de jose de espronceda cancion de la muerte el poema completo aqui abajo Mensaje oculto Débil mortal no te asuste mi oscuridad ni mi nombre; en mi seno encuentra el hombre un término a su pesar. Yo, compasiva, te ofrezco lejos del mundo un asilo, donde a mi sombra tranquilo para siempre duerma en paz. Isla yo soy del reposo en medio el mar de la vida, y el marinero allí olvida la tormenta que pasó; allí convidan al sueño aguas puras sin murmullo, allí se duerme al arrullo de una brisa sin rumor. Soy melancólico sauce que su ramaje doliente inclina sobre la frente que arrugara el padecer, y aduerme al hombre, y sus sienes con fresco jugo rocía mientras el ala sombría bate el olvido sobre él. Soy la virgen misteriosa de los últimos amores, y ofrezco un lecho de flores, sin espina ni dolor, y amante doy mi cariño sin vanidad ni falsía; no doy placer ni alegría, más es eterno mi amor. En mi la ciencia enmudece, en mi concluye la duda y árida, clara, desnuda, enseño yo la verdad; y de la vida y la muerte al sabio muestro el arcano cuando al fin abre mi mano la puerta a la eternidad. Ven y tu ardiente cabeza entre mis manos reposa; tu sueño, madre amorosa; eterno regalaré; ven y yace para siempre en blanca cama mullida, donde el silencio convida al reposo y al no ser. Deja que inquieten al hombre que loco al mundo se lanza; mentiras de la esperanza, recuerdos del bien que huyó; mentiras son sus amores, mentiras son sus victorias, y son mentiras sus glorias, y mentira su ilusión. Cierre mi mano piadosa tus ojos al blanco sueño, y empape suave beleño tus lágrimas de dolor. Yo calmaré tu quebranto y tus dolientes gemidos, apagando los latidos de tu herido corazón.
Y para hacerme perdonar mi patinazo (involuntario) os traigo otra cosa y de la cual estoy segura puesto que se trata de un poema de Jacques Prévert, uno de mis poetas franceses preferido. Para hacer el retrato de un pájaro - Pintar primero una jaula con la puerta abierta Pintar después algo bonito algo simple, algo bello, algo útil para el pájaro. Apoyar después la tela contra un árbol en un jardín, en un soto o en un bosque Esconderse tras el árbol sin decir nada, sin moverse A veces el pájaro llega enseguida Pero puede tardar años antes de decidirse. No hay que desanimarse Hay que esperar Esperar si es necesario durante años La celeridad o la tardanza en la llegada del pájaro no tiene nada que ver con la calidad del cuadro. Cuando el pájaro llega, si llega, observar el más profundo silencio esperar que el pájaro entre en la jaula y una vez que haya entrado cerrar suavemente la puerta con el pincel. Después borrar uno a uno todos los barrotes cuidando de no tocar ninguna pluma del pájaro. Hacer, acto seguido, el retrato del árbol, escogiendo la rama más bella para el pájaro Pintar también el verde follaje Y la frescura del viento, El polvillo del sol y el ruido de los bichos de la hierba en el calor estival Ydespués esperar que el pájaro se decida a cantar. Si el pájaro no canta, mala señal, Señal de que el cuadro es malo, Pero si canta es buena señal, Señal de que podéis firmar. Entonces arrancadle delicadamente una pluma al pájaro y escribid vuestro nombre en un ángulo del cuadro. Jacques PREVERT
VA DE GATOS... Pablo Neruda Oda al gato Los animales fueron imperfectos, largos de cola, tristes de cabeza. Poco a poco se fueron componiendo, haciéndose paisaje, adquiriendo lunares, gracia, vuelo. El gato, sólo el gato apareció completo y orgulloso: nació completamente terminado, camina solo y sabe lo que quiere. El hombre quiere ser pescado y pájaro, la serpiente quisiera tener alas, el perro es un león desorientado, el ingeniero quiere ser poeta, la mosca estudia para golondrina, el poeta trata de imitar la mosca, pero el gato quiere ser sólo gato y todo gato es gato desde bigote a cola, desde presentimiento a rata viva, desde la noche hasta sus ojos de oro. No hay unidad como él, no tienen la luna ni la flor tal contextura: es una sola cosa como el sol o el topacio, y la elástica línea en su contorno firme y sutil es como la línea de la proa de una nave. Sus ojos amarillos dejaron una sola ranura para echar las monedas de la noche. Oh pequeño emperador sin orbe, conquistador sin patria, mínimo tigre de salón, nupcial sultán del cielo de las tejas eróticas, el viento del amor en la intemperie reclamas cuando pasas y posas cuatro pies delicados en el suelo, oliendo, desconfiando de todo lo terrestre, porque todo es inmundo para el inmaculado pie del gato. Oh fiera independiente de la casa, arrogante vestigio de la noche, perezoso, gimnástico y ajeno, profundísimo gato, policía secreta de las habitaciones, insignia de un desaparecido terciopelo, seguramente no hay enigma en tu manera, tal vez no eres misterio, todo el mundo te sabe y perteneces al habitante menos misterioso, tal vez todos lo creen, todos se creen dueños, propietarios, tíos de gatos, compañeros, colegas, discípulos o amigos de su gato. Yo no. Yo no suscribo. Yo no conozco al gato. Todo lo sé, la vida y su archipiélago, el mar y la ciudad incalculable, la botánica, el gineceo con sus extravíos, el por y el menos de la matemática, los embudos volcánicos del mundo, la cáscara irreal del cocodrilo, la bondad ignorada del bombero, el atavismo azul del sacerdote, pero no puedo descifrar un gato. Mi razón resbaló en su indiferencia, sus ojos tienen números de oro. Jorge Luis Borges A un gato No son más silenciosos los espejos ni más furtiva el alba aventurera; eres, bajo la luna, esa pantera que nos es dado divisar de lejos. Por obra indescifrable de un decreto divino, te buscamos vanamente; más remoto que el Ganges y el poniente, tuya es la soledad, tuyo el secreto. Tu lomo condesciende a la morosa caricia de mi mano. Has admitido, desde esa eternidad que ya es olvido, el amor de la mano recelosa. En otro tiempo estás. Eres el dueño de un ámbito cerrado como un sueño. Poemas de gatos de Eliseo Diego A un gato mientras se baña Lámete bien la garra oculta en seda y oreja tras oreja limpia y pule; tu vanidad con el orgullo emule por ver qué flanco más lustroso queda. Verdadgrande será que nunca pueda llamarte amigo; no hay quien disimule mejor que tú su ser, ni ser simule tan familiar que todo asombro ceda. Mas no es tan natural ue seas tú mismo ni que pueda yo verte y conocerte perfecto ahí como si en un segundo. Por más que disimules, un abismo serás como también el yo saberte conmigo aquí en lo que llamamos mundo.
del cubano jose marti amor de ciudad grande poema completo aqui abajo Mensaje oculto De gorja son y rapidez los tiempos: Corre cual luz la voz; en alta aguja Cual nave despeñada en sirte horrenda Húndese el rayo, y en ligera barca El hombre, como alado, el aire hiende. ¡así el amor, sin pompa ni misterio . Muere, apenas nacido, de saciado! ¡jaula es la villa de palomas muertas Y ávidos cazadores! si los pechos Se rompen de los hombres, y las carnes Rotas por tierra ruedan, ¡no han de verse Dentro más que frutillas estrujadas! De gorja son y rapidez los tiempos: Se ama de pie en las calles, entre el polvo De los salones y plazas. muere La flor el día en que nace. aquella virgen Trémula que antes a la muerte daba La mano pura que ha ignorado mozo; El goce de temer; aquel salirse Del pecho el corazón; el inefable Placer de merecer; el grato susto De caminar de prisa en derechura Del hogar de la amada, y a sus puertas, Como un niño feliz, romper en llanto; Y aquel mirar, de nuestro amor al fuego, Irse tiñendo de color las rosas. ¡ea, que son patrañas! pues, ¿quién tiene Tiempo de ser hidalgo? ¡bien que sienta, Cual áureo vaso o lienzo suntuoso, Dama gentil en casa de magnate! O si se tiene sed, se alarga el brazo Y a la copa que pasa, ¡se la apura! Luego, la copa turbia al polvo rueda, Y el hábil catador, manchado el pecho De una sangre invisible, ¡sigue alegre, Coronado de mirtos, su camino! No son los cuerpos ya sino desechos, ¡y fosas y jirones! y las almas No son como en el árbol fruta rica En cuya blanda piel la almíbar dulce En su sazón de madurez rebosa, ¡sino fruta de plaza que a brutales Golpes el rudo labrador madura! ¡la edad es ésta de los labios secos! ¡de las noches sin sueño! ¡de la vida Estrujada en agraz! ¿qué es lo que falta Que la ventura falta? como liebre Azorada, el espíritu se esconde, Trémulo huyendo al cazador que ríe, Cual en soto selvoso, en nuestro pecho; Y el deseo, del brazo de la fiebre, Cual rico cazador recorre el soto. ¡me espanta la ciudad! toda está llena De copas por vaciar, ¡oh huecas copas! Tengo miedo, ¡ay de mi! de que este vino Tósigo sea, y en mis venas luego ¡cual duende vengador los dientes clave! Tengo sed, más de un vino que en la tierra ¡no se sabe beber! ¡no he padecido Bastante aún, para romper el muro Que me aparta, ¡oh dolor! de mi viñedo! ¡tomad vosotros, catadores ruines De vinillos humanos, esos vasos Donde el jugo de lirio a grandes sorbos Sin compasión y sin temor se bebe! ¡tomad! yo soy honrado ¡tomad! ¡y tengo miedo! ¡tomad!
El poeta comienza reconociendo el agotamiento físico, emocional y psicológico que sufre ante la dolorosa y terminal enfermedad que está matando a su padre aqui el poema completo saludos a tod@s Mensaje oculto PRIMERA PARTE I Déjame reposar, aflojar los músculos del corazón y poner a dormitar el alma para poder hablar, para poder recordar estos días, los más largos del tiempo. Convalecemos de la angustia apenas y estamos débiles, asustadizos, despertando dos o tres veces de nuestro escaso sueño para verte en la noche y saber que respiras. Necesitamos despertar para estar más despiertos en esta pesadilla llena de gentes y de ruidos. Tú eres el tronco invulnerable y nosotros las ramas, por eso es que este hachazo nos sacude. Nunca frente a tu muerte nos paramos a pensar en la muerte, ni te hemos visto nunca sino como la fuerza y la alegría. No lo sabemos bien, pero de pronto llega un incesante aviso, una escapada espada de la boca de Dios que cae y cae y cae lentamente. Y he aquí que temblamos de miedo, que nos ahoga el llanto contenido, que nos aprieta la garganta el miedo. Nos echamos a andar y no paramos de andar jamás, después de medianoche, en ese pasillo del sanatorio silencioso donde hay una enfermera despierta de ángel. Esperar que murieras era morir despacio, estar goteando del tubo de la muerte, morir poco, a pedazos. No ha habido hora más larga que cuando no dormías, ni túnel más espeso de horror y de miseria que el que llenaban tus lamentos, tu pobre cuerpo herido. II Del mar, también del mar, de la tela del mar que nos envuelve, de los golpes del mar y de su boca, de su vagina obscura, de su vómito, de su pureza tétrica y profunda, vienen la muerte, Dios, el aguacero golpeando las persianas, la noche, el viento. De la tierra también, de las raíces agudas de las casas, del pie desnudo y sangrante de los árboles, de algunas rocas viejas que no pueden moverse, de lamentables charcos, ataúdes del agua, de troncos derribados en que ahora duerme el rayo, y de la yerba, que es la sombra de las ramas del cielo, viene Dios, el manco de cien manos, ciego de tantos ojos, dulcísimo, impotente. (Omniausente, lleno de amor, el viejo sordo, sin hijos, derrama su corazón en la copa de su vientre.) De los huesos también, de la sal más entera de la sangre, del ácido más fiel, del alma más profunda y verdadera, del alimento más entusiasmado, del hígado y del llanto, viene el oleaje tenso de la muerte, el frío sudor de la esperanza, y viene Dios riendo. Caminan los libros a la hoguera. Se levanta el telón: aparece el mar. (Yo no soy el autor del mar.) III Siete caídas sufrió el elote de mi mano antes de que mi hambre lo encontrara, siete veces mil veces he muerto y estoy risueño como en el primer día. Nadie dirá: no supo de la vida más que los bueyes, ni menos que las golondrinas. Yo siempre he sido el hombre, amigo fiel del perro, hijo de Dios desmemoriado, hermano del viento. ¡A la chingada las lágrimas!,dije, y me puse a llorar como se ponen a parir. Estoy descalzo, me gusta pisar el agua y las piedras, las mujeres, el tiempo, me gusta pisar la yerba que crecerá sobre mi tumba (si es que tengo una tumba algún día). Me gusta mi rosal de cera en el jardín que la noche visita. Me gustan mis abuelos de Totomoste y me gustan mis zapatos vacíos esperándome como el día de mañana. ¡A la chingada la muerte!, dije, sombra de mi sueño, perversión de los ángeles, y me entregué a morir como una piedra al río, como un disparo al vuelo de los pájaros. IV Vamos a hablar del Príncipe Cáncer, Señor de los Pulmones, Varón de la Próstata, que se divierte arrojando dardos a los ovarios tersos, a las vaginas mustias, a las ingles multitudinarias. Mi padre tiene el ganglio más hermoso del cáncer en la raíz del cuello, sobre la subclavia, tubérculo del bueno de Dios, ampolleta de la buena muerte, y yo mando a la chingada a todos los soles del mundo. El Señor Cáncer, El Señor Pendejo, es sólo un instrumento en las manos obscuras de los dulces personajes que hacen la vida. En las cuatro gavetas del archivero de madera guardo los nombres queridos, la ropa de los fantasmas familiares, las palabras que rondan y mis pieles sucesivas. También están los rostros de algunas mujeres los ojos amados y solos y el beso casto del coito. Y de las gavetas salen mis hijos. ¡Bien haya la sombra del árbol llegando a la tierra, porque es la luz que llega! V De las nueve de la noche en adelante, viendo televisión y conversando estoy esperando la muerte de mi padre. Desde hace tres meses, esperando. En el trabajo y en la borrachera, en la cama sin nadie y en el cuarto de niños, en su dolor tan lleno y derramado, su no dormir, su queja y su protesta, en el tanque de oxígeno y las muelas del día que amanece, buscando la esperanza. Mirando su cadáver en los huesos que es ahora mi padre, e introduciendo agujas en las escasas venas, tratando de meterle la vida, de soplarle en la boca el aire... (Me avergüenzo de mí hasta los pelos por tratar de escribir estas cosas. ¡Maldito el que crea que esto es un poema!) Quiero decir que no soy enfermero, padrote de la muerte, orador de panteones, alcahuete, pinche de Dios, sacerdote de penas. Quiero decir que a mí me sobre el aire... VI Te enterramos ayer. Ayer te enterramos. Te echamos tierra ayer. Quedaste en la tierra ayer. Estás rodeado de tierra desde ayer. Arriba y abajo y a los lados por tus pies y por tu cabeza está la tierra desde ayer. Te metimos en la tierra, te tapamos con tierra ayer. Perteneces a la tierra desde ayer. Ayer te enterramos en la tierra, ayer. VII Madre generosa de todos los muertos, madre tierra, madre, vagina del frío, brazos de intemperie, regazo del viento, nido de la noche, madre de la muerte, recógelo, abrígalo, desnúdalo, tómalo, guárdalo, acábalo. VIII No podrás morir. Debajo de la tierra no podrás morir. Sin agua y sin aire no podrás morir. Sin azúcar, sin leche, sin frijoles, sin carne, sin harina, sin higos, no podrás morir. Sin mujer y sin hijos no podrás morir. Debajo de la vida no podrás morir. En tu tanque de tierra no podrás morir. En tu caja de muerto no podrás morir. En tus venas sin sangre no podrás morir. En tu pecho vacío no podrás morir. En tu boca sin fuego no podrás morir. En tus ojos sin nadie no podrás morir. En tu carne sin llanto no podrás morir. No podrás morir. No podrás morir. No podrás morir. Enterramos tu traje, tus zapatos, el cáncer; no podrás morir. Tu silencio enterramos. Tu cuerpo con candados. Tus canas finas, tu dolor clausurado. No podrás morir. IX Te fuiste no sé a dónde. Te espera tu cuarto. Mi mamá, Juan y Jorge te estamos esperando. Nos han dado abrazos de condolencia, y recibimos cartas, telegramas, noticias de que te enterramos, pero tu nieta más pequeña te busca en el cuarto, y todos, sin decirlo, te estamos esperando. X Es un mal sueño largo, una tonta película de espanto, un túnel que no acaba lleno de piedras y de charcos. ¡Qué tiempo éste, maldito, que revuelve las horas y los años, el sueño y la conciencia, el ojo abierto y el morir despacio! XI Recién parido en el lecho de la muerte, criatura de la paz, inmóvil, tierno, recién niño del sol de rostro negro, arrullado en la cuna del silencio, mamando obscuridad, boca vacía, ojo apagado, corazón desierto. Pulmón sin aire, niño mío, viejo, cielo enterrado y manantial aéreo voy a volverme un llanto subterráneo para echarte mis ojos en tu pecho. XII Morir es retirarse, hacerse a un lado, ocultarse un momento, estarse quieto, pasar el aire de una orilla a nado y estar en todas partes en secreto. Morir es olvidar, ser olvidado, refugiarse desnudo en el discreto calor de Dios, y en su cerrado puño, crecer igual que un feto. Morir es encenderse bocabajo hacia el humo y el hueso y la caliza y hacerse tierra y tierra con trabajo. Apagarse es morir, lento y aprisa tomar la eternidad como a destajo y repartir el alma en la ceniza. XIII Padre mío, señor mío, hermano mío, amigo de mi alma, tierno y fuerte, saca tu cuerpo viejo, viejo mío, saca tu cuerpo de la muerte. Saca tu corazón igual que un río, tu frente limpia en que aprendí a quererte, tu brazo como un árbol en el frío saca todo tu cuerpo de la muerte. Amo tus canas, tu mentón austero, tu boca firme y tu mirada abierta, tu pecho vasto y sólido y certero. Estoy llamando, tirándote la puerta. Parece que yo soy el que me muero: ¡padre mío, despierta! XIV No se ha roto ese vaso en que bebiste, ni la taza, ni el tubo, ni tu plato. Ni se quemó la cama en que moriste, ni sacrificamos un gato. Te sobrevive todo. Todo existe a pesar de tu muerte y de mi flato. Parece que la vida nos embiste igual que el cáncer sobre tu omóplato. Te enterramos, te lloramos, te morimos, te estás bien muerto y bien jodido y yermo mientras pensamos en lo que no hicimos y queremos tenerte aunque sea enfermo. Nada de lo que fuiste, fuiste y fuimos a no ser habitantes de tu infierno. XV Papá por treinta o por cuarenta años, amigo de mi vida todo el tiempo, protector de mi miedo, brazo mío, palabra clara, corazón resuelto, te has muerto cuando menos falta hacías, cuando más falta me haces, padre, abuelo, hijo y hermano mío, esponja de mi sangre, pañuelo de mis ojos, almohada de mi sueño. Te has muerto y me has matado un poco. Porque no estás, ya no estaremos nunca completos, en un sitio, de algún modo. Algo le falta al mundo, y tú te has puesto a empobrecerlo más, y a hacer a solas tus gentes tristes y tu Dios contento. XVI (Noviembre 27) ¿Será posible que abras los ojos y nos veas ahora? ¿Podrás oírnos? ¿Podrás sacar tus manos un momento? Estamos a tu lado. Es nuestra fiesta, tu cumpleaños, viejo. Tu mujer y tus hijos, tus nueras y tus nietos venimos a abrazarte, todos, viejo. ¡Tienes que estar oyendo! No vayas a llorar como nosotros porque tu muerte no es sino un pretexto para llorar por todos, por los que están viviendo. Una pared caída nos separa, sólo el cuerpo de Dios, sólo su cuerpo. XVII Me acostumbré a guardarte, a llevarte lo mismo que lleva uno su brazo, su cuerpo, su cabeza. No eras distinto a mí, ni eras lo mismo. Eras, cuando estoy triste, mi tristeza. Eras, cuando caía, eras mi abismo, cuando me levantaba, mi fortaleza. Eras brisa y sudor y cataclismo, y eras el pan caliente sobre la mesa. Amputado de ti, a medias hecho hombre o sombra de ti, sólo tu hijo, desmantelada el alma, abierto el pecho, Ofrezco a tu dolor un crucifijo: te doy un palo, una piedra, un helecho, mis hijos y mis días, y me aflijo. SEGUNDA PARTE I Mientras los niños crecen, tú, con todos los muertos, poco a poco te acabas. Yo te he ido mirando a través de las noches por encima del mármol, en tu pequeña casa. Un día ya sin ojos, sin nariz, sin orejas, otro día sin garganta, la piel sobre tu frente agrietándose, hundiéndose, tronchando obscuramente el trigal de tus canas. Todo tú sumergido en humedad y gases haciendo tus desechos, tu desorden, tu alma, cada vez más igual tu carne que tu traje, más madera tus huesos y más huesos las tablas. Tierra mojada donde había tu boca, aire podrido, luz aniquilada, el silencio tendido a todo tu tamaño germinando burbujas bajo las hojas de agua. (Flores dominicales a dos metros arriba te quieren pasar besos y no te pasan nada.) II Mientras los niños crecen y las horas nos hablan tú, subterráneamente, lentamente, te apagas. Lumbre enterrada y sola, pabilo de la sombra, veta de horror para el que te escarba. ¡Es tan fácil decirte "padre mío" y es tan difícil encontrarte, larva de Dios, semilla de esperanza! Quiero llorar a veces, y no quiero llorar porque me pasas como un derrumbe, porque pasas como un viento tremendo, como un escalofrío debajo de las sábanas, como un gusano lento a lo largo del alma. ¡Si sólo se pudiera decir: "papá, cebolla, polvo, cansancio, nada, nada, nada" !Si con un trago te tragara! ¡Si con este dolor te apuñalara! ¡Si con este desvelo de memorias -herida abierta, vómito de sangre- te agarrara la cara! Yo sé que tú ni yo, ni un par de valvas, ni un becerro de cobre, ni unas alas sosteniendo la muerte, ni la espuma en que naufraga el mar, ni -no- las playas, la arena, la sumisa piedra con viento y agua, ni el árbol que es abuelo de su sombra, ni nuestro sol, hijastro de sus ramas, ni la fruta madura, incandescente, ni la raíz de perlas y de escamas, ni tío, ni tu chozno, ni tu hipo, ni mi locura, y ni tus espaldas, sabrán del tiempo obscuro que nos corre desde las venas tibias a las canas. (Tiempo vacío, ampolla de vinagre, caracol recordando la resaca.) He aquí que todo viene, todo pasa, todo, todo se acaba. ¿Pero tú? ¿pero yo? ¿pero nosotros? ¿para qué levantamos la palabra? ¿de qué sirvió el amor? ¿cuál era la muralla que detenía la muerte? ¿dónde estaba el niño negro de tu guarda? Ángeles degollados puse al pie de tu caja, y te eché encima tierra, piedras, lágrimas, para que ya no salgas, para que no salgas. III Sigue el mundo su paso, rueda el tiempo y van y vienen máscaras. Amanece el dolor un día tras otro, nos rodeamos de amigos y fantasmas, parece a veces que un alambre estira la sangre, que una flor estalla, que el corazón da frutas, y el cansancio canta. Embrocados, bebiendo en la mujer y el trago, apostando a crecer como las plantas, fijos, inmóviles, girando en la invisible llama. Y mientras tú, el fuerte, el generoso, el limpio de mentiras y de infamias, guerrero de la paz, juez de victorias -cedro del Líbano, robledal de Chiapas- te ocultas en la tierra, te remontas a tu raíz obscura y desolada. IV Un año o dos o tres, te da lo mismo. ¿Cuál reloj en la muerte?, ¿qué campana incesante, silenciosa, llama y llama? ¿qué subterránea voz no pronunciada? ¿qué grito hundido, hundiéndose, infinito de los dientes atrás, en la garganta aérea, flotante, pare escamas? ¿Para esto vivir? ¿para sentir prestados los brazos y las piernas y la cara, arrendados al hoyo, entretenidos los jugos en la cáscara? ¿para exprimir los ojos noche a noche en el temblor obscuro de la cama, remolino de quietas transparencias, descendimiento de la náusea? ¿Para esto morir? ¿para inventar el alma, el vestido de Dios, la eternidad, el agua del aguacero de la muerte, la esperanza? ¿morir para pescar? ¿para atrapar con su red a la araña? Estás sobre la playa de algodones y tu marca de sombras sube y baja. V Mi madre sola, en su vejez hundida, sin dolor y sin lástima, herida de tu muerte y de tu vida. Esto dejaste. Su pasión enhiesta, su celo firme, su labor sombría. Árbol frutal a un paso de la leña, su curvo sueño que te resucita. Esto dejaste. Esto dejaste y no querías. Pasó el viento. Quedaron de la casa el pozo abierto y la raíz en ruinas. Y es en vano llorar. Y si golpeas las paredes de Dios, y si te arrancas el pelo o la camisa, nadie te oye jamás, nadie te mira. No vuelve nadie, nada. No retorna el polvo de oro de la vida.
Es de Felipe Antonio Santorelli. Dejo el enlace de donde lo tome http://www.mundopoesia.com/foros/temas/ella-es-muy-bonita.151782/ Ella es muy bonita Se acuesta en mi pecho mirándome fijo, me guiña los ojos oliendo mi piel, y cuando camina mueve su trasero como una modelo: la muy condenada lo hace tan bien. Por eso la quiero, la abrazo, acaricio, la mezo en mis brazos, negrita, mimada y algo migrada: mi gata Pelusa, es hermosa es muy fiel 671730
GABRIELA MISTRAL CUENTOS CORDERITO Corderito mío, suavidad callada: mi pecho es tu gruta de musgo afelpada. Carnecita blanca, tajada de luna: lo he olvidado todo por hacerme cuna. Me olvidé del mundo y de mí no siento más que el pecho vivo con que te sustento. Y sé de mí sólo que en mí te recuestas. Tu fiesta, hijo mío, apagó las fiestas. EL CORRO LUMINOSO A mi hermana Corro de las niñas, corro de mil niñas a mi alrededor: ¡oh Dios! yo soy dueña de este resplandor! En la tierra yerma, sobre aquel desierto mordido de sol, ¡mi corro de niñas como inmensa flor! En el llano verde, al pie de los montes que hería la voz, ¡el corro era un solo divino temblor! En la estepa inmensa, en la estepa yerta de desolación, ¡mi corro de niñas ardiente de amor! En vano queréis ahogar mi canción: ¡un millón de niños la canta en un corro debajo del sol! En vano queréis quebrarme la estrofa de tribulación: ¡el corro la canta debajo de Dios!
no me arrepiento de nada de la poetisa nicaraguense Gioconda Belli Mensaje oculto: poema completo NO ME ARREPIENTO DE NADA Gioconda Belli No me arrepiento de nada Desde la mujer que soy, a veces me da por contemplar aquellas que pude haber sido; las mujeres primorosas, hacendosas, buenas esposas, dechado de virtudes, que deseara mi madre. No sé por qué la vida entera he pasado rebelándome contra ellas. Odio sus amenazas en mi cuerpo. La culpa que sus vidas impecables, por extraño maleficio, me inspiran. Reniego de sus buenos oficios; de los llantos a escondidas del esposo, del pudor de su desnudez bajo la planchada y almidonada ropa interior. Estas mujeres, sin embargo, me miran desde el interior de los espejos, levantan su dedo acusador y, a veces, cedo a sus miradas de reproche y quiero ganarme la aceptación universal, ser la "niña buena", la "mujer decente" la Gioconda irreprochable. Sacarme diez en conducta con el partido, el estado, las amistades, mi familia, mis hijos y todos los demás seres que abundantes pueblan este mundo nuestro. En esta contradicción inevitable entre lo que debió haber sido y lo que es, he librado numerosas batallas mortales, batallas a mordiscos de ellas contra mí -ellas habitando en mí queriendo ser yo misma- transgrediendo maternos mandamientos, desgarro adolorida y a trompicones a las mujeres internas que, desde la infancia, me retuercen los ojos porque no quepo en el molde perfecto de sus sueños, porque me atrevo a ser esta loca, falible, tierna y vulnerable, que se enamora como alma en pena de causas justas, hombres hermosos, y palabras juguetonas. Porque, de adulta, me atreví a vivir la niñez vedada, e hice el amor sobre escritorios -en horas de oficina- y rompí lazos inviolables y me atreví a gozar el cuerpo sano y sinuoso con que los genes de todos mis ancestros me dotaron. No culpo a nadie. Más bien les agradezco los dones. No me arrepiento de nada, como dijo la Edith Piaf. Pero en los pozos oscuros en que me hundo, cuando, en las mañanas, no más abrir los ojos, siento las lágrimas pujando; veo a esas otras mujeres esperando en el vestíbulo, blandiendo condenas contra mi felicidad. Impertérritas niñas buenas me circundan y danzan sus canciones infantiles contra mí contra esta mujer hecha y derecha, plena. Esta mujer de pechos en pecho y caderas anchas que, por mi madre y contra ella, me gusta ser.
Buen domingo a tod@s aquí... preciosa temperatura y mucho sol HERMOSO CUENTO,ME HUBIESE GUSTADO OTRO TIPO DE VOZ...
Mensaje oculto: leon felipe......que lastima ¡Qué lástima que yo no pueda cantar a la usanza de este tiempo lo mismo que los poetas que hoy cantan! ¡Qué lástima que yo no pueda entonar con una voz engolada esas brillantes romanzas a las glorias de la patria! ¡Qué lástima que yo no tenga una patria! Sé que la historia es la misma, la misma siempre, que pasa desde una tierra a otra tierra, desde una raza a otra raza, como pasan esas tormentas de estío desde esta a aquella comarca. ¡Qué lástima que yo no tenga comarca, patria chica, tierra provinciana! Debí nacer en la entraña de la estepa castellana y fui a nacer en un pueblo del que no recuerdo nada; pasé los días azules de mi infancia en Salamanca, y mi juventud, una juventud sombría, en la Montaña. Después... ya no he vuelto a echar el ancla, y ninguna de estas tierras me levanta ni me exalta para poder cantar siempre en la misma tonada al mismo río que pasa rodando las mismas aguas, al mismo cielo, al mismo campo y en la misma casa. ¡Qué lástima que yo no tenga una casa! Una casa solariega y blasonada, una casa en que guardara, a más de otras cosas raras, un sillón viejo de cuero, una mesa apolillada (que me contaran viejas historias domésticas como a Francis Jammes y a Ayala) y el retrato de un mi abuelo que ganara una batalla. ¡Qué lástima que yo no tenga un abuelo que ganara una batalla, retratado con una mano cruzada en el pecho, y la otra en el puño de la espada! Y, ¡qué lástima que yo no tenga siquiera una espada! Porque..., ¿Qué voy a cantar si no tengo ni una patria, ni una tierra provinciana, ni una casa solariega y blasonada, ni el retrato de un mi abuelo que ganara una batalla, ni un sillón viejo de cuero, ni una mesa, ni una espada? ¡Qué voy a cantar si soy un paria que apenas tiene una capa! Sin embargo... en esta tierra de España y en un pueblo de la Alcarria hay una casa en la que estoy de posada y donde tengo, prestadas, una mesa de pino y una silla de paja. Un libro tengo también. Y todo mi ajuar se halla en una sala muy amplia y muy blanca que está en la parte más baja y más fresca de la casa. Tiene una luz muy clara esta sala tan amplia y tan blanca... Una luz muy clara que entra por una ventana que da a una calle muy ancha. Y a la luz de esta ventana vengo todas las mañanas. Aquí me siento sobre mi silla de paja y venzo las horas largas leyendo en mi libro y viendo cómo pasa la gente a través de la ventana. Cosas de poca importancia parecen un libro y el cristal de una ventana en un pueblo de la Alcarria, y, sin embargo, le basta para sentir todo el ritmo de la vida a mi alma. Que todo el ritmo del mundo por estos cristales pasa cuando pasan ese pastor que va detrás de las cabras con una enorme cayada, esa mujer agobiada con una carga de leña en la espalda, esos mendigos que vienen arrastrando sus miserias, de Pastrana, y esa niña que va a la escuela de tan mala gana. ¡Oh, esa niña! Hace un alto en mi ventana siempre y se queda a los cristales pegada como si fuera una estampa. ¡Qué gracia tiene su cara en el cristal aplastada con la barbilla sumida y la naricilla chata! Yo me río mucho mirándola y la digo que es una niña muy guapa... Ella entonces me llama ¡tonto!, y se marcha. ¡Pobre niña! Ya no pasa por esta calle tan ancha caminando hacia la escuela de muy mala gana, ni se para en mi ventana, ni se queda a los cristales pegada como si fuera una estampa. Que un día se puso mala, muy mala, y otro día doblaron por ella a muerto las campanas. Y en una tarde muy clara, por esta calle tan ancha, al través de la ventana, vi cómo se la llevaban en una caja muy blanca... En una caja muy blanca que tenía un cristalito en la tapa. Por aquel cristal se la veía la cara lo mismo que cuando estaba pegadita al cristal de mi ventana... Al cristal de esta ventana que ahora me recuerda siempre el cristalito de aquella caja tan blanca. Todo el ritmo de la vida pasa por el cristal de mi ventana... ¡Y la muerte también pasa! ¡Qué lástima que no pudiendo cantar otras hazañas, porque no tengo una patria, ni una tierra provinciana, ni una casa solariega y blasonada, ni el retrato de un mi abuelo que ganara una batalla, ni un sillón de viejo cuero, ni una mesa, ni una espada, y soy un paria que apenas tiene una capa... venga, forzado, a cantar cosas de poca importancia!