Poemas, cuentos y leyendas

Tema en 'Temas de interés (no de plantas)' comenzado por mai^a, 27/2/08.

  1. clause

    clause Claudia

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    25 de agosto

    Bueno, Papaíto, ¡el niño Jervie ya está aquí, por fin! Y nos divertimos en grande. Por lo menos me divierto yo y creo que él también, porque ya hace diez días que está y ni habla de marcharse. Es escandalosa la manera como la señora Semple mima a este hombre. Si hacía lo mismo cuando era chico, no me explico cómo pudo salir tan bueno.
    El y yo comemos en una mesita en el corredor del costado y bajo los árboles, o bien —si llueve o hace frío— en la sala principal. Cada vez, elige tranquilamente el sitio donde quiere comer y Carrie sale trotando tras él con la mesita. Luego, si dio mucho trabajo y Carrie tuvo mucho que andar con los platos, se encuentra con un dólar bajo la azucarera.
    Es en verdad muy buen compañero, aunque nadie lo diría si lo tratara sólo ocasionalmente. A primera vista parece un auténtico Pendleton, pero no lo es en absoluto, es sencillo y natural y simpatiquísimo. Suena raro decir de un hombre que es dulce, pero es la purísima verdad. Además, es amabilísimo con los granjeros de por aquí. Les habla de igual a igual y eso los ha desarmado por completo, porque al principio le tenían una desconfianza horrible. ¡Lo veían tan bien vestido! Tiene una ropa de sport magnífica y sabe cómo vestirse para el campo. Cada vez que baja con algo nuevo, la señora Semple, llena de orgullo, da vueltas a su alrededor, mirándolo desde todos los ángulos, y le recomienda que tenga cuidado dónde se sienta, no se vaya a ensuciar... A él la cosa lo aburre sobremanera y siempre le dice: "¡Vamos, Lizzie, atiende tu trabajo y déjame tranquilo; ya no puedes mandarme. He crecido, ¿sabes?".
    Resulta gracioso pensar que este hombre de piernas tan largas (casi tan largas como las suyas, Papaíto) se ha sentado alguna vez en las faldas de la señora Semple, sobre todo al ver sus faldas ahora... Pero Jervis dice que antes era delgadita, vivaracha y ágil, ¡y que le ganaba a él en correr!
    Todos los días tenemos aventuras. Hemos explorado kilómetros de campo. Me enseñó a pescar con moscas especiales hechas de plumitas. También a tirar con revólver y con rifle, y a montar... ¡Hay que ver qué espíritu hemos logrado inyectar en el viejo Grover!
    Lo alimentamos con avena durante tres días y después de eso embistió a un ternero y casi se desboca conmigo encima.
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    Miércoles

    El lunes a la tarde subimos a la Colina del Cielo, una montaña que hay por aquí cerca, quizá no muy alta, ya que no tiene nieve en el tope, pero lo bastante como para dejarlo a uno sin aliento al llegar a la cima. Las laderas bajas están cubiertas de bosques, pero la cima es todo rocas y páramos. Nos quedamos arriba a fin de ver la puesta del sol e hicimos fuego para la comida. En realidad fue él quien cocinó, pues dice que sabe hacerlo mejor que yo. Y resultó verdad, ya que él está acostumbrado a hacer camping y yo no. El camino de regreso fue a la luz de la luna y, cuando llegamos al camino del bosque, como estaba muy oscuro, iluminados por una linterna de bolsillo que él llevaba. ¡Lo pasamos tan bien! Bromeábamos y reíamos todo el tiempo. ¡Y sabe hablar de cosas tan interesantes! Leyó todos los libros que he leído yo y muchos más. Es impresionante la cantidad de cosas que sabe ese hombre.
    Esta mañana salimos a dar una larga caminata y nos pescó una tormenta. Nos empapamos por completo, pero volvimos tan contentos como si nada hubiera pasado. ¡Pero había que ver la cara déla señora Semple cuando entramos chorreando en la cocina!
    —¡Niño Jervie, señorita Judy! Están calados hasta los huesos... ¿Qué voy a hacer con ustedes, Dios mío? ¡Vean ese saco nuevito, completamente arruinado!
    Estaba cómica en su desesperación. Parecía ni más ni menos como si tuviéramos diez años y nos iba a dejar sin postre.
    Sábado

    Hace añares que empecé esta carta y nunca encuentro el momento de terminarla. ¿Qué le parece este pensamiento de Stevenson?
    "El mundo está tan pleno de cosas buenas que deberíamos ser felices como reyes."
    Creo que es la purísima verdad. El mundo está lleno de felicidad y ésta alcanza para todos, sólo que la gente no siempre está dispuesta a aprovechar la que le toca en suerte. El secreto está en tener flexibilidad para adaptarse. Sobre todo en el campo, donde son tantas las cosas entretenidas. Yo puedo caminar por las tierras de los demás, disfrutar del paisaje que es de todo el mundo, chapotear en cualquier arroyo y sentarme bajo todos los árboles. Es decir, gozar de todo eso igual que si fuese la propietaria... ¡y sin tener que pagar los impuestos!
    Ahora es domingo por la noche y debería estar durmiendo para estar bien fresca mañana, pero tomé café negro en la comida y no puedo pegar los ojos.
    Esta mañana la señora Semple le dijo al señor Pendleton con tono muy decidido:
    —Tenemos que salir de aquí a las diez y cuarto para llegar a la iglesia a las once.
    —Muy bien, Lizzie. Tengan el coche listo y, si yo no estoy vestido, vayan sin mí.
    —Lo vamos a esperar —respondió ella con energía.
    —Perfecto. Pero no tengan demasiado tiempo parados a los caballos.
    Luego, mientras la señora Semple se vestía, el muy pícaro le pidió a Carrie que preparase una canasta con almuerzo para dos. Después me dijo a mí que me cambiara y me pusiera ropa de caminar, nos escapamos por la puerta trasera y... nos fuimos a pescar.
    Esto desorganizó por completo la marcha de la casa, ya que los domingos en Los Sauces se come a las dos de la tarde y él pidió la comida para las siete. Siempre pide las comidas a la hora que se le antoja, como si estuviera en un restaurante. Los pobres Carrie y Amasai se quedaron sin paseo. Pero cuando se lo hice notar, me contestó que era mejor así, ya que no era adecuado que salieran solos siendo novios. Y de todos modos, él necesitaba los caballos para llevarme a mí a pasear. ¿Ha oído usted algo más escandaloso?
    Y la pobre señora Semple cree que los que van a pescar en domingo —¡domingo, nada menos!, ¡el día del Señor!— se van derecho al infierno... Está muy afligida por no haber sabido educar mejor a su "niño" cuando era pequeño y tuvo a mano la oportunidad. Además, quería lucirse con él en la iglesia.
    Bueno, la cuestión es que nos fuimos a pescar nomás, y Jervis pescó cuatro pececitos chicos. Los cocinamos a las brasas, pero los habíamos clavado en unos palitos y siempre se nos caían, así que tenían bastante gusto a ceniza, pero los comimos igual. Volvimos a casa a las cuatro, salimos en el sulky a las cinco, y comimos a las siete. A las diez me mandaron a la cama y aquí estoy, escribiéndole a usted.
    Pero me está dando sueño, después de todo este ajetreo.
    Buenas noches,
    Judy
     
  2. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas


    Poema Historia Conocida



    Es una historia conocida, amigos,
    todos la recordamos,
    viento del pueblo se perdió en el pueblo
    pero no ha terminado.

    Hace tiempo hubo un hombre entre nosotros,
    alegre, iluminado,
    que amó y vivió, cantaba hasta en la muerte,
    libre como los pájaros.

    ¡Qué bonito sería! Nace, escribe,
    muere desamparado.
    Se estudian sus poemas, se le cita,
    y a otra cosa, muchachos.

    Pero su nombre continúa, sigue,
    como nosotros, esperando
    el día en que este asunto, y otros muchos,
    se den por terminado.

    ¡Qué bonito sería! Nace, escribe,
    muere desamparado.






    Jose Agustin Goytisolo
     
  3. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

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    He aquí la figura del único pez que yo saqué:

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    ¡Adelante, Capitán Papaíto-Piernas-Largas! ¿Adivina usted lo que estoy leyendo? Hace dos días que nuestra conversación es exclusivamente
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    náutica y de piratería. ¿No es cierto que La isla del tesoro es estupenda? ¿La leyó, o todavía no se había escrito cuando usted era chico? Stevenson no ganó más que treinta libras como derechos de autor, por publicarla en folletín. Me parece que no rinde ser escritor. Quizá me decida por ser maestra de escuela.
    Perdóneme que le hable tanto de Stevenson; por el momento tengo la cabeza completamente ocupada con él.
    Hace dos semanas que estoy escribiendo esta carta y creo que es hora de terminarla. ¡No dirá que no le doy detalles de todo! Ojalá estuviera usted aquí con nosotros. ¡Nos divertiríamos tanto! Me gusta que mis amigos se conozcan entre ellos. Habría querido preguntar al señor Pendleton si lo conoce a usted de Nueva York, como supongo que es posible, ya que ambos deben figurar en los mismos elevados círculos sociales y los dos se interesarán por las reformas obreras y cosas por el estilo. No pude hacerlo, por ignorar su verdadero nombre. ¡Es lo más ridículo que he oído en mi vida! La señora Lippett me había advertido que era usted un excéntrico. ¡Y cuánta razón tenía!
    Afectuosamente,
    Judy

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    P. D. Al releer esta carta me di cuenta de que no trata toda de Stevenson, que hay en ella tres o cuatro alusiones al niño Jervie.


    10 de septiembre
    Querido Papaíto:

    Se ha marchado y lo extrañamos. Cuando uno se acostumbra a las personas o a los lugares y de pronto le son arrebatados, queda con una sensación terrible de vacío. Encuentro muy insulsa la conversación de la señora Semple... Igual que comida sin sal.
    Las clases se reanudan de aquí a dos semanas y me alegraré mucho de volver al colegio. Y eso que he trabajado bastante este verano: ¡cuatro cuentos y siete poesías! Los que envié a las revistas vinieron de vuelta con la más cortés puntualidad. Pero no me importa nada, porque me sirvieron de práctica. El niño Jervie las leyó (como iba a buscar la correspondencia, no pude evitar que se enterase) y me dijo que eran terribles y demostraban bien a las claras que yo no tenía la menor idea de lo que estaba hablando. (El niño Jervie no permite que la cortesía se interponga con la verdad.) La última historia que escribí, sin embargo, un pequeño bosquejo de la vida en el colegio, la encontró menos mala, me la hizo escribir a máquina en el pueblo y la envié a una revista. Ya hace dos semanas que la tienen. Quizá lo estén pensando...
    ¡Tendría que ver el cielo! Hay una luz rarísima color naranja, difusa por todas partes. Tendremos tormenta.
    La tormenta empezó en este preciso momento y se están golpeando los postigos y caen unos tremendos goterones, mientras Carrie corre a poner baldes bajo las goteras. Justo cuando volvía a tomar la pluma me acordé de que había dejado una manta, un almohadón, un sombrero y los poemas de Matthew Arnold bajo un árbol de la huerta. Salí corriendo a buscarlos, pero estaban empapados. El rojo de la tapa se había corrido a las páginas de adentro y de ahora en adelante la Playa de Dover quedará para siempre bañada en olas rosadas. ¡Pobre Matthew Arnold!
    Una tormenta en el campo es muy incómoda, ya que siempre hay que pensar en todo lo que quedó afuera y puede arruinarse con la lluvia.

    Jueves

    ¡Papaíto, Papaíto!
    I. Me aceptaron el cuento. Alors (entonces) soy escritora. ¡Cincuenta dólares!
    II. Recibí una carta de la secretaria del colegio. Me han otorgado una beca por dos años, que cubrirá los gastos de mi alojamiento y de toda la enseñanza.
    La razón es mi "notable pericia en inglés y excelencia general en otros órdenes". ¡Y me la he ganado yo! La había solicitado antes de salir de vacaciones, pero nunca creí obtenerla, a causa de aquellas famosas malas notas en matemáticas y latín. Pero parece que lo compensé con mi trabajo posterior. Me alegro mucho, Papaíto, porque ahora no seré para usted una carga tan pesada. La mensualidad será lo único que voy a necesitar en adelante, e incluso eso puedo ganármelo escribiendo, enseñando o con algún otro trabajo.
    Estoy ansiando volver y empezar a trabajar de nuevo.
    Siempre suya,
    Jerusha Abbott
    (Autora de Cuando las de Segundo ganaron el partido.
    En venta en todos los quioscos. Precio: 10 centavos.)


    26 de septiembre
    Querido Papaíto-Piernas-Largas:

    ¡De nuevo en el colegio y ya en las clases superiores! Nuestro cuarto este año es mejor que nunca, con dos ventanas enormes que miran al sur y amueblado... ¡como de teatro! Julia, con una mensualidad ilimitada, llegó hace dos días y estamos en un verdadero frenesí "decoratorio". Ha vuelto a empapelar todo y tenemos alfombras persas y sillas de caoba, pero caoba de verdad, no pintada como la que nos conformaba tan bien el año pasado. Queda suntuoso, pero yo no me siento muy cómoda, me parece que no pego en ese ambiente tan elegante y siempre tengo miedo de echar una mancha de tinta donde no debo.
    Además, Papaíto, me encontré con su carta esperándome. O mejor dicho, la carta de su secretario.
    ¿Quiere hacerme el inmenso favor de darme una sola razón valedera por la que yo no deba aceptar esa beca? No entiendo en absoluto su objeción. De todos modos, no le servirá de nada poner reparos porque ya la he aceptado. Y no voy a volverme atrás. Esto suena a impertinencia, pero no es ésa mi intención.
    Me imagino que, habiendo usted emprendido mi educación, quisiera ponerle punto final en forma de un diploma, ¿verdad?
    Sólo le pido que mire el asunto desde mi punto de vista. Al aceptar esta beca le seguiré debiendo toda mi educación, igualito que si hubiera dejado que la pagara toda, pero eso será una deuda moral, y ya no le deberé una cantidad tan enorme de dinero. Ya sé que usted no quiere que se lo devuelva, pero yo voy a querer pagárselo, si me es posible. ¡Y ganar esta beca me hace las cosas tanto más fáciles! Estaba preparada para pasar el resto de mi vida pagando mis deudas, y ahora no tendré que pagar más que la mitad de ese resto.
    Espero que comprenda usted mi posición y no se enoje. La mensualidad seguiré aceptándola y se la agradeceré infinitamente, pues vivir a la altura de Julia y sus muebles requiere por cierto una renta. Ojalá hubieran criado a esta chica con más sencillez, o que no fuera mi compañera de cuarto.
    Pensaba escribirle una buena carta y ésta no es gran cosa. Pero estuve dobladillando cuatro cortinados de ventanas y tres de puertas (me alegro de que no vea el largo de las puntadas), y lustrando un juego de escritorio de bronce con pasta para los dientes (trabajo muy difícil), y cortando alambre de colgar cuadros con tijeras de uñas, y guardando el contenido de dos baúles de ropa (parece increíble que Jerusha Abbott posea dos baúles llenitos de ropa, pero es la verdad), y entre una cosa y la otra dando la bienvenida a cincuenta amigas del alma.
    El primer día de clase es una ocasión especial.
    Buenas noches, Papaíto querido, y no se enoje porque su pollita quiere empezar a arañar por sí misma. Está creciendo y llegará a ser una gallinita terriblemente enérgica, con un cloqueo muy decidido y muchas hermosas plumas (todas debidas a usted).
    Afectuosamente,
    Judy


     
  4. clause

    clause Claudia

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    LETANIAS DE NUESTRO SEÑOR
    DON QUIJOTE

    A Navarro Ledesma.

    Rey de los hidalgos, señor de los tristes,
    que de fuerza alimentas y de ensueños vistes,
    coronado de áureo y yelmo de ilusión;
    que nadie ha podido vencer todavía,
    por la adarga al brazo, toda fantasía,
    y la lanza en ristre, toda corazón.

    Noble peregrino de los peregrinos,
    que santificaste todos los caminos
    con el paso augusto de tu heroicidad,
    contra las certezas, contra las conciencias,
    y contra las leyes y contra las ciencias,
    contra la mentira, contra la verdad...

    Caballero errante de los caballeros,
    barón de varones, príncipe de fieros,
    par entre los pares, maestro, ¡salud!
    ¡Salud, porque juzgo que hoy muy poca tienes,
    entre los aplausos o entre los desdenes,
    y entre las coronas y los parabienes
    y las tonterías de la multitud!

    ¡Tú, para quien pocas fueron las victorias
    antiguas, y para quien clásicas glorias
    serían apenas de ley y razón,
    soportas elogios, memorias, discursos,
    resistes certámenes, tarjetas, concursos,
    y, teniendo a arfeo, tienes a orfeón!

    Escucha, divino Rolando del sueño,
    a un enamorado de tu Clavileño,
    y cuyo Pegas o relincha hacia ti;
    escucha los versos de estas letanías,
    hechas con las cosas de todos los días
    y con otras que en lo misterioso vi.

    ¡Ruega por nosotros, hambrientos de vida,
    con el alma a tientas, con la fe perdida,
    llenos de congojas y faltos de sol;
    por advenedizas almas de manga ancha,
    que ridiculizan el ser de la Mancha,
    el ser generoso y el ser español!

    ¡Ruega por nosotros, que necesitamos
    las mágicas rosas, los sublimes ramos
    de laurel! Pro nobis ora, gran señor.
    (Tiemblan las florestas de laurel del mundo,
    y antes que tu hermano vago, Segismundo,
    el pálido Hámlet te ofrece una flor.)

    Ruega generoso, piadoso, orgulloso;
    ruega, casto, puro, celeste, animoso;
    por nos intercede, suplica por nos,
    pues casi ya estamos sin savia, sin brote,
    sin alma, sin vida, sin luz, sin Quijote,
    sin pies y sin alas, sin Sancho y sin Dios.

    De tantas tristezas, de dolores tantos,
    de los superhombres de Nietzsche, de cantos
    áfonos, recetas que firma un doctor,
    de las epidemias de horribles blasfemias
    de las Academias,
    ¡líbranos, señor!

    De rudos malsines,
    falsos paladines,
    y espíritus finos y blandos y ruines,
    del hampa que sacia
    su canallocracia
    con burlar la gloria, la vida, el honor,
    del puñal con gracia,
    ¡líbranos, señor!

    Noble peregrino de los peregrinos,
    que santificaste todos los caminos
    con el paso augusto de tu heroicidad,
    contra las certezas, contra las conciencias
    y contra las leyes y contra las ciencias,
    contra la mentira, contra la verdad...

    ¡Ora por nosotros, señor de los tristes,
    que de fuerza alientas y de sueños vistes,
    coronado de áureo yelmo de ilusión;
    que nadie ha podido vencer todavía,
    por la adarga al brazo, toda fantasía,
    y la lanza en ristre, toda corazón!


    Ruben Dario
     
  5. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    Quién menoscaba mis bienes?
    ¡Desdenes!
    ¿Y quién aumenta mis duelos?
    ¡Los celos!
    ¿Y quién prueba mi paciencia?
    ¡Ausencia!
    De este modo en mi dolencia
    ningún remedio me alcanza,
    Pues me mata la esperanza,
    desdenes, celos y ausencia.

    ¿Quién me causa dolor?
    ¡Amor!
    ¿Y quién mi gloria repuna?
    ¡Fortuna!
    ¿Y quién consiente mi duelo?
    ¡El cielo!
    De este modo yo recelo
    morir deste mal extraño
    pues se aúnan en mi daño
    amor, fortuna y el cielo.

    ¿Y quién mejorará mi suerte?
    ¡La muerte!
    Y el bien de amor, ¿quién lo alcanza?
    ¡Mudanza!
    Y sus males, ¿quién los cura?
    ¡Locura!
    Dese modo no es cordura
    querer curar la pasión,
    cuando los remedios son
    muerte, mudanza y locura.

    Miguel de Cervantes Saavedra, 1547-1616
     
  6. clause

    clause Claudia

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    Querido Papaíto:

    ¿Todavía sigue machacando con el asunto de la beca? Nunca conocí a un hombre tan obstinado, testarudo, irrazonable, tenaz y porfiado, ni tan incapaz de ver el punto de vista ajeno como usted.
    "El señor Smith prefiere que no acepte favores de extraños."
    ¡Extraños!... ¿Y se puede saber qué es usted? ¿Es que hay alguien en el mundo de quien yo sepa menos? Ni siquiera lo reconocería si lo encontrara en la calle. Le diré: si hubiera sido usted una persona cuerda y razonable, y hubiera escrito lindas cartas paternales a su pequeña Judy, y hubiera venido a verla de vez en cuando, y le hubiera acariciado la cabeza y le hubiera dicho lo contento que estaba de que ella se portara tan bien... entonces, tal vez, ella no habría hecho escarnio de usted en su vejez sino que habría obedecido sus menores deseos como una hija respetuosa que se porta como es debido.
    ¡Extraños, en verdad!... Vive usted en una casa de cristal, señor Smith.
    Además y sobre todo, no se trata de un favor. Es un premio y me lo he ganado a fuerza de trabajo. Si nadie hubiera sido bastante buena en inglés como para merecer la beca, la comisión no la habría concedido. Algunos años no la dan, la declaran desierta. Además... ¿Pero de qué sirve tratar de razonar con un hombre? Pertenece usted a un sexo, señor Smith, completamente desprovisto de sentido común y de lógica. Para hacer entrar en razón a un hombre existen dos métodos: o engatusarlos o ponerse desagradable. Como me inspiraría desdén engatusar a un hombre con el fin de conseguir lo que quiero, no me queda más remedio que ponerme desagradable.
    Me niego, señor mío, a rehusar la beca, y si sigue usted haciendo alharaca no aceptaré tampoco la mensualidad y me destrozaré los nervios dando clases a estúpidas chicas de primer año.
    ¡Éste viene a ser mi ultimátum!
    Ahora, escuche otra idea que se me ha ocurrido. Si usted cree que al aceptar esta beca se priva a algún otro de recibir educación, tengo también la solución: emplee ese dinero en educar a alguna otra chica del asilo John Grier. ¿No le parece una buena idea? Sólo que, Papaíto, "eduque" a esa chica todo lo que quiera, pero por favor, que no le "guste" más que yo, ¿estamos?
    Confío en que su secretario no se ofenda porque hago tan poco caso de las sugerencias que me hace en su carta, pero si se ofende, ¡mala suerte! Lo que pasa es que usted está muy malcriado. Hasta ahora he hecho caso con toda humildad a sus caprichitos, pero esta vez estoy resuelta a mantenerme firme.

    Suya,
    con el ánimo
    por completo e irrevocablemente
    decidido,
    Jerusha Abbott


    9 de noviembre
    Querido Papaíto-Piernas-Largas:

    Hoy salí para la ciudad con intención de comprarme varias cosas sin las cuales no podía ser feliz ni un solo día más (un tarro de betún para zapatos, unos cuellos, género para una blusa, un pote de crema y un jabón de tocador: todo sumamente necesario) y cuando fui a pagar el ómnibus me encontré con que había olvidado mi monedero en el bolsillo de mi otro saco. Tuve que bajarme y tomar el ómnibus siguiente. Resultado: llegué tarde al gimnasio. ¡Es terrible tener dos abrigos y nada de memoria!
    Julia Pendleton me invitó a pasar con ella las vacaciones de Navidad. ¿Qué le parece la idea, señor Smith? Imagínese lo que será ver a Jerusha Abbott, del asilo John Grier, sentada a la mesa de los poderosos. No tengo la menor idea de por qué me ha invitado. Últimamente parece que se está encariñando mucho conmigo. A decir verdad, preferiría ir a lo de McBride, pero Julia me invitó primero, de modo que, si voy a alguna parte, tendrá que ser a Nueva York. Me asusta la idea de encontrarme con los Pendleton "en masa" y, además, tendría que comprarme mucha ropa nueva. Por lo tanto, Papaíto, si escribe usted que debo permanecer en el colegio durante las vacaciones, me inclinaré ante sus deseos con mi habitual docilidad.
    Por el momento estoy enfrascada en la lectura de Vida y cartas de Tomas Huxley. Lo que se dice lectura livianita para ratos perdidos, ¿no? Y muy instructiva, además... ¿Sabe usted lo que es un arqueoptérico? Es un pájaro. ¿Y un esterognato? No estoy muy segura, pero parece que era una especie de eslabón perdido, algo así como un ave con dientes o un lagarto con alas... No, tampoco es eso. Lo acabo de mirar en el libro: es un mamífero mesozoico.
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    Este año voy a estudiar economía. Es una materia que informa muy bien el espíritu. Cuando termine ese estudio, la emprenderé con la beneficencia y las reformas sociales. Entonces, señor Síndico, voy a saber cómo se administra un asilo de huérfanos... La semana pasada cumplí veintiún años. ¿No le parece que seré una buena votante cuando las mujeres logremos obtener nuestros derechos? Creo que es un gran desperdicio por parte del gobierno no aprovechar a una ciudadana tan consciente, inteligente y bien informada como la que sería yo.
    Siempre suya,
    Judy


    7 de diciembre
    Querido Papaíto-Piernas-Largas:

    Gracias por el permiso para ir a quedarme en casa de Julia. Me imagino que su silencio significa que acepta.
    Estamos viviendo en un torbellino de sociabilidad. La semana pasada tuvimos el baile de los Fundadores. Es el primer año que nos invitan, pues sólo las estudiantes de las clases superiores pueden asistir. Yo invité a Jimmie McBride, y Sallie al compañero que él había llevado al campamento el verano pasado, un pelirrojo simpatiquísimo. En cuanto a Julia, invitó a un tipo de Nueva York, no muy interesante, pero socialmente irreprochable. Está emparentado con los Chichester de la Mater. Quizás eso signifique algo para usted. Lo que es a mí, no me ilumina en absoluto.
    Nuestros invitados llegaron el viernes a la tarde. Tomaron con nosotras el té en el corredor de las seniors y luego se fueron volando a comer a su hotel.
    Nos contaron después que el hotel estaba tan repleto que tuvieron que dormir sobre la mesa de billar, uno al ladito del otro. Dice Jimmie que la próxima vez que lo inviten a una fiesta en este colegio, se va a traer su tienda de campaña y la va a instalar en el parque.
    A las siete y media ya estaban de vuelta para la recepción del presidente, seguida de baile. Como podrá ver, nuestras fiestas comienzan muy temprano. Los carnets de baile de los muchachos estaban todos preparados de antemano y después de cada pieza los dejábamos agrupados en la letra correspondiente a su nombre, de modo que sus compañeras pudiesen encontrarlos fácilmente para la pieza siguiente. Jimmie, por ejemplo, debía quedarse esperando pacientemente en la letra M hasta que la compañera viniese a buscarlo. Eso al menos era lo que se suponía que tenía que hacer, pero siempre se mezclaba con las S y las R y todas las demás letras. Como invitado resultó muy difícil de complacer, ya que se puso de mal humor porque no bailó conmigo más que tres piezas. Dice que se siente tímido cuando baila con chicas desconocidas.
    A la mañana siguiente tuvimos el concierto del Glee Club y ¿quién cree usted, Papaíto, que escribió la letra de la canción humorística compuesta para la ocasión? ¡Acertó!... Como verá, su huerfanita se está convirtiendo en una persona de nota.
    Nuestros dos días de fiesta fueron muy divertidos y creo que los invitados masculinos la pasaron bien. A algunos los aterraba la perspectiva de enfrentarse a un millar de chicas, pero se aclimataron bien pronto. Nuestros dos estudiantes de Princeton estaban encantados; por lo menos, así lo manifestaron con mucha cortesía y nos invitaron para el baile de ellos, la próxima primavera. Ya hemos aceptado, así que, por favor, Papaíto querido, no ponga usted inconvenientes.
    Julia, Sallie y yo estrenamos vestido. ¿Quiere que le diga cómo eran? El de Julia, de raso color crema con bordados en oro y llevaba orquídeas lila. ¡Un sueño! Y costó un millón de dólares.
    El de Sallie era celeste pálido adornado con bordados persas y quedaba muy bien con su pelo colorado. Aunque no costó tanto como el de Julia, le aseguro que era igual de elegante.
    En cuanto al mío, era de crepé de Chine rosa pálido, adornado con encaje crudo, y llevaba rosas carmesí (Sallie le había soplado a Jimmie el color que tenía que mandarme). Y las tres teníamos zapatos de raso, guantes largos, medias de seda y echarpes de gasa de color haciendo juego. Me imagino que estará usted debidamente impresionado con estos detalles modisteriles.
    Es imposible no compadecer a los hombres por la vida sin color que se ven obligados a llevar. ¡Cuando pienso que el chiffon, el encaje de Venecia, el bordado a mano y el punto de Irlanda no significan absolutamente nada para un hombre!... En cambio las mujeres, sea cual fuere su interés principal: bebés, microbios, maridos, poesía o sirvientes, paralelogramos, jardinería, Platón o bridge, primera y primordialmente se interesan por la ropa. Es el toque único que hace de todas las mujeres una sola...
    (Este pensamiento no es original, lo saqué de una obra de Shakespeare.)
    Resumiendo, ¿quiere que le cuente un secreto que descubrí hace poco? ¿Me promete no pensar que soy vanidosa? Escuche: soy bonita...
    De veras lo soy, Papaíto. Sería muy idiota si no me diera cuenta, con tres espejos en el cuarto.

    Una amiga

    P. D. Ésta es una carta anónima, como ésas que aparecen en las novelas.

    20 de diciembre

    Querido Papaíto-Piernas-Largas:

    Dispongo de sólo un momento, pues debo asistir a tres clases, hacer un baúl y una valija, y alcanzar el tren de las cuatro. Pero no podía marcharme sin enviarle una palabra para agradecer mi "cajón" de regalos de Navidad.
    Estoy encantada con las pieles, el collar, la echarpe (los guantes, los pañuelos, los libros y la cartera) y, más que nada, lo adoro a usted. Aunque, de veras, Papaíto, no tiene por qué mimarme tanto. Después de todo, soy humana... una chica, para peor, y corro peligro de echarme a perder para siempre. ¿Cómo quiere que me concentre en mi carrera, que exige tanto estudio, cuando usted me desvía la atención con tantas frivolidades mundanas?
    Ahora tengo fuertes sospechas de cuál era el síndico que regalaba al asilo el árbol de Navidad y los helados de los domingos. No sabíamos su nombre, pero "por sus obras, lo conozco", como dice la Biblia. Merece usted ser muy feliz por todo el bien que hace a los demás.
    Adiós. Le deseo una muy venturosa Navidad.
    Siempre suya,
    Judy

    P. D. Yo también le envío un pequeño obsequio. ¿Cree usted que le gustaría si me conociera?
     
  7. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    Esos locos bajitos
    (Joan Manuel Serrat)

    A menudo los hijos se nos parecen,
    y así nos dan la primera satisfacción;
    ésos que se menean con nuestros gestos,
    echando mano a cuanto hay a su alrededor.

    Esos locos bajitos que se incorporan
    con los ojos abiertos de par en par,
    sin respeto al horario ni a las costumbres
    y a los que, por su bien, (dicen) que hay que domesticar.

    Niño,
    deja ya de joder con la pelota.
    Niño,
    que eso no se dice,
    que eso no se hace,
    que eso no se toca.

    Cargan con nuestros dioses y nuestro idioma,
    con nuestros rencores y nuestro porvenir.
    Por eso nos parece que son de goma
    y que les bastan nuestros cuentos
    para dormir.

    Nos empeñamos en dirigir sus vidas
    sin saber el oficio y sin vocación.
    Les vamos trasmitiendo nuestras frustraciones
    con la leche templada
    y en cada canción.

    Nada ni nadie puede impedir que sufran,
    que las agujas avancen en el reloj,
    que decidan por ellos, que se equivoquen,
    que crezcan y que un día
    nos digan adiós.


    .......................................
     
  8. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    Mi niñez

    Tenía diez años y un gato
    peludo, funámbulo y necio,
    que me esperaba en los alambres del patio
    a la vuelta del colegio.

    Tenía un balcón con albahaca
    y un ejército de botones
    y un tren con vagones de lata
    roto entre dos estaciones.

    Tenía un cielo azul y un jardín de adoquines
    y una historia a quemar temblándome en la piel.
    Era un bello jinete
    sobre mi patinete,
    burlando cada esquina
    como una golondrina,
    sin nada que olvidar
    porque ayer aprendí a volar,
    perdiendo el tiempo de cara al mar.

    Tenía una casa sombría,
    que madre vistió de ternura,
    y una almohada que hablaba y sabía
    de mi ambición de ser cura.

    Tenía un canario amarillo
    que sólo trinaba su pena
    oyendo algún viejo organillo
    o mi radio de galena.

    Y en julio, en Aragón, tenía un pueblecillo,
    una acequia, un establo y unas ruinas al sol.
    Al viento los ombligos,
    volaban cuatro amigos,
    picados de viruela
    y huérfanos de escuela,
    robando uva y maíz,
    chupando caña y regaliz.
    Creo que entonces yo era feliz.

    Tenía cuatro sacramentos
    y un ángel de la guarda amigo
    y un "Paris-Hollywood" prestado y mugriento
    escondido entre mis libros.

    Tenía una novia morena,
    que abrió a la luna mis sentidos
    jugando los juegos prohibidos
    a la sombra de una higuera.

    Crucé por la niñez imitando a mi hermano.
    Descerrajando el viento y apedreando al sol.
    Mi madre crió canas
    pespunteando pijamas,
    mi padre se hizo viejo
    sin mirarse al espejo,
    y mi hermano se fue
    de casa, por primera vez.

    Y ¿dónde, dónde fue mi niñez?
    Videos de Joan Manuel Serrat
     
  9. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    INFANCIA





    Esos recuerdos con olor de helecho
    Son el idilio de la edad primera.
    G.G.G.



    Con el recuerdo vago de las cosas
    que embellecen el tiempo y la distancia,
    retornan a las almas cariñosas,
    cual bandadas de blancas mariposas,
    los plácidos recuerdos de la infancia.

    ¡Caperucita, Barba Azul, pequeños
    liliputienses, Gulliver gigante
    que flotáis en las brumas de los sueños,
    aquí tended las alas,
    que yo con alegría
    llamaré para haceros compañía
    al ratoncito Pérez y a Urdimalas!

    ¡Edad feliz! Seguir con vivos ojos
    donde la idea brilla,
    de la maestra la cansada mano,
    sobre los grandes caracteres rojos
    de la rota cartilla,
    donde el esbozo de un bosquejo vago,
    fruto de instantes de infantil despecho,
    las separadas letras juntas puso
    bajo la sombra de impasible techo.

    En alas de la brisa
    del luminoso Agosto, blanca, inquieta
    a la región de las errantes nubes
    hacer que se levante la cometa
    en húmeda mañana;
    con el vestido nuevo hecho jirones,
    en las ramas gomosas del cerezo
    el nido sorprender de copetones;
    escuchar de la abuela
    las sencillas historias peregrinas;
    perseguir las errantes golondrinas,
    abandonar la escuela
    y organizar horrísona batalla
    en donde hacen las piedras de metralla
    y el ajado pañuelo de bandera;
    componer el pesebre
    de los silos del monte levantados;
    tras el largo paseo bullicioso
    traer la grama leve,
    los corales, el musgo codiciado,
    y en extraños paisajes peregrinos
    y perspectivas nunca imaginadas,
    hacer de áureas arenas los caminos
    y del talco brillante las cascadas.

    Los Reyes colocar en la colina
    y colgada del techo
    la estrella que sus pasos encamina,
    y en el portal el Niño-Dios riente
    sobre el mullido lecho
    de musgo gris y verdecino helecho.

    ¡Alma blanca, mejillas sonrosadas,
    cutis de níveo armiño,
    cabellera de oro,
    ojos vivos de plácidas miradas,
    cuán bello hacéis al inocente niño!...

    Infancia, valle ameno,
    de calma y de frescura bendecida
    donde es süave el rayo
    del sol que abrasa el resto de la vida.
    ¡Cómo es de santa tu inocencia pura,
    cómo tus breves dichas transitorias,
    cómo es de dulce en horas de amargura
    dirigir al pasado la mirada
    y evocar tus memorias!




    Poemas de José Asunción Silva
     
  10. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    Anveri , el otro día decias que estabas leyendo a Platero y yo...te dejo un poquito de historia....:happy:


    Sabía Ud. que en 1948 se imprimió en Avellaneda la edición de lujo del libro “Platero y yo” de Juan Ramón Jimenez?.
    Cuando este gran lírico de habla castellana llegó a nuestro país en 1948 acompañado por su esposa la ilustre escritora Zenobia Campribí, la editorial Lozada le confió la edición de lujo del libro “Platero y yo” a uno de los impresores mas conocidos de Avellaneda, don Bartolomé U. Chiesino en los talleres de la calle Ameghino.
    Con ese motivo Juan Ramón visitó en más de una oportunidad aquellos talleres, por otra parte familiar a los escritores porteños. El señor Chiesino junto al ilustre visitante hablaron de impresiones de libros famosos y de amigos en común.
    De esa circunstancia nace su amistad, que trascendió más allá del ámbito profesional, entre Juan Ramón y el impresor. Esto se explica ya que fue conocida la proverbial cordialidad, vocación de servicio y hombría de bien de don Bartolomé, cuya imprenta era por otra parte, algo más que una planta industrial, precisamente por la atrayente personalidad del distinguido vecino, cuyo despacho fue frecuentado por importantes hombres de letras.
    A través de esta amistad queda pendiente la promesa de compartir un asado criollo.
    Cuenta don Bartolomé que Juan Ramón Jiménez jamás había probado una achura, pues no concebía como podían comer los criollos con tantas ganas las tripas asadas. Ante esta situación el ilustre invitado comenta que apetece un trozo de pollo a la parrilla. Ocurre luego que el aroma procedente del asado, el día luminoso y la conversación amable con la gente hizo que por primera vez probara las tan famosas achuras criollas. En esa oportunidad se interesó por la historia gaucha de Barracas al Sud.
    La mesa tendida al aire libre en un diáfano mediodía de septiembre estaba cubierta de botellas de vino, el poeta no tomaba alcohol, pero cuando se tomó la fotografía de recuerdo en un espontáneo gesto de solidaridad con los comensales retiró su botella de leche, gracioso acto que fue celebrado entre los presentes.
    Anuario “La Libertad”1858.




     
  11. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

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    11 de enero

    Tenía intenciones de escribirle desde la ciudad, pero Nueva York es de veras absorbente.
    Lo pasé espléndido y fue una temporada muy interesante, realmente inspiradora, pero me alegro mucho de no pertenecer a semejante familia. Lo cierto es que prefiero tener por telón de fondo el asilo John Grier. Sean cuales fueren las desventajas de mi formación, al menos no hubo en ella farsa ni simulación. Comprendo ahora lo que se quiere decir cuando se habla de estar agobiado por las cosas.
    El ambiente materialista de esa casa es aplastante. No pude respirar a gusto hasta no estar en el tren, de regreso. Todo el mobiliario, suntuoso en extremo, es tallado y tapizado, pesadísimo. La gente que conocí era toda muy bien educada, magníficamente vestida y hablaba en voz baja, bien modulada, pero creo que en todo el tiempo en que estuve allí no oí una sola palabra de verdadera conversación; se lo juro, Papaíto. No creo que ninguna idea, lo que se dice idea, haya penetrado en ese domicilio desde que fue construido.
    La señora Pendleton no piensa en otra cosa que en trapos, joyas o compromisos sociales. ¡Qué madre tan distinta de la de Sallie McBride! Si alguna vez me caso y formo una familia, voy a querer que sea tan parecida a los McBride como sea posible. Ni por todo el oro del mundo quisiera que un hijo mío resultara como los Pendleton. Quizá no sea muy cortés criticar a la gente en cuya casa ha estado una viviendo. Si no lo es, le ruego me disculpe y recuerde que esto que le digo es muy confidencial y queda entre nosotros.
    En cuanto al niño Jervie, no lo vi más que una vez, cuando vino a tomar el té, y ni siquiera tuve oportunidad de hablar con él a solas. Me sentí defraudada, después de nuestro compañerismo del verano pasado y de lo bien que nos encontrábamos juntos. No me parece que los quiera mucho a sus parientes y estoy convencida de que ellos a él no lo quieren nada. La madre de Julia dice que es un desequilibrado. Es socialista, declara, aunque por suerte no le da por dejarse crecer el pelo ni usar corbatas coloradas. La señora no puede entender de dónde ha sacado esas ideas raras, ya que la familia ha sido anglicana por muchísimas generaciones y este muchacho tira su dinero en cuanta loca reforma social se le cruza en el camino, en vez de gastarlo inteligentemente en cosas como yates, petisos de polo o automóviles. Hasta aquí hablaba la señora Pendleton, pero por mi parte debo agregar que también lo gasta en bombones. Nos mandó una caja enorme para Navidad, a Julia y a mí.
    ¿Sabe que me parece que yo también me voy a hacer socialista? Usted no tendría inconveniente, ¿verdad, Papaíto? Es una cosa muy diferente de los anarquistas, ya que no pretenden destruir a la gente con bombas. Tal vez me cuadre muy bien ser socialista, después de todo, considerando que soy proletaria de nacimiento, pero todavía no he decidido qué clase de socialista voy a ser. Estudiaré el asunto este fin de semana y en mi próxima carta irá mi declaración de principios.
    He estado en tantos teatros, hoteles y hermosas residencias, que no podría hablarle de todas, porque mi cabeza es una confusión horrible de ónix y dorados, pisos de mosaico y plantas decorativas. Todavía no recobro el aliento con tantos esplendores, pero me alegro mucho de volver al colegio y a mis libros. Creo que eso es lo que en realidad soy: una estudiante. Encuentro este ambiente de tranquilidad académica más fortificante que el aire que se respira en Nueva York. La vida universitaria es sumamente satisfactoria; los libros, el estudio, la regularidad de las clases, lo mantienen a uno mentalmente despierto y, cuando se siente la cabeza cansada, ahí están el gimnasio y toda clase de juegos atléticos al aire libre. Además de una gran abundancia de amigos con quien uno congenia y que piensan en idénticas cosas que uno. A veces nos pasamos la noche entera hablando, nada más que hablando, y cuando por fin nos vamos a dormir sentimos el espíritu vigorizado como si de veras hubiéramos resuelto los problemas mundiales más urgentes. Y para llenar los intersticios, mucho buen humor y toneladas de chistes tontos sobre las pequeñas cosas que llenan nuestra vida. Todo más que suficiente para pasarla bien. ¡Y le aseguro que sabemos valorar nuestro propio ingenio! ¡Hay que ver cómo nos festejamos las bromas!
    No crea usted, Papaíto, que son los grandes placeres de la vida los que cuentan, sino el saber aprovechar al máximo los pequeños. He descubierto que el verdadero secreto de la felicidad es el siguiente: vivir el momento presente. No pasarse la vida lamentando el pasado o anticipando el futuro, sino sacarle el goce máximo al preciso momento que vivimos. Es lo mismo que en la agricultura, que puede ser intensiva o extensiva. Pues bien: de ahora en adelante, voy a vivir mi vida intensamente. Voy a gozar de cada segundo de mi existencia y voy a saber que lo estoy gozando, mientras lo gozo. La mayoría de la gente no vive sino que corre. Tratan de alcanzar una meta, allá lejos, en el horizonte, y en el calor de la carrera se sofocan tanto que pierden de vista el hermoso y tranquilo paisaje que van atravesando. Y cuando se acuerdan, son viejos y están cansados y entonces ya no les importa haber alcanzado la meta o no.
    Por mi parte, he decidido amontonar felicidades pequeñas, muchas de ellas, aunque no llegue nunca a ser una escritora notable. ¿Ha visto usted cómo me estoy convirtiendo en una gran filósofa?
    Siempre suya,
    Judy

    P. D. Está lloviendo a cántaros, pero ¿a quién le importa?


    Querido camarada:

    Soy una fabiana. Eso quiere decir un socialista que está dispuesto a esperar, que no quiere que la revolución social llegue pasado mañana, ya que tal cosa traería demasiados disturbios. Queremos, en cambio, que llegue muy despacito y gradualmente, en un futuro lejano, cuando estemos preparados y podamos soportar el choque.
    Entretanto, debemos anticiparnos instituyendo reformas industriales, educativas, y de los asilos de huérfanos, por supuesto.

    Suya, con fraternal amor,
    Judy


    Lunes, en la tercera hora.

    11 de febrero
    Querido P. P. L.:

    No se sienta ofendido porque le escriba tan corto. Ésta no es una carta sino una línea, para decirle que le escribiré una carta en cuanto hayan pasado los exámenes. Ahora es preciso no solamente pasarlos, sino aprobarlos. Tengo que hacer honor a mi beca.
    Suya, estudiando fuerte,
    J.A.
     
  12. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    Limites

    De estas calles que ahondan el poniente,
    una habrá (no sé cuál) que he recorrido
    ya por última vez, indiferente
    y sin adivinarlo, sometido

    a quién prefiera omnipotentes normas
    y una secreta y rígida medida
    a las sombras, los sueños y las formas
    que destejen y tejen esta vida.

    Si para todo hay término y hay tasa
    y última vez y nunca más y olvido
    ¿quién nos dirá de quién, en esta casa,
    sin saberlo, nos hemos despedido?

    Tras el cristal ya gris la noche cesa
    y del alto de libros que una trunca
    sombra dilatada por la vaga mesa,
    alguno habrá que no leeremos nunca.

    Hay en el sur más de un portón gastado
    con sus jarrones de mampostería
    y tunas, que a mi paso está vedado
    como si fuera una litografía.

    Para siempre cerraste alguna puerta
    y hay un espejo que se aguarda en vano;
    la encrucijada te parece abierta
    y la vigila, cuadrifronte, Jano.

    Hay, entre todas tus memorias, una
    que se ha perdido irreparablemente;
    no te verán bajar a aquella fuente
    ni el blanco sol ni la amarilla luna.

    No volverá tu voz a lo que el persa
    dijo en su lengua de aves y de rosas,
    cuando el ocaso, ante la luz dispersa,
    quieras decir inolvidables cosas.

    ¿Y el incesante Ródano y el lago,
    todo ese ayer sobre el cual hoy me inclino?
    Tan perdido estará como Cartago
    que con fuego y con sal borró el latino.

    Creo en el alba oír un atareado
    rumor de multitudes que se alejan;
    son los que me han querido y olvidado;
    espacio y tiempo y Borges ya me dejan.

    Jorge Luis Borges

     
  13. Anveri

    Anveri Fanática de nativas -aves

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    :happy: :happy: :happy:
    ¿Qué será la achura? Se lee que son tripas asadas..., pero ¿Qué es?

    He leído un poquito más de Platero y yo

    LIX – ANOCHECER

    En el recogimiento pacífico y rendido de los crepúsculos del pueblo, ¡qué poesía cobra la adivinación de lo lejano, el confuso recuerdo de lo apenas conocido! Es un encanto contagioso que retiene todo el pueblo como enclavado en la cruz de un triste y largo pensamiento.
    Hay un olor al nutrido grano limpio que, bajo las frescas estrellas, amontona en las eras sus vagas colinas- ¡ oh Salomón !- tiernas y amarillentas. Los trabajadores canturrean por lo bajo, en un soñoliento cansancio. Sentadas en los zaguanes, las viudas piensan en los muertos, que duermen tan cerca, detrás de los corrales. Los niños corren, de una sombra a otra, como vuelan de un árbol a otro los pájaros...
    Acaso, entre la luz ombría que perdura en las fachadas de cal de las casas humildes, que ya empiezan a enrojecer las farolas de petróleo, pasan vagas siluetas terrosas, calladas, dolientes – un mendigo nuevo, un portugués que va hacia las rozas, un ladrón acaso- , que contrastan, en su oscura apariencia medrosa, con la mansedumbre que el crepúsculo malva, lento y místico, pone el las cosas conocidas... Los chiquillos se alejan, y en el misterio de las puertas sin luz, se habla de unos hombres que «sacan el unto a los niños para curar a la hija del rey, que está hética»...


    Quizás qué significará el unto de los niños y la hética...

    Anita.

    ;)
     
  14. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    hola Anveri!!:beso:
    Achuras son los riñones ,chinchulines, mollejas,tripa gorda...todo eso!
     
  15. Anveri

    Anveri Fanática de nativas -aves

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    :happy:

    Aquí serían los chunchules, no me gustan para nada :icon_rolleyes:
    A mucha gente les gusta cuando se sirven parrilladas, a mi no, tienen un olor muy fuerte.

    :beso: