Historias de terror y fantasmas

Tema en 'Temas de interés (no de plantas)' comenzado por Pabloski, 1/1/08.

  1. Pabloski

    Pabloski El soñador de jardines

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    Re: Historias de terror, fantasmas... II año

    [FONT=Verdana, Arial, Helvetica, sans-serif]EL PRESENTIMIENTO [/FONT][FONT=Verdana, Arial, Helvetica, sans-serif]Era de noche y María aún no había tenido a su hijo. Embarazada como estaba y sensible por duplicado, María trataba de dormir y se daba cuenta de que NO podía. Su marido dormía tranquilo a su lado, ambos estaban de espaldas, una contra otra, y de ese modo él no se percató cuando María comenzó a llorar y a llorar...
    La imagen de su padre fallecido le vino a la mente, y lloró en silencio por él, porque le echaba de menos, porque le estaba recordando y hubiera deseado que conociera al hijo que iba a tener.
    La cuestión es que lloró tan en silencio como pudo pero notó que el hecho de que la imagen de su padre le hubiera llegado tan de pronto era algo más que extraño.
    Un par de días después estaba en una tortillería tomando un aperitivo con su marido, su hermana y su cuñado. Allí hablaron de un par de cosas y de pronto el cuñado la miró y le dijo: "¿A que no te has acordado del aniversario de la muerte de tu padre?".
    Tan perdida en el tiempo como estaba María preguntó:
    - ¿Cuándo fue?.
    La respuesta le dejó helada:
    - Anteayer.
    Tragó saliva y abrió los ojos como platos: "Anteanoche estuve llorando y recordando a papá", dijo ella emocionada, y no sabía qué fecha era ni por qué me había llegado ese recuerdo tan fuerte de él."
    Cuando ya tuvo a su hijo, estaba una noche dándole un biberón tardío en la casa silenciosa. Estaba sentada en un sillón y tenía a su bebé medio dormido, que chupaba de la tetina sin abrir los ojos.
    Estaba muy cansada, muy muy cansada, y creía que se iba a quedar dormida, pero los dolores del reciente parto y la flojedad le hacían llorar constantemente porque María soportaba muy mal el dolor.
    Entonces una paz interior llegó hasta ella inundándola, el dolor desapareció por unos instantes, y una alegría injustificada la sucumbió de golpe... frente a ella, lo sabía, estaba su padre. No era visible, pero podía sentirle, y además de eso, podía notar su amor.
    [/FONT]
     
  2. Re: Historias de terror, fantasmas... II año

    Saludos a td@s :beso:

    SUERTE QUE NO ENCENDISTE LA LUZ

    Hace unos dos años, en Granada capital, ocurrió un asesinato que llamó mucho la atención. Fue en un piso de estudiantes, donde vivían cuatro chicas. Una noche, dos de las chicas se fueron a sus respectivos pueblos ya que era viernes, para pasar el fin de semana. Las otras dos se quedaron en el piso. Una de ellas decidió irse a dormir al piso de una compañera de clase. Se fue dejando a la otra sola en la vivienda.

    Por la noche, la que se había ido a dormir fuera se dio cuenta de que no tenía pijama y volvió al piso a recogerlo. Fue a su habitación y no encendió la luz para no “despertar” a su compañera. Cogió el pijama que estaba en el armario y se fue de nuevo.

    A la mañana siguiente, cuando volvió, se dio cuenta de que la policía estaba en el piso y que los vecinos llenaban el pasillo. Se asustó mucho porque no sabía qué había pasado. Se dirigió a su habitación y vio que un “cuerpo” se encontraba en el suelo tapado con una sábana. ¡Era un cadáver! ¡Su amiga había muerto! ¿Cómo? Se puso muy nerviosa, un montón de preguntas se atropellaban en su mente y no encontraba ninguna respuesta.

    La noche antes un ladrón había entrado en el piso y, estando la chica sola, la mató después de robarle el dinero que tenía. Cuando la chica protagonista fue al piso a recoger el pijama, el ladrón se encontraba en su habitación y ya había asesinado a su compañera. Dicho hombre dejó escrito en el espejo de la habitación, con pintalabios rojo: “SUERTE QUE NO ENCENDISTE LA LUZ”.
     
  3. Re: Historias de terror, fantasmas... II año

    Hola


    LUNA

    Eran cerca de las diez de la noche de una fría noche de invierno, en esta ciudad no es común que estando en plena estación invernal haga calor. Pero esa noche era distinto, era una noche que no podía explicar, ¿el por que el cambio de la temperatura tan repentino y por que a pesar del alumbrado publico la espesura de la oscuridad era mas intensa?

    Yo estaba en casa de un familiar, esperando que el reloj avanzara y mientras más deseoso estaba de que las manecillas giraran con más fuerza, estas acortaban su paso, como presagiando una desgracia tratando de evitarla. No soy alguien que guste ir a un festiva o algún tipo de baile y esa noche no fue la excepción, pero a pesar de ser así, tenía que soportar el hecho de convivir con gente tomada, sudada y en ocasiones violenta, pues a mi hermana le gusta divertirse en ese ambiente. Yo
    no había ido a ese festival, pero acordé llegar a las once de la noche por ella, para irnos a casa a descansar, lo que yo no sabia es que esa iba a ser una noche inolvidable para todos.

    Volví a mirar el reloj y por un momento me pareció ver, que aquella caja mecánica que llevaba tiempo colgada en aquella pared, había detenido su curso, volví a clarear mis ojos de un parpadeo y pude notar como el indicador que muestra los minutos, iba cambiando pesadamente al siguiente numero romano. –Las once menos quince- me dije yo, así, me despedí de mi abuela y salí de su casa bajo la negrura de aquella extraña oscuridad.

    El baile se había llevado acabo como a ocho cuadras cerca de la casa de mi abuela, caminaba por una calle anterior a la principal e iba observando. La calle estaba húmeda, había llovido y las temperaturas habían bajado bastante, pero lo extraño era que a pesar de lo nublado que estaba el cielo, se podía ver perfectamente la luna llena en todo su esplendor, parecía que las nubes se habían puesto de acuerdo para que esa noche, todos pudiésemos observarla.
    Entonces un viento extraño y frío se coló por mi cuerpo, me abroché la chaqueta y seguí adelante. Una noche con ese alo de misterio sólo me hacía pensar una cosa, “peligro”.

    Doblé una esquina para tomar la calle principal cuatro cuadras antes del baile, miré el reloj y noté que eran las once menos cinco, -Dios mío, me va a matar mi hermana-. Pensé al momento que apresuré el paso, casi a dos cuadras antes de llegar, algo me llamó la atención, no soy de las personas que miran el suelo cuando caminan, pero esa noche no había nada que observar alrededor, sólo podía mirar la luna y el reflejo de ella en el agua estancada de las calles. Me detuve a observar detalladamente que era lo que brillaba en aquel encharcamiento, una sonrisa me vino al rostro casi inmediatamente, yacía ahí tendida, en aquella agua semi-lodosa, un brazalete de oro, con pequeños diamantes rojos y aun a pesar de estar sumergida en aquella agua sucia, pude notar un tenue olor al perfume de una mujer.

    Me quedé un rato mirándole fijamente y pensando, -¿Quién podría haber sido la portadora de este hermoso objeto? Un desfile de imágenes pasaron por mi mente, creando la mujer ideal para el uso de tan radiante objeto. De pronto una voz conocida me sacó de mi pensamiento, trayéndome a la realidad de golpe, exclamando:
    -¡que puntual eres! Te estoy esperando desde hace diez minutos-, era mi hermana que ya venía en camino, miré nuevamente el reloj y eran las once con diez minutos, me pregunté yo mismo:
    -¿Cuánto tiempo perdí observando e imaginando?-, no me percate de la hora en ese momento y perdí la noción del tiempo. Entonces le ofrecí una disculpa y le mostré la razón por la cual mi demora, sólo se le quedó viendo, no dijo nada y siguió caminando.

    Conforme avanzábamos me percaté de uno extraños ruidos a la lejanía detrás de nosotros, parecían gruñidos de perros, hacían ver que estaban furiosos o hambrientos, no les tomé importancia, pues pensé que sólo eran perros callejeros, pero la curiosidad me ganó y volteé para ver que estaba sucediendo. Al principio sólo veía oscuridad, pero poco a poco, entre la ligera niebla podía ir viendo tres sombras de un tamaño enorme, no parecían perros normales, cuando volví a fijarme pude verlos, tres bestias caminando sobre dos patas, mis ojos se desbordaban de puro asombro, no podía creer lo que estaba viendo, era algo sobrenatural. De pronto me vino a la cabeza una antigua leyenda de la zona, la leyenda contaba que unas bestias gustaban de invadir los cementerios y devorar cadáveres, lo recordé, licántropos. Todo esto era increíble, pero en aquel momento no tenía otra explicación para lo que estaba viendo.

    Le dije a mi hermana, -no es por asustarte, pero voltea a mirar lo que nos está siguiendo-, me respondió, -ya sé, por eso no me quedé a platicar de lo que habías encontrado-, le dije, -si ya lo sabias, ¿Para que rayos no me lo dijiste desde un principio?-, me contestó, - porque ibas a salir corriendo y es mejor que actuemos naturalmente, que crean que no sabemos, que crean que nos están acechando-, lo dijo con una calma que inspiró mucha confianza, pero se me ocurrió voltear nuevamente y observé como esas cosas ya venían en cuatro patas y corriendo, le dije a mi hermana,
    -será mejor que empieces a correr porque esas cosas ya lo están haciendo-, pero me hizo una señal que me alarmó, me dijo sin pronunciar palabra alguna que hiciera mi vista hacia sus piernas, -¡Oh no!, ¡falda!-, dije con voz alta, estábamos cerca de la esquina que tome anteriormente para dirigirme a la calle principal y recordé que había un edificio de seis pisos en construcción, tenía un enrejado de puntas como protección, entonces le dije a mi hermana, -vete al edificio de enfrente y sube aquellas escaleras y estando una vez arriba, jala hacia ti que ahí estarás segura-, ella me dijo, -¿Y tú?, ¿Qué vas a hacer?-, le dije, -les voy a distraer para que no intenten llegar a ti-.

    Así pues, pasé las construcciones de aquella protección y subí hasta el último piso, no tenía ni idea de lo que iba a hacer, pero yo tenía que hacer algo, entonces me percaté de una barra de metal parecida a una lanza y me propuse a atravesar a la primera cosa que subiera, estaba apuntando hacia las escaleras pero nada, me decidí a mirar desde arriba por la cornisa y observé un par de esas cosas saltando la protección y subiendo por la pared sin tomar la escalera, entonces pensé, -¿Qué
    pienso hacerles cosquillas con esta barra?, debo de buscar algo que acabe con los dos de una sola vez-. Por suerte estaba ahí cerca un equipo de construcción que usa gran cantidad de energía eléctrica, que importa, sólo corté el cable con una sierra manual y encendí el interruptor de ese equipo, por donde ellos iban subiendo había un gran charco de agua estancada, si subían y pisaban el agua quedarían electrocutados, pero si no, entonces estaría en graves aprietos, sólo podía rezar y ver hasta donde me acompañaba la suerte ese día.

    Todo salió como lo planeé, cuando llegaron hasta el último piso, lo primero que pisaron fue el agua, entonces solté el cable y observe sorprendido, como se electrocutaban y se retorcían del dolor al momento que soltaban alaridos desgarradores, me dio miedo, pero era yo o ellos, después cuando ya estaban completamente muertos, conté, -¡dos!, ¿Dónde esta el otro?- desconecté el equipo
    para no electrocutarme y tomé nuevamente la barra de metal, me acerqué a la cornisa para mirar nuevamente y cuando terminé de observar, sentí una exhalación caliente por detrás, me quedé desconcertado, con los ojos mas fuera de borde, no sé si fue valentía o miedo, pero tomé la barra con todas mis fuerzas y giré rápidamente enterrando la barra hasta el fondo sin dar tiempo de nada, sólo escuché un aullido atroz que estremeció todo mi ser, le había enterrado la barra en el pecho, después de observarlo una fracción de segundo se abalanzó sobre mi, haciéndonos caer por la cornisa, en la caída pude sujetarme de un extremo que sobresalía del quinto piso, pero esa cosa alcanzó a rasgar mi pierna derecha con sus garras, cuando esto terminó me incorporé y observé como esa bestia había caído encima de las protecciones, atravesándolo por la mitad.

    Fui por mi hermana y nos fuimos a la casa de la abuela, ahí pasamos la noche, al día siguiente decidimos regresar a la construcción, pero no había nada, ni cuerpos, ni sangre, “nada”. Se lo contamos a nuestros padres y les mostré mi herida, sólo dijeron que lo mantuviéramos en secreto. Un extraño suceso, la herida sanó en tres días, de aquellas bestias no se supo nada, pero lo mas extraño, es que después de esa noche; dos noches antes, en luna llena y dos noches después de luna llena, me inyectan sedantes muy potentes. Y mi pregunta es, ¿Por qué?...
     
  4. Adelina Fassi

    Adelina Fassi Amante de las plantis

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    Re: Historias de terror, fantasmas... II año

    https://img525.***/img525/4120/40133380iu7.jpg​


    Hacía tres días que habían logrado huir de una maldita prisión de la Legión Extranjera. Tres días de sol abrazador y noches heladas que parecían preludiar el mismo infierno. Renard y Colin , dos asesinos condenados, vagando sin rumbo en un desierto infinito. Tres días sin comida y las escasas reservas de agua que llevaban consigo acababan de entregarles su última gota. La noche caía y una luna miserable y fría aparecía en el horizonte. En harapos, el frío del desierto les anunciaba que sería esa su última noche de vida. De repente, Colin observa un tenue resplandor en la lejanía y hacia allí dirigen sus pasos. En una hora que les pareció eterna, se hallan a cierta distancia de su destino. “Es un cementerio.”, divisa Renard, “Luz de lámparas de aceite”. Con cautela se aproximan cada vez más. Parecía el cementerio de un poblado cercano, extraña y tétricamente iluminado por unas pocas lamparas de aceite. “Ha venido gente hoy, esas lámparas no suelen arder más que unas pocas horas.” Sigilosamente recorren el cementerio. El espectáculo es aterrador. Tumbas abiertas y abandonadas, lápidas cubiertas con arena esparcidas sin algún orden proyectando sombras desoladoras. A medida que se acercan donde se hallan las lámparas reparan que una de las tumbas está cubierta por hojas de palmas y flores ya marchitas. “Colin, por aquí!” susurra Renard, “han estado aquí”. Ambos se acercan a la tumba y observan que se trata de un entierro de unas pocas horas antes. Sin comida, ambos desfallecían y tiritaban por el frío. Colin le dice a Renard: “Desenterrémoslo, y podremos usar su ropa y telas como abrigo.” Con gran trabajo desentierran el ataúd y Renard lo abre con esfuerzo. “Mira Colin”, exclama, “podremos abrigarnos, ha sido enterrado con ropa y el ataúd está lleno de telas”. Ambos despojan al muerto de sus vestiduras y se abrigan con ellas. Colin, observando el cadáver dice: “Ha tenido más suerte que nosotros... mira su panza...ese hombre ha comido hasta reventar.” Ambos permanecen en silencio...sólo el viento del desierto se oye pasar por entre lápidas y postes. Colin vuelve a intervenir: “Mira Renard, yo sé que esto puede sonar mal pero ese hombre está lleno de comida y nosotros no veremos la luz del día si no comemos algo. Es cuestión de vida o muerte. Dame tu cuchillo!” Renard temblando le alcanza una daga y Colin le abre la panza al cadáver. “Sacre Bleu!”, exclama Renard, “tallarines! está lleno de tallarines!”, y cae sentado de la emoción. “Nos hemos salvado”, grita Colin, y con desesperación comienza a comer los asquerosos tallarines semidigeridos del cadáver ya frío. “Ven Renard, come también tú!” A lo que Renard responde: “Déjame primero tratar de sobrellevar la repugnancia que me causa hacer eso”. Colin ya ha comido y Renard no ha conseguido probar bocado. “Come, Renard”, insiste Colin, “se trata de sobrevivir!” Renard dice que no puede, que le repugna pensar que esos tallarines han sido masticados por muelas quizá podridas, llenos de saliva, de jugos gástricos, de bilis de un muerto. “Y la sangre!”, dice Renard, “la sangre del corte, mezclada con esa nauseabunda mezcla fría...” Colin siente tremendo asco de lo que ha hecho, y al ver la barriga del difunto abierta, con la cena derramandose entre la sangre de la herida del cadaver gris y frío, no aguanta más, se aleja y vomita todo lo que comió sobre una lápida vecina. Renard rápidamente corre hacia ahí y comienza a comer ávidamente, diciendo: “Así calentitos los quería!”.
     
