Un poco de historia

Tema en 'Otros temas no de plantas' comenzado por guaxa, 12/3/18.

  1. guaxa

    guaxa

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    Douglas Corrigan y su "pequeño error"
    Douglas Corrigan, un aviador admirador de Lindbergh y su viaje transoceánico, era uno de los muchos que querían emular la hazaña: tantos que las autoridades americanas prohibieron estos viajes por su peligro. Poco antes, Amelia Earhart (1897-1937) había desaparecido durante un vuelo en solitario sobre el Atlántico.

    Así, Corrigan decidió que él haría algo semejante, volar de Nueva York a California, aunque se convertiría en un involuntario emulador de Lindbergh. El 16 de julio de 1938 despegó a pesar de la abundante niebla que le impedía ver el suelo. Cuando intentó comprobar su brújula, se dio cuenta de que no funcionaba correctamente, por lo que consultó el compás de reserva que había traído consigo. Siguiendo sus agujas orientó su vuelo. Durante el resto del día y de la noche siguió volando, creyendo que no veía el suelo por la espesa capa de nubes. 26 horas después de despegar descubrió su error: al consultar la brújula se había equivocado unos pocos grados, sólo 180, por lo que en lugar de hacia el oeste, se dirigía hacia el este. Una hora después aterrizó en lo que debería haber sido California pero que era en realidad Irlanda, donde fue concienzudamente interrogado por las autoridades, ya alertadas por los controla— dores aéreos de Nueva York que estaban al tanto de las primeras intenciones de Corrigan.

    Todos sospecharon que el piloto había alterado deliberadamente su plan de vuelo para cumplir su sueño. Sin embargo, pasó la prueba de varios detectores de mentiras. Posteriormente su inocencia fue acreditada porque no había llevado agua, comida, abrigo ni mapas para su viaje, lo cual era bastante arriesgado. Lindbergh, por ejemplo, se había cuidado de aprovisionarse cuidadosamente y de planear con todo detalle la proeza que Corrigan realizó por error.

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  2. guaxa

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  3. guaxa

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    Que interesante noticia KRY, gracias por compartirla, me ha gustado mucho:smile:
     
  4. guaxa

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    Cuenta atrás
    Después del lanzamiento del satélite soviético Sputnik en octubre de 1957, el presidente Dwight D. Eisenhower (1890 − 1969) —general del ejército de Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial— promulgó La Ley de Aeronáutica y del Espacio, el 29 de julio de 1958.

    Al principio, la NASA tenía sólo cuatro laboratorios, 80 empleados y una persona al mando muy peculiar: Wernher Magnus Maximilian Freiherr von Braun, más conocido como Wernher von Braun (1912 − 1977), el científico que ayudó a Adolf Hitler (1889 − 1945) a desarrollar las temibles V-2, los cohetes que sembraron de pánico Londres durante la Segunda Guerra Mundial. Como los rusos se adelantaban cada vez más a los americanos en la carrera espacial, en 1961, el presidente Kennedy logró reunir la entonces excepcional suma de 1.700 millones de dólares para apoyar el trabajo del equipo de Von Braun. A cambio, debían llevar un hombre a la Luna antes de 1970, o mejor dicho, a un norteamericano.

    Edwin Eugene Buzz Aldrin , la segunda persona en pisar la Luna en la legendaria misión del Apolo XI (1969), confesó años más tarde:
    *
    Si llegamos a la Luna no fue para estudiarla ni recoger muestras de su suelo, sino para aventajar a los rusos en la carrera espacial. Todo lo demás quedó en segundo plano...
    *
    Max W. Krauss (1920 − 199:icon_cool:, científico de la NASA, se refirió posteriormente a los primeros años de aquella politizada carrera espacial de la siguiente manera:
    *
    Aquellos eran los tristes años en que se repetía por doquier el chiste de que nuestras cuentas atrás terminaban en: «Cuatro..., tres..., dos..., uno..., ¡oh, mierda!»

     
  5. guaxa

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    ¡Flota! Una historia con jabonosa
    A finales del siglo XIX, Procter & Gamble, la compañía creada en 1837 por William Procter y James Gamble, estaba a punto de caer en bancarrota.

    Durante años había liderado la producción y el comercio norteamericano de velas, pero entonces Thomas Alva Edison perfeccionó la lámpara incandescente y el mercado de velas comenzó a quedarse definitivamente obsoleto. Así, el panorama para Procter & Gamble era más que sombrío.

    Sin embargo, ocurrió que casualmente un olvidadizo empleado de una pequeña fábrica de jabón de Procter & Gamble en Cincinnati (el jabón era otro de los productos fabricados por la compañía, aunque en mucha menor medida y con escaso éxito de ventas), de apellido Clem, olvidó apagar el dispositivo de mezcla de la sustancia base y las palas siguieron golpeándola hasta que la mezcla se hizo espumosa. Tras la consabida bronca y reprimenda del capataz por el estropicio, el destino de aquel lote de jabón iba a ser la basura, ya que parecía inservible.

    Pero Harley T. Procter, hijo de uno de los fundadores, no lo creía así y decidió reutilizar la mezcla haciendo una barra de jabón con ella. El resultado fue asombroso: ¡el jabón flotaba! Procter se había dado cuenta de que, en aquel tiempo, muchas personas se bañaban en los ríos y perdían el jabón porque se hundía en el agua… pero con el nuevo jabón flotante no ocurriría eso. Procter estaba decidido a hacerlo famoso. Con el eslogan «¡Flota!» aparecieron los primeros anuncios en revistas. Aquel lote de jabones tuvo un éxito espectacular y todos los clientes querían más de aquel jabón que flotaba y que, por tanto, no se hundía en el agua turbia y se acababa perdiendo.

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    Harley y James investigaron por qué había pasado aquello y cuando Clem les explicó la causa, pidieron que todos los jabones se batieran más tiempo. Aquello sí que era un nuevo producto, por lo que merecía un nuevo nombre. Éste salió de un salmo que Harley escuchó en la iglesia: «Mirra, áloe y casia exhalan todos tus vestidos desde palacios de marfil». Esta última palabra, pero en inglés, dio nombre al jabón: «Ivory». Pronto, las ventas comenzaron a multiplicarse por todo el país, llegando a ser durante muchos años el producto estrella de la compañía, a la que reportaría grandes beneficios.

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  6. guaxa

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    Las tablillas de Vindolanda
    En el año 1973, una colección de más de 1.600 tablillas de madera escritas fueron extraídas del suelo en Vindolanda, un fuerte romano en la carretera de Stanegate que circula al sur de la muralla de Adriano. La primera de estas tablillas resultó ser un fragmento de una carta escrita cerca del año 100 y que anunciaba un envío desde «Sattua» de dos pares de sandalias, veinte pares de calcetines y dos pares de calzones.
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    En Vindolanda, se encontraron enterrados dos tipos diferentes de tablillas de madera. El primero era del tipo tradicional, y hacía mucho tiempo que la cera había desaparecido de estas tablillas; ahora bien, los estilos solían arañar el armazón de madera bajo la cera, y estas tablillas podían leerse. De este tipo, se encontraron unas 180. El segundo tipo de tablilla era mucho más interesante, y también más abundante: finas láminas de madera de un espesor de entre uno y tres milímetros, y del tamaño aproximado de una tarjeta postal. La mayoría de estas tablillas estaban dobladas, por lo que la escritura se encontraba en el interior y, por lo tanto, protegida. Estas «tablillas de hoja» no se han conservado en una cantidad tan grande en ningún otro lugar. Se está utilizando ahora la tecnología de la imagen para facilitar su lectura, y los resultados pueden llegar a ser asombrosos. Lo que en el pasado se descifró como una cadena de letras incomprensible, c... loinmaturaadmeta, ahora puede leerse: Lepidinam tuam a me saluta, «saluda a tu Lepidina de mi parte».

    Las cartas de Vindolanda nos descubren cómo vivían los soldados y sus familias, desde los comandantes hasta los soldados rasos, sin olvidar a los esclavos, artesanos, libertos y comerciantes:
    *
    Octavio a su hermano Cándido, saludos. Te he escrito en diversas ocasiones para señalarte que he comprado unos 5.000 modii de cereales (31 toneladas) y que, por lo tanto, necesito algo de dinero en efectivo. Si no lo envías, por lo menos dos mil sestercios, perderé la fianza de 1.200 sestercios que he depositado y me encontraré en un gran aprieto.
    *
    Las tablillas de Vindolanda contienen informes militares, contabilidad (cuántos pollos consumió el comandante de la guarnición en dos años), peticiones, recetas de medicinas, solicitudes de permiso y textos literarios (ejercicios de caligrafía en los que los niños utilizaban textos de Virgilio, donde el tutor ha escrito en uno de los márgenes seg[niter], «trabajo poco aplicado»). Las tablillas nos hablan de estrategias de ocupación (toma de decisiones muy descentralizada), del ejército romano (burocracia inacabable que abarca las soldadas, turnos de guardia, permisos... nada nuevo bajo el sol), y de la vida social y económica de una población fronteriza. Nos revelan la colosal inversión que hicieron los romanos en el norte de Britania, que la región estaba invadida por soldados tungros (galos) y bátavos (germánicos), y que todos ellos, como demuestran las tablillas, conocían bien el modo de hacer romano (de hecho, eran los romanos de las provincias galas, más que los romanos de sangre azul, quienes, en su mayoría, gobernaban Britania). Las tablillas hacen una referencia a los britanos, a los que llaman Brittunculi («miserables pequeños britanos»). La carta más famosa, fechada un 11 de septiembre, invita a Sulpicia Lepidina, esposa del comandante de la guarnición, Flavio Cerealis, a la fiesta de cumpleaños de Claudia Severa: «¡Por favor, ven! ¡Será mucho más divertida si vienes!».
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  7. guaxa

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    Frases y expresiones atribuidas
    Según cierta historia, Luis XIV (1638-1715) entró a grandes pasos en el Parlamento de París vestido con su ropa de equitación, interrumpió el debate y dijo: «El Estado soy yo».
    Sin embargo, no hay ninguna evidencia de que dijera la frase. Según la tradición, fue fruto del ingenio de Voltaire (1694— 177:icon_cool:, quien se la atribuyó a Luis XIV.
    La historia castigó a Voltaire, y una de sus frases más famosas y citadas «Desapruebo lo que usted dice, pero defendería hasta la muerte su derecho a decirlo», tiene exactamente el mismo origen que la de Luis XIV. Apareció por primera vez a principios del siglo XX en un texto de S. G. Tallentyre, seudónimo de Evelyn Beatrice Hall. En su libro Los amigos de Voltaire, cuenta que Claude-Adrien Helvétius (1715-1771) vio condenado y quemado un libro suyo, Del espíritu, por el mero hecho de que en él atacaba todas las formas de moralidad basadas en la religión. Voltaire declaró que el libro era un lugar común, oscuro y estaba lleno de errores. Después, cuando llegaron a Voltaire las noticias de la quema de la obra, expresó su sorpresa por el lío montado con el asunto, y entonces, escribe Hall, «su actitud era "Desapruebo lo que usted dice, pero defendería hasta la muerte su derecho a decirlo"». Es decir, Hall no pretendía citar una frase histórica de Voltaire, sino resumir su postura en una frase de su propia cosecha. Sin embargo, pasó como tal «volterianismo» a la historia.


    «Si he visto más lejos, ha sido porque me he apoyado en espaldas de gigantes.» Esta frase de Isaac Newton (1643-1727) ha sido considerada siempre una muestra de la humildad del científico, pero en primer lugar no es suya y en segundo no muestra su humildad. Newton mantenía un contencioso con Robert Hooke (1635-1703), científico que contaba entre sus logros el enunciado de la ley de la elasticidad o el haber demostrado que la materia en general se expande cuando se calienta. A estos logros Hooke quería añadir la invención del telescopio reflector, cosa que Newton no estaba dispuesto a consentir, puesto que se consideraba su creador (y, de hecho, hoy en día estos telescopios se conocen como newtonianos). En una carta, Newton incluyó la frase sabiendo que correspondía a la Anatomía de la melancolía, de Robert Burton
    (1577-1640): «Los pigmeos colocados sobre hombros de gigantes ven más lejos que los gigantes mismos». Resultaba que Hooke era un hombre muy bajo, por lo que la intención de Newton era claramente venenosa.
    Pero tampoco Burton era autor de la frase. A comienzos del siglo XII el filósofo Bernard de Chartres la usó, y parece ser que se remonta a muchos siglos atrás.


    En un discurso de 1863 Lincoln utilizó una expresión que ha sido citada innumerables veces: «Gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo». Pero Lincoln no fue el primero en utilizar esta frase. En 1382, el teólogo inglés John Wycliffe (1330-1384) escribió: «Esta Biblia es para el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo». En 1830 Daniel Webster (1782-1852), político norteamericano, escribió: «El gobierno del pueblo, hecho para el pueblo, hecho por el pueblo y responsable ante el pueblo». En 1850 un teólogo, Theodore Parker (1810-1860), publicó un artículo antiesclavista en el que definía a la democracia como «gobierno de todo el pueblo, por todo el pueblo, para todo el pueblo».


    Hay varios casos de ateos o agnósticos de los que se cuenta que en el lecho de muerte se arrepintieron de su descreencia: algunos de estos conversos de última hora serían el filósofo Voltaire, Thomas Paine (1737-1809), escritor y político angloamericano autor de Derechos del hombre y La era de la razón (conocido también como «el Voltaire inglés»); el político estadounidense Robert G. Ingersoll (1833-1899) apodado El gran agnóstico, y el autor de la teoría de la evolución de las especies Charles Darwin (1809-1882). De los tres primeros hay testigos presenciales que niegan tal conversión. En el caso de Darwin se difundió la leyenda de que en su lecho de muerte dijo: «Cómo querría no haber expresado mi teoría de la evolución, tal como hice».
    El invento comenzó poco después de su muerte. La viuda del almirante sir James Hope, evangelista hasta la médula y por tanto contraria a la teoría de que el hombre desciende del mono, aseguró a un grupo de estudiantes en el Northfield Seminary, de Massachusetts, que tuvo el privilegio de visitar a Darwin en sus últimas horas y lo encontró leyendo la Biblia, en concreto la epístola a los Hebreos. Fue entonces cuando Darwin, según la viuda, le expresó su arrepentimiento. La cosa no quedó ahí, sino que Darwin habría incluso preguntado por la posibilidad de reunir a unas cuantas personas para «hablarles de Jesucristo y su salvación, encontrándose en un estado en el que estaba saboreando con impaciencia la celestial anticipación de la felicidad». Pero la hija de Darwin, Henrietta, negó incluso que la señora Hope hubiera estado de visita ni durante la última ni durante ninguna enfermedad de Darwin. En contra de las esperanzas de la señora Hope, el científico estuvo cada vez más alejado de la religión y nunca renunció a sus postulados científicos. Menos aún lo iba a hacer al final de su vida, cuando tras una larga batalla la idea de la evolución de las especies era generalmente aceptada y la expresión «supervivencia del más fuerte» había traspasado las fronteras científicas para convertirse en un lugar común del habla y el pensamiento. Pero la intención de la frase es la de «supervivencia del más apto», no del más fuerte, y la frase no es original de Charles Darwin, sino del filósofo y sociólogo inglés Herbert Spencer (1820-1903). Darwin admitió que «supervivencia del más apto» era más expresiva que su «selección natural»
     
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    Un hombre es expulsado de Arabia Saudí por ser demasiado guapo
    Omar Borkan Al Gala es fotógrafo de moda y poeta. Y también, demasiado guapo para las autoridades de Arabia Saudí. Por ello, la policía religiosa, denominada «Comisión para la promoción de la virtud y la prevención del vicio», lo detuvo cuando montaba el stand de un festival cultural de Riad junto a otros dos hombres. Los tres fueron expulsados de Arabia por ser «irresistibles para las mujeres».
    Estos tres delegados culturales de Abu Dhabi fueron reportados a su país de origen. Aunque posteriormente se negó la expulsión.
    El incidente se produjo con la policía religiosa, pero por otro motivo. Aparentemente uno de los agentes entró en el reciento molestado por la presencia de una cantante, Aryam, que aseguró respetar las costumbres del país y que, por lo tanto, no tenía intención ni de cantar ni de hacer ningún tipo de actuación.
    El portal de noticias islámicas Islawmix aseguraba que no se lo expulsó aunque sí se le pidió que dejara de «bailar inapropiadamente» ya que se encontraba en el área familiar del festival cultural.
    http://www.opinion.com.bo/opinion/articulos/2013/1226/noticias.php?id=115479
     
  9. guaxa

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    Los cuatro ataúdes que escondían los nazis
    El acontecimiento, tan desconocido todavía hoy, es uno de los hallazgos más sorprendentes de la Historia, y de la Segunda Guerra Mundial en particular. Sucedió el 27 de abril de 1945, cuando la gran conflagración mundial tornaba ya a su fin. Las tropas estadounidenses batían entonces los campos de Turingia, bombardeados sin piedad por los Aliados. Atravesada por el bosque del mismo nombre, en el epicentro geográfico de Alemania, Turingia iba a convertirse en el escenario de un increíble episodio. Los efectivos de la Sección de Armamentos buscaban con ahínco depósitos de municiones escondidos por los nazis. Avanzaban impacientes por los más de veinte kilómetros de galerías oscuras de la salina de Bernterode en busca de su objetivo, cuando se toparon finalmente con el codiciado botín: 360.000 toneladas métricas de municiones.

    Pero semejante trofeo de guerra no era nada comparado con el que poco después iban a descubrir sin proponérselo. Los soldados debieron de sentirse como topos al explorar las profundidades del terreno sembrado previamente con las huellas de sus botas. A más de quinientos metros bajo tierra, hallaron una pared recién enlucida de mortero, que escondía un pasadizo secreto.

    El oficial ordenó que abriesen un túnel de dos metros de largo a través de la mampostería para acceder a un habitáculo donde había numerosas tapicerías y brocados, junto a preciosas banderas prusianas. Fue entonces cuando los primeros soldados repararon atónitos en la presencia de cuatro ataúdes, en cuyas tapas alguien había escrito con lápiz rojo y de forma apresurada el contenido de los mismos, como si se tratase de una vulgar mercancía.

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    ¿Qué escondían en realidad esos cuatro catafalcos? Ni más ni menos que los restos mortales de tres de los militares más laureados de toda Alemania: el rey Federico Guillermo I (1688-1740), padre y organizador del ejército prusiano; el rey Federico el Grande (1712-1786), hijo del anterior, y el mariscal Paul von Hindenburg (1847-1934), ex presidente de la República de Weimar. El cuarto ataúd contenía los restos de frau Von Hindenburg, esposa del mariscal.

    Sólo tres semanas antes, los nazis, por expreso deseo de Hitler, habían ocultado aquellos restos para mantenerlos escondidos hasta que tuviesen ocasión de exaltar con ellos una nueva generación alemana dispuesta a nuevas conquistas bélicas.

    El inesperado descubrimiento se convirtió enseguida en un problema embarazoso. Al fin y al cabo, a estos célebres personajes no se les podía dar sepultura en cualquier lugar. El asunto se sometió a la deliberación del Departamento de Estado, en Washington. Transcurrió un año entero, hasta abril de 1946, antes de que las autoridades estadounidenses dispusieran que a los restos debía tributárseles un entierro decoroso. A los Hindenburg se les destinó al principio la zona inglesa, cerca de Hannover, donde el mariscal había expresado que le sepultasen junto con su esposa. Hitler, haciendo caso omiso a tal deseo, ordenó que enterrasen a Hindenburg en un ostentoso monumento conmemorativo en el campo de batalla de Tannenberg, en la Prusia Oriental.
    Los preparativos se llevaron a cabo con el más estricto sigilo. El general Lucius Clay advirtió con severidad a los oficiales encargados que todas las gestiones debían considerarse como secreto de guerra, asignándoles el nombre de Operation Bodysnatch (Operación Mudacuerpos).

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    Ataúd de Federico el Grande en Bernterode.

    Tras denodados esfuerzos, los oficiales hallaron finalmente un lugar para la sepultura en el que todos estuvieron de acuerdo: la iglesia de Santa Isabel, en Marburgo mismo, muy cerca del lugar donde los restos de los cuatro personajes habían permanecido desde que se extrajeron de la salina. Iniciada su construcción en 1235, el templo había servido durante siglos para enterrar a los príncipes de aquella región y no había sufrido daños considerables durante la guerra. Eligieron dos lugares separados: uno para los dos reyes, bajo el piso del crucero del norte, y otro para los Hindenburg, en la base de la torre norte de la iglesia.

    Los ataúdes se llevaron en secreto hasta las tumbas. Para impedir que los alemanes fanáticos robasen los restos, los sepulcros se sellaron con una plancha de acero y una capa de hormigón, sobre las cuales se colocaron enormes losas de arenisca de dos toneladas de peso. Un picapedrero trabajó toda una noche con su cincel y su martillo inscribiendo en las lápidas los nombres de los difuntos, con sus fechas de nacimiento y muerte.

    Sólo los dos reyes prusianos fueron trasladados, en agosto de 1991, al palacio de Sanssoni, en Potsdam, cerca de Berlín, donde Federico el Grande quiso ser enterrado. Los Hindenburg permanecen aún hoy en la iglesia de Santa Isabel. Descansen en paz.

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    FUNERALES DISTINTOS

    Los funerales se celebraron por separado. Primero tuvo lugar el de los dos reyes. El príncipe heredero Guillermo declinó la invitación, alegando que había llegado a una edad avanzada en la que los funerales le causaban gran abatimiento. Pero la princesa Cecilia y otros tres Hohenzollern sí asistieron. Los presentes se reunieron en la oficina del gobierno militar de Marburgo y luego se dirigieron a la iglesia en automóviles.

    Al cabo de dos días, tuvieron lugar las exequias de los Hindenburg. Oscar von Hindenburg, su esposa, sus dos hijas y su hermana llevaban trajes de luto, tan severos y lúgubres como si sus padres acabasen de morir. Oscar rehusó el vehículo oficial que le ofrecieron, aduciendo que por respeto a los difuntos, él y su familia se trasladarían a pie hasta la iglesia. Se cumplían casi dieciséis meses desde que los soldados norteamericanos habían descubierto los ataúdes en la salina.
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  10. guaxa

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    "Hitler en Los Ángeles”: cómo una red de ciudadanos espías desmanteló un plan nazi para exterminar judíos en Hollywood antes de la Segunda Guerra Mundial

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    Simpatizantes del nazismo celebraron el cumpleaños de Adolf Hitler en la Casa Alemana en Los Ángeles en 1935.

    Es una de sus facetas menos conocidas, pero Los Ángeles fue durante un tiempo la ciudad más importante de Estados Unidos para los nazis.

    Eran los comienzos de la década del 30 y el régimen de Adolf Hitler en Alemania tenía los ojos puestos en la glamurosa ciudad californiana.

    La compleja trama que se desarrolló desde entonces hasta el final de la Segunda Guerra Mundial es propia de una película de espías y estrategas.

    El profesor de Historia en la Universidad del Sur de California Steven Ross nos ayuda a desentrañarla.

    Nido de extremistas
    California se suele considerar el estado más liberal de Estados Unidos. Y por ello llama más la atención que pudiera haber sido nido de nazis y fascistas.

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    El autor Steven Ross es profesor de Historia en la Universidad del Sur de California

    Pero lo era, subraya el profesor Ross, autor del libro Hitler in Los Angeles: How Jews Foiled Nazi Plots Against Hollywood and America ("Hitler en Los Ángeles: cómo los judíos desmantelaron complots nazis contra Hollywood y Estados Unidos").

    "Los Ángeles se convirtió en punto central de nazis y fascistas", dice Ross, y explica por qué:

    "Los puertos de Nueva York estaban estrechamente vigilados a comienzos de los años 30. El alcalde de la ciudad Fiorello La Guardia, que era medio italiano medio judío, se propuso no permitir que llegaran nazis a la ciudad mientras él fuera alcalde", indica el académico.

    De hecho, los nacionalistas blancos se referían despectivamente a Nueva York como "Jew York". Los nazis decidieron entonces utilizar el puerto de Los Ángeles para introducir propaganda, dinero y órdenes secretas.

    Otra razón para explicar el interés nazi por Los Ángeles era que tanto Hitler como su ministro de Propaganda, Joseph Goebbels, consideraban que Hollywood era la máquina propagandística más grande del mundo.

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    Joseph Goebbels instó al cónsul alemán Georg Gyssling a que se asegurara de que ninguna película de Hollywood hablara mal del nazismo ni de Alemania.

    "Si querían ganarse a la opinión pública y evitar que la gente se pusiera en contra del régimen, tenían que asegurar que Hollywood no produjera ni una sola película antinazi o anti-Hitler", cuenta el profesor.

    "Y para garantizar esto, en 1933 mandaron a Los Ángeles al cónsul alemán Georg Gyssling, quien fue muy exitoso en su trabajo".

    Amenaza económica e infiltración en los estudios
    El cónsul Gyssling tenía como arma el artículo 15 de la ley de importación alemana que decía que, si algún país producía alguna película denigrante para Alemania, se podía prohibir su difusión en el mercado alemán.

    Esta era una seria amenaza ya que el mercado alemán en aquel momento era el segundo más importante de Europa después del británico.

    "Los estudios intentaron cooperar con Gyssling todo lo que pudieron porque pensaban que Hitler no iba a durar mucho en el poder", expone Ross.

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    El régimen de Adolf Hitler quería controlar la industria cinematográfica de Hollywood para utilizarla como máquina propagandística

    Por otro lado, miembros de grupos nazis empezaron a introducirse en los grandes estudios de cine, algo que los directivos ignoraban hasta que Leon Lewis, de quien hablaremos más adelante, se lo contó.

    Conspiración para matar
    Además de infiltrarse en los grandes estudios de cine, Ross sostiene que los nazis organizaron complots para matar judíos en Hollywood y el sur de California.

    "Las tramas más serias fueron dos: una en 1935-36 y la otra al año siguiente, en 1937", detalla.

    "En la primera, la idea era colgar a 20 figuras del cine y la política en Los Ángeles. Después de colgarlos y matarlos, los iban a acribillar a balazos como muestra de su rechazo a los judíos. El propósito era desencadenar una serie de matanzas de judíos por todo el país".

    "Un año más tarde", continúa Ross, "un fascista británico ideó un plan para colgar a 24 productores, guionistas y actores famosos, entre ellos dos que no eran judíos pero eran afines: Charles Chaplin y James Cagney".

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    El actor Charlie Chaplin era uno de los objetivos de los grupos nazis presentes en el sur de California en los años 30

    Ambas operaciones fueron desmanteladas gracias a Leon Lewis y su grupo de ciudadanos espías, que se infiltraron en los dos grupos y lograron frenar los planes.

    ¿Quién era Leon Lewis?
    Lewis era un judío procedente del medio oeste de Estados Unidos que estudió derecho en la Universidad de Chicago. Cuando terminó la carrera, se convirtió en secretario ejecutivo fundador de la Liga Antidifamación (ADL, por su sigla en inglés).

    Era 1913 y el trabajo de Lewis consistía en monitorear situaciones de antisemitismo en todo el país.

    "Lewis era un hombre muy modesto y nadie se podía imaginar que terminaría convirtiéndose en cerebro de una red de espías", comenta Ross.

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    Leon Lewis recibió de manos de la Legión Americana el premio al Americanismo el 15 de junio de 1939.

    Lewis combatió en la Primera Guerra Mundial y a su regreso retomó el trabajo en la Liga con la intención de expandir su alcance al extranjero.

    "En 1921, ningún estadounidense seguía el ascenso de Hitler en Alemania más de cerca que Leon Lewis, era su trabajo", agrega el profesor.

    Años después, Lewis se trasladó a Los Ángeles para retomar su trabajo de abogado, pero cuando los nazis tuvieron su primera reunión pública en julio de 1933, sintió que era el momento de que los grupos de judíos pasaran a la acción.

    Red de espías
    Como exmilitar, Lewis pertenecía a la Asociación de Veteranos Discapacitados y empezó a asistir a sus reuniones. Allí reclutó a cuatro veteranos y sus esposas que aceptaron infiltrarse en grupos nazis y darle la información a él.

    "Lewis pensó que los espías recopilarían datos, recogerían pruebas de complots nazis y les darían la información a las autoridades (policía, sheriff, FBI) para que se encargaran del asunto", relata Ross.

    Sin embargo, para su sorpresa, Lewis no recibió apoyo de las autoridades. Cuando destaparon el primer complot, Lewis acudió al jefe de policía de Los Ángeles y se lo contó.

    A los dos minutos de la explicación, el jefe de policía lo detuvo y dijo: "No lo entiendes, los nazis están haciendo lo que tienen que hacer para proteger a Alemania de los judíos. El verdadero problema de Los Ángeles no son los nazis o fascistas sino los comunistas de Boyle Heights", que era un barrio judío.

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    El profesor Steven Ross investigó la cuestión de la presencia nazi en Hollywood durante seis años

    Con el alguacil le pasó lo mismo y en la oficina del FBI le dijeron que, sin órdenes del Departamento de Justicia, no tenían autoridad para investigar nada.

    Por eso Lewis siguió con la operación de espionaje hasta el final de la guerra: en total estuvo involucrado desde 1933 hasta 1945.

    Apoyo de los estudios
    La misión de Lewis no era barata y, a principios de 1934, se dio cuenta de que se estaba quedando sin dinero. Había dejado la abogacía y le estaba pagando un pequeño estipendio a sus espías, además de los gastos.

    Fue entonces cuando acudió a los directivos de los grandes estudios para pedirles respaldo financiero.

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    El alemán Hermann Schwinn (derecha) fue uno de los líderes de las tramas para matar judíos en el sur de California

    Mantuvieron una reunión secreta en marzo de 1934 en un club de Los Ángeles en la que Lewis expuso lo que estaban haciendo los nazis y cómo estaban metidos en sus estudios.

    El abogado consiguió varios cientos de miles de dólares al año, en el equivalente al dinero actual, y eso le permitió continuar con su operación.

    Paralelismo con el presente
    Los espías que se unieron a su misión eran veteranos y sus familias.

    "Lo interesante es que cuando Lewis acudió a ellos, la mayoría de los espías eran cristianos, con pocas excepciones", recuerda Ross. "Los soldados que reclutó habían luchado por su país y creían que, si eras estadounidense, no importaba que fueras judío, irlandés, negro, católico o lo que fuera".

    "Pensaban que era antiestadounidense que los nazis llegaran a este país con amenazas y dijeran qué grupos estaban bien y cuáles no".

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    La ciudad universitaria de Berkeley, California, se ha convertido este año en escenario de choques entre extremistas de derecha y antifascistas.

    Para el profesor de la Universidad del Sur de California, existe cierto paralelismo entre esa reacción y lo que está pasando en la actualidad en EE.UU.

    "Los estadounidenses de ahora se enfrentan a la misma cuestión que los de los años 30: ¿qué hacer cuando los grupos de odio salen de la clandestinidad y las autoridades gubernamentales parecen complacientes o cómplices?

    "La respuesta es sencilla: cada ciudadano se tiene que mantener vigilante. Si el gobierno se va a mantener al margen y no va a hacer nada, nos corresponde a nosotros alzar la voz, actuar y proteger a otros estadounidenses".

    Para Ross, eso es lo que hizo Lewis con su grupo de espías y con su acción evitó grandes tragedias.
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  11. miosotis

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    origen_ajedrez.jpg Nadie sabe con exactitud de donde proviene este juego tan antiguo y con muchas versiones sobre su posible origen, hay juegos de índole parecidos en la China, India, Japón y hasta en tumbas Egipcias, inclusive hay aquellos que dicen que podría provenir de una cultura no terrestre por su complejidad y al mismo tiempo por las diferentes estrategias que se puede conseguir en un aparentemente “simple juego” de mesa.





    De todas las hipótesis sobre el origen de este juego hay una que sobresale que es muy conocida, pero aquí lo público por si algunos no la han escuchado ni leído.

    Un rey hindú se hallaba sumergido en la depresión por la pérdida de su único hijo el príncipe, al parecer este se había sacrificado logrando así la victoria de su ejército en la batalla. Pero tan dura pérdida del rey hizo que este perdiera la alegría de vivir.

    Un día un hombre apareció en el palacio (en algunas versiones se dice que era uno de sus sirvientes llamado Sisa) pidiendo una audiencia con el rey, al perecer quería darle un regalo. Cuando el brahmán estuvo frente al rey le mostro un tablero cuadrado, dividido en 64 casillas alternadas entre negras y blancas. Sobre este tablero había dos grupos de piezas diferenciadas por el color que eran negras y blancas, cada pieza tenía sus propias reglas y movimientos que en conjunto formaba un poderoso pequeño ejército. El rey comprendió mirando el juego como el rey siendo la pieza más importante depende muchas veces del sacrificio de las otras piezas pues es también la más limitada.

    Poco a poco el juego fue entusiasmando al Rey volviéndose experto en el no encontrando rival que le venciera, logrando así superar la pérdida de su hijo. Mas en una partida vio el mismo como la posición de sus piezas representaba fielmente la batalla en que perdió a su hijo, y entendió que para lograr la victoria era necesaria la perdida de una pieza poderosa, es ahí que reconoció el sacrificio que había hecho su hijo y la importancia de un rey para su pueblo, el rey agradecido por todo esto le ofreció al brahmán darle lo que le pidiese.

    Este quiso darle otra lección al rey y pidió 1 grano de trigo por la primera casilla, 2 por la segunda casilla, 4 por la tercera y así doblando la cantidad hasta completar las 64 casillas. El rey pensó que era un modesto pedido ya que según su estimación no pasaría de un saco de trigo, sin embargo al hacer el cálculo la cantidad que correspondía al brahmán era de 18.446.744.073.709.551.615 granos de trigo, en otras palabras ni aunque cultivaran toda la superficie de la India podrían conseguir tal cantidad incluso ni aunque cultivaran todos los continentes de la tierra. Fue tal vez una forma de decir que el juego del ajedrez no tiene precio


    La imagen que se muestra fue encontrada en la red, tiene sus propios autores y/o dueños, solo se ha colocado como información y guía del tema que se está tratando.
    http://www.historiasperdidaseneltiempo.com/2013/02/leyenda-el-origen-del-ajedrez.html
     
  12. guaxa

    guaxa

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    Muchas gracias por compartir esta historia mio, granito a granito...jejeej:okey:
     
  13. guaxa

    guaxa

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    ¿Sabías qué Alfonso XIII intentó salvar al zar Nicolás II?

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    España se mantuvo neutral durante la Gran Guerra y este hecho le dejó las manos libres a Alfonso XIII para interceder por ambos bandos. En febrero de 1917, la Revolución Rusa obligó a abdicar a Nicolás II. El destino del zar era incierto y, en un primer momento, fue trasladado a la ciudad de Toblosk, donde se alojó en el palacio del gobernador. El zar siempre confió en que las monarquías europeas le rescataran, tanto a él como a su familia. Sin embargo, Gran Bretaña y Alemania no aceptaron acoger a la familia imperial por miedo a una reacción revolucionaria en sus propios países. La única monarquía del Viejo Continente que inició gestiones para salvar a Nicolás II fue España.

    Alfonso XIII se entrevistó con el nuevo embajador del gobierno provisional ruso, Nekliudov, pero cuando este cayó meses más tarde y tomaron el poder los bolcheviques, la suerte del emperador se hizo cada vez más precaria. El 30 de abril de 1918 la familia real fue trasladada a Ekaterimburgo y asesinada el 17 de julio. El hecho fue ocultado a la opinión pública y Alfonso XIII, ignorante del fatal desenlace, prosiguió con sus esfuerzos. Tras la negativa de Gran Bretaña y Alemania, se dirigió a las monarquías de Suecia y Noruega, pero tampoco esa tentativa llegó a buen puerto.

    Hay documentos del ministerio de Exteriores francés que atestiguan que el 2 de agosto de 1918 Alfonso XIII seguía en sus trece, e incluso en septiembre hubo reuniones entre Fernando Gómez Contreras, en representación de España, y un ministro de Lenin, que le hizo creer que estarían dispuestos a entregar al zar a España a cambio de que nuestro país reconociera oficialmente al gobierno soviético, algo que no ocurriría hasta la Segunda República.
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  14. guaxa

    guaxa

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    La amarga historia del azúcar

    La crème brûlée (crema quemada) tiene varios padres. Uno de ellos es el cocinero francés François Massialot (1660-1733), quien, en su libro de cocina Nouveau cuisinier royal et bourgeois (Nueva cocina real y burguesa), publicado en 1691, la describe como una base de yema de huevo, leche y con una pizca de harina. El secreto, sin embargo, es otro ingrediente: «Es necesario echar bastante azúcar encima, aparte del azúcar que se echa dentro: se coge la paleta del fuego, al rojo vivo, y a la vez se quema con ella la crema a fin de que coja un hermoso color oro». El libro de Massialot —traducido al inglés en 1702 y reeditado posteriormente en muchas ediciones— también describe enormes «pirámides de dulces», un postre obligatorio en los banquetes del siglo XVIII, la gran época del azúcar. Es el tiempo, además, en que se ponen de moda las primeras cafeterías, los primeros salones de té y las primeras chocolaterías, bebidas que siempre debían acompañarse con un azucarero bien repleto de este dulce manjar. También es el período en que se popularizan, o inventan, diferentes bebidas cuya elaboración depende del azúcar: oporto, coñac, champán...

    La historia del azúcar, sin embargo, es negra y amarga. Comienza en Nueva Guinea, hacia el 8000 a.C., desde donde su cultivo se extendió rápidamente al sur de China, Indonesia y la India. Más tárele, los conquistadores y comerciantes musulmanes lo exportaron a Oriente Próximo, y desde allí a Europa, confirmando un viejo refrán: «El azúcar siguió al Corán» Hacia el año 1000 d.C., el azúcar era para los europeos una mercancía tan costosa como la canela! el clavo o cualquier otra especia. Los primeros europeos que intentaron abaratar el coste del azúcar fueron los Portugueses, coincidiendo con su descubrimiento de las islas atlánticas: Madeira, las Azores Santo Tome y Cabo Verde, hacia finales del siglo XV.

    No es casualidad que el tráfico de esclavos africanos coincida también con la industria de azúcar portugués. No es casualidad tampoco que ambos negocios, el del azúcar y el de los esclavos, alcanzase su apogeo en el siglo XVIII. Aunque la mano de obra de los esclavos africanos fue empleada en la producción de otros bienes como el cacao, el tabaco, el algodón, el café y el añil, la principal causa de la trata de esclavos fue la gran afición por el azúcar en Europa. De ellos, aproximadamente 8 millones en el siglo XVIII.

    Además de vidas humanas, la producción de azúcar requería enormes cantidades de árboles como combustible. Primero, para la extracción de una solución concentrada de sacarosa mediante ebullición de la caña de azúcar y luego refinarla a base de enfriarla y calentarla repetidas veces. De hecho, el azúcar llegó a América después de la deforestación de Oriente Próximo, Europa y las islas del Atlántico. Sólo las interminables reservas de bosques en el Nuevo Mundo aseguraron una producción constante de azúcar. Gracias a este devastador negocio, el azúcar, un auténtico lujo en la Edad Media (su precio era igual o superior al de las especias, como la pimienta y la canela), revolucionó el paladar europeo.