Andando por las calles suelo encontrar especímenes extraños, únicos en toda la ciudad, que justamente por desconocidos llaman mi atención. No son árboles implantados por la Municipalidad, sino por los propietarios de las viviendas aledañas que en ocasiones los traen de sus pueblos natales, como una forma de recordar aquellos lejanos parajes de proveniencia. El árbol crece, los acompaña y recrea de alguna medida el pago ancestral. Esa debe haber sido la nostalgia que impulsó a científicos italianos a plantar en las alturas de Laikacota, La Paz, Bolivia, un olivo del mediterráneo. O a los alemanes pinos europeos en las sierras de Córdoba. O a los vascos diseminar por el mundo el Gernikako Aritza ... Bueno pero volvamos al tema y veamos las fotos de esto que parece una acacia de hojas menudas, que como aquella paloma de Alberti a la que cantara Serrat, se equivocó y florece en otoño, ya no en primavera. Tan confundida como ajena al entorno.