Cuentos, parábolas, enseñanzas...

Tema en 'Otros temas no de plantas' comenzado por Alberto_Ibra, 26/2/16.

  1. liriaz

    liriaz

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    El Traje Nuevo del Emperador

    Antiguamente vivía un rey que se preocupaba mucho por si vestuario, un día dos charlatanes le dijeron que podían fabricar la tela mas suave y delicada que existía, añadiéndole a la tela la capacidad de ser invisible a los estúpidos o incapaces de ejercer su cargo. Por supuesto que tal prenda no existía, ellos pretendían quedarse con los materiales y el dinero que solicitaban para su confección.

    El emperador que se sentía inseguro de su capacidad mandó a dos hombres de confianza para que la valoraran primeramente, inmediatamente ambos comenzaron a alabar a la misma porque no querían demostrar la supuesta incapacidad para ejercer su cargo, así toda la ciudad estaba ansiosa por ver la prenda para demostrar cuales eran los verdaderos estúpidos.

    El emperador se vistió con la inventada prenda con ayuda de los estafadores y salio a mostrarla a los pobladores de la ciudad, no admitiendo que no la veía pues tenia miedo admitir que era un estúpido y un inepto.

    Todas las personas, a pesar de no ver nada, alabaron el traje, para demostrar su capacidad e inteligencia, hasta que un niño gritó !El emperador va desnudo!, las personas empezaron a murmurar lo que decía el niño, el emperador escucho y se dio cuenta que era verdad, avergonzado terminó el desfile.
     
  2. liriaz

    liriaz

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    Parábola del grano de mostaza

    “El Reino de los Cielos es semejante al grano de mostaza que tomó un hombre y lo sembró en su campo; es ciertamente la más pequeña de todas las semillas, pero cuando ha crecido es la mayor de las hortalizas, y llega a ser como un árbol, hasta el punto de que los pájaros del cielo acuden a anidar en sus ramas”


    Parábola de la levadura

    “El Reino de los Cielos es semejante a la levadura que toma una mujer y mezcla con tres medidas de harina, hasta que todo fermenta”
     
  3. Ofelia T

    Ofelia T

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    Buen día a todos...:eyey:
    José Enrique Rodó fue un gran escritor nuestro, escribió muchas parábolas entre ellas esta....
    "MIRANDO JUGAR A UN NIÑO"
    Jugaba el niño, en el jardín de la casa, con una copa de cristal que, en el límpido ambiente de la tarde, un rayo de sol tornasolaba como un prisma. Manteniéndola, no muy firme, en una mano, traía en la otra un junco con el que golpeaba acompasadamente en la copa. Después de cada toque, inclinando la graciosa cabeza, quedaba atento, mientras las ondas sonoras, como nacidas de vibrante trino de pájaro, se desprendían del herido cristal y agonizaban suavemente en los aires. Prolongó así su improvisada música hasta que, en un arranque de volubilidad, cambió el motivo de su juego: se inclinó a tierra, recogió en el hueco de ambas manos la arena limpia del sendero, y la fue vertiendo en la copa hasta llenarla. Terminada esta obra, alisó, por primor, la arena desigual de los bordes. No pasó mucho tiempo sin que quisiera volver a arrancar al cristal, su fresca resonancia; pero el cristal, enmudecido, como si hubiera emigrado un alma de su diáfano seno, no respondía más que con un ruido de seca percusión al golpe del junco. El artista tuvo un gesto de enojo para el fracaso de su lira. Hubo de verter una lágrima, mas la dejó en suspenso. Miró, como indeciso, a su alrededor; sus ojos húmedos se detuvieron en una flor muy blanca y pomposa, que a la orilla de un cantero cercano, meciéndose en la rama que más se adelantaba, parecía rehuir la compañía de las hojas, en espera de una mano atrevida. El niño se dirigió, sonriendo, a la flor; pugnó por alcanzar hasta ella; y aprisionándola, con la complicidad del viento que hizo abatirse por un instante la rama, cuando la hubo hecho suya la colocó graciosamente en la copa de cristal, vuelta en ufano búcaro, asegurando el tallo endeble merced a la misma arena que había sofocado el alma musical de la copa. Orgulloso de su desquite, levantó, cuan alto pudo, la flor entronizada, y la paseó, como en triunfo, por entre la muchedumbre de las flores.
     
  4. Como estamos en un foro de plantas os mando esta parabola que esta relacionada.

    Parábola del sembrador

    Otra vez comenzó a enseñar junto al mar, y se reunió ante él una multitud muy grande; de manera que él entró en una barca mar adentro y se sentó allí, y toda la multitud estaba en la playa, frente al mar. Y les enseñaba muchas cosas en parábolas. Les decía en su enseñanza: “¡Oíd! He aquí un sembrador salió a sembrar. Y mientras sembraba, aconteció que parte de la semilla cayó junto al camino; y vinieron las aves y la devoraron. Otra parte cayó en pedregales, donde no había mucha tierra, y en seguida brotó; porque la tierra no era profunda. Y cuando salió el sol se quemó, y porque no tenía raíces se secó. Otra parte cayó entre los espinos. Y los espinos crecieron y la ahogaron, y no dio fruto. Y otras semillas cayeron en buena tierra y creciendo y aumentando dieron fruto. Y llevaban fruto a treinta, sesenta y ciento por uno.” Y decía: “El que tiene oído para oír, oiga.” Cuando estuvo solo, los que estaban alrededor de él junto con los doce le preguntaban en cuanto a las parábolas. Y él les decía: “A vosotros se os ha dado el misterio del reino de Dios; pero para los que están fuera, todas las cosas están en parábolas, para que viendo vean y no perciban, y oyendo oigan y no entiendan; de modo que no se conviertan y les sea perdonado.” Luego les dijo: “¿No comprendéis esta parábola? ¿Cómo, pues, entenderéis todas las parábolas? El sembrador siembra la palabra. Primero están estos que caen junto al camino donde se siembra la palabra. Y cuando la oyen, en seguida viene Satanás y quita la palabra que había sido sembrada en ellos. También los que son sembrados en pedregales son aquellos que, cuando oyen la palabra, en seguida la reciben con gozo; pero no tienen raíz en sí, sino que son de poca duración. Entonces, cuando viene la tribulación o la persecución por causa de la palabra, en seguida tropiezan. Y otros son los que son sembrados entre espinos. Ellos son los que oyen la palabra, pero las preocupaciones de este mundo, el engaño de las riquezas y la codicia de otras cosas se entrometen y ahogan la palabra, y queda sin fruto. Y aquellos que fueron sembrados en buena tierra son los que oyen la palabra, la reciben y producen fruto a treinta, a sesenta y a ciento por uno.”

    -San Marcos, 4:3-9
     
  5. Todos conocemos el cuento de Caperucita roja, pero seguro que no os acordais bien de él, para que no se os olvide y recordarlo de nuevo ahí os va...............

    Había una vez una dulce niña que quería mucho a su madre y a su abuela. Les ayudaba en todo lo que podía y como era tan buena el día de su cumpleaños su abuela le regaló una caperuza roja. Como le gustaba tanto e iba con ella a todas partes, pronto todos empezaron a llamarla Caperucita roja.

    Un día la abuela de Caperucita, que vivía en el bosque, enfermó y la madre de Caperucita le pidió que le llevara una cesta con una torta y un tarro de mantequilla. Caperucita aceptó encantada.

    - Ten mucho cuidado Caperucita, y no te entretengas en el bosque.
    - ¡Sí mamá!

    La niña caminaba tranquilamente por el bosque cuando el lobo la vio y se acercó a ella.

    - ¿Dónde vas Caperucita?
    - A casa de mi abuelita a llevarle esta cesta con una torta y mantequilla.
    - Yo también quería ir a verla…. así que, ¿por qué no hacemos una carrera? Tú ve por ese camino de aquí que yo iré por este otro.
    - ¡Vale!

    El lobo mandó a Caperucita por el camino más largo y llegó antes que ella a casa de la abuelita. De modo que se hizo pasar por la pequeña y llamó a la puerta. Aunque lo que no sabía es que un cazador lo había visto llegar.

    - ¿Quién es?, contestó la abuelita
    - Soy yo, Caperucita - dijo el lobo
    - Que bien hija mía. Pasa, pasa

    El lobo entró, se abalanzó sobre la abuelita y se la comió de un bocado. Se puso su camisón y se metió en la cama a esperar a que llegara Caperucita.

    La pequeña se entretuvo en el bosque cogiendo avellanas y flores y por eso tardó en llegar un poco más. Al llegar llamó a la puerta.

    - ¿Quién es?, contestó el lobo tratando de afinar su voz
    - Soy yo, Caperucita. Te traigo una torta y un tarrito de mantequilla.
    - Qué bien hija mía. Pasa, pasa

    Cuando Caperucita entró encontró diferente a la abuelita, aunque no supo bien porqué.

    - ¡Abuelita, qué ojos más grandes tienes!
    - Sí, son para verte mejor hija mía
    - ¡Abuelita, qué orejas tan grandes tienes!
    - Claro, son para oírte mejor…
    - Pero abuelita, ¡qué dientes más grandes tienes!
    - ¡¡Son para comerte mejor!!

    En cuanto dijo esto el lobo se lanzó sobre Caperucita y se la comió también. Su estómago estaba tan lleno que el lobo se quedó dormido.

    E 920-grande.jpg n ese momento el cazador que lo había visto entrar en la casa de la abuelita comenzó a preocuparse. Había pasado mucho rato y tratándose de un lobo…¡Dios sabía que podía haber pasado! De modo que entró dentro de la casa. Cuando llegó allí y vio al lobo con la panza hinchada se imaginó lo ocurrido, así que cogió su cuchillo y abrió la tripa del animal para sacar a Caperucita y su abuelita.

    - Hay que darle un buen castigo a este lobo, pensó el cazador.

    De modo que le llenó la tripa de piedras y se la volvió a coser. Cuando el lobo despertó de su siesta tenía mucha sed y al acercarse al río, ¡zas! se cayó dentro y se ahogó.

    Caperucita volvió a ver a su madre y su abuelita y desde entonces prometió hacer siempre caso a lo que le dijera su madre.
     
  6. Sorbus

    Sorbus

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    EL REY Y EL MENDIGO.

    Un pobre hombre que vivía en la miseria y mendigaba de puerta en puerta, observó un carro de oro que entraba en el pueblo llevando a un rey sonriente y radiante.
    El pobre se dijo de inmediato "Se ha acabado mi sufrimiento, se ha acabado mi vida de pobre. Este rey de rostro dorado ha venido aquí por mi, lo sé. Me cubrirá de migajas de su riqueza y viviré tranquilo".
    En efecto, el rey, como si hubiese venido para ver al pobre hombre, hizo detener el carro a su lado.
    El mendigo, que se había postrado en el suelo, se levantó y miro al rey, convencido de que había llegado la hora de su suerte.
    Entonces, de repente, el rey extendió la mano hacia el pobre y le dijo:

    - Qué tienes para darme? El pobre , muy sorprendido y muy desilusionado, no supo que decir.

    "Es un juego - se preguntó - lo que el rey me propone? Se burla de mi? Es un nuevo pesar?"

    Entonces al ver la persistente sonrisa del rey, su luminosa mirada y su mano tendida, el pobre metió la mano en su alforja, que contenía unos puñados de arroz.
    Cogió un grano de arroz, y se lo dió al rey, que le dió las gracias y se fue enseguida llevado por unos caballos sorprendentemente rápidos.
    Al final del día, al vaciar su alforja , el pobre encontró un grano de oro.
    Entonces se puso a llorar diciendo:

    - Porqué no le habré dado todo mi arroz ?!
     
  7. Ofelia T

    Ofelia T

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    Buenas tardes a todos!!!
    Otra parábola ......
    El barco que parte

    José Enrique Rodó

    Mira la soledad del mar. Una línea impenetrable la cierra, tocando al cielo por todas partes menos aquella en que el límite es la playa. Un barco, ufano el porte, se aleja, con palpitación ruidosa, de la orilla. Sol declinante; brisa que dice "¡vamos!"; mansas nubes. El barco se adelanta, dejando una huella negra en el aire, una huella blanca en el mar. Avanza, avanza, sobre las ondas sosegadas. Llegó a la línea donde el mar y el cielo se tocan. Bajó por ella. Ya sólo el alto mástil[1] aparece; ya se disipa esta última apariencia del barco. ¡Cuán misteriosa vuelve a quedar ahora la línea impenetrable! ¿Quién no la creyera, allí donde está, término real, borde de abismo? Pero tras ella se dilata el mar, el mar inmenso; y más hondo, más hondo, el mar inmenso aún; y luego hay tierras que limitan, por el opuesto extremo, otros mares; y nuevas tierras, y otras más, que pinta el sol de los distintos climas y donde alientan variadas castas de hombres: la estupenda extensión de las tierras pobladas y desiertas, la redondez sublime del mundo. Dentro de esta intensidad, hállase el puerto para donde el barco ha partido. Quizás, llegado a él, tome después caminos diferentes entre otros puntos de ese campo infinito, y ya no vuelva nunca, cual si la misteriosa línea que pasó fuese de veras el vacío en donde todo acaba...



    Pero he aquí que, un día, consultando la misma línea misteriosa, ves levantarse un jirón flotante de humo, una bandera, un mástil, un casco de aspecto conocido...
     
  8. Otro clasico que recordar.......:11risotada::11risotada::11risotada::11risotada::11risotada::11risotada:

    Había una vez tres hermanos cerditos que vivían en el bosque. Como el malvado lobo siempre los estaba persiguiendo para comérselos dijo un día el mayor:

    - Tenemos que hacer una casa para protegernos de lobo. Así podremos escondernos dentro de ella cada vez que el lobo aparezca por aquí.

    A los otros dos les pareció muy buena idea, pero no se ponían de acuerdo respecto a qué material utilizar. Al final, y para no discutir, decidieron que cada uno la hiciera de lo que quisiese.

    El más pequeño optó por utilizar paja, para no tardar mucho y poder irse a jugar después.

    El mediano prefirió construirla de madera, que era más resistente que la paja y tampoco le llevaría mucho tiempo hacerla. Pero el mayor pensó que aunque tardara más que sus hermanos, lo mejor era hacer una casa resistente y fuerte con ladrillos.

    - Además así podré hacer una chimenea con la que calentarme en invierno, pensó el cerdito.

    Cuando los tres acabaron sus casas se metieron cada uno en la suya y entonces apareció por ahí el malvado lobo. Se dirigió a la de paja y llamó a la puerta:

    - Anda cerdito se bueno y déjame entrar...

    - ¡No! ¡Eso ni pensarlo!

    - ¡Pues soplaré y soplaré y la casita derribaré!

    Y el lobo empezó a soplar y a estornudar, la débil casa acabó viniéndose abajo. Pero el cerdito echó a correr y se refugió en la casa de su hermano mediano, que estaba hecha de madera.

    - Anda cerditos sed buenos y dejarme entrar...

    - ¡No! ¡Eso ni pensarlo!, dijeron los dos

    - ¡Pues soplaré y soplaré y la casita derribaré!

    El lobo empezó a soplar y a estornudar y aunque esta vez tuvo que hacer más esfuerzos para derribar la casa, al final la madera acabó cediendo y los cerditos salieron corriendo en dirección hacia la casa de su hermano mayor.

    El lobo estaba cada vez más hambriento así que sopló y sopló con todas sus fuerzas, pero esta vez no tenía nada que hacer porque la casa no se movía ni siquiera un poco. Dentro los cerditos celebraban la resistencia de la casa de su hermano y cantaban alegres por haberse librado del lobo:

    923-grande.jpg - ¿Quien teme al lobo feroz? ¡No, no, no!

    Fuera el lobo continuaba soplando en vano, cada vez más enfadado. Hasta que decidió parar para descansar y entonces reparó en que la casa tenía una chimenea.

    - ¡Ja! ¡Pensaban que de mí iban a librarse! ¡Subiré por la chimenea y me los comeré a los tres!

    Pero los cerditos le oyeron, y para darle su merecido llenaron la chimenea de leña y pusieron al fuego un gran caldero con agua.

    Así cuando el lobo cayó por la chimenea el agua estaba hirviendo y se pegó tal quemazo que salió gritando de la casa y no volvió a comer cerditos en una larga temporada.
     
  9. Alberto_Ibra

    Alberto_Ibra

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  10. Sabiais que en una ocasión Papa Noel fue victima de un atraco a mano armada,,,,,,,,,,,,,

    Parecera raro pero si que paso.................

    El 26 de diciembre de un año de estos sufrió Papá Noel un atraco. Pero no fue un atraco cualquiera, sino un atraco tonto, muy tonto.

    Volvía Papá Noel de entregar todos los regalos. Estaba cansado, ya que llevaba desde el día de Nochebuena trabajando a tope.

    Y allí iba el buen hombre, en su trineo ya vacío, con el traje casi negro de bajar por las chimeneas y con la barba tan sucia que más bien parecía que se la había teñido. Y hay que ver qué mal olía, que de tanto cargar, subir y bajar, el pobre apestaba de tal manera que el pestazo superaba cualquier otro imaginable.

    Los renos, que también estaban agotados, caminaban tranquilamente mientras recordaban lo felices que habían hecho a los niños de todo el mundo.

    Pocos kilómetros antes de llegar a casa, saltaron al camino un par de cacos disfrazados de duendes. Sacaron sus armas y, apuntando a los renos, dijeron:

    -¡Danos todos los regalos o acabaremos con tus renos!

    -Pero, ¿qué decís? -dijo Papá Noel, todo bonachón-. ¿Qué pretendéis hacer con esos bastones de caramelo?

    -Es que no teníamos otra cosa en casa -dijo unos de los ladrones-.¡Da igual! Danos lo que tengas.

    -Pero es que ya no tengo nada -dijo Papá Noel.

    -¡No nos mientas! -dijo el otro ladrón-. Es Nochebuena y tienes que ir cargado de regalos.

    -¿Nochebuena? -preguntó Papá Noel-. Eso pasó ya, y la Navidad también. He entregado todo ya.

    -No es posible -dijeron los ladrones. Y se pusieron a llorar.

    Papá Noel bajó del trineo y les consoló como pudo.

    -¿Por qué queríais robarme? -preguntó.

    -Nunca hemos tenidos regalos de Navidad -dijeron.

    -Será porque habéis sido malos -dijo Papá Noel.

    -Sí, hemos sido malos. Y, por si no fuera poco, encima somos tontos -dijo uno de los ladrones.

    -¿Tontos? -dijo Papá Noel.

    -Sí, muy tontos -dijo uno de ellos-. ¿Qué clase de ladrón se queda dormido cuando va a atracar a Papá Noel y encima no se da cuenta?

    -Y eso por no hablar de nuestras armas -dijo el otro-. Hay que ser muy tonto para amenazar a alguien con bastones de caramelo y pretender asustarlo.

    1396-grande.jpg -¡Jou, jou, jou! -rió Papá Noel-. Venid conmigo. Os invito a merendar.

    Los ladrones se fueron con Papá Noel, que les obsequió con una exquisita merienda y les prometió que, si eran buenos, recibirían regalos en la próxima Navidad.

    -Nuestro mejor regalo es haberte conocido -le dijeron-. Desde ahora, seremos tus guardaespaldas, y te protegeremos por si algún desalmado menos tonto que nosotros decide asaltarte mientras repartes tus regalos.

    Desde entonces, algunos niños aseguran ver en Nochebuena o en Navidad a personas que no son Papá Noel merodeando alrededor de los regalos. ¿Serán ellos? Quién sabe.
     
  11. Sorbus

    Sorbus

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    Cuenta una antigua leyenda que en la Edad Media un hombre muy virtuoso fue injustamente acusado de asesinato. El culpable era una persona muy influyente del reino, y por eso desde el primer momento se procuró hallar un chivo expiatorio para encubrirlo. El hombre fue llevado a juicio y comprendió que tendría escasas oportunidades de escapar a la horca. El juez, aunque también estaba confabulado, se cuidó de mantener todas las apariencias de un juicio justo. Por eso le dijo al acusado: “Conociendo tu fama de hombre justo, voy a dejar tu suerte en manos de Dios: escribiré en dos papeles separados las palabras 'culpable' e 'inocente'. Tú escogerás, y será la Providencia la que decida tu destino”. Por supuesto, el perverso funcionario había preparado dos papeles con la misma leyenda: “Culpable”. La víctima, aun sin conocer los detalles, se dio cuenta de que el sistema era una trampa.

    Cuando el juez lo conminó a tomar uno de los papeles, el hombre respiró pro-, fundamente y permaneció en silencio unos segundos con los ojos cerrados. Cuando la sala comenzaba ya a impacientarse, abrió los ojos y, con una sonrisa, tomó uno de los papeles, se lo metió a la boca y lo engulló rápidamente. Sorprendidos e indignados, los presentes le reprocharon. —Pero, ¿qué ha hecho? ¿Ahora cómo diablos vamos a saber el veredicto? —Es muy sencillo —replicó el hombre—. Es cuestión de leer el papel que queda, y sabremos lo que decía el que me tragué. Con refunfuños y una bronca muy mal disimulada, debieron liberar al acusado, y jamás volvieron a molestarlo.

    [​IMG]“Por más difícil que se nos presente una situación, nunca dejemos de buscar la salida, ni de luchar hasta el último momento. En momentos de crisis, sólo la imaginación es más importante que el conocimiento”.

    Albert Einste
    in

    Saludos
     
  12. Sorbus

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    Los ciegos y el elefante
    La gente que vivía en un pequeño pueblo en el cual siempre estaban discutiendo y peleando entre sí acerca de Dios y de las diferentes religiones. Nunca pudieron acordar una respuesta común. Vinieron, pues, a Buda para preguntar respecto a Dios.

    El Buda respondió a sus discípulos, que trajeran un gran elefante y seis hombres ciegos. Luego llevó a los ciegos a el elefante y les pidió a cada uno que describiera lo que es un elefante.

    El primer ciego tocó la pierna del elefante y comunicó que "parecía" un tronco de árbol.
    El segundo ciego tocó el estómago del elefante y dijo que el elefante era una pared.
    El tercer ciego tocó la oreja del elefante y dijo que se trataba de un ventilador.
    El cuarto hombre ciego tocó la cola del elefante y describió al elefante como una pieza de cuerda.
    El quinto hombre ciego sintió los colmillos del elefante y lo describió como una lanza.
    Y el sexto ciego frotó el hocico del elefante y sintió mucho miedo porque pensaba que era una serpiente.

    Todos ellos se metieron en una gran discusión sobre la "apariencia" del elefante.
    El Buda preguntó a los ciudadanos: "Cada hombre ciego ha tocado el elefante, pero cada uno de ellos dio a otra persona su descripción del animal."
    ¿ Cuál es la respuesta correcta?
    "Todos ellos están bien", fue la respuesta.
    ¿Por qué?
    Porque todo el mundo sólo puede ver una parte del elefante.
    Ellos no son capaces de ver todo el animal. Lo mismo se aplica a Dios y a las religiones. Ninguno le verá completamente.

    En esta parábola, el Buda enseñó que debemos respetar todas las religiones y sus creencias.

    Basada en una historia del Sutra budista.

    [​IMG]
     
  13. Alberto_Ibra

    Alberto_Ibra

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    Una parabola de Anthony de Mello

    Iba un mercader y un grupo de esclavos atravesando el árido desierto del Sahara. La noche se les venía encima, asi que decidieron parar y montar las tiendas de campaña para pernoctar allí. Estaban atando los camellos cuando uno se dio cuenta de que tenían 20 camellos pero solo 19 estacas. Un esclavo se acerco al mercader y le dijo:

    - Amo hay 20 Camellos y solo tenemos 19 estacas, ¿que hacemos?
    - Como los Camellos son animales tan estúpidos, haced el movimiento como que lo atáis y no se irá - respondio el mercader.

    Y así lo hicieron. Al llegar el alba y emprender de nuevo el viaje pudieron ver que el Camello sin estaca no se había movido del sitio, estaba convencido de estar atado al igual que los otros. Cuando ya desataron a todos los demás Camellos y se disponían a partir, el Camello sin atadura seguía sin moverse. Entonces el mismo esclavo se acercó al mercader y le dijo:

    - Amo el Camello se niega a moverse, ¿que hacemos?
    - Ah, haced como si lo desatáis, pues el tonto aún se cree atado - respondió el mercader.

    ---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

    Esa es una imagen de la condiciòn humana. Tenemos miedo de cosas que no son. Estamos atados a cosas que no existen; son ilusiones, son falsedades, son creencias; no son realidades.
    Las agonias que pasamos por cosas respecto a las cuales nos hemos convencido que depende nuestra felicidad. Pero no es así y no queremos verlo.
     
  14. liriaz

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    PARÁBOLA DEL ÁGUILA.

    “Érase una vez un hombre, que mientras caminaba por el bosque, encontró un aguilucho. Se lo llevó a su casa y lo puso en un corral, donde pronto aprendió a comer la misma comida que los pollos y a conducirse como estos. Un día un naturalista que pasaba por allí le preguntó al propietario porqué razón un águila, el rey de todas las aves y los pájaros, tenía que permanecer encerrada en el corral con los pollos.

    -Como le he dado la misma comida que a los pollos y le he enseñado a ser pollo, nunca ha aprendido a volar- respondió el propietario-. Se conduce como los pollos, y por tanto, ya no es un águila.

    -Sin embargo- insistió el naturalista- tiene corazón de águila y, con toda seguridad, se le puede enseñar a volar.

    Después de discutir un poco más, los dos hombres convinieron en averiguar si era posible que el águila volara. El naturalista la tomó en sus brazos suavemente y le dijo: “Tú perteneces al cielo, no a la tierra. Abre las alas y vuela”.
    El águila, sin embargo, estaba confusa; no sabía qué era y, al ver a los pollos comiendo, saltó y se reunió con ellos de nuevo.

    Sin desanimarse, al día siguiente, el naturalista llevó al águila al tejado de la casa y le animó diciéndole: “Eres un águila. Abre las alas y vuela”. Pero el águila tenía miedo de su yo y del mundo desconocido y saltó una vez más en busca de la comida de los pollos.

    El naturalista se levantó temprano al tercer día, sacó al águila del corral y la llevó a una montaña. Una vez allí, alzó al rey de las aves y le animó diciendo: “Eres un águila. Eres un águila y perteneces tanto al cielo como a la tierra. Ahora, abre las alas y vuela”.
    El águila miró alrededor, hacia el corral, y arriba, hacia el cielo. Pero siguió sin volar. Entonces, el naturalista la levantó directamente hacia el sol; el águila empezó a temblar, a abrir lentamente las alas y finalmente, con un grito triunfante, se voló alejándose en el cielo.

    Es posible que el águila recuerde todavía a los pollos con nostalgia; hasta es posible que, de cuando en cuando, vuelva a visitar el corral. Que nadie sepa, el águila nunca ha vuelto a vivir vida de pollo. Sin embargo, fue un águila, pese a que fue mantenida y domesticada como un pollo”.