  5. Pabloski

    Pabloski El soñador de jardines

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    Re: Historias de terror, fantasmas... II año

    Que miedo!!:sorprendido:
     
  6. Re: Historias de terror, fantasmas... II año

    DEBAJO DE LA PIEL

    Para cuando anocheció, yo ya estaba observándola. Estaba de nuevo sentada, bebiendo un bloody mary, y jugueteando con un dedo en el licor. Se veía como ella misma: atractiva, contradictoria y, sin duda, misteriosa. Volteé a la cara hacia otro punto de la oscuridad. La gente caminaban por las calles protegiéndose del frío nocturno y de las alcantarillas salía vapor como si el fuego del infierno ardiese bajo nosotros. Sólo que yo no podía sentir ni frío, no calor, ni nada más. Sólo ese inexplicable fuego en el pecho cuando la veía.
    Y, sin embargo, ella seguía tranquila, sentada ahí.
    Sin quererlo, fui volteando hacia ella, otra vez. Era eso. No podía apartarla de mis ideas, de mis pensamientos, de mis actos. Ella, una mujer mortal. Cada noche pasaba por el mismo club, se sentaba sola ó se dejaba acompañar por quien anduviese con ánimos de hablar. Y fue precisamente buscando una víctima que la encontré. No sé si se llama destino ó azar, pero cuando me paseaba entre el rebaño mortal, fingiendo ser uno de ellos, caminando como si fuese invisible y casi deslizándome sin ser notado, la vi. Todo se detuvo durante ese momento y pude olvidarme de mi propia sed.
    Ya eran tres semanas de eso.
    Cada noche venía aquí, a las cercanías del club, para admirarla por una ventana. No es que no tuviese lo que hacía falta para acercármele. De hecho, cuando tienes seis siglos de vida, ya has seducido a una buena cantidad de personas. Pero esto era tan... diferente. Tal vez me encantaba porque no era un juego. Ella no era la clase de mujer a la que me le acercaría para entretenerme y luego nutrirme de ella. Ella era perfecta, aún más que las féminas de mi propia raza maldita. Y lo único que me impedía hablarle era su condición. Era mortal.
    No sabía qué hacer con respecto a eso, pero sin duda era un problema. No podía acercármele y pretender una relación cuando sólo puedo verla cada noche. ¿Qué tal si deja de venir al club y no vuelvo a verla? También existía la posibilidad de que surgieran las dudas dentro de ella e inevitablemente me preguntara sobre mí. Una mujer como ella no se dejaría sorprender por cosas que las demás no entenderían: por seis siglos de cabalgar en medio de la noche, de conspiraciones nocturnas, seis siglos de matar para poder vivir, seis siglos de melancolía. Pero tampoco podría ignorar lo que soy. Tal vez pudiese explicarle que esto no lo escogí yo, es mi carga, mi condena, yo no pedí nada así. Entonces ella sentiría algo de miedo por mí. Nada le podía garantizar su seguridad cuando andaba junto a un ser como yo, que dejó de respirar mucho antes de que sus propios padres nacieran. E imaginemos que ella no sienta horror ó no desee alejarse de mí. ¿Entonces qué? Un par de años para estar con ella, verla envejecer y, un buen día, verla morir. Y, entretanto, yo seguiría igual, con esta apariencia de joven eterno, de inmortal. ¿Condenarla y hacerla como yo? La mera idea me hizo soltar un quejido en voz baja. Lo más doloroso era que la amaba. Por eso no podía convertirla en alguien como yo: esto no es un regalo, no es una bendición. Es soledad y vacío.

    Cuando eres un ser como yo, sabes qué es en verdad hermoso y qué vale la pena en verdad, con sólo verlo una vez. Y yo lo estaba viendo ahora. Tenía miles de preguntas que hacerle, miles de cosas de qué hablarle y, sin embargo, cuando la veía todo se me olvidaba. Quedaba reducido a nada cuando ella estaba ahí. Si mi corazón pudiese latir, habría roto mi pecho. Pero nada de que yo pudiese hacer me podría salvar de mí mismo. Porque ahí estaba yo, caminando hacia el club, ignorando las gotas de lluvia que empezaban a caer sobre mi gabardina. Abrí la puerta del club y entré. Un ser inmortal como yo, que perdía el habla ante una mortal. Si me lo hubiese pedido, habría muerto por ella esa noche.

    De cerca, era brillante, como si estuviese rodeada de aura. Era una mujer fuerte y no se impresionó por mi palidez cuando llegué a su mesa. Ella levantó sus ojos oscuros hacia mí, arregló su cabello negro con una mano hacia un lado. Por un momento creí que iba a decir algo, pero no lo hizo. Miré sus pequeños labios y no hubo ningún movimiento, ninguna alteración. ¿Alguna vez has mantenido una conversación sólo con miradas? Pues esto era eso, mucho más poderoso que las palabras, extraordinario y sublime. No sé si se dio cuenta de que la estaba mirando completamente, grabando en mi memoria cada detalle de su piel blanca, cada gesto, cada facción. En ese momento, que pudo ser segundos, ó pudo durar una eternidad, me sentí otra vez vivo. Noté que su ritmo respiratorio empezaba a aumentar y que se estaba asustando por mi presencia, que no dejaba de ser sobrenatural, pero cuando iba a decir algo ó a moverse, puse, suavemente, mi dedo índice en su boca. Al segundo siguiente, mi mano acariciaba su rostro. Ella cerró los ojos con delicadeza, tal vez dejándose llevar por el momento... o quien sabe por qué. Quise decirle lo mucho que me conmovía estar a su lado, lo mucho que me enloquecía la idea de perderla y que se fuese, que ya no pudiese verla más y que se olvidara de alguien que, en realidad, es un hombre muerto. Pero no quería jugar con el momento. La conversación visual, espiritual, basada únicamente en sentimientos, pareció hacerse más intensa. Si los ángeles existen, debían sentirse así... tan cercanos a Dios.

    Me levanté de la mesa y salí del club sin dejar de mirarla, con la certeza de que me seguiría. Y así lo hizo. Me siguió hasta la oscuridad, bajo la lluvia. Su cabello mojado realzaba su belleza. Caminó hacia mí y nos vimos frente a frente. Estaba tan llena de dudas, de preguntas, pero no hizo ninguna. Volví a acariciar su rostro y, casi sin pensarlo, la abracé. Su cuerpo respirante accedió a estar entre mis brazos. Si ella no sintiese algo ¿Estaría actuando como actuaba conmigo en ese momento? La lluvia pareció detenerse durante ese abrazo. Las gotas se paralizaron en el cielo, se callaron las voces y los ruidos de la calle. Éramos sólo ella y yo. Era perfecto. Diez razones para estar vivo, que se resumían todas a una, que estaba entre mis brazos, protegida de las gotas suspendidas. Nos separamos del abrazo y, teniéndola así, con su rostro tan cerca del mío di gracias en silencio por ese momento, un momento que no habría cambiado por ninguno de los anteriores en 720 años. Sin darme cuenta, una gota roja se deslizó por mi pálido rostro de mármol. Una lágrima, salida de mi ojo izquierdo, manchada con el líquido que necesito para despertar, como todos los demás fluidos de mi cuerpo. Ella tomó la lagrima en uno de sus dedos y sus ojos se bloquearon en los míos. Supe (no sospeché ni presentí, lo supe) que se sentía asustada y, a la vez, confiada. Como impulsado por una mano invisible acerqué mi rostro al suyo y terminamos fundidos en un beso, inmortal, infinito. Habría congelado todo el mundo, toda la historia, sólo para permanecer junto a ella en ese instante, por toda la eternidad. Cuando mis labios se separaron de sus suaves labios, deslicé mi boca hasta su oído.

    - Te amo..., susurré
    Toda mi vida se había reducido a ese momento. Corrí lentamente mis labios hasta su cuello e, impulsado por la bestia que llevan por dentro los de mi especie, la mordí.

    Dio un corto quejido, pero apretó mis brazos con sus manos. Su sangre era como ella misma, intoxicante, estaba dentro de mí, debajo de mi piel, detrás de mis ojos... en mi garganta, en mis dedos, en mis labios, adentro de mi pecho. Es trágico tratar de explicar un sentimiento que no puede ser explicado con palabras. Mi corazón volvió a latir, por la sangre cálida y dulce de mi amada y nuestros corazones empezaron a latir tras el mismo ritmo. Hasta que llegó el momento en que el latido de su corazón empezó a debilitarse. Separé mi boca de su cuello y caí en cuenta de lo que estaba haciendo. Me maldije por un momento, con la cara hacia un lado, pero ella me sujetó entre sus manos y me hizo mirarla a sus ojos hipnotizantes.

    - Yo... lo siento much..., empecé a decir
    - Shhh? dijo ella

    El mundo seguía congelado y no era importante. Era como esas veces en las que sólo existes tú y esa otra persona. Nada de lo que hubiese pasado más allá de nuestra cúpula de cristal tenía significado.

    - Eres un ángel, susurró
    - No lo sé. ¿Son los ángeles incapaces de amar?
    Ella pensó la respuesta por un momento.

    ¿Cuál es la diferencia entre el amor mortal y este amor que sentía yo? Ninguna. No necesitas ser inmortal para sentir lo que yo estaba sintiendo, una poderosa emoción en la que la voluntad y el sentimiento son la misma cosa.

    - ¿Qué... quien eres?, preguntó
    - Sé que temes a que te haga daño... pero al mismo tiempo estás aquí, impulsada por quién sabe qué. Y quiero que sepas que moriría antes de hacerte daño.
    Y miré la herida en su delicado cuello.

    Nuestras manos estaban agarradas, pero las solté, con un dolor que era casi físico. La había mordido y, por un momento, me había alimentado de ella. No podía arriesgarme a hacerlo de nuevo. Para ella estar conmigo era peligroso, para mí estar sin ella era mortal. Pero no podía permanecer ahí, siendo una amenaza, mientras ella estaba débil. Empecé a marcharme, en la oscuridad.

    - Volverás a verme, le dije, moviendo los labios, pero sin emitir un solo sonido, con su sabor corriendo por todo mi cuerpo y sus manos tatuadas en mi piel...
     
  7. benemi

    benemi ...mar adentro

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    Re: Historias de terror, fantasmas... II año

    Hola!! :beso: :beso:

    Categoría: ficcion > Snuff

    No Necesitas Tu Mano


    Desnudo de cintura para arriba, con mi patético cuerpo esquelético, mis miserables músculos y mi pelo sucio, me sentía incómodo con el oxígeno. Me sentía incómodo respirando, sintiendo el asqueroso aire entrando en mis pulmones. Me sentía incómodo andando y notando como deambulaba entre microscópicos átomos de oxígeno. Estaba a mi alrededor, y me molestaba. Era como llevar todo el dia un traje incómodo.
    Me pesaban los párpados. Estaba cansado pero no tenía nada de sueño; cada día me costaba más conciliar el sueño. El sueño es una puta mierda, solo sirve para entrar en coma cada noche. Solo sirve para recuperar fuerzas y que el cuerpo recargue su bateria. Yo no quería eso, yo no quería hacerle el más mínimo caso a mi cuerpo. Yo solo quería seguir andando hasta que el sol hiciera ebullir mi sangre y quemara mis neuronas, bajo la coraza compuesta por mi craneo. Solo queria meter la cabeza en la bañera llena de agua hirviendo y dejarla alli dentro horas y horas hasta desgarrar mi carne y morir desangrado.
    Pero no hice nada de eso; me limité a mover mis piernas por toda la casa, intentando no hacer caso al inminente dolor de garganta que se acercaba cabalgando desde lo lejos. Evitando hacer caso a mi cuerpo que pedía caer en cualquier lugar. Evitando hacer caso a mi cuello quebradizo que quería crujir y roer y gritar.
    Mi vida consistía en evitar. En sentir la incomodidad allá donde fuera. En delirar por el cansancio y generar endorfinas para doparme de manera natural. Mi existencia era un puto estercolero, y aún así, me sentía más gratificado que la mayoria de los entes mecanizados que me rodeaban.
    Putas tostadoras con un trabajo y un coche y una cartera y una pareja estable. Yo queria esa pareja estable. Yo queria ese trabajo. Yo queria ese coche. Yo queria esa tostadora. Meter mi polla en esa tostadora y que me pidiera más y más y más.

    Desnudo de cintura para arriba, observando mi piel pálida, mis pezones tristes y frios... mis ojos fallaban y me mareaba. Si concentraba demasiado la vista, sufría espasmos cerebrales. Mi oido derecho comenzó a pitar ligeramente, pero lo ignoré. Ignoraba a mi cuerpo, sus señales de socorro, su necesidad de ser escuchado. Me imporaba una mierda mi cuerpo, y sin embargo, me preocupaba ir peinado. Era un puto muñeco de carne rota y huesos mal colocados, preocupado por estar decente para la foto.

    Me peiné. Frente al espejo. Me peiné, mojándome el pelo y tratando de parecer lo menos patético posible. Otra vez la vista se me iba, me mareaba. Me sujeté al lavabo y sentí la necesidad agónica de golpear con mis puños desnudos ese cristal hasta atravesarlo. Notar como los pequeños trozos cristalinos se clavaban en mis manos.
    Pero no hice nada de eso. Me limité a observar mis ojeras, mis ojos rojizos y mi barba de 3 dias.

    Llamaron al teléfono. Al móvil. Yo no tenía otro teléfono. Llamaron varias veces, por que no lo escuché al principio. Estaba sordo. No distinguía unos sonidos de otros. Llamaron y me puse. No dije nada, solo me puse. Supongo que al otro lado de la linea, alguien oyó mi respiración cansada y decidió comenzar la conversación.
    “Tú tienes mi mochila. Me la he dejado en tu casa”
    ¿Quién cojones había estaba en mi casa? Si, creo que alguien. Pero me quedé dormido, así que no le preseté mucha atención.
    “Devuélveme la mochila. Tiene algo que no te gustaria mucho. Devuélvemela”

    ...

    Sin soltar el teléfono, fui a mi cuarto. Vi una mochila. Estaba cerrada. Era la mochila que siempre llevaba un amigo mio, un amigo que me traía a casa en coche cada dia.
    ¿Desde donde me traía? ¿Qué hacía yo cada dia? ¿Por qué el tiempo acelera y puedo notar mis células muriendo dentro de mí?
    Puag, doy asco. Soy feliz.

    “Devuélveme la mochila”
    “No me apetece. No sé donde estas. No sé si realmente es tuya”
    “No me jodas”
    “No, no te jodo”
    “Pues no la habrás. Dentro está tu mano”
    “¿Mi mano?”
    “Sí. Dentro está tu mano”

    Miré mi brazo: seguía intacto desde la punta de los dedos hasta el hombro. La otra mano supuse que la conservaba, pues sujetaba el teléfono.

    “que te den por el culo”
    Colgué.

    Volvió a llamar. Nolo cogí. Colgué. Dejó de llamar. Miré la mochila fijamente. Y creo que también me miraba ella a mí. Yo creo que bailaba. Bailaba techno. Seguro. La mochila estaba muriéndose, drogándose, mirándome, bailando. Y yo no sabía que hacer, por que posiblemente estaría flipando; todo cambiaba de color. Veía un cigarro encendido, en un cenicero. Yo no recordaba tener ese cenicero. Yo no recordaba nada. Yo no fumaba...¿o si?
    MIERDA.
    El cigarro desprendía un humo muy denso, pero no era ningún porro. Ni era ningún nevadito. Era humo de cigarro, que se iba haciendo cada vez más y más espeso, cambiando de color; veía el humo pasar de gris a morado, y de morado a rosa, y de rosa a verde. Azul. Rojo. El humo iba cambiando de color, haciéndose cada vez más y más denso, ocupando cada vez más espacio en la habitación. Contrayéndose y expandiéndose, como un corazón al que le falta la sangre y trata de sobrevivir fuera del cuerpo.
    El humo bailaba conmigo. Todo bailaba. La mochila me miraba, queria que bailase. El humo me rodeaba como un chulo de discoteca rodea a una puta. Soy una puta, de eso no hay duda.
    De repente, el humo parecen miles de insectos. Realmente nada cambia, pero me fijo y realmente está formado por miles, millones de microscópicos insectos que caminan sin rumbo, en un bucle que, visto desde fuera, produce formas. Son un inmenso ejército hipnotizado, cambiando de color, recorriendo la habitación. Un ejército de insectos de aspecto correoso. Cierro los ojos.

    No quiero seguir mirando. Me aburro, me canso, me saturo. Dejo de respirar durante un minuto, y cuando por fin abro la boca y las fosas nasales, atrapo aire como si de ello dependiera mi vida (de hecho, de eso depende mi vida). Cogo aire hasta ahogarme en él, y abro los ojos.

    Ya no hay humo, ni cigarro, ni cenicero. Pero la mochila sigue ahí. Ahora esta quieta, fria, muerta. No me mira, no puede mirarme. Es una vulgar mochila sucia.
    “Dentro está tu mano” ¿sería verdad?
    Sería una puta patraña. Como todo lo que me dice todo el mundo. Vivimos creyendo en putas patrañas sucias y feas que conforman nuestras vidas, sucias y feas. Todo es un montón de anuncio de televisión con canciones romanticas remixeadas de fondo. Todo es falso. Todo da asco. Todo me la pone dura.

    Abro la mochila y vacio su contenido en el suelo: cae una mano. Joder
    Joder.
    Es lo único que habia. Al cogerla, parecía mucho más llena, como si dentro contuviese libros, cuadernos, objetos romos. Pero dentro solo tiene una miserable mano. Y entonces me miro: al final de mi brazo ya no hay nada.
    Ha desaparecido. De repente. Sin que me de cuenta. Solo un muñón mal cosido y aún fresco. Un muñón del que salen pedazos de carne brillantes.
    No grito. No me asusto. No lloro. No salgo corriendo. Simplemente me extraño, me extraño muchísimo; me jode no entender qué ha pasado. Mi mano estaba ahí hacía un minuto. Lo había comprobado seriamente, habia mirado. Habia mirado cuando veía humo de colores y cuando no lo veía: la mano no se habia movido de ahí. ¿Por qué habia desaparecido de repente?
    No, no habia desaparecido. Estaba en el suelo. Me agaché y la cogí con la otra mano. Pensé en ponérmela, pero...¿cómo?
    Miré mi muñón rojizo y volví a mirar la mano. Asi durante un minuto, sin saber qué hacer. Miré al techo, haciendo crujir mi cuello. Los sonidos rotos salieron de debajo de mi cabeza, como si mis vértebras quisieran hacer una queja formal por como las trataba.
    De repente escucho una voz.

    - Ni se te ocurra intentar nada de lo que estas pensando.

    Miro. La voz sale de mi muñón. La cicatriz mal cosida se mueve, como una boca.

    - Olvidate de esa mano. No sirve de nada. No se ha caido, la he tirado yo. No la necesitamos.

    Mi muñón me habla. La boca se mueve ritmicamente, dejando entrever unos pequeños dientes brillantes dentro. Dentro de mi brazo. No sé qué decirle, asi que dejo que siga hablando.

    - ¿Ha hecho alguna vez algo por ti? Esa maldita mano...es una zorra. Tienes que ordenarle todo. “Coge esto, coge aquello”. ¿Se le ocurría alguna vez hacer algo automáticamente?

    “Bueno...yo....yo cuando me rascaba era automático. No lo pensaba, mi mano iba directa al punto donde me picaba”

    - ¿Automático? ¡JA! Tu mano tenia órdenes de tu cerebro para hacer eso. Tu cerebro es un hijo de puta, no te avisa de cuando toma decisiones. ¿Te dice “eh, oye, que voy a ordenar a tus pulmones que respiren” o “perdona, ¿te importa si hago que tu sangre circule por tus venas?” o te pide permiso, simplemente, para decidir cuando quieres o no quieres ir a cagar, mear o comer? No. Tu cerebro es un dictador, y tu no eres más que su instrumento de transporte. ¿Tu mano? Actúa tal y como tu cerebro quiere.

    “Bueno...por algo será. A mi no me importa”

    - ¡Claro que no te importa! Por eso eres un fracasado y toda tu miserable vida lo serás. ¡Mírate! Paseando por la casa sin camiseta, viendo humo de colores y perdiendo tu mano...

    “ey, que la mano la has tirado tú”

    - Si, pero por que era una jodida puta. Deberias agradecérmelo.

    “bueno...a mí me venía bien tenerla...”

    - ¿¿Te venía bien?? ¿Para qué, eh, listillo? Todos sois iguales, unos malditos cobardes. Pasais un tiempo con una mano y ya estais enganchados a ella. Viviendo de los recuerdos. Patético. Eres patético.

    Me estaba cansando ese jodido muñón. Tenía hambre y me hacia sentir culpable, como si querer comerme una maldita ensalada de atún fuera un acto de subordinación. ¿Y si lo era?

    - Deberias librarte de la otra mano.

    “¿Por qué?”

    - ¿¿Por qué?? Mírate al espejo. Manos, brazos, piernas, pelo, nariz, ojos...eres lo que todo el mundo espera de ti. Solo eso. No...no eres tú mismo. Ni siquiera sabes lo que es ser tú mismo. ¡Me das asco!

    “No me voy a cortar la otra mano. No me apetece. Me hace falta. De hecho, me hace más falta que tenerte a ti”

    - Si pretendes ofenderme diciendome eso, estas jodido. Me da igual hacerte falta o no. Yo busco algo más, yo no quiero acabar mis dias como tú, siendo un patético montón de órganos ubicados aburridamente en un cuerpo prototípico. Yo aspiro a más.

    ¿A más? Pensé que ser un muñón gilipollas no era una gran aspiración, pero me callé por que no quería entrar en conflicto con el extremo de mi brazo. Al fin y al cabo, no dejaba de ser parte de mí...creo.

    Durante un buen rato estuvo hablando. Habló de la liberación del organismo, de cómo escapar de la carcel que es el cuerpo y buscar una evolución. Criticó de nuevo al cerebro, dijo que jugaba a inventarse ideas como el alma o el espíritu para evadir y esconder los temas de auténtico interés y conflicto. Mi muñón (que estaba resultando ser un auténtico pesado) estaba convencido de que el cerebro usaba artimañas como inventarse conceptos filosóficos para que asi estuvieramos entretenidos y no nos diésemos cuenta de que, realmente, no le necesitamos.
    Y siguió hablando. Una hora. Sin parar. Yo, al principio, trataba de discutirle sus ideas, cosa que parecía no agradarle, ya que su voz adquiría un tono más chillón y áspero y sus palabras pasaban a ser ataques e insultos directos hacia mí. Cuando pasaron 20 minutos, me limité a afirmar o negar, según conviniera para la situación.

    Fui a la cocina, a por un zumo. Tenia sed. Simplemente eso. El muñón se cabreó conmigo y empujó el vaso de zumo. Lo tiró al suelo y me insultó, acusándome de “cobarde”, “dependiente” y “subordinado de mis estúpidas necesidades fisiológicas”.
    Entonces me cansé.

    Me cansé totalmente. No pensaba aguantar a ese muñón mucho tiempo; la idea de convivir con él me agobiaba. Perder una mano podía asumirlo. Incluso, si me hubiera convencido con buenas palabras, me había cortado la otra mano. Pero resultaba cargante, tedioso y creaba en mi un incontrolable sentimiento de furor psicópata. Yo era una persona tranquila, pero cuando alguien hacía que mi vaso desbordara, entonces me cegaba y solo pensaba en ejercer daño.

    Fui a la cocina, con el cerebro drogado y los sentidos sedados. No escuchaba, no sentía las cosas que tocaba. Había olvidado a hablar y mi olfato había muerto. Apenas veía. Pero un instinto natural ultra desarrollado me hacía saber donde estaba cada objeto exactamente. Así que abrí un cajón y cogí un cuchillo. Un cuchillo grande y afilado, el más grande y más afilado. Puse mi brazo, con el muñón tratando de ejercer fuerza hacia los lados, sobre una tabla.
    Corté el muñón. Se hizo el silencio.

    Cogí el trozo de carne y lo tiré a la basura. Del nuevo corte salia sangre incontrolablemente. Podía ver el hueso sin cortar del todo, solo astillado. Podía ver mis venas librándose de la sangre que no quieren. Podía ver mi brazo por dentro. Y me gustaba
    Me resultaba gratificando sentir como mi cuerpo desaparecía. Cogí el cuchillo, me quité las botas y los calcetines y me corté un dedo del pie. El dolor había desaparecido, era una sensación puramente artificial. Sabía que me tenía que doler, pero el dolor real, el auténtico, no existía. Me corté el resto de dedos, y con cada uno que conseguía desprender de mi pie, más placer invadía mi psique.

    Así empezó la carrera contrareloj. Cuando más cortaba, más entraba en un estado de trance, de éxtasis. Me corté los pies, las piernas, los brazos. Tuve que coger una sierra para poder cortar, por que el cuchillo solo me servía para los dedos. Me corté hasta la pelvis. Cuando llegué a determinados huesos, no pude seguir cortando. Estaba debilitado, totalmente manchado en sangre y fluidos. Trozos de carne adoraban el suelo, acompañados de pedazos de huesos, deshechos y machacados.

