue vendado de nuevo y sacado fuera por un lugar distinto de aquel por donde había sido introducido anteriormente. Después de haber caminado mucho tiempo por un confuso laberinto de callejas y revueltas, se detuvieron. El cura le entregó dos monedas de oro, diciéndole:
    -Espera aquí hasta que oigas las campanas de la Catedral tocar a maitines; si tratas de quitarte la venda de los ojos antes de tiempo te ocurrirá una tremenda desgracia.
    Y esto diciendo, se marchó. El albañil esperó fielmente, contentándose con tentar entre sus manos las monedas de oro y con hacerlas sonar una con otra. En cuanto las campanas de la Catedral dieron el toque matinal se descubrió los ojos y se encontró en la ribera del Genil, desde donde se fue a su casa lo más presto que pudo, pasándolo alegremente con su familia por espacio de medio mes con las ganancias de las dos noches de trabajo, y volviendo después a quedar tan pobre como antes.
    Continuó trabajando poco y rezando mucho, y guardando los días de los Santos y festivos de año en año, mientras su familia, flaca, desharrapada y consumida de miseria, parecía una horda de gitanos. Hallábase cierta noche sentado en la puerta de su casucho cuando he aquí que se le acerca un rico viejo avariento, muy conocido por ser propietario de numerosas fincas y por sus mezquindades como arrendatario. El acaudalado propietario quedose mirando fijamente a nuestro alarife por un breve rato y, frunciendo el entrecejo, le dijo:
    -Me han asegurado, amigo, que te abruma la pobreza.
    -No hay por qué negarlo, señor, pues bien claro se trasluce.
    -Creo, entonces, que te convendrá hacerme un chapucillo, y que me trabajarás barato.
    -Más barato, mi amo, que cualquier albañil de Granada.
    -Pues eso es lo que yo deseo; poseo una casucha vieja que se está cayendo, y que más me cuesta que me renta, pues a cada momento tengo que repararla, y luego nadie quiere vivirla; por lo cual me propongo remendarla del modo más económico y lo meramente preciso para que no se venga abajo.
    Llevó, en efecto, al albañil a un caserón viejo y solitario que parecía iba a derrumbarse. Después de atravesar varios salones y habitaciones desiertas, entró nuestro albañil en un patio interior, donde vio una vieja fuente morisca, en cuyo sitio detúvose un momento, pues le vino a la memoria un como recuerdo vago del mismo.
    -Perdone usted, señor. ¿Quién habitó esta casa antiguamente?
    -¡Malos diablos se lo lleven! -contestó el propietario-. Un viejo y miserable clerizonte, que no se cuidaba de nadie más qué de sí mismo. Se decía que era inmensamente rico, y, no teniendo parientes, se creyó que dejaría toda su fortuna a la Iglesia. Murió de repente, y los curas y frailes vinieron en masa a tomar posesión de sus riquezas, pero no encontraron más que unos cuantos ducados en una bolsa de cuero. Desde su fallecimiento me ha cabido la suerte más mala del mundo, pues el viejo continúa habitando mi casa sin pagar renta, y no hay medio de aplicarle la ley a un difunto. La gente afirma que se oyen todas las noches sonidos de monedas en el cuarto donde dormía el viejo clérigo, como si estuviera contando su dinero, y, algunas veces, gemidos y lamentos por el patio. Sean verdad o mentira estas habladurías, lo cierto es que ha tomado mala fama mi casa, y que no hay nadie que quiera vivirla.
    -Entonces -dijo el albañil resueltamente- déjeme usted vivir en su casa hasta que se presente algún inquilino mejor, y yo me comprometo a repararla y a calmar al conturbado espíritu que la inquieta. Soy buen cristiano y pobre; y no me da miedo del mismo diablo en persona, aunque se me presentara en la forma de un saco relleno de oro.
    La oferta del honrado albañil fue aceptada alegremente; se trasladó con su familia a la casa y cumplió todos sus compromisos. Poco a poco la volvió a su antiguo estado, y no se oyó más de noche el sonido del oro en el cuarto del cura difunto; pero principió a oírse de día en el bolsillo del albañil vivo. En una palabra: que se enriqueció rápidamente, con gran admiración de todos sus vecinos, llegando a ser uno de los hombres más poderosos de Granada; que dio grandes sumas a la Iglesia, sin duda para tranquilizar su conciencia, y que nunca reveló a su hijo y heredero el secreto de la bóveda hasta que estuvo en su lecho de muerte.
     
  5. trochamontes

    trochamontes .......

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    La Casada Infiel

    Y que yo me la llevé al río
    creyendo que era mozuela
    pero tenía marido.
    Fue la noche de Santiago
    y casi por compromiso.
    Se apagaron los faroles
    y se encendieron los grillos.
    En las últimas esquinas
    toqué sus pechos dormidos;
    y se me abrieron de pronto
    como ramos de jacintos.

    El almidón de su enagua
    me sonaba en el oído
    como una pieza de seda
    rasgada por diez cuchillos.
    Sin luz de plata en sus copas
    los árboles han crecido

    y un horizonte de perros
    ladra muy lejos del río.

    Pasadas las zarzamoras,
    los juncos y los espinos,

    bajo su mata de pelo
    hice un hoyo sobre el limo.
    Yo me quité la corbata
    ella se quitó el vestido.
    Yo el cinturón con revólver.
    Ella sus cuatro corpiños.
    Ni nardos ni caracolas
    tienen el cutis tan fino,

    ni los cristales con luna
    relumbran con tanto brillo.
    Sus muslos se me escapaban
    como peces sorprendidos,
    la mitad llenos de lumbre,
    la mitad llenos de frío.
    Aquella noche corrí
    el mejor de los caminos,
    montado en potra de nácar
    sin bridas y sin estribos.

    No quiero decir por hombre,
    las cosas que ella me dijo.
    La luz del entendimiento
    me hace ser muy cometido.
    Sucia de besos y arena
    yo me la lleve al río.
    Con el aire se batían
    las espadas de los lirios.


    Me porté como quien soy.
    Como un gitano legítimo.
    La regalé un costurero
    grande, de raso pajizo,
    y no quise enamorarme
    porque teniendo marido
    me dijo que era mozuela
    cuando la llevaba al río.

    Federico García Lorca
     
  6. trochamontes

    trochamontes .......

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    Tamaño error esta respuesta es para poesia sobre jardinería pero lo saque del historial que solo decía poe... y le di clic, tache tache :losiento: :cabezadas: :cabezadas: :cabezadas:
     
  7. ------.-

    ------.-

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    ME GUSTAS CUANDO CALLAS...

    Me gustas cuando callas porque estás como ausente,
    y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
    Parece que los ojos se te hubieran volado
    y parece que un beso te cerrara la boca.

    Como todas las cosas están llenas de mi alma
    emerges de las cosas, llena del alma mía.
    Mariposa de sueño, te pareces a mi alma,
    y te pareces a la palabra melancolía;

    Me gustas cuando callas y estás como distante.
    Y estás como quejándote, mariposa en arrullo.
    Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:
    déjame que me calle con el silencio tuyo.

    Déjame que te hable también con tu silencio
    claro como una lámpara, simple como un anillo.
    Eres como la noche, callada y constelada.
    Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.

    Me gustas cuando callas porque estás como ausente.
    Distante y dolorosa como si hubieras muerto.
    Una palabra entonces, una sonrisa bastan.
    Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.

    Neruda
     
  8. mai^a

    mai^a My Garden

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    ... de los 7 sonetos Medicinales


    I ¡Avanti!
    Si te postran diez veces, te levantas
    otras diez, otras cien, otras quinientas
    no han de ser tus caidas tan violentas
    ni tampoco, por ley, han de ser tantas

    Con el hambre genial con que las plantas
    asimilan el humus avarientas
    deglutiendo el rencor de las afrentas
    se formaron los santos y las santas

    Obsesion asnal, para ser fuerte,
    nada mas necesita la criatura
    y en cualquier infeliz se me figura
    que se rompen las garras de la suerte

    ¡Todos los incurables tienen cura
    cinco segundos antes de la muerte!


    II ¡Piu avanti! (¡Ea!)

    No te des por vencido ni aun vencido.
    no te sientas esclavo ni aun esclavo
    trémulo de pavor piensate bravo
    y arremete feroz ya mal herido

    Ten el tesón del clavo enmohecido
    que ya viejo y ruin vuelve a ser clavo
    no la cobarde estupidez del pavo
    que amaina su plumaje al primer ruido

    Procede como Dios que nunca llora
    o como lucifer que nunca reza
    o como el robledal cuya grandeza
    necesita el agua y no la implora

    ¡que muerda y vocifere, vengadora
    ya rodando en el polvo tu cabeza!

    ALMAFUERTE
    (Pedro B. Palacios)
     
  9. mai^a

    mai^a My Garden

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    A la deriva

    El hombre pisó algo blanduzco, y en seguida sintió la mordedura en el pie. Saltó adelante, y al volverse con un juramento vio una yararacusú que arrollada sobre sí misma esperaba otro ataque. El hombre echó una veloz ojeada a su pie, donde dos gotitas de sangre engrosaban dificultosamente, y sacó el machete de la cintura. La víbora vio la amenaza, y hundió más la cabeza en el centro mismo de su espiral; pero el machete cayó de lomo, dislocándole las vértebras.
    El hombre se bajó hasta la mordedura, quitó las gotitas de sangre, y durante un instante contempló. Un dolor agudo nacía de los dos puntitos violetas, y comenzaba a invadir todo el pie. Apresuradamente se ligó el tobillo con su pañuelo y siguió por la picada hacia su rancho.

    El dolor en el pie aumentaba, con sensación de tirante abultamiento, y de pronto el hombre sintió dos o tres fulgurantes puntadas que como relámpagos habían irradiado desde la herida hasta la mitad de la pantorrilla. Movía la pierna con dificultad; una metálica sequedad de garganta, seguida de sed quemante, le arrancó un nuevo juramento.
    Llegó por fin al rancho, y se echó de brazos sobre la rueda de un trapiche. Los dos puntitos violeta desaparecían ahora en la monstruosa hinchazón del pie entero. La piel parecía adelgazada y a punto de ceder, de tensa. Quiso llamar a su mujer, y la voz se quebró en un ronco arrastre de garganta reseca. La sed lo devoraba.
    —¡Dorotea! —alcanzó a lanzar en un estertor—. ¡Dame caña!
    Su mujer corrió con un vaso lleno, que el hombre sorbió en tres tragos. Pero no había sentido gusto alguno.
    —¡Te pedí caña, no agua! —rugió de nuevo. ¡Dame caña!
    —¡Pero es caña, Paulino! —protestó la mujer espantada.
    —¡No, me diste agua! ¡Quiero caña, te digo!

    La mujer corrió otra vez, volviendo con la damajuana. El hombre tragó uno tras otro dos vasos, pero no sintió nada en la garganta.
    —Bueno; esto se pone feo —murmuró entonces, mirando su pie lívido y ya con lustre gangrenoso. Sobre la honda ligadura del pañuelo, la carne desbordaba como una monstruosa morcilla.
    Los dolores fulgurantes se sucedían en continuos relampagueos, y llegaban ahora a la ingle. La atroz sequedad de garganta que el aliento parecía caldear más, aumentaba a la par. Cuando pretendió incorporarse, un fulminante vómito lo mantuvo medio minuto con la frente apoyada en la rueda de palo.

    Pero el hombre no quería morir, y descendiendo hasta la costa subió a su canoa. Sentóse en la popa y comenzó a palear hasta el centro del Paraná. Allí la corriente del río, que en las inmediaciones del Iguazú corre seis millas, lo llevaría antes de cinco horas a Tacurú-Pucú.
    El hombre, con sombría energía, pudo efectivamente llegar hasta el medio del río; pero allí sus manos dormidas dejaron caer la pala en la canoa, y tras un nuevo vómito —de sangre esta vez—dirigió una mirada al sol que ya trasponía el monte. La pierna entera, hasta medio muslo, era ya un bloque deforme y durísimo que reventaba la ropa. El hombre cortó la ligadura y abrió el pantalón con su cuchillo: el bajo vientre desbordó hinchado, con grandes manchas lívidas y terriblemente doloroso. El hombre pensó que no podría jamás llegar él solo a Tacurú-Pucú, y se decidió a pedir ayuda a su compadre Alves, aunque hacía mucho tiempo que estaban disgustados.

    La corriente del río se precipitaba ahora hacia la costa brasileña, y el hombre pudo fácilmente atracar. Se arrastró por la picada en cuesta arriba, pero a los veinte metros, exhausto, quedó tendido de pecho.
    —¡Alves! —gritó con cuanta fuerza pudo; y prestó oído en vano.
    —¡Compadre Alves! ¡No me niegue este favor! —clamó de nuevo, alzando la cabeza del suelo. En el silencio de la selva no se oyó un solo rumor. El hombre tuvo aún valor para llegar hasta su canoa, y la corriente, cogiéndola de nuevo, la llevó velozmente a la deriva.

    El Paraná corre allí en el fondo de una inmensa hoya, cuyas paredes, altas de cien metros, encajonan fúnebremente el río. Desde las orillas bordeadas de negros bloques de basalto, asciende el bosque, negro también. Adelante, a los costados, detrás, la eterna muralla lúgubre, en cuyo fondo el río arremolinado se precipita en incesantes borbollones de agua fangosa. El paisaje es agresivo, y reina en él un silencio de muerte. Al atardecer, sin embargo, su belleza sombría y calma cobra una majestad única.

    El sol había caído ya cuando el hombre, semitendido en el fondo de la canoa, tuvo un violento escalofrío. Y de pronto, con asombro, enderezó pesadamente la cabeza: se sentía mejor. La pierna le dolía apenas, la sed disminuía, y su pecho, libre ya, se abría en lenta inspiración.
    El veneno comenzaba a irse, no había duda. Se hallaba casi bien, y aunque no tenía fuerzas para mover la mano, contaba con la caída del rocío para reponerse del todo. Calculó que antes de tres horas estaría en Tacurú-Pucú.

    El bienestar avanzaba, y con él una somnolencia llena de recuerdos. No sentía ya nada ni en la pierna ni en el vientre. ¿Viviría aún su compadre Gaona en Tacurú-Pucú? Acaso viera también a su ex patrón mister Dougald, y al recibidor del obraje.
    ¿Llegaría pronto? El cielo, al poniente, se abría ahora en pantalla de oro, y el río se había coloreado también. Desde la costa paraguaya, ya entenebrecida, el monte dejaba caer sobre el río su frescura crepuscular, en penetrantes efluvios de azahar y miel silvestre. Una pareja de guacamayos cruzó muy alto y en silencio hacia el Paraguay.

    Allá abajo, sobre el río de oro, la canoa derivaba velozmente, girando a ratos sobre sí misma ante el borbollón de un remolino. El hombre que iba en ella se sentía cada vez mejor, y pensaba entretanto en el tiempo justo que había pasado sin ver a su ex patrón Dougald. ¿Tres años? Tal vez no, no tanto. ¿Dos años y nueve meses? Acaso. ¿Ocho meses y medio? Eso sí, seguramente.
    De pronto sintió que estaba helado hasta el pecho. ¿Qué sería? Y la respiración también...
    Al recibidor de maderas de mister Dougald, Lorenzo Cubilla, lo había conocido en Puerto Esperanza un viernes santo... ¿Viernes? Sí, o jueves . . .

    El hombre estiró lentamente los dedos de la mano.
    —Un jueves...
    Y cesó de respirar. [​IMG]

    Horacio Quiroga

    ... como me hizo sufrir este hombre! ... aún lo recuerdo :(
     
  10. mai^a

    mai^a My Garden

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    mai^a :beso: leyendas charruas leíamos en la escula. Que recuerdos.

    "Verás al Tero Azul, cuando llegue el día que debas verlo" :happy:
     
  11. Jah

    Jah Hija de Gaïa

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    Hola a tod@s, después de mucho buscar he decidido compartir este relato con vosotros. No se trata de una poesia pero espero que estas frases os hagan recapacitar como fué en mi caso.

    CARTA A BRUNO


    (Para ser leida por el hijo del remitente
    al nieto, analfabeto aun.)


    Quien diga que la hora de hacer filosofia
    no le ha llegado aun o que se le ha pasado
    es como quien dijera que estan ya muy maduros
    o demasiado verdes los higos del estio.

    Convendria iniciar ejercicios
    que hagan fuerte y flexible a la vez
    la musculatura mental
    que fabrica felicidad.

    Empieza por pensar que no existe la muerte;
    ella nunca estara mientras tu estes,
    cuando ella este ya te habras ido tu.
    Si no aspiras a la vida inmortal
    hallaras cada dia el placer de vivir.

    No es preferible el rojo
    de veinte mil cerezas
    a la fragancia leve
    del queso blanco y tierno
    ni es mejor el mayor
    festin primaveral
    que la primera cereza de abril.

    Lo cual no significa que menos sea mas.
    Si el precio es alto, poco es demasiado.
    Se obtiene facilmente lo que es mas natural,
    lo vano con frecuencia sale bastante caro.

    Si aprendes a gozar del agape frugal,
    un banquete lujoso tambien te hara feliz.
    Alcanzar el placer es el fin de un mortal.
    No fiestas y festines cada dia y doncellas
    y donceles, corderos, peces, vinos y dulces,
    sino el calculo sobrio, prudente y afinado.
    No es posible el placer sin prudencia serena
    ni seria prudente vivir sin el placer.

    Te reñirian los dioses, te diria ese creyente:
    no te han traido al mundo para buscar placer.
    No existe ningun dios, te diria aquel ateo:
    todo esta permitido, no hay por qué calcular.

    No es para complacer a los dioses lejanos,
    Bruno, que te aconsejo prudencia y mesura,
    sino para que aprendas asi
    a exprimir con deleite moroso
    los mas intensos zumos de tu propio placer.

    Sera por otra parte conveniente
    pensar que exinten dioses, pero no
    tal y como los concive el pueblo llano.
    Para el hombre comun resulta extraño
    todo aquello que no se le parece,
    y los dioses son harto diferentes,
    puesto que nunca mueren ni han nacido.

    Pasan su vida eterna disfrutando
    de la inmensa fortuna de ser dioses.
    Como van a perder un tiempo tan precioso
    mirando si un mortal obra como es debido?

    En estos pensamientos y otros de igual calado
    debes ejercitarte, Bruno, todos los dias,
    y nunca, ni despierto ni cuando te abandones
    al dulce sueño de los justos,
    seras turbado:
    viviras como viven los dioses
    mortales entre gente mortal.


    "Prohibid
    la musica y el mar y los atardeceres:
    dan placer."


    Texto y citacion de IVAN TUBAU (Poesia Impura)


    La proxima vez (cuando aprenda a hacerlo), os pondré algun bonito video.
    Saludos y hasta otra:79regalofloressorpr
     
  12. OPRYS

    OPRYS

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    Barcelona (Spain)
    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    hola¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡

    No estoy a vuestro nivel de poesia¡¡¡¡¡¡¡¡

    Claro, cada uno vale para lo que vale¡¡¡¡¡¡¡¡

    He pasado un buen rato leyendo, cosas muy bonitas:52aleluya:


    Best regards¡¡¡¡¡:beso:
     
  13. --.--

    --.--

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    MUERTE EN EL OLVIDO

    Yo sé que existo
    porque tú me imaginas.
    Soy alto, porque tú me crees
    alto, y limpio, porque tú me miras
    con buenos ojos,
    con mirada limpia.

    Tu pensamiento me hace
    inteligente, y en tu sencilla
    ternura, yo soy también sencillo
    y bondadoso.

    Pero si tú me olvidas,
    quedaré muerto sin que nadie
    lo sepa. Verán viva mi carne,
    pero será otro hombre
    oscuro, torpe, malo el que la habite....
     
  14. chipi-chipi

    chipi-chipi Donax denticulatus

    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    no espere que haga frio para enpesar a buscar
    el calor de un buen amigo que te able que te quiera
    que unas palabra sinsera puede las penas callar

    para tocar en la puerta donde vive la alegria
     
  15. manuel perez

    manuel perez de paso por la vida

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    trochamontes, la casada infiel me tocó recitarla en una conmemoración del día de Adalucía 28 de febrero, hace algunos años.