El Cuenta Cuentos

Tema en 'Comunidad de Infojardín' comenzado por EvaPatry, 31/8/07.

  1. benemi

    benemi ...mar adentro

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    JOSE L. ME TEMO QUE NO...:happy: ES LA HUELLA;)

    :11risotada: :11risotada: VES COMO NO ERA TAN DIFICIL???

    YO ESA ME LA SE... CREO QUE DESDE CHIQUITINA;)



    YO, COMO ITSASNE, TAMBIEN TE QUIERO MUCHO:besogrande: :besogrande: :besogrande:
     
  2. Hola cariñines :beso: :beso: :beso:

    EL INSOMNIO DE LA BELLA DURMIENTE​


    La Bella Durmiente tenía insomnio.

    ¡Qué tragedia!

    Tú recordarás el cuento de la Bella Durmiente: la maldición del hada mala y cómo la princesa se pincha el dedo con un huso de hilar y cae como muerta. Recordarás que interviene el hada buena y modifica el hechizo:

    –La princesa no morirá. Dormirá por cien años y entonces vendrá un príncipe a despertarla.

    También te acordarás que todo el palacio se duerme y crece un espeso bosque a su alrededor.

    Todo había salido bien hasta ese momento. Dormían ya el rey y la reina, los perros y los canarios, las damas y los caballeros, los guardias y los lacayos. Dormían el fuego en la chimenea y el agua de la fuente, pero la protagonista del cuento, la mismísima Bella Durmiente, ¡tenía insomnio y no se podía dormir!

    El hada madrina no sabía qué hacer. En todo aquel palacio dormido sólo velaba el aya anciana que había criado a la princesa y había venido a vigilar su sueño. ¡Pero no había tal sueño! La Bella Durmiente padecía insomnio.

    El hada agitaba en vano su varita mágica: la princesa no se dormía. Se paseaba con el aya por los salones dormidos, pero no le llegaba el sueño.

    –¡Esto no es posible! –se quejó la anciana, fatigada de caminar–. ¡La Bella Durmiente no puede pasar cien años despierta!

    –¡Estaré hecha una ruina cuando aparezca el príncipe! –clamó la pobre princesa–. Hada madrina, ¡tienes que hacer algo!

    El hada se quedó pensativa un momento. Luego exclamó:

    –¡Ya sé! Pediré prestada la manzana de Blancanieves. La morderás y caerás como dormida. Contrataremos a los siete enanos: ellos te fabricarán un precioso ataúd de cristal para que te encuentre el príncipe.

    –¡Nooo! –protestó la princesa–. ¡Yo no quiero al príncipe de Blancanieves, ella se pondría celosa! Yo quiero a mi propio príncipe. ¡Este es MI cuento! –sollozaba.

    –Podríamos cambiarle el nombre... –meditó el hada–. Ponerle... "La Bella Insomne del Bosque"... Pero significaría mucho trabajo extra –recapacitó–. Habría que irse al siglo dieciocho y cambiar el texto original, contratar otras seis hadas madrinas, una bruja especial, ¡el sindicato de brujas protestaría por las horas extras! Y con la inflación –terminó diciendo el hada– el costo sería prohibitivo.

    –¡Además –clamó la princesa– los niños me conocen como la Bella Durmiente y no es justo que me cambies el nombre! ¡Ay, madrina! ¿Qué voy a hacer durante cien años despierta y sola?

    –Podrías escribir un libro de soledad... –sugirió el aya.

    –¡Ya está escrito! –exclamó la pobre Bella Despierta, y se echó a llorar.

    Los niños escucharon su llanto.

    Los niños solos oyeron los sollozos de aquella pobre muchacha y decidieron ayudarla.

    Vinieron de todas partes y le contaron cuentos para entretener su vigilia.

    Cada niño y cada niña inventó un cuento sobre el insomnio de la Bella Durmiente. ¡Hay tanto que hacer en cien años!: cosas útiles y bellas, juegos y viajes, libros, fantasías y realidades.

    La Bella Durmiente jugó con los niños y los cien años se le pasaron en un suspiro.

    Cuando, al fin, llegó el príncipe, se sorprendió de encontrarla despierta y fresca como una niña. ¡Hasta el aya se había conservado fresca!

    El palacio despertó, como en el cuento original, y las bodas del príncipe y la princesa se celebraron con gran pompa y alegría. Ninguno de los dormidos supo nunca del insomnio de la Bella Durmiente.

    Pero tú sí sabes el secreto y, cuando quieras, puedes inventar un cuento para consolar a la Bella Durmiente cuando no pueda dormir.

    Rocío Sanz - Costa Rica
     
  3. benemi

    benemi ...mar adentro

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    HOLA CARIÑIN... QUE POCO TE QUEDAAAA... VE PREPARANDOTEEEEEE :11risotada: :11risotada:

    UN BESO Y MUY BONITO EL CUENTO:beso:
     
  4. mamaAnna80

    mamaAnna80 Hoy puede ser un gran dia

    Yo también os quiero a las dos :beso: :beso: , precioooooosaaaaas por dentro y por fuera ;) que ahora, además, ya he visto vuestras fotos :11risotada:



    eso, eso, CHAGALL, vé preparándote :11risotada: :11risotada: que mañana te toca a ti :beso:

    Hoy no pongo cuento pero pongo algo que creo que, especialmente hoy, para mi es muy importante y puede serlo para todos en cualquier momento.

    HUBO UN MOMENTO


    Hubo un momento en el que creías que la tristeza sería eterna; pero volviste a sorprenderte a ti mismo riendo sin parar.
    Hubo un momento en el que dejaste de creer en el amor; y luego apareció esa persona y no pudiste dejar de amarla cada día más.
    Hubo un momento en el que la amistad parecía no existir; y conociste a ese amigo que te hizo reír y llorar, en los mejores y en los peores momentos.
    Hubo un momento en el que estabas seguro que la comunicación con alguien se había perdido; y fue luego cuando el cartero visitó el buzón de tu casa.
    Hubo un momento en el que una pelea prometía ser eterna ; y sin dejarte ni siquiera entristecerte terminó en un abrazo.
    Hubo un momento en que un examen parecía imposible de pasar ; y hoy es un examen más que aprobaste en tu carrera .
    Hubo un momento en el que dudaste de encontrar un buen trabajo; y hoy puedes darte el lujo de ahorrar para el futuro.
    Hubo un momento en el que sentiste que no podrías hacer algo; y hoy te sorprendes a ti mismo haciéndolo.
    Hubo un momento en el que creíste que nadie podía comprenderte; y te quedaste boquiabierto mientras alguien parecía leer tu corazón.
    Así como hubo momentos en que la vida cambió en un instante, nunca olvides que aún habrá momentos en que lo imposible se tornará un sueño hecho realidad.
    Nunca dejes de soñar, porque soñar es el principio de un sueño hecho realidad.

    todo lo que sucede, sucede por una razón..., como siempre me dice CHAGALL :11risotada: :11risotada:

    Hasta luego :beso: a tod@s
     
  5. drac

    drac unde mundus iudicetur

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    Hola, como ya amenace, pues aqui estoy de nuevo, ahora mi "socia" a publicado su relato, no es un cuento,pero a mi me parece muy bonito y me gusto mucho.

    habla sobre el viento que azota la Patagonia, os lo recomiendo, tambien podeis dejar algun comentario, os aseguro que no os cobrare nada, jajajajajaja

    Un saludo y os recuerdo el link.

    http://cuentosdedoscabezas.blogspot.com/

    Gracias a tod@s y seguid con estos cuentos y leyendas, son muy "didacticos"

    Marc
     
  6. grendel

    grendel Jardinero Novato

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    Hola a tod@s, lo primero disculparme porque no he pasado por aqui en mucho tiempo y os debo unos cuantos cuentos de lamiak y sorginak, no se si me valdra como excusa pero es que entre el master, el rugby y mi nuevo trabajo poquito tiempo me queda, pero hare lo imposible por seguir dando el callo por aqui.

    Aqui un mini cuento con una moraleja que me gusta mucho

    Boreas y el sol

    Un dia apostaron Boreas, el viento del Norte y el sol, a ver cual de los dos era mas poderoso. Boreas tenia un caracter duro y rapidamente se enfadaba y la apuesta quedo hecha. El que consiguiera arrebatar a un hombre de todo lo que tenia seria el mas fuerte y ganaria la apuesta.

    Asi llego un caminante y Boreas se lanzo sobre el con toda su furia. Arremetio contra el pobre hombre que asustado lo unico que pud hacer fue agarrar aun mas fuerte su macuto y cerrarse la cahaqueta para tratar de no helarse ante aquel repentino vendaval. Boreas soplo una y otra vez pero no consiguio mas que arrabatarle el gorro al pobre caminante. rendido dio paso al sol que se acerco al hombre y empezo a acariciarlo con sus suaves rayos. Poco a poco el hombre se fue abriendo la chaqueta, y luego la camisa. El sol decidio aplicarse un poco mas y el hombre se abrio por completo las ropas. Por ultimo, envio el sol sus rayos mas calidos y el hombre sin dudarlo un instante, se desnudo, dejo todas sus posesiones en el suelo y corrio a darse un chapuzon en el cercano rio.

    Asi gano la apuesta el sol al terrible Boreas.....Conclusion?

    Buenas noches a tod@s
     
  7. itsasne

    itsasne de Bilbao

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    Hola grendel que alegría de verte y que estes bien :beso:
    ¿que conclusión saco?
    ..... pues ¿por qué tratar con violencia? :( .... si es mejor de forma amable... suave..

    Cariños para ti y para todos
     
  8. Para todos

    :besogrande: :abrazote: :besogrande: :abrazote: :besogrande: :abrazote: :besogrande: :abrazote: :besogrande: :abrazote: :besogrande: :abrazote: :besogrande: :abrazote::besogrande: :abrazote: :besogrande: :abrazote: :besogrande:

    Grácias por ser cómo sois


    EL PAJARO DULCE ENCANTO​


    Había una vez un rey ciego, como el de "La Flor del Olivar", quien también tenía tres hijos. Muchos médicos lo vieron y muchas promesas llevaban hechas él, la reina y sus hijos, pero los ojos no daban trazas de ver.

    Había una viejecilla curandera que era bruja y tenía fama porque había hecho algunas curaciones que los doctores no habían conseguido. Por un sí acaso, la hicieron venir al palacio, y ella dijo que se dejaran de ruidos y que buscaran el Pájaro Dulce Encanto y le pasaran la cola al rey por los ojos: que este pájaro estaba en poder del rey de un país muy lejano; eso sí, que se la pasara el mismo que lograba apoderarse del pájaro.

    Los tres hijos del rey se dispusieron a ir a testerear la medicina, y el rey prometió que el trono sería para aquel que la trajera.

    Los tres partieron el mismo día: el mayor por la mañana, el siguiente a medio día y el menor por la tarde, cada uno en un buen caballo y bien provistos de dinero.

    Al salir el mayor de la ciudad, vio un grupo de gente a la entrada de una iglesia - "¿Y adónde vas Vicente?" - -Al ruido de la gente- se acercó a ver qué era, y se encontró con un muerto tirado en las gradas y uno de los del grupo le contó que lo habían dejado allí porque no tenían con qué enterrarlo, y que el padre no quería cantarle unos responsos si no había quien le pagara.

    -¡A mí qué...! dijo el príncipe, y siguió su camino.

    A medio día, cuando pasó el otro, vio a la entrada de la iglesia al pobre difunto que todavía no había hallado quien lo enterrara. -Eso a mí no me va ni me viene- dijo el príncipe y siguió su camino. Cuando el menor pasó en la tarde, todavía estaba allí el cadáver, medio hediondo ya, y las gentes que miraban tenían que estar espantando los perros y los zopilotes que querían acercarse a hacer una fiesta con el muerto.

    Al príncipe se le movió el corazón y pagó a unos para que fueran a comprar un buen ataúd y él en persona buscó al padre para que le cantara los responsos; fue a ayudar a abrir la sepultura y no siguió su camino sino hasta que dejó al otro tranquilo bajo tierra.

    A poco andar, le cogió la noche en un lugar despoblado.

    De repente vio desprenderse de una cerca una luz del tamaño de una naranja, que se fue yendo a encontrarlo y que por fin se le puso al frente. Al príncipe se le pararon toditos los pelos y preguntó más muerto que vivo:

    -De parte de Dios todopoderoso, di, ¿quién eres?

    Y una voz que parecía salir de un jucó, le respondió: -Soy el alma de aquel que hoy enterraste y que viene a ayudarte. No tengas miedo, yo te llevaré a donde está el Pájaro Dulce Encanto. No tenes más que ir siguiéndome. Eso sí, no podes caminar de día.

    Al joven se le fue volviendo el alma al cuerpo y siguió a la luz. Hizo como ella le dijo y descansaban de día. A los dos días ya no le tenía miedo y más bien deseaba que se le llegara la noche. Y a la semana ya eran muy buenos amigos.

    Anda y anda, por fin llegaron al reino donde estaba el pájaro. La luz le dijo que a la media noche se fuera a pasear frente a los jardines del palacio y que se metiera en ellos por donde la viera brillar. Así lo hizo y a media noche entró a los jardines y echó a andar detrás de la luz, que lo pasó frente a los soldados dormidos y lo metió en el palacio sin que nadie lo sintiera. Llegaron por fin a un gran salón de cristal iluminado por una lámpara muy grande que era como ver la luna, todo adornado con grandes macetas de oro en que crecían rosales que daban rosas tintas, y el príncipe se quedó maravillado al ver los miles de rosas que se veían entre las hojas verdes. El suelo estaba alfombrado de rosas deshojadas y se sentía aquel aroma que despedían las flores que daban gusto, y en una jaula de alambres de oro en los que había ensartados rubíes del tamaño de una bellota de café, colgada del cielo raso, y muy alta, estaba el Pájaro Dulce Encanto, que era así como del tamaño de un yigüirro pero con la pluma blanca, con un copetico y las patas del color del coral. Cuando entró el príncipe, comenzó a cantar y el joven creía que entre las matas estaban escondidos músicos muy buenos que tocaban flautas y violines. Y así se hubiera quedado sin acordarse de más nada, si la luz no le hubiera llamado la atención: --¿Idiai, hombré, ya olvidaste a lo que venías? A ver si vas al cuarto, que sigue, que es el comedor y te alcanzas cuanta mesa y silla encontres.

    Así lo hizo y cuando trajo todos los muebles que había, los fue colocando uno encima de otro para alcanzar el pájaro. Con mil y tantos trabajos, se fue encaramando por aquella especie de escalera y ya estaba estirando el brazo para coger la jaula, cuando todo se le vino abajo, haciendo por supuesto un gran escándalo. A la bulla, hasta el rey se levantó y corrió medio dormido y chingo a ver qué pasaba. Y van encontrando a mi señor debajo de todo, golpeado y hecho un ¡ay de mí! Lo sacaron y lo hicieron confesar por qué estaba allí. El rey lo mandó encalabozar y que lo tuvieran a pan y agua. Cuando estaba en el calabozo, se le apareció la luz y le aconsejó que no se afligiera.

    A los días lo mandó a llamar el rey y le dijo que se le devolvería la libertad y le daría el Pájaro, si le conseguía un caballo que él quería mucho y que le había robado un gigante.

    El príncipe le contestó que otro día le daría la respuesta. En la noche llegó la luz y le aconsejó que dijera que bueno.

    Dicho y hecho, la luz lo guió hasta que llegaron al potrero en donde el gigante guardaba el caballo. Escondido entre una zanja, esperó que amaneciera. Apenas comenzaron las claras del día, salió el gigante del potrero caracoleando el caballo, que por cierto era el caballo más hermoso del mundo: negro, como de raso, con una estrella en la frente y con las patas blancas.

    Ya la luz le había aconsejado que apenas los viera salir, entrara al potrero y subiera a un palo de mango muy coposo que había en el centro; que esperara allí hasta que regresara el gigante en la noche, y cuando éste tuviera los ojos cerrados no se fiara porque no estaba dormido, sino cuando los tuviera de par en par y que entonces debería aprovechar para robar el caballo.

    Además le contó que el caballo tenía en la paletilla derecha una tuerca y que le diera vueltas a esa tuerca y que vería.

    Pues bueno, en la noche volvió el gigante y seguramente venía muy cansado, porque no hizo más que medio amarrar el caballo del tronco del árbol, le aflojó la cincha y él se tiró a su lado. Comenzó a roncar, pero el príncipe se fijó en que tenía los ojos cerrados; poco a poco los ronquidos fueron más, más débiles, y el príncipe vio que tenía un ojo cerrado y otro abierto; por fin cesaron los ronquidos y el gigante tenía los ojos de par en par, unos ojazos más grandes que las ruedas de una carreta. Poquito a poco se fue bajando y desamarró el caballo. Pero este animal hablaba como un cristiano y gritó: -¡Amo, amo, que me roban!- De un brinco se levantó el gigante. El joven se quedó chiquitico entre unas ramas.

    El gigante miró por todos lados y gritó: -¿Quién te roba? ¡Nadie te roba!- Luego se volvió a dejar caer y a poco abrió los ojos.

    Vuelta otra vez a bajar poquito a poco. Puso una mano en la cabeza del caballo e intentó montar, pero el animal gritó otra vez: -¡Amo, amo, que me roban!-

    De nuevo se recordó el gigante, pero no vio a nadie. Con cólera le contestó: -¿Quién te roba?- ¡Nadie te roba! ¡Si me vuelves a decir que te roban, te mato!

    Así que el príncipe vio al gigante con los ojos abiertos, muy resuelto se acercó al caballo, que esta vez no chistó. Entonces lo montó, le apretó la tuerca y el caballo salió volando.

    La luz había dicho al príncipe que antes de entrar en la ciudad volviera a apretar la tuerca para que el caballo descendiera, y que no se diera por entendido con el rey que sabía aquella cualidad de la bestia. Lo hizo así, y el rey lo recibió muy contento, pero el muy mala fe le dijo que todavía no le daría el Pájaro, si no cuando le trajera su hija, que había sido robada por el mismo gigante.

    El joven no quiso contestar nada sino hasta que habló con la luz, quien le dijo que aceptara.

    A la noche siguiente partieron y llegaron al palacio del gigante. La luz le aconsejó que llevara el caballo y que lo dejara amarrado entre un bosque cercano al palacio. Él debería subir por una enredadera hasta una ventana iluminada, que era la ventana del comedor. A aquellas horas deberían estar cenando. Cuando viera que el gigante había bebido mucho vino y dejara caer la cabeza sobre la mesa, debía tirar unos terroncillos a la niña y le haría señas para que se acercara y lo siguiera.

    Todo pasó dichosamente, porque el gigante se puso una buena juma y la princesa, que deseaba con toda su alma salir de las garras de aquel bruto, no dudó ni un minuto en seguir al joven que le pareció muy galán. Al príncipe también le pareció muy linda la niña y al punto se enamoró de ella. El caso es que los dos se gustaron.

    Sin ninguna novedad llegaron al palacio, pero el rey, que era muy mala fe, le dijo que le pidiera cualquier otra cosa, pero que el Pájaro no se lo daba.

    Entonces la luz le aconsejó que le pidiera que lo dejara dar tres vueltas por la plaza montado en el caballo, con la niña por delante y el Pájaro en su jaula en una mano. El rey convino, y para estar seguro, puso soldados en todas las bocacalles que daban a la plaza. El príncipe salió muy honradamente, pero al ir a acabar la tercera, apretó la tuerca y el caballo salió por aires, y al poco rato desapareció entre las nubes. Por supuesto que el rey se quedó jalándose las mechas y diciendo que bien merecido se lo tenía por tonito. A él no le había pasado por la imaginación que el príncipe supiera lo de la tuerca.

    Bueno, pues, joven, al llegar a su país, apretó la tuerca, y el caballo bajó. Al pasar por una ciudad encontró a sus dos hermanos todos dados a la mala fortuna, que se habían engringolado en unas fiestas, se habían quedado sin un cinco y no sabían con qué cara llegar donde su padre.

    Los dos hermanos sintieron una gran envidia por la suerte de su hermano menor que traía no sólo el Pájaro sino una linda princesa y un canario maravilloso.

    El joven los invitó a volver con él, pero ellos se negaron. Eso sí, le rogaron que les aceptara el convite que le hacían de ir a almorzar en un lugar en las afueras de la población. Él, sin malicia, aceptó enseguida. Ellos hicieron beber al príncipe y a la princesa una bebida que era un narcótico, y cuando estuvieron sin conocimiento, se llevaron al joven y lo echaron en un precipicio. Cuando la niña despertó, le dijeron que él se había ido a parrandear en unas fiestas que se celebraban en un pueblo vecino y que la había dejado abandonada. Pero que ellos no la desampararían y se la llevarían al palacio de su padre.

    Volvieron a su casa y el rey y la reina se alegraron y ellos para que no supieran por qué el menor no aparecía, lo pusieron en mal, y les hicieron creer que ellos habían sido los de todo el trabajo y que la princesa era una niña loca que habían recogido en el camino. Pero no pudieron conseguir que el rey repartiera el reino entre los dos, porque le pasaron la cola del Pájaro Dulce Encanto y no surtió ningún efecto; el rey quedó tan ciego como antes.

    Quiso Dios que la luz libró al joven de que no rodara entre el precipicio, sino que una rama lo agarró por el vestido y unos carreteros que pasaban lo oyeron gritar, se acercaron y lo ayudaron a salir de allí. Les dijo quién era y como se había hecho algunas heridas y no podía caminar ellos mismos lo llevaron al palacio del rey y a los cuatro días fueron llegando con él.

    La princesa, que no había vuelto a hablar de la tristeza de la ausencia del joven, al verlo, se puso feliz y el Pájaro que no había vuelto a cantar, llenó el palacio con sus flautas y violines.

    Pero el rey y la reina estaban muy enojados contra su hijo menor por los cuentos con que sus hermanos mayores habían venido, y no querían recibirlo. Él, entonces, contó lo que le había ocurrido; los carreteros atestiguaron; además, el joven para probar que era él quien había conseguido el Pájaro, lo cogió y pasó su cola por los ojos del rey, quien enseguida quedó con unos ojos tan buenos que le podían hacer frente a la luz del sol. Se conocieron las mentiras de los hermanos envidiosos, pero el príncipe que era un buenazo de Dios, no permitió que los castigaran, los abrazó y compartió el reino con ellos.

    El se casó con la princesa, quien colgó de su ventana la jaula con el Pájaro Dulce Encanto, que diario tenía aquello hecho una retreta.

    Cuando la luz vio feliz y tranquilo a su amigo, vino a decirle adiós: Mucho sintió el príncipe esta separación, pero la luz le dijo: -Ya cumplí, ya te demostré mi gratitud-. Adiós y ahora hasta que nos volvamos a ver en la otra vida.

    Y me meto por un huequito y me salgo por otro, para que ustedes me cuenten otro.


    Carmen Lyra - Costa Rica
     
  9. mamaAnna80

    mamaAnna80 Hoy puede ser un gran dia

    Hola GRENDEL, :beso: . El viento (el mal) casi siempre hace daño y el sol (el bien) casi siempre se agradece.

    DRAC,¡¡otra vez el viento!!:twisted: . Me gustó el cuento ;) pero es un poquito triste :(

    Buen y feliz día te deseo CHAGALL :beso:

    :11risotada: :11risotada: me ha gustado mucho :11risotada:

    El cucharón....

    Federico vivía, en un departamento con Carla.

    Ante los ojos de la familia de Federico, Carla solo compartía departamento con Federico... Nadie podía comprobar otra cosa.

    Un día, Federico invita a su madre a cenar una noche en su departamento de soltero.

    Durante la cena la madre no pudo quitar su atención en lo hermosa que era Carla, la compañera de departamento de su hijo.

    Durante mucho tiempo ella había tenido sospechas de que su hijo tenia relaciones con Carla y al verla, la sospecha no pudo sino acrecentarla. En el transcurso de la velada, mientras veía el modo en que los dos se comportaban, se pregunto si estarían acostándose.

    Leyendo a su madre el pensamiento Federico le dijo: - "Mamá, sé lo que estas pensando, pero te aseguro que Carla y yo sólo somos compañeros de departamento"

    Aproximadamente una semana después, Carla le comenta a Federico que desde el día en que su madre vino a cenar, no encontraba el cucharón grande de plata para servir la sopa.

    Federico le dijo que, conociendo a su madre, dudaba que ella se lo hubiese llevado pero que le escribiría una nota, y que la dejaría en un lugar visible en la casa de su madre... en la puerta del refrigerador. Así que se sentó y escribió:

    "Querida mama: No estoy diciendo que tú tomaras el cucharón de plata de servir salsas pero tampoco estoy diciendo que no lo hicieras, pero el hecho es que éste ha desaparecido desde que tu viniste a cenar a mi departamento. Con todo cariño, Federico.

    "Unos días mas tarde, sobre su escritorio Federico encuentra una nota de su madre que decía:

    "Querido hijo: No estoy diciéndote que te acuestas con Carla o que no te acuestas con Carla, pero el hecho es que si Carla se acostara en su propia cama, ya habría encontrado el cucharón de plata para servir sopa, que yo puse bajo sus sábanas. Con todo cariño, Mamá."



    Hasta luego y :beso: a vosotros y a los que vendrán detras
     
  10. EvaPatry

    EvaPatry

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    Bueno, otra vez estoy aquí. Este cuento no sabía si ponerlo, pero es el único que me queda para terminar el libro. De todas formas me disculpo antes por si alguien se siente ofendido. De todas formas es sólo un cuento... es ficción.

    Madre Superiora
    de Juan Aburto

    Propiamente no se sabe cómo se conocieron. La cuestión fue que bien pronto se interesaron uno en el otro. Ella, una Sor; él, un burócrata. Ambos jóvenes, 30 años. Así que con el tiempo subrepticiamente acordaron unirse. La instó él para que renunciara a la orden y solicitara el permiso para el matrimonio. Ella tenía mucha pena, no se atrevía aún. Pero un día se decidió.

    La entrevista, por fortuna, resultó un logro. Madre Superiora, por supuesto, se había sorprendido en extremo, e inicialmente mostrara sobresalto. ¿No habría ocurrido algo nefando que precipitara esa unión nunca pensada? No. Jamás. Ni si quiera se veían detenidamente. Apenas unas ráfagas de conversaciones furtivas, alguna cartita de mano a mano, de cuando en cuando. Bien. Hubo consejos, lágrimas en los ojos, exhortaciones, abrazos entrañables de Madre Superiora y Sor.

    Al tiempo celebráronse las bodas, comunes y corrientes como todas las bodas de la gente media, y la resonancia que el hecho había causado entre el público, de una monja renunciando a la orden para entregarse al matrimonio, bien pronto fue olvidada.

    Un día Madre Superiora quiere visitar a su antigua Sor y se presenta en el hogar recién inaugurado. Explosión de júbilo. Osculos, otra vez lágrimas en los ojos; detenidos y muy cálidos abrazos. Ya acomodados, después, los cónyuges y Madre Superiora, vuelven a convenir, beatíficamente, que también en el hogar se sirve a Dios...

    Ofreciéronse para mostrar la casa. Comenzaron por la cocina. La vajilla no usada enteramente aún, el refrigerador repleto, los utensilios. Afuera, el patiecito, con plantas recien sembradas que comenzaban a florecer. Tiestos, maceteras; un arbolito de limón incipiente.

    Otra vez adentro, los corredores, los servicios higiénicos resplandecientes; el baño, los pomos de lociones, todos llenos. La gorrita de plástico para no mojarse la cabellera, colgada. Las toallas nuevas; todo oloroso, recién adquirido.

    Voces explicativas: Esta la compré en Masaya. Aquélla es de un juego que se encuentra en otra habitación.

    Y los closets abriéndose, mostrando los trajes nuevos, nuevos sobre todo para ella, la esposa, que había para siempre proscrito sus hábitos negros y pesados de monja reclusa.

    Madre Superiora iba viéndolo todo, en silencio, aprobando con la cabeza, con una sonrisa de complacencia, lentamente recorriendo las habitaciones recién amuebladas.

    Llegaron a la alcoba. El lecho amplio y bajo, las dos almohadas juntas; las sábanas de colores, las lámparas, el tocador con su gran luna y los afeites de uso infinito e inimaginable para una habitante de convento. Fotografías de la boda en la pared, en el tocador. La cómoda de gavetas varias que fueron abiertas y cerradas numerosas veces, expuestas a la mirada sorprendida de la curiosa y amada visitante.

    Se habían detenido allí más que en otras habitaciones. El marido las había seguido en su recorrido, detrás de ellas, casi sin hablar, casi aburrido, deteniéndose de vez en cuando para abrir una puerta, apartar un mueble, extrayendo o levantando objetos para mostrarlos, haciendo alguna explicación breve.

    Madre Superiora estaba satisfecha; todo lo había revisado, todo le habían mostrado. Su mirada vaga ahora por las paredes, distraída, examinando un cromo, repasando, de lejos, algún paisajito colgado, adornando.

    El marido en un extremo del cuarto, esperaba. Las mujeres, en el otro extremo, se encontraban juntas. Madre Superiora habló quedo. Se dirigía a la esposa, le puso las manos sobre los hombros, la estrechó entre ambos brazos, retirada de ella, y le fue hablando un tanto azorada. La mujer se inquietaba, se volvía a ver a su marido. El hombre lo contemplaba todo sin comprender. Madre Superiora ahora parecía querer decirle algo en el oído a la mujer, y bajaba los ojos. También ésta los bajaba, asentía y volvía a asentir con la cabeza. De repente miraban rápido hacia el marido y él comenzaba a intrigarse.

    La mujer se desprendió de los brazos de Madre Superiora y se encaminó a su marido, hasta acercársele. A su vez le fue hablando bajito, con la cabeza agachada, doblándose hacia atrás los dedos de las manos, alzando a ratos la mirada hacia la cara de él.

    Pues era que Madre Superiora se encontraba contenta y feliz. Declaraba que estaba disfrutando mucho y hasta envidiaba sanamente, un poco, en el fondo, la felicidad de ellos. También Madre estaba con una inquietud. Madre había estado pensando cómo será eso del amor. Y quisiera verlo. Ella quería saber cómo es que se aman dos personas que se aman. Ella deseaba aprovechar su visita a este santo hogar, para mirarlo un poco, si posible. Y humildemente se los solicitaba...

    – ¡¡¿Que quééé?!!

    Sí –proseguía la mujer– pues qué valía darle ese gusto. Pobrecita. Tenía cincuenta años, había estado treinticinco años en el claustro, desde los quince. Nunca tuvo nada, nunca supo nada del amor. Pobrecita, sería humanitario complacerla.

    A medida que ella hablaba, el hombre se iba desorbitando, escandalizándose. –¡Pero esa vieja está loca, ve qué gusto de señora! Mandaba furiosas miradas a Madre Superiora por encima de la cabeza de su mujer. Enseguida se agachaba un poco para escucharla, asombrado.

    Madre Superiora, en el otro extremo, con el brazo apoyado en la cómoda, aparecía como desentendida; miraba hacia arriba, hacia el suelo, los miraba a ellos, adivinando la plática, aguardando.

    –¿Pero vos creés que soy chancho? ¡Yo podré ser relajo, pero no lo voy a hacer delante de la gente, como perro!

    Pero qué valía hacerlo, insistía la mujer; sólo una vez, calladito, sin mucho alboroto, sólo para contentarla. Madre había sido muy buena con ella, allá en el convento; ella era como su hija, le debía mucho, iba a ser como una obra de caridad.

    –¡Eh, no me arruinés con tu obra de caridad; eso no se llama así!

    ¡Pues si sólo iba a ser una vez en la vida y nadie lo iba a saber! Sin mucho escándalo, rápido, discreto. La mujer se retorcía las manos, se le pegaba al hombre. El hombre se rascó la cabeza. Volvía a ver a todos lados, aturdido, nervioso. Así, por largo rato.

    Al parecer, el hombre por fin accedió. Porque su esposa, desprendiéndose de él corrió de pronto hasta Madre Superiora, le habló algo en el oído y Madre asintió agradecida.

    Trajeron un sillón ancho y blando. Colocáronlo a unos metros en frente de la cama. Trajeron un banquito para los pies, una mesita con un tapete y una naranjada preparada a toda prisa.

    La señora trajo a Madre Superiora del brazo. La acercó al sillón. Madre dejó caer su corpulencia con un "¡Aaah!" satisfecho. El cordón blanco que llevaba a la cintura le quedó debajo de una pesada pierna. Trabajosamente lo fue jalando, extrayéndolo, hasta colocárselo en el regazo. Se ajustó la toca y los anteojos, puso los pies en el banquito; dulcemente entrelazó las manos sobre el vientre.

    Los esposos, uno al pie y otro a la cabecera de la cama, comenzaron a desvestirse. Más rápido y segura fue ella; concentrada en sus movimientos, sin mirar a nadie, se fue despojando de sus ropas. Sólo unos instantes largos se demorara en desprender el broche de una prenda, a la espalda.

    Madre Superiora, sorprendida, la miraba. Nunca imaginara que bajo los antiguos hábitos se habían albergado aquellas delicadas, atractivas formas de su discípula.

    El hombre, en cambio, se iba desvistiendo con desgano, a disgusto y echaba miradas de rabia hasta el sillón de la Madre.

    –¡Jodido, esto me pasa por andarme casando con esas curas!– murmuró por lo bajo.

    Bultos de ropa iban quedando por los suelos. Rosados y finos, los de ella; grises y pesados, los de él.

    La mujer, apoyando un pie en el otro se descalzó de las zapatillas. Tranquila y decidida penetró en el lecho. Dispuso las almohadas, y con movimientos ondulantes de los hombros, de la espalda, de las caderas, fue adaptando su cuerpo al plano del colchón.

    Madre Superiora contemplaba ahora al hombre. ¡Un hombre desnudo por única vez en su vida! La mano de ella retendía cubrir su propio rostro, pero llegaba hasta las orillas de los ojos, sobre los lentes, y oscilaba el brillo negro de la mirada, trasladándose veloz de uno a otro sujeto, repasándo volúmenes, recorriendo formas y carnosidades.

    El hombre de un salto se tendió junto al cuerpo de su mujer. La rodeó de brazos, la contempló. La mujer se dejó hacer, y ambos, disimulados, se volvían, se erguían a veces hacia Madre. Pero bien pronto se desentendieron de todo.

    Un beso largo fue clarinada del inicio de la batalla. Se revolvieron uno contra el otro, se susurraban cosas, las manos recorrían las superficies, las anfractuosidades de los cuerpos. Había olfateos, pequeños mordiscos, succiones, y el estallido del aire por el entre-choque de las masas de carne recubiertas de sudor.

    Madre Superiora se apoyaba ahora en su sillón, con los brazos rígidos, alzando, proyectando el cuello, girando la cabeza para percibir, desde su sitio, todos los detalles del encuentro. Había abandonado su refresco, a medio beber.

    Y luego la acción decidida del macho, experto, preciso, arreglando los cabellos de ella, disponiendo los mienbros, dando cumplimiento cabal a su pasión.

    Ahora reptaba sobre el cuerpo resplandeciente, acomodándose a sus formas, afirmándose, acoplándose; y las pequeñas exclamaciones entrecortadas, los gemidos contenidos.

    Los cuerpos semejaban ahora dos naufragos desnudos, agitándose, ahogándose entre un mar de olas inmóviles, blancas y celestes de las sábanas de lino. Surgía una grupa, una rodilla; una mano o un brazo se alzaban desesperados, se estremecían en el aire y se volvían a hundir. Giraban los cuerpos sobre sí mismos, adheridos, antes de desaparecer entre el tumulto de colchas y almohadas.

    Por fin se fueron quedando quietos, sosegados, exhaustos. A rastras se iban levantando, se enjugaron el sudor, las huellas de la refriega. Terminaron de ponerse los vestidos. Se apartaron del lecho.

    Entre ambos la levantaron del sillón.

    – Hijos míos, hijitos míos, murmuró con ternura Madre Superiora, conmovida ella, atrayéndolos juntos hasta su pecho.

    Y después, buscando con la mirada un reloj en la pared, habló impaciente de su necesidad de partir.

    La acompañaron hasta la puerta de la calle. Madre Superiora atravesó el porche, bajó dificultosamente unas graditas, abrió la cancela de hierro. Se volvió para decir adiós con una sonrisa, moviendo la mano en el aire, como en una vaga bendición. La vieron alejarse bamboleando, a lo largo de los árboles de la calle.

    Y los esposos, cansados, tranquilos, el brazo de cada uno rodeando el talle del otro, lentamente cerraron la puerta delante de ellos.
     
  11. Josefina_

    Josefina_

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    Cantabria, Madrid
    PARAÍSO INDIO: Una vez un hombre estaba viajando y entra al paraíso por error. En el concepto indio del paraíso, hay árboles que conceden los deseos. Simplemente te sientas bajo uno de estos árboles, deseas cualquier cosa e inmediatamente se cumple; no hay espacio alguno entre el deseo y su cumplimiento. El hombre estaba cansado, así que se durmió bajo un árbol dador de deseos. Cuando despertó, tenia hambre, entonces dijo:

    - "! Tengo tanta hambre! Ojala pudiera tener algo de comida".

    E inmediatamente apareció la comida de la nada, simplemente flotando en el aire, una comida deliciosa. Tenía tanta hambre que no presta atención de donde había venido la comida. Cuando tienes hambre, no estas para filosofías. Inmediatamente empezó a comer y la comida estaba !tan deliciosa!

    Una vez que su hambre estuvo saciada, miró a su alrededor. Ahora se sentía satisfecho. Otro pensamiento surgió en él:

    - "! Si tan sólo pudiera tomar algo!"

    Y por ahora no hay ninguna prohibición en el paraíso, de modo que de inmediato apareció un vino estupendo. Mientras bebía este vino tranquilamente y soplaba una suave y fresca brisa bajo la sombra del árbol, comenzó a preguntarse:

    - "¿Qué esta pasando? ¿Estoy soñando o hay fantasmas que están jugándome una broma?" Y aparecieron fantasmas feroces, horribles, nauseabundos.

    Comenzó a temblar y pensó: "!Seguro que me matan!"... y lo mataron.

    saludos a tod@as :happy:
     
  12. mamaAnna80

    mamaAnna80 Hoy puede ser un gran dia

    :11risotada: :11risotada: :11risotada: EVAPATRY :11risotada: :11risotada:
    ¿y......... la Madre Superiora no renunció a sus hábitos? :11risotada: :11risotada: ¿En qué tenía que molestar el cuento?:11risotada: :11risotada:

    JOSEFINA el tuyo también me ha hecho gracia :11risotada: :11risotada: ¡¡nos dice que los "paraisos terrenales" no existen"!!!

    El de hoy
    La felicidad es un trayecto

    Un banquero de inversión americano estaba en el muelle de un pueblito caribeño cuando llegó un botecito con un solo pescador.
    Dentro del bote había varios atunes amarillos de buen tamaño. El americano elogió al pescador por la calidad del pescado y le preguntó: cuánto tiempo le había tomado pescarlos?
    El pescador respondió que muy poco tiempo.
    El americano luego le preguntó porqué no permanecía más tiempo y sacaba mas pescado.
    El pescador dijo que él tenía lo suficiente para satisfacer las necesidades inmediatas de su familia. El americano luego pregunto: pero qué hace usted con el resto de su tiempo?
    El pescador dijo, "duermo hasta tarde, pesco un poco, juego con mis hijos, hago siesta con mi señora, María, caigo todas las noches al pueblo donde tomo vino y toco guitarra con mis amigos, tengo una vida "placentera y ocupada".
    El americano replicó, "Soy un MBA de Harvard y podría ayudarte. Deberías gastar mas tiempo en la pesca y con los ingresos comprar un bote mas grande, con los ingresos del bote mas grande podrías comprar varios botes y eventualmente tendrías una flota de botes pesqueros. En vez de vender el pescado a un intermediario lo podrías hacer directamente a un procesador y eventualmente abrir tu propia procesadora. Deberías controlar la producción, el procesamiento y la distribución. Deberías salir de este pequeño pueblo e irte a La Capital, donde manejarías tu empresa en expansión".
    El pescador preguntó, - ¿Pero, cuánto tiempo tarda todo eso?
    A lo cual respondió el americano, "entre 15 y 20 años".
    "¿y luego que?"
    El americano se río y dijo que esa era la mejor parte. "Cuando llegue la hora deberías anunciar un IPO (Oferta inicial de acciones) y vender las acciones de tu empresa al público. Te volverás rico, tendrás millones.
    "Ahhh, millones ...y; ¿luego que?"
    Dijo el americano. "Luego te puedes retirar. Te mudas a un pueblito en la costa donde puedes dormir hasta tarde, pescar un poco, jugar con tus hijos, hacer siesta con tu mujer, caer todas las noches al pueblo donde tomarás vino y tocarás la guitarra con tus amigos".
    El pescador respondió: "¿Acaso eso no es lo que tengo ya?"

    "Si lloras por haber perdido el Sol, las lágrimas no te dejaran ver las estrellas"
    ¡LA FELICIDAD ES UN TRAYECTO, NO UN DESTINO!


    Hasta luego y :beso: a tod@s
     
  13. benemi

    benemi ...mar adentro

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    zona centro
    HACE UNA ADIVINANZA...?????? ES FACILITA, DE VERAS...;)

    :52aleluya: :52aleluya: Todos dicen que me quieren
    para hacer buenas jugadas,
    y, en cambio, cuando me tienen,
    me tratan siempre a patadas.
    :52aleluya: :52aleluya:

    VENGA ANIMAROS!!!!!!!!
     
  14. benemi

    benemi ...mar adentro

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    zona centro
    EL LIBRO ENTRÓ EN CALOR



    Estaba el señor Don Libro

    sentadito en su sillón,

    con un ojo pasaba la hoja

    con el otro ve televisión.



    Estaba el señor Don Libro

    aburrido en su sillón,

    esperando que viniera...

    ( a leerle)

    algún niño lector.



    Don Libro era un tío sabio,

    que sabía de luna y de sol,

    que sabía de tierras y mares,

    de cuentos y aves,

    de peces de todo color.



    Estaba el señor Don Libro

    tiritando en su sillón,

    vino un niño, le cogió en sus manos

    y el libro entró en calor.


    [​IMG]
     
  15. itsasne

    itsasne de Bilbao

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    La pelota... el balón :razz:

    :beso: