Re: ... de poetas, cuentos y leyendas El Fantasma de la Opera Gastón Leroux personajes de los magos. Es en los sótanos, han dicho los señores X,Y, Z, que han dedicado a la obra de Garnier22un estudio muy interesante, donde se transforma a los cacoquimios23en hermosos caballeros, a las horribles brujas en hadas radiantes de juventud. Tan pronto sale Satán de los sótanos como se sumerge en ellos. Las luces del infierno escapan de allí y el coro de los demonios los ocupan. ... Y los fantasmas se pasean como por su casa... Raoul seguía al Persa, obedeciendo al pie de la letra sus recomendaciones sin intentar entender los gestos que le ordenaba..., diciéndose que no le quedaba más esperanza que él. ¿Qué hubiera hecho sin su compañero en aquel espantoso dédalo? ¿Acaso no se habría visto detenido continuamente por la maraña de vigas y cuerdas? ¿No se vería atrapado en aquella gigantesca tela de araña? Y, de haber podido pasar a través de aquella red de alambres y de contrapesos que sin cesar aparecían ante él, corría el riesgo de caer en uno de los agujeros que se abrían por momentos bajo sus pies y cuyo fondo de tinieblas no podía alcanzar su mirada. Bajaban, seguían bajando... Ahora se encontraban en el tercer sótano. Seguían guiándose en la oscuridad, gracias a alguna lamparilla lejana... Cuanto más bajaban, más precauciones parecía tomar el Persa... No cesaba de volverse hacia Raoul y de recomendarle que siguiera sus instrucciones señalándole el nodo de poner la mano, desarmada ahora, pero siempre dispuesta a disparar como si empuñara una pistola. De repente una voz atronadora les dejó clavados. Alguien gritaba encima de ellos: -¡Al escenario todos los «cerradores de puertas»! El comisario de policía les reclama. ... Se oyeron pasos y unas sombras se deslizaron en la sombra. El Persa había llevado a Raoul detrás de un bastidor... Vieron pasar muy cerca y por encima de sus cabezas a viejos encorvados por los años y el peso de los decorados de la ópera. Algunos casi no podían sostenerse de pie..., otros, por costumbre, con la espalda doblada y las manos tendidas hacia delante, buscaban puertas que cerrar. Así eran los cerradores de puertas..., antiguos tramoyistas agotados, de los que unos directores caritativos se habían apiadado. Les había hecho encargados de las puertas en los sótanos y en los tejados. Iban y venían sin cesar, de arriba a abajo del escenario, para cerrar las puertas, y se les llamaba también por aquella época, ya que me parece que ahora están todos muertos, «los cazadores de corrientes de aire». Las corrientes de aire, vengan de donde vengan, son muy malas para la voz.24El Persa y Raoul se felicitaron de aquel incidente que les libraba de testigos molestos, ya que alguno de los cerradores de puertas, al no tener nada que hacer ni incluso tampoco un domicilio, se quedaba por pereza o por necesidad en la ópera y pasaba la noche en ella. Podían tropezar con ellos, despertarlos y tener que dar expli-caciones. El interrogatorio del señor Mifroid salvaba a nuestros dos compañeros de aquellos encuentros desafortunados. 22Bernard Garnier (1825-1895), arquitecto francés, autor -entre otras obras- del teatro de la ópera de París y del Casino de Montecarlo. 23Persona que padece tristeza y disgusto, a consecuencia de lo cual está pálida y melancólica. 24El mismo Pedro Gailhard me contó que había creado el puesto de cerradores de puertas para viejos tramoyistas a los que no quería despedir Pero no pudieron disfrutar por mucho tiempo de la soledad... Otras sombras bajaban ahora por el mismo camino por el que los «cerradores de puertas» habían subido. Cada una de estas sombras llevaba una pequeña linterna... que agitaban moviéndola arriba y abajo, examinándolo todo a su alrededor y con todo el aspecto de buscar algo o a alguien. -¡Vaya! -murmuró el Persa... -No sé qué estarán buscando, pero podrían encontrarnos.... ¡huyamos! ... ¡de prisa!... ¡La mano en guardia, señor, siempre dispuesta para disparar! Pliegue más el brazo, así... la plano a la altura del ojo, como si se batiera en duelo y esperara la orden de «fuego». Meta su pistola en el bolsillo. ¡Deprisa, bajemos! (arrastraba a Raoul hacia el cuarto sótano...) A la altura del ojo, es cuestión de vida o muerte.... ¡Por aquí, por esta escalera! (llegaban al quinto sótano.) ¡Ah, qué duelo, señor, qué duelo! El Persa suspiró aliviado al llegar al quinto sótano... Parecía disfrutar de algo más de seguridad de la que había mostrado antes, cuando se habían detenido ambos en el tercer sótano, sin embargo no abandonaba la posición de la mano... Raoul tuvo tiempo de extrañarse, una vez más, por lo demás sin hacer ninguna nueva observación. Ninguna, ya que en verdad no era el momento de extrañarse de aquella extraordinaria concepción de la defensa personal que consistía en guardar la pistola en el bolsillo mientras que la mano seguía dispuesta a servirse de ella, como si la pistola estuviera aún en la mano, a la altura del ojo, posición de espera de la orden de «fuego» en los duelos de aquella época. Con respecto a esto, Raoul creía recordar perfectamente que le había dicho: «Son pistolas de las que estoy seguro». De lo que le parecía lógico deducir lo siguiente: «¿Qué le importaba estar seguro de unas pistolas a las que no va a utilizar?» Pero el Persa le detuvo en sus vagos intentos reflexivos. Haciéndole señal de detenerse, volvió a subir unos peldaños de la escalera que acababan de dejar. Después volvió rápidamente al lado de Raoul. -¡Qué tontos somos! -le susurró-. Pronto nos veremos libres de esas sombras de las linternas... Son los bomberos que hacen su ronda.25Los dos hombres permanecieron entonces a la defensiva durante cinco largos minutos por lo menos; después, el Persa arrastró a Raoul hacia la escalera que acababan de bajar; pero, de repente, con un gesto volvió a ordenarle inmovilidad. Ante ellos, la oscuridad se movía. -¡Cuerpo a tierra! -exclamó el Persa con un susurró. Los dos hombres se tiraron al suelo. Justo a tiempo. ... Una sombra que, esta vez, no llevaba ninguna linterna..., tan sólo una sombra en la sombra pasaba. Pasó tan cerca de ellos que podía tocarlos. Sintieron sobre sus rostros el soplo cálido de su capa... Ya que pudieron distinguirle lo suficiente como para ver que la sombra llevaba una capa que la envolvía de la cabeza a los pies. En la cabeza, un sombrero blando de fieltro. 25Por aquella época los bomberos tenían aún la misión de cuidar de la seguridad de la Opera durante las representaciones. Más tarde ese servicio fue suprimido. Cuando pregunté el motivo al señor Pedro Gailhard, me contestó que temían que, dado su absoluto desconocimiento de los sótanos del teatro, les prendieran fuego.
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas VUELO Sólo quien ama vuela. Pero ¿quién ama tanto que sea como el pájaro más leve y fugitivo? Hundiendo va este odio reinante todo cuanto quisiera remontarse directamente vivo. Amar... Pero ¿quién ama? Volar... Pero ¿quién vuela? Conquistaré el azul ávido de plumaje, pero el amor, abajo siempre, se desconsuela de no encontrar las alas que da cierto coraje. Un ser ardiente, claro de deseos, alado, quiso ascender, tener la libertad por nido. Quiso olvidar que el hombre se aleja encadenado. Donde faltaban plumas puso valor y olvido. Iba tan alto a veces, que le resplandecía sobre la piel el cielo, bajo la piel el ave. Ser que te confundiste con una alondra un día, te desplomaste otros como el granizo grave. Ya sabes que las vidas de los demás son losas con que tapiarte: cárceles con que tragar la tuya. Pasa, vida, entre cuerpos, entre rejas hermosas. A través de las rejas, libre la sangre afluya. Triste instrumento alegre de vestir: apremiante tubo de apetecer y respirar el fuego. Espada devorada por el uso constante. Cuerpo en cuyo horizonte cerrado me despliego. No volarás. No puedes volar, cuerpo que vagas por estas galerías donde el aire es mi nudo. Por más que te debatas en ascender, naufragas. No clamarás. El campo sigue desierto y mudo. Los brazos no aletean. Son acaso una cola que el corazón quisiera lanzar al firmamento. La sangre se entristece de batirse sola. Los ojos vuelven tristes de mal conocimiento. Cada ciudad, dormida, despierta loca, exhala un silencio de cárcel, de sueño que arde y llueve como un élitro ronco de no poder ser ala. El hombre yace. El cielo se eleva. El aire mueve. Miguel Hernández El SILBO DEL DALE M. Hernandez Dale al aspa, molino, hasta nevar el trigo. Dale a la piedra, agua, hasta ponerla mansa. Dale al molino, aire, hasta lo inacabable. Dale al aire, cabrero, hasta que silbe tierno. Dale al cabrero, monte, hasta dejarle inmóvil. Dale al monte, lucero, hasta que se haga cielo. Dale, Dios, a mi alma, hasta perfeccionarla. Dale que dale, dale, molino, piedra y aire, cabrero, monte, astro, dale que dale largo. Dale que dale, Dios, ¡ay! Hasta la perfección. Miguel Hernández
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas El sol, la rosa y el niño flores de un día nacieron. Los de cada día son soles, flores, niños nuevos. Mañana no seré yo: otro será el verdadero. Y no seré más allá de quien quiera su recuerdo. Flor de un día es lo más grande al pie de lo más pequeño. Flor de la luz el relámpago, y flor del instante el tiempo. Entre las flores te fuiste. Entre las flores me quedo. Miguel Hernández
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas El Fantasma de la Opera Gastón Leroux ... Se alejó, rozando las paredes con el pie y dando a veces, en las esquinas, patadas a las paredes. -¡Uff! -exclamó el Persa-..., de buena nos hemos librado... Esa sombra me conoce y ya me ha llevado dos veces al despacho del director. -¿Será alguien de la policía del teatro? -preguntó Raoul. -¡Alguien mucho peor! -contestó sin dar más explicaciones el Persa.26-¿No será él? -¿Él?... Si no llega por detrás, veremos antes sus ojos de oro... Esa es nuestra pequeña fuerza en la oscuridad. Pero puede llegar por detrás, con pasos de lobo... y somos hombres muertos si no llevamos siempre las manos como si fueran a disparar, a la altura del ojo, hacia adelante. El Persa no había terminado aún de formular sus consejos, cuando una figura fantástica apareció ante los dos hombres. ... Un cuerpo entero... una cara; no solamente dos ojos de oro. ... Sino un rostro luminoso... una figura en llamas... Sí, una figura en llamas que avanzaba a la altura de un hombre. ¡Pero sin cuerpo! Aquella figura desprendía fuego. En la oscuridad parecía una llama con forma de cuerpo humano. -¡Vaya! -exclamó el Persa entre dientes-, ¡es la primera vez que la veo!... El teniente de bomberos no estaba loco, él también la había visto... ¿Qué serán esas llamas? No es él, pero bien puede ser él quien nos la envía... ¡Cuidado!... ¡Cuidado!... Ponga la mano a la altura del ojo, ¡por lo que más quiera!... a la altura del ojo. La figura de fuego, que tenía un aspecto infernal de demonio en llamas, seguía avanzando a la altura de un hombre, sin cuerpo, delante de los dos hombres aterrorizados... -Quizá él nos envíe a esta cosa por delante para mejor sorprendernos por detrás..., o por los lados ... ¡Nunca se sabe con él!... Conozco muchos de sus trucos..., ¡pero éste..., éste no lo conocía aún!... ¡Huyamos..., por prudencia... sólo... ¡por prudencia!... la mano a la altura del ojo. Y huyeron los dos juntos a lo largo del corredor subterráneo que se habría ante ellos. Tras unos segundos de carrera, que parecieron larguísimos minutos, se detuvieron. -Es curioso -dijo el Persa-, rara vez viene él por aquí. ¡Este lado no le interesa!... ¡No conduce ni al Lago ni a la mansión del Lago!... Pero quizá sepa que estamos sobre sus pasos,... a pesar de que yo le haya prometido dejarlo tranquilo y no volver a meterme en sus asuntos. Al decir esto, volvió la cabeza, y Raoul también. Vieron de pronto la cabeza de fuego detrás de las suyas. Los había seguido... Debía haber corrido también, y quizás aún más aprisa que ellos, porque les pareció que se había acercado. Empezaron a distinguir a la vez un ruido cuyo origen les resultaba imposible adivinar. Sólo cayeron en la cuenta de que este ruido parecía desplazarse y acercarse junto con la llama-figura-de-hombre. Eran chirridos o más bien crujidos, como si miles de uñas rascaran una pizarra, produciendo un ruido absolutamente insoportable similar al que a veces se produce por culpa de una piedrecita engastada en una barra de tiza que chirría en la pizarra. Siguieron. retrocediendo, pero la figura-llama avanzaba, seguía avanzando ganándoles terreno. Ahora ya se distinguían muy bien sus rasgos. Los ojos eran completamente redondos y fijos, la nariz un poco torcida y la boca grande, con un labio inferior que colgaba en forma de semicírculo; recordaban los ojos, la nariz y el labio de la luna cuando la luna está totalmente roja, color sangre. ¿Cómo podía deslizarse aquella luna roja en las tinieblas, a la altura de un hombre, sin ningún apoyo, sin cuerpo para sostenerla, al menos aparentemente? ¿Cómo caminaba tan de prisa, en línea recta, con los ojos fijos, tan fijos? ¿De dónde venía todo ese crujir, chirriar, golpear que arrastraba tras de sí? Por fin, el Persa y Raoul no pudieron retroceder más y se aplastaron contra la pared, sin saber qué iba a pasarles, quedando a merced de aquella figura incomprensible de fuego y, sobre todo ahora, del ruido más intenso, más vivo, muy «numeroso», ya que sin duda aquel ruido era producido por cientos de pequeños ruidos que se agitaban en las tinieblas, bajo la cabeza-llama. La cabeza-llama, sigue avanzando... ¡Ya está aquí!... Con su ruido... ¡Ya está junto a ellos!... Los dos compañeros, pegados a la pared, sienten que los cabellos se les erizan de horror, porque ahora ya saben de dónde proceden los miles de ruidos. Avanzan en tropel, rodando por las sombras en innumerables olas pequeñas y apretadas, más rápidas que las que trotan en la arena con la marca alta, pequeñas olas nocturnas que corretean bajo la luna, bajo la luna-cabeza-de-llama. Las pequeñas olas se deslizan entre sus piernas, suben por ellas, irresistiblemente. Entonces, Raoul y el Persa no pueden retener sus gritos de horror, espanto y dolor. Tampoco pueden continuar manteniendo las manos a la altura del ojo, postura de duelo en aquella época, antes de la orden de «fuego». Sus manos bajan a las piernas para alejar las pequeñas olas luminosas que arrastran cositas agudas, olas llenas de patas, uñas, garras y dientes. Sí, sí, Raoul y el Persa están a punto de desmayarse como el teniente de bomberos Papin. Pero la cabezacfuego se ha vuelto hacia ellos al oír sus aullidos. Y les habla: -¡No os mováis! ¡No os mováis!... Sobre todo, ¡no me sigáis!... ¡Soy el matador de ratas!... ¡Dejadme pasar con mis ratas!... Bruscamente desaparece la cabeza-fuego y se esfuma en la tinieblas mientras, ante ella, el corredor se ilumina a lo lejos, gracias al movimiento que el matador de ratas ha hecho con su linterna sorda. Antes, para no espantar las ratas, había vuelto la linterna hacia él, iluminando su propia cabeza; ahora, para apresurar su huida, alumbra el espacio negro ante él... Y entonces da un brinco, arrastrando consigo las olas de ratas, trepadoras, crujientes, los miles de ruidos... El Persa y Raoul, liberados, respiran, si bien aún temblorosos. -Debería haber recordado que Erik me habló del matador de ratas -dijo el Persa-. Pero no me había dicho que tenía este aspecto... Es extraño que no lo haya encontrado jamás.27 26El autor no dará más explicaciones, lo mismo que el Persa, acerca de la aparición de esta sombra. Todo en esta narración histórica quedan explicado a medida que los hechos aparentemente anormales vayan sucediendo. El autor no explican expresamente al lector lo que el Persa quiso decir con estas palabras: “Alguien mucho peor” (que la policía del teatro). El lector deben adivinarlo, ya que el autor prometió al ex director de la Opera, señor Pedro Gailhard, guardar el secreto acerca de la personalidad, a la vez interesante y útil de la sombra errante de la capa que, condenándose a vivir en los bajos del teatro, ha prestado prodigiosos servicios a aquellos que, en las veladas de gala, por ejemplo, se atreven a bajar a los sótanos. Me refiero a servicios de Estado, y no puedo decir más. 2727El antiguo director de la Opera, el señor Pedro Gailhard, me contó un día en el cabo de Ail, en casa de la señora de Pierre Wolff, la inmensa depredación subterránea debida a la rapiña de las ratas
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas AGUA DE LA VIDA cuento de los Hermanos Grimm Hubo una vez un rey que enfermó gravemente. No había nada que le aliviara ni calmara su dolor. Después de mucho deliberar, los sabios decidieron que sólo podría curarle el agua de la vida, tan difícil de encontrar que no se conocía a nadie que lo hubiera logrado. Este rey tenía tres hijos, el mayor de los cuales decidió partir en busca de la exótica medicina. - Sin duda, si logro que mejore, mi padre me premiará generosamente. - Pensaba, pues le importaba más el oro que la salud de su padre. En su camino encontró a un pequeño hombrecillo que le preguntó su destino. - ¿Qué ha de importarte eso a ti?, ¡Enano! Déjame seguir mi camino. El duende, ofendido por el maleducado príncipe, utilizó sus poderes para desviarle hacia una garganta en las montañas que cada vez se estrechaba más, hasta que ni el caballo pudo dar la vuelta, y allí quedó atrapado. Viendo que su hermano no volvía, el mediano decidió ir en busca de la medicina para su padre: “Toda la recompensa será para mí”.- pensaba ambiciosamente. No llevaba mucho recorrido, cuando el duende se le apareció preguntando a dónde iba: - ¡Qué te importará a ti! Aparta de mi camino, ¡Enano! El duende se hizo a un lado, no sin antes maldecirle para que acabara en la misma trampa que el mayor, atrapado en un paso de las montañas que cada vez se hizo más estrecho, hasta que caballo y jinete quedaron inmovilizados. Al pasar los días y no tener noticias, el menor de los hijos del rey decidió ir en busca de sus hermanos y el agua milagrosa para sanar a su padre. Cabalgando, encontró al hombrecillo que también a él le preguntó su destino: - Mi padre está muy enfermo, busco el agua de la vida, que es la única cura para él. - ¿Sabes ya a dónde debes dirigirte para encontrarla? – Volvió a preguntar el enano. - Aún no, ¿me podrías ayudar, duendecillo? - Has resultado ser amable y humilde, y mereces mi favor. Toma esta varilla y estos dos panes y dirígete hacia el castillo encantado. Toca la cancela tres veces con la vara, y arroja un pan a cada una de las dos bestias que intentarán comerte. - Busca entonces la fuente del agua de la vida tan rápido como puedas, pues si dan las doce, y sigues en el interior del castillo, ya nunca más podrás salir. – Añadió el enanito. A lomos de su caballo, pasados varios días, llegó el príncipe al castillo encantado. Tocó tres veces la cancela con la vara mágica, amansó a las bestias con los panes y llegó a una estancia donde había una preciosa muchacha: - ¡Por fin se ha roto el hechizo! En agradecimiento, me casaré contigo si vuelves dentro de un año. Contento por el ofrecimiento, el muchacho buscó rápidamente la fuente de la que manaba el agua de la vida. Llenó un frasco con ella y salió del castillo antes de las doce. De vuelta a palacio, se encontró de nuevo con el duende, a quien relató su experiencia y pidió: - Mis hermanos partieron hace tiempo, y no les he vuelto a ver. ¿No sabrías dónde puedo encontrarles? - Están atrapados por la avaricia y el egoísmo, pero tu bondad les hará libres. Vuelve a casa y por el camino los encontrarás. Pero ¡cuídate de ellos! Tal como había anunciado el duende, el menor encontró a sus dos hermanos antes de llegar al castillo del rey. Los tres fueron a ver a su padre, quien después de tomar el agua de la vida se recuperó por completo. Incluso pareció rejuvenecer. El menor de los hermanos le relató entonces su compromiso con la princesa, y su padre, orgulloso, le dio su más sincera bendición para la boda. Así pues, cerca de la fecha pactada, el menor de los príncipes se dispuso a partir en busca de su amada. Ésta, esperando ansiosa en el castillo, ordenó extender una carretera de oro, desde su palacio hasta el camino, para dar la bienvenida a su futuro esposo: - Dejad pasar a aquel que venga por el centro de la carretera,- dijo a los guardianes – Cualquier otro será un impostor.- Advirtió. Y marchó a hacer los preparativos. Efectivamente, los dos hermanos mayores, envidiosos, tramaron por separado llegar antes que él y presentarse a la princesa como sus libertadores: - Suplantaré a mi hermano y desposaré a la princesa - Pensaba cada uno de ellos. El primero en llegar fue el hermano mayor, que al ver la carretera de oro pensó que la estropearía si la pisaba, y dando un rodeo, se presentó a los guardas de la puerta, por la derecha, como el rescatador de la princesa. Mas éstos, obedientes le negaron el paso. El hermano mediano llegó después, pero apartó al caballo de la carretera por miedo a estropearla, y tomó el camino de la izquierda hasta los guardias, que tampoco le dejaron entrar. Por último llegó el hermano menor, que ni siquiera notó cuando el caballo comenzó a caminar por la carretera de oro, pues iba tan absorto en sus pensamientos sobre la princesa que se podría decir que flotaba. Al llegar a la puerta, le abrieron enseguida, y allí estaba la princesa esperándole con los brazos abiertos, llena de alegría y reconociéndole como su salvador. Los esponsales duraron varios días, y trajeron mucha felicidad a la pareja, que invitó también al padre, que nunca volvió a enfermar
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas EL NIÑO Y EL ÁRBOL En el patio de una casita pequeña había un árbol viejo y grande. Su tronco torcido era amplio y sus ramas se extendían sin orden a su alrededor. La tierra debajo de su extendida sombra era gris y polvorida. Las ramas del árbol no brindaban fruta solo hojas grandes y pequeñas, dependiendo en su logro de sujetarse a las caóticas ramas. Tenia muchas hojas verdosas, algunas pintadas con betas doradas y otras con pecas negras. Y todos los días el que hacer del niño de la casa era salir y atender a el árbol porque su padre había querido que fuera así. El niño salía diariamente con su rastillo y sus bolsas enormes para recoger las hojas caídas y amontonarlas en las bolsas. El conseguía las bolsas mas grandes para poder guardar la máxima cantidad en ellas. Le costaba mucho trabajo y el pensaba, “Porque mi padre me ha mandado esta responsabilidad tan grande? Yo soy muy pequeño y este árbol, él es tan grande, como yo puedo ocuparme de esta carga yo solo?” Pero él era un niño de conciencia y quería complacer a su padre, y así seguía haciendo su trabajo por costoso que le fuera. Pasaron los anos y al niño le había llegado un hermanito. El hermanito tenia ya la misma edad de él cuando su padre le encomendó la tarea del árbol. El veía que el árbol crecía mas aun mas grande y abundante. Sus hojas seguían alfombrando la tierra aunque las ramas se veían mas vacías. Y las hojas seguían grandes y chiquitas auque menos salpicadas con dorado y mas con pecas negras. Un buen día cuando el sol veranero ahogaba el aire, el niño casi hombre, todo sudado le dijo a su padre, “Todos estos años yo he cumplido con mi deber. He salido a diario y he atendido al árbol. Ya mi hermano ha pasado la edad mía cuando yo empecé este trabajo. Porque no me has dejado descansar y no le has dado este trabajo a él?” Y su padre sabio y con mucho amor le dijo, “Has trabajado todos los días bajo sol, lluvia y frió. Has recogido las hojas que estorban en el patio de tu casa. Se que has trabajado mucho y costosamente pero aun no has cumplido tu tarea bien. Debes seguir ocupándote del árbol hasta que yo vea que esto lo has hecho bien.” A oír las palabras de su padre, el niño casi hombre se sintió desencantado. Como quería complacer a su padre siguió sus instrucciones y mantuvo su deber con el árbol. Desde ese momento le parecía mas costoso su trabajo pero aun desencantado recogía las hojas diariamente. Pasaron los anos y ya el era hombre. Volvió a hablar con su padre y le dijo que ya el había cumplido con sus deber. Ya el era un hombre y debería de tener otras responsabilidades mayores que el recoger las hojas caídas de un árbol viejo y torcido. El padre sabio con mas amor que nunca le contesto, “Es cierto, ya eres un hombre y debes de tener responsabilidades mayores. Pero todavía no has aprendido de atender de árbol. Como puedo entregarte esas otras responsabilidades que tu solicitas sin lograr cumplir esta?. Sigue atendiendo del árbol y yo seguiré mirando como tu lo haces. El día que vea que estas cumpliendo con esta simple tarea te daré otras mas merecedoras de un hombre cumplidor. Y así pasaron los años y el niño había pasado a ser hombre y el seguía recogiendo hojas. El esperaba que su padre estuviera complacido. Y su padre ya viejo esperaba que su hijo cumpliera. El árbol seguía grande y impresionante. Sus ramas seguían enredadas y sus raíces gordas. Solo las hojas cambiaban. Ya no eran tan grandes y verdes. Muchas mas alfombraban la tierra gris. Y el hombre tenia que usar mas bolsas, más grandes para limpiar su patio. Después de muchos anos mas el padre del niño ya hombre al amanecer el día no despertó. El hermano del hombre se fue de la casita para aliviar su tristeza y solo quedo el hombre y el árbol. El hombre por habito seguía recogiendo las hojas que no se sujetaban a las ramas del árbol. Y por su soledad inmensa comenzó a desahogar sus penas bajo la sombra del árbol. Con dada hoja que levantaba con sus manos ya ásperas, compartía el desconsuelo de su alma con el árbol. El hombre le reclamaba y le preguntaba al árbol, “Que es lo que nunca hice en esta tarea que me mando mi padre? Siempre recogí todas estas hojas caídas y dejé el patio limpio. Que me falto por hacer?” Y en esa soledad silenciosa el hombre se acostumbro a hablarle a el árbol. Sus desayunos los tomaba bajo su sombra y sobre sus raíces se sentaba. Comenzó a compartir sus pensamientos con el árbol y el árbol compartía su sombra con el hombre. En las noches el hombre salía y se recostaba al árbol, ya que los años no pasaban en vano y su cuerpo no escapaba los años. Allí comenzaba a darle a las raíces de la agua que el tomaba para refrescarse. Todos los días se acercaba mas a su árbol y todos los días hacia mas por el. El hombre ya era viejo y estaba muy cansado pero ya no sentía desencanto ni soledad. El árbol también estaba mas viejo pero sus hojas no se desprendían tan fácilmente. Crecían mas verde y mas grande y algunas estaban pitadas de pecas negras y otras de betas doradas. Su tronco seguía torcido reflejando su orgullo terco y sus ramas seguían libremente estremecidas sin orden alguna. Y el hombre se sentaba en sus raíces amplias y cómodamente dormía bajo su sombra luego de haber compartido sus pensamientos con su árbol fiel. Una tarde en la vida larga de el hombre que ya había pasado a viejo muchos años atrás, el fue a compartir su agua y sus pensamientos con su árbol. Se recostó al tronco y luego se acomodo en sus raíces a dormir bajo su extendida sombra. Y en su sueño escucho las ultimas palabras que iba a oír, era la voz de su sabio padre que lo llamaba y le decía con su eterno amor y simple ternura, “Descansa ya hijo mío, que ya veo que has cumplido bien con tu tarea.” Y con la tranquilidad de ese momento que culminaba su vida el hombre anciano sabia que había cumplido con su tarea. Había aprendido a vivir con el amor de la armonía cuando aprendió que no podía ocuparse bien de su árbol sin saber apreciar de su sombra.
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas Preciosos Zara!!! Gracias! aporto la biografia de los hermanos Grimm ! Hermanos Grimm Hermanos Grimm.Los hermanos Grimm es el término utilizado para referirse a los escritores Jacob Grimm y a Wilhelm Grimm. Fueron dos hermanos alemanes célebres por sus cuentos para niños y también por su “Diccionario alemán”, por sus “Leyendas alemanas”, la “Gramática alemana”,la “Mitología alemana” y "Cuentos de Grimm" , lo que les ha valido ser reconocidos como fundadores de la filología alemana. Sus vidas Jacob Grimm (1785 - 1863) y su hermano, un año más joven que él, Wilhelm (1786 - 1859) nacieron en Hanau, Hesse (Alemania). A los 20 años de edad, Jacob trabajaba como bibliotecario y Wilhelm como secretario de la biblioteca. Antes de llegar a los 30 años, habían logrado sobresalir gracias a sus publicaciones. Fueron profesores universitarios en Kassel (1829 y 1839 respectivamente). Siendo profesores de la Universidad de Gotinga, los despidieron en 1837 por protestar contra el rey Ernesto Augusto I de Hannover. El año siguiente fueron invitados por Federico Guillermo IV de Prusia a Berlín donde ejercieron como profesores en la Universidad Humboldt. Tras las Revoluciones de 1848 Jacob fue miembro del Parlamento de Fráncfort. Obra La labor de los hermanos Grimm no se limitó a recopilar historias, sino que se extendió también a la docencia y la investigación del lenguaje. Sus estudios de la lengua alemana son pieza importante del posterior desarrollo del estudio lingüístico (como la Ley de Grimm), aunque sus teorías sobre el origen divino del lenguaje no son ampliamente respaldadas en la actualidad Además de sus cuentos de hadas, los Grimm también son conocidos por su obra Deutsches Wörterbuch, un diccionario en 33 tomos con etimologías y ejemplos de uso del léxico alemán, que no fue concluido hasta 1960. También publicaron una selección comentada de romances españoles titulada “Silva de romances viejos”. Cuentos de hadas Monumento a los Hermanos Grimm del escultor Syrius Eberle ubicado en la plaza del mercado en Hanau, Hessen (Alemania). En 1803 los hermanos Grimm conocieron en la Universidad de Marburgo (Hesse) a los románticos Clemens Brentano y Achim von Arnim, quienes despertaron en ellos el interés por los cuentos tradicionales. Jakob y Wilhelm empezaron a recopilar y elaborar los cuentos de la tradición oral en el entorno burgués de Kassel, marcado por el carácter de los hugonotes. Fue justamente de una mujer proveniente de una familia de hugonotes que obtuvieron gran parte de las historias recogidas en su libro Kinder- und Hausmärchen ("Cuentos para la infancia y el hogar"),[1] dos volúmenes publicados en 1812 y 1815. La colección fue ampliada en 1857 y se conoce popularmente como Cuentos de hadas de los hermanos Grimm. Su extraordinaria difusión ha contribuido decisivamente a divulgar cuentos como "Blancanieves", "La Cenicienta", "Hänsel y Gretel" o "Juan sin miedo". Un aspecto controvertido de este éxito es que en muchos lugares su versión escrita ha desplazado casi por completo a las que seguían vivas en la tradición oral local. Los textos se fueron adornando y, a veces, censurando de edición en edición debido a su extrema dureza. Los Grimm se defendían de las críticas argumentando que sus cuentos no estaban dirigidos a los niños. Pero, para satisfacer las exigencias del público burgués tuvieron que cambiar varios detalles de los originales. Por ejemplo, la madre de Hansel y Gretel pasó a ser una madrastra, porque el hecho de abandonar a los niños en el bosque (cuyo significado simbólico no se reconoció) no coincidía con la imagen tradicional de la madre de la época. También hubo que cambiar o, mejor dicho, omitir alusiones sexuales explícitas. Los autores recogieron algunos cuentos franceses gracias a Dorothea Viehmann y a las familias Hassenflug y Wild (una hija de los Wild se convertiría después en la esposa de Wilhelm). Pero para escribir un libro de cuentos verdaderamente alemán, aquellos cuentos que llegaron de Francia a los países de habla alemana, como El gato con botas o Barba Azul, tuvieron que eliminarse de las ediciones posteriores. En 1812, los hermanos Grimm editaron el primer tomo de "Cuentos para la infancia y el hogar", en el cual publicaban su recopilación de cuentos, al que siguió en 1814 su segundo tomo. Una tercera edición apareció en 1837 y la última edición supervisada por ellos, en 1857. Las primeras colecciones se vendieron modestamente en Alemania, al principio apenas unos cientos de ejemplares al año. Las primeras ediciones no estaban dirigidas a un público infantil, en un principio los hermanos Grimm rehusaron utilizar ilustraciones en sus libros y preferían las notas eruditas a pie de página, que ocupaban casi tanto espacio como los cuentos mismos, en sus inicios nunca se consideraron escritores para niños sino folcloristas patrióticos. Alemania en la época de los hermanos Grimm había sido invadida por los ejércitos de Napoleón, y el nuevo gobierno pretendía suprimir la cultura local del viejo régimen de feudos y principados de la Alemania de los principios del siglo XIX. Seria hasta 1825 cuando alcanzarían mayores ventas, al conseguir la publicación de la Kleine Ausgabe (Pequeña Edición) de 50 relatos con ilustraciones fantásticas de su hermano Ludwing, esta era una edición condensada destinada para lectores infantiles. Entre 1825 y 1858 se publicarían diez ediciones de esta Pequeña Edición. A mediados del siglo XIX, en algunos sectores de América del Norte la colección de cuentos era condenada por maestros, padres de familia y figuras religiosas debido a su crudo e incivilizado contenido, ya que representaba la cultura medieval con todos sus rígidos prejuicios, su crudeza y atrocidades. Los adultos ofendidos se oponían a los castigos impuestos a los villanos. Un ejemplo se puede ver en la versión original de Blancanieves, a la malvada madrastra se le obliga a bailar con unas zapatillas de hierro ardiente al rojo vivo hasta caer muerta. Los primeros libros ilustrados fueron hechos por los editores ingleses. Una vez que los hermanos Grimm descubrieron a su nuevo público infantil se dedicaron a refinar y suavizar sus cuentos. Los 210 cuentos de la colección de los Grimm forman una antología de cuentos de hadas, fabulas, farsas rústicas y alegorías religiosas. Hasta ahora la colección ha sido traducida a más de 160 idiomas. Los cuentos y los personajes hoy en día son usados en el teatro, la ópera, las historietas, el cine, la pintura, la publicidad y la moda. Los ejemplares manuscritos de "Cuentos para la infancia y el hogar” propiedad de la biblioteca de la Universidad de Kassel fueron incluidos en el Programa Memoria del Mundo de la Unesco en 2005. Tras la Segunda Guerra Mundial y hasta 1948 estuvo prohibida la venta de los cuentos de los hermanos Grimm en la zona de ocupación inglesa, ya que los ingleses los consideraban como una prueba de la supuesta maldad de los alemanes durante la guerra. La actual edición (1996 y 2004) de las versiones originales de los hermanos Grimm fue publicada por Hans-Jörg Uther. Su obra en el cine de animación Los cuentos de los hermanos Grimm han sido muy populares desde sus orígenes. En el siglo XX su fama creció gracias a la generalización de la lectura infantil. El cine de animación ha aprovechado este hecho para llevar a la pantalla algunas películas animadas que parten de cuentos de los Grimm; así, Walt Disney produjo en 1937 la película Blancanieves y los siete enanitos, y en 1950 La Cenicienta, si bien esta película se basa también en la versión del cuento que escribió el francés Charles Perrault (1628-1705). Más o menos en la década de 1980 se lanzó y se transmitió una serie de animé japonesa que recopilaba los cuentos de los dos escritores alemanes. Durante el año 2005 se estrenó The Brothers Grimm, la película realizada por el director estadounidense Terry Gilliam
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas No , esta bien un poquito cada una , es que el aporte a la literatura de estos hermanos fue espectacular y los cuentos que trajiste , una maravilla!
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas EL ÚLTIMO RINCÓN El último y el primero: rincón para el sol más grande, sepultura de esta vida donde tus ojos no caben. Allí quisiera tenderme para desenamorarme. Por el olivo lo quiero, lo persigo por la calle, se sume por los rincones donde se sumen los árboles. Se ahonda y hace más honda la intensidad de mi sangre. Los olivos moribundos florecen en todo el aire y los muchachos se quedan cercanos y agonizantes. Carne de mi movimiento, huesos de ritmos mortales: me muero por respirar sobre vuestros ademanes. Corazón que entre dos piedras ansiosas de machacarte, de tanto querer te ahogas como un mar entre dos mares. De tanto querer me ahogo, y no me es posible ahogarme. Beso que viene rodando desde el principio del mundo a mi boca por tus labios. Beso que va a un porvenir, boca como un doble astro que entre los astros palpita por tantos besos parados, por tantas bocas cerradas sin un beso solitario. ¿Qué hice para que pusieran a mi vida tanta cárcel? Tu pelo donde lo negro ha sufrido las edades de la negrura más firme, y la más emocionante: tu secular pelo negro recorro hasta remontarme a la negrura primera de tus ojos y tus padres, al rincón de pelo denso donde relampagueaste. Como un rincón solitario allí el hombre brota y arde. Ay, el rincón de tu vientre; el callejón de tu carne: el callejón sin salida donde agonicé una tarde. La pólvora y el amor marchan sobre las ciudades deslumbrando, removiendo la población de la sangre. El naranjo sabe a vida y el olivo a tiempo sabe. Y entre el clamor de los dos mis pasiones se debaten. El último y el primero: rincón donde algún cadáver siente el arrullo del mundo de los amorosos cauces. Siesta que ha entenebrecido el sol de las humedades. Allí quisiera tenderme para desenamorarme. Después del amor, la tierra. Después de la tierra, nadie. M. Hernandez
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas El corazón es agua que se acaricia y canta. El corazón es puerta que se abre y se cierra. El corazón es agua que se remueve, arrolla, se arremolina, mata. Miguel Hernández
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas PROVERBIOS Y CANTARES - XXX El que espera desespera, dice la voz popular. ¡Qué verdad tan verdadera! La verdad es lo que es, y sigue siendo verdad aunque se piense al revés. Antonio Machado
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas PROVERBIOS Y CANTARES - IV Nuestras horas son minutos cuando esperamos saber, y siglos cuando sabemos lo que se puede aprender. Antonio Machado
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas El Fantasma de la Opera Gastón Leroux El Fantasma de la OperaGastón Leroux »¡Creía que se trataba de una de las jugadas del monstruo!... -suspiró- Pero no, nunca viene a estos parajes.» -¿Estamos muy lejos del lago? -preguntó Raoul-. ¿Cuándo llegaremos?... ¡Vamos al lago! ¡Vamos al lago!... Cuando lleguemos al lago llamaremos. golpearemos las paredes, gritaremos... ¡Christine nos oirá!... ¡Y también él nos oirá! ... Y si usted le conoce, le hablaremos. -¡No sea infantil! -exclamó el Persa-. Nunca entraremos en la mansión del Lago por el lago. -¿Por qué no? -Porque allí es donde ha acumulado toda su defensa... Ni siquiera yo he podido llegar a la otra orilla,... a la orilla de la casa... Primero hay que atravesar el lago..., ¡y le aseguro que está bien protegido!.. . Me temo que más de uno de estos antiguos tramoyistas, viejos cerradores de puertas que han desaparecido misteriosamente, intentaron simplemente atravesar el lago... Es terrible... Yo también estuve a punto de quedarme allí... ¡Si el monstruo no me hubiera reconocido a tiempo!... Un consejo, amigo. No se acerque jamás al lago... Y, sobre todo, tápase los oídos si oye cantar a la Voz bajo el agua, la voz de la Sirena. -Pero entonces -replicó Raoul en un transporte de fiebre, de impaciencia y de rabia-, ¿qué hacemos aquí?... Si no puede hacer nada por Christine, déjeme al menos morir buscándola. El Persa intentó calmar al joven. -Sólo disponemos de un medio para salvar a Christine Daaé, créame, y es penetrando en esa mansión sin que el monstruo se dé cuenta. -¿Y cree que podremos hacerlo? -¡Si no tuviera esa esperanza no habría venido en su busca! -¿Por dónde entraremos en la mansión del Lago sin pasar por el lago? -Por el tercer sótano, del que tan inoportunamente hemos sido expulsados, señor, y al cual volveremos ahora mismo... Le diré, señor -exclamó el Persa con la voz súbitamente alterada-, le diré el lugar exacto... Se encuentra entre unos bastidores y un decorado abandonado de El rey de Lahore, exactamente en el lugar en que encontró la muerte Joseph Buquet... -¡Ah! ¿aquel jefe de los tramoyistas al que se encontró ahorcado? -Sí, señor -añadió en tono singular el Persa-, y cuya cuerda no pudo ser hallada... ¡Vamos! ¡Ánimo!... en marcha..., y vuelva a poner la mano en guardia, señor... Pero, ¿dónde estamos? El Persa se vio obligado a encender de nuevo la linterna. Dirigió el haz luminoso hacia dos amplios corredores que se cruzaban en ángulo recto y cuyas bóvedas se que duró hasta el día en que la administración contrató, por un precio bastante elevado, a un individuo que aseguraba suprimir la plaga sólo con venir a dar una vuelta por los sótanos cada quince días. A partir de entonces, ya no hubo más ratas en la Ópera que las que se admiten en el foyer de la danza. El señor Gailhard pensaba que aquel hombre había descubierto un perfume secreto que atraía hacia él a las ratas, al igual que el "coq-levent" con el que algunos pescadores se frotan las piernas, atrae a los peces. Las arrastraba tras de sí hasta algún agujero en el que las ratas, embriagadas, se dejaban ahogar. Hemos visto el espanto que la aparición de aquella figura había causado al teniente de bomberos, espanto que había llegado hasta el desmayo -conversación con el señor Gailhard-, y para mí no hay la menor duda de que la cabeza-llama encontrada por el bombero sea la misma que puso en un estado tan alarmante al Persa y al vizconde de Chagny (papeles del Persa). »¡Creía que se trataba de una de las jugadas del monstruo!... -suspiró- Pero no, nunca viene a estos parajes.» -¿Estamos muy lejos del lago? -preguntó Raoul-. ¿Cuándo llegaremos?... ¡Vamos al lago! ¡Vamos al lago!... Cuando lleguemos al lago llamaremos. golpearemos las paredes, gritaremos... ¡Christine nos oirá!... ¡Y también él nos oirá! ... Y si usted le conoce, le hablaremos. -¡No sea infantil! -exclamó el Persa-. Nunca entraremos en la mansión del Lago por el lago. -¿Por qué no? -Porque allí es donde ha acumulado toda su defensa... Ni siquiera yo he podido llegar a la otra orilla,... a la orilla de la casa... Primero hay que atravesar el lago..., ¡y le aseguro que está bien protegido!.. . Me temo que más de uno de estos antiguos tramoyistas, viejos cerradores de puertas que han desaparecido misteriosamente, intentaron simplemente atravesar el lago... Es terrible... Yo también estuve a punto de quedarme allí... ¡Si el monstruo no me hubiera reconocido a tiempo!... Un consejo, amigo. No se acerque jamás al lago... Y, sobre todo, tápase los oídos si oye cantar a la Voz bajo el agua, la voz de la Sirena. -Pero entonces -replicó Raoul en un transporte de fiebre, de impaciencia y de rabia-, ¿qué hacemos aquí?... Si no puede hacer nada por Christine, déjeme al menos morir buscándola. El Persa intentó calmar al joven. -Sólo disponemos de un medio para salvar a Christine Daaé, créame, y es penetrando en esa mansión sin que el monstruo se dé cuenta. -¿Y cree que podremos hacerlo? -¡Si no tuviera esa esperanza no habría venido en su busca! -¿Por dónde entraremos en la mansión del Lago sin pasar por el lago? -Por el tercer sótano, del que tan inoportunamente hemos sido expulsados, señor, y al cual volveremos ahora mismo... Le diré, señor -exclamó el Persa con la voz súbitamente alterada-, le diré el lugar exacto... Se encuentra entre unos bastidores y un decorado abandonado de El rey de Lahore, exactamente en el lugar en que encontró la muerte Joseph Buquet... -¡Ah! ¿aquel jefe de los tramoyistas al que se encontró ahorcado? -Sí, señor -añadió en tono singular el Persa-, y cuya cuerda no pudo ser hallada... ¡Vamos! ¡Ánimo!... en marcha..., y vuelva a poner la mano en guardia, señor... Pero, ¿dónde estamos? El Persa se vio obligado a encender de nuevo la linterna. Dirigió el haz luminoso hacia dos amplios corredores que se cruzaban en ángulo recto y cuyas bóvedas se que duró hasta el día en que la administración contrató, por un precio bastante elevado, a un individuo que aseguraba suprimir la plaga sólo con venir a dar una vuelta por los sótanos cada quince días. A partir de entonces, ya no hubo más ratas en la Ópera que las que se admiten en el foyer de la danza. El señor Gailhard pensaba que aquel hombre había descubierto un perfume secreto que atraía hacia él a las ratas, al igual que el "coq-levent" con el que algunos pescadores se frotan las piernas, atrae a los peces. Las arrastraba tras de sí hasta algún agujero en el que las ratas, embriagadas, se dejaban ahogar. Hemos visto el espanto que la aparición de aquella figura había causado al teniente de bomberos, espanto que había llegado hasta el desmayo -conversación con el señor Gailhard-, y para mí no hay la menor duda de que la cabeza-llama encontrada por el bombero sea la misma que puso en un estado tan alarmante al Persa y al vizconde de Chagny (papeles del Persa). perdían en el infinito. -Debemos estar -dijo- en la parte reservada al servicio de aguas... No veo ningún fuego proveniente de las calderas. Precedió a Raoul, buscando el camino, deteniéndose bruscamente al paso de algún hidráulico. Después, tuvieron que ocultarse ante el resplandor de una especie de fragua subterránea que acababan de apagar y ante la cual Raoul reconoció a los demonios entrevistos por Christine en su primer viaje el día de su primer rapto. Volvían poco a poco al prodigioso sótano que se hallaba debajo del escenario. Debían encontrarse entonces en el fondo de la cuba, a una gran profundidad, si pensamos que habían excavado la tierra quince metros por debajo de las capas de agua que habían en toda aquella parte de la capital, y que hubo que drenar toda el agua... Se sacó tanta agua que, para hacerse una idea de la cantidad expulsada por las bombas, habría que imaginar una superficie como el patio del Louvre con una altura de una vez y media la de las torres de Notre-Dame. De todos modos, tuvieron que conservar un lago. En aquel momento el Persa tocó una pared y dijo: -Si no me equivoco, éste podría ser uno de los muros de la mansión del Lago. Golpeó entonces contra una pared de la cuba. Quizá no sea del todo inútil informar al lector de cómo habían construido el fondo y las paredes de la cuba. Con el fin de evitar que las aguas que rodean la construcción quedasen en contacto inmediato con las paredes que aguantaban todo el armazón de la maquinaria teatral, cuyo conjunto de estructuras, de carpintería, cerrajería y pinturas debe quedar aislado de la humedad, el arquitecto se vio obligado a construir en todas partes una doble envoltura. El trabajo para construir esta doble envoltura llevó un año entero. El Persa golpeaba la pared de la primera envoltura mientras hablaba a Raoul de la mansión del Lago. Para alguien que conociera la arquitectura del monumento, el gesto del Persa parecía indicar que la misteriosa casa de Erik había sido construida en la doble envol-tura formada por un grueso muro hecho en estacada, una enorme capa de cemento y otro muro de varios metros de espesor. Detrás del Persa, Raoul se había aplastado contra pared y había escuchado con avidez. ... Pero no oyó nada,... nada más que pasos lejanos que sonaban en el suelo, en la parte alta del teatro. El Persa había vuelto a apagar su linterna. -¡Cuidado! -dijo-. ¡Cuidado con la mano! Y ahora mucho silencio, porque intentaremos entrar en su casa. Y lo arrastró hasta la escalerilla que habían bajado antes. ... Volvieron a subirla, deteniéndose en cada escalón, espian do las sombras y el silencio... Pronto se encontraron en el tercer sótano... Entonces el Persa hizo una señal a Raoul de ponerse de rodillas y así, arrastrándose de rodillas y sobre una mano -la otra mano seguía en la posición indicada- llegaron hasta la pared del fondo. Apoyada en aquella pared había un gran lienzo abandonado del decorado de El rey de Lahore. Y justo al lado de aquel decorado, un portante... Entre el decorado y el portante no había más espacio que para un cuerpo. ... Un cuerpo como el que un día se había encontrado colgado... el cuerpo de Joseph Buquet.
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas Tengo estos huesos hechos a las penas y a las cavilaciones estas sienes: pena que vas, cavilación que vienes como el mar de la playa a las arenas. Como el mar de la playa a las arenas, voy en este naufragio de vaivenes por una noche oscura de sartenes redondas, pobres, tristes y morenas. Nadie me salvará de este naufragio si no es tu amor, la tabla que procuro, si no es tu voz, el norte que pretendo. Eludiendo por eso el mal presagio de que ni en ti siquiera habré seguro, voy entre pena y pena sonriendo. (Miguel Hernández)