    Me corté el hombro y empecé a cortarme el pecho. Queria despedazarme vivo con esa sierra, pero no podía: el esternón estaba demasiado duro y yo, demasiado débil. Me tiré al suelo, sin piernas, sin un brazo, con trozos de carne de mi pecho y estómago colgando patéticamente o, directamente, a varios metros de mí. Me empezó a entrar sueño, notaba que mi cerebro queria cerrar los ojos y olvidarse de todo. Descansar. Dormir. Dormir eternamente.
    Entonces, en ese mismo instante, me acordé de las palabras del muñón. Según iba troceándome, más se repetian las palabras del pesado de mi breve amigo. En mi cabeza resonaban metalicamente frases como “depender de tus miserables necesidades fisiológicas” o “libérate del cuerpo”. Tenía razón. Le odié, y su misión tal vez era esa. Ser odiado hasta el punto de morir por la causa. Le odié, sentí rabia por sus palabras, pero estaba causada por que me hería profundamente escuchar la verdad.
    Cerré los ojos.
    Y los volví a abrir.
    NO. El cerebro no podría conmigo. No me dominaría. No controlaria mis necesidades. No me iba a decir cuando dormir y cuando no, cuando comer y cuando no. No me iba a decir cuando sentir dolor y cuando no, cuando debilitarme y cuando no. El cerebro no me iba a atar más a sus denigrantes órdenes simplistas y banales.
    Debía hacer algo.

    Cogí la sierra (realmente, en ningún momento la había soltado) y comencé a serrarme el cuello. Era dificil, por que era demasiado blando para ese tipo de sierra. Pero lo intenté, tras varios intentos, y conseguí profundizar. Profundicé hasta tocar las vértebras, hasta tocar el duro hueso de la columna. Y paré. Necesitaba algún instrumento más duro para deshacerme de ese hueso.
    Pero no podía caminar, así que me arrastré. Me arrastré hasta que vi que no tenia fuerzas para tratar de alcanzar el pomo de la puerta y salir a la calle. Allí me quedé.
    Una hora. Y otra. Y otra.

    ...

    Entonces llegó alguien. Escuché gritos, chillidos, llantos. Escuché llamadas telefónicas. Escuché más gritos, más llantos. Escuché desesperación. Escuché más llamadas telefónicas. Escuché voces rudas y voces quebradas. Escuché sirenas. Escuché puertas abrirse y cerrarse. Escuché la radio de una ambulancia. Escuché más voces rudas y menos voces quebradas. Escuché voces y ruidos de puertas y de camillas durante horas, tal vez dias. El sentido del tiempo se desvanecía como el humo de colores.
    Escuché oraciones. Escuché lágrimas. Escuché frases tópicas acerca de mi supuesta bondad. Escuché mierda saliendo de las bocas de gilipollas que nunca me habian tenido el más mínimo aprecio. Escuché basura, solo basura. Nada más.

    Escuché una puerta cerrarse. Escuché arena cayendo en la madera. El sonido se iba haciendo cada vez más y más lejano, hasta que dejé de escuchar. Ya no podía oir nada. Silencio. El más absoluto y profundo de los silencios. Paz. Calma. Lucidez.

    Respiré, ligeramente. Llevaba muchas horas teniendo dificultades para respirar. Cogí aire y me dejé llevar. Me dejé llevar por el silencio, por la quietud y el reposo. Simplemente dejé que el tiempo, que por fin había retomado su sentido, pasara. Sin más.

    En fin. Mañana más.
     
  8. juanbimba

    juanbimba Jubilado sin oficio

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    Re: Historias de terror, fantasmas... II año

    Gracias Benemi, espero la continuación :razz:

    Juan
     
  9. Rozen Maiden Traümend

    Rozen Maiden Traümend 2 de Marzo

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    Re: Historias de terror, fantasmas... II año

    Ufff, hacía un momntón que no me pasaba por este post, menos mal que Trochamontes me dio un toque ^^ Gracias.
    Y Gracias Chagall por arreglarme el vídeo.
    Me gustaron muchos las historias, sobre todo Tres veces, era genial, el caseron, el hombre del saco me encantó, y que bonita la del presentimiento, suerter que no encendiste la luz fue impresionante, luna también estuvo muy bien, Debajo de la piel te mete mucho en la historia.
    Y las historias personales de cuando se contaban historias de miedo Xd Divertidísimas.

    Voy a contar una historia que nos contó mi profesor de plástica el año pasado, que sabíamos que a final de trimestre contaba historias de miedo y le gustaba mucho estas cosas. Cerramos las persianas, todo el mundo se quedó en silencio y empezó a contar la historia:
    "Cerca de aquí (dijo el nombre del pueblo, pero no lo recuerdo) había una casa donde habían matado en la guerra a muchas personas, los dueños la habían vendido a una mujer. No pasó nada, hasta que fue de noche, entonces empezó a ver la cara de una mujer mayor blanca que estaba intentando hablar, se pasó toda la noche sin moverse y por la mañana no había nada, así que pensó que a lo mejor había sido sólo un sueño. Por la noche de nuevo vio una procesión de sombras blancas: hombres, mujeres, niños... Reflejadas en la pared y entonces... ¡¡¡¡¡AAAAAAH!!!!!!" Pegó un grito y un golpe en la mesa que hizo chillar a casi toda la clase xDDD

    A ver si hay post nuevos pronto, que me encantan vuetras historias ^^
     
  10. Re: Historias de terror, fantasmas... II año

    Hola a tod@s :beso: :beso:

    NO LO LEAS


    Era una fría y oscura tarde de invierno, estaba un poco mareado. Así que decidí acostarme, no eran más de las seis, pero así lo hice.

    Me encontraba en una larga y oscura sala en la cual abundaban los libros de magia negra y brujería, en ese instante se me vinieron las débiles palabras de mi abuelo Mauricio antes de morir: “no lo leas”, yo no le encontraba sentido a esas pocas palabras, así que decidí explorar la gran sala.

    A medida que avanzaba una débil brisa me producía escalofríos, seguía caminando hasta llegar a un camino sin salida y adornada con una estatua de marfil, era muy raro ya que en el suelo había dibujado un tablero de la famosa ouija y en la parte posterior habían dibujado unas palabras escritas en latín o eso era lo que yo pensaba, comencé a leerlas aunque me costaba mucho trabajo…fue entonces cuando escuchaba unas voces de fondo que me decían: Pedro despierta, ¡¡¡¡Pedro quieres despertarte de una vezzzz….!!!!

    De repente di un sobresalto y mi madre y yo nos pegamos un chocazo en la cabeza y a
    ambos nos salió un gran “chichón”.

    Decidí ir esa noche a la discoteca para despejarme un poco con mi amiga Carmen y le conté el extraño sueño, ella no paraba de reírse, en cambio yo no le veía la gracia pues tenía el presentimiento de que algo no muy bueno iba a ocurrir. No paraba de pesar en las dichosas palabras de mi abuelo así que decidí preguntarle a mi padre la causa del fallecimiento de mi abuelo, se quedó muy pensativo durante varios segundos y me dijo que eso ya me lo iría contando con el paso de los años, pero yo le dije que quería saberlo en ese mismo instante, pues una cosa muy extraña relacionada con sus últimas palabras me
    estaba ocurriendo y me preguntó que era y de nuevo expliqué mi sueño y se dio la vuelta sin decirme palabra en el resto de la mañana.

    Al día siguiente, me enteré de que mi abuela había muerto en un accidente de tráfico cuando se dirigía a mi casa… fue entonces cuando mi padre me explicó la causa del fallecimiento de mi querido abuelo: Había muerto 12 horas más tarde de hacer la ouija pero la causa no se llegó a saber aunque mi padre me dijo también: “no lo leas” y desde entonces mi padre piensa que fue porque él había leído algo que no tenía que haber leído. Yo también lo pensé y en ese mismo instante vi una sombra pasar a mi lado, el miedo me invadió de repente, no podía moverme, quería seguir a la sombra pero algo en mi interior me decía que no lo hiciera, me armé de valor y la seguí, salió de mi casa y me llevó a un lugar en el cual yo nunca había estado, otra sombra pasó por mi lado y sentí un gran escalofrío como el que sentí en aquel sueño tan extraño…la sombra entró en una casa totalmente deshabitada, yo tenía más miedo que antes y sin saber por qué me desmayé y mi cabeza pegó un porrazo contra el duro asfalto de la carretera…

    Hacía mucho frío, allí estaba mi abuelo, corrí hacía él pero era imposible alcanzarlo, a medida que corría, su cuerpo se alejaba más y más… y sólo escuché unas palabras que me dijeron: no te comuniques con mi mundo, es muy peligroso, ya lo entendía, todo encajaba, mi abuelo se encontraba encima de un misterioso tablero que era el de la ouija y éste me quería decir que no jugará con esas cosas.

    Me encontraba tendido en el jardín de la misma todo había sido un sueño y vi que algo turbio estaba asomado a la ventana de la última planta de la casa. Me armé de valor y decidí entrar…me encontraba en la famosa sala y todo estaba ahora lleno de extrañas sombras que se movían con una gran lentitud…estando ya encima del tablero donde pude distinguir las extrañas palabras que mi abuelo me dijo que no leyera, pero no le eché cuenta y las leí, sentía como si mi alma no pudiera con mi cuerpo, estaba muy cansado, sentía como si me rajaran todo el cuerpo, como si me quitaran la vida, y así fue, allí estaba mi abuelo, riéndose a carcajadas, yo no lo entendía pero fue cuando él gritó las mismas palabras que estaban escritas sobre el tablero: “Si vous estez que reler la paser no pooyiez de la vier”, ahora si que lo entendía todo mi abuelo sabía que más tarde o más temprano las leería(pues el ser humano es así de curioso y estúpido) así que dijo que no lo leyéramos para hacer que pareciera que era muy inocente y que quería salvarnos, pero allí estaba yo muerto sin poder hacer nada y mis últimas palabras fueron: “no lo leas”, esperando a que otro tonto lo leyera para reencarnarme en su propio cuerpo….

    “…el mayor error de todos fue que la leyenda dice que será castigado todo aquel que
    lo leyera, así que desafortunados ya sabéis lo que os espera…”.
     
  11. Re: Historias de terror, fantasmas... II año

    EL NUEVO JUGUETE

    Cuantas veces se culpa a la conciencia de los malos actos. Esas voces
    internas que nos consumen y que nos hacen incluso llorar.

    Carlitos era un chico retraído, normalmente medicado por sus padres para combatir su
    síndrome del niño mal atendido. Su casa aparentaba ser el hogar perfecto y no mucho
    menos la presencia de sus padres.

    Muy alejados de los problemas de su hijo, el egoísmo (como pensaba Carlitos) les
    hizo pensar en otro integrante mas para la familia.
    Así, el transcurso de un embarazo lleno de cuidados y mimos se cumplió, dándole a
    Carlitos a finales del noveno mes la buena noticia de un nuevo hermanito.

    La llegada del nuevo inquilino a la casa fue anunciada con bombos y platillos. La
    alegría inundó la casa.

    Pero en uno de los rincones de la casa, debajo de la alacena, se encontraba triste y
    rabioso Carlitos, el lugar de los ratones, le llamaba.

    Una presencia que enturbiaba su joven mente le incitó a "jugar" con su nuevo hermanito.
    La cuna se veía tan tentadora de cruzar. Armado con un pica hielos se dispuso a
    visitar a su fraterno mientras los adultos celebraban la buena nueva en la sala de estar.

    Para este momento la noche ya había cubierto al barrio. Que mejor cómplice y
    escondite que las sombras y cortinas de la habitación de su hermanito.

    La misma voz que lleno de ira a Carlitos volvió a aparecer, ensuciando sus oídos con
    crueles palabras.

    Carlitos cruzó la reja de la cuna, moviendo la colchoneta e inquietando al bebe...

    El llanto del recién nacido se hizo presente pero muy inteligente Carlitos con un desliz activo el móvil que hizo irradiar sonrisas al pequeño.

    -Hola bebé, soy tu hermano mayor, ¿Quieres Jugar?. Dijo Carlitos.

    El bebé entretenido por las luces de su juguete sonreía y retozaba hasta que...

    Con un movimiento sagaz, Carlitos perforó con todo su coraje las manitas del bebé, tanta fue su rabia que sin dedos dejo al infante...

    El niño lloraba, el dolor insoportable le hizo emitir llantos y gritos.. Pero con
    los peluches de su cuna, Carlitos le tapaba la boca.

    En un cruel frenesí masacró al recién nacido. La cuna se tiñó de rojo y con la sangre Carlitos se divertía.

    Las vísceras y miembros eran un entretenimiento para él.

    El trágico suceso no fue percibido, hasta que su abuela quiso ir a despedirse de sus encantadores
    nietos...al no encontrar a Carlitos en su habitación se dirigió al cuarto del bebe.

    Al encender la luz vio el charco de sangre de la cuna que estaba cubierta con un
    edredón de pequeños ositos bañados de carmín.

    El grito de la abuela alertó a los demás y todos se dirigieron a la habitación.

    No podían creer lo que sus ojos les hacían ver...

    Mientras, Carlitos con su macabra sonrisa cual si hubiese recibido un juguete más decía:

    Mira papá... Mira mamá... Desarmé a mi hermanito!!!
     
  12. Pabloski

    Pabloski El soñador de jardines

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    Re: Historias de terror, fantasmas... II año

    [FONT=Verdana, Arial, Helvetica, sans-serif]LAS LUCES [/FONT][FONT=Verdana, Arial, Helvetica, sans-serif]Esta historia me la contó una chica de unos 16 años, y no le sucedió a ella, sino a su madre, una española que emigró a Alemania para buscarse la vida, teniendo que alquilarse una casa con su joven esposo que apenas tenía comodidades.
    Eso sí, tenía visitantes misteriosos.
    Al principio sólo eran sonidos, rasguños en la almohada que mantenía abrazada mientras trataba de descansar después de tantas horas de trabajo. Le asustó, cierto, pero mantuvo la calma y pensó que era su propio agotamiento el que la hacía tener alucinaciones auditivas. Los rasguños en la cama no son tan inhabituales ¿no?. Muchos los hemos oído. Son visitantes que quieren comunicarnos que "están ahí también, que no estamos solos".
    La joven vivió con esa extraña experiencia unos días y terminó por acostumbrarse, pero una noche ocurrió algo terrible. Estaba tumbada en la cama, descansando, su marido estaba afeitándose en el cuarto de baño, y de pronto unas lucecitas de un tamaño algo mayor que el de las canicas, blancas azuladas y brillantes, comenzaron a salir de debajo de la cama.
    Subieron, ascendieron hasta ponerse encima de ella, y bailaron.
    La chica las miró estupefacta, tragó saliva y respiró profundamente. ¿Qué era aquello? ¿De dónde salían? ¿Qué las producía?
    Y entonces las luces comenzaron a bailar con movimientos más bruscos, y una poderosa fuerza salió de ellas. La chica notó esa fuerza en puñetazos y patadas invisibles que la golpeaban y estampaban contra las paredes... Gritó, y su marido se cortó con la gillette. Cuando él iba a salir la puerta del cuarto de baño se cerró de golpe.
    La joven española emigrante sufrió una paliza que la dejó destrozada, y no pudo hacer una denuncia, porque en qué comisaría de policía iban a escuchar semejante historia sin echarse a reir.
    No volvió a ocurrirle porque volvió a España entre lágrimas y terrores.
    Durante años jamás contó la historia, y cuando lo hizo, fue para contárselo a su hija -mi confidente-, quien me confesó que su madre no podía hablar del tema sin echarse a llorar y a temblar.
    No es para menos. Su hija también lloró al contármelo.
    [/FONT]
     
  13. Re: Historias de terror, fantasmas... II año

    LA MANCHA​


    Desde hacía días permanecía inmóvil. La familia seguía expectante a que hiciera algo, a que reaccionara. La semana anterior había tomado la forma de un payaso. Cabezón, con manotas y zapatones. Pero esta semana, nada. Quieta y oscura, había vuelto a ser la simple mancha de humedad que ennegrecía desde siempre una esquina del cielorraso del living.

    Con los años, fue adquiriendo formas muy distintas. Una vez, cubrió gran parte de una de las paredes reproduciendo la silueta de un barco pirata; días después se convirtió en un ramillete de flores; fue también un puñal y una nube y un pianito en una esquina, entre garabatos.

    Pero ahora, los tres hermanitos estaban consternados. El menor, Ezequiel de tres años, la miraba por momentos ilusionado; tal vez, en una de esas, se movía. Ignacio, de cinco, trataba de darle una explicación lógica: ¡se secó! Pero Esteban, el de ocho, guardó silencio, preocupado. Los padres no lograban consolarlos, era inútil.

    La mancha de humedad ya no cambiaba más de forma.

    Hasta que una noche, desde la ventana, la luz de la luna acertó en su escondite. Una sustancia pegajosa brotaba del techo; envuelta en una membrana transparente, brillante, con pecas pardas.

    Después de varios intentos por despegarse, se dejó caer directo al suelo. Protegida por las sombras de los muebles del living, se aseguró de evitar la luz. Se deslizaba despacio, alerta a cada sonido, a cada imperceptible movimiento del aire. Poco a poco fue dirigiéndose al cuarto de los chicos. Se deslizó por debajo de la puerta hasta acercarse a las camas. Cada acción era medida, para no despertarlos. En eso, oyó un ruido que la sobresaltó.

    Era Esteban, que se había dado vuelta dejando caer la mano al piso, a centímetros de ella. Esperó volver a oír los ronquidos, para reanudar su marcha. Pesada, prudente, consiguió lamer la punta de los dedos del muchacho que, rápidamente, giró levantando el brazo, metiéndolo luego dentro de la funda de la almohada. Ciega, y guiada por un olfato exquisito, la mancha seguía el olor de la inocencia. Entonces optó por voltear a su derecha. Allí estaba Ignacio, enredado entre las sábanas, apenas se le asomaban las rodillas. La mancha no podía percibir la intensidad del calor de ese cuerpo, por los confusos pliegues de las telas. Empezó por lo más fácil: la cuna. Ezequiel dormía destapado y extendido en el medio del pequeño colchón con la boca entreabierta, un hilito de baba brillaba en su camino hacia la almohada. Blanda y resbaladiza, trepó los barrotes.

    Cuando llegó a la cara, lo embistió por la boca. Sin oportunidad de reaccionar, el chico comenzó a oscurecerse. Los cachetes rosados se tornaron verdosos, luego morados, para después quedar absolutamente negros, como todo el cuerpo. La mancha fue nutriéndose rápidamente. Crecía a medida que el pequeño se disolvía. Apenas quedaron algunos restos pegados a la sábana.

    A la mañana siguiente, la madre puso a calentar la leche en un jarrito. Repasó los guardapolvos y llamó a la puerta de los chicos, para despertarlos. Dos golpes despacio y luego tres más intensos. Mientras acomodaba el desayuno en la mesa del living, levantó instintivamente la mirada hacia la esquina del techo. Qué curioso, la mancha había desaparecido.

    La mujer frunció el entrecejo y con un vago presentimiento miró en dirección al cuarto de los chicos. Un líquido espeso y granate chorreaba por el dintel de la puerta. Dibujaba, en la blancura de la madera, la sonrisa de un payaso.
     
  14. Pabloski

    Pabloski El soñador de jardines

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    Re: Historias de terror, fantasmas... II año

    La amenaza de la ouija

    Todo empezó un día en que Julia, Rubén, Javi y yo nos sentamos delante de un tablero ouija para realizar una sesión de espiritismo.
    El Tablero lo hicimos en una hoja de papel y como testigo utilizamos una moneda.

    Empezamos y al principio no se movía pero de repente empezó a moverse, yo estaba muy nerviosa, era la primera vez que jugaba. El tablero dejo ver un mensaje:
    - EL 26 DE JULIO, JULIA MORIRÁ. Todos nos quedamos quietos, Julia estaba muy nerviosa pero al final logramos entre todos calmarla.
    Después de esto, el tablero me habló a mi, por aquel entonces me gustaba un chico que se fue a su país, así que le pregunté si me quería de verdad, me contestó que NO ME QUERIA, SOLO POR INTERES Y QUE TUVIERA CUIDADO. Ahí fue cuando me dio un vuelco al corazón.
    Al terminar la sesión, le quitamos todos importancia, pensábamos que todo había sido una tontería, pero nadie se podía imaginar que a partir de aquel momento nada volvería a ser igual.

    A Rubén se le encendía y se le apagaba el televisor sin que nadie estuviera presente, a mi me pasaba lo mismo con el reproductor de cd’s, Julia se quedó atrapada dentro del ascensor y por poco no se le incendia toda la casa, sin contar que se le murió el canario que había tenido sin ningún problema durante siete largos años y a Javi le tocó lo peor, se cayó por las escaleras y lo tuvieron que ingresar en el hospital. Pero lo peor fue que ocurrió en tan solo una semana. Ninguno estamos a salvo y viene a por nosotros…
     
  15. Pabloski

    Pabloski El soñador de jardines

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    Re: Historias de terror, fantasmas... II año

    El bosque...

    Ana estaba eufórica. Sus padres estaban de viaje y le habían permitido celebrar aquella fiesta de pijamas que había implorado durante tanto tiempo. Cuando sonó el timbre, estaba acabando la salsa guacamole para los nachos. Echó un vistazo al salón: Música sonando, bebidas en la mesa, gusanitos, palomitas, maíces, nachos y... ¡las patatas! Faltaban las patatas. Se apresuró y abrió la puerta. Era Sonia.
    -¡Hola Ana! ¿Soy la primera?
    -Sí. Entra, que por lo que veo debes de estar helada.
    La verdad es que para ser una noche de agosto hacía un frío inusual.
    Ana terminó la salsa guacamole mientras Sonia ponía las patatas en un cuenco y las llevaba al salón.
    Cuando estuvo todo preparado llegaron las demás: Lorena, Isabel y Noelia.
    Se pusieron sus pijamas, echaron los sacos de dormir en el suelo y se pusieron a ver "The ring".Justo cuando la niña de la película salió del pozo, sonó el teléfono. Se asustaron de verdad, y al final, Isa se atrevió y cogió.
    -¿Sí...?-dijo con la voz temblorosa-.
    -¡Hola Isabel! ¿Podrías pasarme con Ana por favor?-Era la madre de Ana, preguntando qué tal les iba. Todas se tranquilizaron. Siguieron viendo la película cuando, de repente, se apagaron la televisión, las luces...todo. Se quedaron paralizadas, querían gritar y no podían, querían correr y no podían...Una angustia total.
    -Habrán saltado los plomos-dijo Ana, para que no se notara que estaba invadida por el miedo-.Acompañadme a fuera a arreglarlo.
    Miraron por la ventana, y la verdad es que hacía una noche espléndida en ese momento. La luna brillaba con toda su fuerza, y las niñas cogieron las finas chaquetas que portaban y salieron. Ana vivía en un apartado chalet del bosque. Cuando todo estuvo arreglado, dijo Noe:
    -¿Por qué no vamos a dar una vuelta por el bosque?
    La verdad es que a ninguna le atraía mucho el plan, pero algo las llamó, así que se pusieron en marcha. Se agarraron unas a otras, y recorrieron senderos hasta llegar a uno que
    no tenía salida. Cuando dieron la vuelta, vieron una especie de animal pequeño, una mezcla entre gato y conejo, que se escondió en un matojo. A Lorena le encantaban los animales, así que corrió hacia el arbusto.

    -¡¡¡NO TE ACERQUES!!!-dijo Sonia, con un grito de desesperación.

    -¿Por q...-No le dio tiempo a decir más a Lore. El bicho le mordió la mano y se la llevó al matojo. Éste empezó a moverse muy bruscamente, y todas empezaron a gritar y a correr. No sabían hacia dónde estaban yendo, pero sólo les importaba salir de allí. Dieron vueltas sin pararse, el corazón les iba a mil por hora. Encontraron la casa de Ana. Se metieron corriendo y cerraron la puerta con llave. Cerraron todas las ventanas, cogieron varias mantas y se acurrucaron en el sofá. Llamaron a los padres de Ana, y les aseguraron que por la mañana estarían ahí. No les contaron lo de Lore, para no preocuparlos; se lo contarían al día siguiente.

    -¿Por qué sabías que Lore no debía acercarse?-preguntó Isa a Sonia.
    -Porque ese bicho era un chupacabras.
    A todas se les cortó la respiración. Siempre habían escuchado historias sobre este "ser”, pero nunca las habían creído. A la mañana siguiente allí estaban los padres de Ana, informados sobre los hechos y absolutamente aterrorizados. Llamaron a la policía, que registró toda la zona. Cerca de un pequeño lago encontraron el cuerpo sin vida de Lore, mutilada y blanca, sin una gota de sangre en su cuerpo. Las chicas nunca se recuperaron del shock, y aún están con tratamiento médico. Ana y sus padres abandonaron la casa, aunque hay quien dice que hay alguien viviendo allí...