Receta: Tortilla, arroz, ensalada, tortitas y vino con flores de Diente de León

Tema en 'Recetas de cocina' comenzado por Betina2010, 22/12/10.

  1. Betina2010

    Betina2010 Marta

    Bueno, todos paseando y el Sr. Director descansando... así que me puse a buscar, como siempre, por la web... Y encontré esto que me parece interesante y encima trae recetas... Esta es una página española...


    PLANTA DEL DIA

    Diente de león - Taraxacum officinale

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    El producto que os propongo hoy no va dirigido al bienestar del alma, sino al del cuerpo, que tampoco debe ser descuidado. No obstante, esta opinión tampoco está exenta de segundas intenciones, como tendréis la oportunidad de descubrir más adelante.
    Trataremos de la infusión de Taraxacum officinale, más conocido como diente de león (por la forma de sus hojas), amargón, achicoria amarga o taraxacón. Este producto se presenta en bolsitas de 50gr que se pueden adquirir en herboristería (por algo menos de 2 euros). Consiste en hojas secas de esta planta, de la que seguidamente analizaremos sus propiedades. La infusión se prepara vertiendo una cucharada de las hojas en una taza de agua hirviendo y dejando reposar cinco minutos.
    La principal cualidad de esta infusión es su poder diurético (de hecho, en catalán su nombre vulgar es pixallits), por lo que observareís que suele estar presente en los compuestos cuya finalidad es adelgazar. Por ello, se recomienda en los casos en los que se pretenda eliminar agua (obesidad o edemas) o toxinas de la sangre (colesterol, ácido úrico o diabetes). Favorece también la expulsión de las piedras del riñón. Es un gran estimulante de la función hepática y biliar, por lo que resulta útil en los casos de hepatitis y cirrosis. Depura la sangre de toxinas y también protege el hígado (un filtro susceptible de intoxicaciones alimentarias). En estos casos sería conveniente tomar tres tazas al día, preparadas con 100 gr. de raíces en litro y medio de agua. Para quien sufre de cálculos en la vesícula, las curas de primavera y otoño (entre 4 y 6 semanas en cada estación) a base de esta planta son muy útiles.
    Dado que sus hojas contienen una gran cantidad de hierro, previene la anemia y ayuda a recuperarse de esta enfermedad. También en estos casos es aconsejable tomar 3 tazas al día.
    Es, además, un laxante suave y atenúa los problemas de visión.
    Pero la cosa no acaba ahí. Tiene también un uso externo. Los baños locales con la decocción son calmantes y reducen problemas circulatorios periféricos, como varices o hemorroides. Además, las hojas frescas machacadas se pueden emplear como emplasto para cicatrizar heridas y llagas, aunque es útil también contra los moratones.

    Sus COMPONENTES ACTIVOS son:
    Taraxacina, flavonoides (luteolóxido, cosmosiósido), inulina, derivados triterpénicos pentacíclicos (taraxérol, taraxasterol...), carotenoides (taraxantina), una resina ácida (taraxerina), ácido 3-4-dioxicinámico, ácido cítrico, ácido feniloxiacético, vitamina B2, citosterol, cumestrol, vitamina C y A, calcio, potasio, hierro, fósforo, magnesio, selenio, manganeso, enzimas, ácido fólico, ácidos grasos y taninos.

    Todos vosotros conocéis el diente de león o, al menos, lo habéis visto miles de veces. No obstante puede que seáis de los que no miran demasiado hacia el suelo. Por si es así, haremos una somerísima descripción de la planta. Se trata de una hierba perenne común en todo el hemisferio norte (presente en lugares húmedos, pastos, terrenos abandonados y caminos) que puede alcanzar los 40 cm. Sus hojas son alargadas y dentadas, verde claro las más jóvenes y tiernas, y verde oscuro las más maduras. Las hojas parten de la base disponiéndose en círculo. Las flores (compuestas) poseen un largo tallo lleno de un látex blanquecino y pegajoso, son amarillas y una vez maduras, se convierten en pompones blancos que seguramente habréis hecho volar de niños.

    Como os decía algunas líneas atrás, mi intención de hoy no se limita a descubriros o aconsejaros una infusión, sino a instaros a aprovechar el fin de semana o la cercana Semana Santa para salir al campo. En este período el diente de león vive su apogeo. Es fácil identificarlo, de modo que salir a buscarlo podría convertirse en un entretenimiento para practicar solo o en familia. Una buena excusa para airearse y acostumbrarse a distinguir las plantas de uso más común, siempre manteniendo un respeto total por el ambiente. Si os animáis, ahí van algunos consejos.
    No recolectéis nunca plantas si no estáis absolútamente seguros de haberlas identificado correctamente. Al respecto, debo indicar que son mucho más fiables los dibujos que las fotografías. Cuando recolectéis, respetad las partes de la planta que no son necesarias. Si debéis secar la planta recolectada, no la cojáis nunca despues de que haya llovido (ni siquiera ligeramente) o demasiado temprano, cuando aún quede rocío sobre ella. Para secarlas se deben extender bien aireadas y sin humedades, en algunos casos se pueden colgar en bolsitas de malla o red a través de las cuales pasa el aire. Aunque es una planta muy frecuente también en los jardines de las ciudades (e incluso en las grietas de las aceras), no os recomiendo su recolección en ciudad, donde es susceptible de numerosas contaminaciones.
    Aquí hemos hablado de la infusión realizada con las hojas del diente de león, pero con sus raíces también se pueden realizar decocciones hirviéndolas durante cinco minutos. No obstante, no os recomiendo secar las raíces en casa. Es un engorro terrible. Primero deberíais lavarlas a fondo y luego secarlas cuidadosamente durante bastante tiempo o al horno (cortadas por la mitad) a unos 40° C. No merece la pena realizar todo este trabajo en casa. Con las raíces del diente de león (tostada y molida) se realiza un sustituto del café que presenta el aliciente de no contener cafeina. Las raíces deben recogerse en el otoño o finales de verano, mientras que el momento ideal para recoger las hojas es la primavera.
    Los capullos de esta planta, que se preparan en vinagre, sirven para abrir el apetito. Sus hojas frescas ayudan a mejorar las digestiones y se pueden consumir en ensalada o como acompañamiento fresco para carnes a la parrilla o fritas. Las hojas más jóvenes son mucho más apetitosas para las ensaladas, las más maduras pueden resultar un poco picantes. Con las hojas también se pueden hacer caldos o extraer el jugo triturándolas en la licuadora (de éste se pueden tomar 2 ó 3 cucharaditas antes de cada comida).
    Pero si sois amantes de la COCINA, aquí os dejo algunas ideas un poco más sofisticadas.

    TORTILLA DE FLORES DE DIENTE DE LEÓN
    Dejáis a remojo por unos minutos las flores (sin pedúnculo) en agua con unas gotas de limón, de forma que se limpien totalmente y se les quite el amargor. Después, batís el huevo y lo mezcláis con las flores. Lo freís en la sartén como una normalísima tortilla francesa.

    ARROZ CON FLORES DE DIENTE DE LEÓN
    Tostáis ligeramente el arroz antes de iniciar la preparación y lo mezclais con un sofrito de cebolla previamente preparado. Lo rociáis con vino blanco y hacéis que este se evapore. Después, seguís la cocción con caldo de pollo mezclado con infusión de flores de diente de león. Al final lo mantecáis y añadís pétalos de la flor y queso parmigiano.

    TORTITAS DE DIENTE DE LEÓN
    Preparáis una pasta con 150 gr de harina, la yema de un huevo, dos claras a punto de nieve y medio vaso de vino blanco. Añadís cuatro tazas de flores de diente de león previamente maceradas en un vasito de coñac con azucar. Las tortitas se fríen en aceite bien caliente.
    Existen muchísimos más posibles empleos del diente de león en la cocina. Pero como este es un arte creativo, dejo volar libre vuestra imaginación.
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    Y esta otra es una página argentina...

    Diente de León

    Nombre científico: Taraxacum officinale

    Se trata de una especie cosmopolita originaria de Europa, en la actualidad habita en casi todo el mundo gracias a su poderoso potencial de reproducción y a las adaptaciones para la dispersión de sus frutos, en Argentina está presente en todo su territorio.
    En algunas regiones de nuestro país también se la conoce con el nombre de “amargón” o “achicoria”, como en Santa Cruz y Tierra del Fuego.
    Es una planta con látex, acaule, sus hojas forman una roseta en la base, son largas, en condiciones óptimas tienen entre 15 y 25 cm de largo, polimorfas y de bordes irregulares.
    Su raíz es pivotante, poco o nada ramificada, y genera yemas de las que se obtienen nuevasplantas cuando se la fracciona. Cuando florece emite varios escapos (tallos largos sin hojas y huecos) que terminan en una inflorescencia de tipo capítulo (como las margaritas, propio de las compuestas). Los capítulos miden entre 3 y 5 cm de diámetro. El receptáculo presenta un involucro con dos series de brácteas, siendo más cortas las externas. Las flores son todas liguladas (presentan desarrollado un lado de la corola, la lígula que es pentadentada), hermafroditas, de un vistoso color amarillo dorado. Los frutos, aquenios, son alargados y están unidos a un papus o vilano, con forma de sombrilla, compuesto por numerosos pelos blancos, que favorecen su dispersión por el viento a grandes distancias, elevándose a considerable altura.
    Es uno de los antófitos de mayor distribución mundial gracias a sus mecanismos reproductores que le aseguran un gran potencial biótico. Los frutos, aquenios, pueden contener semillas formadas a partir de la polinización y de origen partenogenético (sin fecundación), incluso algunos ejemplares o poblaciones enteras sólo producen semillas partenogenéticas. En el caso de ser comidas hasta la raíz, ésta, en su extremo superior origina tres plantas nuevas. Si es arrancada y su raíz triturada en un proceso de roturación del suelo, cada fragmento de raíz origina una o más yemas de las que se originan nuevas plantas. Es una de las malezas más difíciles de erradicar de los jardines, si éste es su problema, debe quitarlas asegurándose de que arranca la raíz entera. Sin embargo es una planta a veces cultivada para aprovechar sus hojas tiernas y sus flores que tienen un agradable sabor ligeramente amargo. Los pobladores suelen consumir sus hojas frescas ohervidas, particularmente en el Sur de Chile; también en la región de la Patagonia Andina, especialmente en la región de El Bolsón, Epuyén, Golondrinas, sus flores son recogidas en cantidad para elaborar “vino de flores de Diente de León”, yo lo probé y es muy rico.Sus capítulos amarillo dorados contribuyen a embellecer notablemente los pastizales de pastos cortos en los valles cordilleranos como podrán apreciar en la galería de fotos que muestran ejemplares en la Isla Grande de Tierra del Fuego

    Una ensalada original

    Recoja hojas de Diente de León y lávelas bien (asegúrese de que provienen de una zona que no es frecuentada por animales domésticos por una cuestión básica de higiene), proceda como con cualquier otra verdura de hoja para ensalada. Puede cortarlas en trozos con los dedos o en tiras más delgadas como suele hacerse al preparar una ensalada de radicheta. Cuando esté por servirla alíñela con aceite de oliva, jugo de limón y ajo picado, agregue sal a gusto, o con los condimentos que usted prefiera. Después decore con las lígulas de las flores de dos o tres inflorescencias (esto depende de la cantidad de ensalada que prepare). También queda muy rica, según los gustos personales, mezclándola con hojas de berro.
    Excelente para acompañar carnes asadas o un sencillo bife o churrasco a la plancha, ni qué decir de unas ruedas de espinazo de cordero o capón al disco en el hogar de la casa o la cabaña. Un consejo… nunca cuente antes de la comida qué es lo que está sirviendo, por eso de los prejuicios ¿vió?


    Receta de vino de diente de león

    Ingredientes principales

    2 litros de agua
    Flores de diente de león
    Piel de limón mondada
    1 cucharada de raíz de jengibre machacada
    600 g. de azúcar
    Piel de una naranja mondada
    Pasos para elaborar el vino de diente de limón

    1. Pon a hervir el agua con las flores.
    2. Una vez hierva, apágalo y dejalo en reposo.
    3. Ahora en una olla grande, añade la piel de limón y la de naranja, el jengibre y el agua hervida con las floras, y vuelve a hervir de nuevo, en este caso durante media hora.
    4. Agrega ahora el azúcar.
    5. Apaga el fuego y cubre con un trapo, para dejarlo fermentar durante dos días.

    Finalmente cuela y guarda en una botella de vidrio durante un mes aproximadamente. Bebe luego y sirve al gusto.


    Del maravilloso y poético libro "El vino del estío" de Ray Bradbury, que en su título original es más preciso : "Dandelion wine" (Vino de diente de león)


    El pueblo, luego, más tarde...
    Y otra cosecha.
    El abuelo de pie en el amplio porche, como un capitán que otea la calma vasta e inmóvil de
    una estación muerta. Interrogaba el viento, y el cielo inalcanzable, y el césped desde donde
    Douglas y Tom lo interrogaban a él.
    — Abuelo, ¿están listas? ¿Ya?
    El abuelo se pellizcó la barbilla.
    — Quinientas, mil, dos mil, por lo menos. Si, sí, una provisión excelente, recójanlas con
    rapidez, recójanlas todas. ¡Diez centavos por cada saco llevado a la prensa!
    ¡Oh!
    Los muchachos se inclinaron, sonriendo. Recogieron las flores doradas. Las flores que
    inundaban el mundo, llevaban el campo a las calles de ladrillos, llamaban suavemente a las
    ventanas de los sótanos, y se movían difundiendo el resplandor y el centelleo del sol
    fundido.
    — Todos los años -dijo el abuelo-, crecen a tontas y a locas; las dejo. Orgullosas como
    leones en un corral, Míralas, y te harán un agujero en la retina. Una flor común, una maleza
    que nadie ve, sí. Pero para nosotros algo noble, el diente de león.
    Así, cuidadosamente cortados, en sacos, llevaron abajo los dientes de león. El sótano oscuro
    se iluminó con su llegada. La prensa del vino esperaba, abierta y fría. Cayó una ola de
    flores, y la prensa apretó la cosecha.
    — Un poco más... así...
    La marea de oro, la esencia de ese hermoso y delicado mes, que salía ahora por la abertura
    inferior, corrió a las tinajas, a desprenderse de sus fermentos, encerrarse en las batidoras, y
    alinearse en centelleantes botellas a la sombra del sótano.

    El vino de diente de león.
    Las palabras sabían a verano. El vino era verano encerrado y taponado. Y ahora que Douglas sabía, realmente sabía, que estaba vivo, y se movía en el mundo para verlo y tocarlo, convenía que algo de este nuevo conocimiento, algo de este especial día de vendimia, fuera apartado y sellado, y abierto luego un día de enero, cuando nevara rápidamente y el sol estuviese oculto desde semanas o meses atrás, y el milagro, en parte olvidado, necesitara renovarse. Sería aquel un verano de insospechables maravillas, y Douglas quería que lo conservaran y ordeñaran.
    En cualquier momento bajaría de puntillas a ese húmedo crepúsculo y acercaría las puntas de los dedos.
    Y allí, hilera sobre hilera, con el color suave de las flores que se abren a la mañana, con la luz del sol de junio tras una débil película de polvo, estaría el vino.
    Y al mirar el día invernal a través de la botella... la nieve se fundiría en pastos, en los árboles vivirían otra vez pájaros, y hojas, y capullos, como un continente de mariposas que se alzara al viento. Y el cielo gris acerado volvería a ser azul.
    Ten el estío en la mano, sírvete un poco de estío, un vasito nada más por supuesto, un sorbito para niños; cambia la estación en tus venas llevándote el vaso a los labios y empinando el estío.
    — Listo. Ahora, ¡el barril de lluvia!
    Nada podía reemplazar esas aguas puras, convocadas en lagos lejanos y dulces campos de hierbas cubiertas de rocío en la mañana temprana. Aguas alzadas al cielo, llevadas como ropa lavada a lo largo de mil kilómetros, cepilladas con el viento, electrificadas con altos voltajes, y condensadas en un aire frío. Aguas que caen en lluvias, y traen el cielo en sus cristales.
    Con algo del viento del este y del oeste, y del viento del norte y el sur, el agua se hace lluvia, y la lluvia, en la hora de los ritos, se hace vino.
    Douglas corrió con el cucharón. Lo hundió en el tonel de agua de lluvia.
    — ¡Allá vamos!
    El agua era seda en la cuchara; seda clara, débilmente azul. Dulcificaba los labios, la garganta, el corazón. Había que llevarla en cucharones y baldes al sótano, y allí se volcaría en avenidas, en corrientes montañosas, sobre la florida cosecha.
    Hasta la abuela, cuando nieve girase en rápidos torbellinos, mareando el mundo, cegando ventanas, robando el aliento a las bocas jadeantes... hasta la abuela, un día de febrero,desaparecería en el sótano.
    Arriba, en la casa grande, habría toses, estornudos, ronqueras, gemidos, fiebres infantiles, gargantas rojas como carne cruda, narices como cerezas en conserva, microbios en todas partes.
    Entonces, saliendo del sótano como una diosa de junio, la abuela vendría, con algo oculto pero obvio bajo el chal tejido. Lo llevaría a las miserables habitaciones de abajo y arriba, y su aroma y claridad llenarían las copas, y se bebería de un trago. Las medicinas de otro tiempo, el sol balsámico de las ociosas tardes de agosto, el débil ruido de los carros de hielo por las calles de ladrillo, el susurro de los plateados cohetes, y las fuentes de las cortadoras
    de césped sobre países de hormigas, todo, todo en un vaso.
    Sí, hasta la abuela escaparía al sótano del invierno para una aventura de junio. Se quedaría allá abajo, sola y callada, como el abuelo, o el padre, o el tío Bert, o algún pensionista, y comulgaría con las últimas huellas de un tiempo de picnics y cálidas lluvias, y campos perfumados de trigo, el maíz nuevo y el heno de cabeza inclinada.
    Hasta la abuela repetiría y repetiría las palabras doradas y hermosas, como si estuviese diciéndolas en ese mismo momento, cuando las flores estaban aún en la prensa, como serían repetidas todos los años, todos los blancos inviernos del tiempo. Las diría y las diría, y serían en sus labios como una sonrisa, como un repentino rayo de sol en la sombra.
    El vino del estío. El vino del estío. El vino del estío.