Cómo cuidar el hígado

Tema en 'Temas de interés (no de plantas)' comenzado por Malee, 3/1/13.

  1. Malee

    Malee MARISA

    Mensajes:
    3.645
    Ubicación:
    Ibiza, Islas Baleares (España)
    Re: URUGUAY NATURAL/INTERNACIONAL - CHACRA LVII: JARDIN - HUERTA - AMIGOS Y MUCHO MAS

    Cómo cuidar el hígado

    La sobrecarga del hígado, el gran depurador del organismo, no solo dificulta la digestión sino que resta energía y puede acarrear problemas. Cuidar la dieta y las emociones es clave para mantenerlo sano

    El hígado es el órgano más voluminoso y alberga la cuarta parte de la sangre del organismo cuando está en reposo. Situado bajo el diafragma y a la derecha del abdomen, pesa en el adulto entre 1,5 y 2 kg. Tiene la particularidad de recoger dos tipos de sangre: la arterial –oxigenada– y la venosa –que llega, a través de la vena porta, cargada de los productos de la digestión elaborados por los intestinos–. La vena porta se ramifica extraordinariamente, convirtiendo el interior del hígado en un laberinto de tubos y canales cada vez más estrechos, hasta llegar a los más finos, cuyas paredes están compuestas de células especiales llamadas hepatocitos.
    La misión principal de los hepatocitos es secretar hasta un litro al día de bilis, un líquido amarillo oscuro que se almacena en la vesícula biliar, una bolsita situada bajo el hígado, y se libera en la digestión. Contribuye a la emulsión de grasas, estimula los movimientos del intestino y evita las putrefacciones y fermentaciones anormales.

    El hígado enfermo


    Las hepatitis –A, B o C– pueden ser víricas, bacterianas, medicamentosas o tóxicas. Se consideran agudas cuando la inflamación hepática dura menos de seis meses. Si duran más, las hepatitis pueden volverse crónicas; no tienen por qué acompañarse de síntomas o daños importantes (en casos graves, cirrosis o insuficiencia hepática), pero dejan al hígado en condiciones mermadas.
    Otras enfermedades son la colestasis (reducción o interrupción del flujo de bilis), el «hígado graso» (acúmulo de lípidos en las células hepáticas), cirrosis (el hígado se vuelve fibroso y duro) y tumores (benignos o cancerosos). Los cálculos biliares son depósitos que se forman en la vesícula o vías biliares, principalmente con colesterol solidificado. Pueden expulsarse al intestino o permanecer en los conductos sin obstruirlos; si hay obstrucción aparece el dolor cólico.
    Todo abuso medicamentoso puede ser perjudicial para el hígado, sobre todo a partir de los 60 años.
    Para diagnosticar alteraciones del hígado puede recurrirse a análisis de sangre o a imágenes.


    Digerir las emociones
    Así como el hígado participa en la digestión de los alimentos, también parece hacerlo en la «digestión» de ciertas emociones.
    Un problema hepático puede indicar que hay emociones difíciles de «digerir», como si quedase un resto «agrio» o «ácido» en la esfera psíquica.

    Cuidar la dieta
    Para ayudar al hígado en sus funciones, conviene seguir las siguientes recomendaciones:

    No abusar de las grasas y evitar las comidas copiosas.
    Comer abundante fibra, ya que además de disminuir el colesterol y aliviar el estreñimiento (que hace trabajar más al hígado), aumenta la secreción biliar.
    Conviene una dieta rica en carbohidratos, prefiriendo los productos integrales a los de harina blanca, y la miel y la fructosa al azúcar blanco.
    La dieta vegetariana moderada es la óptima si hay problemas hepáticos. Se puede incluir queso fresco y algo de pescado.
    Los huevos, preferentemente duros, pueden tomarse si se toleran bien (3 o 4 a la semana). Aunque son ricos en colesterol, su yema contiene lecitina, beneficiosa por sus fosfolípidos –que mejoran el metabolismo lipídico– y la colina –que evita la acumulación de grasa en el hígado.
    Las verduras contienen folatos, potasio y otros minerales beneficiosos. Conviene sobre todo el azufre, gran depurador hepático, contenido en cebollas y rábanos.
    De los lácteos el más conveniente es el yogur.
    La fruta siempre es beneficiosa, sobre todo como desayuno o cena.
    Evitar el consumo habitual de fritos, congelados y precocinados.
    Conviene reducir la sal y las bebidas alcohólicas.
    Es importante beber agua y realizar algún día de ayuno o a base de fruta (en particular, la cura de uvas).