Tomado de Rubén Monasterio, lean que interesante saber algo mas allá de sus cuidados, miren cuanta magia tuvo desde el prencipio esta encantadora flor. El punto de vista del doctor Stark es del todo verídico, por cuanto la simple inspección visual de la orquídea es suficiente incentivo de la líbido, no obstante, sí existieron –y todavía hoy, las hay– personas que se tomaron la molestia de preparar pócimas amorosas con bulbos y pétalos de esa flor; los primeros de que se tenga noticia, fueron los antiguos romanos; con la orquídea inventaron una bebida cuyo nombre es suficiente para dar idea del efecto pretendido con ella: satirión la llamaron. Viene a lugar el tema de la flor. En estos días pasados de julio se celebró la Expo OrquiCaracas y su contexto fue reconocida como las hermosa entre ellas la llamada Cattleya Jeamanii, cultivada por Héctor Ruiz Álvarez. Es paradójico: el nombre orquídea, término femenino de por sí sonoramente bello, como efecto de cierto automatismo mental condicionado referido a la mujer: a la parte de su anatomía más íntima y deseada, proviene del término griego orchis, nombre del atributo esencial de la virilidad, por cuanto su significado es “testículos”. En efecto, la orquídea es vulviforme; tiene tres sépalos y tres pétalos carnosos, abultados y sinuosos, uno de ellos, el central y más ostentoso, se encuentra modificado al extremo de ser idéntico a los labios menores vaginales y se llama precisamentelabelun, o labio. Es uno de los vegetales afrodisíacos analógicos por excelencia, pero también lo es por su propia esencia, dado lo cual es una especia doblemente afrodisíaca. Además de fascinarnos visualmente con su forma voluptuosa y su olor, tanto como la experiencia erótica en sí, se mueve en un arco extendido de lo sublime a lo abyecto; en algunas especies es una fragancia embriagadora, en otras pestilencia repulsiva; con todo, en las últimas también es una forma de seducir, en su caso a los insectos, atraídos por la materia orgánica en descomposición asociada a su fecundación. Se preparan varias bebidas con los tubérculos de la flor y una infusión con sus hojas; sus pétalos aderezan comidas eróticas y algunos aseguran la mayor potencia de su efecto al ser absorbida su esencia por vía dérmica; el procedimiento consiste en frotar sus pétalos en las partes genitales. La leyenda griega cuenta que Orchis, un efebo de apolínea belleza, hijo de un fauno y una ninfa, fue violado y asesinado por unos cazadores; escondieron su cuerpo en el tronco hueco de un árbol y huyeron, confiando en el desconocimiento de su felonía; pero habían sido observados por la divina Afrodita. Horrorizada por tanta maldad decidió el justo castigo de los criminales haciéndolos devorar por los lobos, y por su voluntad el cuerpo oculto en el hueco del árbol se transformó, dando lugar a la orquídea; pero Orchis, en su nueva configuración, se negó a parasitar al árbol que lo cobijaba; aprendió a nutrirse del aire, de los efluvios, del rocío; al árbol sólo lo utilizó como morada y en retribución le concedió el privilegio de adornarlo con su presencia en los días de su eclosión. Afrodita, conmovida por su bondad, le otorgó la gracia de hacer nacer la pasión en la mujer a quien un hombre le regalara una orquídea. Los aristócratas orientales cultivaron las orquídeas y se enorgullecían de sus jardines de estas flores desde hará cosa de más de dos mil años antes de la Era Cristiana; sus médicos preparaban con ellas remedios para tratar numerosas enfermedades, desde diarreas hasta impotencia. Los primeros tratados sobre la orquídea son chinos y datan de 1228 y 1247. Los asiáticos tienen su propio mito para explicar el origen de la flor, mucho más antiguo y no menos sobrecargado de sexualidad morbosa que el griego. Cuentan que hace tiempo, muchísimo tiempo, cuando por la tierra todavía vagaban los seres elementales, una doncella hija de un nigromante se prendó de un joven pastor: se amaron apasionadamente hasta la enervación, en todo sitio, a toda hora del día y de la noche. El brujo supo de su romance y se sintió avergonzado por el humilde origen del mancebo, montó en furiosa cólera y decidió castigarlos mediante un hechizo de vesánica crueldad: haría desaparecer a la muchacha, reduciéndola a su esencia elemental; convertida en energía pura se fusionaría con las corrientes energéticas que fluyen por el cosmos desde el principio hasta el fin de los tiempos, con lo cual privaría al galán del objeto de su amor y de la fuente de su placer, llevándolo a la desesperación y la locura; hizo el sortilegio, no obstante, la intensa pasión de la muchacha resistió las fuerzas del mal implacablemente desencadenadas para consumir su ser material, y una parte de ella permaneció: su sexo; de tal modo su amador, aunque impedido de abrazar su cuerpo y besar su boca, seguiría poseyéndola; la orquídea es esa parte del cuerpo de la mujer no desmaterializada gracias al amor. Los europeos no podían quedarse al margen de la mitología de la orquídea, y tanto como en los demás casos citados, su leyenda la asocia al sexo. Durante la Edad Media fue muy difundida la creencia de que las flores nacían del semen derramado durante el apareamiento de los animales; más adelante, un hombre seducido por la configuración vulvar de la flor copularía con la orquídea, y con ese acto engendraría un híbrido en parte ser humano y en parte la bestia de cuya esperma hubiese nacido la flor; los sátiros (mitad humano, mitad macho cabrío), los centauros (caballo con torso humano), las esfinges (león con torso de mujer) nacían de esos cruces aberrados. En 1653, un tratado protocientífico de botánica da noticia del poder afrodisíaco de la orquídea sobre las mujeres; según su información, la flor se halla bajo el dominio de Venus; aconseja, en consecuencia, usarla con discreción, porque produce calor y exacerba la lujuria; razón suficiente para mantener las mujeres alejadas de las perversas orquídeas. Aunque no referidas a su origen, también hay leyendas concernientes a la orquídea en el imaginario popular venezolano, ¡no podían faltar, siendo la orquídea la flor nacional de Venezuela!; también fue nuestro país, en tiempo pasado, uno de los tres primeros productores de la flor en el mundo. Inexorablemente, tales leyendas son de contenido erótico. La especie de orquídea elegida como símbolo floreal venezolano es la Cattleya mossia, cuyo hábitat preferido es la montaña Ávila, al norte de Caracas; quienes han tenido la experiencia y milagrosamente lograron sobrevivirla dicen haber escuchado cantos remotos y susurros; los atribuyen a las orquídeas, cuya voz es similar a la de la mujer y dejan oír su canto al pasar cerca algún varón; son como sirenas vegetales. Entonces el hombre cae en el encanto y camina desorientado, dejándose llevar por las voces y murmullos; pierde el rumbo y acaba precipitándose por alguno de los muchos precipicios de la montaña. Agradezco a la pagina Prodavinci y muy especialmente al autor Rubén Monasterio :Thumbsup: