Poemas, cuentos y leyendas

Tema en 'Temas de interés (no de plantas)' comenzado por mai^a, 27/2/08.

  1. clause

    clause Claudia

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    ahh si a mi no demasiado ,pero algunas achuras me gustan!
     
  2. clause

    clause Claudia

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    5 de marzo

    Querido Papaíto-Piernas-Largas:

    El presidente del colegio, señor Cuyler, pronunció hoy un discurso sobre la superficialidad e impertinencia de la nueva generación. Dice que estamos perdiendo los viejos ideales del esfuerzo personal y de la verdadera erudición; esta decadencia se nota en especial en nuestra actitud irrespetuosa para con las autoridades constituidas. Ya no observamos una decorosa deferencia hacia nuestros superiores.
    Cuando salí de la capilla me sentí muy juiciosa y modosita.
    ¿Es cierto que soy demasiado confianzuda, Papaíto? ¿Acaso debería tratarlo a usted con mayor dignidad y guardar mejor las distancias?... Sí, estoy segura que sí. De modo que voy a empezar de nuevo:

    Mi querido señor Smith:

    Se alegrará usted de saber que aprobé todos exámenes de mitad de año y empiezo ahora el trabajo del segundo semestre. Voy a abandonar la química —habiendo terminado con el análisis cuantitativo— y voy a iniciar el estudio de la biología. Me aboco a este estudio con cierto temor, ya que, según tengo entendido, disecaremos lombrices y ranas con escalpelo.
    La semana pasada tuvimos una conferencia muy interesante y valiosa sobre los restos romanos de la Francia meridional. Nunca he oído una exposición más ilustrativa del tema.
    En la clase de literatura inglesa estamos leyendo un poema de Wordsworth titulado La abadía de Tintern. Es una composición exquisita e ilustra a la perfección los conceptos del panteísmo. El movimiento romántico, ejemplificado en poetas como Shelley, Byron, Keats y Wordsworth, me atrae mucho más que el período clásico que le precede. Y hablando de poesía, ¿leyó ese encantador poemita de Tennyson llamado Locksley Hall?
    Últimamente asisto al gimnasio con absoluta regularidad, ya que se ha instituido un sistema de censores y, en consecuencia, no cumplir los reglamentos acarrea muchos inconvenientes. El gimnasio está equipado con una pileta de natación hecha de cemento y mármol, obsequio de una egresada. Mi compañera de cuarto, Sallie McBride, me regaló su traje de baño porque se le encogió tanto que ya no lo puede usar. Estoy por empezar a tomar lecciones de natación.
    Anoche tuvimos de postre un delicioso helado color rosa. Se utilizan únicamente tinturas vegetales para colorear los alimentos, ya que el colegio, por motivos estéticos tanto como de higiene, se opone firmemente al uso de las anilinas.
    Hace poco tuvimos un tiempo ideal: sol radiante, apenas alguna nube, intercalada con unas cuantas tormentas de nieve, que son siempre bienvenidas. Mis compañeras y yo hemos disfrutado en camino a y de las clases. Especialmente "de"...
    Esperando, querido señor Smith, que ésta lo encuentre a usted en su habitual estado de buena salud,

    Quedo de usted muy cordialmente,
    Jerusha


    24 de abril
    Querido Papaíto:

    De nuevo en primavera. Tendría usted que ver cómo está de hermoso el parque del colegio. Me parece que podría muy bien venir a convencerse por sí mismo. El niño Jervie estuvo a vernos de nuevo el viernes, pero escogió un momento muy poco propicio. En ese preciso instante, Sallie, Julia y yo salíamos corriendo a alcanzar el tren para asistir al baile de Princeton y al partido de pelota del día siguiente, ¿qué le parece? No le pedí permiso porque sospechaba que su secretario iba a decirme que no. Pero todo fue muy correcto y bien organizado: conseguimos licencia en el colegio y la señora McBride ofició de chaperona. Nos divertimos muchísimo y todo fue encantador, pero debo omitir detalles... Son demasiados y muy complejos.

    Sábado

    ¡Arriba antes del amanecer! El sereno nos llamó (a seis de nosotras) y nos hicimos café en un calentadorcito. ¡En mi vida he visto tanta borra! Luego hicimos a pie cuatro kilómetros hasta el tope de la Colina de un Solo Árbol, para ver la salida del sol. ¡Cómo tuvimos que trepar por la última ladera!... ¡El sol casi nos gana!... ¡Y hay que ver con qué apetito regresamos a desayunarnos!
    Dios mío, Papaíto, hoy parece que mi estilo está muy exclamativo. Esta carta está salpicada de signos de admiración.
    Pensaba haberle escrito largo y tendido sobre los brotes de los árboles, el nuevo camino de pavesas del campo de atletismo y la terrible lección de biología que tenemos para mañana, de las canoas nuevas que hay en el lago, de la pulmonía de Catalina Prentiss y del gatito de Angora del presidente, que se escapó del hogar y vivió dos semanas en Fergussen hasta que lo denunció una mucama. Y por último, de mis vestidos nuevos —blanco, rosa y de lunares azules—, con sombreros haciendo juego. Pero tengo demasiado sueño. Siempre estoy disculpándome con esa razón, ¿no es cierto? Es que un colegio de chicas es un lugar de mucho ajetreo y una está realmente cansada cuando llega el fin del día. Especialmente cuando el día ha comenzado al amanecer.




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  3. clause

    clause Claudia

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    Juan Marsé

    Juan Marsé Carbó, nacido Juan Faneca Roca(n. Barcelona; 8 de enero de 1933), es un destacado novelista español de la llamada Generación de los 50, concretamente de la denominada Escuela de Barcelona, de la que también formaron parte sus amigos Jaime Gil de Biedma, Carlos Barral, José Agustín Goytisolo, Juan García Hortelano, Manuel Vázquez Montalbán, Juan Goytisolo, Terenci Moix y Eduardo Mendoza. Marsé recibió el Premio Cervantes en su edición de 2008, lo que muchos interpretaron como un reconocimiento general a esta brillante generación de escritores.




    Biografía

    Nació en Porcuna. Tras la muerte de su madre en el parto, es adoptado por el matrimonio Marsé, de quienes toma el apellido. Sin terminar sus estudios, se dedicó desde la adolescencia al oficio de joyero. Trabajó durante algún tiempo en la revista barcelonesa de cine Arcinema, e inició su carrera literaria en 1958 con unos relatos que aparecerían en las revistas Ínsula y El Ciervo. En 1959 obtuvo su primer premio literario, el Sésamo de cuentos por su relato Nada para morir y dos años más tarde publicó su primera novela Encerrados con un solo juguete. También en 1959 se instaló en París, ciudad en la que residiría hasta 1962 y en la que desempeñó variadas actividades, incluidas las de profesor de español, traductor y mozo de laboratorio en el Departamento de Bioquímica Celular del Instituto Pasteur.

    Vuelve a Barcelona, publicando en 1962 Esta cara de la luna, hoy repudiada por el autor y desterrada del catálogo de sus Obras Completas. También colaboró con el mundo publicitario, con el de la empresa editorial y fue guionista cinematográfico. Como periodista ha sido redactor jefe de la revista Boccaccio y colaborador de la revista Por favor, en la que llegó a ocupar el puesto de jefe de redacción.

    Se casa en 1966 con Joaquina Hoyas, de la que tendrá dos hijos, Alejandro, que nace en 1968, y Berta, en 1970; en este mismo año publica la excelente novela La oscura historia de la prima Montse, donde encontramos las claves del universo literario que ha seguido cultivando hasta el presente.

    Asimismo, durante los años 1988-89, publicó quincenalmente un serial en el diario El País bajo el título Aventuras del capitán Blay.

    La década de los 90 supone la consagración definitiva del escritor barcelonés. En 1990 recibe Premio Ateneo de Sevilla por El amante bilingüe; en 1994 le conceden por El embrujo de Shanghai el Premio de la Crítica y el Aristeion.

    Su obra ha sido traducida a diversos idiomas (alemán, francés, húngaro, inglés, polaco, rumano...) y varias de sus novelas han sido adaptadas al cine y al teatro, como Últimas tardes con Teresa, Si te dicen que caí, La muchacha de las bragas de oro y El amante bilingüe, entre otras.

    El 21 de abril de 2009, 2 días antes de recibir el Premio Cervantes, se le concede una urna en la Caja de las Letras

    Mundo narrativo

    Las obras de Marsé se sitúan en su Barcelona natal y más en concreto el barrio del Guinardó, donde nació y pasó su infancia. Marsé vivió la posguerra en sus años de infancia, cosa que ha influenciado el modo de escribir del autor a lo largo de toda su vida. Todas las obras de Marsé están ambientadas en el Guinardó o en barrios barceloneses próximos a éste, y todas ellas relatan hechos vividos en época de postguerra o durante el franquismo. Analiza la degradación moral y social de la posguerra, las diferencias de clase en su Barcelona natal, la memoria de los vencidos, los enfrentamientos entre trabajadores y burgueses universitarios y la infancia perdida empezando con las técnicas del realismo social y experimentando a veces con otros mecanismos narrativos más vanguardistas, siempre con ironía, sátira y un cierto humorismo.


     
  4. clause

    clause Claudia

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    os fantasmas del Roxy

    Sepan aquellos que no estén al corriente,
    que el Roxy, del que estoy hablando, fue
    un cine de reestreno preferente
    que iluminaba la Plaza Lesseps.

    Echaban NO-DO y dos películas de ésas
    que tú detestas y me chiflan a mí,
    llenas de amores imposibles y
    pasiones desatadas y violentas.

    Villanos en cinemascope.
    Hermosas damas y altivos
    caballeros del Sur
    tomaban té en el Roxy
    cuando apagaban la luz.

    Era un típico local de medio pelo
    como el Excelsior, como el Maryland,
    al que a mi gusto le faltaba el gallinero,
    con bancos de madera, oliendo a zotal.

    No tuvo nunca el sabor del Selecto
    ni la categoría del Kursaal,
    pero allí fue donde a Lauren Bacall
    Humphrey Bogart le juró amor eterno

    mirándose en sus ojos claros.
    Y el patio de butacas
    aplaudió con frenesí
    en la penumbra del Roxy,
    cuando ella dijo que sí.

    Yo fui uno de los que lloraron
    cuando anunciaron su demolición,
    con un cartel de: "Nuñez y Navarro,
    próximamente en este salón".

    En medio de una roja polvareda
    el Roxy dio su última función,
    y malherido como King-Kong
    se desplomó la fachada en la acera.

    Y en su lugar han instalado
    la agencia número 33
    del Banco Central.
    Sobre las ruinas del Roxy
    juega al palé el capital.

    Pero de un tiempo acá, en el banco, ocurren cosas
    a las que nadie encuentra explicación.
    Un vigilante nocturno asegura
    que un trasatlántico atravesó el hall

    y en cubierta Fred Astaire y Ginger Rogers
    se marcaban "el continental".
    Atravesó la puerta de cristal
    y se perdió en dirección a Fontana.

    Y como pólvora encendida
    por Gracia y por La Salud
    está corriendo la voz
    que los fantasmas del Roxy
    son algo más que un rumor.

    Cuentan que al ver a Clark Gable en persona
    en la cola de la ventanilla dos
    con su sonrisa ladeada y socarrona,
    una cajera se desparramó.

    Y que un oficial de primera, interino,
    sorprendió al mismísimo Glenn Ford,
    en el despacho del interventor,
    abofeteando a una rubia platino.

    Así que no se espante, amigo,
    si esperando el autobús
    le pide fuego George Raft.

    Son los fantasmas del Roxy
    que no descansan en paz.


    juan marsé -joan manuel serrat
     
  5. clause

    clause Claudia

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    15 de mayo
    Querido Papaíto-Piernas-Largas:

    ¿Le parece a usted cortés sentarse en un ómnibus y mirar todo el tiempo hacia adelante sin fijarse en absolutamente nadie?
    Una señora muy hermosa, con un precioso vestido de terciopelo, subió hoy al ómnibus donde yo estaba y, sin la menor expresión en el rostro, se quedó sentada quince minutos seguidos mirando un aviso de tiradores. No me parece índice de buenos modales ignorar a todo el mundo como si fuera la única persona importante entre todos los presentes. Además, se pierde muchísimo de interesante. Mientras ella estaba absorta en ese estúpido aviso, yo estudiaba todo un tranvía lleno de interesantes seres humanos.
    La ilustración que se acompaña se reproduce aquí por primera vez. Parece una araña en el extremo de una cuerda, pero no es nada de eso ni parecido: soy yo, aprendiendo a nadar en la piscina del gimnasio.
    La instructora me engancha un anillo en el cinturón y por ahí pasa una soga que viene de una polea fija en el techo. Sería un método espléndido si uno tuviera confianza absoluta en la instructora. Pero yo siempre tengo miedo de que afloje la cuerda, de modo que, inquieta, me veo obligada a tener un ojo fijo en la instructora y a nadar con el otro. Así repartido el interés, no hago los progresos que podría realizar en otras circunstancias.
    El tiempo está muy inestable; llovía cuando empecé esta carta y ahora brilla el sol. Sallie y yo nos vamos a jugar al tenis, eximiéndonos así de asistir al gimnasio.

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    Una semana después
    No le importa que no sea muy regular en mi correspondencia, ¿verdad, Papaíto? En realidad, me encanta escribirle; me da una sensación de respetabilidad indecible. Como si tuviese una familia. ¿Le gustaría saber una cosa? No es usted el único hombre a quien escribo. ¡Hay otros dos! Todo el invierno he estado recibiendo preciosas y largas cartas del niño Jervie (con sobres escritos a máquina para que Julia no reconozca la letra. ¿Ha oído usted algo más desvergonzado?). Y más o menos todas las semanas llega una epístola garabateada de Princeton, por lo general escrita en papel amarillo, de apuntes. Las contesto con puntualidad digna de una mujer de negocios. Ya ve usted, Papaíto, que no soy tan diferente de las demás chicas. ¡También yo recibo cartas!
    No sé si le conté que fui elegida socia del Club Dramático Sénior. Se trata de una organización muy exclusiva, ya que somos nada más que setenta y cinco socias de las mil estudiantes que tiene el colegio. ¿Le parece bien para una socialista empedernida como yo?
    ¿Qué cree usted que ocupa mi atención en sociología por el momento? Estoy escribiendo una monografía sobre "El cuidado de los niños necesitados". ¿Qué le parece? El profesor echó a la suerte los temas y éste me cayó a mí. C'est dróle, ¿n'est pas? Es gracioso, ¿verdad?
    Oigo el gong de la comida. Echaré ésta, ¡por fin!, al pasar por el buzón.
    Afectuosamente,
    Judy


    4 de junio

    Querido Papaíto:

    Estamos atareadísimas con la fiesta de fin de año, de aquí a diez días: los exámenes, mañana; montones que estudiar, valijas que hacer y el mundo ahí afuera, tan precioso que duele estar encerrada.
    Pero no importa, ya llegan las vacaciones. Julia viajará este año al extranjero. ¡Ya va la cuarta vez! No cabe duda, Papaíto, los bienes no están parejamente distribuidos en este mundo. Sallie, como de costumbre, se va a la montaña. ¿Y qué cree que haré yo? Lo dejo que adivine tres veces: ¿Los Sauces? Frío... ¿La montaña? Frío... (Ya hice una vez la tentativa y no quiero probar de nuevo.) ¿No se le ocurre ninguna otra cosa? ¡No tiene usted mucha inventiva! Bueno, se lo voy a decir, pero si me promete no poner reparos. Le aviso de antemano a su secretario que estoy completamente decidida.
    Pasaré el verano en la playa con una señora llamada Paterson y prepararé a la hija mayor, que entra en el colegio el año que viene. Conocí a esta señora a través de los McBride, y es una mujer encantadora. También daré clases a la chica menor y todavía me quedará tiempo libre. ¡El sueldo es de cincuenta dólares por mes! ¿No le parece una suma exorbitante? Pero la señora me la ofreció; yo me habría ruborizado de pedir más de veinticinco.
    El primero de septiembre termino en Magnolia (ahí es donde viven) y es probable que pase en Los Sauces las tres semanas restantes. Me gustará ver a los Semple y a todos los animales amigos.
    ¿Qué le parece mi programa, Papaíto? Como ve, me estoy independizando. Es usted quien me puso firme sobre mis pies y ahora ya camino sola.
    La fiesta de fin de año en Princeton coincide con nuestros exámenes, lo cual nos ha caído muy mal, ya que Sallie y yo pensábamos terminar a tiempo para asistir, pero ahora es completamente imposible.
    Adiós, Papaíto. Que se divierta este verano y que el otoño lo encuentre bien descansado para iniciar otro año de trabajo. (Esto es lo que usted me debería escribir a mí.) No tengo idea de qué hace usted durante el verano o de qué modo se divierte, ya que no puedo imaginarme el ambiente en que actúa. ¿Juega al golf, monta a caballo, o sólo se sienta al sol a meditar?

    Sea como fuere, que se divierta y no se olvide de
    Judy
     
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    clause Claudia

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    Un Hombre, su caballo y su perro iban por una carretera. Cuando pasaban cerca de un árbol enorme cayó un rayo y los tres murieron fulminados. Pero el hombre no se dio cuenta de que ya había abandonado este mundo, y prosiguió su camino con sus dos animales( a veces los muertos andan un cierto tiempo antes de ser conscientes de su nueva condición…)
    La carretera era muy larga y colina arriba. El sol era muy intenso, y ellos estaban sudados y sedientos.
    En una curva del camino vieron un magnífico portal de mármol, que conducía a una plaza pavimentada con adoquines de oro.
    El caminante se dirigió al hombre que custodiaba la entrada y entabló con él, el siguiente diálogo:


    Buenos días.
    Buenos días - Respondió el guardián
    ¿ Cómo se llama este lugar tan bonito?.
    Esto es el cielo.
    Qué bien que hayamos llegado al Cielo, porque estamos sedientos!
    Usted puede entrar y beber tanta agua como quiera. Y el guardián señaló la fuente.
    Pero mi caballo y mi perro también tienen sed…
    Lo siento mucho – Dijo el guardián – pero aquí no se permite la entrada a los animales.
    El hombre se levantó con gran disgusto, puesto que tenía muchísima sed, pero no pensaba beber sólo. Dio las gracias al guardián y siguió adelante.
    Después de caminar un buen rato cuesta arriba, ya exhaustos los tres, llegaron a otro sitio, cuya entrada estaba marcada por una puerta vieja que daba a un camino de tierra rodeado de árboles..
    A la sombra de uno de los árboles había un hombre echado, con la cabeza cubierta por un sombrero. Posiblemente dormía.
    Buenos días – dijo el caminante.
    El hombre respondió con un gesto de la cabeza.
    Tenemos mucha sed, mi caballo, mi perro y yo
    Hay una fuente entre aquellas rocas – dijo el hombre, indicando el lugar.
    Podéis beber toda el agua como queráis.
    El hombre, el caballo y el perro fueron a la fuente y calmaron su sed.
    El caminante volvió atrás para dar gracias al hombre
    Podéis volver siempre que queráis – Le respondió éste.
    A propósito ¿Cómo se llama este lugar? – preguntó el hombre.
    CIELO.
    ¿El Cielo? Pero si el guardián del portal de mármol me ha dicho que aquello era el Cielo!
    Aquello no era el Cielo. Era el Infierno – contestó el guardián.
    El caminante quedó perplejo.
    Deberíais prohibir que utilicen vuestro nombre! ¡ Esta información falsa debe provocar grandes confusiones! – advirtió el caminante.
    De ninguna manera! – increpó el hombre
    En realidad, nos hacen un gran favor, porque allí se quedan todos los que son capaces de abandonar a sus mejores amigos…

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    Paulo Coelho.




    Paulo Coelho (Río de Janeiro, 24 de agosto de 1947) es un novelista, dramaturgo y letrista brasileño.
    nació en una pequeña familia de clase media y de fuerte influencia católica, en Río de Janeiro, donde estudió en un colegio jesuita. Contrastando con la fuerte disciplina que se le impuso, se tornó rebelde.

    A finales de la década de 1960, se une al movimiento hippie, abandonando los estudios en 1970 para realizar un viaje por Colombia,Perú, Bolivia, Chile y México, así como por Europa y el norte de África. Dos años más tarde regresó a Brasil y comenzó a componer letras para canciones, trabajando junto a Raul Seixas. En 1974 y durante un breve periodo de tiempo estuvo detenido en un centro militar de torturas acusado de actividades subversivas contra el gobierno brasileño. En 1987, recorrió el Camino de Santiago entre Francia y España, lo que inspiró su primer libro de éxitos, "El Peregrino de Compostela".

    Como escritor, ha ocupado frecuentemente las primeras posiciones en las clasificaciones de los libros más vendidos en países tan diferentes como Brasil, Reino Unido, Estados Unidos, Francia, Canadá, Alemania, Italia, Países Bajos, México, Israel, Grecia, Ecuador, Venezuela y España[cita requerida]. Ha vendido más de 100 millones de libros[cita requerida], con traducciones a más de 66 idiomas, siendo el autor más vendido en lengua portuguesa de todos los tiempos, sobrepasando incluso a Jorge Amado (cuyas ventas suman 54 millones de libros). En Colombia Se radico por mas de 5 años lo cual le da su nacionalidad de dicho pais

    Entre sus novelas se encuentra El Alquimista de la que se han vendido más de 30 millones de ejemplares en todo el mundo y que se ha traducido a 65 idiomas. Su inspiración fue el escritor Jorge Luis Borges y "Las mil y una noches", concretamente del texto "Historia de dos que soñaron".

    En 2002 fue elegido para ocupar el asiento número 21 de la Academia Brasileña de Letras, en dicho acto brindó un discurso sobre su vida literaria y los grandes hombres de las letras brasileñas que le han antecedido en la academia.

    A pesar del éxito de público obtenido, algunos críticos de Brasil lo consideran como un autor menor, debido principalmente a la simpleza de sus construcciones gramaticales y a lo trillado de sus temas y personajes, tomados, en su mayoría, de textos antiguos como la Biblia, Las mil y una noches, el Mahabaratha y el Ramayana. Fernando Sánchez Dragó critica su "pseudoespiritualidad" [1]. En todas sus novelas los párrafos están construidos con no más de tres oraciones simples, con sólo un verbo conjugado; donde se extraña la presencia de puntos y comas, incisos y corchetes. Su elección como miembro de la Academia de las Letras Brasileña (ABL) ha sido objeto de controversia entre los lectores de Brasil.

    Vive con su mujer Cristina Oiticica, una pintora, en Río de Janeiro o en su molino de Saint Martin en el suroeste de Francia (Altos Pirineos).

    Paulo Coelho es miembro y consejero de los siguientes organismos e instituciones:

    Mensajero de la Paz de la ONU
    Embajador de la Unión Europea para el Diálogo Intercultural para el año de 2008
    Miembro del plantel del Instituto Shimon Peres para la Paz
    Consejero Especial de la UNESCO para "Diálogos Interculturales y convergencias espirituales”
    Miembro de la directiva de la Schwab Foundation for Social Entrepreneurship
    Miembro de la Academia Brasileña de Letras
     
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    clause Claudia

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    10 de junio
    Querido Papaíto:

    Ésta es la carta más difícil que he escrito en mi vida, pero ya he decidido lo que voy a hacer y no habrá ningún cambio de idea. Es dulce, generoso y bueno de su parte querer mandarme a Europa este verano, y por un momento casi me enloquezco de alegría y digo que sí. Pero, pensándolo mejor, la prudencia me índica decir que no. Sería muy ilógico no aceptar su dinero para mi educación y luego gastarlo en diversiones. No debe acostumbrarme usted a tantos lujos. Uno no extraña lo que nunca ha tenido, pero es duro pasarse sin ciertas cosas una vez que se ha habituado a ellas, más aún si se ha llegado a sentir que le corresponden por derecho. Ya el hecho de vivir con Julia y con Sallie representa una gran prueba para mi filosofía estoica. Ellas han tenido de todo desde que nacieron y aceptan la felicidad como lo más natural del mundo. Creen que el mundo les debe todo lo que ellas puedan desear. Y quizá se lo deba, ya que, por lo pronto, se hace cargo de la deuda y paga.
    En cuanto a mí, el mundo no me debe nada y desde el primer momento se encargó muy bien de hacérmelo saber. No tengo ningún derecho a pedir prestado a crédito porque llegará un día en que el mundo no va a reconocer mi pretensión.
    Parece que me sumerjo en un mar de metáforas, pero tengo esperanzas de que comprenda lo que le quiero decir. Sea como fuere, tengo la fuerte convicción de que lo único honrado que puedo hacer este verano es dar clases y empezar a ganarme la vida.
    Magnolia
    Cuatro días después

    Había llegado a ese punto de la carta y ¿qué cree usted que sucedió? Apareció la mucama con la tarjeta del niño Jervie. Él también se va al extranjero este verano, no con Julia y su familia sino por su cuenta. Le conté que usted me había invitado a ir a Europa con una señora que lleva a un grupo de chicas. Jervie conoce su existencia, Papaíto. Es decir, sabe que mis padres han muerto y que un bondadoso caballero me costea la universidad. No he tenido nunca valor para contarle del asilo John Grier y todo lo demás. Cree que usted es mi tutor y un viejo amigo de la familia y que todo es perfectamente adecuado y normal, y jamás le he dicho que no lo conozco, cosa que le parecería muy rara.
    ¡Hay que ver cómo insistió para que aceptara el viaje a Europa! Dice que eso constituiría una parte de mi educación y que no debo negarme ni soñando. También me dijo que él estará en París al mismo tiempo que yo y que de vez en cuando podría escapar de la chaperona y comer con él en pequeños restaurantes extranjeros pintoresquísimos.
    Bueno, Papaíto... Todo era muy tentador y casi aflojo. Si Jervis no hubiera estado tan mandón, probablemente habría cedido. A mí se me puede engatusar poquito a poco, pero me niego a que me fuercen. Me dijo que era una chiquilina estúpida, necia, irrazonable, quijotesca, idiota y testaruda (son algunos de sus adjetivos, el resto no los recuerdo), que no sabía lo que me convenía, que debía dejar a los mayores que decidieran por mí... ¡Casi nos peleamos! No estoy muy segura de que no haya sido precisamente lo que ocurrió.
    De cualquier modo, hice mi baúl y me vine aquí. Me pareció mejor quemar las naves antes de ponerme a escribirle. Las pobres están ahora reducidas a cenizas y aquí estoy, en La Cima (que es como se llama el chalet de la señora Paterson), con la ropa toda guardada y Florencia (la chica menor) luchando ya con los sustantivos de la primera declinación. Me parece que va a ser una lucha sin cuartel, ya que es una niña horriblemente mimada y sé que me va a dar mucho trabajo. Primero tendré que enseñarle a estudiar, pues en su vida se ha concentrado en nada más complicado que un ice-cream soda.
    Como aula de clase utilizamos un rincón tranquilo de las rocas —la señora Paterson prefiere que las tenga al aire libre el mayor tiempo posible—, y debo confesar que a mí también me cuesta concentrarme con el mar frente a mí y los barcos navegando por delante. ¡Cuando pienso que yo podría estar en uno de esos barcos, viajando a tierras extranjeras! ¡Pero no dejaré que eso me distraiga ni me permitiré pensar en otra cosa que no sea la gramática latina!
    Las preposiciones ab, a, absque, coram, cutn, de, e, or, ex, prae, pro, sine, tenus, subter, sub y super rigen el ablativo.
    Como verá, Papaíto, estoy sumergida en el trabajo y bien pertrechada contra la tentación. No esté enojado conmigo, por favor, y no crea que no sé valorar su bondad, porque la valoro y la valoraré siempre. El único modo de compensarle es convirtiéndome en un ciudadano muy útil.(¿Las mujeres son ciudadanos? Me parece que no.) Digamos entonces una persona muy útil. Y más adelante, cuando me contemple, podrá decir: Yo fui quien dio esta persona útil al mundo. Suena bien, ¿no? No quiero que se engañe, sin embargo. A menudo me asalta la idea de no ser ya en modo alguno notable. Es divertido proyectar una carrera y soñar con el éxito, pero lo más probable es que no resulte yo un ápice distinta de la persona común. Puedo terminar casándome con un empresario de pompas fúnebres y ser para él una inspiración en su trabajo.

    Siempre suya,
    Judy


    19 de agosto
    Querido Papaíto-Piernas-Largas:

    Desde mi ventana se disfruta el paisaje más hermoso que pueda usted imaginarse: ¡nada más que mar y rocas!
    El verano se va. Paso las mañanas con el latín, el inglés y el álgebra, sin olvidar a mis dos estúpidas alumnas. No veo en absoluto cómo Mariana pueda entrar al colegio ni mantenerse allí si después de todo logra ingresar. En cuanto a Florencia, es desesperante, pero ¡tan bonita! Me imagino que, siendo tan preciosas, poco importa que sean tontas. Es inevitable, sin embargo, pensar en lo que se van a aburrir sus maridos con su charla, a menos que tengan la suerte de pescar maridos igualmente tontos. Lo cual es muy posible, ya que el mundo parece estar repleto de hombres tontos. Este verano he conocido a unos cuantos...
    Por las tardes damos un paseo por los cerros y luego nadamos, cuando la marea es favorable. Ya sé nadar muy bien en agua salada. Como ve, estoy aprovechando lo que aprendí.
    Recibí carta del señor Jervis Pendleton, desde París. Una carta breve y no muy amable. Todavía no me ha perdonado por no seguir su consejo. Si vuelve a tiempo de su viaje, dice que me verá unos días en Los Sauces antes de reanudar las clases en la universidad. Y si me porto muy bien y soy muy dulce y muy dócil, seré aceptada de nuevo como amiga.
    También recibí carta de Sallie, que quiere que vaya al campamento por dos semanas en septiembre. ¿Tengo que pedirle permiso, Papaíto, o he llegado ya a un punto donde puedo hacer lo que me plazca? Estoy segura de que sí, puesto que ya soy sénior, no se olvide. Habiendo trabajado todo el verano, me siento con muchas ganas de gozar de alguna diversión saludable. Deseo mucho conocer los montes Adirondacks, deseo mucho ver a Sallie, deseo ver al hermano de Sallie —que me va a enseñar a andar en canoa— y (aquí llegamos a mi motivo principal, que es de una mezquindad despreciable): quiero que el niño Jervie llegue a Los Sauces y no me encuentre ahí esperándolo.
    Tengo que demostrarle que no me puede mandonear. Nadie me puede mandar, Papaíto, excepto usted, y eso no siempre. Parto para los bosques de los Adirondacks.
    Judy
     
  8. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    MURALLAS
    Alejandro Dolina
    Hay una ciencia que estudia los procedimientos para sitiar ciudades. Se llama poliorcética. El aprendiz de sitiador encontrará en ella consejos prácticos, de los ingenieros, pero también ejemplos históricos de agudeza, valor y perseverancia.
    Conocerá las trompetas demoledoras de Jericó.
    El drama de Másada, con la cruel ingeniería de Flavio Silva y la determinación de Eleazar, que ordenó a los sitiados darse muerte unos a otros.
    La aparición de Jesucristo ante el rey Enrique, durante el cerco de Lisboa y el reproche de éste: "Señor, hazte visible mejor ante los sarracenos, que no creen en ti."
    La pertinacia de Tutmés ante Kadesh.
    La traición de Teodorico en Ravena.
    Y la mayor de estas aventuras: el sitio de Troya.
    Me doy el gusto de recordar algunos datos.
    Dante ubica a Ulises y Diomedes entre las llamás del infierno de los embaucadores. Los hace pagar allí la culpa de haber urdido la estratagema del Caballo de Troya para poder entrar a la ciudad sitiada.
    La sanción dantesca es injusta. Aún siendo los dos héroes muy inclinados a la astucia y la ocultación, fueron inocentes del engaño que se les atribuye. En verdad, la diosa Atenea reveló a Prilis, un adivino de Lesbos, que los griegos sólo podrían entrar a Troya escondidos en el interior de un caballo de madera.
    Cuando las naves aqueas pasaron por Lesbos, Prilis comunicó a los jefes el dictamen de la diosa.
    Epeo, que había nacido cobarde y era artesano exquisito, se ofreció voluntariamente para construir el caballo.
    Se dice que empleó tablones de pino. En uno de los costados estaba el escotillón que permitía el ingreso y egreso de los guerreros. Del otro lado se grabaron grandes letras que completaban la siguiente dedicatoria: "En agradecida anticipación a nuestro regreso feliz, los griegos dedicamos este caballo a Atenea."
    El tamaño de la construcción sólo puede conjeturarse por el número de personas que era capaz de albergar. Sin embargo, los poetas e historiadores no terminan de ponerse de acuerdo al respecto. Algunos hablan de veintitrés, otros treinta, cincuenta y hasta tres mil. Conocemos - eso sí - el nombre de algunos de los que estuvieron dentro del caballo. Recordemos a Menelao, Acamante, Toante, Neoptólemo, Estéleno, Ulises y Diomedes. Epeo también formó parte del grupo. Lo subieron de prepotencia y lo sentaron junto a la cerradura, con el pretexto de que era el único que sabía hacerla funcionar.
    Suele decirse en las conversaciones de las pizzerías que el caballo fue presentado a los troyanos como un obsequio. No fue así. En realidad los griegos incendiaron el campamento y se hicieron a la mar fingiendo que abandonaban el sitio.
    Las naves se ocultaron detrás de una isla cercana y allí esperaron.
    El caso es que al día siguiente, los troyanos encontraron la campiña desierta y en medio de las cenizas del campamento, muerto de risa, el absurdo caballo de Epeo.
    El rey Príamo y los suyos se acercaron a examinarlo. Surgieron opiniones diferentes. Dimetes insistía en llevarlo a la ciudad. Capis propuso quemarlo. Laoconte recordó que no había que confiar en los griegos. Casandra, la hija del rey, que poseía el don de profetizar, reveló que el caballo estaba lleno de guerreros. Pero Casandra estaba condenada a que nadie le creyese.
    Aquí entra a tallar un guapo de verdad: Sinón, el espía. Los griegos lo habían dejado en tierra y él no tardó en hacerse tomar prisionero. Conducido ante Príamo, soportó el interrogatorio del rey con fingida reserva. Se dice que no habló hasta que no le cortaron la nariz y las orejas.
    Asegurada de este sangriento modo su credibilidad, engañó a los troyanos con la siguiente historia: dijo que los griegos estaban hartos de la guerra y que se habían ido para siempre. Explicó que lo habían dejado en tierra a causa de su enemistad con Ulises. Con respecto al caballo, dijo que era una ofrenda que los griegos hicieron a Atenea. Querían recuperar el favor de la diosa, muy mal dispuesta con ellos desde el robo del paladio.
    Príamo preguntó por qué lo habían hecho tan grande.
    Entonces, Sinón habló de una predicción del adivino Calcante. Si los troyanos despreciaban la ofrenda, serían destruidos. En cambio, si lo introducían en Troya, se hallarían en condiciones de conquistar Micenas.
    Para su desgracia el rey Príamo le creyó. Hizo agrandar las puertas para entrar el caballo, lo dedicó a la diosa y después los troyanos empezaron a festejar la victoria.
    Cuando todos dormían la borrachera, Sinón encendió los fuegos. Era la señal convenida con la flota griega. Los barcos se acercaron y los guerreros salieron del interior del caballo. El primero en hacerlo fue Equión, que se rompió el cuello. Después comenzó la matanza.
    En todo cerco, se supone que el sitiador es dueño del territorio vecino, que está en situación de impedir el abastecimiento del sitiado y que es el que toma las decisiones.
    Ante semejante postulación, los espíritus prácticos podrán sostenter la inutilidad de cualquier resistencia al asedio: si al fin habremos de capitular, ¿a qué demorarse en las tribulaciones del heroísmo?
    La respuesta a tan liviana objeción es contundente y melancólica: vivir no es otra cosa que una resistencia inútil.
    El rey Príamo sabía que el destino de Troya era el fuego. Pero combatió durante diez años.
    El hombre sabio sabe que va a morir, pero vive y se resiste a la muerte tanto como puede. Es mortal en beligerancia.
    Lector poliorcético: el que esto escribe defiende unas modestas murallitas de humo que ya se han derrumbado mil veces. Y guarda en su patio numerosos caballos de madera, obsequio de amados traidores.
    Ahora, en este mismo momento, empiezan a salir de ellos los enemigos.


    De “El libro del Fantasma”


     
  9. clause

    clause Claudia

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    Campamento McBride
    6 de septiembre


    Querido Papaíto:

    Su carta no me llegó a tiempo (de lo cual me alegro). Si quiere que sus instrucciones sean obedecidas, tiene que hacer que su secretario las transmita dentro de dos semanas de tiempo. Como se dará cuenta, hace ya cinco días que estoy aquí.
    Los bosques están divinos y también el campamento, y los McBride y el tiempo... ¡y todo el mundo! Soy muy feliz de estar aquí.
    Ahí oigo a Jimmie que me llama para salir en canoa. ¡Adiós, Papaíto, siento mucho haberlo desobedecido! Pero ¿por qué diablos insiste usted tanto en que no disfrute yo la más mínima diversión? ¡Habiendo trabajado todo el verano, creo que me merezco dos semanas de esparcimiento! Es usted igualito al perro del hortelano.
    Sin embargo, Papaíto, lo quiero pese a todos sus defectos.
    Judy


    3 de octubre

    Querido Papaíto-Piernas-Largas:

    ¡De vuelta en el colegio y hecha toda una senior! Además, directora del mensual. ¿No parece imposible que una persona ahora tan avanzada como yo fuera, hace apenas cuatro años, una pupila del asilo John Grier? ¡Se llega pronto en esta bendita tierra de América!
    Hablando de otra cosa, ¿qué le parece la siguiente? Recibí, remitida desde Los Sauces, una notita del niño Jervie que había sido enviada allí. Me dice que lo siente mucho pero que le será imposible llegarse a Los Sauces este otoño, pues ha aceptado una invitación de unos amigos para salir en yate con ellos. Espera que disfrute del campo y que lo pase muy bien este verano.
    ¡Y sabía muy bien que yo estaba con los McBride, pues Julia se lo había dicho! Los hombres deberían dejar las intrigas en manos de las mujeres, ya que a ellos les falta sutileza para mentir.
    Julia trajo un baúl lleno de la ropa más arrebatadora que se pueda pedir. Un vestido de baile de satén Liberty arco iris que es una prenda digna de los ángeles del paraíso. ¡Y yo que creía que este año mis vestidos estaban muy bien! La señora Paterson me permitió que hiciera copiar todo su guardarropa por una modista barata, y aunque los trajes no salieron idénticos a los originales, yo estaba contentísima hasta que Julia abrió su baúl... ¡Ahora vivo para ver París! Estoy segura de que se alegra usted, Papaíto, de no ser una muchacha, y que piensa que es tonto todo el barullo que hacemos por la ropa. Quizá lo sea, pero no olvide que es por culpa de los hombres. ¿Se acuerda del cuento de aquel sabio profesor que despreciaba todos los adornos superfluos y propugnaba para las mujeres la ropa práctica y utilitaria? Su mujer, por complacerlo, adoptó la reforma de la vestimenta y... ¿qué le parece que hizo el sabio? Pues, se fugó con una corista.

    Siempre suya,
    Judy

    P. D. La mucama de nuestro corredor usa delantales de algodón a cuadritos. Le voy a comprar unos de color liso y arrojaré los otros al fondo del lago. Me dan escalofríos cada vez que los miro.




    17 de noviembre
    Querido Papaíto-Piernas-Largas:

    Mi carrera literaria ha sufrido un contratiempo muy serio. Estuve titubeando entre contárselo o no, pero me gustaría que me compadezcan un poco. Sólo le pido que lo haga en silencio y se abstenga de reabrir la herida haciendo alusión a ello en su próxima carta.
    He estado escribiendo un libro por las noches el invierno pasado, y también este verano en los ratos en que no tenía que enseñar latín a mis dos tontitas de alumnas. Lo terminé justo antes de volver al colegio y se lo envié a un editor. Como se lo guardó durante dos meses, yo ya estaba segura de que sería aceptado, Pero ayer llegó un paquete por correo (tuve que pagar treinta y cinco centavos de franqueo) ¡y ahí estaba mi novela, junto con una carta del editor! Una carta muy amable y paternal... ¡pero muy franca! Me dice que ve, por la dirección, que todavía estoy en el colegio y que, si se lo permito, me aconseja que me concentre en mis estudios y espere a terminar mi carrera antes de escribir. La carta vino acompañada de la opinión del lector de la editorial Hela aquí: "Argumento improbable en grado sumo. Exagerada caracterización. El diálogo, poco natural. Mucho humorismo, pero no siempre del mejor gusto. Dígale que siga ensayando, que algún día puede producir un libro de verdad".
    No es muy halagador que digamos, ¿no? ¡Y yo que creía haber hecho un valioso aporte a la literatura norteamericana! De veras, Papaíto, me proponía sorprenderlo escribiendo un libro antes de recibirme. Me inspiré mientras estaba en casa de Julia, la Navidad pasada. Pero me parece que el editor tiene razón. Es posible que dos semanas sean insuficientes para observar las costumbres y el modo de ser de la gente de una gran ciudad.
    Ayer a la tarde, cuando salí a caminar, me llevé el paquete en cuestión y, al pasar por la usina de gas, entré y pedí permiso al mecánico para utilizar la hornalla. Cortésmente, el hombre abrió la puertita y allí arrojé el manuscrito con mis propias manos. Me sentí como si hubiera cremado a mi único hijo.
    Después me acosté, muy deprimida. Me parecía que nunca iba a servir para nada y que usted había gastado su dinero sin ningún resultado. Pero, créase o no, esta mañana me desperté con un precioso argumentó flamante en la cabeza y anduve todo el día proyectando mis personajes, tan contenta como es posible estarlo. ¡Nadie podrá acusarme nunca de ser pesimista! Creo que, si un día un terremoto me arrebatara a mi marido y seis hijos, me levantaría al día siguiente lista para comenzar una nueva colección.

    Afectuosamente,
    Judy
     
  10. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

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    14 de diciembre

    Querido Papaíto-Piernas-Largas:

    Anoche tuve un sueño rarísimo. Soñé que entraba en una librería y el empleado me traía un libro recién aparecido: Vida y cartas de Judy Abbott. Lo veía clarito en mi sueño: tapa roja, con una figura del asilo John Grier en la sobrecubierta y, en el frontispicio, mi retrato con una dedicatoria al pie. Pero justo cuando llegaba al final y me ponía a leer la inscripción en mi lápida... ¡me desperté! ¡Qué fastidio! Justo cuando iba a enterarme de con quién me casaría y cuándo me daría por morirme.
    ¿No cree que sería interesante si pudiéramos leer la historia de nuestra vida escrita por un autor omnisciente? Suponga que dicho libro no pudiéramos leerlo sino a condición de no olvidar nunca lo leído, de modo de vivir toda nuestra vida sabiendo de antemano cómo sucederían las cosas. En semejantes condiciones, ¿cuántas personas cree usted que tendrían el coraje de leerlo? ¿O cuántas podrían vencer la curiosidad y no leerlo, incluso al precio de tener que vivir la vida sin esperanzas ni sorpresas?
    Ya bastante monótona es la vida de por sí. ¡Hay que comer y dormir tan a menudo!... Pero imagínese usted cómo sería de mortal esa monotonía si entre comida y comida no pudiera sucedemos absolutamente nada inesperado.
    Para salir de este filosófico estado de ánimo, le comunico que este año seguiré con la biología. Estamos estudiando el sistema digestivo. ¡Tendría que ver qué monada es el corte transversal de su duodeno visto en el microscopio! También hemos comenzado con la filosofía. Muy interesante, pero tan vaga... Prefiero la biología, ya que el asunto que se discute se deja sujetar con una pinza en un tablero de estudio.
    ¿Cree usted en el libre albedrío? Yo sí, absolutamente y sin reservas. No estoy de acuerdo con esos filósofos que creen que cada uno de nuestros actos es resultado directo, automático e inevitable de una combinación de causas y circunstancias remotas. Me parece una doctrina de lo más inmoral, ya que, de ser así, nadie tendría culpa de nada. Un fatalista se sienta en una silla y dice: "Que se haga la voluntad del Señor" y sigue sentado sin poner nada de su parte.
    Yo creo decididamente en mi libre albedrío y en mi poder de realizar cosas por mí misma. Creo que ésa es la única creencia capaz de mover montañas. No tiene más que ver cómo me estoy convirtiendo en una gran escritora. Ya tengo terminados cuatro capítulos de mi nuevo libro y cuatro más en borrador.
    Esta carta está muy difícil de entender. ¿Le duele la cabeza, Papaíto? A mí, sí. Voy a terminar ahora y me iré a hacer unos caramelos de chocolate con las chicas, para variar de ocupación. Siento no poder enviarle un pedacito. Van a estar muy buenos, porque los haremos con crema de leche y mucha manteca.

    Afectuosamente suya,
    Judy

    P. D. Estamos aprendiendo bailes clásicos en la clase de gimnasia. Por el dibujo que acompaño podrá ver cómo nos parecemos a un verdadero ballet. La del extremo izquierdo, la que está haciendo esa graciosa pirueta, soy yo.

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    Queridísimo Papaíto-Piernas-Largas:

    ¿Ha perdido usted la cabeza? ¿No sabe que no se puede mandar a una sola chica diecisiete regalos de Navidad? No olvide que soy socialista. ¿Quiere acaso que me convierta en una plutócrata? Piense en lo incómodo que sería si un día nos peleáramos* ¡Tendría que alquilar un camión de mudanzas para devolverle sus regalos!

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    Me aflige pensar que la corbata que le mandé estuviera tan despareja. Por la parte de adentro se habrá dado cuenta de que la tejí con mis propias manos. La va a tener que usar en días fríos y prender todos los botones del sobretodo, para que no se vea. ¡Gracias, Papaíto, mil veces gracias! Creo que es usted el hombre más dulce que ha existido nunca... ¡y el más loco!

    Judy

    P. D. Ahí va un trébol de cuatro hojas que encontré en el campamento McBride. Ojalá le traiga suerte para Año Nuevo.


    9 de enero

    ¿Quiere hacer algo bueno, Papaíto, algo que le asegure la salvación eterna? Hay aquí una familia que está en situación muy crítica, diría desesperada. Un padre y una madre con cuatro hijos visibles (los dos mayores se han ido por el mundo a hacer fortuna y no han mandado nada de esa fortuna a sus padres). El padre trabajaba en una fábrica de vidrio y se enfermó de tuberculosis (ya sabe que se trata de un trabajo muy malsano), y ahora está internado en un hospital. La enfermedad terminó con todos sus ahorros y el mantenimiento de la familia ha caído sobre los hombros de la hija mayor, que no tiene más que veinticuatro años. Trabaja de modista a un dólar con cincuenta por día.,, cuando consigue trabajo. La madre es débil y extremadamente inútil aunque muy piadosa, eso sí, de modo que se sienta en brazos cruzados como la viva imagen de la resignación y la paciencia mientras la hija se mata de trabajo, responsabilidad y preocupaciones, ya que la pobre no ve cómo han de pasar el próximo invierno. Y yo tampoco lo veo,.. Cien dólares les proporcionarían carbón para el invierno y zapatos para los chicos, dándoles un pequeño margen como para que la muchacha no se muera de angustia al ver que pasan los días sin que le sea posible conseguir trabajo.
    Usted es el hombre más rico que conozco. ¿Le parece que podría disponer de esos cien dólares? Esa muchacha los necesita y merece una ayuda... mucho más que lo que yo necesité nunca. Le aseguro que no se lo pediría si no fuera por ella. No me importa mucho lo que pueda pasarle a la madre, que es tan poca cosa. Me pone fuera de mí el modo como cierta gente se la pasa levantando los ojos al cielo y diciendo: "Quizá sea todo para bien", cuando tienen la certeza de que no lo es. Creo que la humildad y la resignación no son más que inercia impotente. Por mi parte, estoy a favor de una religión más militante.
    En filosofía nos dan lecciones terribles. Para mañana tenemos que estudiar todo Schopenhauer. El profesor parece no darse cuenta de que tenemos otras materias que estudiar. Es un tipo rarísimo: anda con la cabeza en las nubes y cuando toca tierra pestañea como azorado. El pobre trata de aligerar sus clases con algunos chistecitos. Hacemos lo posible por sonreír, pero le aseguro, Papaíto, que sus chistes no son asunto de risa. Todo el tiempo que le queda entre una clase y otra lo pasa tratando de entender si la materia existe o si sólo cree él que existe. Estoy segura de que a mi pequeña costurerita no le cabe la menor duda de que sí existe...
    ¿Dónde cree usted que está mi nueva novela? En el canasto de los papeles. Yo misma me doy cuenta de que no sirve para nada, y cuando un autor amante se da cuenta de eso, ¡no quiero ni pensar lo que sería el juicio de un público severo y crítico!

    Más tarde

    Le escribo, Papaíto, desde mi lecho de dolor. Estoy con amigdalitis desde hace dos días y no puedo tragar otra cosa que leche caliente, "¿En qué estaban pensando sus padres que no le hicieron sacar esas amígdalas cuando era chiquita?", preguntó el médico. En realidad, no tengo la más mínima idea de lo que estaban pensando, pero con seguridad que no pensaban en mí.

    Suya,
    J.A.


    A la mañana siguiente

    Acabo de releer esta carta antes de despacharla. No sé por qué profundizo tanto sobre la vida. Le aseguro, Papaíto, que soy joven y estoy llena de ánimo y felicidad. Espero que usted se sienta igual. La juventud no tiene nada que ver con los años cumplidos; de modo, Papaíto, que aunque peine usted canas, si su espíritu está vivo, puede todavía ser un muchacho.
    Afectuosamente,
    Judy
    [/B]
     
  11. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    EL CORSO TRISTE DE LA CALLE CARACAS
    Alejandro Dolina
    Según una difundida leyenda, el Carnaval fue alguna vez una fiesta popular, con personas disfrazadas, música, baile, bromas y murgas. En verdad, cuesta creer semejante cosa. Como quiera que sea, la legendaria gesta ha muerto ya. Sin embargo, como silenciosas habitaciones vacías, han quedado ciertas fechas del almanaque a las que la terquedad general insiste en adjudicar la condición de carnavalesca. Esos días son utilizados no ya para festejar sino más bien para reflexionar y añorar la ausencia de la fiesta.
    Se trata, según se ve, de un curioso destino: pasar del entusiasmo a la nostalgia, de la pasión a la meditación, de la alegría a la tristeza. Muchos espíritus taciturnos se solazan con este estado de cosas y afirman que la farra y el desenfreno de otras épocas fueron apenas un paso previo e inevitable, cuyo noble fin se cumple ahora, en el ejercicio del recuerdo.
    Los Hombres Sensibles de Flores simpatizaban en cierto modo con este criterio. Para ellos el Carnaval no solamente servia para seducir señoritas en las milongas sino también para pensar en el paso del tiempo.
    Puede afirmarse sin caer en el infundio que esta ilustre manga de atorrantes jamás consiguió entender el sentido de los Carnavales.
    Manuel Mandeb pensaba que las gentes se ponían contentas en virtud de algún suceso que todos conocían menos él. Sus amigos padecían un desconcierto de la misma clase.
    Esto puede explicar la extraña conducta de los Hombres Sensibles en los corsos y en los bailes.
    Durante un rato hacían fuerza para sentirse alegres: bailaban, comían chorizos, se ponían caretas, hablaban con voz finita y mojaban a las damas con pomos de colores. Después comprendían que todo aquello era inútil y entonces se iban a otros bailes, discutían con los mozos, miraban las orquestas, evocaban antiguos Carnavales y cantaban el tango Siga el Corso. Ya en la madrugada maldecían el Carnaval, se estacionaban en las esquinas desoladas y se burlaban de los caminantes que volvían a sus casas.
    Pero una tarde de verano Manuel Mandeb tuvo una inspiración genial.
    Se le ocurrió organizar todos los años el Corso Triste de la Calle Caracas.
    Se trataba de una idea interesante: Mandeb pensaba que en los Carnavales vulgares todos disimulaban la tristeza disfrazándose de personas alegres.
    Su proyecto consistía en adoptar disfraces y actitudes melancólicas para ver si detrás de ellos se instalaba la alegría.
    " Si bajo la sonora risa del payaso se adivina siempre una
    lagrima, es posible que encontremos una sonrisa si sacamos nuestras
    caretas de víctimas"
    Si el propósito de Mandeb fue lograr un clima de pesadumbre, hay que decir que lo consiguió. El Corso Triste de la Calle Caracas era francamente tenebrosos. Todas las luces estaban apagadas. Los asistentes deambulaban como sombras fingiendo toda clase de sufrimientos.
    Las murgas entonaban canciones trágicas y tangos de Agustín Magaldi.
    Los disfraces eran lastimosos: de condenado a muerte, de novia abandonada, de jugador expulsado, de deudor hipotecario, de vendedor de libros y de intoxicado.
    Con el tiempo el Corso Triste se fue haciendo más ambicioso y complejo.
    Jorge Allen, el poeta, empezó a escribir versos murgueros con pretensión literaria.
    "Si parliamo' del destino
    bororom bobom bobom...
    ¿Quién conoce su camino?
    Bororom bobom bobom....
    Nadie puede contra la suerte
    la ultima carta es la de la muerte
    borobobom bobom bobom
    borobobom bobom bobom."
    Los muchachos tristes de otros barrios se acercaron poco a poco y pronto circularon carrozas de hojas secas y automóviles con las ventanillas cerradas.
    En el tercer año, se constituyo un jurado y se realizaron concursos y torneos.
    Las comparsas se sacaban chispas para ver cual era la más deprimente.
    Los Lonyipietros del Desengaño, los Decrépitos del Mañana y Chispazos de Soledad fueron las agrupaciones más renombradas.
    Las reinas del corso eran bellísimas, pero inaccesibles y perversas. El premio anual de máscara suelta lo gano siempre el mismo individuo Hablamos - desde luego - del celebre actor Eladio del Prado, quien no tenia rival en la técnica de la caracterización.
    Sus primeros disfraces fueron sencillos. Una noche apareció disfrazado de esclavo persa y todos se condolían al ver su espalda surcada de latigazos y su cuerpo encorvado bajo el peso de enormes cadenas.
    Después, sus creaciones fueron más complejas. Un domingo fue cíclope y a la mañana siguiente revoluciono todo el barrio buscando el ojo que se había sacado. Fue también mendigo escocés y la gente lloraba al verlo soportar la nieve de Glasgow en la Calle Caracas.
    Cuentan que Del Prado, entusiasmado por sus éxitos, resolvió seguir con sus disfraces durante todo el año. Dicen que su destreza crecía junto con su crueldad.
    Una noche de invierno, los Hombres Sensibles saltaron de alegría al ver reaparecer al Tonio Berardi, el pibe que murió en París. Organizaron una gran fiesta, y en el momento en que alzaban las copas para celebrar la resurrección, Del Prado se saco el guardapolvo, se lavo las rodillas, volvió a poner cara de persona mayor y apareció tal cual era. El ruso Salzman estuvo dos semanas en cama y Jorge Allen casi se queda tartamudo.
    El ultimo Carnaval del Corso Triste, Eladio Del Prado se disfrazo para siempre de recuerdo y nadie volvió a verlo por el barrio del Ángel Gris.
    La comisión organizadora del Corso pronto advirtió que la creación de Mandeb tenia interesantes posibilidades económicas. Esto resulta un poco sorprendente si se recuerda la nula capacidad de los Hombres Sensibles para los negocios. De cualquier manera, es un hecho que durante largos años los muchachos del Ángel Gris vendieron papel picado. Emplearon la conocida técnica que ha enriquecido a tantos mercaderes: en la primera jornada las bolsitas estaban llenas de papelitos brillantes e inmaculados.
    Cuando terminaba la fiesta, barrían el piso y volvían a embolsar el papel.
    Noche tras noche, el producto se ensuciaba y envilecía, hasta que en la muerte del Carnaval las bolsitas estaban llenas de tierra, tapitas de cerveza, caramelos empezados y otras porquerías. Algunos memoriosos creen reconocer todavía hoy en los bailes de Villa del Parque, restos del papel picado primigenio que se vendía en el Corso Triste.
    Para contribuir a la pesadumbre de la concurrencia, Mandeb vendía pomos llenos de lágrimas que - si ha de creerse a sus detractores - falsificaba con agua y sal.
    Los Refutadores de Leyendas, en su carácter de comparsa racionalista, solían acercarse a la fiesta de la calle Caracas para buscar camorra.
    Tosos recuerdan sus afinados pregones:
    " Los Refutadores
    señoras, señores,
    llegan con sus ritmos
    y sus silogismos.
    Los desafinados
    a exponer sus ilusiones
    y a confrontarlas
    con nuestras refutaciones ..."
    Las olímpicas razones de la murga encontraban muchas veces contundente respuesta y dentro de un clima polémico y agudo, solían armarse formidables peleas que - por cierto - daban lustre y renombre al Corso Triste.
    Año tras año, los Carnavales de la calle Caracas fueron poniéndose más divertidos. Naturalmente, esto provoco su decadencia.
    Los Hombres Sensibles de Flores, al observar el jolgorio, comprendían que el proyecto inicial iba camino del fracaso.
    La sobria melancolía de los primeros tiempos iba dando paso a sonrisas complacientes cuando no a risotadas sin freno.
    Ah! - se lamentaban - Carnavales eran los de antes !
    Y entonces contaban anécdotas de los corsos de antaño, austeros y silenciosos, comparándolos con la insoportable algarabía que tenían ante sus ojos.
    Pero en realidad la verdadera esencia del fracaso hay que buscarla por otros rumbos.
    Como ya se ha dicho, lo que buscaban Mandeb y sus amigos era un dejo de alegría que debía aparecer al quitarse la máscara trágica.
    Y lo cierto es que nunca encontraron tal cosa.
    Cada vez que - con toda ilusión - abandonaban sus disfraces de atormentados, encontraban debajo nuevos tormentos que, para peor, eran reales.
    Por eso, comprendiendo que la dicha no estaba en el Carnaval y quizás en ninguna parte, los Hombres Sensibles disolvieron para siempre el Corso Triste de la Calle Caracas.
    Hoy, cuando la fama de los muchachos del Ángel Gris ya encontró su tumba en los vientos de la estación Flores, hay- aunque pocos lo adivinen - centenares de versos tristes. Y son mucho más tristes que el de la calle
    Caracas, pues su tristeza es involuntaria y su propósito es la alegría.
    Tal vez ha llegado el momento de comprender que los criollos no hemos nacido para ciertas fantochadas. Que se rían los brasileños. Tengamos, eso si, fiestas y reuniones populares. Pero no dejemos de ser quienes somos.
    Si nuestra extraña condición nos ha hecho comprender el sentido adverso del mundo, agrupémonos para ayudarnos amistosamente a soportar la adversidad.
    A lo mejor, los Carnavales de antaño, tan añorados por los animadores de la radio, no eran más que eso: una reunión de gente triste que buscaba consuelo.

    De “Crónicas del Ángel Gris”
     
  12. Anveri

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    :happy:
    Parece que me estoy quedando atrasada en la lectura.

    Espero mañana seguir leyendo :razz:

    ;)
     
  13. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    :5-okey: Saludos Anveri!:razz:
     
  14. Anveri

    Anveri Fanática de nativas -aves

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    Santiago de Chile
    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    Te olvidaste de los presentes que creen que están ausentes

    ;) ;) ;)
     
  15. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    no , no me olvide!! te lei!!! :happy: