El Cuenta Cuentos

Tema en 'Comunidad de Infojardín' comenzado por EvaPatry, 31/8/07.

  1. mamaAnna80

    mamaAnna80 Hoy puede ser un gran dia

    Pues no te la pongas ¿eh?, niiiiiiiiiii se te ocurraaaaa, al menos con nosotros.
    :beso: :beso: :beso:

    EVAPATRY, no te preocupes, que lo entendemos. Tu sigue :computadora: :computadora: :99996leyendo: :99996leyendo: :computadora:
     
  2. :meparto: :meparto:

    :meparto::merevuelco: :meparto: :merevuelco: :meparto::merevuelco: :meparto:A ti fué tu yerno a mi mi hija,me puse verde :meparto: :meparto: :meparto: :meparto: :meparto: :meparto:que malita,nuuuuuuuuuuuuuuca maaaaaaaaaaaaas

    Si fumaba Ducados :smile: :smile: ,pero en los últmos tiémpos llegué a los 3 paquetes :icon_rolleyes: :icon_redface: :icon_rolleyes: :icon_redface: y me pasé al BN que és más flojo :mrgreen: :mrgreen:
     
  3. itsasne

    itsasne de Bilbao

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    Hola :razz:

    Buenos días :happy:

    Me he quedado asustada pos, mientras yo dormia escribiais todos ¡tantos! cuantos!!!!!!!!!???????????? :sorprendido:

    Me he despertado hace un ratito. Me ire también que tengo que ocuparme de unos trámites. He visto a benemi :beso: ¿como estas?

    :sorprendido: leí algo de porros? :sorprendido: o estoy soñando? :icon_rolleyes:

    mamá, chagall, grendel, Patry, :beso:

    mis cariños :beso:
     
  4. benemi

    benemi ...mar adentro

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    zona centro
    :meparto: :meparto: Itsasne cariño... que te fumaste anoche???:meparto:

    Es broma... un beso corazon:beso:
     
  5. EvaPatry

    EvaPatry

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    Madrid (España)
    :11risotada: :icon_rolleyes: :bravo: ¿Eso no es lo mismo que decimos las personas con "Donde fueres haz lo que vieres"? :15piensa: :15piensa: :15piensa:

    Pongo mi cuento ya, que si no luego se me junta todo.

    "La Carreta Nagua" de Juan Aburto.

    Al principio se oía de largo el ruido de algo que venía de rodada tuntunequeando allá abajo, como de carretón lechero, pero no podía ser lechero porque apenas era la media noche; como carreta pesada de cargas de maíz los tumbos y la bullanga como de un montón de tablas, de palos flojos, o parecía que venía cargada de chunches viejos y con tururos o porongas de lata por la resuena y aunque la calle era pareja se oía como si viniera sobre pedregal o entre zanjones baram bam bam bam, y era como una cosa bien larga, larga, porque nunca acababa de pasar, allí enfrente el ruidaje sonando y la gente comenzaba a despertarse, principalmente los viejos, se levantaban un poco apoyados sobre el codo en los catres de cuero crudo y se quedaban oyendo estirada la cabeza en lo escuro: “¡Oíla, niñá!”. “¡Sí, calláte, quién sabe qué cosa mala va a haber mañana!”, y todo en silencio, hasta los grillos se paraban, la gente pensaba que como era espanto tal vez no traía bueyes, pero se oía el plos, plos, plos de los cascos, y vendría con el candil apagado sobre el yugo con la lata como teja detrás para tapar el viento, pero a cada lado dos hoyos verdosos de los ojos de las calaveras de los bueyes fantasmas y el hueserío de ellos sonando a cada paso; no traía puntero ni había ruido de vara de chuzo ni el ¡ja! ¡ja! del guía, sólo un chiflido largo y triste a cada rato y unos cipotillos negros acurrucados junto al tiro de la carreta con ojitos colorados relumbrando en la oscurana, parecía que venían fumando puro, y la bolina de las clavijas flojas con los chirridos de las ruedas como que no les hubieran echado manteca de chancho con negro de humo, la cama de la carreta se hacía de un lado para otro contra las ruedas cli clá, cli clá y las ruedas se chiqueaban tun cún, tun cún, la gente oyendo y rezando en los aposentos “¡Santo Fuerte!, ¡las Tres Divinas Personas!”; se arreburujaban en las cobijas y ya no se atrevían a sacar la mano ni a jalar el guacal debajo del catre para orinar el resto de la noche; y en la carreta un ruidero como de risitas bandidas, de repente una gritolera, parecía que adentro iba un poco de diablos jodiendo, haciendo bulla con chischiles, con nambiras y calabazos vacíos, palmeaban también con las manos plas, plas, plas, y un par de cachos asomando por un lado, la carreta por cuentas levantaba un gran polvazal que se iba metiendo entre las casas porque la gente sentía una opresión en el pecho y un sofoque, pero tal vez era el miedo, también se oía el jipido de una mujer llorona adentro de la carreta: “Aaay... aaay... aaay...” pero en veces carcajada de hombre también que daba repelo y allá arriba otro hombre parado, tal vez era el jefe, todo envuelto entre trapos blancos y cecerequeando por la carrera y encima una gran humazón que iba dejando olor a muerto; en las estacas unos colguijos como sartas flotando en el viento, atrás en la punta unas quirinas sentadas con las canillas de hueso blanquizcas colgando zangoloteadas por el temblor de la rodada, la carreta forrada hasta abajo con unos cueros rojo con negro que parecían nagua, caminaba despacito pero el ruidaje era como de barajustada, ya iba por la otra esquina y todavía se oía el burum bum bum bum. En las rondas los perritos chiquitos despavoridos se enchutaban sin latir en los boquetes de los piñuelares y los perros grandes se ponían tiesos divisándola de largo con las orejas apuntadas para adelante, erizos erizos, y se quedaban aullando con la trompa para arriba hasta rato después que había pasado.
     
