Re: ... de poetas, cuentos y leyendas El Gaucho Martin Fierro Capitulo 3 Tuve en mi pago en un tiempo hijos, hacienda y mujer, pero empecé a padecer, me echaron a la frontera, ¡Y que iba a hallar al volver! tan solo allé la tapera. Sosegao vivía en mi rancho como el pájaro en su nido, allí mis hijos queridosa iban creciendo a mi lao... sólo queda al desgraciao lamentar el bien perdido. Mi gala en las pulperías era, en habiendo mas gente, ponerme medio caliente, pues cuando puntiao me encuentro me salen coplas de adentro como agua de la virtiente. Cantando estaba una vez en una gran diversión, y aprovecho la ocasión como quiso el Juez de Paz... se presentó, y ahi nomás hizo arriada en montón. Juyeron los más matreros y lograron escapar: yo no quise disparar, soy manso y no había porqué, muy tranquilo me quedé y ansi me dejé agarrar Allí un gringo con un órgano y una mona que bailaba, haciéndonos rair estaba, cuanto le tocó el arreo, ¡tan grande el gringo y tan feo, lo viera cómo lloraba!. Hasta un inglés zanjiador que decía en la última guerra que él era de Inca-la-perra y que no queria servir, tambien tuvo que juir a guarecerse en la sierra. Ni los mirones salvaron de esa arriada de mi flor, fué acoyarao el cantor con el gringo de la mona, a uno solo, por favor, logró salvar la patrona. Formaron un contingente con los que del baile arriaron, con otros nos mesturaron, que habían agarrao también, las cosas que aquí se ven ni los diablos las pensaron. A mí el Juez me tomó entre ojos en la ultima votación: me le había hecho el remolón y no me arrimé ese día, y él dijo que yo servía a los de la esposición. Y ansí sufrí ese castigo tal vez por culpas ajenas, que sean malas o sean güenas las listas, siempre me escondo: yo soy un gaucho redondo y esas cosas no me enllenan. Al mandarnos nos hicieron mas promesas que a un altar, el Juez nos jué a proclamar y nos dijo muchas veces: muchachos, a los seis meses los van a ir a relevar. Yo llevé un moro de número ¡sobresaliente el matucho! con él gané en Ayacucho mas plata que agua bendita: siempre el gaucho necesita un pingo pa fiarle un pucho. Y cargué sin dar mas güeltas con las prendas que tenía: jergas, ponchos, todo cuanto había en casa, tuito lo alcé: a mi china la dejé medio desnuda ese día. No me falta una guasca -esa ocasión eche el resto-, bozal,maniador, cabresto, lazo, bolas y manea... ¡el que hoy tan pobre me vea tal vez no creerá todo esto!. Ansí en mi moro, escarciando, enderecé a la frontera. ¡Aparcero si uste viera lo que se llama cantón!... ni envidia tengo al ratón en aquella ratonera. De los pobres que allí había a ninguno lo largaron, los más viejos rezongaron, pero a uno que se quejó en seguida lo estaquiaron, y la cosa se acabó. En la lista de la tarde el jefe nos cantó el punto diciendo: -Quinientos juntos llevará el que se resierte; lo haremos pitar del juerte, mas bien dése por dijunto-. A naides le dieron armas, pues toditas las que había el Coronel las tenía, sigun dijo esa ocasión, pa repartirlas el día en que hubiera una invasión. al principio nos dejaron de haraganes criando sebo, pero después... no me atrevo a decir lo que pasaba... ¡barajo!... si nos trataban como se trata a malevos. Porque todo era jugarle por los lomos con la espada, y aunque usté no hiciera nada, lo mesmito que en palermo, le daban cada cepiada que lo dejaban enfermo. !Y que indios, ni que servicio; si allí no había ni cuartel! nos mandaba el Coronel a trabajar en sus chacras, y dejábamos las vacas que las llevara el infiel. Yo primero sembré trigo y después hice un corral, corté adobe pa un tapial, hice un quincho, corté paja... ¡la pucha que se trabaja sin que le larguen un rial!. Y es lo pior de aquel enriedo que si uno anda hinchando el lomo se le apean como un plomo... ¡quién aguanta aquel infierno! si eso es servir al gobierno, a mi no me gusta el cómo. Más de un año nos tuvieron en esos trabajos duros; y los indios, le asiguro dentraban cuando querían: como no los perseguían, siempre andaban sin apuro. A veces decía al volver del campo la descubierta que estuvieramos alerta, que andaba adentro la indiada, porque había una rastrillada o estaba una yegua muerta. Recién entonces salía la orden de hacer la riunión, y caibamos al cantón en pelos y hasta enancaos, sin armas, cuatro pelaos que ibamos a hacer jabón. Ahi empezaba el afán -se entiende, de puro vicio- de enseñarle el ejercicio a tanto gaucho recluta, con un estrutor... ¡que... bruta! que nunca sabía su oficio. Daban entonces las armas pa defender los cantones, que eran lanzas y latones con ataduras de tiento... las de juego no las cuento porque no había municiones. Y un sargento chamuscao me contó que las tenían pero que ellos la vendían para cazar avestruzes; y asi andaban noche y día déle bala a los ñanduses. Y cuando se iban los indios con lo que habían manotiao, salíamos muy apuraos a perseguirlos de atrás; si no se llevaban más es porque no habían hallao. Allí sí, se ven desgracias y lágrimas y afliciones; naides le pida perdones al indio: pues donde dentra, roba y mata cuanto encuentra y quema las poblaciones. No salvan de su juror ni los pobres angelitos; viejos, mozos y chiquitos los mata del mesmo modo: que el indio lo arregla todo con la lanza y con gritos. Tiemblan las carnes al verlo volando al viento la cerda, la rienda en la mano izquierda y la lanza en la derecha; ande enderieza habre brecha pues no hay lanzazo que pierda. Hace trotiadas tremendas desde el fondo del desierto; ansí llega medio muerto de hambre, de sé y de fatiga; pero el indio es una hormiga que día y noche esta despierto. Sabe manejar las bolas como naides las maneja; cuanto el contrario se aleja, manda una bola perdida, y si lo alcanza, sin vida es siguro que lo deja. Y el indio es como tortuga de duro para espichar; si lo llega a destripar ni siquiera se le encoge; luego sus tripas recoge, y se agacha a disparar. hacían el robo a su gusto y después se iban de arriba; se llevaban las cautivas, y nos contaban que a veces les descarnaban los pieces, a las pobrecitas, vivas. ¡Ah! ¡si partía el corazón ver tantos males, canejo! los perseguíamos de lejos sin poder ni galopiar; ¡y qué habíamos de alcanzar en unos vichocos viejos! nos volvíamos al cantón a las dos o tres jornadas, sembrando las caballadas; y pa que alguno la venda, rejuntábamos la hacienda que habían dejao rezagada. Una vez entre otras muchas, tanto salir al botón, nos pegaron un malón los indios y una lanciada, que la gente acobardada quedó dende esa ocasión. Habían estao escondidos aguaitando atrás de un cerro... ¡lo viera a su amigo Fierro aflojar como un blandito! salieron como maiz frito en cuanto sonó un cencerro. Al punto nos dispusimos aunque ellos eran bastantes; la formamos al instante nuestra gente, que era poca, y golpiándose en la boca hicieron fila adelante. Se vinieron en tropel haciendo temblar la tierra. no soy manco pa la guerra pero tuve mi jabón, pues iba en un redomón que habia boleao en la sierra. ¡Que vocerío! ¡Que barullo! ¡que apurar esa carrera! la indiada todita entera dando alaridos cargó, ¡jue pucha!... y ya nos sacó como yeguada matrera. ¡Que fletes traiban los bárbaros! ¡como una luz de ligeros! hicieron el entrevero y en aquella mezcolanza, este quiero, éste no quiero, nos escogían con la lanza. Al que le daban un chuzazo, dificultoso es que sane. En fin, para no echar panes, salimos por esas lomas, lo mesmo que las palomas al juir de los gavilames. ¡Es de almirar la destreza con que la lanza manejan! de perseguir nunca dejan, y nos traiban apretaos. ¡Si queríamos, de apuraos, salirnos por las orejas! Y pa mejor de la fiesta en esa aflición tan suma, vino un indio echando espuma, y con la lanza en la mano, gritando: -Acabáu critiano, metáu el lanza hasta el pluma. Tendido en el costillar, cimbrando por sobre el brazo una lanza como un lazo, me atropelló dando gritos: si me descuido... el maldito me levanta de un lanzazo. Si me atribulo o me encojo, siguro que no me escapo: siempre he sido medio guapo, pero en aquella ocasión me hacia buya el corazón como la garganta al sapo. Dios le perdone al salvaje las ganas que me tenía... desaté las tres marías y lo engatusé a cabriolas... ¡pucha...! si no traigo bolas me achura el indio ese día. Era el hijo de un cacique, sigun yo lo averigüé; la verdá del caso jué que me tuvo apuradazo, hasta que por fin de un bolazo del caballo lo bajé. Ahi no más me tiré al suelo y lo pisé en las paletas; empezó a hacer morisquetas y a mezquinar la garganta... pero yo hice la obra santa de hacerlo estirar la jeta. Allí quedó de mojón y en su caballo salté; de la indiada disparé, pues si me alcanza me mata, y al fin me les escapé, con el hilo de una pata. Biografía http://www.infojardin.com/foro/showthread.php?t=76050&page=5
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas Valla si te enseña clau!, José Hernández en cada uno de ellos hace una aserrima defensa a los Derechos del hombre, del gaucho en ese caso, tan mal visto en aquellos tiempos.
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas Si , Maia, muestra la marginación en la que estaba en esa época el gaucho, eran tiempos en los que la sociedad no le permitía la integración, y eran personas honradas, y fieles a su esencia, por eso, el Martín Fierro rescata ese orgullo de ser gaucho!
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas WALT WHITMAN Estados Unidos 1819-1892 Una hoja de hierba Para mí, una brizna de hierba no vale menos que la tarea diurna de las estrellas, e igualmente perfecta es la hormiga, y así un grano de arena y el huevo del reyezuelo, y la rana arbórea es una obra maestra, digna de egregias personas, y la mora pudiera adornar los aposentos del cielo, y en mi mano la articulación más menuda hace burla de todas las máquinas, y la vaca, rumiando con inclinado testuz, es más bella que cualquier escultura; y un ratón es milagro capaz de asombrar a millones de infieles. Dije que el alma no es superior al cuerpo, y dije que el cuerpo no es superior al alma, y nada, ni Dios siquiera, es más grande para uno que lo uno mismo es, y quien camina una cuadra sin amar al prójimo camina amortajado hacia su propio funeral, y yo o tú podemos comprar la flor y nata de la Tierra sin un céntimo, sin un céntimo en el bolsillo, y mirar con un sólo ojo o mostrar un grano en su vaina, desconcierta las enseñanzas de todos los tiempos, y no hay oficio ni empleo en el que un joven no pueda convertirse en héroe, y el objeto más delicado puede servir de eje al universo, y digo a cualquier hombre o mujer: que tu alma se alce tranquila y serena ante un millón de universos.
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas Gabriel García Márquez Nacimiento 6 de marzo de 1927 (82 años) Aracataca (Magdalena), Colombia Seudónimo Gabo Ocupación Escritor, periodista, editor y guionista Nacionalidad Colombiano Género Novela y cuento Movimientos Boom Latinoamericano Gabriel José de la Concordia García Márquez es un novelista colombiano, escritor de cuentos, guionista y periodista. Nacido en la Región Caribe, en el municipio de Aracataca (Magdalena), el 6 de marzo de 1927. Es conocido familiarmente como "Gabo " (y también Gabito) (hipocorístico guajiro para Gabriel), desde que su compañero del diario bogotano El Espectador, José Salgar, comenzara a llamarle así. En 1958, se casó con Mercedes Barcha, tienen dos hijos, Rodrigo y Gonzalo. Es considerado uno de los autores más significativos del siglo XX. Obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 1982, según la laudatoria de la Academia Sueca "por sus novelas e historias cortas, en las que lo fantástico y lo real son combinados en un tranquilo mundo de imaginación rica, reflejando la vida y los conflictos de un continente". Su novela más reconocida internacionalmente es Cien años de soledad. 13 líneas para vivir(Gabriel García Márquez) 1- Te quiero no por quien eres, sino por quien soy cuando estoy contigo. 2- Ninguna persona merece tus lágrimas, y quien se las merezca no te hará llorar. 3- Sólo porque alguien no te ame como tú quieres, no significa que no te ame con todo su ser. 4- Un verdadero amigo es quien te toma de la mano y te toca el corazón. 5- La peor forma de extrañar a alguien, es estar sentado a su lado y saber que nunca lo podrás tener. 6- Nunca dejes de sonreír, ni siquiera cuando estés triste, porque nunca sabes quien se puede enamorar de tu sonrisa. 7- Puedes ser solamente una persona para el mundo, pero para una persona tú eres el mundo. 8- No pases el tiempo con alguien que no está dispuesto a pasarlo contigo. 9- Quizá Dios quiere que conozcas mucha gente equivocada antes de conocer a la adecuada, para que cuando la encuentres, sepas estar agradecido. 10- No llores porque ya se termino, sonríe porque sucedió. 11-Siempre habrá gente que te lastime, así que sigue confiando y sé más cuidadoso en quien confías dos veces. 12- Se cada vez una mejor persona y asegurate de saber quien eres ántes de conocer a alguien más y esperar que esa persona sepa quien eres. 13- No te esfuerces tanto, las mejores cosas suceden cuando menos te lo esperas.
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas Alejandro Dumas (Padre) El Conde de Montecristo Primera Parte -¿Por qué os desanimáis? También es pedir mucho a la Providencia querer a la primera tentativa, de manera que ¿no podéis volver a la excavación por otro lado? -Pero ¿así habláis de volver? ¿No sabéis lo que ya he hecho? ¿Ignoráis que he necesitado cuatro años pare construir las herramientas que poseo? ¿No sabéis que hace diez años que pico y cavo una tierra tan dura como el granito? ¿Sabéis que he necesitado desencajar piedras que en otro tiempo hubiera yo creído imposible mover; que he pasado días enteros en esa empresa titánica, creyéndome dichoso por la noche con haber minado una pulgada en cuadro de ese vetusto cimiento, que hoy está ya tan duro como la misma piedra? ¿Ignoráis acaso que pare ocultar los escombros que sacaba, he necesitado horadar la bóveda de una escalera, y que en ella los he ido depositando hasta el punto de que hoy no puede ya contener un puñado de polvo más? ¿No sabéis, por último, que ya creía tocar al fin de mi trabajo, que no me quedaban más fuerzas que las precisas pare esto, cuando Dios no solamente lo aleja sino que lo alarga indefinidamente? Así, os repito lo que os dije: nada haré desde ahora pare alcanzar mi libertad, puesto que Dios quiere que por siempre la haya perdido. Edmundo bajó la cabeza pare no reveler a aquel hombre que la alegría de tener un compañero le impedía compartir como debiera el dolor que experimentaba el preso, de no haber podido salvarse. El abate se dejó caer sobre la cama de Edmundo, que permaneció de pie. Jamás había pensado en la fuga el joven. Tienen algunas cosas tal aire de imposibles, que no se nos ocurre la idea de intentarlas, y hasta las evitamos instintivamente. Efectuar una mina de cincuenta pies, empleando tres años pare salir por todo triunfo a un precipicio que cae al mar; arrojarse desde cincuenta, sesenta, setenta o acaso cien pies de altura, pare hacerse pedazos en una roca, si antes la bala del centinela no ha hecho su oficio; verse obligado, si se escape de tantos peligros, nada menos que a nadar una legua, era lo bastante pare que cualquiera se resignara, y ya hemos visto que a Dantés le faltó poco pare llevar esta resignación hasta el suicidio. Pero ahora que el joven había visto a un anciano agarrarse a su vide con tanta energía, dándole ejemplo de resoluciones desesperadas, se puso a reflexionar y hacer cuentas con su valor. Otro hombre había intentado lo que él no se imaginó siquiera; otro, menos joven, menos fuerte, menos atrevido que él, a fuerza de astucia y de paciencia, se había procurado cuantas herramientas necesitaba pare esta operación increíble, que sólo pudo fracasar por una línea mal trazada; todo esto lo había hecho otro hombre, conque nada era imposible a Dantés; Faria había minado cincuenta pies; él minaría ciento; Faria, con cincuenta años de edad, había consagrado tres a su obra; él, que sólo tenía la mitad de los años de Faria, consagraría seis; Faria, hombre de iglesia, abate y sabio, no había temido aventurarse a ir nadando desde el castillo de If a la isla de Daume, de Ratonneau, o de Lamaire; ¿cómo él, Edmundo el marino, el hábil nadador que tantas veces había bajado al fondo del mar a coger una rama de coral, vacilaría para pasar una legua a nado? ¿Una hora solamente, cuando él había estado horas enteras en el mar sin hacer pie ni descanso alguno? No, no, Dantés no tenía necesidad más que de ser estimulado por un ejemplo. Todo lo que pudiese hacer otro hombre lo haría él. Se quedó pensativo diciendo