Poemas, cuentos y leyendas

Tema en 'Temas de interés (no de plantas)' comenzado por mai^a, 27/2/08.

  1. clause

    clause Claudia

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    MIÉRCOLES NEGRO

    El primer miércoles del mes era un día terrible. Así, con mayúsculas. Un día que había que esperar con temor, soportar con coraje y olvidar con prisa. Los pisos debían estar inmaculados, las sillas, sin una partícula de polvo y las camas sin la más mínima arruga. Noventa y siete movedizos huerfanitos debían ser lavados, peinados y enfundados en limpios delantales de algodón a cuadritos, además de tener que recordarles sus buenos modales y que debían responder "Sí, señor", "No, señor", cada vez que alguno de los síndicos del orfanato les dirigieran la palabra.
    Era una ardua jornada, sí, y a la pobre Jerusha Abbott, por ser la mayor de todos aquellos huérfanos, le tocaba siempre la peor parte. Al igual que los precedentes, este primer miércoles en que comienza nuestra historia llegó a su término y Jerusha pudo por fin escapar de la despensa, donde había estado ocupada haciendo sandwiches para las visitas del asilo, y encaminarse al piso de arriba para cumplir con su tarea de todos los días. Se hallaba bajo su especial cuidado el Cuarto F, donde once chiquilines de entre siete y once años ocupaban once camitas dispuestas en hilera. Jerusha reunió a sus huerfanitos, les alisó sus deslucidos delantales, les sonó las narices y los hizo marchar a paso vivo y en ordenada fila hasta el comedor, donde por espacio de una bendita media hora la dejarían descansar, ocupados como estarían con su leche y su budín de ciruelas.
    La muchacha se desplomó entonces en el asiento de la ventana y recostó sus sienes ardientes contra el vidrio fresco. Estaba en pie desde las cinco de la mañana, a las órdenes de todo el mundo, soportando los regaños y los apurones de la nerviosa directora. No siempre la señora Lippett guardaba, de puertas adentro, aquella calma y pomposa dignidad de que hacía gala frente a una reunión de síndicos o de damas visitantes. Por la ventana Jerusha alcanzaba a ver, tras el enrejado de hierro que marcaba el límite del asilo, un amplio trecho de césped cubierto de hielo. Más lejos se divisaban las colinas ondulantes, sembradas de importantes residencias de campo, y más lejos aún, las torrecitas del pueblo elevándose por detrás de los árboles desnudos.
    El día había terminado y, hasta donde ella había podido comprobar, con el mayor éxito. Tanto los síndicos como la comisión visitante habían efectuado sus rondas habituales y leído sus informes. Y después de tomar el té con que siempre los agasajaba el asilo, se apresuraron a regresar a sus cómodos hogares, alegres y calentaos, y allí olvidarse cuanto antes de sus fastidiosos huerfanitos hasta el próximo mes.
    Jerusha se asomó a la ventana para observar con curiosidad —y un dejo de tristeza— la hilera interminable de coches y automóviles que salía por los portales del asilo. Con el pensamiento se puso a seguir primero un carruaje, después otro, hasta las grandes mansiones de las colinas. Se imaginó a sí misma con abrigo de piel y sombrero de terciopelo adornado de plumas, recostándose en el asiento trasero de uno de ellos como la cosa más natural del mundo mientras murmuraba al cochero: "A casa". Sin embargo, al llegar al umbral de la casa elegida, el cuadro se hacía borroso.
    Jerusha tenía imaginación, ¡vaya si la tenía! Una imaginación que, al decir de la señora Lippett, le traería dificultades si no se cuidaba. Sin embargo, por activa que fuese su fantasía, no podía llevarla más allá de los pórticos de las casas en las que habría deseado penetrar. La pobre muchacha, sedienta de vida y de aventuras, jamás en sus diecisiete años de existencia había entrado en una casa de verdad. Y le era imposible imaginar la rutina cotidiana de aquellos seres cuyas vidas no se veían incomodadas por huérfano alguno.
    ¡Je-ru-sha A-bbott
    Te ne-ce-si-tan
    En la di-rec-ciún
    Y me pa-re-ce
    Que harías mejor
    En a-pu-rar-te!
    Tommy Dillon, que acababa de unirse al coro, subió cantando las escaleras y su canturreo se hizo cada vez más alto al acercarse al Cuarto F.
    Haciendo un esfuerzo, Jerusha se apartó de la ventana y volvió a las tribulaciones de la vida.
    —¿Quién me llama? —preguntó, interrumpiendo con una nota de aguda inquietud la cantata de Tommy.
    La señora Lippett, en la dirección Y creo que está... ¡e-no-ja-da! ¡A-a-mén!
    entonó piadosamente Tommy. Pero su tono no era del todo travieso, ya que hasta el más encallecido huerfanito se compadecía cuando una compañera era hallada en falta y convocada a la dirección por una directora de mal humor. Y Tommy quería a Jerusha, a pesar de que ella solía agarrarlo bruscamente del brazo y poco menos que arrancarle casi la nariz de tanto sonársela.
    Jerusha marchó sin comentarios, pero con dos arrugas paralelas en la frente. "¿Qué puede haber salido mal? —se preguntaba—. ¿Será que no corté bastante delgado el pan para los sandwiches? ¿O habrán aparecido algunas cáscaras en las masitas de nuez? Puede que alguna de las damas visitantes haya visto el agujero en la media de Susie Hawthorne ¿O quizás... ¡horror! algún 'angelito de Dios' habrá regado a un síndico?"
    Las luces del largo hall de la planta baja no estaban encendidas y, al bajar la escalera, Jerusha vio a un último síndico que, parado ante la puerta abierta que daba a la cochera, se disponía a partir. Sólo tuvo de él una visión fugaz, y la impresión podía resumirse en dos palabras: "alta estatura". Aquel hombre alto agitaba el brazo en dirección a un automóvil que aguardaba en el camino de acceso. Al ponerse el vehículo en movimiento, los faros rutilantes proyectaron contra la pared, por un instante nomás, pero bien nítida, la sombra del individuo. Y la sombra dibujó unas piernas grotescamente largas que se extendían por todo el suelo y subían por la pared del corredor. "Parece un enorme y vacilante papaíto-piernas-largas", pensó Jerusha, asociando la imagen con la de la araña de cuerpo chico y patas largas conocida entre ellos con ese nombre.
    Muy pronto, una repentina sonrisa reemplazó al ceño adusto de la muchacha. Es que Jerusha era una chica de genio alegre por naturaleza que sabía aprovechar la menor excusa para divertirse. Y si uno podía extraer una pequeña diversión del deprimente hecho representado por un síndico, ¡ya podía decirse que tenía suerte!
    Al acercarse a la dirección, muy reconfortada por el pequeño episodio, Jerusha pudo exhibir ante la señora Lippett un rostro sonriente. Con gran sorpresa vio que también la directora estaba, si no precisamente sonriente, al menos afable. Su expresión era casi como la que reservaba para las visitas.
    —Siéntate, Jerusha. Tengo algo que decirte... —Jerusha se dejó caer sobre la silla más próxima y esperó con un dejo de ansiedad. Un automóvil que partía iluminó la sala al pasar por la ventana. La señora Lippett le echó una mirada y preguntó a la muchacha: —¿Te fijaste en el caballero que acaba de partir?
    —Alcancé a verlo de espaldas.
    —Es uno de nuestros síndicos más adinerados y ha donado fuertes sumas para el mantenimiento del asilo. No estoy autorizada a revelar su nombre y él ha estipulado muy especialmente que deseaba mantenerse en el anonimato.
    Los ojos de Jerusha se abrieron de sorpresa; no estaba acostumbrada a que la llamaran a la Dirección para discutir con las autoridades las excentricidades de los síndicos.
    —Este señor ya se ha interesado por varios de nuestros muchachos. ¿Te acuerdas de Charles Benton y de Henry Frieze? Ambos fueron enviados a la universidad gracias a la generosidad del señor... de este síndico, y ambos han retribuido con mucho trabajo y éxitos el dinero gastado en ellos con tanto desinterés. El caballero no desea otra recompensa. Hasta ahora su filantropía se ha dirigido exclusivamente a los varones; nunca logré interesarlo por ninguna de las chicas de la institución, por merecedoras que fueran. Puedo decírtelo: no le gustan las chicas.
    —No, señora —murmuró Jerusha, ya que al llegar la conversación a ese punto parecía esperarse de ella alguna respuesta.
    —Hoy, en el curso de la sesión ordinaria, se trató el asunto de tu porvenir.
    La señora Lippett dejó transcurrir un momento de silencio; luego reanudó el discurso con tono lento y plácido, exasperante para los nervios de la que escuchaba, ahora en súbita tensión.
    —Sabes que lo usual es no conservar a los chicos en el instituto después de los dieciséis años y que tu caso constituyó una excepción. A los catorce terminaste aquí los estudios, y dado que tu desempeño había sido tan meritorio —aunque no siempre tu conducta—, se resolvió permitir que asistieras a la escuela secundaria del pueblo. Ahora que ya estás por terminarla, el asilo no puede seguir haciéndose cargo de tu mantenimiento, puesto que has usufructuado de él dos años más que la mayoría.
    Aquí la señora Lippett omitió mencionar que Jerusha había trabajado muy duro para ganarse la pensión durante esos dos años, que la conveniencia del asilo siempre había tenido prioridad sobre su educación, y que, en días como ése, la hacían quedar adentro para fregar.
    —Como te decía, se discutió la cuestión de tu futuro y tus antecedentes. Y a fondo —añadió con tono solemne.
    La directora volvió sus ojos acusadores hacia la prisionera sentada en el banquillo y la "imputada" puso cara de culpable, tan sólo porque eso parecía ser lo que la otra esperaba y no porque recordara ninguna hoja demasiado negra en su legajo.
    —Por supuesto, la disposición habitual en un caso como el tuyo sería colocarte en algún empleo donde pudieras comenzar a bastarte por ti misma; aprobaste muy bien ciertas materias y parece que tu trabajo en redacción ha sido brillante. La señorita Pritchard, que está en la Comisión de Visitas, pertenece también a nuestro Consejo Escolar. Dado que estuvo hablando de ti con tu profesora de retórica, hizo un alegato muy elogioso en tu favor. También leyó en voz alta un ensayo que habías titulado Miércoles negro.
    Esta vez, la expresión culpable de Jerusha no fue simulada.
    —Por mi parte, pensé que mostrabas muy poca gratitud al ridiculizar a la institución que tanto ha hecho por ti. Si no te las hubieras arreglado para ser graciosa, dudo mucho que se te hubiera perdonado. Y tuviste la suerte de que el señor..., es decir, el caballero que se acaba de ir, pareciera tener un ilimitado sentido del humor. ¡Basado en esa composición impertinente, ofreció mandarte a la universidad!
    —¿A la universidad? —respondió Jerusha abriendo muy grandes los ojos.
    La señora Lippett asintió.
    —Este señor, después de que los demás se hubieron marchado, se demoró para tratar conmigo las condiciones, que son bastante insólitas. Debo admitir que se trata de un caballero algo excéntrico. Cree que tienes originalidad y quiere educarte para que llegues a ser escritora.
    —¿Escritora? —Jerusha sentía la mente como embotada. No podía hacer otra cosa que repetir como un eco las palabras de la señora Lippett.
    —Ése es su deseo. El futuro dirá si su idea dará o no resultado. Te ha asignado una mensualidad muy generosa; yo diría que demasiado generosa para una muchacha como tú, sin experiencia alguna en la administración del dinero. Sin embargo, como él ya había proyectado el asunto con todo detalle, no me sentí autorizada para hacer sugerencia alguna. Deberás quedarte aquí este verano y la señorita Pritchard se ofreció para dirigir la compra de tu guardarropa. La pensión, matrículas y costo de la enseñanza serán pagados directamente a la universidad y durante los cuatro años que pases allí recibirás, además, una mensualidad de treinta y cinco dólares. Esto te permitirá mantenerte en el mismo tren que las demás estudiantes. El dinero te será enviado por el secretario privado de este caballero, una vez por mes, y tú escribirás una carta mensual acusando recibo. Es decir, no se trata de que le agradezcas el dinero. Tal cosa no le interesa al señor en lo más mínimo. Tu carta consignará los progresos que hagas en los estudios y los detalles de tu vida cotidiana. Una carta como la que escribirías a tu padres, si vivieran. "Estas cartas las dirigirás al Sr. John Smith y serán enviadas a nombre del secretario. El señor no se llama John Smith, pero prefiere permanecer en el incógnito. Para ti no será nunca otra cosa que John Smith. El motivo de que ese caballero exija estas cartas es que él cree que nada fomenta tanto la facilidad de escribir como el estilo epistolar. Y ya que no tienes familia con quien mantener correspondencia, desea que suplas así esa carencia. Nunca contestará tus cartas ni las tendrá en cuenta en forma alguna. Detesta escribir y no quiere que te conviertas en una fastidiosa obligación. Si llegara a presentarse una situación que hiciera imperativa una respuesta —como el caso hipotético de una expulsión (que espero no se presente)—, puedes dirigirte al señor Griggs, el secretario. Estas cartas mensuales son estrictamente obligatorias. Es el único pago que el señor exige, de manera que debes cumplir en forma escrupulosa con ese requisito, como si se tratara de una cuenta que adeudaras. Espero que el tono de tus cartas sea siempre respetuoso y haga honor a tu educación. Debes recordar siempre que estás escribiendo a un síndico del Hogar John Grier.
    Los ojos de Jerusha miraban la puerta con ansias. Sentía la cabeza como un remolino y lo único que deseaba en aquel momento era escapar de las trivialidades de la señora Lippett para poder pensar. Al ponerse de pie, dio un paso atrás como para probar fortuna. La directora la detuvo con un gesto. No era cosa de perderse aquella oportunidad única de lucir sus dotes oratorias.
    —Espero que guardes la debida gratitud por esta preciosa fortuna que te ha tocado en suerte. No son muchas las chicas en tu situación a quienes se les ofrece semejante oportunidad de elevarse en el mundo. Debes recordar siempre que...
    —Yo... Sí, señora, muchas gracias... Creo que, si ha terminado usted, tengo que ir a coser un remiendo en el pantalón de Freddy Perkins.
    La puerta se cerró tras ella, mientras la señora Lippett la miraba boquiabierta y con su perorata en el aire.



    continua....(espero que les guste:happy: )
     
  2. clause

    clause Claudia

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    Por las paredes


    Mil años hace que el sol pasa
    reconociendo en cada casa
    el hijo que acaba de nacer,
    que el monte dibuja perfiles
    suaves, de pecho de mujer,
    que las flores nacen discretas
    y las bestias y la luz también.
    Mil años para nuestro bien.

    En cada valle una gente
    y cada cala esconde
    vientos diferentes.

    Mil años, que el hombre y la guerra
    dieron lengua y nombre a la tierra
    y al pueblo que rindió a sus pies,
    la plata del olivo griego,
    la llama persa del ciprés.
    Y el musulmán lo perdió todo,
    la casa, el sueño y la heredad
    en nombre de la cristiandad.

    Íberos y romanos,
    fenicios y godos,
    moros y cristianos.

    En paz descansen esplendores
    de amor cortés y trovadores.
    Dueños del camino del mar,
    no había pez que se atreviese
    a transitarlo sin llevar
    las cuatro barras en el lomo.
    Descansa en paz, ancestral grey
    vendida por tu propio rey.

    De mártires y traidores
    enlutaron tus campos
    los inquisidores.

    Mil años hace que el sol pasa
    pariendo esa curiosa raza
    que con su llanto hace un panal.
    Y de su sangre y su derrota,
    día de fiesta nacional.
    Que con la fe del peregrino
    jamás dejó de caminar,
    de trabajar y de pensar.

    Empecinado,
    busca lo sublime
    en lo cotidiano.

    Mil años hace y unas horas
    que con manos trabajadoras
    se amasa un pueblo de aluvión.
    Con sangre murciana y de Almería
    se edificó una exposición.
    Ferroviarios, labradores,
    dulces criadas de Aragón,
    caricias de este corazón.

    Y lágrimas oscuras
    de los andaluces.
    Y la dictadura...

    Patria pequeña y fronteriza,
    mil leches hay en tus cenizas,
    pero un soplo de libertad
    revuelve el monte, el campesino,
    el marinero y la ciudad.
    Que la ignorancia no te niegue,
    que no trafique el mercader
    con lo que un pueblo quiere ser.

    Lo están gritando
    siempre que pueden,
    lo andan pintando

    por las paredes...


    Joan Manuel Serrat



     
  3. clause

    clause Claudia

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    LAS CARTAS DE JERUSHA ABBOTT
    AL SEÑOR PAPAÍTO - PIERNAS - LARGAS SMITH



    Fergussen Hall 215
    24 de septiembre

    Querido y bondadoso síndico que manda huérfanos a la universidad:

    ¡Aquí estoy, por fin! Ayer viajé cuatro horas en tren. ¿No es una sensación curiosísima? Era la primera vez que me subía a uno.
    En cuanto a la universidad, es el sitio más enorme y desconcertante que haya soñado jamás. Me pierdo cada vez que salgo de mi cuarto. Más adelante, cuando esté menos confundida, le enviaré una descripción completa. También le contaré de las clases, que no empiezan sino hasta el lunes por la mañana y ahora estamos a sábado por la noche. Sólo quería escribirle una carta en seguida para trabar conocimiento con usted.
    Produce una sensación muy rara escribir a alguien a quien no se conoce. Me parece raro, de todos modos, estar escribiendo una carta, ya que en toda mi vida no he escrito más de tres o cuatro. Le ruego, pues, que perdone si las que le envío no son precisamente un modelo de estilo.
    Ayer a la mañana, antes de partir, la señora Lippett mantuvo conmigo una conversación muy seria. Me indicó cómo debía portarme por todo el resto de mi vida y sobre todo cómo portarme con el bondadoso caballero que tanto hace por mí. O sea que tengo que ser "sumamente respetuosa".
    ¿Pero cómo diablos sentirse respetuosa con una persona que quiere que la llamen John Smith? ¿Por qué no habrá elegido un nombre con un poquitito más de personalidad? Tanto valdría escribirle al "Querido Poste del Telégrafo" o al "Querido Buzón de la Esquina".
    Todo el verano pensé mucho en usted. Tener alguien que se interese por mí me hace sentir casi como si hubiera encontrado una especie de familia, como si ahora perteneciera a alguien. Y le aseguro que me resulta una sensación muy reconfortante. Debo confesar, sin embargo, que cuando pienso en usted, cuento con muy poco material que mi imaginación pueda elaborar. Hay sólo tres cosas que sé con certeza:
    I. Usted es alto.
    II. Usted es rico.
    III. Usted odia a las chicas.
    Podría llamarlo "Querido Odiador de Chicas", sólo que eso resultaría insultante para mí. O "Querido Sr. Rico", lo cual sería insultante para usted, como si ser rico fuera su única cualidad importante. Además, ser rico es una contingencia puramente exterior. Podría suceder que no siga usted siendo rico toda su vida. Muchos hombres muy inteligentes se arruinan todos los días en la Bolsa. Pero que es alto... sí, eso seguirá siéndolo toda la vida. De modo que he decidido llamarlo "Querido Papaíto-Piernas-Largas". Espero que no tenga usted inconveniente. Será un sobrenombre particular y quedará entre nosotros. No le diremos nada a la señora Lippett.
    En dos minutos va a sonar la campana de las diez. Nuestra jornada está dividida en secciones por medio de campanadas. Comemos, dormimos y estudiamos al son de las campanas. Resulta muy estimulante. Me hace sentir todo el tiempo como un caballo de bomberos. ¡Ahí sonó la campana! Hay que apagar las luces... ¡Buenas noches!
    Le ruego observe con qué precisión obedezco los reglamentos. Eso se debe a mi formación en el asilo John Grier.


    Suya, muy respetuosamente,
    Jerusha Abbott


    1 ° de octubre
    Querido Papaíto-Piernas-Largas:

    Adoro la universidad y lo adoro a usted por haberme mandado aquí. Estoy muy, pero muy feliz y casi no puedo dormir de tanta excitación que reina en cada momento de la vida universitaria. No puede usted imaginarse la diferencia entre esto y el asilo John Grier. En mi vida soñé que existiese en el mundo un lugar como éste. Siento compasión por cualquiera que no sea una chica y por lo tanto se vea impedido de venir aquí. Seguro que no era tan precioso el colegio a donde fue usted de chico.
    Mi cuarto está en una torre que era el pabellón de enfermos contagiosos antes de que se construyera la enfermería nueva. En el mismo piso hay sólo tres chicas más: una sénior (son las estudiantes de cuarto año) que usa anteojos y se pasa la vida pidiéndonos por favor que hagamos un poco menos de barullo, y dos freshmen (estudiantes de primer año) de nombres Sallie McBride y Julia Rutledge Pendleton. Sallie es pelirroja, de nariz respingada y simpatiquísima; Julia pertenece a una de las principales familias de Nueva York y todavía no se ha dignado mirarme siquiera. Las dos comparten el cuarto y la sénior y yo tenemos cuartos solas. No es frecuente que las freshmen consigan cuartos individuales, pero yo lo logré sin solicitarlo siquiera. Supongo que a la empleada encargada de la inscripción no le pareció indicado que una chica criada normalmente compartiese la habitación con una expósita. ¿Ve usted cómo rodo en este mundo tiene sus compensaciones?
    Mi cuarto queda en la esquina noroeste y tiene dos ventanas con una magnífica vista. Cuando se ha vivido durante dieciocho años en un pabellón compartido con veinte compañeras, estar sola resulta muy descansado. Le aseguro que ésta es la primera oportunidad que se me ofrece de trabar conocimiento con Jerusha Abbott. Me parece que me va a gustar... ;Y a usted?


    Continua
     
  4. Anveri

    Anveri Fanática de nativas -aves

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    :happy:
    Ahora tengo un poco de tiempo reposado y voy a leer lo que han transcrito.
    Dejo la siguiente página de donde saqué el cuento.

    http://gatopardo.blogia.com/temas/relatos.php

    COMO HAY DIOS

    Esta vez no voy a pensar en nadie, bastante he pensado en los demás...
    Dejé de ir a la escuela porque había que escoger entre mi hermano y yo; me ocupé de la casa y me hice modista a domicilio para no dejar desatendida a mi familia; cuando me casé, entregué mis ahorros a mis padres en vez de comprar los muebles al contado...
    Y en mi matrimonio... mi marido nunca encuentra nada y tengo que ir detrás para recoger lo que va dejando tirado; mis tres hijos me obsequian con un autismo interrumpido por exigencias y quejas. Ahora también aguanto a los dos yernos y a la nuera, que se creen que soy la niñera de sus hijos. Cuatro veces al día he de recoger y dejar a los críos en la guardería y en los colegios.
    No encuentro ni un momento para mí, para andar sin que parezca participar en una maratón de marcha atlética. Tengo más de sesenta años y mientras todas mis amigas tienen celulitis, yo tengo piernas de tenista y brazos de levantadora de pesas.
    Sé que debería haberlo avisado, haberlo hablado, hacerles comprender... pero llevo tantos años resignada a su egoísmo y a la incomunicación...
    Les dolerá mi decisión, pero esta vez me he plantado firme como una roca y mañana es el día. No sé qué harán con mis nietos, quien los irá a buscar; no sé qué hará mi marido cuando se levante y no encuentre el desayuno ni la ropa lista; no sé qué harán mis hijos sin la niñera de guardia... Mañana no estaré. Ya no tiene vuelta de hoja y no tengo remordimientos. De lo único que me arrepiento es de todo lo que no he hecho en mi vida por pensar en los demás. ¿Y en mí, quién piensa?
    Esta vez soy yo quien les obsequiará con la política de los hechos consumados y el silencio.
    Hace años que pienso "Cualquier día...", pero ya lo he decidido: será mañana, aunque se hunda el mundo.
    ¡Mañana, cómo hay Dios, me voy a la peluquería para que me hagan un tatuaje y me pongan mechas!


    ¿Qué se puede decir de un cuento así?
    ¡Viva la libertad! aunque sea solo de mechas.

    Anita.

    ;)
     
  5. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas


    que original el final!!!! :11risotada: :11risotada: Gracias Anveri!!! :razz:
     
  6. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

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    Martes

    Están organizando el equipo de básquet y tengo alguna chance de que me incluyan en él. Soy chiquita, es verdad, pero muy rápida y fuerte, y movediza como una ardilla. Mientras las demás jugadoras se quedan saltando por el aire, yo me escurro por debajo de sus pies y me apodero de la pelota. ¡Y cuánto disfruto con los entrenamientos!... El campo de deportes, por las tardes, es una pintura, con sus árboles de otoño de tonos rojizos y amarillos y el aire impregnado del olor a hojas quemadas. Y todo el mundo riendo y gritando. Estas chicas son las más alegres y felices que he visto en mi vida... ¡y yo, la más feliz de todas! Pensaba escribirle largo y tendido y contarle de todas las cosas que estoy aprendiendo (la señora Lippett me dijo que usted quiere saberlas), pero ya sonó la campana de la séptima hora y en diez minutos tengo que presentarme en la cancha de básquet con ropa de gimnasia... ¿Verdad que usted desea que me incluyan en el equipo?
    Suya, como siempre, Jerusha Abbott

    P. D. (9 de la noche).

    Sallie McBride acaba de asomar la cabeza a mi puerta y ¿sabe usted qué me dijo?
    Pues lo siguiente: "Extraño tanto mi casa que no lo puedo soportar. ¿No te pasa lo mismo?".
    Yo le sonreí y le dije que no, que no extrañaba tanto, que creía poder tolerarlo. ¡He aquí una enfermedad que me he ahorrado: la nostalgia! No me dirá usted que alguien tuvo alguna vez nostalgia de un asilo, ¿verdad que no?






    Querido Papaíto-Piernas-Largas:

    ¿Ha oído hablar alguna vez de Miguel Ángel?
    Fue un artista famoso que vivió en Italia durante el Renacimiento. Todas mis compañeras del curso de literatura inglesa parecían estar bien enteradas y la clase entera se divirtió en grande porque yo creía que era un arcángel. ¿Pero acaso no es cierto que el nombre suena como el de un arcángel? Lo malo de la universidad es que todo el mundo da por sentado que uno sabe cosas de las que no ha oído hablar en la vida. Eso me suele poner en aprietos, pero ya aprendí: lo que debo hacer cuando las chicas hablan de algo que no sé es quedarme muy calladita y buscarlo después en la enciclopedia.
    El primer día metí la pata de una manera horrorosa. Alguien habló de Maurice Maeterlinck y yo pregunté si era estudiante de primer año. El chiste ya corrió por todo el colegio. Pero no me importa nada, porque me considero tan inteligente como cualquiera de las chicas y más que algunas.
    ¿Le interesa saber cómo amueblé mi cuarto? Es toda una sinfonía en marrón y amarillo. Como las paredes estaban pintadas de color gamuza, compré cortinas y almohadones amarillos de sarga y un escritorio de caoba (de segunda mano, por tres dólares), un sillón de mimbre y una alfombra marrón con una mancha de tinta en el medio. Pongo el sillón tapando la mancha y todo queda precioso.
    Las ventanas son muy altas, de modo que no se puede mirar hacia afuera desde un asiento común. Entonces se me ocurrió desatornillar el espejo de la cómoda, después tapicé la parte de arriba y la aseguré a la pared justo como para un asiento de ventana. Sacando los cajones de la cómoda se forman escalones, y se puede subir con facilidad hasta el asiento y mirar para afuera... ¡Fantástico!
    Sallie McBride me ayudó a elegir todo en el remate que las seniors acostumbran a hacer cuando terminan sus estudios. Sallie vivió toda su vida en una casa y sabe mucho de muebles y decoración. No se imagina usted el placer que siento haciendo compras, pagando con un verdadero billete de cinco dólares y recibiendo el vuelto, yo, que no he tenido en mi vida más que unos centavos en el bolsillo del delantal. Le aseguro, Papaíto querido, que valoro como es debido esa mensualidad que me asigna.
    Sallie es la persona más entretenida del mundo y Julia Rutledge Pendleton la más aburrida. Es extraño los errores que puede cometer la empleada de inscripciones en materia de compañeras de habitación. A Sallie todo le parece divertido, hasta los bochazos o los ceros, y a Julia todo le aburre. Nunca hace el esfuerzo por ser amable. Cree que el solo hecho de ser una Pendleton le asegura la admisión en el cielo sin examen previo. Julia y yo nacimos para ser enemigas.
    Supongo que ya estará usted impaciente por saber lo que estoy estudiando, ¿eh? Bueno, ahí va:
    I. Latín: Segunda Guerra Púnica. Anoche, Aníbal y sus huestes montaron campamento en el Lago Trasimeno. Prepararon una emboscada a los romanos y la batalla tuvo lugar a la cuarta hora de esta mañana. Los romanos, en retirada.
    II. Francés: Veinticuatro páginas de Los tres mosqueteros y los verbos irregulares de la tercera conjugación.
    III. Geometría: Hemos terminado con los cilindros y ahora estamos estudiando los conos.
    IV. Inglés: Estudiamos el arte de la exposición. Mi estilo mejora día a día en claridad y concisión.
    V. Fisiología: Estamos con el sistema digestivo. La próxima vez, bilis y páncreas.

    Suya, en vías de adquirir una educación,
    Jerusha Abbott

    P. D. Espero que no toque nunca el alcohol, ¿eh, Papaíto? Hay que ver las cosas que le puede hacer a su hígado...


    Continua



     
  7. Anveri

    Anveri Fanática de nativas -aves

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    :happy: :happy: :happy:

    Es un cuento de el Metro de Santiago:
    "Santiago en 100 palabras"


    http://www.eventosonline.cl/tag/cuentos

    INTIMIDAD PASAJERA

    Se llama Juana Catrilqueo Peña. Nació hace 63 años en Mantilhue, una localidad rural ubicada a 70 kms de Osorno. A los 15 se vino a Santiago a trabajar como nana. Tuvo un hijo que murió atropellado en la Alameda el año 86. Desde entonces vive sola en una pieza que arrienda en Quilicura. Es callada, sigilosa y muchas veces pasa desapercibida. Viaja en micro todos los días a la casa de sus patrones y aprovechándose del tumulto y los apretones de una intimidad obligada, acurruca su cabeza en el hombro de otro pasajero sin que nadie se dé cuenta.

    Gonzalo Andrade, 26 años, La Florida



    ¡Que sea un placentero día sábado!

    Anita.

    ;)
     
  8. clause

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    hola Anveri!:beso: igual para vos!
     
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    Viaje a la Luna
    (Josep Maria Espinàs - Xavier Montsalvatge)

    La narración que vamos a escuchar se llama "VIAJE A LA LUNA". Antes de empezar debéis saber que a cada capítulo de la historia corresponde un determinado grupo de instrumentos de la orquesta.
    El orden de aparición será el siguiente: Para empezar, toda la orquesta a la vez. En segundo lugar, la familia de los instrumentos de metal: trombones, trompas y trompetas. A continuación, la extensa familia de los instrumentos de percusión: timbales, bombo, platillos, xilófono, triángulo, caja china, látigo, carraca, silbato y tam-tam.
    Después los instrumentos de cuerda: violines, violas, violoncelos y contrabajos unidos al arpa, los metales y la percusión.
    Luego la familia de los instrumentos de madera: flautín, flautas, oboes, clarinetes y fagot. Y finalmente, el "tuti", o sea, todos los instrumentos de la orquesta conjuntados.

    1. Era un domingo por la tarde, y la Panda de los Inventis no sabía qué hacer. Se llamaban los Inventis porque eran unos chicos y unas chicas que siempre andaban inventando juegos e historias. Tenían mucho ingenio y eran buena gente.
    Aquel domingo querían hacer algo nuevo, algo extraordinario, algo que fuese más divertido que todo lo que habían hecho hasta entonces.
    Iván, que era el jefe de la pandilla, dijo: - Que cada uno de nosotros proponga un juego o una aventura, y escogeremos lo que nos guste más. Empieza tú, Carlos. ¿Qué podríamos hacer? Pero no nos dejes sordos con tu voz de trombón. Veamos, ¿qué nos propones?

    /trombón/
    2. Después habló Luis:
    - No, Carlos, no, explorar las entrañas de la tierra es demasiado fácil. Hay muchos agujeros para entrar, y sólo se trata de bajar. A mí me gustan aventuras más difíciles.
    Y bueno, no era poco difícil la aventura que explicó:

    /trompa/
    3. Casi daba miedo oír la voz de Luis, que sonaba como una trompa, cuando explicaba que deseaba descubrir qué había en el fondo del mar:

    /trompa/
    4. Tomás dijo que sí, que él también se apuntaba:

    /2 trompas/
    5. Pero Iván y Miguel no estaban de acuerdo:

    /2 trombones/
    6. Decían que si se metían en el mar quedarían empapados, y habría bronca familiar:

    /trombones y trompas/
    7. Pero los demás se burlaban:
    - Y si nos metemos bajo tierra, ¿qué? El polvo se nos meterá hasta por las orejas. La discusión no se acababa nunca:

    /trombones y trompas/
    8. Entonces Ana, una de las chicas, que ya estaban hartas de que los chicos nos les hicieran caso, empezó a hablar. Empezó muy bajito...

    /trompeta/
    9. Después más fuerte, y pronto se le añadieron todas las chicas. ¡Qué bullicio!

    /trompetas/
    10. - ¡Pero, de qué están hablando estas locas! Y entonces Ana lo dijo muy claro:

    11. - ¡La Luna! ¡La Luna!
    Y la idea tuvo tanto éxito que toda la pandilla empezó a gritar: ¡La Luna, vayamos a la Luna!

    /todo el metal/
    12. Desde aquel día, cada domingo por la tarde, la pandilla de los Inventis se reunía para discutir todos los detalles del viaje a la Luna:

    /percusión/
    - ¿Desde dónde lanzaremos el cohete?
    - Desde la azotea de casa, que es la más alta.
    - Ahí arriba hará fresquito, ¿no?. Mamá siempre dice que me ponga la bufanda cuando voy al cole...
    - Una mochila llena de chocolate, eso es lo que necesitamos.
    - Y una bici, una bici para pasear por la Luna.
    - ¡Alto, alto! -avisó Iván-. Si empezamos a cargar el cohete no alzará ni un palmo del suelo.

    /metal/
    13. Y cuando todo el mundo se puso de acuerdo, llegó la hora de empezar a construir el cohete. Todos iban transportando a la azotea de la casa de Iván los elementos y aparatos más extraños.

    /percusión/
    14. Nunca se había visto una procesión tan rara...

    /percusión/
    15. Al principio, dejaban todos los trastos por el suelo, sin orden ni concierto.

    16. Hasta que, unos días más tarde, Iván dijo:
    - Ya tenemos bastante material. Ahora os explicaré cómo debemos montar el hierro, las latas, el aluminio, el plástico, los muelles, todo. Carlos, Luis, Tomás: ¡manos a la obra!

    17. Todos trabajaban de firme. A veces metían tanto ruido, los chicos y las chicas, que para entenderse tenían que gritar:

    /percusión y metal/
    18. Cuando el trabajo ya andaba mediado, el cohete empezó a inclinarse peligrosamente...

    19. Hasta que...

    20. ¡Todo por el suelo! Pero la panda de los Inventis, sin desanimarse, volvió a empezar. Pero esta vez ya tenían experiencia, y trabajaron más deprisa y más seguros.

    21. Cuando el cohete estuvo listo, Iván dijo a las chicas:
    - Ahora os toca a vosotras. Id con mucho cuidado, porque es la operación más delicada.
    Llenad el depósito con el combustible secreto.
    Y ellas que se las sabían todas, enseguida lo tuvieron lleno.

    /percusión y metal/
    22. De pronto, se hizo un gran silencio. Ya no quedaba nada más que hacer. Se miraron unos a otros, hasta que Iván dijo:
    - Ha llegado el momento de entrar en el cohete. Uno tras otro, y muy despacio.

    /metal/
    23. Abrochaos el cinturón. Y poneos el casco. Atención: cinco, cuatro, tres, dos, uno... ¡Arriba!

    /cuerda, metal y percusión/
    24. Cuando vieron que salían disparados... ¡qué griterío de entusiasmo!

    25. Ya subían por los aires.

    26. Arriba, cada vez más arriba...

    27. Con las caras pegadas a los cristales de las ventanillas, todos aquellos aprendices de astronautas admiraban la belleza del espacio.

    28. La Tierra se veía cada vez más pequeña.

    29. ¡Mirad, mirad! ¡Ya estamos cerca de la Luna!

    30. Iván consultó el reloj cósmico que llevaba y avisó:
    - Carlos, prepárate para poner en marcha los cohetes de freno.

    31. ¡Ya!

    32. ¡Habían llegado!

    33. - ¡Dejad de alborotar, pandilla! Luis, abre la puerta y salid uno tras otro.

    /flautín/
    34. Todos se quedaron inmóviles sobre la Luna. Parecía un desierto, pero un desierto blanco, donde se divisaban pequeñas colinas parecidas a flanes; a sus pies, el suelo parecía nata congelada. No había ni una pizca de aire. Al principio, les pareció que todo era silencio. Pero poco a poco...

    35. - ¿Oís esa voz? Alguien nos da la bienvenida.

    36. - Parece un flautín -dijo una chica.

    /flautas/
    37. - ¿Un flautín? No. Seguro que es un habitante invisible de la Luna.

    /oboes y clarinetes/
    38. - Fijaos. Esta otra voz también es muy bonita.

    39. Se oían nuevas voces, y todos los de la panda escuchaban boquiabiertos.

    /fagot/
    40. - ¿No os parece que ése se ríe de nosotros?

    41. - Vamos, chicos, tenemos que descubrir dónde se esconden. ¡Adelante!

    /madera y percusión/
    Eran una especie de hombres como los hombres de la Tierra, pero más alegres y parecían hermanos.
    Eran una especie de mujeres como las mujeres de la Tierra, pero más alegres y llevaban una rosa en la mano, como si siempre fuera un día de fiesta.
    Eran una especie de niños y niñas como los niños y niñas de la Tierra, pero más alegres y sinceros, y más felices de tener amigos.

    42. - Chicos y chicas que me escucháis. La Pandilla de los Inventis no volvió de la Luna, aunque tenían su cohete listo. Eso significa que todo lo que allí descubrieron les gustó mucho.
    Allí siguen, y sin duda, esperan que vaya más gente de la Tierra.

    /orquesta/
    Gente decidida y alegre como ellos.
    43. Gente que tenga ganas de estudiar y de trabajar...

    44. Gente que crea que hay que hacer de verdad un mundo mejor...

    45. Y que se interese por la gente que no conoce, la gente que es diferente.

    46. Si vosotros sois así, no lo dudéis: llegaréis muy lejos...
    ¡A las tres!, ¡A las dos!, ¡A la una!:
    ¡A la Luna!

    /Todo, como final/


    aca se puede escuchar la narracion de este cuento-cancion infantil
    http://www.jmserrat.com/serrat/dat/2903.html
     
  10. clause

    clause Claudia

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    LOS HOMBRES SENSIBLES, LOS REFUTADORES DE LEYENDAS Y LOS REYES MAGOS
    Alejandro Dolina
    Todos conocen la aguda polémica que suele encenderse en Flores cuando se acerca el seis de enero.
    Los Refutadores de Leyendas cumplen en esos días horarios especiales y desatan una intensa campaña. Naturalmente, tratan de esclarecer a los chicos acerca de la verdadera identidad de los Reyes Magos. Los más desaforados no vacilan en afirmar que estos personajes no existen y que la eventual aparición de juguetes sobre el calzado infantil es el resultado de sigilosas maniobras de los padres, amparados en las sombras de la noche.
    Sus argumentos -hay que decirlo- son bastante sólidos. El profesor Pedro Del Moro los ha reunido y codificado en su libro Los Reyes son los padres. Esa obra, cuyo solo título presagia revelaciones apocalípticas, comprende tres grandes capítulos, cada uno de ellos con razonamientos de distinto color.
    El primero se titula Testimonios, Cerca de doscientas personas cuentan experiencias personales que abonan la tesis central del libro. Transcribimos algunos fragmentos.
    “... Me costó dormirme. Siempre me pasaba lo mismo en noches como aquélla. Ese año mis pedidos habían sido bastante módicos. Un encendedor, una afeitadora eléctrica y una caja de lápices. A medianoche me desperté sobresaltado: ¿Había puesto mis zapatos en el pasillo? Me levanté para comprobarlo. Y entonces en la penumbra del pasillo, subrepticio como un ladrón, hincado sobre mis viejos mocasines, vi a mi padre con los regalos. Se levantó lentamente. Durante un largo rato nos miramos con encono.
    -De modo que así son las cosas - le dije.
    -Dejame que te explique...
    -No, papá -no me importó ser cínico-. Creo que ya es demasiado tarde para explicaciones...”
    Es probable que los berretines novelísticos del profesor Del Moro conspiren contra el estilo expositivo que es deseable en toda obra de especulación científica. Las otras historias del primer capítulo son ?sin bien se las mira? todas iguales: sujetos que sorprenden a sus padres en situaciones comprometidas, confesiones espontáneas de padres arrepentidos, trampas preparadas de antemano y hasta fotografías reveladoras. El más resonante es el caso de un joven estudiante de farmacia que habiendo entrado en sospechas a causa del demasiado trato con las ciencias, amenazó a su madre con un arma hasta que la pobre mujer reconoció sus usurpaciones.
    En el segundo capítulo, Del Moro apela al sentido común. Básicamente sostiene:
    a) Que es por lo menos improbable que tres personas visiten todas las casas del mundo en una sola noche.
    b) Que también resulta difícil admitir que puedan acarrear en sus bolsas centenares de millones de juguetes.
    c) Que los regalos que amanecen sobre los zapatos el 6 de enero parecen más paternales que reales, sobre todo en el precio.
    Sobre la alfalfa que algunos niños dejan en el patio, Del Moro opina que es ingerida por los padres, quienes de este modo no solamente serían los Reyes Magos, sino también los camellos.
    El tercero y último capítulo es una larga serie de consejos sobre la conveniencia de no fomentar ilusiones en los niños y de explicarles todo, en términos amables pero rigurosamente exactos.
    Los Hombres Sensibles de Flores, por el contrario, prefieren que los chicos crean en los reyes, en las hadas y en el mundo de los sueños.
    Por eso cada vez que se encuentran con un pibe le cuentan que hay ratones que dejan dinero bajo las almohadas si uno les pone un diente. 0 que el hombre de la bolsa se lleva a quienes sienten repugnancia por la sopa. 0 que soplando panaderos se consigue lo que uno quiere. 0 que pisando baldosas rojas se ahuyenta al demonio. 0 que haciendo gancho con los dedos se impide a los perros exonerar sus intestinos.
    En la anual discusión de los Reyes Magos, los Hombres Sensibles acusan a los Refutadores de Leyendas de obrar con el único propósito de ahorrarse el regalo. A su turno, los Refutadores declaran que muchos pibes de Flores fingen creer, aun siendo escépticos, al solo efecto de recibir un trencito o una pelota. “Esta infame actitud -dice el profesor Del Moro en su libro- es propia de niños perversos y mezquinos. ¿Qué se puede esperar de quienes venden su inocencia por una bicicleta?”
    Los Hombres Sensibles tienen en esos asuntos algunos aliados indeseables.
    Muchas personas que se jactan de su dulzura suelen cometer el desatino de intentar la demostración racional del mundo mágico para convencer del todo a los chicos.
    Así, cada Navidad, docenas de pajarones se disfrazan de Papá Noel (una ilusión gringa, les garantizo). Otros hacen el Rey Mago y hasta llegan a saludar y besar a sus sobrinos para que crean o revienten.
    Desde luego, esto no debe extrañamos en un mundo en que la gente cree solamente en lo que se ve y se toca. No comprenden estas personas que es cien veces más verosímil un personaje que no se ve jamás y tiene la apariencia de nuestros sueños, que el chitrulo pintado de negro, que se ha puesto el bastón de nuestra abuela, se parece al tío Raúl y huele a cerveza.
    Yo no creo que los chicos se traguen esos disfraces. En los tiempos de mi infancia, la tienda Gath & Chaves solía exhibir en sus salones a los Reyes Magos. Yo tenía 5 años, y aunque era bastante pavote, razonaba que se trataba de tres impostores pagados por la tienda. No era posible que quienes provenían del Barrio Celeste anduvieran tomando partido por la prosperidad de una casa de comercio.
    Manuel Mandeb en su estudio Ilusiones eran las de antes se queja de esa tendencia a la garantía visual. Veamos:
    “... En estos asuntos el exceso de pruebas es más sospechoso que la ausencia de ellas. Muchos niños han creído en los Reyes hasta que los vieron. Lo único que hay que hacer es sembrarla ilusión. Después ésta crecerá sola. Nada de disfraces ni payasadas. Si insistimos en mostrar al niño todo aquello cuya existencia postulamos, llegará un día en que el pequeño sabandija nos exigirá que le mostremos el desengaño o un átomo o una esperanza. Y como no podremos hacerlo, el tipo reputará inexistentes a esperanzas, desengaños y átomos...”
    No andaba desacertado Mandeb. Cuando uno ve películas de terror cree firmemente en el monstruo hasta que lo ve. Entonces descubre que no se trata del verdadero horror (que existe positivamente dentro de nosotros) sino de un truco lamentable. Pero algunos párrafos más adelante, el pensador árabe vuelve a caer - como tantas veces - en el desafortunado rumbo de los tomates. Siguiendo con el criterio de no aportar pruebas concretas, Mandeb llega a insinuar la conveniencia de suprimir el regalo de Reyes por considerarlo una concesión improcedente.
    “... Así todo sería ilusión: los Reyes, su visita y aun el regalo del que podría hablarse, pero que sería imposible de ver y tocar. Los niños correrían en monopatines imaginarios y shotearían pelotas soñadas, que son las mejores porque nunca se pinchan ni se pierden ni son cortadas en pedazos por los vecinos intolerantes.”
    Mandeb pensaba, además, que la abolición de la recompensa ennoblecía la creencia y, -por otra parte- eliminaba injusticias.
    “Los chicos pobres son capaces de sueños tan rumbosos como los de los príncipes.”
    Manuel Mandeb, como tantos Hombres Sensibles creía realmente en los Reyes Magos.
    Todos los cinco de enero ponía sus zapatones en la ventana de la pieza de la calle Artigas donde vivió muchos años. Jamás le dejaron nada, es cierto. Pero el hombre suponía que esto obedecía a su conducta, no siempre intachable. En los días previos, las viejas del barrio creían notarlo amable y compuesto. Quizá no eran suficientes esos méritos de compromiso. No es fácil engañar a los Reyes.
    Muchos de sus amigos sintieron alguna vez la tentación de dejarle algún regalito.
    Pero no quisieron engañarlo. Ellos también esperaban con él. Y hacían fuerza para que alguna vez apareciera aunque más no fuera un calzoncillo.
    Nunca ocurrió nada, pero la fe de los Hombres Sensibles de Flores no se quiebra fácilmente.
    ¿Qué virtud encierra creer en lo evidente? Cualquier papanatas es capaz de suscribir que existen las licuadoras y los adoquines. En cambio se necesita cierta estatura para atreverse a creer en lo que no es demostrable y -más aun - en aquello parece oponerse a nuestro juicio. Para lograrlo hay que aprender - como quería Descartes - a desconfiar del propio razonamiento. Por supuesto, en nuestro tiempo cualquier imbécil tiene una confianza en sus opiniones que ya quisiera para sí el filósofo más pintado.
    La incredulidad es -según parece- la sabiduría que se permiten los hombres vulgares.
    Nosotros resolvimos apostar una vez más por las ilusiones.
    Por eso hicimos nuestras cartitas, pusimos nuestros enormes y pringosos zapatos en las ventanas, en los patios y aun en los jardines.
    Y el seis de enero recogimos nuestros sencillos regalos y se los mostramos a los vecinos.
    -Mire lo que nos trajeron los Reyes.
    Algunos Refutadores de Leyendas nos miraban con envidia, silenciosamente.

    De “Crónicas del Ángel Gris”
     
  11. clause

    clause Claudia

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    Miércoles
    Querido Papaíto-Piernas-Largas:
    Me cambié de nombre.
    Sigo figurando como "Jerusha" en el registro, pero soy "Judy" para todo lo demás. ¡Es demasiado tener que renunciar a guardarse para sí el único sobrenombre que una tuvo jamás! Claro que lo de Judy no fue invento mío, sino que así me llamaba Freddy Perkins antes de aprender a hablar bien.
    Ojalá la señora Lippett tuviera más ingenio en materia de nombres para los bebés que llegan al asilo. Los apellidos los saca de la guía del teléfono (encontrará usted Abbott en la primera página); los nombres de pila los saca de cualquier parte. Jerusha lo tomó de una lápida del cementerio. Siempre odié ese nombre, pero Judy me gusta. ¡Es un nombre tan tonto! Corresponde a la clase de chica que yo precisamente no soy: una criaturita dulce, de ojos azules, mimada por toda la familia, que pasa por la vida jugando sin ninguna preocupación. ¡Qué lindo si una fuera así!... Cualquiera sea el defecto que se me pueda encontrar, ¡nadie podrá acusarme nunca de haber sido mimada por mi familia! Pero es divertido fingir que lo fui, de modo que, de ahora en adelante, le ruego llamarme Judy.
    ¿Quiere que le diga una cosa? ¡Tengo tres pares de guantes de cabritilla! He tenido mitones antes, que me ponían en el árbol de Navidad, pero nunca guantes de verdad, con cinco dedos en cada mano. A cada rato me los pruebo y me los vuelvo a quitar.
    Es lo único que puedo hacer... ¡como no sea usarlos para ir a clase!
    Ahí suena la campana de la hora de acostarse. Adiós.

    Viernes

    ¿Qué le parece, Papaíto? La profesora de inglés opina que mi última composición acusa "un poco común nivel de originalidad".
    Le aseguro que ésas fueron sus palabras textuales. Parece imposible, ¿verdad?, teniendo en cuenta mi formación de estos dieciocho años, ya que el objetivo



    del asilo John Grier (como sin duda usted lo sabe y lo aprueba) es convertir a sus noventa y siete huérfanos en otros tantos gemelos.
    En cuanto al talento artístico que despliego ante sus ojos, Papaíto, debe de haberse desarrollado en mi tierna infancia a fuerza de hacer con tiza caricaturas de la señora Lippett en la puerta de la leñera.
    Espero que no se sienta ofendido cuando critico así el hogar de mi infancia, por favor. Pero usted tiene la sartén por el mango y, si me pongo demasiado impertinente, siempre puede interrumpir el envío de sus cheques. Esto no es muy cortés de mi parte, pero no puede usted esperar que tenga buenos modales, puesto que, como bien sabe, un asilo de huérfanos no es precisamente una escuela de señoritas.
    Hablando de otra cosa, Papaíto, creo que no va a ser el estudio lo que me haga difícil la universidad, sino los recreos. La mitad del tiempo no sé de qué hablan las otras chicas. Todas sus bromas y chistes parecen referirse a un pasado que han compartido todas menos yo. Soy una extranjera en el mundo y no entiendo el idioma que se habla. Es una sensación penosa... y la he sentido toda mi vida. En la escuela secundaria del pueblo las chicas iban en grupos y me miraban. Me encontraban distinta, les parecía rara y todas tenían conciencia de ello. Yo me sentía como si las palabras "Asilo John Grier" hubieran estado escritas en mi cara. De pronto algunas almas caritativas se sentían obligadas a acercarse y decirme algo amable. Las odiaba a todas, se lo aseguro. A las caritativas más que a ninguna.
    Aquí nadie sabe que me crié en un asilo. A Sallie le dije que mis padres habían muerto y que un anciano y bondadoso caballero me costeaba los estudios. Todo lo cual es estrictamente exacto. No quisiera que pensara usted que soy cobarde, pero de veras quiero aparecer igual a las otras chicas, y el Terrible Asilo se aparece amenazador en mi pasado es justamente la gran diferencia entre ellas y yo. Si yo fuera capaz de volver la espalda a ese hecho y borrar su recuerdo, creo que me convertiría en un elemento deseable del colegio, por lo menos tan deseable como el resto de las chicas. No creo que en el fondo haya ninguna gran diferencia... ¿A usted qué le parece? Sea como fuere, a Sallie McBride le gusto.
    Siempre suya
    Judy Abbot
    (antes Jerusha)

    Sábado por la mañana

    Releí esta carta y no la encuentro muy alegre que digamos. ¿Fue usted capaz de adivinar que tengo un monografía especial que entregar el lunes por 1 mañana, sin contar un parcial de geometría y un resfrío con estornudos que no paran?

    Domingo

    Como ayer me olvidé de echar esta carta al correo puedo agregar una posdata llena de indignación. Esta mañana oímos en la capilla el sermón de un obispo y... ¿qué cree usted que nos dijo?
    "La promesa más beneficiosa que nos hace la Biblia es la siguiente: Los pobres están siempre con nosotros. Fueron puestos en el mundo a fin de que nos mantengamos caritativos."
    Hablando de pobres, véame usted como una especie útil de animal doméstico. Si últimamente no me hubiera convertido en una señorita tan bien educada, me habría acercado a él después de terminar el servicio religioso y le habría dicho bien claro mi opinión.



    Continua

     
  12. clause

    clause Claudia

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    REFUTACION DEL REGRESO
    Alejandro Dolina
    No hay sueño más grande en la vida que el Sueño del Regreso. El mejor camino es el camino de vuelta, que es también el camino imposible. Los Hombres Sensibles de Flores, en sus nocturnas recorridas por las calles del barrio, planeaban volver.
    Volver a cualquier parte.
    A la adolescencia, para reencontrarse con los amores viejos.
    A la infancia para recobrar las bolitas perdidas.
    A la primera novia, para jurarle que no ha sido olvidada.
    A la escuela, para sentir ese olor a sudor y tiza que no se encuentra en ninguna otra parte.
    Volver fue para ellos la aventura prohibida. Cada noche sonaban con patios queridos y cariños ausentes. Y cada mañana despertaban llorando desengañados y revolvían la cama para ver si algún pedazo de sueño se había quedado enganchado entre las cobijas.
    A pesar de todo, los muchachos de Flores habían aprendido a disfrutar de los regresos modestos y cada tanto visitaban antiguas pizzerías, veían películas de Paul Muni, cantaban el vals Penas que Matan o examinaban fotos amarillentas en la pieza de Manuel Mandeb.
    Desde luego, los Refutadores de Leyendas se burlaban de todo esto.
    - ¡Saluden a los nuevos tiempos! - gritaban- . El mundo marcha hacia adelante.
    La comparsa racionalista acusaba a los Hombres Sensibles de retrógrados y conservadores. Tal vez tenían algo de razón: Mandeb y sus amigosandaban siempre por los mismos lugares, contaban miles de veces las mismás anecdotas y se divertian robando nisperos simpre en la misma casa.
    - Marchan ustedes a contramano de la historia- rugian los Refutadores.
    Y era cierto. Pero siempre es recomendable recorrer la vida a contramano, sobre todo si uno sospecha quien ha puesto las flechas del transito.
    En los años dorados del barrio del Ángel Gris, funcionaba en la calle Gavilan la agencia Todo para el Regreso. Esta empresa organizaba viajes y peregrinaciones cuyo atractivo principal estaba en la vuelta. Por cierto, solían elegir lugares horrorosos, con alojamientos míseros y comidas inmundas, precisamente para acrecentar el deseo de volver cuanto antes.
    Pero el mayor éxito se obtuvo con el Servicio de Recuperación de Vecinos.
    La agencia se ocupaba de localizar y entrevistar a pobladores antiguos, alejados del barrio por las perversas mudanzas. Por un precio razonable se les ofrecía una fiesta callejera en su viejo vecindario, con la presencia de todos los personajes de la zona. El servicio incluía la entrega de un pergamino, palabras alusivas a cargo de empleados de la empresa y llegado el caso, indumentaria apropiada para que el vecino emigrante pudiera fingir opulencia si lo deseaba.
    Existía -además- un plan superior que contemplaba la preinstalación lisa y llana del vecino perdido en su antigua residencia. Desde luego, los costos eran grandes y no resultaba sencillo vencer las dificultades que se presentaban: desalojo del nuevo ocupante de la finca, abolicion de las eventuales reformás, rescate de los muebles originales y restauracion del exacto grado de higiene en que acostumbraban vivir el cliente y su familia.
    Para cumplir con esta última pretensión, a veces había que limpiar y otras veces era necesario juntar mugre.
    En realidad, hay que confesar que durante todo el tiempo que funcionó el Servicio de Recuperación de Vecinos, solamente una vez se concretó el plan superior. Fue el famoso regreso de la familia del ingeniero Vaccari a su casa de la calle Bolivia. Este servicio fue solventado por los amigos del poeta Jorge Allen, después de más de un año de colectas, rifas, prestamos a interés y timbas a beneficio.
    No es que a nadie le importara gran cosa del ingeniero Vaccari. Pero Jorge Allen estaba enamorado de Leonor, la mayor de sus hijas y no estaba seguro de poder seducirla en Bancalari.
    La historia no tuvo un final feliz. Leonor rechazó tercamente a Jorge Allen y se entrevero con un carnicero que venía a rondarla precisamente desde Bancalari. Allí mismo se fueron a vivir cuando se casaron, un año después. El resto de la familia Vaccari acabo mudándose más tarde a San Miguel, barrio del que no fueron rescatados jamás.
    El ruso Salzman, legendario jugador de dados, también supo hacer un negocio parecido. Sin la intervención de la agencia, se decidió a comprar la casa de su infancia, ocupada desde hacia años por perfectos desconocidos.
    En semejante patriada, el ruso gasto la memorable ganancia de una noche gloriosa en el casino de Mar del Plata.
    Una vez instalado, comprendió que la inversión había sido inútil.
    - He recuperado mi casa -dijo- . Pero la infancia, no.
    Catorce años después de haber egresado como bachiller, Manuel Mandeb volvió a inscribirse en el Colegio Nacional Nicolás Avellaneda.
    El polígrafo de Flores estaba entusiasmado con la ida y propuso a sus antiguos compañeros que hicieran lo mismo, para repetirá época más feliz de sus vidas. No tuvo mucha suerte: Avila, Capel, Carrasco, Cichoworsky, Donath, Frascarelli, Frezza... Por orden alfabetico todos se fueron negando y presentando solidos pretextos. El trabajo, la familia, la distancia, el dinero. De algún modo misterioso aquellos atorrantes habían contraído la responsabilidad.
    Manuel Mandeb no se achicó y comenzó las clases.
    Y el primer día trato de reproducir episodios divertidos que habían ocurrido antes, pero las cosas no eran iguales. Sus nuevos compañeros eran bastante chitrulos y se resistían a secundarlo en sus travesuras, no le llamaban El Turco sino El Abuelo. Para peor, algunos profesores creían recordarlo vagamente y no sabían si confundirlo con su hijo o con su padre.
    Logró -eso si- algunas buenas notas y hasta quince amonestaciones.
    Un día, el jefe de celadores descubrió la verdad.
    - No crea que no lo he reconocido, señor Mandeb. Este es otro de sus inventos. Yo pensé que el título de bachiller iba a servirle de escarmiento, pero veo que no es así. Usted es de los que siguen jorobando hasta después de muertos.
    Mandeb contestó llorando:
    -Usted es el unico que me ha comprendido. Gracias.
    -Cállese la boca, señor –gritó el jefe de celadores- Vuelva a clase.
    El pensador de Flores fue expulsado poco después. Pero a pesar de su fracaso, la segunda inscripción es una maniobra que merece ser estudiada por los melancólicos cabales. Sostengo que con el apoyo de sus viejos condiscípulos, la experiencia de Mandeb hubiera sido emocionante.
    La agencia Todo para el Regreso se fundió por falta de clientes. En un ultimo esfuerzo, sus dueños ofrecieron servicios económicos. Eran retornos fingidos, vueltas sin ida, reencuentros sin ausencia. El interesado podía simular su viaje al África. La empresa se encargaba del recibimiento, los abrazos y las lagrimas. El éxito fue nulo. Por esos días, Manuel Mandeb escribió su oscuro ensayo Nunca se Vuelve. Leamos algunos párrafos:
    "No es posible regresar a ninguna parte. Los puntos de partida no se quedan quietos y a la vuelta ya no están, para poder volver se necesita, por empezar, un punto de partida eterno e inmutable. Pero todo se mueve y no hay forma de detener el Universo. Créanme si les digo que nadie ha efectuado nunca jamás un verdadero regreso. El hombre que lo consiga cumplirá la hazaña más grande de la historia."
    La idea de no bañarse dos veces en el mismo rió no constituye ninguna novedad filosófica. Pero adviértase que Mandeb deseaba en verdad volver a bañarse. Esta fue su mayor obsesión y siempre lamentó amargamente no poder remontar los tiempos.
    Los Refutadores de Leyendas se alegran de la dinámica universal y esperan el futuro con impaciencia. Desean liberarse del pasado, romper las cadenas. Pero si esto encierra la idea de libertad, hay que reconocer que Manuel Mandeb fue mucho más lejos:
    "¿Por qué no puede uno estar en varios lugares al mismo tiempo? ¿Qué es esto de no poder volver al pasado ni visitar el futuro? ¿Por qué no es posible extraer de las premisas de la razón las consecuencias que a uno se le antojen?
    "Ah, la libertad...la libertad sin tiempo, ni espacio, ni lógica. La libertad de vivir todas las vidas, de estar en todas partes, de recorrer las edades. ¿Qué dicen a esto los libertarios sin frontera?"
    Pero las cosas son como son. Esa es la pena de los Hombres Sensibles.
    La misma de los viajeros que no pueden volver atrás. Ellos, no han nacido para viajar. Y sin embargo, may andan con la vida llena de extraños, ansiando la inmortalidad, solamente para poder regresar.
    Algunos tratan de no partir: amor...quedémonos aquí... Pero el que no parte también se queda solo.
    En Flores se suele contar la leyenda de Antón Raffo, quien según parece poseía el Secreto del Regreso. Mandeb y Jorge Allen llegaron a conocerlo.
    Es cierto que el hombre usaba en su conversación algunos giros inquietantes.
    -Ya voy a arreglar eso cuando sea un poco más joven.
    - He besado muchas veces a Mónica. Pero será mucho mejor cuando le dé el primer beso.
    -Ya estoy harto de nacer, caballeros.
    Los muchachos de Flores no pudieron indagar demasiado. Raffo desapareció y si es que posee el Secreto, tal vez ande en otros tiempos más prometedores.
    Aquí cabe una modesta reflexión. Aún cuando fuera posible volver al pasado, nada sería igual. Todos los actos de nuestra vida repetidos minuciosamente, serian distintos al estar ocurriendo por segunda vez. Esta diferencia es sustancial. Llevaríamos con nosotros la carga de la experiencia anterior. Nos estaría negada la ansiedad y la esperanza. ¿Con qué entusiasmo apostaríamos a las cartas que ya sabemos perdedoras? Alguien dirá:
    seria preciso borrar la memoria y volver al pasado sin recordar que ya lo vivimos. Respuesta: ¿de qué sirve volver si uno no sabe que vuelve? Para el caso es posible pensar que ahora mismo está viviendo por segunda o quinta vez la misma vida.
    Quien les escribe ha soñado muchas veces este episodio:
    Camino por la calle Urquiza, en Caseros. Soy como ahora, un grandulón melancólico. Pero descubro que no estoy en el presente sino en los primeros años de la década del 50. Llego ante la casa que lleva el numero 68 y toco el timbre. Al rato sale a recibirme un nene mugriento y deconfiado.
    Soy yo mismo. Abrazo emocionado al chico. Desde adentro oigo la voz del abuelo que pregunta:
    - ¿Quién es, Negro?
    Nunca he podido imaginar que algo mejor pudiera ocurrirme. Los funcionarios del paraíso no tendrán que ponerse en grandes gastos conmigo.
    El libro de aventuras del regreso sigue en blanco.
    Ni los Hombres Sensibles, ni los Pensadores del Eterno Retorno, ni muchos de nosotros -que a veces creemos volver- hemos podido dar un solo paso. Esto no nos impide ser dichosos algunas veces, a pesar de todo. Las personas decentes nos piden madurez y resignación. Quieren que olvidemos nuestras trágicas ensoñaciones. Pero nosotros no queremos olvidar. Y el que olvide, jamás, jamás podrá ser nuestro amigo.
    Ni siquiera cuando volvamos a encontrarnos otra vez y para siempre.

    De “Crónicas del Ángel Gris”


     
  13. Anveri

    Anveri Fanática de nativas -aves

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    :happy: :happy: :happy:


    En honor de Jerusha - Judy, voy hacer un budín de ciruelas.
    Hasta el momento, no lo había leído.
    Antes de leer Papaíto - Piernas - Largas, estuve mirando en la feria ciruelas, no las compré porque no me parecieron muy bonitas. Cuando vaya al supermercado voy a comprar...
    Supongo que se hará el budín con sémola.

    ¡Debe ser un lujo conocer a Alejandro Dolina!
    Gracias, muchas gracias.

    Anita.

    :razz:
     
  14. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    aca voy a tener que copiar ,porque no lo encuentro en internet....

    .................................
    ¡ ah, el peso específico del hombre,
    el peso particular de cada hombre
    ¿hay algo más abrumador
    y al mismo tiempo más anaprehensible?

    Es fuerza de gravitación continua
    encadenada a un breve vuelo.
    El vuelo tiene forma de espiral,de elipse,
    -y forma de corazon...
    ¡Ah, el peso del propio homnre!
    Estas fisuras, esra maraña y esta profundidad-
    estas adherencias,cuando es tan díficil
    despegar la mente del corazón....
    Y en medio de todo ello, la libertad
    _una cierta libertad ,a veces incluso locura,
    una locura de libertad envuelta en esta amraña.
    Y en medio de todo ello , el amor,
    que mana de la libertad,
    como fuente de tajo recién abierta.
    ¡He aquí el hombre! No es transparente
    y no es monumental
    y no es simple,
    más bien pobre.
    Esto es un hombre_pero ¿ y dos
    y cuatro y cien y un millón?_
    Multiplica todo esto por ti mismo
    (multiplica esta amgnitud por la debilidad);
    y obtendrás el producto de la humanidad,
    el producto de la vida humana.


    .............................................

    fragmento de " el Taller del Orfebre"
    de Karol Wojtyla
     
  15. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

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    25 de octubre

    Querido Papaíto-Piernas-Largas:

    He sido admitida en el equipo de básquet y debería haber visto el moretón que me hice en el hombro izquierdo. Azul y caoba, con pequeñas vetas anaranjadas. Julia Pendleton trató de entrar y no la aceptaron. ¡Hurra!



    ¡Ya ve usted qué alma mezquina la mía!
    El colegio se está poniendo cada vez mejor. Me gustan las chicas, los maestros, las clases, los parques y la comida. Nos dan helado dos veces por semana y nunca, nunca, pastel de maíz.
    Usted quería que le escribiera una vez por mes, ¿no es así? ¡Y aquí me tiene, acribillándolo a cartas cada tres o cuatro días! Pero estoy tan emocionada con tantas novedades y aventuras, que tengo por fuerza que hablar con alguien y usted es la única persona que conozco. Por favor, perdóneme si me exalto. Ya me voy a serenar dentro de muy poco. Si mis cartas lo aburren, siempre le queda el recurso de tirarlas al cesto de papeles.
    Le prometo que no le voy a escribir otra carta hasta mediados de noviembre.

    Su siempre locuaz
    Judy Abbott


    15 de noviembre

    Querido Papaíto-Piernas-Largas:

    La superficie del tronco de una pirámide regula es igual a la mitad del producto de la suma de lo perímetros de sus bases por la altura de cualquiera de sus trapezoides.
    No parece cierto, pero lo es. Y puedo demostrárselo.
    Nunca le conté nada de mi ropa, ¿verdad Papaíto? Seis vestidos, todos nuevos y preciosos comprados especialmente para mí, no heredados de alguien mayor que yo. Quizá usted no se dé cuenta del punto culminante que tal cosa representa en 1a vida de una huérfana. Y es usted quien me ha dado todo esto, de modo que le estoy muy pero muy agradecida. Es muy hermoso recibir educación, pero no hay nada que se compare con el vértigo de poseer seis vestidos nuevos. Me los eligió miss Pritchard que es de la Comisión de Visitas, y gracias a Dios que no encomendaron la tarea a la señora Lippett.
    Tengo un traje de baile de muselina rosa con enagua de seda (me queda precioso), un traje azul como para ir a la iglesia, un vestido de comida de tul rojizo con adornos orientales (con ése parezco una gitana), otro de lanilla rosa, un traje gris de calle y dos vestidos para diario, que uso para ir a las clases. Tal vez esto no constituya un gran guardarropas para Julia Rutledge Pendleton, pero para la pobrecita Jerusha Abbott... ¡Dios de mi vida!
    Me imagino que estará pensando lo frívola y hueca que soy, y en el despilfarro que representa educar a una chica, ¿no?
    Pero, Papaíto mío, si usted hubiera pasado toda una vida enfundada en un delantal de algodón a cuadritos, se daría cuenta de mis sentimientos en la actualidad. Y cuando entré en la escuela secundaria empezó una etapa peor aún que la del algodón a cuadritos: la de los vestidos heredados.
    No se puede imaginar con qué terror me presentaba en la escuela llevando aquellos desdichados vestidos del baúl de pobres. Siempre estaba segura de que en la clase me sentarían al lado de la ex dueña del vestido que yo llevaba ese día y que la chica en cuestión se lo susurraría con risitas a las demás. Le aseguro, Papaíto, que la amargura de usar los vestidos descartados por su peor enemiga le corroe a una el alma. Aunque pudiera usar medias de seda el resto de mi vida, no creo que esa cicatriz llegara a borrarse.


    ÚLTIMO BOLETÍN DE GUERRA
    Noticias del teatro de la acción

    En la cuarta hora del jueves 13 de noviembre, Aníbal diezmó la avanzada de los romanos y condujo a las fuerzas cartaginesas a través de la montaña hasta los llanos de Casilinio. Una división de númidas con armas ligeras se trabó en lucha con la infantería de Quinto Fabio Máximo. Se sucedieron dos batallas y algunas escaramuzas. Los romanos, rechazados con numerosas bajas.
    Tengo el honor de ser su corresponsal especial desde el frente de batalla.

    J. Abbott

    P. D. Sé que no debo esperar contestación alguna a mis cartas y me han advertido que no tengo que fastidiarlo con preguntas, pero dígame, Papaíto, por favor, por esta vez solamente... ¿Es usted muy viejo o sólo un poquitito viejo? ¿Y es completamente calvo o sólo un poquitín?... Me resulta muy difícil pensar en usted en abstracto, como si se tratara de un teorema de geometría.
    Dado que se trata de un altísimo hombre rico que odia a las chicas, pero que es sumamente generoso para con una impertinente muchachita, ¿cómo es este bendito señor?
    R. S. V. P. (Répondez, s'il-vous-plait.) Responda, por favor.