Lo prometido és deuda,aquí os dejo el 2º capítulo de LUCERO II Lucero cuenta un cuento y hace una llamada a larga distancia. Los niños subieron al segundo piso con el invisible Lucero y le arreglaron una pieza. Lo rodearon de cobijas y bolsas de agua caliente para que no sintiera frío. Desde abajo se oía claramente la conversación que sostenían los niños con Lucero. – ¿Quieres ir mañana al circo? – ¿Qué es un circo? – Una tolda grande donde van los niños a ver osos, perros, otros animales, y payasos. – ¿En el cielo hay circos? – ¿Creo que debió de existir alguno hace mucho tiempo, pues allá hay Osar Mayor, Osa Menor, Can Mayor y las Siete Cabrillas... – ¿Te gustaría jugar con una muñeca, Lucero? – ¿Qué es una muñeca? – Pues ésta, mírala, qué linda es. – No, no me gusta, parece un niño muerto. – ¡Ay! –gritó Clemencia– Lucero está sin comer. – ¿Tú qué comes, Lucero? – Pues luz, nada más que luz, Clemencia. – ¿Y nunca has tomado tetero? -dijo Alfredito. – Sí, claro, de luz. Allá arriba nos conectan la cintura con electricidad, cada dos horas, cuando estamos chiquitos; después, tres veces al día; y, cuando grandes, una vez al año. Los viejos no necesitan que los alimenten. – ¿Quieres tomar el tetero ahora? – No, gracias, Clemencia; me lo tomaré en la cama. – ¿Quieres que te cuente el cuento de Tío Conejo, Lucero? – Bueno, ¿cómo es? – No –gritó Alfonso–. Mejor que él nos cuente uno del cielo. – Sí, sí, que nos cuente uno del cielo. – Bueno, si así lo quieren. Erase una vez una Lucerita que consultó con un Hada para que la dejara ir a la tierra. El permiso le fue dado pero con la condición de que no se acercara a un ciego. La Lucerita desobedeció y al acercarse a uno, al instante perdió la vista. – ¿Y qué pasó, Lucero? – Pues que una viejecita que cuidaba al ciego ofreció sus ojos al Hada Madrina de los Luceros con tal que le volviera la vista a la bella Lucerita... "A una vieja como yo, no le hacen falta los ojos como a ella" dizque dijo la viejecita. – ¿Y qué más? – Que la Lucerita volvió a ver; y el Hada la castigó dejando sus dos ojos en el cielo brillando para siempre. – ¿Y qué más? – Pues que así explican en el cielo los ojitos de Santa Lucía. – Échanos otro cuento, Lucero. – No, ya es tarde –dijo Clemencia, autoritaria–. Mañana temprano tenemos que localizar como sea a la mamá de Lucero. – ¿Cómo se llama? –Venus –contestó Lucero. – ¿Y por qué no la llamamos ahora mismo? – Si tú quieres –le respondió Alfonso. – ¿Podré hablar desde aquí con mamá? – Claro que sí. Papá habla a cada rato con Nueva York, París, Moscú y hasta con el Japón... El aparato es muy potente. – ¿Y en el cielo hay teléfonos? –preguntó Alfredito. – Imagínense. Allá hay de todo. – ¿La luz de aquí es buena? En el cielo cuando hacen llamadas a larga distancia, entre planetas, prenden todas las plantas eléctricas. – Aquí podemos conseguir lo mismo para ti. – ¿No será mucha molestia? – Ninguna. Y voy a llamar ahora mismo al gerente de la energía, que es amigo de papá y muy bueno, para que toda la luz de la ciudad sea para tu llamada –repuso Clemencia. – ¿Aló? ¿Aló?... ¿Con el señor gerente? Mire, necesitamos una llamada a larga distancia al cielo; Lucero cree que la luz no será suficiente. ¿Podría usted ordenar que apaguen la ciudad diez minutos? – Imposible, hija, perdería el puesto. Además, no entiendo de qué se trata. – ¿Aló? ¿Por unos segundos?... Lucero dice que en tres él puede hablar con su mamá, Doña Venus. – Bueno, ya que insistes... Te complazco aunque entiendo menos ahora. – ¿Listo? – Listos. – Una... Dos... y Tres... – ¡Ya estuvo! –gritó feliz Lucero ante la cara de asombro de los niños–. Mil gracias a todos. Mamá viene mañana a las seis de la tarde. ¡Que viva! – Que vivaaa... – Mañana viene la mamá de Lucero –gritó Alfredito–. Mañana viene. –Y enseguida preguntó: – Dinos, Lucero: ¿en el cielo duermen los niños con la luz encendida? – Hasta mañana, Lucero. – Hasta mañana. Se cerró el cuarto de Lucero y al punto el segundo piso se inundó de una luz platinada que salía por las rendijas de la puerta continuará...........
Y, otra poesía (me estoy saliendo del tema...), con el perdón de los portugueses , que seguro que habréis aprendido también de niños. Al menos algunos. Sorprendióse un portugués al ver que, en su tierna infancia, todos los hijos de Francia sabían hablar francés. Arte diabólico es, dijo, torciendo el mostacho que para hablar en gabach..., un hidalgo, en Portugal, llega a viejo y lo hace mal, y aquí lo parla un muchacho.
Esos poemas me los sé todos... Púrpura sobre negro Rossana Scacciotti "Nadie más en los alrededores de las ruinas El comienzo del dolor embelleciendo el paisaje sin fin (...) El sol encallando en las montañas Itinerarios condenados al desastre". Elsa Cross. Dicen que la casa que ocultan esos altos abetos está abandonada desde hace más de dos décadas. Los árboles que vemos mecerse lenta y majestuosamente, sometidos a la voluntad del viento, han sido plantados muy cerca del muro de piedra que rodea aquella casa, un muro al que los años y el ímpetu de la naturaleza han resquebrajado, y algunos tramos fueron reemplazados por ladrillos unidos toscamente con argamasa y cantos rodados. Ubicada tras una colina, algunos creen que fue una cárcel. Se trata de una construcción de gruesas y macizas paredes con barrotes sobre las ventanas. Sólo se puede distinguir un piso sobre la planta baja, y muy cerca del muro de la parte posterior, una especie de torre que se diferencia del resto de la casa y con la que no parece tener comunicación alguna. Si fue una cárcel, entonces debió albergar a un solo prisionero, y seguro fue precisamente allí, en esa torre. De pie bajo los abetos, oigo las hojas al frotar entre sí, un rumor que dominaría cualquier otro, si lo hubiera. El silencio invadió todo desde hace mucho tiempo. Escalando por sus resquebrajaduras, traspongo el muro descendiendo por las mismas grietas y luego salto y caigo con un golpe seco. Permanezco agazapado, en silencio, mientras me ahoga la agitación de un extraño miedo. Por dentro, los muros han sido blanqueados con cal y todo está dejado al azar del tiempo. Tras el portón principal, hubo tal vez un jardín extenso, algo así como un bosquecillo interior. Hay una fuente de granito y en su centro, gruesamente tallado, un animal de sospechosa ferocidad, suspendido sobre un pilar y formando con él, un solo bloque. Sus fauces abiertas muestran dos colmillos gastados, y en el fondo de la garganta, un agujero del que cuelgan hilachas de musgo reseco. Por todas partes hay hojas secas que se deshacen bajo el peso de mis pisadas, crujiendo hasta casi ensordecerme. Sé que dentro no hay nadie, pero este lugar me sobrecoge y prefiero andar con sigilo. Me invade la sensación de que alguien, desde algún rincón de esta enorme casa, supiera que estoy aquí. Un camino bordeado por arbustos y plantas sin flores, conduce a la puerta principal de umbral imponente. Tiro de la aldaba y la puerta se abre sin rechinar, lo cual me extraña. La primera estancia, cuya decoración es exigua, no tiene cortinas, tal vez eran innecesarias. El sol no llega hasta aquí, pues los muros son altos y los abetos terminan por cerrar la atmósfera alrededor de la casa. Todo está muy quieto. Como si el tiempo se hubiera detenido precisamente ahora, entre estas paredes. Hace calor, o más bien, debe ser producto de la humedad, y este olor acre, tan intenso... Me muevo casi en la penumbra. *** El dolor de este exilio es intolerable... intolerable y atroz. La soledad araña las paredes. Estiro los brazos y sólo consigo asirme a mis propios fantasmas. Conozco cada rincón de este infierno, cada objeto, y todo está malditamente mudo y mis palabras rebotan sobre espejos y el eco se desvanece sin regresar jamás, como si no hubiera aire aquí dentro. Odio esta casa y todo cuanto ella contiene. Enloquecer es recorrerla días enteros, noches enteras, cientos de veces y estar siempre en el mismo lugar. Todavía recuerdo el baño frío, los choques, la desnudez, sus rostros de facciones aberrantes y las fotos sepia: Vladimir en medio de la Plaza Roja... la gran marcha... el regreso... ¡la huida! ¡la huida! y nuevamente los choques, el filo de la navaja cortando las venas, las encías, las comisuras de los labios y otra vez choques. Voces suplicantes, ¡ya no quiero oírlas más! Y esta voz terrible, asida a mí desde hace un milenio, como hierba mala. Arránquenmela. ¿Qué mano podrá soportar sus hojas urticantes?, ¿qué ojo alerta puede vigilar que no quede ninguna raicilla que avive este odio secreto y maligno? Cruzo descalza el jardín sin fijarme en esa piedra que lastima el pie. Sombra blanca entre los árboles. Sombra blanca dentro de esta casa. Nadie me escucha gemir. Consumo ungüentos y algodones y mi piel supura, cubierta de llagas. Sobre mis tímpanos, indeleble, la música estridente de aquellas épocas. La mente en vorágine. Espejos mugrientos sobre los muros descascarados, como en una alucinación, soy como una mariposa cuya ala quedó atrapada del otro lado, dentro del espejo, y la vieja mecedora carcomida ya por el tiempo. El odio ha envenenado esta casa. Me ha envenenado a mí, a mi carne y a mis huesos. Por eso sigo con vida. Para odiar. *** ¿Qué insospechada y morbosa curiosidad me hace permanecer aquí? No sé por qué me dejo arrastrar ni por qué sucumbo a seguir en este lugar, si cuanto más avanzo por sus habitaciones sombrías, más me invade la sensación extraña de que aquí hay alguien más, pero, ¿dónde..? Durante horas la he recorrido y no hay nada más que muebles viejos y polvorientos, espejos rotos y un sótano de atmósfera irrespirable. Se hizo de noche y no he notado la diferencia, excepto por la penumbra que ha cambiado de color. Ahora todo se ve de un gris-azul brillante. Debe haber salido la luna. *** Libérame de una maldita vez, ¡sátrapa!, ¡asesino!, si no has de cruzar más el umbral de esta puerta hacia mí, si no has de hurgar nunca más entre mis entrañas, si te has de ocultar como un animal al acecho, entonces arráncame tu sonrisa herética y tu tiempo, arráncame tu memoria, corta mi garganta y cuélgame en el matadero, así degollada, para sangrar poco a poco esta miseria. Desbarata mis sueños y préndele fuego a las sábanas, para que desaparezca tu maldito olor, sal de aquí, arrasa el recuerdo pero también el olvido. ¿Para qué, maldita sea, has vuelto?, aquí sólo hay recuerdos en ruinas. ¿Quieres constatar que también quedan escombros de mí, entre los escombros de esta casa? Escapa ahora que estás a tiempo de hacerlo. Escapa antes que cierre el portón y corra todos los pestillos, escapa antes de volverte otra sombra maligna entre mis espejos, recoge tu capa negra, tus sandalias púrpura, recoge tus aires, llévate tus pasos, descuelga los espejos de mi estancia y llévate tus ojos que se reflejaban dentro de tus ojos, vuelca mis cajones, huye con la mala hora que te trajo, hazlo pronto antes que se esconda esta luna de la que no puedo ocultarme. Tu prisa irá dejando ciénagas de silencios aterradores, recónditos. Te veré partir con tu cargamento lúgubre. Con mis palabras a cuestas, atravesarás esos senderos, hasta encontrar el camino de regreso a tus miedos, a tus cobardías. Te vas a instalar en tu reino de traiciones. Vuelve con Ella para que reines entre los lacayos de su tiempo. Presidirás todas las jaurías voraces de mis celos. Luego me quedaré sola, sirviendo un banquete con mis vísceras y las mansas bandadas de los pájaros de tu indiferencia. Masticaré lentamente mi derrota, hasta desabrocharme este maleficio. *** Será mejor que me vaya. Aquí dentro no hay nada más por ver. Antes de salir echaré una última mirada y trataré, una vez más, de abrir esa puerta que está al final del corredor de la planta alta. Ya lo intenté muchas veces, pero los oxidados goznes impiden que se abra. En fin, tal vez no contenga más que polvo, espejos rotos y telas de araña, como todas las demás habitaciones en esta horrible casa. besos, vega
Hola a Tod@s Aquí teneis la 3º entrega de LUCERO III Enfermedad de Lucero – ¡Clemencia, Alfredito, todos! ¡Lucero amaneció enfermo! –gritó Alfonso–. No quiso la luz... está muy encendido. Debe tener fiebre... ¡Vengan! – A ver... a ver... –dijo Clemencia al entrar a la pieza, posesionada del papel de médico de Lucero, con grandes lentes de aros vacíos, uniforme blanco y los instrumentos en la mano: dos largos tubos de plástico para colocárselos en los oídos y un termómetro. Alfredito, de gorra y saco blanco, bigotes pintados, llevaba el maletín de los "remedios". – ¿Qué te pasa, Lucero? –le dijo Clemencia, muy seria con actitudes de doctor. – Nada, Clemencia. Y volvió a meterse bajo las cobijas. – Aquí está el doctor –empezó Clemencia, ahuecando la voz–. A ver... a ver... Abra la boca, diga ¡aaah!... ¡aaah!... Y tú, Alfredito, ponle el termómetro debajo del brazo como lo hace Papá Juanbé cuando viene a vernos. – ¡Ajá! Tiene la garganta roja. Está ronco. Lucero, lo que usted tiene es una angina... –Y arreglándose los lentes que tenía encima de la boca, pidió: – Alfredito, por favor, el termómetro. – ¡Qué horror! ¡43 de temperatura! ¡Este niño se nos muere! Hay que llamar a Papá Juanbé (así llamaban, con cariño, a su médico los niños Martínez). Clemencia voló a llamar por teléfono al doctor. Y le dijo que Lucero estaba grave, con fiebre de 43 grados. Que viniera pronto. Del otro lado, el complaciente viejito, sin ofuscarse, le respondió: – Pero, hija, ese Lucero... ¿es algún hermanito que yo desconozco? Tú sabes que voy siempre con gusto. ¿No será otro hijito de la perra? La última vez me llamaste para que viera a la gata; y de paso le formulé a Gina, la perrita, que sufría de pesadillas, asustada por unos hombres... – No, Papá Juanbé, esta vez es en serio –repuso Clemencia en tono convincente–. ¡Se va a morir!... ¡Imagínese que la mamá no ha aparecido todavía! ¿Qué hacemos?... Lucero es como un nuevo hermanito que nos cayó del cielo. Venga por favor, Papá Juanbé. – Bien, si así es la cosa –contestó el buenazo del doctor Juanbé, desconcertado, –iré enseguida a curar a Lucero. Quedó pensativo: Lucero... Hermanito caído del cielo... ¡No entiendo nada! – Qué bueno que es Papá Juanbé. Viene enseguida –dijo Clemencia al colgar la bocina, y agregó: – Nunca manda inyecciones, no da cucharadas feas y trae juguetes lindos en el maletín. ¡Ese sí es un doctor! Miraba el angustioso cuadro de los niños y no podía perderme la llegada del doctor Juanbé. Él es magnífico y les lleva la idea a los muchachos... Quién sabe qué cara pondrá cuando en la pieza no vea paciente alguno, sino las cabecitas calenturientas de mis hijos, pasadas de castaño a oscuro en el cuento del Lucero. Me aposté tras la puerta de mi alcoba y atisbé por la rendija. – A ver... a ver... ¿dónde anda el enfermito? –dijo entrando en la casa Papá Juanbé. – ¡Ya vino! ¡Ya vino! –gritaron los niños con cariño, al oír la voz familiar de su médico. – Allí, Papá Juanbé –le dijeron, señalando la pieza de Lucero. – ¡Ajá! Buenos días, caballerito –entró diciendo Juanbé, frotándose las cansadas manos, y añadió: – ¿Es éste el hermanito que les cayó del cielo? ¡Qué hermoso es! ("Bueno, no es posible que un hombre serio se contagie tan pronto de la locura de mis hijos. ¿Será que, como conocedor experto de la mente infantil, les lleva la idea para no contrariarlos?"). Yo seguí sin entender nada de lo que estaba pasando. Ahora, comprendía menos que al principio. Pero él doctor Juanbé debió de verlo todo claro, Dios sabría por qué, pues se limitó tranquilamente a decirles: – Mis niños, Lucero no tiene nada. – ¿Que nada? –gritó Clemencia, palmoteándole en la cara al viejo médico–. ¿Es que le parece poco 43 grados de temperatura? ¡Se va a quemar el pobre Lucero! Sin contrariarse, Papa Juanbé le explicó a Clemencia en tono dulce: – Es la temperatura normal de los Luceros, Clemencita. La niña bajó la cabeza sonrojada, y le dio excusas a Papá Juanbé. – Entonces, ¿qué le va a mandar a Lucero? –preguntó Alfonso un poco angustiado. El doctor Juanbé, de pantalón a rayas algo maltratado, saco negro, solapas brillantes, cuello duro de puntas volteadas, acariciándose los largos bigotes, se quedó un momento pensativo. Luego, sacó la pluma fuente de oro y escribió con letras mayúsculas para que los niños leyeran con facilidad la fórmula para Lucero: Muéstrenle unas láminas grandes del cielo y las estrellas más brillantes que encuentren. Un poco de música celestial le sentará muy bien. Papá Juanbé. Le pasó la fórmula a Clemencia, que la esperaba preocupada, y le dijo seriamente: – Hazla despachar enseguida, hijita. – ¿En la droguería de la esquina habrá de esos remedios? Más serio aún, le contestó: – Aquí mismo, en la biblioteca de tu papá, lo encontrarás todo. Clemencia, desconcertada, leyó la receta en voz alta para que la oyeran los demás. Y preguntó: – ¿Qué clase de música celestial aconseja, Papá Juanbé? – Pues una que ustedes han oído mucho. Se llama Ave María. Sin dar gracias a Papá Juanbé, los niños corrieron a la biblioteca. Papá Juanbé se retorcía los bigotes de felicidad y esperaba. Se acomodó en una poltrona y se dio a preparar un cigarrillo al viejo estilo, envolviendo en fino papel de seda un puñadito de olorosa picadura, y pegó el rollito como quien cierra un sobre de carta. – ¡Aquí están las fotos del cielo, Papá Juanbé! –gritaron los niños. Y se las fueron mostrando a Lucero quien reía dichoso delante de cada lámina. Cuando vio la estrella más brillante y grande del cielo, el Lucero de la Tarde, gritó: – ¡Mamá! ¡Mamá!... –y fue directamente a la ventana y desde allí le hacía señas, como diciéndole: – ¡Ven pronto! Regresó al grupo un poco triste y se puso a jugar con los muchachos, con el maromero que traía a las visitas Papá Juanbé y que daba volteretas en la cadena de oro que le cruzaba el chaleco. – ¿Cómo se llama el muñequito, Clemencia? –preguntó Lucero. – Se llama Priqui... Priqui... –le contestó, soltando una carcajada. Todos rieron. – Bueno, niños, hasta luego. No lo olviden. Cuando vean triste, como enfermo a Lucero, denle "cucharaditas" de esas tan buenas que hay en el Tesoro de la juventud... –dijo Papá Juanbé. Arrastrando los pies, con una dulce sonrisa que le iluminaba el arrugado rostro, el noble médico empezó a bajar escaleras. Cuando llegó a la puerta, Clemencia comentó: – Yo que les decía, Papá Juanbé es el mejor doctor, porque no da cucharadas feas, no pone inyecciones, trae a Priqui... Priqui... y tiene un maletín lleno de juguetes. –Y con voz alta y satisfecha, agregó: – Mejoró a Lucero, y es el único médico que cura con ¡retratos! Los niños bajaron contentos a la sala. Con ellos debía estar Lucero, pues Alfonso le aconsejó: – Siéntate allí en la butaca de cuero. Quedarás cómodo. –Y la señaló. Le conversaron del circo y le prometieron que iban a regalarle un elefantito que tenía una nariz larga, larga y blanda con la cual recibía maní de manos de los niños. Lucero se rió mucho y se mostró contento con la noticia. Dijo que se lo llevaría para jugar con él en el cielo. Cuando se levantó para ver a los muchachos de la cuadra, Alfonso le puso en el asiento una tachuela. En el acto lo reprendí, y le dije que eso no se hacía con nadie y menos con un amiguito. Al regresar Lucero de la puerta, a la cual apenas se asomó, vi caer, y romperse en mil pedazos, el bello jarrón de porcelana japonesa. Acusé a Alfredito: – ¡Usted fue! – Yo no fui, papá, fue Lucero –dijo, señalándolo. Lucero estaba en el comienzo de la escalera... Y aproveché para asegurarme que Lucero existía, de que se hubieran levantado los muchachos. El asiento de Lucero lo toqué, era verdad: ¡estaba más caliente que el de mis hijos!... Y lo vi, hermosamente iluminado, como debieron verlo ellos desde el primer momento, con sus enormes ojos brillantes para mirar grandes distancias.
Jeje, yo igual soy joven para haberlas aprendido en el colegio pero mi querido pater nos las has recitado tantas veces para entretenernos que mis hermanos y yo nos sabemos unas cuantas de memoria. Esta le encantaba a mi abuela... Las siete y media es un juego vil que no hay que jugarlo a ciegas pues juegas cien veces, mil y de las mil ves febril que o te pasas o no llegas Y el no llegar da dolor por que indica que mal tasas ¡Mas ay de ti si te pasas! Si te pasas es peor.... A la noche cuento de lamias sin falta (me encantan los vuestros, este post engancha )
Buenaaas CHAGALL, el cuento fué muy bonito. Los poemas que habeis puesto también me han gustado. Mañana pondré otro trocito del mio, a ver si lo acabo ya. a tod@s
Grendel espero ésta noche el de Lamias,¡ ¿cómo no si soy una de ellas ?! MamaAnna hay que ver lo que nos enseña la inócéncia Vega me va todo lo paranormal Jose L lmuy guay tu cuento-poesía
Un cuento de los de siempre: Garbancito de La Mancha Érase una vez, un niño que era muy muy chiquitín. Era tan chiquitín, tan chiquitín como un garbanzo; y por eso todo el mundo le llamaba Garbancito. Un día su mamá le dijo: -¡Garbancito, vete a comprar unas cosas a la carnicería. A lo que él contestó. -¡No, mamá, que como soy tan chiquitín ,la gente no me ve y me pueden pisar! -Bueno, entonces vete a llevarle el almuerzo a papá, que está trabajando en el campo.- le ordenó su madre. -Está bien, iré que eso sí que no tiene peligro. La mamá le preparó el almuerzo, y el niño lo cogió y se fue cantando y entonando esta canción: -“Pachín, pachín, pachón a Garbancito, no piséis; pachín , pachín, pachón, mucho cuidado con lo que hacéis.”- y así todo el tiempo. De pronto, el cielo se oscureció y empezó a caer una gran tormenta que hizo que Garbancito, ante tantos relámpagos, truenos y tanta agua, se escondiese en un campo de lechugas. -¡Qué miedo! ¡Cuanto llueve!. ¡Si no me refugio, este agua hará que me ahogue! ¡Uy, mira cuantas lechugas, me meteré entre medio de una de ellas y el agua no me arrastrará!. Pero Garbancito no se dio cuenta de una vaca muy grande que estaba pastando or allí, y se estaba comendo todo lo que pillaba. Se comió todas las lechugas del campo, incluso en la que estaba el Garbancito, y al pobre Garbancito también... Como se hizo de noche y sus padres no lo encontraban, se fueron a buscarlo por los campos y gritaban -¡Garbancito!, ¿dónde estás? -¡En la tripita del bueeey, que aquí no llueveee! Así todo el tiempo. Al pasar los padres al lado de la vaca, escucharon al fin la vocecita de su hijito, y se asustaron mucho. ¿Qué vamos a hacer ahora? -se preguntaron. Y se les ocurrió que, para sacarlo de allí, tendrían que darle de comer mucho a la vaca, para que saliera por donde ya sabéis... Y así fue. Garbancito salió disparado todo sucio y asqueroso. Pero lo lavaron y lo asearon. Y lo abrazaron, lo besaron y de lo contento que estaba de haber salido de allí, comenzó a cantar: -Pachín, pachín, pachón a Garbancito, no piséis; pachín , pachín, pachón, mucho cuidado con lo que hacéis. Pachín, pachín, pachón mucho cuidado con las vacas; pachín, pachín, pachón, que sólo sales si hacen cacas. Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado...
hola buenos dia como estan los amigos cuenta cuentos estoy ayudando a una amiga que no tiene iternet a buscar informacion de sus matas y casi no entre estos dias pero si lei todos los cuentos y inprimi algunos cuentos para lleverlos a giacomo los estoi leyendo todos los que continuara y los que no gracia a todos asta pronto
Hola a tod@s. El fín de semana es cuando menos tiempo tengo para poder estar con vosotros o con el pc. Os pongo otro trocito y, si tengo tiempo, a la noche pondré otro. Esta semana lo acabaré. Espero no aburriros mucho. Viene de la pag.10 nº 147 EL LIBRO DE LA PAZ de Bernard Benson - Pero ¿cómo conseguiremos unirnos todos y que nos escuchen?.- preguntó un chiquito. - Deberemos llevar una identificación.- prosiguió el muchacho.- Todos los que quieran vivir y hacer un sacrificio por los demás y para la PAZ, deberán llevar un simple hoja de árbol, ya que este es el símbolo de la vida. Todos llevaremos una hoja verde bien visible sobre el corazón. Pero mucha atención ¡¡¡que nuestro deseo de vivir no nos lleve a asesinar árboles!!!. Recortad la silueta de la hoja en un papel y pensad que, por otro lado, un árbol ya ha dado la vida para que podamos disponer de ese papel. El muchacho miró al Presidente, que estaba muy serio escuchando lo que los niños hablaban. - A veces.- dijo el muchacho.- tengo la impresión que los gobernantes se encuentran atrapados en su propio juego, que ya no pueden dejar de jugar al juego de ajedrez Internacional, apoderándose de todas las naciones que puedan y desmantelar a las que no pueden dominar, pero de manera que parece que el juego ya no les interesa. - Tienes razón.- contestó el Presidente. - Y ¿por qué? - El juego se ha vuelto demasiado peligroso ….., imprevisible ….., demasiado caro. En cualquier momento este juego puede explotarnos en la cara. - Y si os proponen unas nuevas reglas del juego, ¿estaríais dispuesto a aplicarlas?. - ¡Claro que si! Hay innumerables reglas del juego posibles …, ideológicas …., económicas …., técnicas …., las que aplicamos ahora, el armamento universal masivo, sería la última que elegiríamos. - Entonces ¿por qué la habéis elegido? - No la hemos elegido, ¡nos hemos dejado llevar! - Si usted tuviese un botón mágico que, apretándolo, hiciera desaparecer todas las armas del mundo ¿lo haría?. - ¡¡Seguro que lo haría!!, lo haríamos todos, ya que sabemos que la situación actual escapa a nuestro control. - O sea, que millones de seres humanos no quieren la máquina de la guerra y los doscientos responsables tampoco. Entonces ¿por qué la tenemos? El Presidente contempló a todos los niños que lo rodeaban; aquellos ojos ……., azules ….., verdes ……, negros ….., que lo miraban interrogantes. Una niña, que se había sentado a sus pies, al ver la tristeza en la cara de aquel hombre, puso su mano sobre la de él. - Podéis contar conmigo.- dijo el Presidente mientras acariciaba los cabellos de la niña.- Estoy con vosotros. Todos salieron de puntillas mientras el anciano se volvía a sentar en su silla ….., detrás de su mesa ……vacía, mientras reflexionaba sobre su vida, sobre la proximidad de su muerte la sombra de la cual cada día lo separaba más del mundo de los vivos, sin darse cuenta que el niño, que había venido desde tan lejos, volvía a entrar en la sala- - Gracias señor.- le dijo.- en nombre de todos los niños del mundo. Nos ha devuelto la esperanza de vivir. El Presidente se inclinó y le dio un beso en la frente. Miles y miles de personas se habían reunido en el aeropuerto para ver izarse el avión en el que viajaba el niño. Al cabo de una hora, el comandante del avión recibía un aviso de que algo extraordinario estaba pasando, ¡¡¡¡por las calles de todo el mundo se veían miles y miles de personas llevando sobre el corazón una hoja de árbol!!!!, ¡¡¡todos los medios de comunicación caían en manos del pueblo!!!!!, ¡¡¡los Gobernantes se veían forzados a reconocer que estaba pasando algo sin precedentes!!! ¡¡¡los pueblos acababan de DECLARAR LA PAZ y ya no podían hacer NADA para pararlo!!!. Al poco rato recibió otro aviso: ¡¡ El Presidente de la tercera SUPERPOTENCIA aceptaba ver al niño!!!. El morro del enorme avión cambió suavemente de rumbo en dirección a otro país lejano. Continuara .........
¡Kaixo! ¡Hola ¡que cuentos hermosos!! ...me los he leído toditos ¡preciosos!! Éste un cuentito de susto Noche de sangre Leo era un joven, por lo menos en apariencia, que se había unido al mundo nocturno a los dieciséis años. Una noche de primavera, durante la fiesta de cumpleaños de un amigo, Leo recibió el regalo de la inmortalidad en forma de beso... su primer beso. Selena una chica nueva que conoció la noche anterior en un Púb de las afueras de la ciudad, a la cual había invitado a la fiesta fue su nueva madre, la que le devolvió a la muerte despertándolo en el sueño de la inmortalidad. Todo ocurrió mientras bailaban, una simple mirada de ella con sus ojos azules glaciales helaron el corazón de Leo y le obligaron a buscar refugio en los de ella, que ya teniéndolo su a merced, abrazó y besó con la fuerza desatada por cinco noches de sed de sangre, al principio sus lenguas se juntaron apasionadamente, pero la pasión inicial pasó a ser una furia violenta y los colmillos de Selena atravesaron la lengua de Leo, haciendo que el abriera los ojos, cerrados por la situación. La magia del momento se transformó en dolor y el dolor en miedo, la cara de Leo cambiaba de color quedándose pálida como el mármol, y pequeños hilos de sangre rebosaban de su boca y resbalaban por su barbilla y cuello. Los gemidos de dolor de Leo pronto cesaron y su cuerpo se convirtió en un peso muerto, literalmente, obligando a Selena a sujetarle con más fuerza. La gente de su alrededor no prestaba atención a la situación, ya que la tenue luz oscurecía la imagen e impedía diferenciar la estampa tan sangrienta que acaecía en ese momento, y la música apagaba los gemidos que ya habían sido ahogados por el paso de la muerte. Con una fuerza y delicadeza impropia de aquella aparente chica, desplazó el cuerpo hasta la puerta trasera del local en el que se celebraba el cumpleaños, y dejó reposar el cuerpo en una esquina del callejón. Selena se sentó a su lado, y por primera vez desde que Leo la había conocido, la noche anterior, ella entristeció su semblante. En ese momento fue cuando la vampiresa debía elegir si Leo moriría, o le haría renacer. La decisión no era fácil, ya que darle la inmortalidad supondría compartir la sangre, pero matarle seria perder un posible compañero. La necesidad de alguien con quien compartir sueños, alegrías y tristezas era algo propio de los mortales y no de los vampiros, ellos solo soñaban con saciar su sed de sangre, y la única alegría era despertar una día más sin una estaca en el corazón. Aun así la soledad era muy fuerte en ella y su decisión se decantó por ello. Cogió un colgante de su cuello que tenía punta y apretó con fuerza en su muñeca, hasta que emanó un pequeño hilo de sangre más oscura de lo normal, apretó su puño y dejó caer dos gotas en los labios de Leo, que escurrieron por su boca, su lengua y más tarde su garganta. Sus ojos antes vacíos, ahora se tornaron rojos y el brillo de vida regresó a sus pupilas. Sus dedos de las manos empezaron a temblar con el resto del cuerpo y notó como las gotas de sangre llenaron su cuerpo de un calor que le hizo arder en su interior. Aun no podía moverse voluntariamente pero el dolor según asimilaba su cuerpo la resurrección provocaba espasmos en sus piernas. Su espalda se arqueó y todo su cuerpo se volvió a comprimir tras una fuerte convulsión que provocó un fuerte chasquido en su columna. Finalmente calló de nuevo derrengado y totalmente rígido a su estado mortecino. Poco a poco comenzó a sentir un nuevo calor, pero éste más agradable, que le dio fuerzas, y le permitió incorporarse. Miró a su alrededor y vio a Selena, sentada a la luz de una farola, expectante. Mucho había cambiado, ella ya no era la misma ni el tampoco. Con un gesto Selena le invitó a levantarse y salir de aquel lugar. Al levantarse Leo sintió dolor en todo su cuerpo, que expresó con un grave gemido. Selena sonrió y le cogió del brazo haciéndole salir de allí más rápido de lo que él hubiera querido. Selena señaló al horizonte tras salir del callejón. Estaba a punto de amanecer. Leo no lo asimilaba del todo pero un miedo lo invadió, haciéndole entender......... Era un vampiro.
ITSASNE, ¡¡ya veráaaass el susto que se lleva CHIPI cuando lo lea!! A mi también me parece bonito CHAGALL, pero no todo el mundo tiene los mismos gustos. Otro trocito más. Viene de la pag. 12 nº 175 EL LIBRO DE LA PAZ de Bernard Benson Cuando el avión tocó tierra, las exclamaciones de la gente que se había reunido allí ahogaban los ronquidos del motor. Niños y mayores, todos llevaban una hoja o un dibujo de una hoja en el corazón. Al salir de la pasarela un hombre impresionante avanzó ….., en lugar de la hoja en el corazón, llevaba cinco medallas. Agarró al niño por el brazo y lo introdujo en un coche blindado que circuló a gran velocidad hasta un gran edificio guardado por un montón de centinelas armados. Un soldado, también armado, lo introdujo por un gran pasillo en el que, al final, había una puerta por la cual introdujo al niño. Un hombre firmaba allí montones de documentos oficiales. - Entra y siéntate.- le dijo el hombre, con voz poco agradable.- soy el Presidente. Allí donde vas reúnes multitudes, todo el mundo habla de ti, incluidos los diarios. ¿No te das cuenta de que estas PERTURBANDO LA PAZ?. - Lo siento, señor,- contestó el niño,- Si la paz existiera de verdad, ahora no tendríamos necesidad de hablar de ella. - Digamos que perturbas la poca paz que nos queda. Vivimos en una época muy peligrosa y bastaría una pequeñez para hundir el orden del mundo. ¡¡¡Esto no es cosa de niños!!!, ¡¡hasta los mayores se creen ahora superiores!!!. - Y ¿cómo se ha llegado a este extremo? - ¡¡la gente no quiere atenerse a razones!!!!.- dijo el Presidente dando un puñetazo sobre la mesa. - ¿Por qué hay tantos soldados aquí? - Tenemos que estar constantemente en alerta por qué nuestros enemigos también lo están y quieren matarnos. - Pero ¿por qué están tan armados? - Porqué también lo están sus vecinos ¡¡y armados hasta los dientes!! - ¿Quiénes son sus vecinos? - NOSOTROS,-contestó el Presidente.- Tu eres tan solo un niño incapaz de entender pero intentaré explicártelo. La única razón por la que podríamos encontrarnos dentro de una guerra, es que algunos estén más preparados que otros. Por eso no hay deber más importante que prepararnos de la mejor manera posible y cuanto antes mejor- Por eso es importante para las naciones amantes de la PAZ armarnos más y más. ¿Lo tienes claro? - Verdaderamente, NO, señor.- contestó el niño.- ¿y los países que hacen su agosto vendiendo armas?. - Es evidente que no es bueno exportar armas para satisfacer las intenciones de los países deseosos de exterminarse mutuamente, pero admite que si no lo hace una potencia lo hará otra y que este comercio de armas alimenta a mucha gente. - He escuchado esto centenares de veces en casa a la hora de la cena, pero permítame una pregunta ¿Si os dieran mil millones por el corazón de vuestro hijo, usted lo mataría a cambio de ese dinero? - Me sentiría desolado pero, si no lo hago yo mismo, otro se encargará de hacerlo.- dijo el Presidente defendiéndose. - Los que hacen negocios con las armas, deberían obligarlos a ocuparse de los moribundos …., ha enterrar a los cadáveres de las víctimas con sus propias manos …., y no dejarlos tan tranquilos en sus casas, con sus copiosas y concurridas cenas llenas de comentarios que les sirven de excusa. - Pero, ¿de donde sacas todas esas ideas, niño? - Del CORAZÓN, señor. - Ya te he dicho yo que tan solo eres un niño. De todas maneras dime, Por que has venido ha decirme alguna cosa, ¿verdad?. Pues dila cuanto antes que tengo mucha tarea por hacer. - Imagínese que las naciones se aniquilan mutuamente si poseen enormes reservas de explosivos y municiones. - Si, lo puedo imaginar. - Imagínese que las naciones, destruyen su fuerza si no tienen ninguna reserva de este tipo. - No, evidentemente - Entonces, ¿Cómo puede decirme que la mejor manera de asegurar la paz es fabricar más armas? El Presidente, sin contestar, se puso a firmar más papeles y, al cabo de unos minutos, levantó la cabeza y con voz más tranquila preguntó: - ¿Qué quieres que hagamos? - Deshacerse de las armas es lo que hay que hacer. - ¿Cómo? - Haciéndoles jurar que cortarán inmediatamente la “corriente” si cualquier país y especialmente el propio, hace peligrar la PAZ de alguna manera. - ¿Que quieres decir con lo de cortar la “corriente? ¿qué corriente? - La “corriente” son los PUEBLOS. Son capaces de desconectarse de ellos mismos, tan solo han de pararse todos en el mismo momento. - ¡¡Eso sería una locura!! Exclamó el Presidente. - Es menos locura que hacer saltar el planeta.- le contestó el niño. - ¡¡Jamás nadie a lo largo de la historia ha hecho algo parecido!! - Imagínese un pueblo donde todos los habitantes se unen para destruir al alcalde y a sus ayudantes, que son capaces de divertirse jugando a bolos con bombas incendiarias, que pueden reducir a cenizas todo lo que les rodea. - Si, lo imagino. - Y lo mismo en las ciudades. - Si, que diferencia hay? - Entonces, ¿por qué no pueden unirse todos los países y destituir a sus gobernantes? - Hijo, eres muy ingenuo. - ¿Qué quiere decir eso? - Ingenuo es lo contrario de cerebro sofisticado.- repuso el Presidente - Los misiles con cabezas nucleares, las bombas de bacterias, el envenenamiento del aire y del agua, ¿no es a eso a lo que le llaman armas sofisticadas? - Exactamente - Entonces, permítame ser ingenuo, porqué si las personas se vuelven sofisticadas al estilo de vuestras armas, el fin del mundo no está muy lejano. Continuara …………
Nosotros en Catalunya le llamamos "En Patufet" y cantaba: "Patim Patam Patum homes i dones del carrer, Patim Patam Patum no trapitjeu en Patufet". JOSE L. Me ha gustado mucho volverlo a leer .
Ya estoy de vuelta! Bueno, estoy de escala en Madrid para ver a mis papis. He pasado un fin de semana genial en Córdoba, a ver si cuando vuelva a Valladolid os pongo alguna fotillo. Menos mal que sólo he estado fuera unos días porque no dejais de poner cosas nuevas. Así da gusto, de verdad. Me he pasado las horas leyendo... Voy a echar un vistazo a ver que novedades hay por el foro y si me da tiempo busco un cuento nuevo. Un besote enorme para todos.