El Cuenta Cuentos

Tema en 'Comunidad de Infojardín' comenzado por EvaPatry, 31/8/07.

  1. LaEli100

    LaEli100

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    Argentina
    aca les traido una historia de terror! espero que les guste....

    LA CASA DE LOS MUERTOS!

    Cuando era pequeña con hermana y mis padres nos fuimos al campo en una casa que no sabemos muy bien de quien era. Segun los del lugar era de una familia muy humilde. Cuando entramos la casa parecia una cueva, oscura.
    Empezamos a ver las habitaciones de arriba y con mi hermana descubrimos una puerta que estaba con llave. Pensamos que por algo estaba cerrada asi que nos alejamos, despues miramos para un costado y vimos un pasillo muy oscuro que lo alumbraba solo una pequeña luz en la pared.
    Nos acercamos pero teniamos demasiado miedo como para continuar solas, asi que llamamos a nuestros padres que pasaron con mucha facilidad.
    Papá habia descubierto una luz mas brillante, asi que pasamos a ver las habitaciones. Decidimos que mi hermana y yo dormiriamos juntas.
    A la noche nos despedimos de nuestros padres y subimos para ir a nuestro cuarto, nos tomamos muy fuerte de las manos y corrimos muy muy rapido!!! de repente en medio del camino senti que algo me toco el hombro y me detuve, mientras mi hermana seguia corriendo. Me quede paralizada mirando hacia el cuarto cerrado como si algo me sujetara la cabeza. Mi hermana me tomo de la mano y me llevo al cuarto gritando:- Vamos, Vamos ¿que te pasa?
    voltee a mirarla y le dije:- Ha..ha.. me quede muda. A la madrugada senti un ruido, me levante y mi hermana se desperto. Fuimos a ver y nos dimos cuenta de que el ruido venia de el cuarto cerrado el cual estaba abierto:sorprendido: entramos con mas miedo que curiosidad. Cuando vimos que no habia nada salimos, pero de pronto los platos de aquel mueble comenzaron a saltar y a romperse! de un momento a otro las meceedora se comenzo a mover y a mover hasta que se volco! salimos mas que rapido de alli y fuimos con nuestros padres. Ellos no nos creyeron pero insistimos hasta que fueron a ver, al entrar un grito horrible inundo la casa y de las paredes salia sangre, de pronto se corto la luz y bajamos. Nunca mas volvimos alli!
     
  2. Ya he venido querida Benemi,precioso y cierto Gracias por recordarme...

    LAS ALMOHADAS


    Durante mucho tiempo se creyó que las almohadas eran el simple producto de una leyenda propalada por los pastores de la alta montaña.

    Ellos afirmaban que no era sino sentarse a la sombra de un sietecueros de flores moradas y tocar la quena con amor para que empezaran a aparecer. Se entremezclaban con las mansas ovejas y con ellas pastoreaban la loma comiendo grama tierna y amarillas flores de retama.

    Nadie nunca había cogido una viva para demostrar la verdad, pues las almohadas que viven en libertad son extraordinariamente tímidas. La silenciosa montaña hace que el más leve ruido sea inmediatamente detectado: dejan de comer, levantan medio cuerpo y miran atentamente en todas direcciones. A la menor señal de peligro se escabullen veloces buscando los tupidos matorrales del páramo.

    El primero que amansó una almohada fue Desiderito Palma, un pastor de Miraflores. Fue por la época en que conoció a Adrianita Pérez, una muchacha delgadita, de ojos negros y pelo largo, que sembraba rosas y claveles en un cuadrito de tierra al lado de un robledal.

    Desiderito la conoció un domingo en el mercado cuando ella bajó al pueblo a vender flores y él a vender lana. Ese día por la tarde ya estaba enamorado y desde entonces se pasaba las horas en la montaña cuidando sus ovejas y tocando la quena, inventándose melodías de amor para la bella que le había robado el corazón.

    Estando debajo del sietecueros de flores moradas le pasó lo que les pasaba a los pastores enamorados: las almohadas silvestres salieron tímidamente a triscar revueltas con las ovejas. Cuando al domingo siguiente lo contó en el pueblo, se rieron de él diciéndole que lo que pasaba era que estaba tan enamorado que veía visiones. Adrianita se ruborizó, pero dijo que sí le creía, pues ya empezaba a descubrir que ese amor era verdadero y que Desiderito no mentía.

    Él volvió a la montaña con su rebaño y se dio cuenta de que entre más grande era el amor que sentía, más linda salía la música de su quena, menos flores amarillas de retama comían las almohadas y más se acercaban a escucharlo.

    Con el transcurrir de los días hubo una que se aproximó despacito, con el mullido cuerpo levantado y apoyada únicamente en sus cuatro puntas blancas, llegando paso a paso, como pensando cada movimiento, dejando por un instante la pata en el aire, indecisa, pero por fin arriesgándose.

    Durante horas y horas escuchaba la música sin dejarse tocar, hasta que llegó el día en que se acercó ronroneando y se acomodó detrás de su cabeza invitándolo a recostarse en ella. Fue un agradable descubrimiento reposar en una almohada mullida que endulzaba el corazón cuando el pastor pensaba en Adrianita.

    Desiderito sabía que la almohada lo escuchaba cuando le contaba los progresos de su amor.

    Una mañana llegó especialmente feliz a decirle que por fin se iban a casar y por lo tanto ella era libre de volver al páramo con las demás almohadas. Por primera vez en tanto tiempo el mullido animalito de monte habló para decirle que si la libertad era escoger, su decisión estaba tomada: se iba con él, como su primer regalo de bodas.

    Esa misma tarde la gente se convenció de que el cuento del pastor no era la invención mágica de un enamorado: la almohada silvestre llegó caminando como otra de sus ovejas, dispuesta a compartir también el amor.

    Sobra decir lo felices que fueron los recién casados compartiendo lo poco que tenían, pero que por ser grande el querer, parecía mucho. Dulces sueños después del amor soñaron, abrazados sobre la tierna almohada que desde entonces, alimentándose de ternura, no volvió a necesitar las amarillas flores de retama.


    Celso Román - Colombia
     
  3. Biénvenida LaEli100 al cuénta cuéntos :beso: :beso: :beso:

    Que miedo :sorprendido: :sorprendido: :11risotada: :11risotada:
     
  4. benemi

    benemi ...mar adentro

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    Hola :smile: espero que no me odien por este relato :mrgreen: :11risotada:

    VENGANZA MASCULINA

    Nunca había entendido porque las necesidades sexuales de los hombres y las mujeres son tan diferentes entre sí. Nunca había entendido todo eso de Marte y Venus. Y nunca había entendido por que los hombres piensan con la "cabeza"y las mujeres con el "corazón".
    Una noche, la semana pasada, mi mujer y yo nos íbamos a la cama. Bueno, empezamos a acariciarnos con el inevitable y picarón toqueteo mutuo. Yo ya estaba en mi punto, listo para la acción .Y es en ese preciso momento en que me dice: "Mira ... ahora no tengo ganas mi amor, tan solo quiero que me abraces...". (qué putada, no me jodas!!)

    Yo dije: "¿QUE?" Así que me dijo las palabras mágicas: "No sabes conectarte con mis necesidades emocionales como mujer".
    Al final, asumí resignadamente que esa noche no iba a tener "fiesta", así que me dormí como tienda de campaña.
    A los días fuimos de compras a El Corte Inglés al centro comercial. Yo la miraba mientras élla se probaba tres carísimos modelitos de vestidos en Saks Fifth Avenue. Como no podía decidirse por uno u otro, le dije que se llevara los tres.
    Entonces, emocionadísima y motivada por mis comprensivas palabras me dijo que necesitaba unos zapatos Kenneth Cole que hicieran juego, que costaban 200 euros el par, con que le conteste que me parecía perfecto.
    Luego pasamos por la joyería, de donde salió con unos pendientes de diamantes Tiffany. ¡Estaba tan emocionada! Yo creo que pensó que yo me había vuelto loco, pero de todas maneras no le importó mucho, que digamos.
    Pienso que me estaba poniendo a prueba cuando me pidió un carísimo estuche de pinturas Elizabeth Arden de primerísima línea. Bueno, me parece que rompí con todos sus esquemas mentales cuando también le dije nuevamente que sí.
    Ella a esa altura estaba casi excitada sexualmente después de todo esto...¡¡deberían haber visto su cara!!. Fue ahí cuando, con su mejor sonrisa, me dijo: "Ven mi amor, vamos a la caja a pagar"
    Me costó mucho aguantarme la risa cuando le dije: "No mi amor, creo que ahora no tengo ganas de comprar todo eso".
    De verdad, ojalá le hubieran visto su cara, se quedó pálida cuando le dije:
    "Tan sólo quiero que me abraces".
    En el momento en que su impresionante cara empezó a transformarse en pura furia y odio, simplemente anadí: "¡¡¡¡No sabes conectarte con mis necesidades financieras como hombre!!!!".
    Creo que no volveré a "tener fiesta" hasta mediados del 2009... pero...¡¡qué dulce el sabor de la venganza!!

    Ta'pronto:11risotada: :11risotada:
     
  5. benemi

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    Sientate... te voy contar un cuento.

    En el bosque se oyen trinos de mil aves.
    Las abejas van de flor en flor cargando dulzura y llevando amor.
    Las abejas llevan mensajes de una flor a otra y así nacen nuevas flores.

    Respiro profundo el aire fresco de la mañana. Oxígeno y mil perfumes purifican mis pulmones mientras transito un trayecto sin senda.

    Allá entre la hierba verde destaca una florcita azul.
    Me acerco a verla.

    La florcita tiene cuatro pétalos azules con una mancha negra en forma de lágrima en cada uno.
    Yo no sé de flores, no puedo decir cual es su nombre.

    -Florcita…¿Por qué tus pétalos tienen esa lágrima?
    -¿Por qué la brisa fuerte no te arranca?
    -¿Qué hablabas con esa abeja?
    -¿Cómo te llamas?

    Son muchas preguntas…

    -Las lágrimas son porque mi corazón alberga una pena.
    -Mi apariencia es frágil pero soy muy pero muy fuerte y ni la brisa ni las tormentas pueden conmigo.
    -Con aquella abeja hablaba de ti… le pedí un favor.
    -En cuanto a como me llamo… ya te lo diré.

    ¡¡¡Bsssssssssszzzz…Bsssssszzzzz!!!

    -Me ronda una abeja, florcita!!!!

    -No la espantes caminante. Ella es de la que te hablé… no te asustes y quédate quieto.

    ¡¡¡Bssssszzzzzz…Bsssssssszzzzzz!!!

    La abeja de posa en mis labios y deja caer una gotita de miel…luego se va…
    Paso mi lengua por el labio…

    -¡¡Mmmm...florcita, esta es la miel más dulce y rica que jamás he probado!!

    -Ayyy, caminante!!, no es miel sino un beso…
    Quise besarte y no podía. Le pedí a esa abeja que sacara de mi alma el beso y lo depositara en tus labios.

    El caminante se echa sobre la hierba y con sus dos manos sostiene los pétalos como si fuera una carita…

    -¿Puedo besarte…??

    Los pétalos comienzas a abrirse más y más…
    Luego de ese beso largo… largísimo…

    -¿Cómo te llamas florcita?

    -Soy Anticlea, un pensamiento… no me olvides.

    -Bueno, ¿eres un pensamiento o un nomeolvides?

    -Solo un pensamiento…
     
  6. benemi

    benemi ...mar adentro

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    Hola cuenenteros/as, hace mucho que no pasaba por aquí... os dejo un bonito relato:beso: :beso:

    Diario de una canción

    “Esta mañana arrojé el diario contra la pared. No estoy segura de por qué lo hice. Antes pensaba que los periódicos se centraban en las tragedias, pero ahora sé que lo único que les atrae es la violencia, que la muerte sin ella no interesa, por más que sea colectiva y te deje sola, que es la tragedia más grande que hay”. Así comenzaba el diario personal de Eriel, el que durante una década estuvo a la venta en una feria callejera de objetos usados, el que nadie compró al ojear sus primeras páginas y el que hace dos semanas fue adquirido por el Reina Sofía al conocer el contenido de todas las demás.

    Cabe puntualizar que las notas no eran registradas con fechas, pero dicho documento adquiere la categoría de diario, y no de libro de apuntes, porque Eriel, cada vez que escribía, señalaba si era un lunes, jueves o sábado; envolviendo una historia lineal en una secuencia circular de días de la semana. Sin embargo, por los datos registrados y las averiguaciones realizadas por la actual institución propietaria, se estima que las vivencias descritas transcurrieron entre 1974 y 1979.

    Un viernes en el que Eriel cayó en una de sus recurrentes depresiones, fue socorrida por un débil recuerdo extraído de su infancia, cuando sus padres le aplacaban sus ganas de ser mayor, cantándole:
    “Si de verdad quieres crecer y no envejecer
    nunca vayas deprisa ni tampoco lento
    el secreto es ir a la inversa del tiempo
    pero nunca deprisa ni tampoco lento
    sólo hay que ir a la velocidad del tiempo
    para así comenzar a crecer y no envejecer

    El que acelera el paso descubre la nostalgia
    el que se queda en el momento se queda
    mas el que decide crecer conservando al niño
    avanza hacia atrás recuperando su inicio
    y los recuerdos que traspasan el ombligo (bis)…”.

    Cuando era niña no le prestaba mucha atención a la letra, sólo se dejaba llevar por la melodía que la hacía sentir arropada por un hogar. Recordaba algo más que la voz cálida de sus padres, recordaba cada uno de los instrumentos que armonizaban la letra; y, envuelta en esas sensaciones, comenzó a sentirse bien, verdaderamente bien. Era como si el recuerdo pasara a ser un presente que la introducía en un espacio donde la tristeza y la rabia estaban prohibidas. No obstante, el hambre y luego el sueño la sacaron de su burbuja, pero la sonrisa se quedó en su rostro.

    A la mañana siguiente, Eriel se despertó con la firme idea de conseguir esa canción –cruzada que marcó el interés del museo por el diario–. Recorrió todas las discográficas de su ciudad sin éxito, y tampoco lo tuvo al preguntarle a sus amigos y conocidos. A raíz de eso, dejó su trabajo, cogió una mochila y recorrió todos los países hispanohablantes durante unos cuatro años.

    Debido al desconocimiento de los entendidos, y no entendidos, decidió preguntarle a cualquier desconocido si le sonaba esa canción (Eriel estaba segura de que no era una canción inventada por sus padres, porque recordaba con claridad la música, y ellos no sabían tocar ningún instrumento ni mucho menos componer). Así que Eriel ingenió muchas formas para llegar a la gente y otras tantas para conseguir financiación, que fueron narradas hasta la penúltima página del diario. Coordinó una serie de obras con el Teatro de los Andes para adentrarse en decenas de comunidades recónditas, convenció a Alberto Spinetta y a Mercedes Sosa para realizar actuaciones en varias ciudades y pueblos de Argentina… y montó un centenar de acciones con actores callejeros y músicos de 18 países. Pero ninguna persona le dio lo que buscaba.

    Al terminar su diario, en el lunes final, Eriel escribió: “Convencida de que yo era quien le había puesto instrumentos a esa canción familiar, decidí irme a cualquier parte. Estiré la mano y un autobús amarillo se detuvo. Había un asiento vacío junto a la ventana, al lado de un niño que llevaba un mandil con el nombre Gonzalo bordado en el pecho. El bus comenzó a moverse mientras yo no podía retener las lágrimas de impotencia, de fracaso. Traté de animarme para no llamar la atención y por manía comencé a tararear la melodía de mi canción. Y ese niño, Gonzalo, comenzó a cantar, y le siguió un joven canoso, y después un hombre muy arrugado que estaba delante, y siguieron todos los demás, hasta el chofer. Era hermoso escucharlos…
    El que acelera el paso descubre la nostalgia
    el que se queda en el momento se queda
    mas el que decide crecer conservando al niño
    avanza hacia atrás recuperando su inicio
    y los recuerdos que traspasan el ombligo

    Si de verdad quieres crecer y no envejecer
    recuerda que el juego es el principio de todo
    y recuerda que ser parte es el único modo
    pero es necesario que recuerdes ante todo
    que sin arrugas nunca encontrarás el modo
    de retomar las huellas para no envejecer…
    Y mientras los escuchaba, me di cuenta de que el bus avanzaba marcha atrás”.


    por Rafael R. Valcárcel
     
  7. Guilletas

    Guilletas Guillermo

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    :meparto:
    :meparto: :meparto: :meparto: :meparto:

    Buenisimo benemi!!!
     
  8. Mucho ha que no pasaba por aquí.

    Jopete Benemi :beso: :beso: :beso: que buénos los tres :11risotada: :11risotada: :11risotada:

    Biénvenido Guilletas :beso: :beso:

    EL CUENTO DE LOS CUENTOS



    Un día, que por cierto era el mismo día de la semana que es hoy, un muchacho igualito a ti, de tu misma edad, es más, ¿qué crees?, si cierro y abro rápidamente mis ojos y te veo , tal parece que tengo enfrente a "MATASIETE". ¡Aja!, ya te dije el nombre de este muchacho, sin que me lo preguntaras!!!.

    ¿Sabes?, cuando digo MATASIETE hago memoria y me acuerdo de las historias y aventuras que disfrutaba me contara mi Abuelito...

    Cierto día estaban volando muchas moscas, tantas que MATASIETE dijo: moscas y más moscas, ¿en donde está mi matamoscas?, no lo veo, a lo mejor está por ese rincón, o detrás de este mueble, ¡ya sé!, está en el jardín, inmediatamente voy por él...

    ¡Aquí está, por fin!. Je, je, je, ahora sí moscas horrorosas, van a ver quien soy yo. Y cuando se pararon sobre una mesa pow Pensó que había hecho algo muy importante, así es que fue por un cinturón que tenía una gran hebilla y le escribió con letras de color rojo la palabra les dio con el matamoscas. MATASIETE se sintió muy orgulloso al ver que de un solo golpe había matado siete moscas.

    Cuando salió a jugar a la calle, toda la gente podía leer lo que había escrito, empezándose a imaginar que MATASIETE quería decir que acabó con siete Dragones, o que luchó con siete Gigantes, o cosas semejantes, así que todos dijeron: ¡que muchacho tan valiente!.

    Pues bien, un cierto día, MATASIETE y sus amigos estaban jugando fútbol y escucharon un ruido que jamás habían escuchado: zumbaba el aire y se movían los árboles y la tierra temblaba un poco.

    Juanito y Guliver estaban más que asustados y por eso, MATASIETE les dijo: ¡seguramente es un dragón, hay que tener mucho cuidado!.

    Pero no se preocupen, ahorita mismo le doy su merecido. MATASIETE jamás pensó que realmente fuera un dragón. Se fue caminando hacia los árboles que no cesaban de moverse, recogió dos palos y con ellos golpeó y golpeó las ramas que podía alcanzar dando de brincos, haciendo mucho ruido y gritando: Tenga esto y esto, también esto señor dragón, Pum, Pam, Pom.

    MATASIETE jamás pensó que realmente fuera un dragón. Se fue caminando hacia los árboles que no cesaban de moverse, recogió dos palos y con ellos golpeó y golpeó las ramas que podía alcanzar dando de brincos, haciendo mucho ruido y gritando: Tenga esto y esto, también esto señor dragón, Pum, Pam, Pom.

    MATASIETE jamás pensó que realmente fuera un dragón. Se fue caminando hacia los árboles que no cesaban de moverse, recogió dos palos y con ellos golpeó y golpeó las ramas que podía alcanzar dando de brincos, haciendo mucho ruido y gritando: Tenga esto y esto, también esto señor dragón, Pum, Pam, Pom.

    MATASIETE se cansó y gritó: este es el último golpe. Y dicho y hecho, le pegó por última vez al árbol y arrojó los palos bien lejos, hacia una barranca. Se dio la vuelta para regresar y... ¡Auch!, dijo una voz ronca que se escuchó desde esa barranca, ¿quién me pegó?, ¿Quién está por ahí? MATASIETE se puso pálido, no podía moverse y tartamudeando dijo: s, so, soy, soy, m, ma, mat, matt, matta, matttas, MATASIETE.

    ¿MATASIETE?, que nombre tan raro, jamás había escuchado semejante nombre. Yo soy el Dragón Turulato.

    MATASIETE dejó de tener miedo y se tranquilizó porque el dragón, lo había saludado y como estaba muy contento, Turulato se puso a dar de brincos de un lado para el otro.

    Raúl Camacho - México
     
  9. LA TRISTEZA Y LA FURIA


    En un reino encantado donde los hombres nunca pueden llegar, o quizás donde los hombres transitan eternamente sin darse cuenta… En un reino mágico, donde las cosas no tangibles, se vuelven concretas… Había una vez un estanque maravilloso. Era una laguna de agua cristalina y pura donde nadaban peces de todos los colores existentes y donde todas las tonalidades del verde se reflejaban permanentemente… Hasta ese estanque mágico y transparente se acercaron a bañarse haciéndose mutua compañía, la tristeza y la furia. Las dos se quitaron sus vestimentas y desnudas las dos, entraron al estanque.

    La furia, apurada (como siempre está la furia), urgida -sin saber por qué- se baño rápidamente y más rápidamente aún, salió del agua. Pero la furia es ciega, o por lo menos, no distingue claramente la realidad, así que, desnuda y apurada, se puso, al salir, la primera ropa que encontró… Y sucedió que esa ropa no era la suya, sino la de la tristeza… Y así vestida de tristeza, la furia se fue.

    Muy calma, y muy serena, dispuesta como siempre a quedarse en el lugar donde está, la tristeza terminó su baño y sin ningún apuro (o mejor dicho sin conciencia del paso del tiempo), con pereza y lentamente, salió del estanque. En la orilla se encontró con que su ropa ya no estaba. Como todos sabemos, si hay algo que a la tristeza no le gusta, es quedar al desnudo, así que se puso la única ropa que había junto al estanque, la ropa de la furia.

    Cuentan que desde entonces, muchas veces uno se encuentra con la furia, ciega, cruel, terrible y enfadada, pero si nos damos el tiempo de mirar bien, encontramos que esta furia que vemos, es sólo un disfraz, y que detrás del disfraz de la furia, en realidad está escondida la tristeza.

    ambrosia
     
  10. TOCOTOC EL CARTERO ENAMORADO


    Desde muy temprano, Tocotoc, el cartero de Cataplún, sale a repartir las cartas y los paquetes por todo el pueblo. En un morral grande y resistente Tocotoc lleva los mensajes y regalos que amigos y familiares de otros pueblos envían a los cataplunenses.

    A las siete de la mañana Tocotoc da unos golpecitos en la primera casa de su recorrido que suele ser la de Kupka, el zapatero.

    – Toc-toc-toc...

    – ¿Quién es? –dice el zapatero.

    – Soy yo, Tocotoc. Te traigo una carta de tu hija Tris. Viene desde Achix.

    – La estaba esperando desde hace varios días. Gracias, Tocotoc –dice Kupka, abriendo la puerta–. Oye, ¿me acompañas a desayunar? Tengo pan recién salido del horno.

    – Gracias, amigo, pero voy de paso.

    El recorrido continúa por la casa de Lino, el pintor. De allí, Tocotoc pasa a la casa de Alba, que tiene un gallinero. Luego siguen Dubi, que prepara los jugos de frutas más deliciosos de la región, Santi, el entrenador de fútbol; Sebastián, el carpintero, y Plicploc, el plomero. Así, de casa en casa, Tocotoc va entregando el correo que tanto esperan sus paisanos. ¡Qué felicidad sienten ellos al recibir las cartas que Tocotoc les entrega! y siempre, cuando el cartero toca a la puerta, es bienvenido y todos en Cataplún tienen gran amistad con él.

    A Tocotoc le gusta mucho ser cartero. Además de poder visitar todos los días a sus amigos, le encanta examinar cada sobre con atención. Le divierte ver los dibujos y los colores de las estampillas y sobre todo tratar de leer en voz alta los nombres de los pueblos lejanos como Ylikiiminki, de donde le envían recetas de helados a Hummmm; Xicoténcatl, donde Choclos tiene una prima; Al-Hanakiyah, donde viven los tíos de Soad la tejedora, o Rarotunga, la isla donde vive Masomenos, un antiguo profesor de Cataplún.

    Pero Tocotoc no fue siempre un cartero feliz. Hubo una época en la cual a pesar de lo mucho que le gustaba repartir cartas, no podía evitar sentirse cada día más triste. La causa de tanto pesar era que él, el propio cartero de Cataplún, no tenía nadie que le escribiera una carta y no tenía tampoco a quién escribirle. Tocotoc no podía evitar un hondo suspiro cada vez que entregaba una carta y, a pesar de ser amigo de todos en el pueblo, se sentía descartado.

    En todo su recorrido por las casas de Cataplún sólo había un momento en que Tocotoc se sentía verdaderamente feliz. Era cuando llegaba el turno de entregarle las cartas a María, la costurera.

    – "¡Qué linda es esa costurerita! –pensaba el cartero y se peinaba y se subía las medias antes de tocar a su puerta.

    Toc-toc-toc...

    – ¿Quién es? –preguntaba María.

    – Soy yo, Tocotoc, y te traigo una carta de Nina la costurera de Ravapindi –respondía el cartero, con las mejillas todas rojas y el corazón que se le explotaba.

    La costurera, que era muy trabajadora, nunca tenía tiempo para charlas con Tocotoc y apenas si se despedía. El cartero, por su parte, era tan tímido que no se atrevía a decirle que estaba enamorado de ella.

    Una noche, mientras ordenaba las cartas que debía repartir al día siguiente, Tocotoc tuvo una idea que le iluminó el rostro con una gran sonrisa: "Voy a escribirle una carta a María. Le diré lo que siento por ella sin que sepa que soy yo". Y así fue como por primera vez en su vida, el cartero de Cataplún escribió una carta.

    Hola, María: Espero que cuando abras este sobre estés contenta y no te hayas pinchado ningún dedito con la aguja de coser. Tú no me conoces, pero yo sí a ti y yo te quiero mucho.

    Tú me encantas, Mari. Tus ojitos son como dos limones y tus mejillas como dos bellas manzanas. Tu nariz de frijolito es muy graciosa y tus labios parecen dos pétalos de rosa. Cuando veo un sacacorchos me acuerdo alegremente de tus cachumbos y por las mañanas, la miel del desayuno me trae a la memoria el color de tu pelito. María, eres una niña muy bella, yo te quiero mucho.

    Tocotoc dobló el papel y lo metió en el sobre junto con una florcita silvestre.

    Al día siguiente Tocotoc salió a repartir sus cartas silbando de alegría pero al llegar frente a la puerta de María se puso muy nervioso.

    Toc-toc-toc...

    – ¿Quién es? –preguntó María.

    – So-soy yo, Tocotoc. Té tra-traigo u-una carta.

    – ¿De dónde viene? ¿De quién es? –dijo María emocionada al abrir la puerta.

    – No, no sé –dijo Tocotoc con las mejillas todas rojas y el corazón que se le explotaba.

    – Bueno, hasta luego Tocotoc –respondió la costurera sin siquiera mirar al cartero.

    Al día siguiente, cuando Tocotoc volvió a la casa de María para llevarle una revista, ella ya estaba esperándolo en la puerta desde mucho antes.

    – Buenas, Tocotoc, ¿qué cartas me traes hoy? –preguntó impaciente la costurera.

    – Buenas, María –dijo Tocotoc con emoción–. Te traigo una revista que viene de Ivigtut.

    – Y... ¿nada más?

    – No. Nada más –dijo Tocotoc.

    – ¿No me traes otra carta como la de ayer? –preguntó María muy curiosa.

    – No, María, nada más –dijo el cartero ordenando su morral con aire despreocupado.

    – Bueno, hasta luego, Tocotoc –dijo María decepcionada.

    Tocotoc se dio cuenta de que su carta había tocado el corazón de la costurera y como no quería que ella estuviera triste repartió rápido las cartas que le quedaban y se fue a su casa a escribir otra carta para María.

    Hola, María: Ojalá te haya gustado mi primera carta. Te escribo nuevamente porque siento deseos de hablar contigo. Cómo me gustaría charlar contigo un ratico.

    A mí me encanta pasear por el bosque, pero solo no me gusta ir, si tú me acompañas, ¡qué feliz sería yo!

    Me gusta mucho cocinar pollo con cebolla y papas, pero me da pereza hacerlo para mí solo si tú quisieras comer conmigo ¡qué feliz sería yo!

    Me gusta jugar a las escondidas, pero no tengo con quién jugar, si tú quisieras jugar conmigo, qué feliz sería yo.

    Tocotoc dobló el papel y lo metió el sobre junto con una florcita silvestre, como la primera vez.

    Al día siguiente María estaba en el balcón de su casa esperando a Tocotoc desde muy temprano.

    – ¡Hola, Tocotoc! ¿Qué carta me traes hoy? –preguntó la costurera apenas vio aparecer a Tocotoc en su calle.

    – ¡Hola, María! –dijo el cartero, un poco más tranquilo que los otros días–. Te traigo estas revistas y... una carta.

    – ¿Una carta? ¿De quién? –dijo María, quitándole el sobre de las manos al cartero.

    – No lo sé –dijo Tocotoc risueño.

    – ¡Oh! ¡Qué bueno! ¡Hasta luego, querido Tocotoc! –dijo María casi cantando. Tocotoc también quedó muy contento por el resto del día.

    Desde entonces el cartero empezó a escribir una hermosa carta de amor a María todas las noches. La costurera recibía el correo feliz y Tocotoc, al ver que sus cartas eran tan bien acogidas, escribía y escribía y escribía cada vez cartas más bellas.

    Los días fueron pasando y Tocotoc quería confesarle su amor a María. Quería pasear y conversar con ella. Cada vez que le entregaba una carta y María preguntaba: "¿de quién es?", él siempre estaba a punto de contestar: "mía".

    Pero Tocotoc era tímido y pensaba que la costurera nunca lo iba a querer como quería a sus cartas. María cada día se conformaba menos con sus cartas y deseaba conocer la persona que escribía aquellas frases tan hermosas. Su curiosidad empezó a crecer y a crecer...

    Un día Tocotoc dejó la casa de María para el final de su recorrido, pues había decidido hablarle a la costurera. Pensó pedirle a María que le hiciera una nueva chaqueta de cartero, así tendría la oportunidad de estar más tiempo con ella.

    Al llegar a la casa de María, Tocotoc se peinó, estiró sus medias y tomó aire queriendo darse fuerzas. Después de entregar la carta a la costurera, le dijo:

    – María, quisiera que tú me hicieras una nueva chaqueta de cartero.

    – ¡Claro, Tocotoc! Te la haré con mucho gusto. Sigue y te tomo las medidas –respondió María muy atenta.

    En el taller Tocotoc se quitó su vieja chaqueta de cartero y María empezó a tomarle las medidas.

    – Manga: 63 cm, talle 55 cm, cintura 87 cm –iba diciendo y anotando la costurera.

    – Oye, Tocotoc, ¿por casualidad tú no sabes quién me envía esas cartas que me traes todos los días? –preguntó de repente María.

    – Pues, es que... no, la verdad... yo no sé –respondió Tocotoc, tan nervioso que hasta le temblaban las piernas.

    – Está bien ¡Qué pesar! –dijo María y siguió tomando las medidas a Tocotoc.

    Cuando terminó, la costurera pensó: "¡qué cartero tan guapo!" Tocotoc se despidió rápidamente de María y se fue a su casa corriendo a escribirle otra carta de amor.

    María seguía esperando las cartas que Tocotoc le traía y como pasaba horas leyéndolas y releyéndolas, no avanzaba mucho en su trabajo y cometía errores al coser la tela. A Tocotoc no le importaba nada su nueva chaqueta de cartero. Para él era un placer pasar horas probándose la costura de María y conversando con ella.

    Una tarde cuando la chaqueta por fin estaba casi terminada, María le preguntó a Tocotoc si quería quedarse a comer con ella.

    – ¡Claro, María! –contestó Tocotoc–. Pero yo cocino. Te preparé un pollo con cebollas y papas, que es mi especialidad.

    – ¡Delicioso! –respondió María y quedó pensativa– "¿pollo con cebollas y papas? Eso me recuerda algo...".

    Tocotoc había empezado a cocinar y ella tenía que poner los platos en la mesa y las flores, que, como todos los días, le trajo el cartero en un florero. Cuando las estaba arreglando cayó en la cuenta de que eran las mismas que el escritor misterioso ponía siempre entre sus cartas.

    "Florcitas silvestres, qué casualidad..." –pensó María–.

    El pollo que preparó Tocotoc quedó sabrosísimo; y cuando terminaron de comer, María le propuso al cartero que jugaran un partido de damas chinas.

    – No, María, mejor juguemos a las escondidas, es más divertido –dijo el cartero espontáneamente.

    María aceptó y se fue a esconder de primera. Cuando estaba entre el baúl en que guardaba los retazos, pensó nuevamente en las cartas y el cartero: "...escondidas...".

    Jugaron un buen rato hasta cuando la costurera se sintió ya muy cansada. Tocotoc, que estaba feliz y lleno de ánimos, al despedirse le dijo desprevenidamente a María: – ¿Te gustaría ir a pasear conmigo al bosque mañana domingo? ¡Qué feliz sería yo!

    – Está bien, Tocotoc –le contestó María.

    Esta vez la costurera confirmó sus presentimientos y pensando y pensando se quedó dormida en un asiento junto a la ventana.

    Al día siguiente Tocotoc fue a buscar a María para ir al bosque. La costurera le entregó la nueva chaqueta de cartero y él se la puso para estrenarla durante el paseo. Cuando ya estaban en el bosque, María le preguntó a Tocotoc mirándolo fijamente:

    – ¿De qué color crees tú que son mis ojos?

    – Son verde limón –contestó Tococot inmediatamente.

    – ¿Y mis mejillas, Tocotoc? –siguió preguntando la costurerita.

    – Son como dos manzanas –contestó Tocotoc sin mirarla.

    –¿Y mi nariz? ¿No es cierto que es grandísima?

    – ¡María! ¡Estás bromeando!. Tú tienes una nariz de frijolito –dijo Tocotoc mientras recogía unas flores silvestres.

    – Tocotoc, la última pregunta: Por la mañana, ¿tú qué desayunas?

    – A mí me gusta tomar un vaso de leche y pan untado con bastante miel, mucha, mucha miel –contestó el cartero, entregándole a María un ramito de flores silvestres.

    Sin saberlo, ¡Tocotoc se había delatado! Al regresar a casa la costurera se despidió rápidamente del cartero y se sentó inmediatamente a escribir esta carta: Martes 18 de mayo Querido Tocotoc: Espero que cuando abras este sobre estés contento y no te duelan los pies de tanto caminar. Yo te conozco muy bien y te quiero mucho.

    Tú, me encantas, Tocotoc. Si tú quisieras prepararme ese delicioso pollo con cebollas y papas otra vez, ¡qué feliz sería yo! Si tú quisieras jugar conmigo a las escondidas otra vez, ¡qué feliz sería yo! Si fuéramos a pasear por el bosque otra vez, ¡qué feliz sería yo!

    Además las flores que tu me regalas son las más lindas del campo; y tus cartas, mi lectura preferida. Me gustaría mucho hacerte otra chaqueta para estar contigo otra vez. ¡Me gustaría hacerte muchas chaquetas más!

    María.

    María dobló el papel y lo metió en el sobre con una florcita silvestre. Al día siguiente, cuando Tocotoc terminó de hacer el reparto, encontró una última carta entre su morral. "Para Tocotoc el cartero de Cataplún", decía el sobre... Toco-toc no lo podía creer.

    Finalmente, el cartero de Cataplún, por primera vez recibió una carta.

    Clarisa Ruiz - Colombia
     
  11. benemi

    benemi ...mar adentro

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    Cuanto tiempo...!! Chagall, veo que tú y yo somos las únicas que nos pasamos por aquí de vez en cuando:icon_rolleyes: .

    Aquí dejo este cortito relato... espero que os guste...


    Título del relato de humor: Pesadilla Humorística.

    Recuerdo aquella fatídica mañana en la que mi vida cambió para siempre. Una mañana soleada y primaveral. Mi vida iba viento en popa, tenía un trabajo estupendo, una novia maravillosa con un cuerpo de modelo, todo me iba bien. Pero todo puede desvanecerse en apenas un instante.

    Me levanté de la cama temprano para ir a trabajar como de costumbre. Después de ducharme me hice el desayuno, y cuando estaba a punto de saborearlo, lo oí, un grito desgarrador, mi novia chilló aterrada en el cuarto de baño. Me dirigí raudo a socorrerla con la mente llena de imágenes horrendas, toda clase de desgracias se pasaron por mi mente en pocos segundos.
    Tiré la puerta abajo con el hombro, a pesar de que nunca cierra con pestillo, no estaba para sutilezas. Entonces la vi, llorando aterrada en el suelo. No era la mujer que había conocido, temblaba totalmente poseída por el terror. Encogida, intentando refugiarse en si misma, parecía totalmente ida.

    Cariño, ¿qué te pasa? pregunté desconcertado mirando alrededor en busca de un posible peligro.

    Entonces, lentamente levantó el dedo, y señalando hacia un lado gimió:

    He engordado un gramo.

    Entonces vi que señalaba, una báscula de baño que se había comprado hacía apenas unos días. No pude contenerme, la alegría al comprobar que no había peligro alguno, y la sorpresa al descubrir la causa que había provocado la situación, hicieron que estallara en una sonora carcajada. Ella se levantó y me dio un más sonoro todavía tortazo.

    Hemos terminado, eres un insensible dijo mientras se marchaba llorando.
    No salía de mi asombro. Pero se me hacía tarde y debía prepararme para ir al trabajo. Luego intentaría solucionarlo.

    Cuando salí por la puerta hacia el ascensor, un vendedor me asaltó, le dije que no tenía tiempo sin importarme que vendía.

    Pero es que le ofrezco unas estupendas básculas de baño replicó.
    Le clavé una mirada fija y penetrante que provocó que huyera asustado.
    Maldita casualidad exclamé.

    Bajé al garaje y monté en mi coche, un estupendo BMW nuevecito que me había comprado hacía dos meses. Entonces vi, sujetado en mi limpiaparabrisas, un folleto con un anuncio de la inauguración de una tienda. Leí: "Oferta especial básculas de baño al mejor precio". Saqué el brazo por la ventanilla y arrugué el papel furioso. Mi corazón latía con mucha fuerza y tenía sudores fríos. Arranqué derrapando, y cuando apenas llevaba unos minutos de trayecto, una furgoneta de reparto chocó conmigo cuando ésta daba marcha atrás de forma antirreglamentaria invadiendo un cruce de vías. Sus puertas traseras se abrieron por el impacto, y su carga cayó sobre mi parabrisas delante de mis narices. Eran básculas de baño. Salí del coche enfurecido y le di un puñetazo al repartidor haciéndole perder el conocimiento. No pude contenerme, la visión de las básculas de baño me hizo perder el control. Seguí camino hacia mi trabajo, obviamente me fui sin cubrir los papeles de accidente, habiéndole pegado al repartidor, al final yo saldría perjudicado.
    Ya por fin en la oficina, me senté tras mi escritorio, e intenté olvidarlo todo por unas horas. Entonces me avisaron que el jefe quería verme. Me dirigí a su despacho y le pregunté por el motivo por el cual me había hecho llamar.

    Tenemos que hacer una reducción de personal me dijo. La empresa ha hecho una mala inversión y debemos hacer ciertos recortes. Lamentablemente tenemos que prescindir de algunas personas, y lógicamente les toca a los que llevan menos tiempo trabajando en la empresa, a los que llevan menos de tres años.

    No podía creerlo. En apenas un par de horas mi vida se había ido al garete.

    No se preocupe añadió mi jefe. Le daremos una compensación económica, y a título personal, le hago este pequeño regalo, espero que le guste, es lo último en tecnología.

    Abrí el paquete. No podía ser. Una báscula de baño. Golpeé con ella a mi jefe lanzándolo inconsciente sobre su escritorio. Salí despavorido de su despacho. Una vez en la calle pensé que no podía huir en mi coche, mi jefe me denunciaría en cuanto recobrase el conocimiento y lo buscarían. Debía obtener otro vehículo, así que me dirigí a un concesionario. Una vez allí adquirí un coche pequeño, pero rápido y poco llamativo. Pagué la entrada con mi tarjeta de crédito. Eso me daría tiempo a huir aunque la policía acabaría descubriendo la compra. Cuando me disponía a salir del concesionario con mi coche nuevo, el vendedor me dijo:

    Tenemos una oferta especial este mes, hacemos un regalo por la compra de un coche nuevo.

    Al instante aparece increíblemente con una báscula de baño. Algo estalló en mí interior. Aceleré atropellando al vendedor dejándole herido, y atravesé el enorme cristal que daba al exterior dándome a la fuga.
    Aceleré a fondo presa del pánico, casi enloquecido. En mi agitada carrera me salté un semáforo y para evitar atropellar a un peatón que apareció delante, di un volantazo que provocó me empotrara en una tienda de electrodomésticos. Atravesé el escaparate arrasando la tienda y mi coche se detuvo. Algo había traspasado el parabrisas golpeando mi cabeza. No podía creerlo, era una báscula de baño.

    La policía apareció al poco tiempo. Tuve un juicio y me declararon desestabilizado emocionalmente, o sea, loco de atar. Debido a que no había provocado daños humanos graves, por fortuna ni siquiera al vendedor atropellado, me impusieron una condena menor en un sanatorio psiquiátrico. El psiquiatra que trata mi caso es un buen hombre, me ha convencido de que no existe ninguna conspiración con las básculas de baño, todo está en mi cabeza. Ahora trabajo en un taller con otros pacientes. Me gusta, soy feliz trabajando, me siento útil a la sociedad, de nuevo integrado en ella. Fabricamos básculas de baño.


    Este relato corto ha sido escrito por: José Ángel Gómez Fernández
     
  12. Eguz69

    Eguz69 Nala Lyra Maja

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    Jorge era un abogado brillante. A los treinta años había alcanzado un prestigio indiscutido. Respetado por sus colegas, requerido por sus clientes, obsesivo por el trabajo bien hecho, honesto, sin tachas.
    No tenía descanso. Sacrificaba domingos y feriados con el único objetivo de encontrar una solución legal justa al ocasional problema planteado. Amaba el derecho y lo ejercía con rigor.
    Su compañera, María, lo apoyaba en forma incondicional, sin quejas ni reproches.
    Una tarde, conduciendo su automóvil para asistir a una cita con un cliente, notó que los números de la patente del auto que lo precedía se borroneaban, perdían claridad. Pasó la mano por sus ojos, sintió cansancio. Inmediatamente fue la oscuridad total, absoluta.
    Se desesperó, dirigió el vehículo hacia la derecha. Lo detuvo cuando chocó el cordón de la vereda. Un policía se acercó al auto y abrió la puerta para preguntarle -¿Le pasa algo señor?
    -Me quedé ciego.
    El agente lo ayudó a bajar y lo llevó a un instituto especializado, ubicado a poca distancia. Lo atendieron en forma inmediata. Los estudios demostraron que los ojos de Jorge estaban perforados. Múltiples y pequeños orificios permitían el paso indiscriminado de la luz y generaban ceguera.
    María fue a buscarlo. Juntos volvieron a la espléndida casa que habitaban frente al mar. Al día siguiente entrevista con el médico, reposo y un sedante liviano hasta que se decidiera la solución definitiva.
    La bella María fue su tierna y dulce enfermera. Su cariño incondicional y manifiesto relajó a Jorge, lo calmó. En la primera noche de amor, Jorge notó que las caricias de María eran agradablemente tibias. Las manos de ella se deslizaban amorosamente sobre su cuerpo que ya casi no sabía de tensiones. Se preguntó porque no se había dado cuenta antes. El contacto con la piel de María le hizo saber de una suavidad que hasta ese momento no había registrado.
    Descubrió que el cuerpo de María era una maravilla de la natura. Al recorrerlo con las manos disfrutaba de esas formas perfectas que ahora se manifestaban en plenitud. Los labios de María eran la gloria en el beso, suaves mariposas, dulces como la miel. ¿Por qué no había notado esto antes?
    Cada noche de amor era un milagro. Millones de instantes sublimes.
    Animado, Jorge decidió salir de la casa. Con la ayuda de un viejo bastón que siempre estaba detrás de la puerta de entrada, herencia de su extinto abuelo, se lanzó a la aventura.
    Bella mañana de primavera. En el aire el aroma de todas las flores, formidable perfume. Se topó con el banco del jardín. Ya sentado, una sonrisa se le dibujó en los labios al posarse sobre su mano una mariposa sin intención de alejarse. Como acompañándolo. El trino de los pájaros era una fiesta para los oídos y música para el alma. La tibieza del sol sobre la piel lo llenaba de paz. Sintió que la vida era espléndida.
    Decidió caminar hacia el frente de la casa. El sonido del mar lo estremeció. Intenso, bravío, poderoso, mágico ritmo de las olas al romper. Saludos de las gaviotas al pasar, la fresca brisa, el sabor a sal. Magnífico, una maravilla.
    Se dio vuelta y emprendió la vuelta rumbo a la casa. María salió a su encuentro. Un beso de miel fue la frutilla del postre. Por la tarde, visitas de amigos. El gusto de voces que desbordaban de auténtico afecto, absoluto, total, sin condiciones. Sus expresiones francas, alegres por la recuperación, generosas en el apoyo.
    Esos encuentros le daban seguridad, confianza. Las palabras de los compinches de toda la vida eran ciertas, fraternales. Podía creer en ellas.
    Tomado del brazo de María, cada mañana caminaba por la orilla de la extensa playa. Le daba gusto la frescura de la espuma que humedecía sus pies descalzos, el rumor de las olas al perderse en la arena.
    El máximo goce de Jorge en este paso por la oscuridad era escuchar la voz de María, caricia al decir, melodía en la expresión. Secuela de la ternura, un pedacito de brisa. Tantos años viviendo a su lado y jamás había reparado en ese bello murmullo de arroyo. Le reclamaba a María que le dijera, que le contara, que le leyera. Gran regocijo, alma y corazón agradecidos.
    El excelente estado de ánimo de Jorge llevó al médico a modificar el tratamiento previsto. Ya no habría operación con láser. Todo aconsejaba prolongar el descanso, apostar a que las heridas de los ojos sanarían con el amor de María y la serenidad de espíritu que había conseguido su paciente.
    Jorge y María se amaban como nunca antes. La vida transcurría apaciblemente. Cada día algo nuevo.
    Por las tardes el bosque los aguardaba. Intenso perfume a eucaliptus, el ruido de las hojas bajo la presión de los pasos, el silencio, la apetecida caricia de María.
    Un día decidieron ir a las termas. El calor del agua, su cuerpo conmovido por la fuerza del elemento. Gran experiencia. En un momento, Jorge giró la cabeza y aparecieron manchas celestes y marrones.
    Clamó por María y en unos minutos estaban en el consultorio médico. El profesional lo examinó para después afirmar sonriendo que las heridas estaban cicatrizando. Que en poco tiempo volvería a ver.
    El descanso y el amor habían dado resultado, en dos semanas estaría en condiciones de volver a trabajar. En diez días Jorge había recuperado la vista. Silencio y reflexión. ¿Qué hacer? ¿Cómo seguir? Llegado el día del alta, el médico le dice a Jorge que estaba curado y agrega ¡De vuelta al yugo!
    Jorge lo mira y sonriendo dice. Curado sí, pero al yugo ¡Nunca más! ¡La abogacía fue! No más problemas, inquietudes, ansiedad, estrés. Soy un buen escritor. Ya me gané la vida con mis artículos en el pasado y lo seguiré haciendo ahora. Desde casa. No renunciaré a la vida que he ganado, recuperaré el tiempo perdido.
    Volvió a la casa al anochecer. María lo estaba esperando con una espléndida cena y un buen vino. Feliz aplaudió la decisión de Jorge. Esa noche y cada noche se amaron intensamente, en la cómplice oscuridad en que se habían conocido.
     
  13. Magni

    Magni

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    ¡Hola a tod@s! ¿Qué pasa qué habéis dejado abandonado este Hilo tan bueno?

    Aquí traigo uno de mis cuentos, parte de una Trilogía llamada "Historias del Viejo Marino", la cual fue editada en CD pues las realicé en dibujos animados para los niños:

    El sultán de las muchas esposas

    Mi abuelo es un viejo marino que ha recorrido todos los mares del mundo, ahora que está retirado me cuenta las historias más asombrosas de todas las aventuras que ha vivido. Una de las más emotivas es la siguiente:
    “ Tenía yo tiempo libre entre uno y otro de mis viajes y decidí visitar a mi buen amigo el sultán de Bembén. Su reino estaba formado por varias islas y una gran porción de tierra firme. Al arribar al puerto él en persona vino a recibirme. Se lo veía alegre por mi llegada pero una sombra de tristeza velaba su rostro. Le pregunté cuál era la causa y me dijo:
    - No soy feliz, amigo mío.
    - La última vez que estuve aquí se estaba Usted casando con su tercera esposa, que por cierto es muy bonita, ¿por qué habría de tener problemas?
    - Precisamente ella es mi mayor problema. No se calla nunca, habla todo el día, de la mañana a la noche, es terrible, terrible...
    - ¿Y sus otras esposas ?
    - Ay! No me las recuerdes, son insoportables, una espía hasta el más mínimo de mis movimientos y la otra escucha detrás de las puertas y ventanas todas las conversaciones. No es vida la que llevo, amigo mío...
    - No puedo prometerle nada en firme, mi señor Sultán, pero creo que tengo la solución para sus pesares, sólo permita que me ausente unos días y volveré a traerle la paz.
    Contando con el permiso subí a mi barco y navegué hacia una de las islas que había visitado primero para reaprovisionarme. En ella llamó mi atención una bellísima joven que se mantenía alejada del resto de los pobladores. Una dulce sonrisa iluminaba su rostro pero sus hermosos ojos verdes parecían perdidos en el horizonte como mirando sin ver.
    Eso era lo que en verdad ocurría, la muchacha era ciega. Mientras estaba contemplándola se le acercó un niño y tomando su mano comenzó a trazar signos en su palma como si escribiera. Me acerqué, le pregunté qué era lo que hacía y él me contó la triste historia de su familia. Cuando tenía apenas días de nacido su padre comenzó la construcción de una nueva habitación para que estuvieran más cómodos, pero en el terreno que pensó usar estaba enterrada una mina explosiva que criminalmente dejaron las fuerzas que ocuparon las islas durante la Segunda Gran Guerra.
    Según le contaron el estruendo fue tremendo, mató a sus padres y los arrojó lejos a su hermana y a él que dormía en sus brazos. La pequeña no lo soltó, acurrucándolo aún más y así fue como no sufrió ningún daño. Ella se golpeó muy fuerte contra unas rocas y perdió la visión, quedó sin habla por la impresión y sorda por el devastador ruido. Todos los vecinos los ayudaron y así fueron creciendo, huérfanos pero rodeados del amor del resto de los habitantes de la isla. La maestra del lugar les enseñó a comunicarse de esa forma y él era su interprete oficial, me dijo con mucho orgullo, mientras trazaba más signos en la mano de la jovencita, seguramente contándole acerca de mí.
    Al regresar busqué al pequeño y le conté de las penurias del sultán, le dije que consultara a su hermana acerca de mis planes y él se alejó. Volvió al rato trayéndola de la mano y me dijo que estaban dispuestos a acompañarme. Subimos a mi nave y cruzamos las tranquilas aguas que nos separaban de la tierra firme. Todos los vecinos, avisados de la noticia, nos despedían agitando las manos y deseándonos buenos vientos y buena suerte.

    Subimos a mi nave y cruzamos las tranquilas aguas que nos separaban de la tierra firme. El sultán se prendó de la belleza de la muchachita, y más le agrado escuchar que a diferencia de sus otras esposas ésta no le hablaría sin cesar, no escucharía lo que no debía y no lo espiaría todo el tiempo. Me dijo estando a solas:
    - Has hallado y me has traído a la mujer ideal, querido amigo.
    Y él también fue un buen esposo, juntos llevaron paz y bienestar hasta la más pequeña de las islas del reino, ayudando a todos los habitantes, agradecidos por la felicidad que ambos sintieron al conocerse."

    Luz María Rodríguez Collioud​

     
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  15. Magni

    Magni

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    ¡Qué bello, Chagall! ¡Qué hermosos regalos de cumpleaños recibes! :5-okey:

    El cuento que dejé en el mensaje anterior sí, es de mi autoría. Más adelante subiré los otros dos que componen con éste la Trilogía. Lástima que no puedo subir las películas que los acompañan, pues son cuentos animados :(

    :abrazote: :abrazote: :abrazote: