Venusa History X- parte 3 y final

Tema en 'Plantas carnívoras (temas en general)' comenzado por Ynea, 18/9/09.

  1. Ynea

    Ynea Ama y Señora XD

    Bueno, pues hoy me he puesto y en unas tres horitas os he terminado la historia de Venusa. Le he dado un final, aunque todos sabemos que aun no se puede saber, pero había que terminar de alguna forma y me ha parecido una forma bastante "real" :meparto: de terminarla.

    Aclarar que no todo en la historia es cierto (no solo el hecho de que las plantas se hablen y tal). Por ejemplo, las únicas que son del mismo día de compra son la Nepenthes "Tés" y la Aliciae "Ali". Las sarracenias estaban conmigo del año anterior, al igual que la Nepenthes que muere (que murió de verdad y de esa forma tan cruel). Y bueno, he omitido el hecho de que mi número de carnívoras ha aumentado poco a poco, porque me enrollaba mucho y porque Venusa no tiene relación alguna con las nuevas adquisiciones, ya que todas viven dentro y ella fuera.

    Si hay fallos o la veis algo incompleta, perdonar, pero es que tenía ganas de terminarlo y quería que fuese hoy U_U Han sido tres horas muy intensas.

    Venga, sin más rollos, os dejo la tercera parte (que buen rollazo es toda ella :11risotada: ) y un link a la segunda parte, por si acaso alguno quiere leerlo o repasar el final para situarse... http://www.infojardin.com/foro/showthread.php?t=162790 Un saludo!


    TERCER CAPÍTULO


    El primer lugar al que me llevaron fue, según comprendí, una forma de transporte parecido al que nos trajo a la casa de Reina pero más pequeño, y en lugar de oler a plantas y humedad, este olía a algo fuerte y que obstruía las fosas nasales por completo. Le pregunté a Tés que era ese olor, pero tampoco lo sabía, y entonces la ser que nos había secuestrado dijo:

    -“Este ambientador de pino me va a matar. No puedo ir en el coche con este pestazo que suelta, me marea. Y si yo me mareo, ya sabes que pasa...”.

    Bien, vale. Ambientador de pino. No sabía ni sé que es un ambientador de pino, pero no importa, nunca he vuelto a sentir ese olor. Pero si descubrí algo interesante de lo que le contestó la otra ser que iba con ella...

    -“Ay Irene... mira que eres tecla, eh... Si te mareas abres la ventana y ya está, tanta delicadeza, leñe.”

    Irene, ese era su nombre. ¡Que extraño sonaba!
    Bueno, sigamos. El medio de transporte hizo un rugido y noté como empezábamos a movernos porque veía los árboles pasar a nuestro lado velozmente, y nunca había visto a ningún árbol o planta correr, ni a esa velocidad ni a otra más reducida, así que nos movíamos nosotros.
    Irene dijo que empezaba a marearse y que iba a abrir la ventana. Yo no comprendí que quería decir eso exactamente, pero me alegró que lo hiciera, ya que noté el aire entrar en ese lugar pequeño, cerrado y claustrofóbico, ¡menudo alivio! Creo que yo también empezaba a marearme. Nos movíamos mucho hacia los lados, a veces de forma suave y sutil y otras de manera muy brusca. De hecho, no vomité porque no tenía ninguna mosca en las trampas, es más... seguía sin saber que era una mosca.


    Cuando ya era oscuro otra vez, cesó el movimiento y llegamos a nuestro lugar de destino. Irene nos bajó del coche y nos dejó en lo que ella llamaba “La Terraza”. Yo estaba mareada y adormilada, ella se fue a “Casa” y nos quedamos ahí tranquilamente.
    Tranquilamente, ¡ja!. Me desperté de golpe al oír un sonido extraño, muy extraño. “Cri cri, cri cri, cri cri”. ¿Qué era eso? Entonces caí en la cuenta de que Irene nos había dejado desprotegidas. No había paredes, ni rocas ni nada que nos cubriese. Estaba sintiendo una brisa suave y fresca y escuchaba ese cri cri a mi lado y de repente una cosa negra y pequeña empezó a subir por encima de mis hojas. ¡Qué miedo pasé! Sus patas me hacían cosquillas, pero estaba aterrada y pensé que era mi fin, que esa cosa empezaría a comerse mis hojas y que yo sentiría todo ese dolor, y que moriría de dolor antes de que ese monstruo acabase con mi rizoma. Ni siquiera Tés o Ali pudieron calmarme, no me importaron las risas de las sarracenias. Tenía demasiado miedo y no oía nada más que “cri cri cri”.
    Entonces, la cosa negra, ruidosa y patuda, saltó a una de las sarracenias, a la más gorda (y gorda sigue, no hay manera de que adelgace) empezó a escalar por una de sus hojas y al llegar al borde se quedó quieto, como lamiendo algo o olfateando a su víctima. Pero ¡qué sorpresa no me llevé yo! El monstruo seguía haciendo lo que fuera que hacía y la sarracenia estaba quieta, dejó de reírse y ni siquiera nos miraba y ¡zas! ¡Ese monstruo cayó dentro de una de sus hojas! Y las sarracenias, ambas, empezaron de nuevo a reirse.

    En ese momento, tuve más miedo de las sarracenias que de cualquier monstruo negro. Bueno, de cualquier monstruo en general. Si habían hecho eso con él, ¿qué harían conmigo? Y Tés, atenta como siempre, me lo explicó.

    Eso negro era un insecto, y nosotras éramos insectívoras. Si yo hubiera sido más grande, esa cosa negra ahora estaría atrapada en una de mis bocas y yo empezaría a digerirla.
    -“Y no te preocupes, las sarracenias no van a comerte. No les gusta tu sabor, jajaja”.

    Um... ¿y por qué ha de tener mejor sabor una cosa negra y fea que yo? En fín, ese ciclo de oscuridad dormí poco y ofendida. Poco porque yo seguía teniendo miedo, y ofendida por... bueno, por todo. ¿Por qué ellas sabían tanto y yo nada? Era el hazme reír de las “insectívoras”, además, yo todavía no había cazado nada. ¡Qué tristeza¡

    Y llegó un nuevo ciclo de luz, pero me dio igual. Yo seguía triste con mis pensamientos. Decidí que iba a dejar de ser insectívora. Alrededor nuestro había muchísimas plantas más, algunas preciosas, con grandes y vivaces flores. Saqué valor de no se donde para hablar con ellas e informarme de cómo lo hacían para crecer y desarrollarse. Vaya, vaya, resulta que no hace falta ser insectívora para crecer, pues estas plantas ninguna lo era. Ellas se alimentaban de los nutrientes de su sustrato, y yo decidí que iba a hacer lo mismo. Nada de insectos. Iba a pasarme al otro bando, así se acabaría el ser la tonta del grupo insectívoro.

    Pero no fue posible... Al poco rato empezaron a llegar insectos, muchos, casi todos venían desde arriba y hacían un ruido extraño mientras se mantenían en el aire. Primero fueron a por las plantas que tenían las flores. Luego, algunas se iban y otras se quedaban y seguían olisqueando plantas. Vi a uno de estos insectos, de color negro y amarillo, muy curioso y grandote posarse sobre Tés, ¡y ella tan tranquila! Como había pasado con la cosa negra y la sarracenia, este insecto cayó en el jarro de Tés y nunca más lo volví a ver.
    Mientras observaba esto, noté algo encima mío. Era un bichito pequeño, negro, pero no tan negro como el primero que vi, ni tan ruidoso. Me hacía cosquillas, muchas cosquillas, mientras se limpiaba con sus patas y me miraba con sus varios ojitos. ¡Era adorable! Y entonces, ¡OH entonces! Entró en una de mis trampas, sentí un cosquilleo enorme en ella y... se cerró. Se cerró como cuando aquellos seres nos toqueteaban con sus dedos en el hogar de Reina, solo que esta vez tenía dentro a un pobre bicho. Intenté abrir la trampa, pero no pude. Cuanto más intentaba yo abrir, más se movía él, y contra más se movía, mi trampa más se cerraba, hasta que al final, no pudo moverse más y... y sentí como se producían unos líquidos en mi trampa, y noté el sabor de una presa, todavía caliente, todavía viva, a la que yo le estaba quitando la vitalidad poco a poco. Y me gustó.
    En un instante se fue al garete mi idea de ser una planta no insectívora. Aunque reconozco que por unos momentos me sentí mal por el pobre insecto, se me pasó enseguida, y me sentí orgullosa de mi misma, sobretodo cuando Tés me dijo que eso que había digerido era una mosca. ¡Por fín! ¡Venusa había atrapado a su primera mosca! Bueno, en realidad no la atrapé, cayó ella... pero da lo mismo, así funcionamos nosotras, es lo que hay.

