Poemas, cuentos y leyendas

Tema en 'Temas de interés (no de plantas)' comenzado por mai^a, 27/2/08.

  1. petri

    petri

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    DE FEDERICO GARCIA LORCA


    ROMANCE DE LA PENA NEGRA


    Las piquetas de los gallos
    cavan buscando la aurora,
    cuando por el monte oscuro
    baja Soledad Montoya.

    Cobre amarillo, su carne,
    huele a caballo y a sombra.
    Yunques ahumados sus pechos,
    gimen canciones redondas.
    Soledad, ¿por quién preguntas
    sin compaña y a estas horas?
    Pregunte por quien pregunte,
    dime: ¿a ti qué se te importa?
    Vengo a buscar lo que busco,
    mi alegría y mi persona.
    Soledad de mis pesares,
    caballo que se desboca,
    al fin encuentra la mar
    y se lo tragan las olas.
    No me recuerdes el mar,
    que la pena negra, brota
    en las sierras de aceituna
    bajo el rumor de las hojas.
    ¡Soledad, qué pena tienes!
    ¡Qué pena tan lastimosa!
    Lloras zumo de limón
    agrio de espera y de boca.
    ¡Qué pena tan grande! Corro
    mi casa como una loca,
    mis dos trenzas por el suelo,
    de la cocina a la alcoba.
    ¡Qué pena! Me estoy poniendo
    de azabache, cama y ropa.
    ¡Ay mis camisas de hilo!
    ¡Ay mis muslos de amapola!
    Soledad: lava tu cuerpo
    con agua de las alondras,
    y deja tu corazón
    en paz, Soledad Montoya.

    Por abajo canta el río:
    volante de cielo y hojas.
    Con flores de calabaza,
    la nueva luz se corona.
    ¡Oh pena de los gitanos!
    Pena limpia y siempre sola.
    ¡Oh pena de cauce oculto
    y madrugada remota!
     
  2. trochamontes

    trochamontes .......

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    Margarita, está linda la mar,
    y el viento
    lleva esencia sutil de azahar;
    yo siento
    en el alma una alondra cantar:
    tu acento.
    Margarita, te voy a contar
    un cuento.

    Este era un rey que tenía
    un palacio de diamantes,
    una tienda hecha de día
    y un rebaño de elefantes,
    un kiosco de malaquita,
    un gran manto de tisú,
    y una gentil princesita,
    tan bonita,
    Margarita,
    tan bonita como tú.

    Una tarde la Princesa
    vio una estrella aparecer;
    la princesa era traviesa
    y la quiso ir a coger.
    La quería para hacerla
    decorar un prendedor,
    con un verso y una perla,
    y una pluma y una flor.

    Y siguió camino arriba,
    por la luna y más allá;
    mas lo malo es que ella iba
    sin permiso del papá.

    Cuando estuvo ya de vuelta
    de los parques del señor,
    se miraba toda envuelta
    en un dulce resplandor.
    La princesa no mentía.
    Y así, dijo la verdad:
    "Fui a cortar la estrella mía
    a la azul inmensidad".
    Y el rey clama: "¿No te he dicho
    que el azul no hay que tocar?"
    ¡Qué locura! ¡Qué capricho!
    El señor se va a enojar".

    Y dice ella: "No hubo intento;
    yo me fui no sé por qué;
    por las olas y en el viento
    fui a la estrella y la corté".

    Y el papá dice enojado:
    "Un castigo has de tener:
    vuelve al cielo, y lo robado
    vas ahora a devolver".

    La princesa se entristece
    por su dulce flor de luz,
    cuando entonces aparece
    sonriendo el Buen Jesús.

    Y así dice: "En mis campiñas
    esa rosa le ofrecí:
    son mis flores de las niñas
    que al soñar piensan en mí".

    Viste el rey ropas brillantes,
    y luego hace desfilar
    cuatrocientos elefantes
    a la orilla de la mar.

    La princesita está bella,
    pues ya tiene el prendedor
    en que lucen, con la estrella,
    verso, perla, pluma y flor.

    Margarita, está linda la mar,
    y el viento
    lleva esencia sutil de azahar:
    tu aliento.
    Ya que lejos de mí vas a estar,
    guarda niña, un gentil pensamiento
    al que un día te quiso contar
    un cuento.

    Rubén Darío
     
  3. Lourdes

    Lourdes miembro del rebaño

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    Trochamontes... me ha traído buenos recuerdos esa poesía... los recuerdos de cuando era niña y me la sabía de memoria... ahora aún la recuerdo a trocitos...

    :beso: gracias
     
  4. trochamontes

    trochamontes .......

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    A mi tambien Lourdes

    recuerdos de hace muchos kilos

    ;) :11risotada:
     
  5. petri

    petri

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    LLUVIA DE OTOÑO

    (Llueve, llueve dulcemente...)

    ... El agua lava la yedra;
    rompe el agua verdinegra;
    el agua lava la piedra...
    Y en mi corazón ardiente,
    llueve, llueve dulcemente

    Esté el horizonte triste;
    ¿el paisaje ya no existe?;
    un dia rosa persiste
    en el pálido poniente...
    Llueve, llueve dulcemente.

    Mi frente cae en mi mano
    ¡Ni una mujer, ni un hermano!
    ¡Mi juventud pasa en vano!
    -- Mi mano deja mi frente... --
    ¡Llueve, llueve dulcemente!

    ¡Tarde, llueve; tarde, llora;
    que, aunque hubiera un sol de aurora
    no llegará mi hora
    luminosa y floreciente!
    ¡Llueve, llora dulcemente!
     
  6. atzahar

    atzahar

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    es maravilloso, no he podido leerlo todo pero lo hare ,gracias a todos por este regalo. Gracias gente maravillosa.:beso:
     
  7. mai^a

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    Ave de pico encorvado
    le tiene al robo afición;
    pero el hombre de razón
    no roba jamás un cobre,
    pues no es vergüenza ser pobre
    y es vergüenza ser ladrón.


    * Martín Fierro


    Amapolín, Trochamontes, Petri! ...que maravilla
    cuantas sensaciones nos transmiten el leer estas poesías.
    Recuerdos de infancia, alegrías y tristezas una melange
    de sentimientos, realmente son un poema chic@s

    chuikisssssssssssssssssssssssss
     
  8. trochamontes

    trochamontes .......

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    Un sueño soñaba anoche,
    Soñito del alma mía,
    Soñaba con mis amores
    Que en mis brazos los tenía.
    Vi entrar señora tan blanca
    Muy más que la nieve fría.
    - ¿Por dónde has entrado, amor?
    ¿Cómo has entrado, mi vida?
    Las puertas están cerradas,
    Ventanas y celosías.
    - No soy el amor, amante:
    la Muerte que Dios te envía.
    - ¡Ay, Muerte tan rigurosa,
    déjame vivir un día!
    Un día no puede ser,
    una hora tienes de vida.
    Muy de prisa se calzaba,
    Más de prisa se vestía;
    Ya se va para la calle,
    en donde su amor vivía.


    - Ábreme la puerta, Blanca,
    ábreme la puerta niña.
    - ¿Cómo te podré yo abrir
    si la ocasión no es venida?
    Mi padre no fue al palacio
    Mi madre no está dormida.
    - Si no me abres esta noche,
    ya no me abrirás, querida;
    la Muerte me está buscando,
    junto a tí, vida sería.
    - Vete bajo la ventana
    donde labraba y cosía,
    te echaré cordón de seda
    para que subas arriba,
    y si el cordón no alcanzare
    mis trenzas añadiría.
    La fina seda se rompe;
    La Muerte que allí venía:
    - Vamos, el enamorado,
    que la hora ya está cumplida.

    olvidé.el.autor.
     
  9. petri

    petri

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    He andado muchos caminos,
    he abierto muchas veredas,
    he navegado en cien mares
    y atracado en cien riberas.

    En todas partes he visto
    caravanas de tristeza,
    soberbios y melancòlicos
    borrachos de sombra negra,

    y pedantones al paño
    que miran, callan y piensan
    que saben, porque no beben
    el vino de las tabernas.

    Mala gente que camina
    y va apestando la tierra...

    Y en todas partes he visto
    gentes que danzan o juegan
    cuando pueden, y laboran
    sus cuatro palmos de tierra.

    Nunca, si llegan a un sitio,
    preguntan adònde llegan.
    Cuando caminan, cabalgan
    a lomos de mula vieja,

    y no conocen la prisa
    ni aun en los días de fiesta.
    Donde hay vino, beben vino;
    donde no hay vino, agua fresca

    Son buenas gentes que viven,
    laboran, pasan y sueñan,
    y en un día como tantos
    descansan bajo la tierra.



    Antonio Machado
     
  10. trochamontes

    trochamontes .......

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    Una de tantas leyendas

    de Congregación

    Rodríguez, Coahuila


    Entre la loma y el Callejón del diablo

    Aseguraban que Jesús Toribio Gurrola, ni al mismo

    diablo le temía, ya que en varias ocasiones había visto

    la muerte de frente. De estatura alta, moreno, hombros

    anchos como trapecio y piernas largas, enfundadas

    siempre en pantalón de lona delgada, era el

    clásico "vaquero culiseco". Usaba botas altas, con

    espuelas trabadas al tacón, la yompa sobre cualquier

    camisa y pañuelo de seda, casi siempre de color azul.

    De carácter sumamente irritable, sus ojos y boca

    dibujaban en su cara un gesto de amargura, dureza y

    temple a toda prueba a sus treinta años.

    Su carácter se debía probablemente, a que desde

    muy chicos, él y su hermano menor Juan quedaron

    sin padres, porque murieron en la peste de 1904. Toribio

    no permanecía más de un mes en ningún trabajo

    o poblado debido a su irascible comportamiento.

    Salió de Anáhuac, N.L. de madrugada, como era

    su costumbre, sin dejar ni pintar huella. Su caballo

    era de 7 cuartas de alzada, color alazán tostado, orejano

    (sin herrar), de montura muzqueña que sostenía

    un máuser bajo la arción derecha y

    chivinda de 40 brazadas amarrada

    al mismo lado. El barbiquejo de

    su sombrero era de piel gamusina,

    jamás se desenganchaba y sujetaba

    su "Stetson" desgastado con tantos

    soles, vientos, polvos, lluvias, sudores

    y hasta sangre en pleitos de cantina.

    En su peregrinar constante, sólo

    el instinto le marcaba el rumbo y

    algunos rumores de cantina eran su

    brújula, como acontecía esta vez cuando se encontraba

    entre los cañones del Cerro de la Rata, municipio

    de Abasolo, ya en Coahuila. En la antigua vía

    del ferrocarril, en el embarcadero de estación Hermanas,

    se topó con Agapito Cortés, quien le contó que

    sus primos Gaspar y Jerónimo, junto con los Valdez,

    traían un buen hato de reses: "como ochenta, asegún

    cuentan y las llevan pa´ las Minas, y a estas horas ya

    irán por el Berrendo, porque ayer pasaron por la acequia

    de Santa Gertrudis y para mañana estarán entre

    Escobedo el Alto y los Rodríguez, en la huizachada

    que esta atrás de la loma", informó Agapito, secándose

    el sudor con un paliacate de color rojo.

    Toribio ni las gracias dio, sólo jaló del freno a su

    cabalgadura y salió disparado por el camino viejo a

    Congregación Rodríguez, la tarde pardeaba. Detuvo

    su marcha, en un promontorio que sobresalía en la

    inmensa llanura de jauja, zacate y mezquites. Desmontó

    y juntando ramas secas, prendió una fogata

    donde calentó un trozo de cecina y entre mordidas

    de esa carne salada y tragos de agua de su cantimplora,

    descansó tanto él como su montura. Partió de

    ese divisadero cuando la luna estaba en su cenit.

    Al llegar a las orillas de Congregación, el bandolero

    titubeó, sobre rodear o pasar por el centro del

    poblado, optó por lo último. La tierra suelta de las

    calles acallaba las pisadas del caballo, sólo la luna

    delataba su presencia con su sombra, ese último día

    del mes de octubre de 1928.

    Tomó el camino viejo a Escobedo, pueblo de mezcaleros

    e ixtleros, pero por designios del destino

    (dirían algunos), cambió de ruta y se dirigió al puente

    de La Coquena, torciendo y tomando el Callejón del

    Diablo, pensó que al atravesar la loma, acortaría la

    distancia.

    En el Callejón, dos cortinas formadas por álamos,

    fresnos, mezquites y huizaches daban sombras de

    forma difusa y fantasmagórica. Sus ramas hacían

    juego con las callosas raíces a flor de tierra, semejando

    serpientes. Su corcel avanzaba con las orejas

    erguidas y resoplando por la nariz.

    Toribio escuchó algo, aguzó el oído, parecía un

    cachorro de gato montés o leves quejidos

    de un perro. De sonido animal

    se transformaba en sollozo compungido,

    apagado, tierno. El oído del

    bandolero estaba impuesto a detectar,

    escuchar y conocer muchos y

    variados sonidos en la noche. Esta

    vez no estaba seguro que fueran

    gatos en celo, tejones o cachorros

    de coyotes.

    En eso pensaba Toribio, cuando

    de pronto a escasos cinco metros,

    frente a él, estaba un niño, como de tres años, vestido

    de blanco. La criatura sollozaba, enjugándose

    las lágrimas con el dorso de sus manitas.

    -¡Pero niño! ¿Qué haces en este lugar y a estas

    horas?- interrogó Gurrola entre intrigado y sorprendido.

    -Mi amá y mi apá, en la loma tan...- contestó el bebé

    con un balbuceo. El jinete desmontó del alazán que

    seguía encabritado y resoplando fuerte.

    -¿Vives en la loma?- volvió a preguntar, cargando

    con facilidad el liviano bultito.

    El niño ya no habló, sólo asintió con la cabeza.

    Gurrola tuvo que darle varios tirones de rienda al

    caballo que se sacaba cuando el jinete quería poner la

    bota en el estribo, pero habilidoso logró montar con

    el niño en brazos.

    El jinete pensaba que tal vez detrás de la loma vivían

    los padres del pequeño extraviado, alguna familia

    que cuida o tiene una majada como tantos.

    -¿Cómo te llamas?

    -Abundio...- respondió el pequeñín, voy a cumplir

    cuatro años y ya me salieron los dientitos, ¿quieres

    verlos?

    -A ver, enséñamelos...

    El niño volteó, pero no como lo hace un humano

    normal. Lo hizo como si fuera una lechuza o un tecolote,

    giró su cabeza 180 grados y no fueron dientitos

    los que mostró, fueron blancos, largos y a.lados colmillos,

    que salían de una horrenda boca arrugada, su

    nariz eran sólo dos grandes y oscuros hoyos y sus

    ojos irradiaban luz roja como brasas.

    La reacción inmediata del jinete fue soltar y arrojar

    el bulto, pero la mano derecha, esa mano diestra en

    la pistola, ahora la tenía sujeta al estómago de la criatura

    y no la podía desprender, sintiendo un raro hormigueo

    en ella.

    Horrorizado veía, como gruesos, largos y peludos

    gusanos subían por su cuerpo, por dentro y fuera de

    su ropa. El relincho del caballo fue un alarido de

    terror, y encabritado, arrojó al jinete y su horrenda

    carga al duro suelo, comenzando una desenfrenada

    carrera, perdiéndose en la espesa huizachada, entre

    relinchos y resoplidos.

    Gurrola se revolcaba y gritaba de terror y dolor al

    sentir cómo era devorado vivo por los miles de gusanos

    que perforaban ropa, piel, carne y huesos. A su

    lado, el bulto quedaba, pero su ropa antes blanca

    ahora era de color negro y su risa resonaba, como si

    fuera de ultratumba.

    La leyenda cuenta que el niño no dijo mentiras al

    decirle que sus padres estaban en la loma, pero sepultados,

    porque en 1888, ahí estaba el panteón viejo

    de los Rodríguez. También se cuenta que muchas de

    las reses robadas por bandoleros al llegar a la huizachada

    y chaparral que forma la loma y Las Quemadas,

    se perdían. Y por las noches de octubre, con la

    luna llena, se escuchaban relinchos y risotadas que se

    desvanecían, entre el Callejón del Diablo y los cañones

    del Cerro Viejo de los Rodríguez. Así nacen las

    leyendas.
     
  11. mai^a

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    Trochamosntes maravillosa tu leyenda :razz:
    petris! que poesías! :razz:


    chuikissssssssssssssssssssss

    Yo he conocido cantores
    que era un gusto el escuchar;
    mas no quieren opinar
    y se divierten cantando;
    pero yo canto opinando,
    que es mi modo de cantar.


    *Martín Fierro
     
  12. mai^a

    mai^a My Garden

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    Cómo hacerte saber que siempre hay tiempo?

    Que uno sólo tiene que buscarlo y dárselo,
    Que nadie establece normas salvo la vida,
    Que la vida sin ciertas normas pierde forma,
    Que la forma no se pierde con abrirnos,
    Que abrirnos no es amar indiscriminadamente,
    Que no está prohibido amar,
    Que también se puede odiar,
    Que el odio y el amor son afectos
    Que la agresión porque sí hiere mucho,
    Que las heridas se cierran,
    Que las puertas no deben cerrarse,
    Que la mayor puerta es el afecto,
    Que los afectos nos definen,
    Que definirse no es remar contra la corriente,
    Que no cuanto más fuerte se hace el trazo más se dibuja,
    Que buscar un equilibrio no implica ser tibio,
    Que negar palabras implica abrir distancias,
    Que encontrarse es muy hermoso,
    Que el sexo forma parte de lo hermoso de la vida,
    Que la vida parte del sexo,
    Que el “por qué” de los niños tiene un porque,
    Que querer saber de alguien no es sólo curiosidad,
    Que querer saber todo de todos es curiosidad malsana,
    Que nunca está de más agradecer,
    Que la autodeterminación no es hacer las cosas solo,
    Que nadie quiere estar solo,
    Que para no estar solo hay que dar,
    Que para dar debimos recibir antes,
    Que para que nos den hay que saber también cómo pedir,
    Que saber pedir no es regalarse,
    Que regalarse es, en definitiva, no quererse,
    Que para que nos quieran debemos demostrar qué somos,
    Que para que alguien “sea” hay que ayudarlo,
    Que ayudar es poder alentar y apoyar,
    Que adular no es ayudar,
    Que adular es tan pernicioso como dar vuelta la cara,
    Que las cosas cara a cara son honestas,
    Que nadie es honesto porque no roba,
    Que el que roba no es ladrón por placer,
    Que cuando no hay placer en las cosas no se está viviendo,
    Que para sentir la vida no hay que olvidarse que existe la muerte,
    Que se puede estar muerto en vida,
    Que se siente con el cuerpo y la mente,
    Que con los oídos se escucha,
    Que cuesta ser sensible y no herirse,
    Que herirse no es desangrarse,
    Que para no ser heridos levantamos muros,
    Que quien siembra muros no recoge nada,
    Que casi todos somos albañiles de muros,
    Que sería mejor construir puentes,
    Que sobre ellos se va a la otra orilla y también se vuelve,
    Que volver no implica retroceder,
    Que retroceder también puede ser avanzar,
    Que no por mucho avanzar se amanece más cerca del sol,
    ¿Cómo hacerte saber que nadie establece normas salvo la vida?
    ¿Cómo hacerte saber que siempre hay tiempo? [​IMG]

    Mario Benedetti
     
  13. petri

    petri

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    La soledad es algo asi
    como buscar y no tener con quien estar,
    la soledad es algo asi
    como querer y no saber por que llorar,
    es un amante en el anden
    que mueve el brazo tras el tren
    como intentando dibujar su soledad.

    Es ver la lluvia descender
    sobre la calle y no tener,
    ninguna historia que contar ni que olvidar
    es como andar sin conocer,
    ningun lugar donde dejar
    a que descanse alguna vez...
    la soledad.

    Mi soledad tiene el color
    obscuro y triste del amor que no duró,
    un vano intento de vivir
    una sonrisa que una mueca me dejo,
    soy ese amante del anden
    y muevo el brazo tras el tren
    como intentando dibujar mi soledad.

    Bajo la lluvia tengo sed
    de ir a buscarte más allá,
    para que puedas conocer mi soledad
    y sigo andando sin tener
    ningún lugar donde dejar,
    las hojas secas de la fe...
     
  14. Jah

    Jah Hija de Gaïa

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    :happy: Buenas forer@s!! :79regalofloressorpr

    Aqui os dejo un cuento de un autor conocido por todos: Hans Christian Andersen; y al que no le conozca aun es una buena ocasion para hacerlo y deleitarse con sus cuentos "infantiles". Qué decir de él, sobran los comentarios.........Lean y dejen libre expresion a las sensaciones y sentimientos que surjan de ustedes ;)

    La niña de los fósforos


    ¡Qué frío hacía!; nevaba y comenzaba a oscurecer; era la última noche del año, la noche de San Silvestre. Bajo aquel frío y en aquella oscuridad, pasaba por la calle una pobre niña, descalza y con la cabeza descubierta. Verdad es que al salir de su casa llevaba zapatillas, pero, ¡de qué le sirvieron! Eran unas zapatillas que su madre había llevado últimamente, y a la pequeña le venían tan grandes, que las perdió al cruzar corriendo la calle para librarse de dos coches que venían a toda velocidad. Una de las zapatillas no hubo medio de encontrarla, y la otra se la había puesto un mozalbete, que dijo que la haría servir de cuna el día que tuviese hijos.
    Y así la pobrecilla andaba descalza con los desnudos piececitos completamente amoratados por el frío. En un viejo delantal llevaba un puñado de fósforos, y un paquete en una mano. En todo el santo día nadie le había comprado nada, ni le había dado un mísero chelín; volvíase a su casa hambrienta y medio helada, ¡y parecía tan abatida, la pobrecilla! Los copos de nieve caían sobre su largo cabello rubio, cuyos hermosos rizos le cubrían el cuello; pero no estaba ella para presumir.

    En un ángulo que formaban dos casas -una más saliente que la otra-, se sentó en el suelo y se acurrucó hecha un ovillo. Encogía los piececitos todo lo posible, pero el frío la iba invadiendo, y, por otra parte, no se atrevía a volver a casa, pues no había vendido ni un fósforo, ni recogido un triste céntimo. Su padre le pegaría, además de que en casa hacía frío también; sólo los cobijaba el tejado, y el viento entraba por todas partes, pese a la paja y los trapos con que habían procurado tapar las rendijas. Tenía las manitas casi ateridas de frío. ¡Ay, un fósforo la aliviaría seguramente! ¡Si se atreviese a sacar uno solo del manojo, frotarlo contra la pared y calentarse los dedos! Y sacó uno: «¡ritch!». ¡Cómo chispeó y cómo quemaba! Dio una llama clara, cálida, como una lucecita, cuando la resguardó con la mano; una luz maravillosa. Le pareció a la pequeñuela que estaba sentada junto a una gran estufa de hierro, con pies y campana de latón; el fuego ardía magníficamente en su interior, ¡y calentaba tan bien! La niña alargó los pies para calentárselos a su vez, pero se extinguió la llama, se esfumó la estufa, y ella se quedó sentada, con el resto de la consumida cerilla en la mano.

    Encendió otra, que, al arder y proyectar su luz sobre la pared, volvió a ésta transparente como si fuese de gasa, y la niña pudo ver el interior de una habitación donde estaba la mesa puesta, cubierta con un blanquísimo mantel y fina porcelana. Un pato asado humeaba deliciosamente, relleno de ciruelas y manzanas. Y lo mejor del caso fue que el pato saltó fuera de la fuente y, anadeando por el suelo con un tenedor y un cuchillo a la espalda, se dirigió hacia la pobre muchachita. Pero en aquel momento se apagó el fósforo, dejando visible tan sólo la gruesa y fría pared.

    Encendió la niña una tercera cerilla, y se encontró sentada debajo de un hermosísimo árbol de Navidad. Era aún más alto y más bonito que el que viera la última Nochebuena, a través de la puerta de cristales, en casa del rico comerciante. Millares de velitas, ardían en las ramas verdes, y de éstas colgaban pintadas estampas, semejantes a las que adornaban los escaparates. La pequeña levantó los dos bracitos... y entonces se apagó el fósforo. Todas las lucecitas se remontaron a lo alto, y ella se dio cuenta de que eran las rutilantes estrellas del cielo; una de ellas se desprendió y trazó en el firmamento una larga estela de fuego.

    «Alguien se está muriendo» -pensó la niña, pues su abuela, la única persona que la había querido, pero que estaba muerta ya, le había dicho-: Cuando una estrella cae, un alma se eleva hacia Dios.

    Frotó una nueva cerilla contra la pared; se iluminó el espacio inmediato, y apareció la anciana abuelita, radiante, dulce y cariñosa.

    -¡Abuelita! -exclamó la pequeña-. ¡Llévame, contigo! Sé que te irás también cuando se apague el fósforo, del mismo modo que se fueron la estufa, el asado y el árbol de Navidad. Se apresuró a encender los fósforos que le quedaban, afanosa de no perder a su abuela; y los fósforos brillaron con luz más clara que la del pleno día. Nunca la abuelita había sido tan alta y tan hermosa; tomó a la niña en el brazo y, envueltas las dos en un gran resplandor, henchidas de gozo, emprendieron el vuelo hacia las alturas, sin que la pequeña sintiera ya frío, hambre ni miedo. Estaban en la mansión de Dios Nuestro Señor.

    Pero en el ángulo de la casa, la fría madrugada descubrió a la chiquilla, rojas las mejillas, y la boca sonriente... Muerta, muerta de frío en la última noche del Año Viejo. La primera mañana del Nuevo Año iluminó el pequeño cadáver, sentado, con sus fósforos, un paquetito de los cuales aparecía consumido casi del todo. «¡Quiso calentarse!», dijo la gente. Pero nadie supo las maravillas que había visto, ni el esplendor con que, en compañía de su anciana abuelita, había subido a la gloria del Año Nuevo
    .

    FIN
    Espero que les haya gustado
    Que pasen tod@s una buena semana:79regalofloressorpr Hasta otra!!!!:adios:
     
  15. mai^a

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    jahcecita![​IMG] Que cuentito nos has traído!
    el él se combina: nececidad... amor... añoranza
    ...esperanza y tristeza