Pinsapos de la Sierra de Grazalema (Cádiz)

Tema en 'Pinsapo (Abies pinsapo)' comenzado por Alexis., 16/4/05.

  1. Lourdes

    Lourdes miembro del rebaño

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    Pues Carles para hablar de memoria muy bueno :icon_biggrin: claro que después de conocerte hay que darse cuenta de que estos conocimientos los tienes más recientes, lo digo no porque seas del Terciario sino todo lo contrario porque eres un chaval...

    Una puntualización la Laurisilva es un bosque de clima templado húmedo, pero lo de los pisos superiores el bosque de coníferas o los quejigos de los que hablas eso ya no pertenece a la Laurisilva... aunque sí sean árboles que ya estaban allí en el Terciario...

    bsos
     
  2. carles

    carles

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    No he dicho que lo sean, Lourdes, todo lo contrario.
     
  3. vega

    vega

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    Desde cerca del pinsapar.... bueno, no es que esté a un tiro de piedra, pero casi.

    Sobre el Abies pinsapo Boiss
    El pinsapo se considera la mas primitiva de las especies de abetos que existen alrededor del Mediterráneo, está muy relacionado con el abeto argelino Abies numidica, ya que comparten un antepasado común que debió vivir en las cordilleras béticas y norteafricanas hace unos veinte millones de años, cuando las cordilleras del sur de Andalucía (Béticas) estaban unidas a África, hace unos quince millones de años, comenzó el aislamiento y separación de las dos especies porque la zona norte de Marruecos y las cordilleras béticas quedaron separadas de la zona argelina por el mar, formando una isla, así el abeto primitivo quedó dividido en dos poblaciones, en la isla, el antecesor del pinsapo y en el continente africano el antecesor del abeto argelino, hace solo unos cinco millones de años se forma el Estrecho de Gibraltar y se une la zona marroquí con la argelina, el pinsapo quedó así dividido en dos poblaciones, una en el sur andaluz y otra en el Rif marroquí, pero por evolución ya era una especie diferente al abeto argelino(3). Hace unos 18.000 años, al final del último período glaciar las temperaturas eran de 8 a 9,5 grados más bajas que las actuales (10), si se considera que los pinsapos de entonces tenían los mismos requerimientos climáticos de los actuales se deberían distribuir por la zona costera de aquella época que estaría unos 100 a 200 metros más bajo que el nivel del mar actual, sería ésta la zona que tendría temperaturas similares alas que se alcanzan en las montañas de la Serranía de Ronda. Hace unos 10.000 años el clima se estabiliza con temperaturas similares a las actuales pero como los cambios en la vegetación son más lentos que los climáticos el pinsapar fue perdiendo terrenos que ya no le eran propicios y estableciéndose en otros nuevos cada vez de mayor altitud, hace pues poco tiempo relativamente, menos de 10.000 años que el pinsapar se estableció en sus cotas actuales.


    El señor Boissier (que yo conocía más en sus paseos por Granada) me parecia un señor más serio, pero cada día me cae mejor

    Bosiier se fue un día los toros y esto es lo que escribió: (perdonar pero es mayor a mis fuerzas)

    Completa es la descripción que hace de Ronda, aconsejado por sus amigos asiste a la feria de la ciudad que se celebraba e1 21 de Mayo, tiene la ocasión de presenciar una corrida de toros, hace una descripción detallada de la plaza, de su ambiente y de la corrida en si, con empleo incluso de términos taurinos. Desde luego Boissier toma partido por el toro ya que le parece que los toreros apenas se exponen, llega incluso a escribir "ni uno solo de los toreros fue herido, y he de decir que lo sentí"

    Lo he sacado de aquí,
    http://www.tajoderonda.com/andres/paisaje/los_pinsapos.htm


    Sigo pensando que las masas de laurisilva andaluzas son bastante anteriores al explendor de los pinsapos gaditanos y malagueños, pero Lourdes, fíjate en los millones de años , son muvho más recientes de lo que crees que son... yo aunque me hubiera gustado no estuve por allí en aquellos tiempos, soy mucho más joven :sonrisa:

