A partir de un millón de habitantes las ciudades colapsan sobre sí mismas, convirtíendose en desiertos estériles en los que los seres humanos debemos cambiar nuestra dieta de omnívora a antropófaga. Las manzanas antiguas se colmatan, convirtiéndose en madrigueras insalubres ventiladas a patios de luces. Las urbanizaciones con jardín, piscina, socorrista, seguridad, tienen unos estatutos draconianos y un mantenimiento insostenible para el bolsillo de una persona corriente. Los pocos jardines públicos sirven exclusivamente para solaz visual y para que los perros meen. En este contexto las huertas urbanas son una alternativa necesaria a la voracidad del mercado y la crueldad y estulticia de una sociedad dócil a las riendas.
Se habla mucho de sostenibilidad, pero siempre haciendo referencia a las arcas de la administración pública. Pero la economía doméstica necesita también ser sostenible, y una pequeña huerta puede procurar lo necesario a cuatro personas, por lo que a verduras se refiere. Con eso se consigue consumir productos sin tratamientos desconocidos; y permite mantenerse independiente de un mercado que periódicamente pone por las nubes ciertos productos...
En una sociedad de castas tener una huerta es sinónimo de bajeza. El ideal social es la infografía del proyectista, con sus pavimentos inmaculados, sus consumidores desubicados pero felices, sus coches caros, sus árboles estériles chupachups... Y esos ideales se reflejan en los proyectos urbanísticos, en los que no está previsto nada que no sea guay. Algunos municipos de Navarra probaron a sustituir sus praderas sintéticas de Un mundo feliz por huertas administradas con unas reglas de comunidad... Pero desgraciadamente sometidas al pago de agua corriente y al pago de una renta... Es decir: auf wiedersehen, sostenibilidad económica doméstica!
Últimamente se hizo campaña por parte de algunos medios de comunicación, de lo malísimo que resulta comer lo cultivado sobre suelos contaminados. Un hilo de este foro permitió averiguar que, incluso en los peores casos, la toxicidad de lo cultivado resulta muy reducida. Y en todo caso, lo producido en las huertas urbanas puede estar libre de los tratamientos insecticidas industriales que el mercado nos impone consumir.
El control de algunas plagas se establece mucho mejor con un mantenimiento pormenorizado doméstico que con uno profesional. Lo profesional se mide en horas de trabajo, costes indirectos, etc., mientras que lo doméstico permanece al margen de estas consideraciones económicas. Además resulta mucho más constante y eficaz. Los predios abandonados son un foco de propagación de Cortaderia shellowiana, mientras que aquellos dedicados a huertas urbanas permanecen libres de la plaga... Salvo que los usuarios encuentren la planta atractiva. Este sería un aspecto negativo, igual que el cultivo de Arundo donax para creación de estructuras de soporte de las trepadoras, vallas, sombrajos, etc. Sin embargo, la tolerancia a la coexistencia de numerosas especies en los vallados de las huertas autoconstruidas, hacen de esta actividad humana una de las más favorables para la biodiversidad.