  6. grendel

    grendel Jardinero Novato

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    En un pueblo de Araba, cuyo nombre se ha olvidado, vivian dos hermanos muy diferentes en su manera de ser. Mientras unos era muy bueno y caritativo, el otro era avaro y estaba lleno de maldad. Mientras uno creia en Dios y en el bien, el otro no creia ni si quiera en el diablo, solo creia en si mismo y en las riquezas que dia a dia iba acumulando.
    Pasaron los años y el rico era cada vez mas rico pues nunca daba nada a nadie y no hacia mas que acumular riquezas que todas las tardes se dedicaba a contar una y otra vez.
    Mientras tanto el otro hermano era cada vez mas pobre pues su amor hacia los demas le hacia que compartiese todo o lo poco que tenia con los demas. Los necesitados del pueblo sabian q si llamaban a su puerta no se irian con las manos vacias
    Un dia el hermano pobre se puso muy enfermo y sintiendo a la muerte cerca envio a un amigo a casa de su hermano para que le diese unas velas pues en aquel tiempo creian que el muerto necesitaria luz para encontrar el camino hacia el otro mundo
    El hermano rico recibio al amigo y cuando oyo lo que le pedia le dijo:
    -¡que le den velas aquellos a quienes ayudo! yo nunca doy nada a nadie. Mie hermano nunca me pidio ni me dio asi que estamos en paz
    Cuando el hermano pobre se entero dijo:
    -Te maldigo hermano. Moriras sin que nadie cierre tus ojos y tu alma vagara para siempre en el cuerpo de una lechuza-. Y dicho esto murio

    Pasaron los años y el avaro no habia vuelto a pensar en aquello pero un dia, mientras contaba sus riquezas se empezo a sentir mal. Al instante supo que iba a morir y se acordo de las palabras de su hermano. Horrorizado pidio perdon pero en aquel mismo momento una lechuza entro por la ventana y volo por encima de su cabeza. Se oyo una voz que dijo:
    -Nada tengo que perdonarte porque nada me hiciste, pero tu alma vagara eternamente por lo siglos de los siglos en el cuerpo de esta lechuza que te acompaña hoy, dia de tu muerte.

    El cuerpo del hermano avaro nunca fue encontrado y es creencia que sigue vagando en forma de lechuza
    Por eso cuando una lechuza aparece en el lugar donde hay un enfermo es un mal presagio porque significa que pronto morira.....


    (nota de Grendel: Acaba de ocultarse el sol y solo oigo la lluvia desde donde estoy escribiendo esto y se me estan poniendo los pelos como escarpias. Como oiga una lechuza ahora mismo me da un patatus.....)

    Buenas noches cuentistas...


    ah, y EvaPatry lo de los monos tambien hace un poco reflexion de como muchas veces acatamos ordenes y comportamiento sin ni preguntarnos el porque de los mismos, o eso entiendo yo por lo menos :smile:
     
  7. EvaPatry

    EvaPatry

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    Sí, tienes razón. Me ha gustado muchísimo porque da para muchas vueltas... Es un comprotamiento aprendido de un comportamiento condicionado. Es darle una vuelta de tuerca más. Lo que me parece más interesante es que parece que cuanto más lejana está la causa de una acción más cuesta preguntarse acerca de ella.

    Bueno, no me hagais mucho caso... que llevo tres días con la cabeza trabajando a media jornada.

    Si lo encuentro, mañana pondré un cuento de Perez Galdós sobre un hombre y su cabeza.
     
  8. chipi-chipi

    chipi-chipi Donax denticulatus

    hola :happy:

    buenas tarde :happy:

    si grendel la moraleja seria la que dice eva :happy: pero esos mono eran casi umano :happy: tambie los umano a veces nos ensañamos y criticamo a una persona solo por seguir al grupo :( y quedar bien con la pandillita sin importar el daño injusto que asemos a uno solo :-? y mucha veces las palabra iere mas que los golpes :(

    esta noche leo los cuento que me falta :happy:

    asta pronto :happy:
     
  9. itsasne

    itsasne de Bilbao

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    El esqueleto de visita

    Un día conocí un esqueleto, en el parque. Estaba sentado en un banco de piedra, rodeado de palomas blancas, y sonreía, pensativo. Me pareció muy raro encontrar un esqueleto en pleno parque, dando de comer a las palomas, y tan risueño y tranquilo, como si se acordara de una broma, solitario, en mitad de la tarde. Yo trabajaba de cartero; ya había repartido las cartas del día, y me sentía algo aburrido. De manera que fui a sentarme a su lado, para distraer las horas. No demoramos en conversar. Me dijo que no tenía nombre. "Ningún esqueleto lo tiene", dijo, y cuando el sol desapareció detrás de las nubes rojizas, se lamentó del frío. Sus dientes castañeaban. Se puso de pie y me propuso que fuéramos a tomar una tacita de chocolate, en cualquier lugar. _ "Tranquilo –me dijo–. Yo invito"._ Lo contemplé de soslayo: no vi que llevara bolsillos, ni mucho menos dinero. Pero eso no me importó. Al fin encontramos un restaurante que anunciaba: |Chocolate caliente a toda hora!!!!!!. Al entrar muchos comensales quedaron boquiabiertos. Algunas señoras gritaron; una de las meseras dejó caer una bandeja repleta de tazas; las tazas se volvieron trizas; varias rodajas de pan, queso y mantequilla, quedaron esparcidas por el piso. "¿Qué pasa?" pregunté, abochornado, aunque ya adivinaba a qué se debía aquel alboroto. "¿Quién es ése?", me respondieron a coro, señalando a mi amigo.

    "Perdón –dijo él–. Yo puedo presentarme solo. Soy un esqueleto. Tengan todos muy buenas tardes".
    "Oh –se asombró una señora, que llevaba un perrito faldero, de pelo amarillo, adornado con un collar de diamantes–. No puede ser. Un esqueleto que habla".
    Pues sí –dijo mi amigo, encogiendo los omoplatos–. En realidad todos los esqueletos hablamos". Avanzó parsimonioso, como si el equívoco hubiese quedado definitivamente esclarecido, y eligió una mesa, precisamente junto a la señora, y se sentó, con un gran ruido de huesos saludando. Después tuvo la ocurrencia de alargar los huesos de la mano y hacer juegos al perrito. Le dijo: "Qué lindo esqueleto de perro eres". Y el perrito ladró, enfurecido, crispándose igual que un tigre. La señora se lo llevó al pecho, como si lo protegiera de la muerte. "Vaya –dijo mi amigo el esqueleto–, parece que su perrito no es de muy buen humor". Su voz era opaca, profunda, pero amistosa. Hablaba como si ya nos conociera a todos, desde hace milenios; como la voz de un amigo; como si un amigo nos hablara por teléfono, desde muy lejos. La señora no se dignó responder. Se levantó de su silla y atenazando al perrito con todas sus fuerzas, le dijo: "Vámonos, Muñeco, lejos de este comediante disfrazado de esqueleto". El perrito volvió a ladrar, irritado, como si respondiera: "Larguémonos ya". Pero mi amigo el esqueleto elevó la voz, honda y húmeda, y aclaró: "Señora, no soy ningún comediante. Soy sencillamente un esqueleto".

    El rostro de la señora, encendido y huraño como la cara de su perrito, se volvió y replicó: "¿De qué manicomio se ha escapado usted?". Y después se esfumó, con todo y perrito. Muchos otros comensales siguieron su ejemplo.
    Mi amigo el esqueleto se acongojó; resopló; resonaron sus huesos; se rascó el occipital y meneó la cabeza. Pude oír repicar la decepción en su huesudo rostro; los huesos de su mandíbula parecieron alargarse. Suspiró, como el múltiple chasquido de una maraca, y me invitó con un silbido a que tomara asiento junto a él. "En esta vida todo es tan sencillo –dijo–. Yo no sé por qué las gentes se complican". No respondí. Hubo un silencio incómodo. "Bueno –le dije, procurando consolarlo–, es mejor que ese perrito se haya ido; pudo haberse aprovechado de los huesos de su mano". El esqueleto sonrió con los dientes. "Pierda cuidado –dijo–, sé cuidarme solito". Levantó el dedo índice y pidió a la rubia mesera dos tacitas de chocolate, por favor, sea amable. Y sin embargo la mesera nos susurró que tenía órdenes expresas de no atendernos, y que incluso el dueño del restaurante exigía que nos fuéramos inmediatamente.

    "Pero si aquí hay chocolate a toda hora", dije.
    "Sí –me respondió ella–. Pero no hay chocolate a toda para ustedes".
    "Lo suponía –terció mi amigo el esqueleto–. Siempre ocurre lo mismo: desde hace mil años no he logrado que me ofrezcan una sola tacita de chocolate". Y nos incorporamos, para marcharnos.

    Bueno, lo cierto es que yo me preguntaba cómo haría el esqueleto para beber su tacita de chocolate. ¿Acaso el chocolate no se escurriría por entre sus costillas desnudas? Pero preferí guardar ese misterio: me parecía indiscreto, fuera de tono, preguntar a mi amigo sobre eso. Le dije, por el contrario: "¿Por qué no vamos a mi casa? Lo invito a tomar chocolate".
    "Gracias –dijo, con una breve venia–. Una persona como usted no se encuentra fácilmente, ni en trescientos años".

    Y así nos pusimos en camino hasta mi casa, que no quedaba lejos.
    (Ya dije que yo era cartero. Pero nunca había tenido la alegría de entregarme una carta yo mismo: nadie me escribía, ni me llamaba por teléfono. Mi único amigo era mi mujer; de manera que un amigo esqueleto resultaba algo desconocido para mí; disfrutaba de la idea de tener el esqueleto como amigo).
    Durante el camino el esqueleto siguió lamentándose del frío.
    – ¿Por qué no usa un vestido? –le pregunté.
    – Ojalá eso fuera posible –repuso con nostalgia–, pero ningún vestido me sirve. Ningún vestido tiene la talla de ningún esqueleto.
    La gente detenía su paso para contemplarnos. Un niño, desde la ventanilla de un autobús, me señaló: "Mamá, ese hombre camina con un esqueleto".
    Me sentí algo cohibido. Nunca en mi vida había sido el centro de atracción. Pero mi amigo el esqueleto sí parecía acostumbrado.
    – Notará usted que nos señalan –dijo–, no sé por qué les causo pavor si, en definitiva, cuando desaparecen las caras todos los esqueletos son iguales.
    Es verdad, pensé, abrumado. Por dentro mi esqueleto no podría diferenciarse gran cosa de la facha de mi amigo: sonoro, pero tranquilo, caminando serenamente por las calles, a la búsqueda de una tacita de chocolate.

    Llegamos a casa cuando anochecía.
    Mi mujer abrió la puerta y pegó un alarido.
    – Tranquila –dije–, es solamente nuestro amigo el esqueleto de visita.
    Mi amigo sonrió con la mejor de sus sonrisas. Los huesos de su boca parecieron sonajeros; hizo una gran venia, que a mí se me antojó desmesurada, cogió delicadamente con los huesos de sus dedos la mano de mi mujer y se dobló con gran estrépito de fémures y la besó con sus dientes desnudos. Tuve que inclinarme veloz para atrapar a mi mujer en el aire, pues se había desmayado. Ayudado por el esqueleto la cargamos hasta la cama. Le di a oler un frasquito de sales. Mi mujer se recuperó sin mucho esfuerzo, tembló, parpadeó, arrojó un tibio suspiro, abrió los ojos, vio al esqueleto y volvió a desmayarse. Yo iba a reñirla, por su falta de ánimo, cuando mi amigo puso una de sus frías manos en mi hombro y dijo, con su voz más profunda: "Tranquilo, eso les pasa siempre a las mujeres cuando les doy un beso en la mano. Perdóneme. Creí que su mujer era tan amigable como usted". Salimos de la habitación y nos sentamos en la salita, a esperar que mi mujer despertara de nuevo.

    Y, en efecto, poco más tarde oímos su voz. Hablaba por teléfono, con su madre.
    – ¡Mamá! –decía–. ¡Soñé que un esqueleto me besaba la mano! ¡Sí! ¡Un esqueleto! ¡Fue horrible! ¡Peor que una pesadilla!
    El esqueleto y yo cruzamos una mirada significativa, y luego lanzamos, al tiempo, la misma risita de cómplices: tremenda sorpresa iba a darse mi mujer cuando saliera y...
    __¡Ay!! -volvió a gritar ella, de pie, ante nosotros, pellizcándose las mejillas como si deseara comprobar si de verdad seguía despierta.

    – Oye –le dije–. No te desmayes otra vez. Te repito que este es nuestro amigo el esqueleto y lo he traído a que se tome una tacita de chocolate; desde hace mil años nadie ha querido convidarlo a una tacita. Ven y te lo presento. Siéntate a nuestro lado.

    Mi mujer me miró sin dar crédito. Pero después tragó saliva, respiró profundo, y se decidió: Caminando en la punta de sus zapatos se acercó a nosotros, saludó nerviosamente al esqueleto y se sentó.
    – Hace un buen tiempo, ¿cierto? –preguntó–. En ese preciso instante empezaba a llover; truenos y relámpagos se anudaban y estallaban relumbrando como azules cataratas contra el vidrio de las ventanas. Un frío de pánico nos estremeció.
    "Sí, por cierto –dijo el esqueleto, condescendiente–. Hace un tiempo magnífico". Y empezamos a charlar. Nuestro amigo resultó un gran conversador: desplegó un ingenio absolutamente encantador; su voz era un eco acogedor; debía de ser el esqueleto de un poeta, o algo así; mi mujer olvidó la desconfianza y se divirtió de lo lindo escuchando sus proezas, sus anécdotas de viaje, sus experiencias de esqueleto conocedor.
    Pues conocía todos los países. Era, en realidad, un hombre de mundo, o, mejor, un esqueleto de mundo. Había participado en todas las guerras, discutió con Platón, cenó en compañía de Shakespeare, danzó con la reina Cleopatra, se emborrachó con Alejandro Magno, incluso viajó a la luna, de incógnito, en 1968, y además presenció el diluvio: fue uno de los pocos que se salvaron en el arca de Noé. Mi mujer soñaba oyéndolo, deslumbrada. "Es usted inigualable", dijo, con sinceridad. "Oh", se complació el esqueleto (y yo diría que se ruborizó). "Gracias –dijo–, pero todos somos los mismos esqueletos. Mil gracias de todos modos".

    Yo le recordé a mi mujer que había invitado a nuestro amigo a un chocolate. Ella sonrió y prometió traernos el mejor chocolate con canela del mundo, mucho más delicioso que el que preparaba la reina Cleopatra: Y fue a la cocina.
    Propuse mientras tanto a nuestro amigo que jugáramos un partido de ajedrez. "Oh sí –dijo–, no hace mucho jugué con Napoleón y lo vencí". Y ya disponíamos las fichas sobre el tablero, contentos y sin prisa, en el calor de los cojines de la sala, y con la promesa alentadora de una tacita de chocolate, cuando vi que mi mujer me hacía una angustiosa seña desde la cocina. Inventé una excusa cualquiera y fui donde ella.
    – ¿Qué sucede? –le pregunté.
    Ella me explicó enfurruñada que no había chocolate en la alacena. "Esta mañana se acabaron las dos últimas pastillas –me susurró–, ¿no te acuerdas?". Yo ya iba a responder cuando, detrás nuestro, sentimos la fría pero amigable presencia del esqueleto. "No se preocupen por mí –dijo, preocupadísimo, y se rascó los huesos de la cabeza–. No me digan. Sé muy bien lo que sucede. No hay chocolate. Y ninguno de ustedes tiene un centavo para comprar tres pastillas de chocolate, una por cada taza. No me digan".
    Mi mujer y yo enrojecimos como tomates. Era cierto. En ese momento ninguno de los dos tenía un solo peso.
    – Ya es costumbre para mí –dijo el esqueleto–. Esta es una época difícil para el mundo. Pero no se preocupen, por favor. Además, debo irme. Acabo de recordar que hoy tengo la oportunidad de viajar a la Argentina, y debo acudir. Ustedes perdonen. Fueron muy formales. Muy gentiles.

    Su voz era cálida, aunque cada vez más distante, una especie de voz en el agua; como si su voz empezara a desaparecer primero que sus huesos. Y nos lanzó la mejor de sus sonrisas y se dirigió a la puerta y regresó y volvió a despedirse y de nuevo se dispuso a marchar a la puerta –en medio de otra sonora sonrisa–, de modo que sus huesos como campanas iban de un lado para otro, indecisos, igual que su despedida. A pesar de su alborozo aparente, a mí me pareció un poco triste; acaso estaba cansado de caminar por el mundo desde hace mil años, sin que nadie lograra facilitarle al fin una tacita de chocolate.

    Nos dijo, antes de retirarse definitivamente, que esa misma noche viajaría de incógnito, en un circo, a la Argentina. "Me gustan los circos –dijo–. Prefiero viajar en los circos, puedo pasar inadvertido, muchas veces me confunden con payaso, lo que me hace reír".

    Nos hizo una graciosa venia de poeta, y esta vez mi mujer se dejó besar la mano sin desmayarse. En la noche, borrascosa y fría, vimos a nuestro amigo desaparecer, lentamente, como su voz, iluminado a pedazos por las bombillas nocturnas. Entonces oímos un grito. Era una mujer, una vecina, que acababa de descubrir al esqueleto en la mitad de un ramalazo de luz.
    La vimos pasar corriendo, como alma en pena.
    – ¡Un esqueleto! –nos gritó aterrada–. ¡He visto un esqueleto!
    – Quédese tranquila –repuso mi mujer–. Ese esqueleto es todo un príncipe.

    Acaba de visitarnos. Se va en un circo a la Argentina.
    Después, ya a solas, pensamos que hubiera sido bueno decir a nuestro amigo que volviera cualquier día, cuando quisiera, y que siempre sería bienvenido. Pero ya el esqueleto había desaparecido. De cualquier manera, si en las noches de tormenta golpean a la puerta, mi mujer y yo guardamos la esperanza de que sea nuestro amigo. Pues desde entonces le tenemos una tacita de chocolate, para el frío.
     
  10. EvaPatry

    EvaPatry

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    Bueno, lo encontré. Es un poco largo así que lo voy a ir poniendo en partes pequeñas, así es más emocionante :smile:

    ¿Dónde está mi cabeza? de Benito Pérez Galdós.

    - I -
    Antes de despertar, ofrecióse a mi espíritu el horrible caso en forma de angustiosa sospecha, como una tristeza hondísima, farsa cruel de mis endiablados nervios que suelen desmandarse con trágico humorismo. Desperté; no osaba moverme; no tenía valor para reconocerme y pedir a los sentidos la certificación material de lo que ya tenía en mi alma todo el valor del conocimiento... Por fin, más pudo la curiosidad que el terror; alargué mi mano, me toqué, palpé... Imposible exponer mi angustia cuando pasé la mano de un hombro a otro sin tropezar en nada... El espanto me impedía tocar la parte, no diré dolorida, pues no sentía dolor alguno... la parte que aquella increíble mutilación dejaba al descubierto... Por fin, apliqué mis dedos a la vértebra cortada como un troncho de col; palpé los músculos, los tendones, los coágulos de sangre, todo seco, insensible, tendiendo a endurecerse ya, como espesa papilla que al contacto del aire se acartona... Metí el dedo en la tráquea; tosí... metílo también en el esófago, que funcionó automáticamente queriendo tragármelo... recorrí el circuito de piel de afilado borde... Nada, no cabía dudar ya. El infalible tacto daba fe de aquel horroso, inaudito hecho. Yo, yo mismo, reconociéndome vivo, pensante, y hasta en perfecto estado de salud física, no tenía cabeza.
     
  11. Menos mal que el señor cartero se encontró un fantasma simpático,los hay de una mala leche......

    Luego querreis que pasemos soñando con los angelitos

    La noche fantasmagórica :sorprendido: :sorprendido: :sorprendido:

    Vaya nochecita :sorprendido: :sorprendido: :sorprendido:

    Chipi cariño que te parece si busacamos sendas avestruces y escondemos nuestras cabezas bajo sus alas?
     
  12. Yo voy a poner uno tierno ala,ala :happy: :happy:

    LA LLUVIA

    A Margarita le entraron unas ganas desesperadas de saber contar.

    Le enseñaban con garbanzos y ella se aplicaba:

    – Uno, dos, tres... veinte... treinta...

    – ¿Y ahora qué sigue?

    – ¿Y así un día y otro?

    Cuarenta, cincuenta... y ya contaba de corrido hasta ciento. Estaba feliz.

    Un día aparecieron nubes en el cielo. Ella se sentó junto a la ventana de su cuarto sin hablar. A todos les extrañó verla con la vista fija sobre los cristales.

    Empezó a llover y ella soltó por el aire sus números, los que había aprendido, como si fuesen globos de colores.

    – Uno, dos, tres... Contaba apresuradamente con ansiedad. Apretaba la lluvia y ella casi se ahogaba porque el agua podía más que su ligereza.

    – Sesenta... setenta... noventa... cien...

    Y soltó a llorar.

    – ¿Qué te pasa?

    – Se me acabaron los números. Ya no puedo contar más.

    – ¿Qué contabas?

    - Eso... eso... Yo quiero saber cuántas gotitas tiene la lluvia.



    Amira de la Rosa
     
  13. chipi-chipi

    chipi-chipi Donax denticulatus

    hola :happy:

    buenas tarde :happy:

    :sorprendido::sorprendido::sorprendido: y como para que asemo eso chagal :icon_rolleyes:

    mira aqui en valencia un amigo de mi ermano tiene un criadero de avestruses:happy:

    pero no entiendo porque dice eso chagal :icon_rolleyes: es una ironia que esta diciendo acaso :(

    asta pronto :happy:
     
  14. No cariño,yo no soy persona irónica :sorprendido::sorprendido: .Lo digo porque las avestruces cuándo tienen miedo esconden la cabeza,y a mi me han dado repelús esos cuéntos,,más cuándo a veces siénto que existen que están ahí ,que lo he vivido y cuándo te leo veo que hay algunos cuentos que a ti también te dan repelús.Espero y deseo no haberte ofendido,ni muchisimo menos era esa mi intención.Si ha sido así lo siénto y mucho,así cómo haber involucrado tu nombre en mi humilde en mi opinión,no lo deberia haber hecho,me siénto muy mal perdona,no puedo seguir perdona
     
  15. chipi-chipi

    chipi-chipi Donax denticulatus

    hola :happy:

    buenas tarde :happy:

    acabo de llega :happy: que salimo a compra la comida para mister pluto :smile:

    oye chagal :beso: perdoname tu a mi :smile: ya ve que soy como cualquier persona :icon_redface: que puede acer sentir mal a las persona que mas quiere :icon_redface:

    lo siento :icon_redface: no queria ofendete :icon_redface: diciendo que tu dice ironia :icon_redface:

    ya se que tu no ere capas de eso :happy: porque ere mi amiga de verdad :happy: y los amigo de verdad no necesita la ironia para decite las cosas :5-okey:

    me perdona mi torpesa :13mellado:

    asta pronto