La del alto de Ibardin es una frontera animada, comercial. Desde ella se comprende bien la costa atlántica, que en ese punto cambia brúscamente de dirección, poniéndose perpendicular al oleaje y al viento, con sorprendentes y en ocasiones funestas consecuencias para los seres humanos. Desde este alto se aprecia el comienzo de la llanura, salpicada con el blanco de las poblaciones de Ciboure, San Juan de Luz, Biarritz, Bayona... Más allá, difuminada por la bruma, la auténticamente llana y arenosa extensión de Las Landas. En primer término, se observan los bosques de explotación habituales en cualquiero otro lugar de la Cordillera Cantábrica, a la que todavía corresponde ese alto: Chamaecyparis lawsoniana, y un Pinus que no identifico.
Sí, ya estuve en Ibardin, pero no tuve ocasión de hacer todo lo que me habría gustado. Además esa frontera está fuertemente saturada de contradicciones (culturales, políticas y geográficas), que resultan desconcertantes, si lo que uno pretende es "hacerse una idea" del lugar. En la frontera se encuentran y chocan las convenciones de la cultura francesa con las de la cultura española, resultando algunos sinsentidos interesantes para quien guste de estas observaciones.
Qué tema apasionante! Todo lo que me falta aprender! Gracias @Correo Volver y @Arboretum17 Los leo con mucha atención porque tratan temas que no tenía ninguna idea formada.
Hay cierta complejidad en el asunto pues consiste en una creación de un mito que debe satisfacer, no solamente a la clase media a la que va dirigido en lo económico, sino también satisfacer estéticamente a los artistas que han de darle realidad (arquitectos, jardineros, cineastas, músicos, o compositores de ópera). Algo verdaderamente truculento, divertido y totalmente artificial. Para ejemplificarlo me apoyaré en este edificio que nació con el nombre de "Andulucia", y que hoy es propiedad... del estado español en calidad de residencia del cónsul: https://www.baskulture.com/article/...e-consul-despagne-la-villa-les-escaletes-2594 Desde este lado de la frontera resulta divertidídimo el empeño de hacer de esta parte de la costa de Francia una nueva Andalucía, si consideramos que tiene aproximadamente el mismo clima que cualquier lugar del Cantábrico, que para la cultura española (identica y simétricamente artificial), es cualquier cosa menos un sitio al que ir a tomar el sol. Desde el lado francés fueron Merimé, y con él Bizet, los primeros en no amilanarse y "solucionar" el problema, casando al navarro José con la gitana Carmen, y creando con esa unión imposible una tragedia de éxito. Maurice Ravel, que nació en Ciboure (o Ziburu), junto a San Juan de Luz, hizo también su importantísima aportación a la españolización del lugar, si bien él no se atrevió con el folclore vasco al que se supone correspondía. De lo "vasco" se encargaron eficazmente los arquitectos, que supongo encontraron en la dicotomía vasco-andaluza una prolongación perfectamente asumible del eclecticismo del XIX. Pocos se han sustraído a hacerse eco del "buen tiempo" del sur de la costa atlántica francesa, como en el cine hicieron Eric Rohmer en su "Rayo verde", o Nicole García en su "Place Vendome". Las que no saben nada de estereotipos artificiales son las plantas, aunque en muchas ocasiones deben adaptarse a ellos. En las villas de inspiración andaluza de Biarritz crecen: los cipreses, quintaesencia de la mediterraneidad; las palmeras canarias, que en la cultura española son sinónimo de un exotismo genérico de ultramar; las cicas, las yucas... Algunos ejemplos que pronto desaparecerán de la red, en cuanto dejen de estar a la venta:
Pues es muy curioso. Pudieron haber recuperado y exaltado todo lo anterior al s. XVI en esa zona en lugar de utilizar esos recursos tan artificiosos.
No son recursos artificiosos, sino que se ha llegado paulatinamente a ese estado de cosas. De la misma manera que en este lado de la frontera tenemos que cargar con las aspiraciones de un país eminentemente seco, que sueña con bosques umbríos y prados verdes. El motor de todo ello es, en última instancia, un rentabilísimo turismo al que se alimenta con esas fantasías. Consideremos lo artificioso de ese otro mito que conocemos como Brasil, en el que tan intensamente trabajó la sociedad brasileña en el siglo XX (los músicos son legión; ¿y qué decir de la extraordinaria aportación de Burle Marx por lo que a paisajismo se refiere?; o de la soprendente de Oscar Niemeyer, ahora imitada por muchos países africanos con capitales nuevas...). Brasil se nos ha vendido como un "país tropical", pero lo chocante en compararlo con los otros países vecinos igualmente "tropicales", como Colombia, Perú, Ecuador, Bolivia, Venezuela... Que no tuvieron tanto acierto en su promoción.
Entiendo lo que dices. Tengo que decir que no observo las aspiraciones de bosques umbríos y prados verdes a mi alrededor. Donde hay bosque, las personas suelen desear luz y sequedad. Donde hay matorral, las personas suelen ver sólo malezas, y no se sueña con arboledas sino con largos días de sol y playa. Una excepción a todo esto pueden ser los campos de golf en el árido sur de las islas como la de Tenerife. Y curiosamente es un paisaje para deleite de visitantes ingleses y alemanes.
