Un etrusco sostiene un espejo (1976), de Pistoletto. El saludo romano se convierte en otro asunto por mor de la modificación de la circunstancia. En esta obra se superponen: el arte clásico; el barroco, con sus juegos especulares; la más próxima en el tiempo voluntad de que el título de la obra modifique su tenor...
Duna económica/ Maqueta sin calidad, instalación de Daniel Steegmann (2011). Una manera inefable de expresar un sentimiento inefable:
Caja de nubes (1966), de Peter Alexander. Lástima que no fuera creado en 1850; en 1966 ya sólo podía ser un objeto kitsch:
Un coloso (bautizado con el término mastaba) formado con barriles brent de petróleo crudo, que flota en un lago del centro de Londres (201, del artista Christo. Creo que lo ideal habría sido haberlos llenado de crudo, y haberlos mantenido en ese lugar hasta su completa destrucción por corrosión. Es decir, haber dejado un inmenso montón de mierda contaminante en el centro de Londres. Eso me gusta suponer que era la íntima intención última del búlgaro, o al menos la impresión que deseaba causar en los paseantes. Pero el imperio tomó el asunto por donde no le molestaba, y la prensa habló en términos de prestigioso arte antiguo (mastaba); rememoró lugares remotos en el tiempo, exóticos, (Mesopotamia); se llenó la boca con nombres ampulosos (Hyde Park), dejando de mencionar la guerra de Irak (donde se encontraba Mesopotamia), la contaminación, y en definitiva, ese montón de problemas simbolizados en este montón de barriles (que no han dicho tampoco que son de brent, de petróleo crudo). Christo era listo, pero no cabe duda de que el imperio lo es más.
La propia radicalidad del arte contemporáneo hace difícil encontrarlo en internet. Los artistas no tienen tiempo de aplicar términos lingüísticos (con los que funciona la red) a sus obras. Las encontramos tirando de los hilos de Ariadna en este laberinto: el hilo de una galería, el hilo de un autor, de una generación, de una exposición colectiva...
HOLA, ESPERO PODER ESTAR MAS SEGUIDO, BUENA SALUD AMIGOS CONTEMPORANEOS... Se considera arte contemporáneo aquel que se ha producido en nuestros días, pero falta por definir cuando son “nuestros días” nosotros vamos a considerar que el arte contemporáneo abarca desde el finales del siglo XIX hasta la actualidad. Durante este periodo, se han desarrollado una infinidad de corrientes artísticas, como es imposible tratarlas todas, en este artículo vamos a realizar una pequeña introducción a cada una de ellas.
Artist Magazine es una revista taiwanesa de arte que no discrimina entre un arte contemporáneo y otro. Solamente tiene que ser exhibido públicamente, y ya es susceptible de contar con un artículo en la revista: Página de un volumen de la revista, de 1975, dedicado a Wyeth, en la que aparece su pintura Fence Line (1967). Aquí una reproducción de la pintura, más próxima al original:
Escultura de Jorge Oteiza, quizá de cobre, quizá perteneciente a la serie realizada con tizas. A las esculturas de Oteiza les suele faltar ser hechas en materiales adecuados y ser construidas en tamaños adecuados. Cuando así sucede, como, por ejemplo, en la estela limítrofe entre España y Francia, o en esta belleza, el resultado es de notable interés.
Un día de estos encontré en video en TikTok de una mujer que se promocionaba como docente en arte, y comenzó diciendo que se encontraba tomando un café en Nueva York, en el vestíbulo de un edificio de Renzo Piano, y que estaba allí para hablar de la Capilla Sixtina... Esta mujer estaba haciendo uso del glamur, de la admiración que despierta lo que nos ha llegado en alas de la fama, pero que no conocemos presencialmente; de aquello a lo que se refería Cicerón cuando decía "omne ignotum pro magnifico". Pero eso no es el arte. O no es todo el arte. Hay otra faceta del arte, que se aprecia en la intimidad, y que, al menos en mi caso, es cambiante: en ocasiones me consuela y emociona Shostakovich, y en muchos otros momentos no me apetece, no me dice nada, e incluso me produce rechazo. Pero los momentos más sublimes son aquellos en los que creo haber comprendido el sentido de una obra, como si de una adivinanza se tratara. Un sentido que me parece válido a mí, aunque su autor nunca pensara en ello. No me cabe la menor duda de que el arte, para mí, no es algo en sí mismo, sino un producto de su combinación con mis emociones, con mis intereses, y con mi propia creatividad.