al cabo al anciano: -Ya encontré lo que buscabais. Faria se conmovió. -¿Vos? -exclamó levantando la cabeza, como si diera a entender a Edmundo que a decir verdad, su desaliento no sería de gran duración-. Veamos, ¿qué encontrasteis? -El túnel que hicisteis para llegar hasta aquí tiene la misma dirección que la galería exterior, ¿no es verdad? -Sí. -¿Debe de estar a una distancia de cincuenta pasos? -A lo sumo. -Pues bien, hacia la mitad del túnel abrimos otro que forme como los brazos de una cruz. Esta vez tomáis mejor vuestras medidas; salimos a la galería exterior, matamos al centinela y nos escapamos. Sólo dos cosas se necesitan para llevar adelante este plan: ánimo, vos le tenéis; fuerzas, no me faltan a mí. No hablo de paciencia, vos me habéis probado ya la vuestra, y yo os probaré la mía. -Aguardad, que aún no sabéis, mi querido compañero, de qué especie son mis ánimos -respondió el abate-, y qué use puedo hacer de mis fuerzas. En cuanto a la paciencia, creo que demostré bastante al volver a empezar por la mañana la tarea de la noche, y por la noche la tarea del día. Pero cuando lo hice, me imaginaba servir a Dios dando libertad a una de sus criaturas, que por ser inocente no podía ser condenado. -Y ¿no sucede lo mismo ahora que entonces? -le preguntó Dantés-. ¿O es que os reconocéis culpable desde que me habéis encontrado? -No; pero no quiero llegar a serlo. Hasta ahora no creí tener que habérmelas sino con las cosas, pero según vuestro plan, tendré que habérmelas con los hombres. Yo he podido muy bien atravesar una pared y destruir una escalera, pero no atravesaré un pecho ni destruiré una existencia. -¡Cómo! -le dijo Dantés haciendo un leve ademán de sorpresa- ¡pudiendo escaparos, renunciaríais por semejante escrúpulo! -Y vos -repuso Faria-, ¿por qué no habéis asesinado a vuestro carcelero y habéis huido disfrazado con su traje? -Porque nunca se me ocurrió tal cosa. -No; no lo hicisteis porque el crimen os inspira horror instintivo, por eso no se os ocurrió tal cosa -replicó el anciano-. Nuestro mismo instinto nos advierte que lo natural y lo sencillo es no apartarnos de la línea del deber. El tigre que se alimenta de sangre, y cuyo destino es bañarse en sangre, sólo necesita que le indique su olfato dónde hay una presa que devorar. Al punto se abalanza contra ella y la destroza. Este es su instinto, obedece a él, pero al hombre, por el contrario, le repugna la sangre, y no creáis que son las leyes sociales las que le prohiben el asesinato, no, que son las leyes de la Naturaleza. Dantés se quedó confundido. Aquellas palabras eran en efecto la explicación de las ideas que habían pasado por su cerebro, o dicho mejor, por su alma, porque hay ideas que brotan del cerebro a ideas que brotan del corazón. -Además -añadió Faria-, en los doce años que llevo de calabozo, he recordado las fugas célebres, y aunque pocas, las que ha coronado el éxito fueron las meditadas a sangre fría y preparadas lentamente. Así huyó de Vincennes el duque de Beaufort, así de Fort PEveque el abate de Buquoi, y así Latude de la Bastilla. Ha habido además otras fugas deparadas por la casualidad, y ésas son las mejores. Creedme, esperemos una ocasión, y si se presenta aprovechémosla. -A vos os ha sido fácil esperar -dijo Dantés suspirando-. Vuestra continua tarea os ocupaba todos los instantes, y cuando no, teníais esperanza para consolaros. -Tened presente que no me ocupaba sólo en eso -dijo el abate. -Pues ¿qué hacíais? -Escribir o estudiar. -¿Os dan papel, tinta y plumas? No, pero yo me lo he hecho. -¡Vos hacéis papel, tinta y plumas! -exclamó Dantés. -Sí. Dantés, admirado, miró a aquel hombre, aunque costándole trabajo creer lo que le decía. Faria notó esta ligera duda y le dijo: -Cuando vengáis a mí cuarto, os enseñaré una obra completa, resultado de todos los pensamientos, reflexiones a indagaciones de toda mi vida. La había imaginado a la sombra del Coliseo, en Roma, al pie de la columna de San Marcos, en Venecia, y a orillas del Arno, en Florencia. Entonces yo no sospechaba siquiera que mis verdugos me obligarían a escribirla en un calabozo del castillo de If. Intitúlase mi libro Tratado sobre la posibilidad de una sola monarquía italiana. Formará un volumen en cuarto muy abultado. -¿Y la habéis escrito...? -En dos camisas. He inventado una preparación que pone al lienzo liso y compacto como el pergamino. -¿Sois también químico? -Poca cosa. He conocido a Lavoisier, y tratado amistosamente a Cabanis. -Pero para esa obra habréis necesitado algunos apuntes históricos. ¿Tenéis libros? -En Roma tenía una biblioteca de cerca de cinco mil volúmenes, y a fuerza de leerlos y releerlos comprendí que con ciento cincuenta obras elegidas con inteligencia, se posee, si no el resumen completo del saber humano, lo más útil tan siquiera. Dediqué tres años de mi vida a leer y releer esas ciento cincuenta obras, de modo que cuando me prendieron las sabía casi de memoria, y con un leve esfuerzo las he ido recordando todas en mi prisión. De cabo a rabo podría recitaros a Tucídides, Jenofonte, Plutarco, Tito Livio, Tácito, Strada, Jornandés, Dante, Montaigne, Shakespeare, Espinosa, Maquiavelo y Bossuet. Solamente os cito los más importantes. -¿Sabéis muchos idiomas? -Hablo cinco lenguas: el alemán, el francés, el italiano, el inglés y el español. Con ayuda del griego antiguo comprendo el griego moderno; aunque lo hablo mal, lo estoy al presente estudiando. -¿Lo estáis estudiando? -dijo Dantés. -Sí, ciertamente. He hecho un vocabulario de las palabras que sé, combinándolas de todas las maneras para que puedan expresar lo que pienso. Sé cerca de mil palabras, y en rigor no necesito de más, aunque haya cien mil en los diccionarios, si no me equivoco. No seré quizás elocuente, pero me daré a entender, y con esto me basta. Cada vez más asombrado, Edmundo empezaba a juzgar sobrenaturales las facultades de aquel hombre. Puso empeño en cogerle en descubierto en algún punto y continuó: -Pero si no os han dado plumas, ¿cómo habéis podido escribir esta obra tan voluminosa? -He hecho plumas excelentes que, a ser conocidas, las preferiría todo el mundo, con los cartílagos de la cabeza de esas enormes pescadillas que algunas veces nos dan a comer los días de vigilia. Por lo cual, veo con mucho placer llegar los miércoles, los viernes y los sábados, porque espero aumentar mi provisión de plumas, y porque son mi tarea más dulce los trabajos históricos, yo lo confieso. Absorbiéndome en el pasado me olvido del presente, volando libre y a mis anchas por la historia, me olvido de que no tengo libertad. -Pero ¿y la tinta? ¿Con qué hacéis la tinta? -dijo Dantés. -En otro tiempo -contestó Faria- había en mi calabozo una chimenea, que sin duda estuvo tapiada antes de mi venida, pero por espacio de muchos años han encendido en ella lumbre, puesto que todo el cañón está cubierto de hollín. He disuelto este hollín en el vino que me dan todos los domingos, y he ahí una tinta magnífica. Para las notas, y para aquellos pasajes que han de atraer poderosamente la atención de los lectores, me pico los dedos con un alfiler y los escribo con mi sangre. -Y ¿cuándo podré yo ver todo eso? -le preguntó Dantés. -Cuando queráis -respondió Faria. -¡Oh! ¡Ahora! ¡Ahora mismo! -exclamó el joven. -Pues seguidme -dijo Faria, y se metió en el camino subterráneo. Dantés le siguió.
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas Si realmente clau estos versos son un canto a la esencia, a la igualdad. El Gaucho Martin Fierro Capitulo 4 Seguiré esta relación, aunque pa chorizo es largo: el que pueda hágase cargo como andaría de matrero, después de salvar el cuero de aquel trance tan amargo. Del sueldo nada les cuento, porque andaba disparando; nosotros de cuando en cuando solíamos ladrar de pobres: nunca llegaban los cobres que se estaban aguardando. Y andábamos de mugrientos que el mirarnos daba horror; les juro que era un dolor ver esos hombres,!por cristo! en mi perra vida he visto una miseria mayor. Yo no tenía ni camisa ni cosa que se parezca; mis trapos solo pa yesca me podían servir al fin... no hay plaga como un fortín para que el hombre padesca. Poncho, jergas, el apero, las prenditas, los botones, todo, amigo, en los cantones jué quedando poco a poco; ya me tenían medio loco la pobreza y los ratones. Sólo una manta peluda era cuanto me quedaba la había agenciao a la tabla y ella me tapaba el bulto; yaguané que alli ganaba no salía... ni con indulto. y pa mejor hasta el moro se me jué de entre las manos; no soy lerdo... pero, hermano, vino el Comendante un día diciendo que lo quería -pa enseñarle a comer grano..- Afigúrese cualquiera la suerte de este su amigo, a pie y mostrando el umbligo, estropiao, pobre y desnudo; ni por castigo se pudo hacerse más mal conmigo. ansí pasaron los meses, y vino el año siguiente, y las cosas igualmente siguieron del mesmo modo: adrede parece todo pa atormentar a la gente. No teníamos mas permiso, ni otro alivio la gauchada, que salir de madrugada, cuando no habia indio ninguno, campo ajuera a hacer boliadas desocando los reyunos. Y cáibamos al cantón con los fletes aplastaos, pero a veces medio aviaos con plumas y algunos cueros, que pronto con el pulpero los teníamos negociaos. Era un amigo del jefe que con un boliche estaba; yerba y tabaco nos daba por la pluma de avestruz, y hasta le hacía ver la luz al que un cuero le llevaba. Solo tenía cuatro frascos y unas barricas vacías, y a la gente le vendía todo cuanto precisaba... algunos creiban que estaba allí la proveduría. ¡Ah, pulpero habilidoso! nada le solia faltar. ¡ahijuna!, para tragar tenía un buche de ñandú; la gente le dió en llamar -el boliche de virtú.- Aunque es justo que quien vende algún poquito muerda, tiraba tanto la cuerda que, con sus cuatro limetas el cargaba las carretas de plumas, cueros y cerda. Nos tenía apuntaos a todos con más cuentas que un rosario, cuando se anunció un salario que iban a dar, o un socorro; pero sabe Dios qué zorro se lo comió al Comisario; Pues nunca lo vi llegar, y al cabo de muchos días en la mesma pulpería dieron una güena cuenta, que la gente muy contenta de tan pobre recibia. Sacaron unos sus prendas, que las tenían empeñadas; por sus deudas atrasadas dieron otros el dinero; al fin de fiesta el pulpero se quedó con la mascada. Yo me arrescosté a un horcón dando tiempo a que pagaran, y poniendo güena cara estuve haciéndome el poyo, a esperar que me llamaran para recibir mi boyo. Pero ahi me puede quedar pegao pa siempre al horcón, ya era casi la oración y ninguno me llamaba; la cosa se me ñublaba y me dentró comezón. Pa sacarme el entripao vi al Mayor, y lo fí a hablar; yo me lo empecé a atracar, y como con poca gana le dije:--Tal vez mañana acabarán de pagar.- -¡Que mañana ni otro dia!-, al punto me contestó: -la paga ya se acabó; ¡siempre has de ser animal!- me rai y le dije:-Yo... no he recebido ni un rial.- Se le pusieron los ojos que se le querían salir, y ahi no más volvió a decir comiéndome con la vista: -y que querés recibir si no has dentrao en la lista?- -Esto sí que es amolar-, dije yo pa mis adentros; -van dos años que me encuentro y hasta aura he visto ni un grullo; dentro en todos los barullos pero en las listas no dentro.- Vide el plaito mal parao y no quise aguardar más... es güeno vivir en paz con quien nos ha de mandar; y reculando pa atrás me le empecé a retirar. Supo todo el Comendante y me llamó al otro día, diciéndome que quería aviriguar bien las cosas... que no era el tiempo de Rosas, que aura a naides se debía. Llamó al cabo y al sargento y empezó la indagación: si había venido al cantón en tal tiempo o en tal otro... y si había venido en potro, en reyuno o redomón. Y todo era alborotar al ñudo, y hacer papel; conocí que era pastel pa engordar con mi guayaca; más si voy al Coronel me hacen bramar en la estaca. ¡Ah, hijos de una...! ¡la codicia ojala les ruempa el saco! ni un pedazo de tabaco le dan al pobre soldao, y lo tienen, de delgao, más ligero que un guanaco. Pero qué iba a hacerles yo, charabón en el desierto; más bien me daba por muerto pa no verme más fundido: y me les hacía el dormido aunque soy medio despierto.
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas El Gaucho Martin Fierro Capitulo 5 Yo andaba desesperao, aguardando una ocasión que los indios un malón nos dieran, y entre el estrago hacérmeles cimarrón y volverme pa mi pago. Aquello no era servicio ni defender la frontera; aquello era ratonera en que sólo gana el juerte: era jugar a la suerte con una taba culera. Allí tuito va al revés; los milicos son los piones, y andan en las poblaciones emprestaos pa trabajar; los rejuntan pa peliar cundo entran indios ladrones. Yo he visto en esa milonga muchos Jefes con estancia, y piones en abundancia, y majadas y rodeos; he visto negocios feos a pesar de mi inorancia. Y colijo que no quieren la barunda componer; para eso no ha de tener, el Jefe que esté de estable, mas que su poncho y su sable, su caballo y su deber. Ansina, pues, conociendo que aquel mal no tiene cura, que tal vez mi sepoltura si me quedo iba a encontrar, pensé mandarme mudar como cosa más sigura. Y pa mejor, una noche ¡que estaquiada me pegaron! casi me descoyuntaron por motivo de una gresca: ¡ahijuna, si me estiraron lo mesmo que guasca fresca! Jamás me puedo olvidar lo que esa vez me pasó; dentrando una noche yo al fortín, un enganchao, que estaba medio mamao, allí me desconoció. Era un gringo tan bozal, que nada se le entendía, ¡quién sabe de ande sería! tal vez no juera cristiano, pues lo único que decía es que era pa-po-litano. Estaba de centinela y por causa del peludo verme más claro no pudo, y esa jué la culpa toda: el bruto se asustó al ñudo y fí el pavo de la boda. Cuando me vido acercar: -quien vivore...?- preguntó; -que viboras?-, dije yo. -¡Ha garto!-, me pegó el grito, y yo dije despacito: -¡mas lagarto seras vos!- Ahi no más, ¡Cristo me valga!, rastrillar el jusil siento: me agaché, y en el momento el bruto me largó un chumbo; mamao, me tiró sin rumbo, que si no, no cuento el cuento. Por de contao, con el tiro se alborotó el avispero; los Oficiales salieron y se empezo la junción; quedo en su puesto el nación, y yo fí al estaquiadero. Entre cuatro bayonetas me tendieron en el suelo; vino el mayor medio en pedo y allí se puso a gritar: -¡pícaro, te he de enseñar andar reclamando sueldos!- De las manos y las patas me ataron cuatro cinchones; les aguanté los tirones sin que ni un !ay! se me oyera, y al gringo la noche entera lo harté con mis maldiciones. Yo no sé porqué el gobierno nos manda aquí a la frontera gringada que ni siquiera se sabe atracar a un pingo. ¡si creerá al mandar un gringo que nos manda alguna fiera! No hacen más que dar trabajo, pues no saben ni ensillar; no sirven ni pa carniar: y yo he visto muchas veces que ni voltiadas las reses se les querían arrimar. Y lo pasan sus mercedes lengüetiando pico a pico hasta que viene un milico a servirles al asao... y eso sí, en lo delicaos, parecen hijos de rico. Si hay calor, ya no son gente; si yela, todos tiritan; si usté no les da, no pitan por no gastar en tabaco, y cuando pescan un naco uno al otro se lo quitan. Cuando llueve se acoquinan como perro que oye truenos. ¡Que diablos!, sólo son güenos pa vivir entre maricas, y nunca se andan con chicas para alzar ponchos ajenos. Pa vichar son como ciegos; no hay ejemplo de que entiendan, ni hay uno solo que aprienda, al ver un bulto que cruza, a saber si es avestruza, o si es jinete, o hacienda. Si salen a perseguir después de mucho aparato, tuitos se pelan al rato y va quedando el tendal: esto es como en un nidal echarle güevos a un gato.
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas El Gaucho Martin Fierro Capitulo 6 Vamos dentrando recién a la parte mas sentida, aunque es todita mi vida de males una cadena: a cada alma dolorida le gusta cantar sus penas. Se empezó en aquel entonces a rejuntar caballada, y riunir la milicada teniendola en el cantón, para una despedición a sorprender a la indiada. Nos anunciaban que iríamos sin carretas ni bagajes a golpiar a los salvajes en sus mesmas tolderías; que a la güelta pagarían licenciándolo al gauchaje; Que en esta despedición tuviéramos la esperanza; que iba a venir sin tardanza, según el Jefe contó, un menistro o que se yo... que le llamaban don Ganza; Que iba a riunir el ejército y tuitos los batallones, y que traiba unos cañones con más rayas que un cotín; !pucha!... Las conversasiones por allá no tenian fín. Pero esas trampas no enriedan a los zorros de mi laya; que esa Ganza venga o vaya, poco le importa a un matrero. yo también deje las rayas... en los libros del pulpero. Nunca juí gaucho dormido; siempre pronto, siempre listo, yo soy un hombre, !que Cristo!, que nada me ha acobardao, y siempre salí parao en los trances que me he visto. Dende chiquito gané la vida con mi trabajo, y aunque siempre estuve abajo y no sé lo que es subir tambien el mucho sufrir suele cansarnos, !barajo! En medio de mi inorancia conozco que nada valgo: soy la liebre o soy el galgo asigún los tiempos andan; pero también los que mandan debieran cuidarnos algo. Una noche que riunidos estaban en la carpeta empinando una limeta el Jefe y el Juez de Paz, yo no quise aguardar más, y me hice humo en un sotreta. Me parece el campo orégano dende que libre me veo; donde me lleva el deseo allí mis pasos dirijo, y hasta en las sombras de fijo que donde quiera rumbeo. Entro y salgo del peligro sin que me espante el estrago, no aflojo al primer amago ni jamás fí gaucho lerdo: soy pa rumbiar como el cerdo, y pronto caí a mi pago. Volvía al cabo de tres años de tanto sufrir al ñudo resertor, pobre y desnudo, a procurar suerte nueva; y lo mesmo que el peludo enderecé pa mi cueva. No hallé ni rastro del rancho: !solo estaba la tapera! !por cristo si aquello era pa enlutar el corazón! !yo juré en esa ocasión ser mas malo que una fiera! !Quien no sentirá lo mesmo cuando ansí padece tanto! puedo asigurar que el llanto como una mujer largué: !Ay, mi Dios: si me quedé mas triste que Jueves Santo! Sólo se oiban los aullidos de un gato que se salvó; el pobre se guareció cerca, en una vizcachera: venía como si supiera que estaba de güelta yo. Al dirme dejé la hacienda que era todito mi haber; pronto debíamos volver, sigún el Juez prometía, y hasta entonces cuidaria de los bienes, la mujer. ............................... Después me contó un vecino que el campo se lo pidieron; la hacienda se la vendieron pa pagar arrendamientos, y que sé yó cuantos cuentos; pero todo lo fundieron. Los pobrecitos muchachos, entre tantas afliciones, se conchabaron de piones; !más que iban a trabajar, si eran como los pichones sin acabar de emplumar! Por ahi andarán sufriendo de nuestra suerte el rigor: me han contao que el mayor nunca dejaba a su hermano; puede ser que algún cristiano los recoja por favor. !Y la pobre mi mujer, dios sabe cuánto sufrió! me dicen que se voló con no sé qué gavilán: sin duda a buscar el pan que no podía darle yo. No es raro que a uno le falte lo que a algún otro le sobre si no le quedó ni un cobre sino de hijos un enjambre. que más iba a hacer la pobre para no morirse de hambre? !Tal vez no te vuelva a ver, prienda de mi corazón! dios te de su proteción ya que no me la dió a mí, y a mis hijos dende aquí les hecho mi bendición. Como hijitos de la cuna andarán por ahi sin madre; ya se quedaron sin padre, y ansí la suerte los deja sin naides que los proteja y sin perro que les ladre. Los pobrecitos tal vez no tengan ande abrigarse, ni ramada ande ganarse, ni rincón ande meterse, ni camisa que ponerse, ni poncho con que taparse. Tal vez los verán sufrir sin tenerles compasión; puede que alguna ocasión, aunque los vean tiritando, los echen de algún jogón pa que no estén estorbando. Y al verse ansina espantaos como se espanta a los perros, irán los hijos de Fierro, con la cola entre las piernas, a buscar almas mas tiernas o esconderse en algún cerro. Mas también en este juego voy a pedir mi bolada; a naides le debo nada, ni pido cuartel ni doy: y ninguno dende hoy ha de llevarme en la armada. Yo he sido manso primero, y seré gaucho matrero; en mi triste circunstancia, aunque es mi mal tan projundo, nací y me he criado en estancia. pero ya conozco el mundo. Ya les conozco sus mañas, le conozco sus cucañas; sé como hacen la partida, la enriedan y la manejan; deshaceré la madeja aunque me cueste la vida. Y aguante el que no se anime a meterse en tanto engorro o si no aprétese el gorro y para otra tierra emigre; pero yo ando como el tigre que le roban los cachorros. Aunque muchos creen que el gaucho tiene alma de reyuno, no se encontrará a ninguno que no le dueblen las penas; mas no debe aflojar uno mientras hay sangre en las venas.
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas El Gaucho Martin Fierro Capitulo 7 De carta de más me vía sin saber a donde dirme; mas dijeron que era vago y entraron a perseguirme. Nunca se achican los males, van poco a poco creciendo, y ansina me vide pronto obligado a andar juyendo. No tenía mujer ni rancho y a más, era resertor; no tenía una prenda güena ni un peso en el tirador A mis hijos infelices pensé volverlos a hallar, y andaba de un lao al otro sin tener ni que pitar. Supe una vez por desgracia que habia un baile por allí, y medio desesperao a ver la milonga fuí. Riunidos al pericón tantos amigos hallé, que alegre de verme entre ellos esa noche me apedé. Como nunca, en la ocasión por peliar me dió la tranca. y la emprendí con un negro que trujo una negra en ancas. Al ver llegar la morena, que no hacía caso de naides, le dije con la mamúa: -Va...ca...yendo gente al baile. La negra entendió la cosa y no tardó en contestarme, mirándome como a un perro: -Mas vaca será su madre.- Y dentró al baile muy tiesa con más cola que una zorra, haciendo blanquiar los dientes lo mesmo que mazamorra. -!Negra linda!-... dije yo. -Me gusta... pa la carona-; y me puse a champurriar esta coplita fregona: -A los blancos hizo Dios, a los mulatos San Pedro, a los negros hizo el diablo para tizón del infierno.- Había estao juntando rabia el moreno dende ajuera; en lo escuro le brillaban los ojos como linterna. Lo conocí retobao, me acerqué y le dije presto: -Po...r...rudo que un hombre sea nunca se enoja por esto. Corcovió el de los tamangos y creyéndose muy fijo: -!Mas porrudo seras vos, gaucho rotoso!-, me dijo. Y ya se me vino al humo como a buscarme la hebra, y un golpe le acomodé con el porrón de ginebra. Ahi nomás pegó el de hollín mas gruñidos que un chanchito, y pelando el envenao me atropelló dando gritos. Pegué un brinco y abrí cancha diciéndoles: -Caballeros, dejen venir ese toro. solo nací... solo muero. El negro, después del golpe, se había el poncho refalao y dijo: -Vas a saber si es solo o acompañado. Y mientras se arremangó, yo me saqué las espuelas, pues malicié que aquel tío no era de arriar con las riendas. No hay cosa como el peligro pa refrescar un mamao; hasta la vista se aclara por mucho que haiga chupao. El negro me atropelló como a quererme comer; me hizo dos tiros seguidos y los dos le abarajé. Yo tenía un facon con S, que era de lima de acero; le hice un tiro, lo quitó y vino ciego el moreno; Y en el medio de las aspas un planazo le asenté, que lo largue culebriando lo mesmo que buscapié. Le coloriaron las motas con la sangre de la herida, y volvió a venir jurioso como una tigra parida. Y ya me hizo relumbrar por los ojos el chchillo, alcanzando con la punta a cortarme en un carrillo. Me hirvió la sangre en las venas y me le afirmé al moreno, dándole de punta y hacha pa dejar un diablo menos. Por fin en una topada en el cuchillo lo alcé, y como un saco de güesos contra un cerco lo largué. Tiró unas cuantas patadas y ya cantó pal carnero: nunca me puedo olvidar de la agonía de aquel negro. En esto la negra vino con los ojos como ají y empezó la pobre allí a bramar como una loba. yo quise darle una soba a ver si la hacía callar, mas pude reflesionar que era malo en aquel punto, y por respeto al dijunto no la quise castigar. Limpié el facón en los pastos, desate mi redomón, monté despacio y salí al tranco pa el ca˜nadon. Después supe que al finao ni siquiera lo velaron, y retobao en un cuero, sin rezarle lo enterraron. Y dicen que dende entonces, cuando es la noche serena suele verse una luz mala como de alma que anda en pena. Yo tengo intención a veces, para que no pene tanto, de sacar de allí los gutilde;esos y echarlos al camposanto.
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas Hola a todos los de este hilo. ¡¡ Hola Maia, hola Clause.!! No lo pude leer todo pero veo que han puesto cosas muy bellas e interesantes. A mi me encanta Dolina . Lo he escuchado por años y ahora cada vez que puedo esperar a la media noche no me lo pierdo. Para no estar fuera de lugar les dije a los miembros de la liga que pondría aquí para compartir con quienes quieran leerlo un poema de Armando Tejada Goméz que habla de su amigo. Creo que trasciende a él mismo y habla de la amistad para muchos de nosotros Les mando un fuerte abrazo. Gracias por este espacio. La vida dos veces por Armando Tejada Gómez Miren cómo sonaba allá en mi barrio agreste este nombre caído en los mares lejanos: Toddy Deussán. Un chico alimentado a lirios. Una flor de su madre que soñaba otra vida. Supe que no quería que jugará conmigo porque yo era la forma del pánico y el hambre y la más descarada miseria por el mundo. Pero Toddy, esa gracia hecha de mimbre y aire, vivía hipnotizado por mi gran aventura. Cuando huía del ojo celoso de su madre se acercaba a mi sombra con cierto desenfado, me mostraba sonriendo sus ignotos tesoros y me buscaba el lado más pájaro del alma. El descubrió en mis ojos cierto país del sueño donde se desnudaba un ángel con harapos, algunos yacimientos de enterrada inocencia y un gran rompecabezas de ternura en mis manos. Un día, ya vencidos por nuestra resistencia, los padres me dejaron entrar en el santuario, nos sirvieron un río de leche y mediaslunas y yo los deslumbré dibujando caballos. Después, siguió la vida, como siempre sucede, volvió el viento de agosto y crecieron los árboles; sus padres, que tenían el sueño de otra vida, una tarde ceniza se mudaron de barrio. Yo olvidé al canillita en un cruce de esquinas, entré al jornal violento del vino y los obrajes. vestí los portentosos pantalones del viento y descubrí mi oficio de fábula y guitarra. Toddy, se llama Alfredo Deussán, vive en Mendoza, casó con otro mimbre hace muchos veranos, seguramente tiene un puñado de niños y es una pajarera su comedor de diario. Acaso, un año de éstos, cuando vuelva al oeste, llame a su puerta clara y despierte sus pájaros, sólo porque un amigo es la vida dos veces y desde aquella tarde no dibujo caballos. ---------------------------------------------------------------------
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas He leído a El Gaucho Martín Fierro y La Vida dos veces. Ambos muy tristes y muy reales. Dejo una imagen del cacique Pincén, indio pampa. Supongo que son los indios pampas los que salen en la obra "Martín Fierro" Había hecho una selección pero se desapareció, debo haber tocado una tecla mal. Muchas gracias. Anita.