    :corazonlate: :corazonlate: para mi chico sevillano, que odia la palabra pinsapo (lla verdad, cada día me resulta más fea, y los árboles más bonitos) esta foto: . :corazonlate: :corazonlate:

    [​IMG]

    besos, besos, besos, bego
     
  4. carles

    carles

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    Ah, Vega, revisa en Boissier, porque creo que hace sólo un siglo y medio la extensión de los pinsapares era muuuucho más extensa de lo que es ahora, llegaban casi hasta Arcos de la Frontera, si no recuerdo mal. Al menos, mucho más lejos y a cotas más bajas de lo que está ahora en Grazalema o la Sierra de las Nieves. De hecho, desde el pinsapar de esta última sierra, se ven pinsapos aislados en los montes que quedan enfrente, que ahora están pelados, incluso en las solanas. Por lo que me contó mi colega gaditano, el pinsapar de Grazalema se cortó a hecho (o sea, del todo) y se ha regenerado a partir de la reserva de semillas que quedó y/o por repoblación. En la Sierra de las Nieves quedó un buen trozo sin talar y hay ejemplares de hasta casi 30 metros, y poco a poco van plantando y van naciendo pinsapos hacia abajo, ya se ven algunos grandes un buen rato antes de llegar a la caseta de información...

    Carles
     
  5. carles

    carles

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    Citas de Pérez Lara (1891) Cerca de Zahara de la Sierra
    Entre Ubrique y Cortes

    No he podido ver a qué distancia están de los pinsapares actuales de Grazalema, pero creo que más de 20 km seguro.

    Carles
     
  6. vega

    vega

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    No sé, Carles, no encuentro más que datos confusos sobre todo eso, y es que los grandes incendios han dejado reducidas las masas boscosas de pinsapos. Leí que hace 100 años estaban peor que ahora.

    Lo que sí es seguro es que el futuro se presenta feliz... si no dejamos que se queme algún día de estos.

    He encontrado un bonito artículo de la Revista de Medio Ambiente de la Consejería de Medio Ambiente andaluza
    Lo podía haber escrito mi dulce Alexis... ;)

    http://www.juntadeandalucia.es/medioambiente/revistama/revista_ma37/ma3[/img]7_11.htm

    besos, bego
     
  7. vega

    vega

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    ...desapareció...

    lo copio

    En los montes de la Sierra de Grazalema

    Francisco Javier Navarro Gómez-Menor


    Cuando el alba despuntaba por encima de la Loma de los Pastizales, la cuadrilla de Curro ya se había reunido en el comienzo de la vereda. Aún les quedan unos dos kilómetros para llegar al tajo. Tras dos días de intensa lluvia en los que no habían podido salir a trabajar, aquel amanecer de noviembre de 1999 anunciaba un día más apacible. Aún les restan ocho o nueve jornadas para completar el clareo del pinar, iniciado dos semanas antes. Los doce hombres y dos mujeres que componen la cuadrilla inician el camino. Curro mira ladera abajo y recuerda el aspecto que tenía el monte hace dos años, antes de que comenzaran a trabajar en él y lo compara con su estado actual. Sólo los que lo conocían antes son capaces de valorar la diferencia. De hecho, cuando se visita el Parque y se contemplan sus paisajes, no se suele pensar en el trabajo de estas cuadrillas, que tan sólo en los montes públicos y en los últimos diez años, han supuesto 110.000 jornales en actuaciones sobre la vegetación.

    ¿Qué aspecto tendrían los montes si no hubieran pasado por ellos esos ciento diez mil jornales?. Seguro qué algo distinto pero aparentemente, no demasiado. No sólo porque son muchos más los parajes en los que no se ha intervenido que en los que se ha actuado sino porque con el trabajo forestal, lo que se ha hecho, ha sido introducir el germen del cambio. Nada más claro que en el pinar de repoblación en el que están ahora ellos. Su labor va dirigida a conseguir su sustitución por un encinar. Y el resultado final será a tan largo plazo, que ni tan siquiera lo veremos. Este es una de las clases de tratamientos selvícolas que se suelen ejecutar en el Parque, pero no la única. También se trabaja en otros montes con otro tipo de formaciones vegetales y con otros objetivos como regeneración de algarrobares y encinares incendiados, resalveos en montes de encinas que fueron taladas para carboneo en las décadas de los años cuarenta y cincuenta, podas de mantenimiento de quejigos adultos o de bornizos, repoblaciones con frondosas autóctonas bajo los pinares de repoblación, reintroducción de pinsapos en parajes en los que hay constancia de su existencia pasada, etc.

    Los montes públicos del Parque Natural, con una superficie de 15.748 Has, albergan todo tipo de formaciones vegetales distintas: alcornocales, quejigales, algarrobares, pinares de repoblación, acebuchales, pinsapares, sabinares, encinares, madroñales... y no solamente esto sino que además casi todas estas especies se asocian entre sí y cada una con sus características propias dependiendo de su historia pasada: (Carboneo, incendios, sobrepastoreo, adehesamientos, cultivos...). Si a ello se le añaden las diferencias naturales originadas por el tipo de suelo, orientación y además se le añaden las ricas comunidades de otras especies de matorral y herbáceas que conviven con ellas, el resultado es que hay una infinidad de matices diferentes en las masas forestales del Parque, lo que implica también una infinidad de matices cuando se van a realizar trabajos selvícolas sobre las mismas. La planificación a largo plazo de estos trabajos debe de realizarse a través de los proyectos de ordenación de los montes que en el caso de los del Parque, ya se encuentran aprobados.

    Sobre las ocho de la mañana, la cuadrilla alcanza el tajo. Curro, como buen manijero, los organiza: dos motosierras y dos motodesbrozadoras delante, abriendo la lucha junto con dos ayudantes; tres hombres detrás; los hacheros, que además llevan tijeras de podar van podando y limpiando las encinas y quejigos que están creciendo bajo el pinar; el resto amontonan residuos y los queman, empezando por los de días atrás. El suelo está muy húmedo y la vegetación chorreando. Es muy buen día para quemar. Enseguida comienza a elevarse un espeso humo blanco, que parte de uno de los montones de tarama acumulado en los últimos días de trabajo. Pronto será una gran candela a la que seguirá otra, y otra más... En el primer descanso las brasas serán un alivio para secar las ropas mojadas al contacto con la vegetación.

    Casi a la misma hora que la cuadrilla de Curro empieza su trabajo, Esteban llega con su moto a la pequeña nave que le sirve de base para su explotación de ganado cabrío. Hasta hace dos años, cargaba a diario las caballerías con las cántaras de leche vacías, cuando no el pienso, y comenzaba el ascenso de la vereda hasta que llegaba a la casa del monte y a las cabrerizas anejas. Allí había que ordeñar las cabras para volver a cargar las caballerías con las cántaras llenas de leche y descender la vereda, a pie, hasta dejarlas junto a la carretera, en donde el camión de la fábrica de quesos la recogía. De nuevo vereda arriba para distribuir el pienso, arreglar cercas y angarillas, limpiar aljibes y pilones, rescatar animales empoyataos, preparar parideras... Su padre nació en la finca y prácticamente no había trabajado en ninguna otra cosa que como ganadero ni tampoco en otro lugar. Por eso, cuando supo que en 1989 la Agencia de Medio Ambiente compraba la finca a los "señoritos" le invadió una gran preocupación. Realmente no sabía hacer otra cosa y ya se sabe que a los de Medio Ambiente las cabras no les gustan mucho. Pero el padre de Esteban se jubiló años después en la finca con sus cabras y con la Administración como propietaria. Su hijo continúa en ella pero con unas infraestructuras que han mejorado algo las condiciones de trabajo que tenía su padre. Por lo menos las instalaciones de su sencilla explotación ya se encuentran junto a la carretera.

    Como Esteban, hay multitud de ganaderos dispersos por las fincas privadas o públicas, lejos de los pueblos e incluso de las pistas forestales y, más de uno, como él cuando empezó, es decir, cargando en las bestias la leche ordeñada en el monte para sacarla por veredas a los caminos. Estos ganaderos que ejercen el oficio aprendido de sus padres, son uno de los colectivos que mejor conservan el conocimiento de todos los nombres vernáculos de cada uno de los parajes de la Sierra y muchos otros aspectos de la cultura popular del Parque. Viven para su trabajo y apenas se toman descansos: acuden diariamente al monte y constituyen el colectivo más importante del sector primario del Parque.

    Como los montes públicos ocupan el 30.5% de la superficie del Parque, se comprende su importancia para el mantenimiento de la actividad ganadera y la atención que a este sector les dedican los responsables del mismo. Ya en 1990 hubo intentos por parte de la Agencia de Medio Ambiente de impulsar agrupaciones de ganaderos con la finalidad de que tuvieran más oportunidades en las subastas de aprovechamiento de pastos de los montes pero, quizá el carácter fuertemente individualista de los mismos, impidió que se consolidaran.

    Poco a poco se comenzaron a implantar sistemas de adjudicación que permitieran a los ganaderos una mejor planificación de sus actividades: establecer periodos de subastas por cinco años ofertar simultáneamente todos los montes públicos del término municipal, cuando no de varios, sustituir el pago en metálico por la ejecución de mejoras de las instalaciones que ellos mismos solicitaban, cambiar la subasta por el concurso teniendo en cuenta la continuidad y la experiencia....

    Aunque Esteban sí ha tomado el relevo generacional, hay otros casos en los que no lo va a haber. En algunos montes, que se encuentran muy aislados y que no tienen acceso si no es a través de largas y empinadas veredas, estamos contemplando los últimos años de un estilo de vida que va a desaparecer cuando el inevitable paso del tiempo impida que ese pastor deje de subir casi a diario a manejar sus rebaños. Trabajo por su dureza, aislamiento y poco rendimiento impensable para casi todos, y que sin embargo, para los que aún quedan, es su forma de vida y mientras puedan, seguirán con ella. Es el caso de Benito en la Sierra del Endrinal (que según cuenta fue el que conservó la raza de los auténticos perros de agua de la Sierra antes de que se popularizaran) o de otros en la Sierra de Líbar. Mientras, la mejor gestión que se puede hacer en los montes públicos, en los que estos ganaderos ejercen todavía su actividad, es ofrecerles las máximas facilidades para que todo siga su ciclo natural.

    La cuadrilla de Curro está en plena actividad. Las motodesbrozadoras se están alejando del grupo ya que acaban de pasar sobre una zona sólo cubierta de ardiviejas. Curro, con un hacha en la mano, está ensimismado limpiando una almáciga de encinas. Le gusta hacer el trabajo "fino", tiene una habilidad especial para este tipo de faena que la entiende como nadie. Todos los demás lo saben. Detrás, las hogueras crepitan. Las primeras candelas son ya un enorme montón de brasas. Las mujeres, con el chimbiri, las alimentan. Una de ellas se encuentra con un parramero, avisa a Curro y éste se acerca. Parece de corzo. En esta Sierra llaman parramero al conjunto de huesos o plumas que quedan más o menos esparcidos en el suelo cuando un animal muerto se ha descompuesto o ha sido devorado. Curro lo analiza detenidamente y confirma que es una hembra de corzo. A él le gusta la caza menor y pertenece a una de las sociedades locales de cazadores que tienen adjudicado el aprovechamiento de caza menor de los montes públicos. Perdices, zorzales y conejos son las especies más frecuentes.

    Las poblaciones de conejo en el Parque eran tan bajas que se llegó a temer por su desaparición. En un intento de favorecer su recuperación, se inició una línea de trabajo entre los cazadores y la administración del Parque en la que los primeros crearon parcelas en las que sembraban alcacel u otro tipo de buen pasto y les construyeron majanos como refugio. Por su parte la Consejería introducía en estos lugares, todos en montes públicos, conejos sanos y vacunados. Todo un ejemplo de colaboración. Curro sabe que también podría llegar a abatir alguna pieza de cabra montés en la modalidad de selectiva. Pero ni tiene rifle ni lo quiere, ni nunca le ha atraído la caza mayor. El primer plan cinegético del Parque de esta especie se elaboró en 1996 y tras su ejecución y análisis se comienza el segundo. Todo con el objetivo de evitar un crecimiento descontrolado de la especie que al final se volvería contra ella y promocionar un recurso del Parque al que acuden cazadores de toda España.

    Sobre la una de la tarde, Curro ordena paralizar las quemas. En este trabajo todas las precauciones nunca son suficientes. Dentro de tres horas abandonarán el tajo y las brasas han de estar consumidas para evitar que el viento las propague y provoquen un incendio forestal. Curro conoce las consecuencias de todo tipo que este suceso puede acarrear. De hecho, él es capataz de un retén profesional de lucha contra incendios del Plan Infoca, contratado como fijo discontinuo durante seis meses al año.

    Como el retén de Curro hay otros muchos que, teniendo su base de operaciones en el Centro de Defensa Forestal de Algodonales, están formados por trabajadores forestales del Parque. Los mismos que en invierno se dedican a los trabajos del monte. Los retenes, en Cádiz, son nominados por nombres de montes o lugares geográficos: Las Cumbres, Puerto de los Acebuches, Campo de las Encinas, Víbora, Las Merinas, Cintillo... Es una denominación de la tierra, más cálida que un simple número. Pero esto no es más que un matiz. Lo importante es el avance que ha experimentado el sistema de extinción desde que en 1990 se incorporó al Parque por primera vez un helicóptero que se estacionó en el campo de fútbol de El Bosque. Y en el camino, vivencias, noches de patrullaje, vuelos, extinción de numerosos incendios, y el recuerdo del más triste y desgraciado suceso del Parque del decenio que acaeció en 1992 cuando el cinco de septiembre, sobre las diez de la noche comenzó, de forma intencionada, un incendio en Monte Prieto que segó la vida de cinco compañeros de los retenes.

    Son las dos de la tarde Es momento de parar y almorzar. A las tres renaudarán el trabajo durante dos horas más, bueno algo menos ya que el tiempo de vuelta por la vereda corre por cuenta de la empresa. Curro calcula que a primeros de diciembre irán a trabajar a la Viña del Moro, un paraje de la misma finca en la que está el pinsapar, algo más cerca del camino, por lo que evitarán tener que caminar largamente por veredas los días en que a las ocho de la mañana es casi noche cerrada. Además le gusta especialmente trabajar en ese lugar ya que recuerda en su niñez pasar allí largas temporadas con sus familiares, que eran colonos de la finca y prácticamente vivían allí durante todo el año, en una de las sencillas casas de las que hoy no quedan más que los muros derruidos. Criar y cuidar cabras, cochinos, vacas, ovejas y caballerías; hacer "piconás"; sembrar garbanzos, habas y trigo; cultivar el huerto; carbonear quejigos y poco más... era el medio de vida de las familias que habitaban lo que hoy es una de las zonas más admiradas del Parque, el Area de Reserva..

    Las últimas familias abandonaron la finca en 1971, año en que la Administración Forestal adquirió la misma, y se prohibió cualquier actividad en el pinsapar con el fin de facilitar su regeneración. (El Plan de Uso y Gestión del Parque aprobado en 1988 aumentó las restricciones a todo el Area de Reserva) La enorme capacidad de respuesta de la vegetación ha transformado totalmente el aspecto de la finca, incluido el del pinsapar, que se ha regenerado espectacularmente. Pero también ha aumentado la combustibilidad de toda ella, el peligro potencial de plagas sobre el pinsapo, han disminuido las antiguas áreas de pastizal, que pueden tener un efecto beneficioso sobre el corzo y otros herbívoros, en definitiva, se está produciendo un cambio cuyas consecuencias son necesarias evaluar detenidamente. Por ello, en 1997, se abordó un estudio para la elaboración de criterios de manejo del pinsapar en el que han intervenido equipos de investigación de diferentes Universidades. A su vez se inició en 1997 la redacción de un nuevo Plan de Rector del Parque que permitirá una mayor flexibilidad en la ejecución de trabajos forestales en el Área de Reserva sin perder de vista que el principal objetivo de la misma es la protección de sus ecosistemas.

    Y es que no se puede hablar del Area de Reserva del Parque de la Sierra de Grazalema sin mencionar los debates, jornadas, polémicas y también dudas, que se han suscitado en numerosas ocasiones, o mejor, continuamente, sobre la conveniencia o no de ejecutar trabajos forestales en la misma y especialmente en el pinsapar que no llega a ocupar el 20% de ella. Y en concreto sobre si en éste último debe de realizarse algún plan de manejo o por el contrario, si todo debe de dejarse a la libre evolución de las fuerzas naturales.

    La jornada está a punto de finalizar. Es hora de medir la superficie ejecutada, de dar un último repaso a las brasas, de anotar el material que es necesario proveer a la cuadrilla para el día siguiente, de recoger y emprender el camino de regreso. Curro está contento pues ha sido un día de clima agradable, se ha obtenido el rendimiento que era de esperar y el trabajo ha quedado muy "curioso". Así lo ha constatado también Gregorio, el "Forestal" del monte que ha ido a inspeccionar la cuadrilla a primera hora de la tarde y con quien ha estado viendo la lucha que emprenderán el siguiente día. Es un gran conocedor del medio ya que se crió en una finca que linda con la del pinsapar, La Camilla, que hoy es también monte propiedad de la Administración. La cuadrilla, cansada, alcanza por fin los vehículos. Su trabajo es duro, y hay que estar especialmente preparado para él: entenderlo, tener habilidad con las herramientas, adaptarse al monte, ciertas cualidades físicas, y a ser posible que guste.

    Las sombras de la tarde comienzan a caer sobre el pinsapar que va quedando detrás y comienzan a envolver a los que todavía permanecen en aquellos parajes. Se comienza con una relación profesional pero tras un día de trabajo, y otro más, una semana, un año, otro año,.... uno se encuentra envuelto por algo más que por la caída de la tarde. Poco a poco se le va entregando a esos montes más tiempo y esfuerzo del que nadie exige pero ellos saben compensarte de una manera tan personal, que el tiempo parece corto, y el esfuerzo no es tal. Y si esto se intenta explicar, lo más probable es que te lo reprochen. Pero Curro, mañana volverá.

    Manijero, lucha, chorrear, tarama, candela, angarilla, pilón, empoyatao, ardivieja, almáciga, chimbiri, parramero, alcacel, majano, piconá, son palabras muy empleadas en el medio rural de la Sierra, aunque algunas de ellas no estén recogidas en el Diccionario de la RAE o si lo están, éste le otorga un significado diferente al empleado en ella. He aquí el significado de algunas de ellas:

    Lucha: Frente de trabajo que se le marca a la cuadrilla para que lo ejecute.

    Tarama: Conjunto de residuos vegetales que se acumulan en el suelo tras el desbroce. Uno de los montes públicos del Parque se denomina El Taramal.

    Angarilla: Portillo para los cercados de piedra o alambradas confeccionado con palos de madera de pequeño diámetro dispuestos verticalmente unidos con alambre de espino

    Empoyatao: Situación en la que pueden caer algunos animales domésticos cuando al caminar por terrenos muy abruptos llegan a un momento en que no pueden continuar adelante ni hacia atrás, y ni tan siquiera saltar. Necesitan ser literalmente rescatados.

    Ardivieja: Nombre con que se conoce a la especie Cistus albidus.

    Almáciga: En la Sierra, conjunto de gran espesura, de brotes de raíz, normalmente de encinas.

    Chimbiri: Herramienta a modo de tridente para manejar los residuos de la vegetación.

    Alcacel: Mezcla de especies de gramíneas y leguminosas con la que se siembran pastizales para su aprovechamiento a diente.

    Majano: Montón de piedras que resulta de acumular las que se recogen al despedregar una superficie de terreno para facilitar en ellas las labores agrícolas o mejorar la producción de pastos.

    Piconá: Relativo a la elaboración del picón.
     
  8. carles

    carles

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