    En medio de mi exaltación emocional, apareció Irene, con los pelos deshechos y los ojos entrecerrados.

    -“Uff, que solana, madre mía, se nota que llega el buen tiempo. Veamos, que os preparo un poco, pero no os acomodéis, ¿vale? Aquí vais a estar temporalmente, que en el piso que estoy ahora no tengo jardín ni balcón para vosotras... En cuanto tenga el otro listo, vendréis, que allí hay una buena terraza en donde estaréis bien.”

    Vaya, Irene hablaba con nosotras. No podíamos contestarle, pero le daba igual, ella nos hablaba. Y era reconfortante, al menos, no se la veía con maldad y nos trataba de forma mimosa y delicada. Nos puso agua a todas, unas cosas por debajo en donde había más agua y nos distribuyó. Tés y Ali estaban más apartadas, en un lugar donde no les daban los rayos del sol. Y yo estaba junto con las sarracenias, justo en medio de las dos...

    Pasamos lo que viene a ser la mañana tranquilas, y entonces vimos partir a Irene. Se iba en el medio de transporte que nos trajo, “El coche”, acompañada por otro ser y unas bolsas grandes, conocidas como “Maleta”. Se despidió de los otros seres, parecidos a ella pero como más curtidos y se acercó al suelo para despedirse de... ¿qué diantres eran esas cosas?

    Unos nuevos seres, ni como Irene o Reina, ni como los insectos. Porque vamos, si eso eran insectos, a ver quien era la lista que se los comía.
    El caso es que Irene se fue, los dos seres que se habían despedido de ella entraron en su “Casa” y esas dos cosas nuevas se quedaron mirando por la puerta como se iba “Coche” con Irene y su acompañante dentro. Y luego vinieron hacia nosotras.

    Uno de esos seres, más pequeño y menos peludo y de un color más claro, como marrón grisáceo se acercó, nos olisqueó y se fue hacía “Casa”. Pero el otro no. Más grande que el primero, totalmente negro (como el primer insecto que conocí), y mucho más peludo, pero mucho, mucho más, se acercó, me olisqueó y... y me mojó. De su boca salió una cosa larga y rosada, muy húmeda, me la pasó por encima y quedé empapada. Bueno, tampoco empapada, pero sí humedecida. Esa cosa peluda se me quedó mirando con cara de tonto: la boca medio abierta y la cosa rosada colgando a un lado, movió una especie de hoja negra y alargada que tenía al final de su cuerpo unas cuantas veces, y se fue por donde se había ido la cosa marrón grisáceo.

    ¿Qué eran esos seres nuevos? Ninguna lo sabíamos, y a ninguna nos gustaron. Sus bocas bien podían comernos a todas con un solo movimiento, y no teníamos defensas. Había que averiguar qué eran y qué suponían para nosotras. Así que esperamos pacientes hasta que por fin salió uno de los seres como Irene, otra fémina de hecho, y se puso a cuidar de sus plantas, seguida por las dos cosas peludas.
    Una de las cosas peludas, la negra, se puso entre sus piernas y casi la hace caer, entonces ella grito:

    -“¡Ay Yako! ¡Siempre por medio, al final me harás caer! Tira por ahí, anda.”

    Un Yako... ¿la cosa marrón y peluda también sería un Yako? Entonces la ser volvió a hablar:

    -“¡Bea! ¡Beatriz! Venga, ¡ves a sacar a los perros!”

    Y apareció en escena otro ser, bueno, otra, muy parecida a Irene, casi idéntica, pero con el pelo de color amarillo, y no oscuro como el de Irene. Por lo demás, parecían la misma. Bueno, esta nueva, “Bea-Beatriz” era algo más pequeña, como reducida de todo.

    Con algo de mala cara, parecida a la cara que traía Reina cuando tenía problemas con la tal Resaca, sacó dos cuerdas largas y dijo:

    -“Ya va mamá, ya vaaa. A ver Yako, ven aquí cosita peluda y adorable mía”.

    Y el Yako negro fue hacía ella, la lamió con su cosa rosa y se dejó poner una de las cuerdas. Ah! También descubrí que esa otra ser se llamaba Mamá. Entonces...

    -“Va Kim, ahora tu. Va, ven aquí, no seas vaga,¡que vamos de paseo!”.

    Y la cosa marrón se acercó lentamente, sin mover esa hoja extraña del final del cuerpo, sin lamer a Bea-Beatriz. Pero también se dejó poner la cuerda y se fueron los tres.

    Así que la cosa negra es un Yako y la cosa marrón un Kim... Vaya, ¡que de seres diferentes hay en el mundo!

    Al poco rato apareció otra ser, de las del tipo Reina, y se puso a hablar con Mamá. No transcribiré la conversación porque fue harto aburrida y sin ningún interés en mi historia. Bueno sí, tiene un interés. Resulta que los seres tipo Mamá, Reina o Irene son personas y los del tipo Yako o Kim son perros. Y nosotras plantas.

    ¿Tiene alguna relación que todo empiece por la letra “P”? Todavía sigo investigando el tema...

    Allí en la casa de Mamá estuvimos algunos ciclos, esperando a que Irene volviera a por nosotras. Por lo visto, a nosotros los ciclos se nos hacen más largos que a ellos, ya que un día Mamá, mientras nos daba agua, nos dijo que Irene iba a tardar poco en venir . Pero ese poco se nos hizo eterno, y cuando ya estábamos hechas a la terraza de Mamá, llegó ella. Sinceramente, en ese momento deseé que no se acordase de nosotras, aunque no fue así.

    Irene pasó un par de ciclos más con su acompañante en casa de Mamá y una mañana, mientras estábamos totalmente relajadas tomando el sol, se acercó a nosotras con la ya conocida cara de tener problemas con Resaca (esta tal Resaca me tiene mosqueada todavía... siempre causando malestar y ni siquiera se quien es). Traía con ella una caja transparente, la puso a nuestro lado y empezó a ponernos dentro a todas mientras las otras personas de la casa iban saliendo para despedirse de nosotras. Ese día salieron todos, Mamá, Papá, Bea-Beatriz y los peludos Kim y Yako. ¡Fue tan emotivo! ¡No tenía ni idea de que nos quisieran tanto!

    Como la otra vez, Irene y su acompañante se despidieron de todos y se dirigieron con nosotras y con Maleta hacia “Coche”, pero esta vez nos llevaban a nosotras con ellos. “Genial, otro viajecito con olor a Ambientador de pino”, pensé.
    Pero al entrar dentro, noté que ya no olía a lo mismo. De hecho, casi no olía a nada, y mucho mejor, de esa forma ni Irene ni yo nos mareamos ese día.

    Cuando ellos dos entraron en “Coche”, empecé a oír unos sonidos lastimeros, unos lloriqueos y gemidos que hacían que mis trampas pusieran los pelos de punta, más de punta de lo que los tengo, claro. Entre los gemidos y lloros, la emoción del viaje y el aliento caliente de Kim en mis hojas, el shock que me llevé no fue pequeño.

    ¿Qué hacía Kim con nosotros? Vaya, por lo visto, también venía a la nueva casa. “Yuju...”.

    -“Mira, pobrecito Yako como llora. Si es que tendría que venir él también unos días. Va a añorarse mucho de Kim. La próxima vez, nos lo subimos, ¿vale Pol?

    -“Por mi no hay problema, pero tu hermana ya sabes como es. No va a querer que se venga ni una semana.”

    -“Bueno, nos lo llevamos sin que se entere y au.”

    Me parecieron realmente crueles decidiendo sobra la vida o los deseos de los dos pobres perros.
    La conversación siguió y lo que saqué en claro es que el acompañante de Irene se llamaba Pol, que Kim pertenecía a Irene y tenía once años, al parecer una edad avanzada ya para un perro. Yako, en cambio, tenía tan solo cuatro años y su dueña era Beatriz, no Bea-Beatriz, que estaba yo confundida con eso. Por todo eso, Kim venía a vivir a Igualada (¿?) con nosotros y Yako se quedaba en Alcora (¿?). Al parecer eran distintos lugares y bastante separados el uno del otro. Según escuché, nos quedaban 300 kilómetros por delante. No sé lo que son kilómetros, ni me imagino 300 cosas juntas, ya sean kilómetros, plantas o perros, pero era mucho, porque llegamos que ya hacía rato que la oscuridad había llegado, así que del momento de llegada poco puedo decir, ya que estaba más dormida que menos.

    El día siguiente fue muy ajetreado. Irene estuvo toda la mañana colocando cosas, entre otras, a nosotras. Nos sacó a la terraza, que aunque no tenía tantas plantas como la de Mamá y no se veía la calle ni a las personas pasar, no estaba del todo mal. De hecho, solo hubo una cosa que no me gustó. Yo me quedé fuera con las sarracenias, Tés y Ali se quedaron dentro.
    Solo voy a decir que estuve muy triste varios ciclos, tanto que las moscas se posaban en mis trampas y ni siquiera se me cerraban. Veía a Tés a través de un cristal y a Ali ni eso, ya que estaba colocada en un lugar diferente para que tuviera más sol, o algo así. Pero a Aliciae la escuchaba cantar. La voz de Tés no he vuelto a oírla desde entonces.

    Cada día, al salir el sol, lo primero que hacía era mirar hacia donde estaba Tés, y pese a ello, tardé varios días en darme cuenta de que a su lado había otra Nepenthes, como ella pero de mucho más tamaño. Y vi que Tés estaba bien. Y entonces, me empecé a sentir mejor, aunque la echaba mucho en falta. Mis “compañeras” no eran nada simpáticas conmigo. Hasta ese día en el que me empecé a encontrar mejor y por fin unas de mis trampas reaccionó al tacto de una mosca.

    -“Vaya, vaya. Mira quien se ha aclimatado por fin, te ha costado, eh enana.”-dijo la sarracenia gorda.

    -“¿Qué pasa? ¿Te has quedado muda al cambiar de casa? Eso si que es raro, había oído plantas que morían por el estrés del cambio, pero no que enmudecieran.”-dijo la flaca.

    Y ambas empezaron a reír, como siempre... Yo claro que podía hablar, solo que mi sorpresa era tal que no me salían las palabras. Hasta ahora lo poco que me habían dicho las sarracenias era en tono burlón y grotesco, pero esta vez, aunque algo de burla había, era un poco más amistoso. Cuando tuve el valor para decirles algo, solo me salían preguntas y más preguntas sobre todo eso de aclimatarse y el estrés y, para sorpresa, me lo explicaron todo, eso si, sin dejar de hacer bromas y reirse.
    Con el tiempo entendí que las sarracenias no eran groseras, ni crueles ni nada de eso, aunque tenían un humor bastante especial. Eran burlonas, algo engreídas, pero para nada malas plantas. Y estuve a gusto con ellas y descubrí sus nombres. La flaca era una Sarracenia x Wrigleyana y la gorda (este es más complicado) era una Sarracenia purpúrea var venosa burkii. Así, con todas sus letras.

    Al cabo de unos días ocurrió una tragedia que nunca olvidaré. Estaba charlando con mis vecinas tranquilamente cuando el cielo se tornó gris, pero un gris muy oscuro, se giró un aire tremendo y empezó a llover. Pero no a llover normal, caían gotas tan grandes como mis bocas y muy frías. Ese día justamente, Irene había sacado a las nepenthes y a la aliciae a la terraza, pero al otro lado, en donde no daba el sol, para que tuvieran algo de aire fresco ahora que llegaba el buen tiempo, supongo. Pues en mala hora lo hizo.
    Las gotas de agua empezaron a endurecerse, y entonces, llovieron piedras.
    Irene llegó corriendo y mojada, pues había bajado a la calle como cada día, y a toda prisa empezó a meternos en casa. Nos traía de dos en dos y nos dejaba encima de una mesa, que es donde siempre estaba Ali. Consiguió entrar a varias, pero no a todas. A todas nosotras sí, pero Irene tenía algunas plantas no carnívoras, con flores y sin ellas, y no pudo rescatarlas a todas. Entró a dos de esas plantas con flores y cerró el cristal, ya que las piedras caían cada vez más grandes y más fuertes, y el viento y el frío eran insoportables. Entonces, vimos la desgracia. Y la cara de Irene. Se había dejado fuera a la otra Nepenthes, la compañera de Tés. Intentó salir a por ella, pero le cayeron encima algunas piedras de agua y entró otra vez, con la mano en la cabeza. Y allí nos quedamos mirando como se inundaba la terraza de piedras blancas. Como muchas de las plantas sufrían golpes y perdían hojas, tallos, ojos, hijos... Y la Nepenthes, de lo que era ya solo quedaba un palo curvado.

    Cuando paró la lluvia de piedras Irene salió a recoger a la Nepenthes herida y entró a casa. La puso debajo de una luz, la limpió, quitó las hojas rotas y se quedó mirándola. Su ojo central se había roto, y al rompérsele las hojas, descubrimos que con ella había cinco hijos, de los cuales cuatro también habían perdido sus respectivos ojos. Ese día lamentamos cinco muertes en total, y todas de la misma maceta. La Nepenthes y sus 4 hijos. Pero al quitar todos los restos de hojas, Irene nos descubrió una alegría en la tragedia. Había un quinto hijo, muy pequeño y que había estado cobijado por su madre y uno de sus hermanos. Irene acabó de limpiar la maceta y puso al pequeño al lado de Tés.
    Fue un día muy triste, sobretodo para Tés, que había perdido a su compañera de zona y ahora tenía que cuidar al bebé. Pero por suerte no hubo más bajas. Dentro de lo malo, hay que mirar lo menos malo. Esa noche todas dormidos en casa, así que después de mucho tiempo, volví a estar cerca de Tés, aunque, como he dicho arriba, no escuché su voz, ese día ella estaba tan consternada que no dijo palabra, y al día siguiente nos volvieron a separar.

    En fin, nos estamos acercando a la parte culminante de mi historia. Después de muchos ciclos y cambios de tiempo, llegaron los calores y las horas de sol. Y yo había comido muchas moscas, mosquitos y otros insectos no identificados. Ahora era una planta adulta, crecidita y orgullosa de mi misma, jajaja. Así que, milagrosamente, de mi empezó a brotar un tallo floral. ¡Qué contenta estaba!

    Y en ese momento vino Irene, de la cual no tenía quejas, ya que hasta ahora me había dado todo lo que necesitaba. Pero, como es costumbre de las personas, se puso a decidir en voz alta sobre mi tallo floral. Su duda era si dejarme el tallo o cortarlo. ¡Maldita asesina! Pero lo entendí cuando llegó Pol a casa, salió a la terraza con Irene y ella le expuso sus dudas y sus miedos.
    Temía por mi salud. Y yo maldiciéndola cuando ella solo se preocupaba por mi. Al parecer, el tallo floral nos debilita mucho, por lo menos a las dionaeas, hasta el punto de que podemos llegar a morir si la estación de descanso llega rápido.

    Finalmente, Irene decidió dejarme el tallo porque me veía grande y fuerte, aunque se volcó mucho en mis cuidados. Cada día por la tarde venía a tomar el sol conmigo y contaba mis bocas, las que ya tenía crecidas y las que salían nuevas, y también me hacía una cosa que ella llamaba “fotos” con una cosa que se ponía en la mano.

    Gracias a mi fuerza de voluntad, a sus cuidado y por qué no decirlo, a la cantidad de bichos que entraban en mis bocas, saqué 6 hermosas flores, blancas y grandes. Bueno, en realidad saqué 8, pero dos de ellas sería mucho decir que eran hermosas ni grandes, ni siquiera dieron semillas.

    ¡Ah, si! Mis semillas. Aunque no había otra Venus atrapamoscas por ahí, Venusa se las apañó sola perfectamente, después de todo lo que había vivido, ¡faltaría más! Lo cierto es que Irene me ayudó a autopolinizar mis flores, y así conseguí mis semillas y ella me cortó el tallo y se las llevó para darles un sitio donde crecer.

    Esos días si que noté la debilidad causada por todo el esfuerzo de hacer crecer el tallo, las flores y madurar las semillas. Pero no me rendí. Y aquí sigo.

    Soy una madre estupenda, todo hay que decirlo. A parte de las semillas, que ya tenían todas lugar para crecer, tuve una hija de mi rizoma. La tenía en mi maceta, a mi lado. Apenas se la distinguía, pero sus trampas ya empezaban a mezclase con las mías, aunque se notaba la diferencia de tamaño en ellas. Creo que Irene no se ha dado cuenta todavía a día de hoy, y eso que ya hace varios ciclos que la tengo conmigo, pero mejor, seguro que si la hubiera visto, la separaría de mi.

    El tiempo de espera para ver a mis pequeñas fue largo y angustioso. Irene se desesperaba y cada día miraba las pequeñas macetas en donde había puesto las semillas, pero nada, no salía nada. Y a mi se me contagiaba la angustia, claro. Ambas sarracenias, que aun seguían conmigo, me intentaban animar con sus bromas y risas, pero no hacían más que ponerme nerviosa.
    Mientras esperábamos, por lo visto Irene se aburría y decidió coger a la Sarracenia var burkii, a la gorda vamos, la observó detenidamente, y divisó nada más y nada menos que cuatro hijos. Y como no, decidió separarlos de la madre. La verdad es que lo necesitaban, porque entre ella, que ya era grande de por sí, y los cuatro hijos, ya no cabían en la maceta.
    Así que pasé a tener seis vecinas sarracenias, y solamente una era x Wrigleyana, pobrecita, jaja. Pero ella estaba feliz, ¡era tía númerosa!

    Los críos de la sarracenia me ayudaron a entretenerme mientras esperaba a las mías, que después de tanta espera, llegaron verdes, fuertes y sanísimas.

    Eran, y son, ¡tan perfectas! Cuatro hijas, más la que tenía conmigo, cinco. Cinco maravillosas hijas que han sido mi alegría y mi razón de ser estos últimos ciclos.

    Pero el tiempo ha cambiado mucho. Los días ya no son cálidos y las noches son cada vez más frías. Por tanto, Irene ha llevado a las pequeñas dentro de casa, no podrían soportar este frío.

    Y yo aquí estoy, intentado aguantar, por mí y por mi pequeña, que sigue escondida entre mis trampas. Pero cada día me quedan menos trampas con las que protegerla. Ahora me arrepiento de haberla escondido, ya que ella debería estar en casa, protegida como sus hermanas pequeñas. En cambio está aquí fuera conmigo, sufriendo el mismo frío que yo.
    Cada nuevo ciclo, el sol llega con menos potencia, y sin él, yo siento que no voy a resistir. Ya no me quedan fuerzas. Después del esfuerzo que me supuso sacar el tallo floral, creía que me había recuperado, pero era una fuerza falsa, provocada por la alegría de mis pequeñas.

    Ahora que ellas están dentro, a salvo, yo ya no tengo ganas de seguir luchando. Mis hojas han perdido su verdor, ahora son amarillas. Eso las que no se han vuelto negras. Por no tener, ya no tengo ni ganas de seguir con mi historia, ya que esta termina aquí. No sintáis pena por mi. He vivido todo lo que una planta pueda vivir, todo este año, desde la separación de mis hermanas, hasta el nacimiento de mis hijas, ha sido toda una experiencia. ¿Qué desearía que el año siguiente fuera igual? Pues si, pero no va a poder ser. Mi vida terminará en unos días y solo deseo que mi historia pase a ser la de mis hijas. Que mi legado siga adelante, y que todo este tiempo que he pasado sea para dejar una señal mía en el mundo.

    Atentamente, y esperando no haberos aburrido en exceso, se despide



    Venusa, dionaea muscípula

    FIN. (xD)
     
  2. Magnífica Ynea!
    Me he hecho chirivita los ojos pero merece la pena :meparto:.
     
  3. kona10

    kona10 mundo carnivoro

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    joe ynea me dejas de piedra q bien q bonita historia fantastico:5-okey: por cierto me ha echo mucha gracia esta frase "no vomité porque no tenía ninguna mosca en las trampas":meparto:
     
  4. belladedia

    belladedia

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    que loca dios mio! su tu madre lo viera..............:twisted:
     
  5. Ynea

    Ynea Ama y Señora XD

    Jajajajaja. Vaya apoyo, eh! Eso es amor de madre ¬¬!
    :beso:
     
  6. jUuaanjO*

    jUuaanjO* nO hay maaS,,

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    Que preciosa la historia...
    Me encanta =)
     
  7. victorcito

    victorcito Deleted

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    jalisco
    que chida historia lastima que es el final
    ynea si que eres lo maximo
    deberas hacer libros j ejeje
     
  8. Alfonso-218

    Alfonso-218

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    :sorprendido: :sorprendido: :desconsolado::desconsolado:

    A que final buena historia

    Felicidades
     
  9. Feder

    Feder Chill Out

    Te felicito... completamente.
    ME ENCANTÓ LA HISTORIA!
     
  10. Lorrio

    Lorrio Gran Kajuna

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    Guadalajara
    En tu línea...sencillamente GENIAL. :52aleluya: :52aleluya: :52aleluya:
     
  11. RiKo

    RiKo Bear Grylls

    dioooooooos a terminado ya po fiiiiinnn aarrrggggggggg!!!! :cabezadas:

    jajaja todo broma, buen curro de historia a mi me a gustado la paete de el ambientador de pino jejee que buenoo :meparto:
     
  12. Auron x

    Auron x amigo de las carnivoras

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    si comparamos el titani en esta historia el titani no le llega ni a la suela del sapato a hora de verdad me a encantado te merecerias un nobel a i el finar porcasi me aces llorar:desconsolado: :( :desconsolado:
     
  13. carnivorashisp

    carnivorashisp

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    :desconsolado:
    Se me escapa el lagrimon! Te felicito!
     
  14. Ynea

    Ynea Ama y Señora XD

    Gracias a todos por los halagos y felicitaciones :icon_redface: Menos a Riko, que es un punxa ¬¬!! Jajajaja. Riko, yo también me alegro de que haya terminado. El último capítulo me dio hasta dolor de cabeza jajaja, pero ha sido entretenido, y mi primera experiencia escribiendo algo que no fueran redacciones de instituto :13mellado: