Toda la belleza que podemos alcanzar

Estos días fotografío un "manantial" que desagua unos terrenos industriales abandonados. Esta temporada lo veo a diario porque me pilla de camino al trabajo. Considerar su interés, e incluso su belleza, es tarea que me ocupa desde siempre. Es lo que nos toca a quienes vivimos en este entorno industrial, o mejor, post-industrial. Con esa agua de muy dudosa procedencia regamos nuestra huerta y quizá de ella lleguemos a beber. Eso es convivir con esta realidad tal y como es.

Todo esto es uno de los motivos por los que gusta el director de cine Andrei Tarkovsky, y más concretamente su película Stalker, cuyo rodaje terminó por costarle la vida a él y a uno de los actores, debido a la reacción alérgica que les provocó rodar en las inmediaciones de un río fuertemente contaminado. Pero quedó la bella película y su inmersión en toda esa degradación, de la que supo sacar una inopinada belleza estética.

Mi aportación, por supuesto, es mucho más sencilla. El ruido de fondo no es el del chorro de agua, sino el de una planta de generación de oxígeno y nitrógeno que hay detrás de mí:

 

Otra fuente antrópica: Los depósitos urbanos de suministro de agua potable rezuman. Esa agua es recogida por particulares para regar las huertas urbanas:

 

Acceso a un solar dedicado a huertas urbanas:

 

Hierba verdaderamente rozagante; extraña en tan fortísima pendiente. El origen de tal esplendor podría ser un manantial, pero no lo es: la pendiente se desplaza, y al hacerlo rompe las canalizaciones de aguas residuales, que vierten su contenido saturado de fertilizante. No puede haber lozanía mayor:

 

Fraxinus excelsior, Robinia pseudoacacia, Buddleia davidii y otras plantas, creciendo en los intersticios y los márgenes de un antiguo pavimento industrial:

 

Curiosa partitura improvisada. Canarios (Serinus canaria) en los cables de telefonía.

 

Y además cantan; son notas sonoras: algo nunca visto.

 

Hoy el paso por la puerta de las huertas estaba estorbado por varios objetos atractivos de fotografiar. La tarde, de cielos anubarrados y brillantes, permitía obtener fotografías interesantes:

 

Pinchando en la imagen se accede a una pequeña secuencia del fluir del agua salobre del río Galindo durante la bajamar. Una circunstancia dura, en la que a las personas sólo se nos concede habitar los intersticios de los procesos industriales. Pero al menos no es pretendidamente respetuoso con el medio ambiente. Es de agradecer la ausencia de ese hipócrita fingimiento, tan de moda.

 

Hola pus te podría poner montones de fotos de mi zona que son para llorar .El humo interne te vive para cosas sublimes como arreglar la ida al planeta dominando naves y esas cosa pero para tirar la basura en el contenedor correspondiente o ir al eco parque eso es para pobretones su espíritu esta en cosas más elevadas .
Un saludo

 

Este hilo versa sobre lo bueno que tiene lo (aparentemente) malo, tácitamente en oposición a lo malo que tiene lo (aparentemente) bueno.

 

El mar de las Sirtes:



El mar imaginario de Julien Gracq
me sirve como evocación poética para mirar esa realidad marginal con otros ojos.

 

No es sencillo convivir con nuestra propia basura. Me tomó decenas de años soportar la de mi entorno industrial. Pero es ineludible tomar conciencia de que existe y adoptar una actitud frente a ella, siendo que esa actitud puede ser la de los políticos demagogos, que desean ocultarla bajo un poco de hierba, o llevarla a la trasera de la casa, por donde casi no pasa nadie. También puede reconocerse que somos así, y que tenemos que aceptar convivir con ella sin maquillar:

 

Imagino que la basura y su problemática son una cuestión meramente moderna, uno de los resultados malditos de la modernidad. Diría que el progreso trajo la basura, que esta nunca existió en el pasado.

 

La basura ha existido siempre, pero antes era más rápidamente degradada, pues consistía en telas de lino y algodón, cerámica, madera y otros restos vegetales, restos animales, y ceniza a espuertas.

En el pueblo, cuando yo era niño, las calles estaban estradas de toxos (Ulex europaeus). Caminábamos sobre una blanda y espinosa cama de toxos, bajo la cual estaba la tierra. Allí terminaban los excrementos del ganado y las aguas de las viviendas que no terminaban en la cuadra o el patio, que también estaban estrados. Después, toda esa materia, ya descompuesta, pasaba a las huertas. Era un ciclo que no salía de lo doméstico, y que era perfectamente sostenible y medioambientalmente respetuoso (perdón por las palabrotas, que se volvieron obscenas después de pasar por la boca de los politicos), aunque también era medieval, primitivo, miserable. Una miseria que se ha querido ocultar bajo el maquillaje de la tecnología. Sin ese maridaje nadie habría aceptado el ahorro, el reciclaje, el compostaje, y otras prácticas propias de épocas de penuria.