Buenas tardes. Cada día me sorprende mas el poder de recuperación y de adaptación que tiene la naturaleza. Resulta que se han dado cuenta que en la zona de Chernobyl, donde hay unos niveles de radiación muy altos, de que a día de hoy hay arboles, plantas y animales que se han adaptado a esos niveles altísimos de radiación. Esto demuestra el porque la naturaleza tiene ese gran poder de recuperación. atraerlos.
Para quienes "andamos" con plantas, se nos presentan muchas ocasiones para hacernos esa reflexión. De veras que admira. Salvo casos catastróficos(1), la naturaleza tiende a la vida y muchas veces lo logra. Miremos no más las adaptaciones a los diversos agentes, frío, calor, humedad, luminosidad, tipos de suelo, etc. El que contás, de Chernobyl (1), fue catastrófico y sin embargo queda fuera ese "salvo". ______________ No sé por qué tus mensajes me aparecen con letras grises. Será que vos ¿les imprimís ese color? ______________ Saludos.
La existencia de emisores de fuerte radiacion ionizante es algo relativamente nuevo en la naturaleza. Una buena oportunidad para observar sus efectos... Si es que el poder permite que nos llegue esa información. Mucho cuidado porque los intereses del Estado son fortísimos.
Pues ya que habéis sacado el tema a colación, yo encuentro dificultad en leer letras gris claro en mi pequeño smartphone.
Con el tema de los accidentes nucleares debemos pensar con el mayor sentido común porque no tenemos datos, y los que nos facilitan no son fiables. Es algo nuevo y que además se mantiene oculto por interés. En primer lugar, hay que considerar lo que fue el accidente de Chernobyl. Probablemente algo similar a la quema de aquella montaña de neumáticos en Madrid: una emisión de cenizas de mayor o menor dimensión. Se trata, por tanto, de un depósito de pequeñas partículas sobre todo lo que estuviera a la intemperie; especialmente hojas de plantas. Como algo así no sucede todos los días, tenemos que atenernos a los testimonios. Si podemos tenerlos de primera mano, mejor. Así, en Three Miles Island ( https://www.fairewinds.org/nuclear-energy-education/if-a-tree-falls-in-the-forest), los árboles reaccionaron así el primer año: "... In the spring following the accident, our walnut trees did not produce any leaves and there were no walnuts..." (... en la primavera siguiente al accidente, nuestros nogales no echaron hojas y no hubo nueces...) Yo tengo el testimonio de una rumana a quien conozco en persona, que vivía entonces cerca de la frontera con Ucrania: durante no sé cuantas temporadas siguientes (¿una, dos?) no hubo cosecha en su huerta. Y en el entorno de Chernobil nos cuentan que algunos árboles se pusieron marrones. Esos son los efectos inmediatos de las particulas sobre las plantas. Pero con las lluvias esas partículas pasan al suelo, en el que se subsumen. Entonces dejan de ser detectables por medidores, pues se interpone la tierra (por eso en Fukushima dicen que ya no se mide radiación desde los vuelos sobre la zona ¡Qué cinismo!). Dependiendo del régimen de lluvias, las partículas podrán ser arrastradas o no a las corrientes de agua, y las que lo sean terminarán en el lodo de los ríos y en los mares. Chernobil no fue, por tanto, un incendio devastador del que la naturaleza se ha recuperado, sino algo más sutil y difícil de evaluar. Por lo visto los efectos inmediatos más evidentes apenas duraron uno o dos años, y muchas plantas se libraron de daños mayores gracias a que perdieron sus hojas.
El tristísimo accidente de Fukushima promovió en su momento que internet se conviertiera en un hervidero de particulares y profesionales (de la medicina, de la ingeniería...) que lucharon contra la insalvable muralla de la desinformación. Yo he leído excelentes, soberbios artículos que me pusieron en evidencia el compromiso y el deseo de saber de la gente, incluida la más formada y con mayor capacidad de análisis. Gracias a esos artículos muchos pudimos hacernos una idea de lo que estaba sucediendo, y de lo que había sucedido en Chernobil y otros accidentes relacionados con la radiactividad. Es un asunto que no es que sea complejo, sino que requiere sentarse y considerarlo, pues no existen precedentes. Es como freír un huevo: tiene que haber una primera vez. Hay dos conceptos a considerar: el de la radiación ionizante y el de la contaminación radiactiva. La radiación ionizante es la emisión de partículas muy energéticas desde el núcleo de los átomos radiactivos, que chocan con el ADN de nuestras células, pudiendo provocar su muerte o su mutación. Esto lo sufre alguien que sobrevuela una zona radiactiva, alguien que recibe radioterapia, quien visita Chernobil, o lo sufren las plantas cuando se depositan sobre ellas las cenizas radiactivas. Esto es lo que consideré en la entrada anterior. Pero después hay que considerar la contaminación radiactiva, que es la incorporación de las partículas radiactivas a nuestro entorno inmediato y a nuestro organismo. Uno de los mayores problemas es que entren en contacto íntimo y permanente con nuestro cuerpo. Porque una dosis de radioterapia te deja hecho una piltrafa, pero cuando cesa, cesa. Pero la contaminación radiactiva supone que ese material pasa, por ejemplo, al interior de mi organismo, donde sigue emitiendo partículas permanentemente. En las plantas entiendo que el problema puede ser menor, pues las raíces no absorben más que aquellas moleculas que necesitan, quedando fuera el uranio, el plutonio, el americio... Aún así, no solamente existen isótopos de esos elementos, sino que pueden existir también isótopos de elementos como el estroncio, que tiene una capacidad de combinación similar al calcio y de hecho lo sustituye, o el tritio (hidrógeno radiactivo), que sí van a formar parte de compuestos que la planta asimilará. En el caso de los animales es peor, porque a través del polvo, el agua y los alimentos, esas partículas sí acceden a nuestro interior través de la respiración y por el tracto digestivo. Esta es el aspecto que tocaría considerar y observar ahora en Chernobyl.