El Cuenta Cuentos

Tema en 'Comunidad de Infojardín' comenzado por EvaPatry, 31/8/07.


  1. MamaAnna :beso: :beso: Ya está aquí la Navidad,no vamos a salir de la cocina :11risotada: :11risotada: Pero que agusto se hace :5-okey:

    Sonye :beso: :beso: Venga,haz horas extras cómo dice mamaAnna,y sube cuéntos

    Benemi :beso: :beso: Qué Civilización tán antígua pero que sábia cúltura y tán avánzada

    Evapatry :beso: :beso: Me alegro cariño qué estés de vuélta.Todo un clásico Charles Dickens :5-okey:

    Chipi-Chipi :beso: :beso: Venga oficinísta :happy: no pongas escusas y pon cuéntos.

    Vaya pillín qué estás echo,pobrecita Glória moviéndo corderitos cómo una pastora :meparto: :meparto: :meparto:


    Era la noche de Navidad. Un ángel se apareció a una familia rica y le dijo a la dueña de la casa:

    - Te traigo una buena noticia: esta noche el Señor Jesús vendrá a visitar tu casa.

    La señora quedó entusiasmada: Nunca había creído posible que en su casa sucediese este milagro. Trató de preparar una cena excelente para recibir a Jesús. Encargó pollos, conservas y vino importados.

    De repente sonó el timbre. Era una mujer mal vestida, de rostro sufrido, con el vientre hinchado por un embarazo muy adelantado.

    - Señora, ¿no tendría algún trabajo para darme?

    Estoy embarazada y tengo mucha necesidad del trabajo.

    - ¿Pero esta es hora de molestar? Vuelva otro día, respondió la dueña de la casa. Ahora estoy ocupada con la cena para una importante visita.

    Poco después, un hombre, sucio de grasa, llamó a la puerta.

    - Señora, mi camión se ha arruinado aquí en la esquina.

    ¿Por casualidad no tendría usted una caja de herramientas que me pueda prestar?

    La señora, ocupada como estaba limpiando los vasos de cristal y los platos de porcelana, se irritó mucho:

    - ¿Usted piensa que mi casa es un taller mecánico? ¿Dónde se ha visto importunar a la gente así?

    Por favor, no ensucie mi entrada con esos pies inmundos.

    La anfitriona siguió preparando la cena: abrió latas de caviar, puso champán en el refrigerador, escogió de la bodega los mejores vinos, preparó unos cócteles.

    Mientras tanto alguien afuera batió las palmas. Será que ahora llega Jesús, pensó ella emocionada y con el corazón acelerado fue a abrir la puerta. Pero no era Jesús.

    Era un niño harapiento de la calle.

    - Señora, déme un plato de comida.

    - ¿Cómo te voy a dar comida si todavía no hemos cenado? Vuelve mañana, porque esta noche estoy muy atareada.

    Al final, la cena estaba ya lista. Toda la familia emocionada esperaba la ilustre visita.

    Sin embargo, pasaban las horas y Jesús no parecía. Cansados de esperar empezaron a tomar los cócteles, que al poco tiempo comenzaron a hacer efecto en los estómagos vacíos y el sueño hizo olvidar los pollos y los platos preparados.

    A la mañana siguiente, al despertar, la señora se encontró, con gran espanto frente a un ángel.

    - ¿Un ángel puede mentir? Gritó ella. Lo preparé todo con esmero, aguardé toda la noche y Jesús no apareció. ¿Por qué me hizo esta broma?

    - No fui yo quien mentí, fue usted la que no tuvo ojos para ver, dijo el ángel.

    Jesús estuvo aquí tres veces, en la persona de la mujer embarazada, en la persona del camionero y en el niño hambriento.

    Pero usted no fue capaz de reconocerlo y de acogerlo
     
  2. mamaAnna80

    mamaAnna80 Hoy puede ser un gran dia

    Preciosa lección CHAGALL :beso: Me alegro de verte más animada :5-okey: :5-okey:

    CHIPI :beso: en el hilo de "Preparándonos para la Navidad: Manualidades, decoración, villancicos, ideas... " se están poniendo cosas muy bonitas de Navidad y ya hay algún árbol, y algún "nacimiento", "pesebre" o "belén" (que las tres cosas son lo mismo).
    Aquí en Catalunya, el coger musmo está penalizado, se considera una especie en peligro de extinción, y el "boix grèvol" también, ahora no me acuerdo cómo se llama en castellano, pero te pongo una foto, entonces el musgo lo compramos artificial que, aunque no me gusta mucho, menos me gusta ir al bosque y cada vez ver menos de esa planta. Seguro que en tu zona hay mucho y por eso os dejan cogerlo, ¡que suerte que teneis!! :beso:

    boix grèvol
    [​IMG]

    EVAPATRY, hola otra vez :eyey: ya te echábamos de menos :beso: precioso el cuento de "El espectro de Marley", lo leí hace bastantes años.

    BENEMI "la mitológica" :11risotada: :11risotada: también me gusta la mitología, pero me va por temporadas. :beso:


    El conejito burlón

    Vivía en el bosque verde un conejito dulce, tierno y esponjoso. Siempre que veía algún animal del bosque, se burlaba de él. Un día estabada sentado a la sombra de un árbol, cuando se le acercó una ardilla.

    - Hola señor conejo.

    Y el conejo mirando hacia él le sacó la lengua y salió corriendo. Que maleducado, pensó la ardilla. De camino a su madriguera, se encontró con una cervatillo, que también quiso saludarle:
    - Buenos días señor conejo; y de nuevo el conejo sacó su lengua al cervatillo y se fue corriendo. Así una y otra vez a todos los animales del bosque que se iba encontrando en su camino.

    Un dia todos los animales decidieron darle un buena lección, y se pusieron de acuerdo para que cuando alguno de ellos viera al conejo, no le saludara. Harían como sino le vieran. Y así ocurrió.
    En los días siguientes todo el mundo ignoró al conejo. Nadie hablaba con él ni le saludaba. Un dia organizando una fiesta todos los animales del bosque, el conejo pudo escuchar el lugar donde se iba a celebrar y pensó en ir, aunque no le hubiesen invitado.

    Aquella tarde cuando todos los animales se divertían, apareció el conejo en medio de la fiesta. Todo hicieron como sino le veían. El conejo abrumado ante la falta de atención de sus compañeros decidió marcharse con las orejas bajas. Los animales, dandóles pena del pobre conejo, decidieron irle a buscar a su madriguera e invitarle a la fiesta. No sin antes hacerle prometer que nunca más haría burla a ninguno de los animales del bosque.
    El conejo muy contento, prometió no burlarse nunca más de sus amigos del bosque, y todos se divirtieron mucho en la fiesta y vivieron muy felices para siempre.

    FIN
     
  3. chipi-chipi

    chipi-chipi Donax denticulatus

    hola :happy:

    un saludo a todos :happy:

    subo el ilo :5-okey:
     
  4. benemi

    benemi ...mar adentro

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    SÉ COMO UN MUERTO


    Era un venerable maestro. En sus ojos había un reconfortante destello de paz permanente. Sólo tenía un discípulo, al que paulatinamente iba impartiendo la enseñanza mística. El cielo se había teñido de una hermosa tonalidad de naranja-oro, cuando el maestro se dirigió al discípulo y le ordenó:

    --Querido mío, mi muy querido, acércate al cementerio y, una vez allí, con toda la fuerza de tus pulmones, comienza a gritar toda clase de halagos a los muertos.

    El discípulo caminó hasta un cementerio cercano. El silencio era sobrecogedor. Quebró la apacible atmósfera del lugar gritando toda clase de elogios a los muertos. Después regresó junto a su maestro.

    --¿Qué te respondieron los muertos? -preguntó el maestro.

    --Nada dijeron.

    --En ese caso, mi muy querido amigo, vuelve al cementerio y lanza toda suerte de insultos a los muertos.

    El discípulo regresó hasta el silente cementerio. A pleno pulmón, comenzó a soltar toda clase de improperios contra los muertos. Después de unos minutos, volvió junto al maestro, que le preguntó al instante:

    --¿Qué te han respondido los muertos?

    --De nuevo nada dijeron -repuso el discípulo.

    Y el maestro concluyó:

    --Así debes ser tú: indiferente, como un muerto, a los halagos y a los insultos de los otros.



    *El Maestro dice: Quien hoy te halaga, mañana te puede insultar y quien hoy te insulta, mañana te puede halagar. No seas como una hoja a merced del viento de los halagos e insultos. Permanece en ti mismo más allá de unos y de otros.
     
  5. benemi

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    DE INSTANTE EN INSTANTE


    Era un yogui muy anciano. Ni siquiera él mismo recordaba sus años, pero había mantenido la consciencia clara como un diamante, aunque su rostro estaba apergaminado y su cuerpo se había tornado frágil como el de un pajarillo. Al despuntar el día se hallaba efectuando sus abluciones en las frescas aguas del río. Entonces llegaron hasta él algunos aspirantes espirituales y le preguntaron qué debían hacer para adiestrarse en la verdad. El anciano los miró con infinito amor y, tras unos segundos de silencio pleno, dijo:

    --Yo me aplico del siguiente modo: Cuando como, como; cuando duermo, duermo; cuando hago mis abluciones, hago mis abluciones, y cuando muero, muero.

    Y al concluir sus palabras, se murió, abandonando junto a la orilla del río su decrépito cuerpo.


    *El Maestro dice: La verdad no es una abstracción ni un concepto. Cuando la actitud es la correcta, la verdad se cultiva aquí y ahora, de instante en instante.
     
  6. benemi

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    ¿Y QUIÉN TE ATA?



    Angustiado, el discípulo acudió a su instructor espiritual y le preguntó:

    --¿Cómo puedo liberarme, maestro?

    El instructor contestó:

    --Amigo mío, ¿y quién te ata?



    *El Maestro dice: La mente es amiga o enemiga. Aprende a subyugarla?
     
  7. EvaPatry

    EvaPatry

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    Ya es jueves otra vez... Aquí va el capítulo 2.

    Cuento de Navidad
    de Charles Dickens

    [FONT=verdana, Arial, Helvetica]II- El primero de los tres Espíritus[/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica]
    [/FONT]​
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica][/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica] Cuando Scrooge despertó, había tanta obscuridad que, al mirar desde la cama. apenas podía distinguir la transparente ventana de las opacas paredes del dormitorio. Hallábase haciendo esfuerzos para atravesar la obscuridad con sus ojos de hurón. cuando el. reloj de la iglesia vecina dio cuatro campanadas que significaban otros tantos cuartos. Entonces escuchó para saber la hora. [/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT][FONT=verdana, Arial, Helvetica] Con gran admiración suya, la pesada campana pasó de seis campanadas a siete. y de siete a ocho y así sucesivamente. hasta doce; y se detuvo. ¡Las doce! Eran más de las dos cuando se acostó. El reloj andaba mal. Algún pedazo de hielo debía haberse introducido en la máquina. ¡Las doce![/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica] Tocó el resorte de su reloj de repetición para rectificar aquella hora equivocada. Su rápida pulsación sonó doce veces, y se detuvo. [/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT][FONT=verdana, Arial, Helvetica]-¡Vaya -dijo Scrooge-, no es posible que yo haya dormido un día entero y aun parte de otra noche! A no ser que haya ocurrido algo al sol y que a las doce de la noche sean las doce del día.[/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica] Como la idea era alarmante. se arrojó del lecho y a tientas dirigióse a la ventana. Tuvo necesidad de frotar el vidrio con la manga de la bata para quitar la escarcha y conseguir ver algo, aunque pudo ver muy poco. Todo lo que pudo distinguir fue que aun había espesísima niebla, que hacía un frío exagerado y que no se percibía el ruido de la gente yendo y viniendo en continua agitación, como si la noche, ahuyentando al luciente día, se hubiera posesionado del mundo. Esto fue para él gran alivio, porque si todo era noche, ¿qué valor tenían las palabras: "A tres días vista esta primera de cambio, pagaréis a Mr. Ebenezer Scrooge o a su orden", etc., puesto que no había días que contar? [/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT][FONT=verdana, Arial, Helvetica] Scrooge se acostó de nuevo, y pensó, y pensó, y pensó en ello repetidamente, y no pudo sacar nada en limpio. Cuanto más pensaba, sentíase más perplejo: y cuanto más se esforzaba para no pensar, más pensaba.[/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica] El Espectro de Marley le molestaba de modo extraordinario. Cuantas veces intentaba convencerse, después de reflexionar, de que todo era un sueño, su imaginación volvía, como un resorte que se deja de oprimir, a su primera posición. y le presentaba el mismo problema que resolver: ¿era un sueño o no? [/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT][FONT=verdana, Arial, Helvetica] Permaneció Scrooge en este estado hasta que la campana dio tres cuartos; y entonces recordó, estremeciéndose, que el Espectro le había anunciado una visita para cuando la campana diese la una. Determinó estar despierto hasta que pasara la hora: y considerando que le era más difícil dormir que alcanzar el cielo, quizás era ésta la más prudente determinación que podía tomar.[/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica] Los quince minutos eran tan largos, que más de una vez pensó que se había adormecido sin darse cuenta y por ello no había oído el reloj. Por fin resonó en su atento oído. [/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT][FONT=verdana, Arial, Helvetica]¡Tin, tan![/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica] -Y cuarto -dijo Scrooge, contando. ¡Tin, tan! [/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT][FONT=verdana, Arial, Helvetica]-Y media -dijo Scrooge. ¡Tin, tan![/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica] -Menos cuarto -dijo Scrooge. ¡Tin, tan! . [/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT][FONT=verdana, Arial, Helvetica]-¡La hora señalada -dijo Scrooge, triunfalmente- y sin novedad![/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica] Habló antes de que sonase la campana de las horas, lo cual hizo dando una profunda, pesada, hueca,. melancólica. La luz inundó el dormitorio al instante y se descorrieron las cortinas del lecho. [/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT][FONT=verdana, Arial, Helvetica] Fueron descorridas las cortinas del lecho, os digo, por una mano invisible. No las cortinas que tenía a los pies ni las cortinas que tenía a la espalda, sino las que tenía delante de la cara. Las cortinas del lecho se descorrieron, y Scrooge, sobresaltándose, medio se incorporó y hallóse frente a frente del sobrenatural visitante al que daban paso: tan cerca de él como yo lo estoy de vosotros, y yo me encuentro espiritualmente junto a vuestro codo.[/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica] Era una figura extraña..., como un niño; aunque, más que un niño, parecía un anciano, visto a través de un medio sobrenatural, que le daba la apariencia de haberse alejado de la vista y disminuido hasta las proporciones de un niño. Su cabello, que le colgaba alrededor del cuello y por la espalda, era blanco como el de los ancianos: pero la cara no tenía ni una arruga, y la piel era delicadísima. Los brazos eran muy largos y musculosos, y lo mismo las manos, como si fueran extraordinariamente fuertes. Las piernas y los pies. que eran perfectos, los llevaba desnudos, como los miembros superiores. Vestía una túnica del blanco más puro y le ceñía la cintura una luciente faja de hermoso brillo. Empuñaba una rama fresca de verde acebo y, contrastando singularmente con este emblema del invierno, llevaba el vestido salpicado de flores estivales. Pero lo más extraño de él era que de lo alto de su cabeza brotaba un surtidor de brillante luz clara, que todo lo hacía visible; y para ciertos momentos en que no fuese oportuno hacer uso de él, llevaba un gran apagador en forma de gorro, que entonces tenía bajo el brazo. [/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT][FONT=verdana, Arial, Helvetica] Y aun esto no le pareció a Scrooge, al mirarle con creciente curiosidad, su cualidad más extraña, sino que su cinturón brillaba lanzando destellos tan pronto en una parte como en otra. y lo que un instante era luz, se hacía de pronto obscuridad, y así la figura misma fluctuaba en su claridad, siendo ora una cosa con un brazo, ora con una pierna, ora con veinte piernas, ora dos piernas sin cabeza, ora una cabeza sin cuerpo, y de las partes que se desvanecían, ningún perfil podía distinguirse en medio de la densa obscuridad en que se fundían, y después de tal maravilla, volvía a ser él mismo, con toda la claridad anterior.[/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica] -¿Sois, señor, el Espíritu cuya venida me han predicho? -preguntó Scrooge. [/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT][FONT=verdana, Arial, Helvetica]-Lo soy.[/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica] La voz era suave y dulce, pero extraordinariamente baja, como si en vez de estar tan cerca de él, se hallase a gran distancia. [/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT][FONT=verdana, Arial, Helvetica]-¿Quién sois, pues?[/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica] -Soy el Espectro de la Navidad Pasada. -¿Pasada hace mucho? -inquirió Scrooge, al observar su estatura de enano. [/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT][FONT=verdana, Arial, Helvetica]-No. La que acabáis de pasar.[/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica] Quizás Scrooge no habría podido decir por qué, si alguien hubiera podido preguntarle, pero sintió un deseo especial de ver al Espíritu con el gorro, y le suplicó que se cubriese. [/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT][FONT=verdana, Arial, Helvetica]-¡Cómo! -exclamó el Espectro-. ¿Tan pronto queréis apagar. con manos humanas, la luz que doy?. ¿No es bastante que seáis uno de aquellos cuyas pasiones hacen este gorro y que me obligan, a través de años y años, sin interrupción, a llevarlo sobre mi frente?[/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica] Scrooge negó respetuosamente toda intención de ofender y dijo que no tenía conocimiento de haber, a sabiendas, contribuido a confeccionar el sombrero del Espíritu en ninguna época de su vida. Después se atrevió a preguntar qué asunto le traía. [/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT][FONT=verdana, Arial, Helvetica]-Vuestro bienestar -dijo el Espectro.[/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica] Scrooge mostróse muy agradecido, pero no pudo menos de pensar que una noche de continuado reposo habría sido más conducente a aquel fin. El Espíritu debió de oír su pensamiento, porque inmediatamente dijo: [/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT][FONT=verdana, Arial, Helvetica]-Reclamáis, pues. ¡Preparaos![/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica] Y al hablar extendió su potente mano y le cogió nuevamente por el brazo. . [/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT][FONT=verdana, Arial, Helvetica]-Levantaos y venid conmigo.[/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica] Habría sido inútil para Scrooge. hacerle ver que el tiempo y la hora no eran a propósito para pasear a pie; que el lecho estaba caliente y el termómetro marcaba muchos grados bajo cero; que estaba muy ligeramente vestido con las zapatillas, la bata y el gorro de dormir, y que padecía un resfriado. El puño, aunque suave como una mano femenina, no se podía resistir. Se levantó, pero advirtiendo que el Espíritu se dirigía hacia la ventana, le asió de la vestidura suplicándole: [/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT][FONT=verdana, Arial, Helvetica]-Soy mortal y puedo caerme.[/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica] -Os tocaré con mi mano aquí -dijo el Espíritu, poniéndosela sobre el corazón- y podréis sosteneros. [/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT][FONT=verdana, Arial, Helvetica] Al pronunciar tales palabras, pasaron a través del: muro y se encontraron en un amplio camino, con campos a un lado y a otro. La ciudad habíase desvanecido por completo. La obscuridad y la bruma se habían desvanecido con ella, pues hacía un claro y frío día de invierno y el suelo se hallaba cubierto de nieve.[/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica] -¡Dios mío! -dijo Scrooge, cruzando las manos y mirando a su alrededor-. En este sitio me crié. Aquí transcurrió mi infancia. [/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT][FONT=verdana, Arial, Helvetica] El Espíritu le miró con benevolencia. Su dulce tacto, aunque había sido leve e instantáneo, se hacía sentir todavía en la sensibilidad del anciano. Notaba que mil aromas que flotaban en el aire guardaban relación con mil pensamientos, y esperanzas, y alegrías, y cuidados, por espacio de mucho, mucho tiempo olvidados.[/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica] -Os tiemblan los labios -dijo el Espectro-. ¿Y qué es eso que tenéis en la mejilla? [/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT][FONT=verdana, Arial, Helvetica]Scrooge balbuceó, con inusitado desfallecimiento en la voz, que era un grano, y dijo al Espectro que lo condujese donde quisiera.[/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica] -¿Recordáis el camino? -preguntó el Espíritu. -¿Recordarlo? -gritó Scrooge, con vehemencia-. Lo recorrería con los ojos cerrados. [/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT][FONT=verdana, Arial, Helvetica]-Es extraño que no lo hayáis olvidado durante tantos años -hizo observar el Espectro-. Sigamos adelante.[/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica] . Siguieron a lo largo del camino. Scrooge reconocía las entradas de las casas, los postes, los árboles, hasta el pueblecito, que aparecía a lo lejos, con su puente, su iglesia y su ondulante río. Veíanse algunos afelpados caballitos que trotaban montados por muchachos, quienes llamaban a otros chiquillos que iban en tílburis y en carros del país, guiados por agricultores. Todos aquellos muchachos iban muy alegres y se aclamaban mutuamente, hasta que los campos estuvieron tan llenos de armonioso júbilo, que el aire reía al oírlo. [/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT][FONT=verdana, Arial, Helvetica]-No son más que sombras de las cosas pasadas-dijo el Espectro-. No se dan cuenta de nosotros. Los alegres viajeros se acercaban, y conforme fueron llegando, Scrooge los conocía y nombraba a cada uno. ¿Por qué se alegró extraordinariamente al verlos? ¿Por qué sus fríos ojos resplandecieron y su corazón brincó al verlos pasar? ¿Por qué se sintió lleno de alegría cuando los oyó desearse mutuamente felices Pascuas al separarse en los atajos y en los cruces, para marchar a sus respectivas casas? ¿Qué era la Navidad para Scrooge? !Nada de Navidad! ¿Qué bien le había hecho a él?[/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica] -La escuela no está completamente desierta -dijo el Espectro-. Queda en ella todavía un niño solitario, abandonado por sus amigos. [/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT][FONT=verdana, Arial, Helvetica]Scrooge dijo que le conocía. Y sollozó.[/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica] Dejaron el camino real, entrando en una conocida calleja, y pronto llegaron a una casa de toscos ladrillos rojos, con una cupulita coronada por una veleta, y de cuyo tejado colgaba una campana. Era una casa amplia, pero venida a menos, pues las. espaciosas dependencias se usaban poco, sus paredes estaban húmedas y mohosas, sus ventanas rotas y sus puertas podridas. Las gallinas cloqueaban y se pavoneaban en las cuadras y las cocheras, y los cobertizos se hallaban asolados por las hierbas. Ni había en el interior más huellas de su antiguo estado; pues, al entrar en el sombrío zaguán, y al mirar a través de las francas puertas de muchas habitaciones, se las veía pobremente amuebladas, frías y solitarias. Había en el aire un sabor terroso, una heladora desnudez, que hacía pensar que los que habitaban aquel lugar se levantaban antes de romper el día y no tenían qué comer. [/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT][FONT=verdana, Arial, Helvetica]Atravesaron el Espectro y Scrooge la sala y dirigiéronse a una puerta de la parte trasera de la casa. Mostrábase abierta ante ellos y descubría una habitación larga; desnuda y melancólica, a cuya desnudez contribuían hileras de bancos y mesas, en una de las cuales se hallaba un niño solitario, leyendo cerca de un poco de lumbre: Scrooge se sentó en un banco y lloró al verse retratado en aquel niño, olvidado, abandonado, como acostumbró a verse en su infancia.[/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica] Ni un eco latente en la casa, ni un chillido o un rumor de pelea entre los ratones detrás del entrepaño, ni la caída de una gota de agua de la medio deshelada cañería, ni un suspiro entre las ramas sin hojas de un álamo mustio, ni la ociosa oscilación de la puerta de un almacén vacío, ni un chasquido de la lumbre, que al caer sobre el corazón de Scrooge con suavizadora influencia, dieran libre paso a sus lágrimas. [/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT][FONT=verdana, Arial, Helvetica]El Espíritu le tocó en un brazo y señaló hacia su imagen infantil atenta a la lectura. De repente apareció en la ventana, por la parte de afuera, un hombre vestido con traje extranjero, al que se distinguía con admirable exactitud; llevaba un hacha en el cinto y conducía del ronzal un asno cargado de leña.[/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica] -¡Sí es Alí Babá! ---exclamó Scrooge, extasiado-. ¡Es mi querido Alí Babá! Sí, sí, le conozco. Una vez, por Navidad, cuando todos abandonaron al solitario niño, él vino por primera vez. exactamente como ahora le vemos. ¡Pobre muchacho! Y Valentín -continuó Scrooge-, y su hermano Orson, ¡ahí van! ¿Y cómo se llama aquel a quien dejaron dormido, casi desnudo, a la puerta de Damasco? ¿No le veis? Y el paje del Sultán. a quien el Genio hace dar vueltas en el aire. ¡Ahora está cabeza abajó! ¡Muy bien! ¡Dadle lo que merece! ¡Me alegro! ¿Qué necesidad tenía de casarse con la princesa? [/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT][FONT=verdana, Arial, Helvetica]Verdaderamente, habría producido sorpresa a sus amigos de la Cíty oír a Scrooge dedicar toda la solicitud de su naturaleza a aquellos recuerdos, en una voz de lo más extraordinario, entre risas y gritos. y ver su rostro alegre y animado.[/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica] - Ahí está el Loro! -gritó-. Verde el cuerpo y la cola amarilla, con una cosa como una lechuga en la parte superior de la cabeza; ahí está. "Pobre Robinsón Crusoe", le decía cuando volvió a su casa, después de navegar alrededor de la isla. "Pobre Robinsón Crusoe, ¿dónde habéis estado, Robinsón Crusoe?". El hombre creía soñar, pero no soñaba. Era el Loro, ya lo sabéis. Por ahí va Viernes, corriendo hacía la ensenada para salvar la vida. ¡Hala, hala! [/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT][FONT=verdana, Arial, Helvetica]Después, con una rapidez de transición muy extraña en su carácter habitual, dijo lleno de piedad por la imagen de sí mismo: "¡Pobre muchacho!", y volvió a llorar.[/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica] -Quisiera... -murmuró, llevándose la mano al bolsillo y mirando a su alrededor, después de enjugarse los ojos con la manga-; pero es demasiado tarde. [/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT][FONT=verdana, Arial, Helvetica]-¿De qué se trata? -preguntó el Espíritu. -De nada -dijo Scrooge-. De nada. Había a mi puerta. la noche última. un muchacho cantando una canción de Navidad. y me agradaría haberle dado alguna cosa: eso es todo.[/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica] El Espectro sonrió pensativamente y ,agitó una mano, al mismo tiempo que decía: [/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT][FONT=verdana, Arial, Helvetica]-Veamos otra Navidad.[/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica] A estas palabras, la figura infantil de Scrooge creció y la habitación se hizo algo más obscura y más sucia. Se contrajeron los entrepaños, se agrietaron las ventanas, desprendiéronse del techo fragmentos de yeso y en su lugar aparecieron las vigas desnudas; pero Scrooge no supo acerca de cómo ocurrió todo esto más de lo que vosotros sabéis. Solamente supo que todo había ocurrido así, sin violencia, que él se hallaba allí, otra vez solitario, pues todos los demás muchachos habíanse marchado a sus casas para celebrar aquellos alegres días de fiesta. [/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT][FONT=verdana, Arial, Helvetica]Ahora no estaba leyendo. sino paseando arriba y abajo desesperadamente. Scrooge miró al Espectro y, moviendo tristemente la cabeza, lanzó una ojeada ansiosa hacia la puerta.[/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica] Esta se abrió, y una niña pequeña. mucho más joven que el muchacho, precipitóse dentro y, rodeándole el cuello con los brazos y besándole repetidas veces, se dirigió a él llamándole "hermano querido". [/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT][FONT=verdana, Arial, Helvetica]-He venido para llevarte a casa, hermano querido -dijo la niña, palmoteando e inclinándose a fuerza de reír-, ¡Para llevarte a casa, a casa, a casa![/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica] -¿A casa, pequeña? -replicó el muchacho. -¡Sí! -dijo la niña, rebosando alegría-. A casa, para que estés con nosotros siempre, siempre. Papá es mucho más cariñoso que nunca y nuestra casa se parece al cielo. Me habló tan dulcemente una noche cuando iba a acostarme, que no tuve miedo de pedirle una vez más que te permitiera volver a casa: me dijo que sí y me envió en un coche a buscarte. Tú serás un hombre -dijo la niña, abriendo mucho los ojos- y nunca volverás aquí; por lo pronto, vamos a estar juntos todos los días de Navidad y a pasar las horas más alegres del mundo. [/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT][FONT=verdana, Arial, Helvetica]-Eres ya una mujer, pequeña Fanny --exclamó el muchacho.[/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica] Palmoteó ella y se echó a reír, tratando de acariciarle la cabeza: pero como era muy pequeña y no alcanzaba, echóse a reír de nuevo y le abrazó; poníéndose en las puntas de los pies. Luego empezó a tirar de él, con afán ínfantil, hacía la puerta; y él, nada disgustado por ello, la acompañaba. [/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT][FONT=verdana, Arial, Helvetica]Una voz terrible gritó en el vestíbulo: "¡Bajad el baúl de master Scrooge'" y apareció el maestro de escuela, que miró ferozmente a Scrooge, con mirada de condescendencia, y le atontó a1 sacudirle por las manos. Luego los llevó a él y a su hermana a una escalofriante habitación que parecía un pozo. donde los mapas colgados de la pared y los globos celestes y terrestres, colocados en las ventanas, parecían cubiertos de cera, a causa del frío. Una vez allí, sacó una garrafa de vino que brillaba extrañamente y un trozo de macizó pastel y repartió estas golosinas entre los pequeños, al mismo tiempo que enviaba a un flaco criado a ofrecer un vaso de "algó"' al postillón, quien le respondió que se lo agradecía al caballero, pero que sí era del mismo barril que había bebido antes, prefería no beberlo. Como el baúl de master Scrooge estaba ya colocado en la parte más alta del coche, los niños se despidieron amablemente del maestro y, subiendo al coche, atravesaron alegremente el jardín: las ágiles ruedas despedían la escarcha y la nieve que llenaban las obscuras hojas de las siemprevivas.[/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica] -Siempre fue una criatura delicada, a quien el simple aliento puede marchitar -dijo el Espectro-; pero tenía un gran corazón. [/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT][FONT=verdana, Arial, Helvetica]-Sí que lo tenía -gritó Scrooge-. Tenéis razón. No se puede negar, Espíritu. ¡Dios me libre! -Murió siendo mujer -dijo el Espectro- y creo que tuvo hijos.[/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica] -Un niño -replicó Scrooge. [/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT][FONT=verdana, Arial, Helvetica]--Cierto -dijo el Espectro-. i Vuestro sobrino! Scrooge parecía intranquilo, y contestó brevemente:[/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica] -Sí. Aunque en aquel momento acababan de dejar la escuela tras sí. hallábanse entonces en las concurridas calles de una ciudad, donde fantásticos transeúntes iban y venían, donde fantásticos carros y coches pasaban por el camino y donde había todo el movimiento y todo el tumulto de una ciudad verdadera. Se comprendía perfectamente, por el aspecto de las tiendas, que otra vez era la época de Navidad:. pero era de noche y las calles estaban alumbradas. [/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT][FONT=verdana, Arial, Helvetica]El Espectro se detuvo a la puerta de Cierto almacén y preguntó a Scrooge si lo conocía. -¡Conocerlo! ---contestó el aludido-. Aquí fui aprendiz.[/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica] Entraron. A la vista de un anciano con una peluca de las usadas en el país de Gales. sentado tras un pupitre tan alto que si el caballero hubiera tenido dos pulgadas más de estatura habría tropezado con la cabeza en el techo. Scrooge gritó excitadísimo: [/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT][FONT=verdana, Arial, Helvetica]-¡Si es el anciano Fezziwig! ¡Bendito sea Dios! ¡Es Fezziwig, vuelto a la vida![/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica] El anciano Fezziwig dejó la pluma y miró el reloj, que marcaba las siete. Se frotó las manos, se ajustó el amplio chaleco, echóse a reír francamente, recorriéndole la risa todo el cuerpo, y gritó con una voz agradable, suave, y jovial: [/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT][FONT=verdana, Arial, Helvetica]-¡Ebenezer! ¡Dick![/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica] La imagen de Scrooge, que ya era un hombre joven; entró alegremente acompañada por la de otro aprendiz. [/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT][FONT=verdana, Arial, Helvetica]-¡Dick Wilkins, no hay duda! -dijo Scrooge al Espectro-. Sí, es él. Me tenía verdadero afecto. ¡Pobre Díck! ¡Cuánto le quería yo![/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica] -¡Vamos, muchachos! -dijo Fezziwig-. No se trabaja más esta noche. Es Nochebuena, Dick. Es Nochebuena. Ebenezer. Cerremos la tienda --gritó el anciano, dando una palmada. [/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT][FONT=verdana, Arial, Helvetica]No podéis imaginar cómo lo hicieron aquellos dos muchachos. Salieron a la calle cargados con las puertas -una, dos tres-, las colocaron en su sitio cuatro, cinco, seis-, pusieron las barras y las sujetaron -siete, ocho, nueve -y volvieron antes de que pudierais contar hasta doce, jadeantes, como caballos de carreras.[/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica] -¡A ver! -gritó el anciano, saltando del elevado pupitre, con admirable agilidad-. ¡A retirar todo, muchachos, para dejar libre la habitación! ¡Vamos, Dick! ¡Vamos, Ebenezer! [/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT][FONT=verdana, Arial, Helvetica]¡Retirar todo! Nada había que no quisieran retirar, ni nada que no pudiesen, bajo la mirada del anciano. Todo se hizo en un minuto. Todos los muebles desaparecieron como si fuesen retirados de la vida pública para siempre: se barrió y se regó el piso, encendiéronse las lámparas, amontonóse e1 combustible sobre el fuego, y el almacén se convirtió en un salón de baile cómodo, y caliente, y seco, y brillante, que desearíais ver en una noche de invierno.[/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica] Entró un violinista con un cuaderno de música y, encaramándose sobre el alto pupitre, hizo de él una orquesta y empezó a rascar el violín. Entró la señora Fezziwig, toda sonrisas. Entraron las tres señoritas Fezziwig, radiantes y adorables: Entraron los seis jóvenes cuyos corazones sufrían por ellas. Entraron todos los muchachos y muchachas empleados en la casa. Entró la doncella, con su primo el panadero. Entró la cocinera, con el lechero, particular amigo de su hermano. Entró el muchacho de al lado, de quien se sospechaba que su amo no le daba de comer lo suficiente, y que trataba de esconderse de las muchachas, menos de una a quien su ama había ya tirado de las orejas. Entraron todos uno tras otro; unos tímidos; otros atrevidos. Unos graciosos, otros incultos; unos activos, otros torpes; entraron todos, de un modo o de otro. y se formaron veinte parejas, cogidas de la mano y formando un corro. La mitad se adelanta y luego retrocede; éstos se balancean cadenciosamente, aquéllos acompañan el movimiento; después todos empiezan a dar vueltas en redondo varias veces, agrupándose, estrechándose, persiguiéndose unos a otros; la pareja de ancianos nunca está en su sitio; y las parejas jóvenes se apartan rápidamente cuando les han puesto en apuros; en fin, se rompe la cadena y los bailarines se encuentran sin pareja. Después de tan hermoso resultado, el viejo Fezziwig, dando una palmada para suspender el baile, gritó: "Muy bien", y el violinista metió el ardiente rostro en una olla de cerveza, especialmente preparada para ello. Pero cuando reapareció, desdeñando el reposo; instantáneamente empezó a tocar de nuevo, aunque aun no había bailarines, como si el otro violinista hubiera sido llevado a su casa, exhausto, sobre una contraventana, y éste fuera otro músico resuelto a vencerle o a morir. [/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT][FONT=verdana, Arial, Helvetica]Cuando el reloj dio las once, se terminó el baile. El señor y la señora de Fezziwig tomaron posiciones cada uno a un lado de la puerta, y dando apretones de manos a todos conforme iban saliendo, les deseaban felices Pascuas. Cuando todos se hubieron retirado, excepto los dos aprendices, hicieron lo mismo con ellos: y las alegres voces se extinguieron y los muchachos quedaron en sus lechos, que estaban debajo de un mostrador en la trastienda.[/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica] Durante todo este tiempo Scrooge había obrado como un hombre que no está en su sano juicio. Su corazón y su alma se hallaban en la escena, con su otro él. Lo reconocía todo, lo recordaba todo, gozaba de todo y sufría la más extraña agitación. Hasta el momento en que los brillantes rostros de su imagen y de Dick desaparecieron. no se acordó del Espectro, y entonces se dio cuenta de que estaba con la mirada fija en él, mientras la luz ardía sobre su cabeza con claridad deslumbradora. [/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT][FONT=verdana, Arial, Helvetica]-No merece la pena -dijo él Espectro- que estas simples gentes hagan tantas demostraciones de gratitud.[/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica] -¿Cómo? -respondió Scrooge. [/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT][FONT=verdana, Arial, Helvetica]El Espíritu le indicó que escuchase a los dos aprendices. cuyos corazones se deshacían en alabanza de Fezzíwíg; y cuando lo hubo hecho. dijo:[/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica] -¡Qué! ¿No es verdad? No ha gastado sino algunas libras de vuestra moneda terrena: tres o cuatro quizás. ¿Es eso tanto como para merecer esa alabanza? [/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT][FONT=verdana, Arial, Helvetica]-No es eso -dijo Scrooge, disgustado por la observación y hablando inconscientemente como su otro él. no como quien era en realidad-. No es eso, Espíritu. En su mano está hacernos dichosos o infelices, hacer que nuestra tarea sea leve o abrumadora. que sea un placer o una fatiga. ¿Decís que su poder estriba en palabras y miradas, en cosas tan leves e insignificantes que es imposible contarlas? ¿Y qué? La felicidad que nos proporciona es tan grande como si costase una fortuna.[/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica] Sintió la mirada del Espíritu, y se detuvo. [/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT][FONT=verdana, Arial, Helvetica] -¿Qué os pasa? -preguntó el Espectro.[/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica] -Nada de particular -dijo Scrooge. [/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT][FONT=verdana, Arial, Helvetica]-Yo creo que os pasa algo -insistió el Espectro.[/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica] -No -dijo Scrooge- No. Que me agradaría poder decir algunas palabras a mí dependiente precisamente ahora. Nada más. [/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT][FONT=verdana, Arial, Helvetica]Su imagen antigua apagó las lámparas al expresar él aquel deseo y Scrooge y el Espectro halláronse de nuevo uno al lado del otro al aire libre.[/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica] -Me queda muy poco tiempo -hizo observar el Espíritu-. ¡Apresuraos! [/FONT]

    ...
     
  8. EvaPatry

    EvaPatry

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    ...

    [FONT=verdana, Arial, Helvetica]Tal exclamación no iba dirigida a Scrooge ni a nadie que estuviera presente, pero produjo un efecto inmediato. De nuevo Scrooge contemplóse a sí mismo. Tenía más edad. Estaba en la primavera de la vida. Su cara no tenía las ásperas y rígidas apariencias de los últimos años: pero empezaba a mostrar las señales de la preocupación y de la avaricia. Había en sus ojos una movilidad ardiente, voraz, inquieta, que mostraba la pasión que había arraigado en él y donde haría sombra el árbol que empezaba a crecer.[/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica] No estaba solo, sino sentado junto a una hermosa joven vestida de luto, cuyos ojos hallábanse llenos de lágrimas, que lanzaban destellos a la luz que lanzaba el Espectro de la Navidad Pasada. [/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica]-Poco importa -decía ella dulcemente--. Para vos, muy poco. Me ha desplazado otro ídolo; pero si al venir puede alegraros y consolaros, como yo había procurado hacerlo, no tengo motivo de disgusto.[/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica] -¿Qué ídolo os ha desplazado? -preguntó él. [/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica]-Un ídolo de oro.[/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica] -He ahí la justicia del mundo -dijo Scrooge-. No hay en él nada tan abrumador como la pobreza, y nada se juzga en él con tanta severidad como la persecución de la riqueza. [/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica]-Tenéis demasiado temor a la opinión del mundo -contestó ella con dulzura-. Todas vuestras demás esperanzas se han confundido con la esperanza de poneros a cubierto de su sórdido reproche. Yo he visto desaparecer vuestras más nobles aspiraciones una por una, hasta que la pasión principal, .la Ganancia, os ha absorbido por completo. ¿No es cierto?[/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica] -¿Y qué? -replicó él-. Supongamos que me hubiese hecho tan prudente como todo eso; ¿y qué? Para vos yo he cambiado. [/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica]Ella meneó la cabeza. -¿He cambiado?[/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica] -Nuestro compromiso es antiguo. Lo contrajimos cuando ambos éramos pobres y nos sentíamos contentos de serlo, hasta que consiguiéramos aumentar nuestros bienes terrenales por medio de nuestro paciente trabajo. Habéis cambiado. Cuando. tal cosa ocurrió, erais otro hombre. [/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica]-Yo era un muchacho -dijo él con impaciencia.[/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica] -Vuestra propia conciencia os dice que no erais lo que sois -replicó ella-. Yo sí. Lo que prometía la felicidad cuando éramos uno en el corazón, es todo tristeza ahora que somos dos. No diré cuántas veces y cuán ardientemente he pensado en ello. Es suficiente que haya pensado en ello y que pueda devolveros la libertad. [/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica]-¿He buscado yo alguna vez esa libertad?[/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica] -Con palabras, no. Nunca. [/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica]-¿Pues con qué?[/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica] -Con vuestra naturaleza cambiada; con vuestro espíritu transformado; con la diferente atmósfera en que vivís; con vuestras nuevas esperanzas. Con todo lo que hizo mi amor de algún valor a vuestros ojos. Si nada de eso hubiera existido entre nosotros -dijo la muchacha, mirándole suavemente, pero con firmeza-. decidme: ¿seríaís capaz ahora de solicitarme y de conquistarme? iAh, no! [/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica]A pesar suyo, él pareció ceder a la justicia de tal suposición. Pero, haciendo un esfuerzo, dijo:[/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica] -No es ése vuestro pensamiento. [/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica]-Me causaría júbilo pensar de otro modo si pudiera --contestó ella-. ¿Dios lo sabe! Para convencerme de una verdad como ésa, yo sé cuán fuerte e irresistible tiene que ser. Pero sí fuerais libre hoy, mañana, al otro día, ¿puedo creer que elegiríais una muchacha pobre... vos, que en íntima confianza con ella sólo consideraríais la ganancia, o que, eligiéndola, si por un momento erais lo bastante falso para con vuestros principios al hacerlo así, no sé demasiado que vuestro pesar y vuestro arrepentimiento serían la indudable consecuencia? Lo sé. y os dejo en libertad. Con todo el corazón, pues en otro tiempo os amé, aunque el amor que os tenía haya desaparecido.[/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica] Intentó él hablar: pero ella, volviéndole la cara, continuó: [/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica]-Tal vez, la experiencia de lo pasado me hace suponerlo, esto os produzca aflicción. Dentro de poco, muy poco tiempo, ahuyentaréis todo recuerdo de ello, alegremente, como se ahuyenta el recuerdo de un sueño desagradable, del cual surge felizmente la alegría de lo que se encuentra al despertar. ¡Ojalá seáis feliz en la vida que habéis elegido![/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica] Y se marchó. [/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica]-¿Espíritu -dijo Scrooge-, no me mostréis más cosas! Llevadme a casa. ¿Por qué gozáis torturándome?[/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica] -¡Una sombra más! -exclamó el Espectro. [/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica] -¡No más! -gritó Scrooge--. ;No más! No quiero verla. ¡No me mostréis más cosas![/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica] Pero el inexorable Espectro le sujetó por ambos brazos y le obligó a presenciar lo que iba a ocurrir inmediatamente. [/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica]Se hallaban en otra escena y en otro lugar, no muy amplio ni muy hermoso, pero lleno de comodidad. Cerca de la lumbre propia del .invierno estaba sentada una hermosa muchacha, tan parecida a la anterior, que Scrooge creyó que era la misma, hasta que vio que era una hermosa matrona, sentada enfrente de su propia hija. El ruido en la habitación era verdaderamente tumultuoso, pues había allí tantos muchachos que Scrooge, en su estado de agitación mental, no pudo contarlos, y a diferencia del grupo celebrado en el poema, en vez de ser cuarenta niños silenciosos como si sólo hubiera uno, cada uno de ellos hacia tanto ruido como cuarenta. Las consecuencias eran de lo más ruidoso que se puede imaginar, pero nadie se preocupaba de ello; al contrario, la madre y la hija reían de muy buena gana y se divertían muchísimo con ello; y esta última, empezando pronto, a mezclarse en los juegos, fue hecha prisionera por los pequeños bandidos del modo más despiadado. ¡Qué no habría dado yo por ser uno de ellos! Aunque yo nunca habría sido tan grosero, de ninguna manera. Por todo el oro del mundo no habría yo estrujado sus hermosas trenzas, deshaciéndolas; y respecto de su precioso zapatito, no se lo habría quitado violentamente, así Díos me salve, aunque en ello me fuera la vida. En cuanto a medirle la cintura jugando, como aquellos atrevidos, no me hubiera atrevido a hacerlo, temiendo que en castigo me quedase con el brazo doblado para siempre, a fin de que no pudiera reincidir. Y habríame agradado sobremanera haber tocado sus labios; haberle preguntado algo para hacer que los abriese; haber contemplado las pestañas en sus ojos abatidos, sin producirle nunca rubor; haber dejado sueltas las ondas de cabello, del cual una sola pulgada sería un recuerdo inapreciable; en una palabra, habríame agradado, lo confieso, haber tenido el ágil atrevimiento de un niño, y, sin embargo, haber sido lo bastante hombre para apreciar el valor de tal condición.[/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica] Pero de pronto se oyó que llamaban a la puerta, e inmediatamente se produjo tal conmoción, que la matrona, con cara sonriente, se dirigió a abrir la puerta en medio de un grupo jubiloso y alegre que saludó ruidosamente al padre. que llegaba a casa precediendo a un hombre cargado de regalos y juguetes de Navidad. Entonces fueron las aclamaciones y la lucha y el ataque contra el portador indefenso; el asalto sirviéndose de las sillas a modo de escalas, para registrarle los bolsillos, despojarle de los paquetes envueltos en papel de estraza, agarrársele a la corbata, colgársele del cuello, darle golpes en la espalda y puntapiés en las piernas con irrefrenable entusiasmo. ¡Las exclamaciones de admiración y delicia con que era recibido el descubrimiento de cada envoltorio! ¡El terrible anuncio de que el más pequeño había sido sorprendido metíéndose en la boca una sartén de muñeca y era más que probable que se había tragado un pavo de juguete pegado en una peana de madera! ¡El inmenso alivio al saber que sólo era una falsa alarma! ¡La alegría, y la gratitud, y el entusiasmo eran igualmente indescriptibles! Poco a poco. los niños con sus emociones salieron del salón y fueron subiendo por una escalera hasta la parte más alta de la casa, donde se acostaron, y renació la calma. [/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica]Entonces Scrooge fijó su atención más atentamente que nunca, cuando el amo de la casa, con su hija cariñosamente apoyada en él, se sentó con ella y junto a su madre, al lado del fuego; y cuando pensó que una criatura como aquélla, tan graciosa y tan llena de promesas, podía haberle llamado padre, convirtiendo en alegría el hosco invierno de su vida, se le nublaron los ojos de lágrimas.[/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica] -Hermosa mía -dijo el marido, volviéndose hacia su esposa sonriendo-, esta tarde he visto a un antiguo amigo tuyo. [/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica]-¿A quién?[/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica] -A ver si lo aciertas. [/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica]-¿Cómo puedo acertarlo? No lo sé -añadió riendo, a la vez que reía él-. El señor Scrooge.[/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica] -El mismo. Pasé junto a la ventana de su despacho: y como no estaba cerrado aún y tenía una luz en el interior, no pude menos de verle. He oído que su socio hállase a las puertas de la muerte y ahora él se encuentra solo. Completamente solo en el mundo, supongo. [/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica]-¡Espíritu -dijo Scrooge, con la voz destrozada-, sacadme de este sitio![/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica] -Ya os dije que éstas eran sombras de las cosas que han sido -dijo el Espectro-. Si ellas son lo que son, no tenéis por qué censurarme. [/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica]-¡Llevadme de aquí! --exclamó Scrooge-. ¡No puedo resistirlo![/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica] Volvióse hacia el Espectro, y al ver que le miraba con una cara en la cual aparecían de modo extraordinario fragmentos de todas las caras que le había mostrado, se arrojó sobre él. [/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica]-¡Dejadme! ¡Restituidme a mi casa! ¡No me atormentéis más![/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica] En la lucha -si aquello podía llamarse lucha, pues el Espectro, con invisible resistencia por su parte, no se alteró por ninguno de los esfuerzos de su adversario- Scrooge observó que la luz sobre su cabeza brillaba con gran esplendor, y relacionando esto con la influencia que ejercía sobre él, se apoderó del gorro apagador y con un movimiento repentino se lo encasquetó. [/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica]El Espíritu se encogió de modo que el apagador cubrió toda su figura; pero aunque Scrooge lo oprimía hacia abajo con toda su fuerza, no podía ocultar la luz, que brotaba de su parte inferior, iluminando esplendorosamente el suelo.[/FONT]
    [FONT=verdana, Arial, Helvetica] [/FONT] [FONT=verdana, Arial, Helvetica] Notó que sus fuerzas se extinguían y que se apoderaba de él una irresistible somnolencia y, además, que se hallaba en su propio dormitorio. Hizo un gran esfuerzo sobre el apagador, con el cual se quebró una mano, y apenas tuvo tiempo de tenderse sobre el lecho, cayendo en un profundo sueño. [/FONT]

    Hasta el próximo jueves :happy:
     
  9. MamaAnna :beso: :beso: Benemi :beso: :beso: Chipi :beso: :beso: Evapatry :beso: :beso:

    CON UNA RANA EN EL BOLSILLO


    Aquel día el alcalde municipal nos visitó en nuestra comarca campesina para inaugurar la nueva escuelita rural de techo pajizo y suelo de tierra apisonada. En su discurso citó esta definición: "El niño es la verdad con la cara sucia, la sabiduría con el pelo desgreñado, la esperanza del futuro con una rana en el bolsillo".

    Pascualito aprendió la frase y la repitió mentalmente muchas veces. "La cara sucia". El siempre la tenía así. Y eso lo entendía muy bien. "El pelo desgreñado...". Pascualito se peinaba raras veces y sus mechones revueltos se lo hacían comprender... "Con una rana en el bolsillo...". ¿Dónde estaba la rana? Pascualito nunca había tenido una rana en el bolsillo. Sí, él era la verdad porque tenía la cara sucia... él era la sabiduría porque tenía el pelo desgreñado... pero no era la esperanza porque le faltaba la rana... ¿y la rana?

    Terminada la ceremonia de inauguración de la escuelita rural, Pascualito se fue derecho al pantano vecino a su rancho a buscar la rana... Ya allí, con el barro a media pierna, entre croar y croar, empezó su cacería. Unas saltaban antes de estar al alcance de su mano, otras grandes, casi como sapos, le daban miedo... Aquélla, agarrada a un bejuco, qué linda era. Y, a los últimos rayos del sol, cómo brillaban sus matices de verde, marrón y azul, cuántos tonos tornasolados de nácar y plata, como los del sagrario del templo parroquial, donde Pascualito aspiraba a ser monaguillo, si ganaba una beca para la escuela urbana del cura.

    La ranita, Pascualito y el crepúsculo continuaban allí, sin atreverse a echarle mano, no fuera que también saltara como las demás. Pascualito hacía su plan: le hablaría cariñosamente, le pondría el nombre de Juanita, como el de la niña del rancho cercano con la cual jugaba.

    Juanita... no te vayas. ¿Por qué no te vienes conmigo? Esta noche hará frío aquí en el pantano y, si llueve, te vas a mojar.

    Juanita parecía oírlo, inmóvil en su junco. Cuando Pascualito resolvió atraparla, Juanita fue más rápida, saltó y desapareció.

    El sol se había ocultado y la oscuridad se insinuaba ya. Pascual corrió a su rancho, donde nadie había notado su retardo, acostumbrados todos como estaban a las causas de sus demoras: correr tras de algún armadillo, quedarse bajo los chipios en cosecha admirando los colores de los pájaros, irse en busca de moras o piñuelas silvestres, o tenderse boca arriba a contemplar las nubes y adivinar sus figuras.

    Al verlo llegar tan de carrera, la madre le preguntó:

    – ¿Qué fiera te persigue?

    – Ninguna, mamá. Es que yo soy la verdad con la cara sucia, la sabiduría con el pelo desgreñado. Pero no soy la esperanza, porque no tengo una rana en el bolsillo.

    – ¿Qué qué? ¿Qué qué?

    – Sí, mamá, nos lo dijo el alcalde esta mañana en la escuela. Y tú me explicarás qué son la verdad, la sabiduría, la esperanza.

    – Por la verdad irás mañana, después de la escuela, a preguntar a Agapito. La sabiduría es eso que los sabios saben. La esperanza es eso que sentimos cuando le rezamos a la Virgen para que llueva, o cuando sembramos, o cuando florece el café, o cuando vamos al pueblo a vender algo, por si nos lo pagan mejor.

    – Mamá, y cuando vemos esas nubes tan bonitas allá sobre el cerro y queremos ir a ellas, ¿eso también es la esperanza?

    – Sí, y la que tú tienes de llegar a tener una beca en la escuela en el pueblo y ser monaguillo para ayudar a la misa... ¿Se lo dijiste ya a la maestra?

    – Sí, mamá, y se lo he dicho muchas veces.

    Al otro día, Pascualito, impaciente, apenas terminó la escuela corrió al rancho de Agapito, el viejo patriarca, yerbatero, sanalotodo y oráculo de la región, que vivía entre hierbas, ungüentos y mariposas prendidas con alfileres a las paredes. Decía que con el polvillo de sus alas curaba las penas de amor.

    Ante la pregunta de Pascualito "¿qué es la verdad?", Agapito, mesándose la barba blanca, respondió:

    – Me haces la misma pregunta que alguien le hizo a Cristo. Hay la verdad del alma que enseñan los sacerdotes, la verdad del cuerpo que enseñamos nosotros los médicos; y la verdad de cada uno. Tú, por ejemplo, Pascual, tú también eres la verdad.

    – Pero me falta la rana.

    – ¿Cuál rana?

    – Una rana en el bolsillo que tengo que tener y me voy a buscarla.

    Juanita estaba en el pantano, en el mismo junco. Pascualito reflexionó: esta vez no me voy por el lado descubierto, porque Juanita se me pierde entre el juncal. Me voy por el lado opuesto y, si Juanita salta, saltará en descubierto y la agarraré.

    La táctica fue buena y Pascualito salió del barrial con Juanita en el bolsillo repitiéndose a sí mismo: "Soy la verdad, la sabiduría y la esperanza".

    Pocos días después, el párroco vino a bendecir el nuevo local de la escuelita rural y la maestra le habló de Pascualito, de su aspiración a una beca y de su ambición de monaguillo. También de sus méritos de alumno. El cura no tenía becas libres en la escuela parroquial, pero luego de un examen a Pascualito, le dijo:

    – No hay vacantes ahora. Pero te voy a abrir un campo en la escuela de la parroquia. Preséntate el próximo domingo. Las monjas te lavarán la cara, te peluquearán, te harán abandonar esa rana del bolsillo. De esa escuela puedes salir para el bachillerato, luego... Pascualito corrió de la entrevista a comunicarle la noticia a su madre, cabizbajo y pensativo.

    – ¿Te vas, hijo? Eso es bueno para llegar a ser doctor, cura o general. Debes irte.

    - No, mamá. No me voy. Me quedo a tu lado.


    Gonzalo Canal Ramírez – Colombia
     

  10. [​IMG]


    Cuento en verso de Rafael Pombo

    EL RENACUAJO PASEADOR


    El hijo de Rana, Rinrín Renacuajo,

    salió esta mañana, muy tieso y muy majo.

    Con pantalón corto, corbata a la moda,

    sombrero encintado y chupa de boda.

    "¡Muchacho, no salgas!" Le grita mamá.

    Pero él hace un gesto y orondo se va.

    Halló en el camino a un ratón vecino.

    Y le dijo: "¡Amigo! venga, usted conmigo.

    Visitemos juntos a doña Ratona

    y habrá francachela y habrá comilona".

    A poco llegaron, y avanza Ratón.

    Estirase el cuello, coge el aldabón.

    Da dos o tres golpes, preguntan: "¿Quién es?"

    "–Yo, doña Ratona, beso a usted los pies".

    "¿Está usted en casa?" –"Sí, señor, sí estoy:

    y celebro mucho ver a ustedes hoy;

    estaba en mi oficio, hilando algodón.

    “Pero eso no importante; bienvenidos son".

    Se hicieron la venia, se dieron la mano,

    y dice Ratico, que es más veterano:

    "Mi amigo el de verde rabia de calor,

    démele cerveza, hágame el favor".

    Y en tanto que el pillo consume la jarra

    mandó la señora traer la guitarra

    y a Renacuajito le pide que cante

    versitos alegres, tonada elegante.

    "–¡Ay! de mil amores lo hiciera, señora,

    pero es imposible darle gusto ahora,

    que tengo el gaznate más seco que estopa

    y me aprieta mucho esta nueva ropa".

    "–Lo siento infinito, responde tía Rata,

    aflójese un poco chaleco y corbata,

    y yo mientras tanto les voy a cantar

    una cancioncita muy particular".

    Mas estando en esta brillante función.

    De baile y cerveza, guitarra y canción,

    la Gata y sus Gatos salvan el umbral,

    y vuélvase aquello el juicio final.

    Doña Gata vieja trinchó por la oreja

    al niño Ratico maullándole: "Hola"

    y los niños Gatos a la vieja Rata

    uno por la pata y otro por la cola.

    Don Renacuajito mirando este asalto

    Tomó su sombrero, dio un tremendo salto,

    y abriendo la puerta con mano y narices,

    se fue dando a todos "noches muy felices".

    Y siguió saltando tan alto y aprisa,

    que perdió el sombrero, rasgó la camisa,

    se coló en la boca de un pato tragón

    y éste se lo embucha de un solo estirón.

    Y así concluyeron, uno, dos y tres,

    ratón y Ratona, y el Rana después;

    los gatos comieron y el Pato cenó.

    ¡Y mamá Ranita solita quedó!​
     
  11. BUENOS DIAS
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    LA NIÑA DE LOS FÓSFOROS

    ¡Qué frío tan atroz! Caía la nieve, y la noche se venía encima. Era el día de Nochebuena. En medio del frío y de la oscuridad, una pobre niña pasó por la calle con la cabeza y los pies desnuditos.

    Tenía, en verdad, zapatos cuando salió de su casa; pero no le habían servido mucho tiempo. Eran unas zapatillas enormes que su madre ya había usado: tan grandes, que la niña las perdió al apresurarse a atravesar la calle para que no la pisasen los carruajes que iban en direcciones opuestas.

    La niña caminaba, pues, con los piececitos desnudos, que estaban rojos y azules del frío; llevaba en el delantal, que era muy viejo, algunas docenas de cajas de fósforos y tenía en la mano una de ellas como muestra. Era muy mal día: ningún comprador se había presentado, y, por consiguiente, la niña no había ganado ni un céntimo. Tenía mucha hambre, mucho frío y muy mísero aspecto. ¡Pobre niña! Los copos de nieve se posaban en sus largos cabellos rubios, que le caían en preciosos bucles sobre el cuello; pero no pensaba en sus cabellos. Veía bullir las luces a través de las ventanas; el olor de los asados se percibía por todas partes. Era el día de Nochebuena, y en esta festividad pensaba la infeliz niña.

    Se sentó en una plazoleta, y se acurrucó en un rincón entre dos casas. El frío se apoderaba de ella y entumecía sus miembros; pero no se atrevía a presentarse en su casa; volvía con todos los fósforos y sin una sola moneda. Su madrastra la maltrataría, y, además, en su casa hacía también mucho frío. Vivían bajo el tejado y el viento soplaba allí con furia, aunque las mayores aberturas habían sido tapadas con paja y trapos viejos. Sus manecitas estaban casi yertas de frío. ¡Ah! ¡Cuánto placer le causaría calentarse con una cerillita! ¡Si se atreviera a sacar una sola de la caja, a frotarla en la pared y a calentarse los dedos! Sacó una. ¡Rich! ¡Cómo alumbraba y cómo ardía! Despedía una llama clara y caliente como la de una velita cuando la rodeó con su mano. ¡Qué luz tan hermosa! Creía la niña que estaba sentada en una gran chimenea de hierro, adornada con bolas y cubierta con una capa de latón reluciente. ¡Ardía el fuego allí de un modo tan hermoso! ¡Calentaba tan bien!

    Pero todo acaba en el mundo. La niña extendió sus piececillos para calentarlos también; más la llama se apagó: ya no le quedaba a la niña en la mano más que un pedacito de cerilla. Frotó otra, que ardió y brilló como la primera; y allí donde la luz cayó sobre la pared, se hizo tan transparente como una gasa. La niña creyó ver una habitación en que la mesa estaba cubierta por un blanco mantel resplandeciente con finas porcelanas, y sobre el cual un pavo asado y relleno de trufas exhalaba un perfume delicioso. ¡Oh sorpresa! ¡Oh felicidad! De pronto tuvo la ilusión de que el ave saltaba de su plato sobre el pavimento con el tenedor y el cuchillo clavados en la pechuga, y rodaba hasta llegar a sus piececitos. Pero la segunda cerilla se apagó, y no vio ante sí más que la pared impenetrable y fría.

    Encendió un nuevo fósforo. Creyó entonces verse sentada cerca de un magnífico nacimiento: era más rico y mayor que todos los que había visto en aquellos días en el escaparate de los más ricos comercios. Mil luces ardían en los arbolillos; los pastores y zagalas parecían moverse y sonreír a la niña. Esta, embelesada, levantó entonces las dos manos, y el fósforo se apagó. Todas las luces del nacimiento se elevaron, y comprendió entonces que no eran más que estrellas. Una de ellas pasó trazando una línea de fuego en el cielo.

    -Esto quiere decir que alguien ha muerto- pensó la niña; porque su abuelita, que era la única que había sido buena para ella, pero que ya no existía, le había dicho muchas veces: "Cuando cae una estrella, es que un alma sube hasta el trono de Dios".

    Todavía frotó la niña otro fósforo en la pared, y creyó ver una gran luz, en medio de la cual estaba su abuela en pie y con un aspecto sublime y radiante.

    -¡Abuelita!- gritó la niña-. ¡Llévame contigo! ¡Cuándo se apague el fósforo, sé muy bien que ya no te veré más! ¡Desaparecerás como la chimenea de hierro, como el ave asada y como el hermoso nacimiento!

    Después se atrevió a frotar el resto de la caja, porque quería conservar la ilusión de que veía a su abuelita, y los fósforos esparcieron una claridad vivísima. Nunca la abuela le había parecido tan grande ni tan hermosa. Cogió a la niña bajo el brazo, y las dos se elevaron en medio de la luz hasta un sitio tan elevado, que allí no hacía frío, ni se sentía hambre, ni tristeza: hasta el trono de Dios.

    Cuando llegó el nuevo día seguía sentada la niña entre las dos casas, con las mejillas rojas y la sonrisa en los labios. ¡Muerta, muerta de frío en la Nochebuena! El sol iluminó a aquel tierno ser sentado allí con las cajas de cerillas, de las cuales una había ardido por completo.

    -¡Ha querido calentarse la pobrecita!- dijo alguien.

    Pero nadie pudo saber las hermosas cosas que había visto, ni en medio de qué resplandor había entrado con su anciana abuela en el reino de los cielos.


    Hans Christian Andersen
     
  12. benemi

    benemi ...mar adentro

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    zona centro
    Chagall:beso: yo ese cuento lo conozco como la vendedora de fósforos. Tengo una colección de cuentos de Andersen. Me encantan todos y cada uno de ellos. De pequeña recuerdo que iba a la biblioteca del colegio a buscarlos y me decian que era muy pequeña para leerlos y eso me daba mucha rabia. Cosas de las monjas... supongo:icon_rolleyes:

    Un beso:beso:
     

  13. Hola muy buenos dias:beso: :beso: :beso: :beso: :beso: :beso:

    Si es ciérto,Benemi,Los cuéntos de Andersen són preciosos,a casi todos los niños de mi época nos gustaban mucho :happy: :happy:

    LOS NOVIOS DE MIMI


    ...Y la Cenicienta se casó con el hijo del rey.

    Unos meses más tarde falleció el monarca; los cortesanos alzaron al príncipe sobre un pavés, y un heraldo gritó desde el balcón del palacio:

    – ¡El rey ha muerto! ¡Viva el rey!

    La reina Cenicienta tuvo una niñita que se llamó la princesa Mimí.

    La princesa Mimí era linda como un sol, buena como un ángel, y de un talento extraordinario. La tez sonrosada, la cabeza rubia y los ojos azules le asemejaban a un ramillete de flores.

    Cuando cumplió quince años hubo que pensar en casarla, conforme a las leyes del reino.

    Mas, como era princesa, no podía casarse sino con príncipe.

    Y no había, en quinientas leguas a la redonda, más que dos príncipes: el príncipe Polifemo, que era siete veces mayor en estatura que Mimí, y el Príncipe Pulgarcito, que era siete veces menor en tamaño que ella.

    Ambos estaban prendados de Mimí, pero ninguno era correspondido: el uno por lo grandulazo y el otro por lo pequeñín.

    Sin embargo, el rey le ordenó a su hija que se decidiese antes de un mes por uno de los dos pretendientes, y a ellos les permitió que cortejasen a la princesa. Quedó convenido que el que recibiera calabazas no se daría por ofendido con su rival.Polifemo llegó con sus regalos: bueyes, carneros, quesos tamaños como una piedra de molino, frutas por canastadas.

    Pulgarcito llevó canarios y alondras en jaulas doradas, flores y joyas, chirimbolos y perendengues. Aquello semejaba el mobiliario de una casa de muñecas.

    A Polifemo le iban escoltando ocho gigantes vestidos de pieles de tigre y de oso; a Pulgarcito, treinta bufones vestidos de arlequines y con gorros puntiagudos terminados en un cascabel.

    Polifemo hizo verbalmente su autobiografía.

    – No creáis, señora, lo que un poeta llamado Homero ha escrito sobre mí. Comenzó por afirmar que yo no tenía sino un ojo, y ya veis que los tengo entrambos. No puedo negar que hace como cuatro mil años conservaba todavía el hábito de comerme vivos a los hombres que llegaban a mi isla, pero no lo hacía con mala intención, sino que como eran tan diminutos, me los sorbía yo sin escrúpulos de conciencia, como podéis vos comeros, al empezar el almuerzo, media docena de ostras. Por fin desembarcó en mis tierras un griego llamado Ulises, quien me hizo comprender que aquellas criaturas eran hombres como yo, que tenían madres, esposas, hijos que los lloraban cuando yo me los comía. Desde entonces no he vuelto a alimentarme sino de la carne y la leche de mis rebaños. Yo no soy malo; y ya veis, princesa, que a pesar de mi tamaño y de la fuerza que gasto, soy para con vos tan manso como un cordero recién nacido.

    Por vanidad, Polifemo no refirió cómo Ulises lo venció, no obstante la desigualdad de tamaño, ni cómo le vació los ojos, que sólo recobró el gigantón varios siglos más tarde, merced a los remedios del sabio nigromante Frestón.

    Mimí pensaba para sí:

    – Este coloso es capaz de devorarme cualquier día que tenga hambre. Y el príncipe Pulgarcito es tan minúsculo, que el peligro está en que yo me lo coma, por distracción, a la hora menos pensada.

    Pulgarcito refirió también su historia:

    – Unos pérfidos encantadores quisieron extraviarme en un bosque con mis seis hermanitos. Pero tuve la precaución de llenarme los bolsillos de piedrecitas, que fui dejando caer al disimulo, y pudimos volvernos sin dificultad a casa. Por desgracia, topamos con el Ogro, que nos llevó a su palacio y nos acostó en su propia cama, que era tan grande como la azotea de este castillo. Me hice el dormido y alcancé a oír que el Ogro pensaba desayunarse con nosotros siete al amanecer del día siguiente. Coloqué entonces en nuestro lugar a las siete hijas del monstruo, y le robé las botas de siete leguas que me sirvieron mucho en cierta guerra que hube de hacerle a uno de los reyes limítrofes de mi principado. No me he vuelto a poner aquellas botas, porque son de suela muy áspera y me lastiman los pies, y porque como a cada paso lo hacen avanzar a uno siete leguas, le quitan al paseo todos sus atractivos. Tengo las botas en el museo de mi palacio. Allá las veréis, princesa Mimí.

    Por vanidad, Pulgarcito no refirió cómo sus padres eran unos míseros leñadores, e imitó a Polifemo en lo de mezclar lo falso a lo verdadero; porque el amor, el interés y también la imaginación nos hacen mentir en ocasiones.

    Un día Polifemo, acostado en el tapiz de Persia del salón -no había asiento que lo resistiera- con las piernas estiradas que daban hasta la pared de enfrente, le dijo a Mimí, con un vozarrón que parecía truenos, y que hacía temblar las vidrieras de colores y mecerse las lámparas de plata pendientes del artesonado de cedro:

    – Soy pobre de espíritu pero recto de corazón y fuerte de cuerpo. Arranco los peñascos y los lanzo al mar, desnuco un toro de un puñetazo, y los leones del desierto tiemblan en mi presencia. Veníos a mi tierra. Veréis montañas que tocan el cielo, azules por la mañana, rosadas por la tarde; lagos como mares, pero tersos y diáfanos como un espejo; selvas tan viejas como el mundo. Os llevaré a dondequiera que lo deseéis. Iré a coger, para obsequiaros, en mesetas altísimas, flores que a ninguna otra mujer sirvieron de adorno. Mis compañeros y yo seremos esclavos vuestros. ¿No es destino envidiable y nunca visto llegar a ser una diosa pequeñita, servida por gigantes, ser reina única –linda y frágil– de las selvas y las montañas, los torrentes y los lagos, los leones y las águilas?

    La princesa no era indiferente a aquellas frases. Se estremecía, pero gozaba como un gorrioncillo preso en el hueco de una mano poderosa, que sintiera que él es dueño de la mano que casi lo ahoga, y que en realidad el cazador es su cautivo.

    Entonces Pulgarcito, arrebujado en un pliegue de la falda de Mimí, le decía con su armoniosa vocecilla de cristal:

    – Preferidme, princesa. ¡Ocupo tan poco sitio! ¡Qué gozo para mí pensar que podeís hacer conmigo cuanto os venga en voluntad! Sabré amaros con talento; decíroslo de cien modos diversos, y adivinar los secretos deseos de ese corazón, y cambiar mis palabras según que estéis triste o regocijada, animada o lánguida; según las horas del día y las estaciones del año. Os rodearé de cuanto inventó la industria humana para hechizar la vida; no tendréis sino objetos elegantes, telas riquísimas, estatuas cinceladas, joyas y perfumes. Os referiré historias y cuentos llenos de interés, veréis en el teatro de palacio los primeros comediantes y trágicos del mundo. Soy músico y poeta. Vale más descubrir la naturaleza y sentirla que dominarla por fuerza; es más arduo domar vocablos que domar tigres; más estimable la agilidad de la mente que la fuerza de los músculos...

    Y Mimí se sonreía y cerraba los ojos como si la estuvieran arrullando.

    Una mañana dijo a sus dos pretendientes:

    – Hacedme unos versos por favor.

    El príncipe Pulgarcito se recogió un momento, y luego recitó estos versos, chiquitos como él:

    Me llaman unos

    El Pulgarcito,

    Y otros más tunos

    Nené Pulgada;

    Me importa un pito,

    No importa nada.

    En la gotita

    Que la mañana

    Deja en la hojita

    De mejorana,

    Integro el velo

    Turquí del cielo

    Fiel se refleja

    Con sus primores.

    Pura conseja,

    Decir semeja

    Que tantas flores

    Tan olorosas

    De los jardines,

    Miles de rosas

    Y de jazmines

    Ricos de esencia,

    Logre la ciencia,

    Quién sabe cómo,

    Tener guardadas

    Reconcentradas

    Dentro de un pomo.

    Aunque soy chico,

    No soy pequeño;

    Príncipe y rico,

    Te ofrezco, con

    Férvido empeño

    Mi corazón.



    – ¡Primorosos! ¡Exquisitos! –dijo la princesa.

    – Favor que me hacéis, señora –repuso Pulgarcito, irguiéndose de satisfacción y creciendo al parecer dos milímetros.

    Mimí, que a pesar de su candor, tenía su poquito de coquetería natural, y gustaba hacer a sus pretendientes un favor y un disfavor, dijo entonces:

    – Aunque son de estilo algo anticuado, pura escuela romántica.

    – ¡Eh! –dijo Polifemo–. No debe de ser difícil hacer versos tan menuditos.

    – Ensayad –le dijo Pulgarcito.

    El gigante se la pasó cavilando el día entero. Nada se le ocurría. A veces se daba en la frente unos puñetazos tremendos, pero ni por ésas. ¿Cómo era posible no poder expresar, siquiera en dos renglones iguales, lo que él tenía allá adentro tan vivo y tan hondo? Aquello era inconcebible... Por fin, a la tarde, cayó en la cuenta de que amor es consonante de flor. Tres horas después, entró al gabinete de Mimí y le dijo:

    – Ya está aquello

    – Vamos a ver –respondió la princesa.

    – Ahí va:

    Eres bella como una flor,

    Por eso te tengo yo mucho amor.

    La princesa soltó la risa.

    – ¿No están buenos los versos? –preguntó Polifemo.

    – Y tan fácil como habría sido hacerlos mejores –replicó Pulgarcito–. Podríais, por ejemplo, haber dicho:

    Rubia de mis amores, cierto que eres chiquita; pero en cambio, tan mona,resalada y bonita.

    O también: Yo soy, señora, un gigantón zoquete, tontamente prendado de un juguete.

    O de esta manera:

    Explícame, chiquilla, un problema que ofusca mi razón: ¿Cómo haces, sin llegarme a la rodilla, ¿Para herirme de frente el corazón?

    Por último, lo que está sucediendo es fuerte cosa: Un roble enamorado de una rosa.

    – Muy bien, príncipe –dijo Mimí.

    Pero advirtió entonces que por las mejillas del gigante se deslizaban dos lágrimas del tamaño de huevos de gallina, y se sintió profundamente compadecida. Al mismo tiempo creyó advertir que Pulgarcito se mostraba demasiado satisfecho de sus habilidades, cosa de malísimo gusto.

    – Y es bueno este animalón –pensó Mimí. Si quisiera, podría destripar al muñequito éste sin tocarlo, o darle un susto de padre y señor mío, metiéndoselo en el bolsillo del chaleco.

    Se volvió a Polifemo y le dijo con la mayor dulzura: – No os aflijáis, amigo mío. Puede que vuestros versos no sean perfectos, pero están compuestos con el corazón, y dicen lo que deben decir.

    – Pero ni siquiera son versos –replicó Pulgarcito–. El primero tiene nueve y el segundo, once sílabas. Y este último lleva el acento en la quinta. Sin contar la cacofonía te ten, y lo trivial de la idea: bella como una flor, y lo prosaico...

    – Todo eso no prueba –dijo Mimí con imperio– sino que Polifemo es poeta decadente. ¡Silencio! Príncipe Pulgarcito.

    Para contentarlo del regaño, le regaló tres días después un vestido de la misma tela del traje que vestía ella aquella mañana. Al ver semejante cosa, Polifemo se consternó y se lo dijo así a la princesa.

    – ¡Ah! no le atribuyáis a ese regalo ninguna importancia. Me sobró un retazo del vestido, y le mandé hacer un flux a Pulgarcito. No os lo destiné, porque no habría alcanzado sino cuando más para un lazo de corbata.

    Pulgarcito le trajo a Mimí un botón de rosa que era una verdadera miniatura, un primor, y ella se lo prendió inmediatamente en el pecho.

    – Una rosita –dijo Polifemo–. Voy a que la compare con las flores que se dan en mi tierra.

    Y mandó a uno de sus gigantes, que abarcaba siete yardas en cada paso, a que le trajera la flor. El mensajero llevaba orden de caminar día y noche.

    Volvió trayendo un ramo de flores encarnadas, tan grande cada una como la campana de una catedral, y Polifemo presentó su ramillete con aires de triunfo.

    – Está bellísimo –dijo Mimí sonriendo– pero, ¿qué hago yo con él, mi querido príncipe? No puedo prendérmelo ni en el corpiño ni en el cabello.

    El buen gigante, todo corrido, bajó los ojos y no supo qué responder.

    Hallábase el palacio de la princesa Mimí rodeado de un vasto parque, atravesado por un ancho río de azules ondas. En medio de un islote, se levantaba un pabellón de porcelana de colores, con vidrieras de piedras preciosas unidas por listoncillos de plata. El arquitecto le había dado al cenador aquél la forma de un tulipán descomunal. Gustaba la princesa pasar allí horas enteras, por el gusto de verse suspendida entre el azul del cielo y el azul del río.

    Un día que estaba allí, medio tendida en una turquesa, soñolienta y soñando, sintió unos mugidos espantables. Se levantó sobresaltada, abrió un postigo de la ventana, y vio que el río bajaba como un mar; había sumergido ya el puente e inundaría en breve la habitación. Tuvo miedo, y comenzó a pedir socorro a grito herido.

    El rey su padre, la reina Cenicienta su madre, y el príncipe Pulgarcito se hallaban en la ribera, pálidos, con la angustia pintada en los semblantes y las manos levantadas al cielo.

    En esto se presentó Polifemo, se metió sin vacilar al río con el agua a la cintura, llegó de cuatro zancadas al pabellón, puso a la princesa en las palmas de las manos y unos minutos después la colocó suavemente en el césped de la orilla.

    – ¡Oh! –pensó Mimí– qué cosas tan bellas son el tamaño y la fuerza. Con él estaría yo protegida de todo peligro; viviría tranquila, sin aprensiones ni miedo. Probablemente me decido por el gigante.

    Y se sonrió con él de un modo tan expresivo, que el hombrón sintió un escalofrío de satisfacción que le recorrió el inmenso cuerpo de la cabeza a los pies.

    Al siguiente día amaneció Pulgarcito acobardado y triste. Mimí, para consolarlo, lo convidó a paseo. Llevábalo de la mano, y se fingió cansada, para ir despacio y no fatigar al príncipe. Llegaron a un prado donde había una manada de ovejas. Por desgracia, Pulgarcito llevaba un casaquín de terciopelo encarnado. Chocó el color aquél a uno de los carneros, que se vino disparado, con la cabeza baja sobre el mal aventurado principillo. Diose él por muerto, pero antes de que pudiera tomar resolución alguna, Mimí lo alzó, y al propio tiempo acertó a abrirle la sombrilla al carnero. Dio el animal asustado media vuelta a retaguardia y se volvió a sus ovejas.

    – Hizo bien en salir huyendo el bruto ése, dijo Pulgarcito. Si se me llega, lo mato, y después habrían sido molestias con el dueño.

    – Qué dulce –pensó Mimí– es tener una persona débil e inerme a quien proteger. Y es imposible no amar a una criatura que necesita apoyarse en uno, y sobre todo cuando es tan bonita y tan inteligente como este príncipe Pulgarcito.

    Esta reflexión la decidió y anunció al rey su padre que aceptaba al príncipe Pulgarcito por esposo y marido.

    Cuando Polifemo lo supo, lanzó un suspiro que hizo retemblar el palacio, pero como era tan hombre de bien, se inclinó casi hasta el suelo, y alargó la manaza a su afortunado rival. La manecita del novio apenas se alcanzaba a ver entre la del gigante.

    – Hacedla feliz –dijo Polifemo.

    Ocho días más tarde se iba a celebrar en la capilla del palacio el matrimonio de Mimí con su alteza el príncipe Pulgarcito. Ya estaban los desposados al pie del altar, aguardando la salida del capellán, cuando vinieron a decir que acababa de llegar el príncipe Querido, ausente hacía muchos años y que deseaba presenciar el matrimonio.

    Invitáronle a entrar. Era de buena estatura, elegante porte, negros y expresivos ojos, barba y cabello castaños. Poderoso y rico, tenía además muchísimo talento, gracia exquisita y muchos y variados conocimientos.

    Cuando Mimí lo vio, se puso pálida como un cirio, enseguida encendida como grana.

    Polifemo se acercó a Pulgarcito, e inclinándose mucho le dijo al oído:

    – Lo que yo hice, ¿no tendréis valor de hacerlo?

    – ¡Pero si la amo tanto!

    – Por eso –respondió el gigante.

    – Princesa –dijo Pulgarcito después de un minuto de silencio, os devuelvo la palabra que me disteis. Casaos con el príncipe Querido; os amo demasiado para sacrificar vuestra felicidad a la mía.

    La historia no refiere cuál sería la respuesta de la princesa.

    El gigante y el enano salieron de la iglesia.

    – Vámonos juntos –le dijo Polifemo– yo defenderé vuestra debilidad y vos corregiréis mi torpeza. Hablaremos de Ella todo el día y la protegeremos desde lejos.

    Con una mano levantó a Pulgarcito, se lo puso en el hombro y echó a andar.

    Un cuarto de hora después desaparecieron en el horizonte


    Jules Lemaitre
     
  14. https://img266.***/img266/8959/arobolesnavidadanimaciowz3.gif
    BENOS DIAS A TOD@S


    EL ARIQUIPE EN EL REINO DE DIOS


    Blanda, pura, plácida, sencilla y buena, así era la vida de Juan Lanitas. Nunca le hizo mal a nadie y, al contrario, todo el empeño de sus días fue el de hacer el bien, así fuera el de comprar a un niño todas las golosinas que apeteciera, hasta conseguirle la más perfecta indigestión, como el de soportar sobre sus propias espaldas el peso que llevaban los asnos de los campesinos. Estos, que ya conocían de malicia la buenura de Juan, aprovechaban tales ocasiones para hacerle más liviano, en compensación, el peso de los bolsillos.

    Juan tenía nueve hijos y siempre estaba agradeciendo la generosidad y sacrificio de su mujer, porque la mayor parte de ellos se los había dado durante largos años que duró Lanitas ausente, como sobrestante de una mina en el Chocó.

    El héroe de esta historia no tenía vicio ninguno: ni bebía, ni fumaba, ni nunca se acercó a una mesa de juego, ni se metía los dedos en las narices, ni conoció más amor que el de su amada esposa Poncia, a quien él decía cariñosamente Poncia Pilata.

    Para que se conozca hasta dónde llevaba la escrupulosidad y el orden de su vida, basta con leer el horario, que, fijado en lugar visible de su alcoba, regía todos los actos de Juan Lanitas. Este maravilloso documento se recogió y conservó después de su muerte, y dice así:



    5 a 6 a.m. Levantada, abluciones y oraciones del día.

    7 a 8 a.m. Santa Misa.

    8 a 9 a.m. Lectura del año cristiano.

    9 a 10 a.m. Visita a los enfermos.

    10 a 11 a.m. Ariquipe.

    11 a 12 m. Almuerzo y meditación.

    12 a 1 p.m. Paseo y descanso.

    1 a 2 p.m. Visita a los presos.

    2 a 3 p.m. Visita a los fieles difuntos.

    3 a 4 p.m. Ariquipe.

    4 a 5 p.m. Lectura.

    5 a 6 p.m. Comida y meditación.

    6 a 7 p.m. Ariquipe.



    A las 8. Juan hacía su última oración y se metía santamente en su cama estrecha y solitaria, pues por nada del mundo se atrevería a ocupar el lecho de su esposa.

    Juan, por herencia, tenía bienes de fortuna, de los que nunca quiso disfrutar, porque lo que él decía:

    – Para eso, nadie como Poncia Pilata y los niños. ¡Ellos sí que saben administrar lo que Dios me ha dado y que no merezco!

    Y Poncia y los niños, todos bien mayorcitos, se encargaban de no dejar a fin de cada mes ni un céntimo de la renta que les venía gratuitamente.

    En el horario de Juan figura "ariquipe" en tres horas distintas del día, por la mañana, por la tarde y al anochecer, y obligado como buen historiador, me veo precisado a explicar lo que esto significa.

    La única debilidad, el único punto flaco, la única pasión, el único vicio, si vicio y pasión pudiera decir esto, era para Juan el dulce de ariquipe, esa hostigante y repelente conserva de leche y azúcar. El mismo lo hacía cada semana, con la generosa y noble aquiescencia de Poncia, siempre que tal menester no distrajera el uso de la cocina más que la hora por ella señalada.

    Era un arraigo de niño que Juan cultivó durante toda su juventud y que ya en la vejez le era tan necesario como sus oraciones, sus lecturas y sus visitas. Hacía parte de su propia vida.

    Pero todo llega a su fin y un día Juan entregó su alma al Creador, que se la había dado.

    Decir que Juan Lanitas se fue derechito al cielo es cosa que sobra: ni siquiera se chamuscó las alas.

    Cuando llegó al cruce de los dos caminos que conducen a la eternidad, Juan no tuvo ninguna vacilación en tomar la senda estrecha, y llena de zarzas, sin mirar siquiera la otra, que era amplia y pareja, llena de flores y de pájaros que cantaban alegremente. A él no lo engañaban las apariencias y sabía de memoria como la propia doctrina, por dónde se podía llegar al cielo prometido.

    Caminando, caminando, sin cansarse, y por el contrario muy alegre iba Lanitas: cantando a veces y a veces distraído en contar los pasos que iban desde un cerro a una hondonada o desde una valle a una loma, hasta que al fin llegó frente a una puerta de oro, tan grande como una casa de las de la tierra.

    – ¡Tun! ¡tun! ¡tun!

    – ¿Quién es? –respondió San Pedro siempre alerta en su portería.

    – Soy yo, San Pedrito...

    – ¿Y quién es yo?

    – Juan Lanitas, San Pedrito.

    – ¡Ah! Espere un momento.

    Oyéronse a poco, los pasos del Santo Apóstol, mucho ruido de llaves y rechinar de cerrojos, y la puerta del cielo entornóse un poco hasta dejar paso a la desconfiada calva de San Pedro.

    Verlo Juan Lanitas y caer de rodillas, lleno de emoción, todo fue uno.

    – ¡Bueno! –dijo San Pedro malhumorado–, déjese de boberías y eche para adentro, que aquí no se aguanta el frío. ¡Ocurriósele venir con esta mañana!

    Entraron, pues, cerró otra vez cuidadosamente San Pedro, se sentó en su gran silla de cuero, se caló los anteojos y comenzó a repasar en gran libro de cuentas, para saber cómo andaba la de aquel bendito que llegaba ahora:

    – A ver... a ver... a ver... Haber, debe... Haber... a ver... Todo está muy bien, hombre, no tiene ningún saldo en contra, de manera que va a entrar en el Reino de los Cielos.

    Tiró San Pedro de una estrellita que hacía las veces de timbre, y sin que pasara un instante se presentó un querubín con las alas rizadas y una pequeña boina, galonada con su letrero: "Portería".

    – Oye, querube –dijo el Apóstol–, vas a llevar a este señor hasta donde San Pablo, con este extracto de cuenta.

    Abrióse otra puerta y precedido del querubín entró Juan al Cielo.

    Por poco sufre un vértigo ante tanta maravilla, que él no había ni siquiera soñado. Los Santos y los bienaventurados se paseaban tranquilamente, los unos tocando violín o flauta, mientras que otros volaban de nube en nube, cantando himnos; había también algunos grupos donde se jugaba la lotería de figuras, al ping -pong o al ajedrez. Más adelante encontraron algunos Santos muy serios que se paseaban dándose frente los unos a los otros, de manera que la mitad del grupo caminaba hacia adelante y la otra mitad caminaba hacia atrás, y al contrario. Era mucho lo que había que ver, pero el querubín tenía prisa y en pocos momentos llegaron a la Oficina de San Pablo.

    Encontrábase éste en tales momentos embebido en la lectura de un libro, que, según pudo ver Juan Lanitas, era la Summa Teológica de Santo Tomás, muy señalada y comentada a las márgenes.

    Enteróse brevemente San Pablo del negocio de que se trataba, hizo algunas anotaciones en otro libro y con perfecta cortesía interrogó a Juan Lanitas:

    – Pues, amigo, ya que usted está salvado, dígame: ¿qué es lo que quiere hacer?

    Un momento de perplejidad, pero al fin contestó Juan con un hilo de voz:

    – Lo que usted quiera, San Pablo...

    – No: lo que yo quiera, no. Diga qué quiere hacer...

    – Pues... lo que usted quiera, San Pablo...

    – ¡Caramba con usted, amigo! Yo nada tengo que ver con sus gustos. Escoja lo que quiera hacer, pero pronto...

    – Yo... San Pablo... Lo que usted quiera, San Pablo...

    Amoscado el Santo ante aquella pertinaz bobería, preguntó de nuevo:

    – ¿Qué era lo que más le gustaba en la tierra?

    Vaciló ligeramente Juan, pero enseguida contestó sin titubeos:

    – Pues, a mí, el ariquipe, San Pablo.

    – Llámame un ángel, dijo el Santo al querubín.

    Presentóse enseguida el ángel más bello, batiendo dulcemente las alas y con una sonrisa que no podía describirse.

    Ízale acercar San Pablo y llevándolo aparte, conversó algunos minutos con él, lo que hizo suponer a Juan que se trataba de resolver sobre su futuro destino, y que pudo confirmar al instante, cuando de regreso el Santo le dijo:

    – El ángel va a llevarlo a su destino eterno. Que Dios lo acompañe.

    Muy contento salió Juan en pos del divino espíritu siguiendo apenas el rápido vuelo que llevaba su conductor y así atravesaron una inmensa parte de aquel maravilloso reino. Por fin se detuvo el ángel, sin decir una sola palabra, entregó a Juan una cucharilla de oro, tan pequeña como esas que se usan para resolver el azúcar en el té, lo hizo entrar en un salón y haciendo una leve inclinación cerró la puerta por fuera...

    Quedase, pues, Juan, en la más absoluta soledad, sin darse apenas cuenta de dónde se hallaba. Caminando lentamente empezó a recorrer aquella enorme estancia que no parecía tener límites, al propio tiempo que sentía algo como un vago recuerdo de la tierra, y en un momento Dios cuenta que todo cuanto le rodeaba estaba hecho de ariquipe. Y entonces, apenas, sintió todo el peso de su cobardía y de su afición desordenada. Los muros, los muebles, las ventanas, las puertas, todo era de ariquipe. Asomóse por instinto a una ventana y ¡oh! como llevadas por un leve viento pasaban nubes de ariquipe.

    – Me he condenado –dijo Juan–, y pensó en renegar, pero solamente acató a decir algunas palabras aprendidas en sus lecturas cotidianas, tales como córcholis ¡recórcholis! ¡zambomba! y otras parecidas.

    Juan nunca había meditado y resolvió meditar sobre su triste situación y llegó a concluir con este razonamiento:

    – Esto es eterno, es decir, la eternidad, y la eternidad tiene que durar necesariamente más que un salón de ariquipe. Pues bien, si desde este momento me pongo a comer ariquipe, que por otra parte me gusta mucho, algún día habré terminado con el salón y con todo lo que le rodea. Es todavía temprano y no he desayunado; entonces, manos a la obra.

    Y dicho y hecho, escogió el muro que le pareció más grueso y más pesado y con la cucharita que le dejó el ángel al retirarse, Juan empezó con verdadera saña la tarea, pensando desde ahora en lo que habría de pedir para el futuro. Pasaron las horas, y pasaron y pasaron, y Juan veía cómo su obra adelantaba consoladoramente. Al fin, esto no era tan grave como lo creyera al principio.

    Al anochecer, Juan Lanitas, tan bueno en la vida como después de la muerte, ya cansado y pensando en dormir un poco, sintió de repente un leve ruido de alas que le hizo estremecer.

    Era un ángel, el mismo que le acompañara, y que ahora con un gran cubo de ariquipe, iba resanando los estragos hechos por Juan en los muros del Cielo.


    Rafael Jaramillo Arango - Colombia
     
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    EL HOMBRECITO GRANDE


    Yo soy pequeño porque soy un niño. Cuando yo tenga la edad de mi papá, seré grande. Entonces, si mi maestro viene a decirme: "¡Es tarde! ¡Toma los cuadernos y los libros!", yo le diré: "¿No estás tú viendo que soy ya grande como mi papá? Ya no tengo que ir a la escuela." Mi maestro se quedará pensando, y dirá: "Es verdad, ya es grande. Tiene que aprender otras cosas."

    Cuando vuelva mamá de su trabajo, como yo sabré ya cuánto cuestan las cosas, me encontrará haciendo las cuentas del gasto que hice en el mandado, y me dirá: "¿Qué es lo que estás haciendo, loco?"

    Yo le contestaré "Pero mamá, ¿no lo sabes tú? Yo soy ya grande, como papá, y puedo hacer las compras de la casa." Y mi madre dirá para sí: "Que compre lo que sea necesario, que ya es un hombre."

    Cuando vuelva mi papá de su trabajo, creyéndose que soy todavía un niño, me traerá unos zapatitos. Yo le diré:

    "Dáselos a mi hermanito, papá, que yo soy ya tan grande como tú." Y papá pensará y dirá: "Es verdad. Él puede comprarse su ropa, pues ya es grande."

    Rabindranaz Tagoré