Poemas, cuentos y leyendas

Tema en 'Temas de interés (no de plantas)' comenzado por mai^a, 27/2/08.

  1. clause

    clause Claudia

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    3A. PALINODIA: DETRÁS DE LO GRIS

    Ah, yo quiero vivir
    dentro del orden general
    de tu mundo.
    Necesito vivir entre los hombres.
    Veo un árbol: sus brazos ya en angustia
    o ya en delicia lánguida
    proclaman su verdad:
    su alma de árbol se expresa,
    irreductiblemente única.
    Pero el hombre que pasa junto a mí
    el hombre moderno
    con sus radios, con sus quinielas, con sus películas sonoras
    con sus automóviles de suntuosa hojalata
    o con sus tristes vitaminas,
    mudo tras su etiqueta que dice «comunismo» o «democracia» dice,
    con apagados ojos y un alma de ceniza
    ¿que es?, ¿quién es?

    ¿Es una mancha gris, un monstruo gris?

    Monstruo gris, gris profundo,
    profundamente oculta sus amores, sus odios,
    gris en su casa,
    gris en su juego,
    en su trabajo, gris,
    hombre gris, de gris alma.
    Yo quiero, necesito,
    mirarle allá a la hondura de los ojos, conocerle,
    arrancarle su careta de cemento,
    buscarle por detrás de sus tristes rutinas.
    Por debajo de sus fórmulas de lorito
    real (¡Pase usted! ¡Tanto gusto!),
    aventarle sus tumbas de ceniza
    huracanarle su cloroformo diario.

    Un día llegará en que lo gris se rompa,
    y tus bandos resuenen arcangéíicos,
    oh gran Dios.

    Dime, Dios mío, que tu amor refulge
    detrás de la ceniza.
    Dame ojos que penetren tras lo gris
    la verdad de las almas,
    la hermosa desnudez de tu imagen:
    el hombre.


    Dámaso Alonso
     
  2. clause

    clause Claudia

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    VIDA

    Entre mis manos cogí
    un puñadito de tierra.
    Soplaba el viento terrero.
    La tierra volvió a la tierra.
    Entre tus manos me tienes,
    tierra soy.
    El viento orea
    tus dedos, largos de siglos.
    Y el puñadito de arena
    -grano a grano, grano a grano-
    el gran viento se lo lleva.



    Damaso Alonso
     
  3. Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

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    ME DOLIO

    Cosas que me dolieron...
    Y tú ni te diste cuenta....
    O simplemente no te importo.
    Me dolió tu fría indiferencia...
    Tú falta de interés por mí,
    Me dolió que no te doliera,
    Y me dieras tan poco valor.
    Me dolió tu pronta respuesta,
    Indiferente a más no poder,
    Me dolió, no tanto tu partida...
    Si no lo fácil que fue para ti
    Olvidarte de mí, sin nada más que decir.
    Me dolió tu poco interés....
    Como esperas que yo sonría
    Y diga que esta todo bien.
    Me dolió....
    Me dolió....
    Tu olvido,
    Tú falta de amor,
    Tu fría indiferencia...
    Tú forma de fingir,
    Que me hizo creer que fui para ti
    Algo más que un instante,
    Algo más que un simple encuentro,
    Y que al final del día no importo
    Si estuve o no ahí.
    ...todo eso me dolió
    ...pero mas me dolió
    Que yo, aun, no pueda dejar de pensar en ti.
     
  4. clause

    clause Claudia

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    Sábado, 6:30
    Querido Papaíto:

    Hoy salimos a pie rumbo a la ciudad, pero ¡Dios de mi vida! ¡Qué manera de llover! Me gusta el invierno verdadero, con nieve, no con lluvia.
    El importante tío de Julia nos visitó de nuevo esta tarde y nos trajo una caja de dos kilos de bombones de chocolate. Como se dará cuenta, compartir el cuarto con Julia tiene sus ventajas.
    Nuestra cháchara insustancial pareció divertirlo, ya que decidió tomar un tren más tarde del que había proyectado, sólo para compartir el té con nosotras en nuestro cuarto de estudio. Nos costó un triunfo conseguir el permiso. Ya resulta bien difícil recibir a padres y abuelos, pero los tíos ofrecen un grado mayor de dificultad; en cuanto a los hermanos y primos, son casi imposibles. Julia tuvo que jurar ante escribano público que Jervis era su tío y debió obtener un certificado firmado por un empleado municipal, (i Vio cuánto sé de leyes?) Aun así, dudo mucho que habríamos podido celebrar nuestro té si el decano hubiese visto lo joven y buen mozo que es el tío Jervis.
    Sea como fuere, lo cierto es que tomamos el té con sandwiches de pan negro y queso. Jervis ayudó a hacerlos y luego se comió cuatro. Le conté que había pasado el verano en Los Sauces y nos dimos un banquete con chismes y noticias de los Semple, los caballos, las vacas y las gallinas. Todos los caballos que él conocía ya han muerto. Todos menos Grover, que era un potrillo cuando él estuvo allí por última

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    vez y ahora está tan viejo que apenas si puede pastorear rengueando por la pradera.
    Jervis quiso saber si todavía guardan las rosquitas en un jarro de cerámica amarilla tapado con un plato azul en el estante bajo de la despensa... ¡Y así es! Preguntó también si seguía habiendo una cueva de marmotas bajo el montón de rocas de la pradera nocturna... ¡Y la hay! este verano Amasai cazó una gris, bien gorda, la quincuagésima tataranieta de la que el niño Jervie había cazado cuando era chico...
    Lo llamé niño Jervie en sus narices y no pareció importarle. Según Julia, nunca en su vida ha estado tan amable, ya que suele ser bastante inaccesible. Lo que pasa es que a Julia le falta tacto y me estoy dando cuenta de que con los hombres es indispensable tenerlo, y mucho. Si se los acaricia en la dirección correcta, ronronean como gatitos, pero escupen si se los frota a contrapelo. (Ésta no es una metáfora muy elegante que digamos, pero comprenda usted que la empleo en sentido figurado.)
    Estamos leyendo el Diario de María Bashkirsteff. ¿No le parece extraordinario? Escuche esto: "Anoche tuve un ataque de desesperación que se manifestó en gemidos y que finalmente me impulsó a arrojar el reloj del comedor al mar..."
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    Esto casi me hace alegrar de no ser un genio; deben ser individuos muy cansadores para tenerlos cerca... y muy destructores del mobiliario.
    ¡Cómo llueve, Dios mío! Esta tarde tendremos que ir a la capilla nadando.
    Siempre suya,
    Judy
     
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    clause Claudia

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    EL LIMONERO LÁNGUIDO SUSPENDE

    El limonero lánguido suspende
    una pálida rama polvorienta
    sobre el encanto de la fuente limpia,
    y allá en el fondo sueñan
    los frutos de oro...
    Es una trade clara,
    casi de primavera;
    tibia tarde de marzo,
    que al hálito de abril cercano lleva;
    y estoy solo, en el patio silencioso,
    buscando una ilusiòn cándida y vieja:
    alguna sombra sobre el blanco muro,
    algún recuerdo, en el pretil de piedra
    de la fuente dormido, o, en el aire,
    algún vagar de túnica ligera.

    En el ambiente de la tarde flota
    ese aroma de ausencia
    que dice al alma luminosa: nunca,
    y al corazòn: espera.

    Ese aroma que evoca los fantasmas
    de las fragancias vírgenes y muertas.

    Sí, te recuerdo, tarde alegre y clara,
    casi de primavera,
    tarde sin flores, cuando me traías
    el buen perfume de la hierbabuena,
    y de la buena albahaca,
    que tenía mi madre en sus macetas.

    Que tú me viste hundir mis manos puras
    en el agua serena,
    para alcanzar los frutos encantados
    que hoy en el fondo de la fuente sueñan...

    Sí, te conozco, tarde alegre y clara,
    casi de primavera.


    Antonio Machado
     
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    clause Claudia

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    20 de enero
    Querido Papaíto-Piernas Largas:

    ¿Alguna vez tuvieron en el asilo a alguna niñita robada de la cuna en su tierna infancia?
    Tal vez esa niñita sea yo... Si yo fuera un personaje de novela, sería un buen desenlace.
    Resulta en verdad rarísimo no saber quién es uno. Emocionante y romántico. Puede que no sea americana, ¡hay tantos que no lo son! Puede que descienda en línea recta de los antiguos romanos, o que sea la hija de un vikingo, o de un exiliado ruso y que me correspondiese estar en una prisión de Siberia... O podría ser también una gitana. Pienso que tal vez lo sea, ya que tengo un temperamento bastante nómade, aunque hasta ahora no se me hayan presentado muchas ocasiones de desarrollarlo. Me pregunto, Papaíto, si se ha enterado usted de aquella página escandalosa de mi foja. Aquella vez que me escapé del asilo porque me castigaron por robar galletitas. Ahí figura toda la historia en los libros y cualquier síndico puede leerla. Pero realmente, Papaíto, ¿qué diablos pretendían? Cuando se pone a una chiquilla de nueve años —¡hambrienta!— a fregar cuchillos junto a un tarro de galletitas y se la deja sola y luego se regresa de repente, ¿no es de suponer que estará toda llena de miguitas? Y cuando se la agarra de un brazo y se le pega en los oídos y se la obliga a levantarse de la mesa cuando sirven el postre y se les dice a los demás chicos que es porque ella es una ladrona... Bueno, ¿no esperaría usted que la chica ésa se escapara?
    No corrí más de unos ocho kilómetros. Me agarraron y me trajeron de vuelta y después todos los días, durante una semana, me ataban como a un gatito travieso mientras los otros chicos jugaban en el recreo.
    ¡Dios mío! Ahí suena la campana de la capilla. ¡Y yo que deseaba escribirle una carta bien entretenida!... Después de la capilla tengo una reunión de comité, de modo que...
    Auf wiedersehen (adiós). Cher (querido) Papaíto. Pax tibi (la paz sea contigo).
    Judy
    P. D. Hay algo de lo que estoy bien segura: no soy china.


    4 de febrero
    Querido Papaíto-Piernas-Largas:

    Jimmie McBride me envió una bandera de su colegio, grande como nuestro estudio. Le agradezco que haya pensado en mí, pero no sé qué hacer con ella. Sallie y Julia no quieren saber nada de que la ponga en la pared, porque este año nuestro cuarto está decorado en rojo y se puede imaginar el efecto que haría añadirle naranja y negro. Pero me da mucha lástima no aprovecharla, ya que es de una lana suave y abrigadita.
    ¿Le parecería muy impropio si me hiciera hacer con ella una salida de baño? La que tenía encogió al lavarla.
    Últimamente estoy omitiendo detallarle lo que estudio y, aunque no parezca a juzgar por mis cartas, el estudio ocupa mi mente con exclusión de casi todo lo demás. Es muy desconcertante esto de aprender cinco materias a la vez.
    "La verdadera prueba de la erudición —nos dice el profesor de química— es la minuciosa pasión por los detalles."
    "Tengan cuidado —dice el profesor de historia— de no aferrarse a los detalles. Manténganse a distancia a fin de obtener una amplia perspectiva del conjunto."

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    Puede usted observar con qué sutileza debemos obrar para mantenernos bien en historia y química... Por mi parte, prefiero el método histórico. Si digo que Guillermo el Conquistador vino en 1492 y que Colón descubrió América en 1066 o 1100 o cuando fuera, se trataría de un simple detalle que el profesor toleraría. Eso le da a uno un sentido de seguridad y reposo en las clases de historia que falta por completo en las de química.
    ¡Sexta hora! Tengo que ir al laboratorio e investigar un asuntito de ácidos, sales y álcalis. Me quemé el delantal de química con ácido clorhídrico.
    Si la teoría fuera exacta, debería poder neutralizar el agujero con una solución fuerte de amoníaco, ¿verdad?
    El examen es la semana que viene, pero ¿quién dijo miedo?
    Siempre suya,
    Judy


    5 de marzo
    Querido Papaíto-Piernas-Largas:

    Sopla un viento típico de marzo y el cielo está cubierto de espesos nubarrones. En los pinos, los cuervos meten un barullo imponente. Es un ruido que excita y embriaga un poco y atrae a una como si la llamaran. Dan ganas de cerrar los libros y marcharse a las colinas a correr carreras con el viento.
    El sábado pasado hicimos una falsa cacería del zorro a campo traviesa, en una extensión de ocho kilómetros. El "zorro" estaba compuesto por tres chicas y el rastro era un kilo de papel picado. Ellas partieron una hora antes que los veintisiete cazadores, entre los cuales me encontraba. Ocho fueron quedando en el camino, de modo que terminamos diecinueve.
    Todo anduvo muy bien mientras seguimos el rastro a través de una colina, un campo de maíz e incluso un pantano, en el cual tuvimos que hundirnos hasta los tobillos. Perdimos el rastro varias veces y nos demoramos unos veinticinco minutos en ese bendito pantano. Por último, después de otra colina y de algunos bosques, llegamos a la ventana de un granero. La puerta estaba cerrada con llave y la ventana era alta y bastante chica... No me parece que esa parte del juego fuera muy limpia, ¿y a usted? Pero no nos molestamos en trepar, sino que rodeamos el granero y volvimos a encontrar el rastro que salía del techo de un cobertizo. El zorro había creído despistarnos con eso, pero lo embromamos recorriendo luego las dos millas de praderas, donde el rastro se hizo difícil, ya que empezaba a escasear el papel picado. La regla del juego es que no debe distanciarse más de dos metros, pero éstos fueron los metros más largos que vi en mi vida. Por fin, después de trotar más de dos horas, fuimos a parar a la cocina de la granja Manantial de Cristal (la granja donde las chicas del colegio suelen ir en carro o en trineo a comer pollo y barquillos de postre) y allí encontramos a Monsieur El Zorro atracándose de leche y bollitos con miel... Ninguno de los tres zorros creyó que llegaríamos tan lejos, pues esperaban que nos quedáramos plantadas en aquella ventana del granero.
    Los dos bandos discutimos a muerte, cada uno seguro de haber ganado. Yo creo que la victoria fue nuestra, ya que los cazamos antes de que volvieran al colegio. Sea como fuere, las diecinueve nos posamos en los muebles como langostas, pidiendo a gritos de comer. No alcanzaba la miel para tantas chicas, pero la señora Manantial de Cristal (la llamamos así, aunque en realidad se llama Johnson) trajo un tarro de dulce de frutillas y otro de jarabe de arce y tres enormes panes negros.
    Hasta las seis y media no estuvimos de vuelta en el colegio, con media hora de retraso para la comida. Por lo tanto, nos sentamos en seguida a la mesa sin cambiarnos y con nuestro apetito intacto. Después faltamos todas al servicio religioso de la noche, ya que el estado barroso de nuestras botas nos servía de inmejorable justificativo.
    Nunca le conté nada de los exámenes, Papaíto. Aprobé todos con la mayor facilidad. Ahora conozco el secreto y ya no volverán a aplazarme nunca. Sin embargo, no podré recibirme con honores, a causa de esos odiosos latín y geometría de primer año. Pero no me importa nada... ¡Basta la salud! Como verá, estoy leyendo los "clásicos".
    Y hablando de clásicos, me imagino que habrá leído usted Hamlet, ¿no? Si así no fuera, póngase inmediatamente a leerlo. ¡Es sensacional! Toda mi vida había oído hablar de Shakespeare, pero nunca me imaginé que escribiera así. Sospechaba que se dejaba estar, confiado en su fama.
    Desde que empecé a leer en serio, inventé un juego. Todas las noches me duermo haciendo como que soy el personaje (el personaje principal, por supuesto) del libro que estoy leyendo.
    Por el momento soy Ofelia, ¡y una Ofelia tan sensata!... Todo el tiempo mimo y regaño a Hamlet. Y lo divierto, y hago que se abrigue para que no tome frío... ¡Lo he curado completamente de su melancolía! El rey y la reina han muerto —en un oportuno naufragio—, de modo que ni siquiera hizo falta enterrarlos, y Hamlet y yo reinamos en Dinamarca sin ningún problema. El reino marcha a las mil maravillas. Él se ocupa del gobierno y yo de la beneficencia. He fundado varios asilos de huérfanos de primerísimo orden. Si usted o alguno de los otros síndicos desea visitarlos, encantada le haré de cicerone. Creo que encontrarían ustedes muchas sugerencias útiles.
    Suya, muy graciosamente,
    Ofelia, Reina de Dinamarca.
     
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    clause Claudia

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    25 de marzo. Puede ser también el 24
    Querido Papaíto-Piernas-Largas:

    No creo que pueda irme al cielo cuando me muera. Estoy consiguiendo tantas pero tantas cosas buenas aquí en la tierra, que no sería justo que las obtuviera de nuevo en el más allá. Escuche todo lo que me pasó:
    Jerusha Abbott ganó el premio de cuento corto (veinticinco dólares) que la revista mensual acuerda todos los años. ¡Y se trata de una alumna de apenas segundo año! Las competidoras son en su mayoría chicas de los últimos años. No podía convencerme cuando vi mi nombre en el boletín. ¡Quizá llegue a ser escritora, después de todo! Ojalá la señora Lippett me hubiera puesto otro nombre menos tonto. El mío suena a literatura barata, ¿no le parece?
    Además, he sido elegida para la representación teatral de primavera. Daremos Como gustéis, de Shakespeare. Y la función será al aire libre. Mi papel es el de Clelia, la prima de Rosalinda, la heroína.
    Por último, Julia, Sallie y yo nos vamos el viernes a Nueva York a hacer compras para la primavera. Nos quedaremos toda la noche y al día siguiente iremos al teatro con el niño Jervie, que nos invitó. Julia se va a quedar en su casa con su familia, pero Sallie y yo nos alojaremos en el hotel Marta Washington. ¿Ha oído usted nada más emocionante? En mi vida he visto un hotel. Tampoco un teatro, excepto una vez que la Iglesia dio un festival y nos invitó a los huérfanos. Pero no era teatro verdadero y no se cuenta.
    ¿Y qué obra cree usted que veremos? ¡Pues nada menos que Hamletl La hemos estudiado durante cuatro semanas en la clase de literatura y lo sé de memoria.
    Estoy tan excitada con estos proyectos que apenas si puedo dormir.
    ¡Adiós, Papaíto!
    Este mundo es realmente muy divertido.
    Siempre suya,
    Judy
    P. D. Acabo de mirar el almanaque. Resulta que es 28.
    Otra posdata: Hoy vi a un chofer de ómnibus que tenía un ojo marrón y otro azul. ¿No le parece que sería un magnífico villano para una novela policial?


    7 de abril
    Querido Papaíto-Piernas-Largas:

    ¡Dios de mi vida, qué grande es Nueva York! No puedo convencerme de que viva usted en medio de ese loquero. Creo que me llevará varios meses recuperarme de sólo dos días que pasé en esa ciudad. No sé cómo empezar a contarle todas las cosas maravillosas que he visto. Además, me imagino que usted ya las sabe, puesto que vive allí.
    Pero ¿no es verdad que las calles son muy entretenidas? ¿Y la gente? ¿Y los comercios? Nunca vi cosas tan preciosas como las que se exhiben allí en las vidrieras. Una desea casi dedicar el resto de su vida a los trapos.
    El sábado por la mañana, Sallie, Julia y yo salimos de compras. Julia entró en el sitio más suntuoso que he visto jamás: las paredes blanco y oro, alfombras azules, lo mismo que los cortinados de seda, y sillas doradas. Salió a recibirnos una señora divina, de pelo rubio y elegantísimo traje de seda negro. Yo creí que estábamos de visita y quise darle la mano, pero parece que sólo estábamos comprando sombreros. Al menos, eso es lo que hacía Julia, que se sentó ante un enorme espejo y se probó como una docena, a cual más lindo, hasta que por fin eligió los dos más bonitos de todos.
    No puedo concebir mayor placer que sentarse frente a un espejo y comprar cualquier sombrero que se elija sin tener que fijarse antes en el precio. No cabe duda, Papaíto: ¡Nueva York destruiría con toda rapidez el espíritu estoico que el asilo John Grier fue edificando con tanta paciencia!
    Cuando terminamos las compras, nos encontramos con el niño Jervie en Sherry. Es el restaurante más lujoso de la ciudad... Bueno, seguro que usted lo conoce. Ahora, imagíneselo y después imagine el comedor del asilo John Grier, con sus mesas cubiertas de hule y sus tazas de loza gruesa, de ésa que no se puede romper ni a propósito, y tenedores y cuchillos con cabo de madera... ¡Sólo entonces sabrá cómo me sentía yo en Sherry!
    Me equivoqué de tenedor cuando comimos pescado, pero el mozo me lo cambió amablemente y nadie se dio cuenta.
    Después del almuerzo fuimos al teatro. ¡Fue deslumbrante, maravilloso, increíble! Sueño con eso todas las noches.
    ¿Verdad que Shakespeare es estupendo? Hamlet es incluso más magnífico en escena que cuando lo analizamos en clase. Bien sabe usted que yo lo valoraba como se merece, pero ahora... ¡Dios mío, no tengo palabras!
    Creo que, si no tiene usted inconveniente, seré actriz más bien que escritora. ¿No le gustaría que dejara el colegio y entrara en una escuela de arte dramático? Así, cuando sea una gran actriz, le enviaré un palco para todas mis funciones y le sonreiré por detrás de las candilejas. Sólo que deberá ponerse una rosa roja en el ojal, para que pueda sonreír al hombre que corresponda. ¿No sería espantoso que me pusiera a sonreírle a cualquiera?
    Durante el regreso al colegio, el sábado por la noche, comimos en el tren, en mesitas iluminadas por lamparitas rosadas y servidas por mozos negros. Yo no sabía que se servían comidas en los trenes y, sin pensarlo, lo dije en voz alta.
    —¿Pero dónde te han educado? —me dijo Julia.
    —En una aldea —le contesté con toda dulzura.
    —¿Y nunca viajaste? —insistió mi amiga.
    —Hasta que no vine a la universidad, nunca. Y en esa ocasión fue un viaje corto y no hicimos ninguna comida —le expliqué.
    Se está tomando mucho interés por mí porque, según ella, digo cosas muy extrañas y divertidas. Yo me empeño en no decirlas, pero se me escapan cuando estoy sorprendida, y lo estoy la mayoría del tiempo. Es una experiencia vertiginosa, Papaíto, pasar diecisiete años en el asilo John Grier y luego... ¡de repente!... ser lanzada al mundo.
    Sin embargo, me voy aclimatando. Mis errores son ahora menos garrafales y ya no me siento incómoda con las otras chicas. Antes me estremecía cuando alguien me miraba, porque me parecía que, a través de mi ropa nueva, se me veían por debajo los delantales de percal. Ahora ya ni me acuerdo del algodón a cuadritos... "¡Bastan para ayer los males del día!", como dice la Biblia.
    Me olvidaba contarle de las flores que recibimos. El niño Jervie nos mandó a cada una un gran ramo de violetas y lirios del valle. ¿No le parece muy amable de su parte? Estoy cambiando de parecer con respecto a los hombres. Antes no me gustaban nada, porque los juzgaba a través de los síndicos.
    ¡Cuatro páginas! Valor, ya termino.
    Siempre suya,
    Judy


     
  8. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    JUEGO
    Alejandro Dolina
    El obtuso polígrafo árabe Manuel Mandeb solía rodearse de una runfla de aficionados al arte y al heroísmo. Se trataba de individuos que estando disconformes con sus propias personas, presumían de estar en desacuerdo con el universo.
    Hacían toda clase de esfuerzos por resultar interesantes. Buscaban, por ejemplo, la desdicha y el fracaso, tal vez por ser metas siempre siempre más cercanas que el triunfo y la felicidad.
    Estos sujetos vivían en el barrio de Flores y se hacían llamar los Hombres Sensibles. Entre sus maniobras de fácil audacia figuraba el juego. Las frugales apuestas les dejaban una grata sensación de desinterés por los bienes materiales y un baratísimo motivo de jactancia.
    Jugaban a todo: al póquer, al pase inglés, al siete y medio, al monte con puerta, al nueve, al codillo, al tute, al tres sietes, al truco, al mus, al chinchón, al chorizo, a la brisca, a la escoba, al rummy, a la canasta, a la loba, al chancho, al chinchún, al gofo, al peludo, al black jack, al punto y banca, a la generala, a la montaña, al bidú, al unito, al desconfío, al culo sucio, al pinchanúmeros, al perro colorado, a la guerra, al diez mil, al siete le va, al cinquito, a la ruleta, al correquetecagas, a la taba, a la crapé, al backgammon, al whist, al bridge, al mirame y no me toques y a la viborita.
    A veces, afectando inociencia infantil, jugaban a la escondida, a la esquinita, al balero, a las figuritas, a la biyarda, al vigilante y ladrón, al hoyo pelota, a las bolitas, al triángulo, al gallito, al rango, a la gata parda, a la rayuela, a la monedita, al tejo, al sapito, al gallo ciego, a la mancha venenosa, al patrón de la montaña, al huevo podrido, al pisa pisuela, a la murra, al pase y no vuelva, a la zapatilla, a la bruja de los colores, a la musaraña, al yo-yo, al dinenti, al Antón Pirulero, al hospital, al por qué y al abuelita me das dulce.
    Según algunos supersticiosos, el Ángel Gris de Flores enciende la pasión por el jueo en todos los habitantes del barrio.
    - El que no arriesga no pierde - dice con voz de espectro.
    Quien recorra el barrio en las noches de invierno podrá ver patotas de muchachones, muertos de frío, jugando a adivinar el número de las patentes de los autos. En la estación, suele jugarse a acertar la cantidad de personas que descienden de los trenes. Mucho jugadores tramposos tienen cómplices que pasan en autos con patentes propicias a la hora estipulada o bajan de los trenes junto con catorce amigos a las dos de la mañana.
    Esta gente haría mejor en sentir miedo. Hay demonios que gobiernan el azar y que tienden terribles trampas a los jugadores, de modo que a veces ganar es perder y perder es ganar.
    Una noche de 1970, Ricardo Ventura, un petiso de Caseros, empezó a recibir poker de reyes mano tras mano. El hombre amontonaba fichas. Los otros jugadores empezaron a sospechar. Ventura recibión un cuarto, un quinto y un séptimo póquer. Lo mataron en el décimo y nunca se supo si guardaba reyes en su manga o si tenía esa noche un suerte desmesurada.
    En ambos casos su castigo es merecido. Hacer trampas no es más canallesco que ligar demásiado.
    Caso parecido fue el de Oscar Piluso que, en una mesa de pase inglés, supo hacer catorce sietes consecutivos, todos con un cuatro y un tres. Sospechando algo raro, los damnificados le quitaron los dados y los hicieron rodar varias veces: en todas ellas apareció el siete, formado por un cuatro y un tres.
    A Piluso lo tiraron por la ventana. Pero el ruso Salzman, que se robó los dados, declaró muchos después que, habiéndolos examinado con el mayor escrúpulo, comprobó que no estaban cargados. Estos son los chistes que se gastan los demonios de la suerte.
    Tal vez sea inevitable hablar del libro del doctor Australio Barbará Refutación del azar. Allí se sostiene que las cartas, los dados y las ruletas van formando en su devenir una figura o cifra secreta, que ya existe para alguien.
    "El azar - grita el doctor Barbará - no es más que una consecuencia de la ignorancia. Quien conoce la posición inicial de un par de dados, la fuerza con que se los arroja, la altura y las características del tapete, puede deducir - si tiene suerte - el número que saldrá.
    "Y quien conoce la cifra final que van completando los distintos juegos a través de los tiempos, sabe también todas las cifras parciales".
    Barbará no conocía, seguramente, ninguno de estos datos, pues según cuentan en Flores, siempre perdió cmoo un señor.
    Pero perder es lo que hace que el juego sea apasionante. Saber perder es creer que el Día de la Justicia llegará solamente para los perdedores.
    Se ha dicho que los Hombres Sensibles no sólo saben perder, sino que, además, lo desean. Esta impresión ha sido avalada por infinidad de jugadores de dados, cebadores de mate, mirones y otras personas que frecuentan las timbas por una u otra razón.
    Puede ser que sea cierto. Algunos hombres sienten miedo cuando ganan. Temen que todo éxito es el presagio de un desastre. O quizá padecen la angustia moral de no merecer lo ganado.
    Se puede ir más lejos. Según una cosmogonía bastante difundida ente los espíritus melancólicos, el universo es una organización perversa, donde siempre ocurre lo que uno no desea y donde todo acaba siempre en tragedia. Las fuerzas del bien son minoría y el destino apoya descaradamente a los malvados.
    Conforme a este pensamiento, cualquier victoria parece una traición.
    Si hemos de crer en la leyenda, el Ángel Gris comparte este criterio y suele regalar a sus protegidos largas rachas de naipes adversos.
    Podríamos decir que Manuel Mandeb escribió un libro acerca de estos asuntos. En realidad no es un libro, sino apenas un cuaderno donde el hombre anotaba sus deudas y acreencias de origen lúdico. Hay, eso sí, comentarios y anécdotas de póquer, todas iguales. Sin embargo, vale la pena transcribir un episodio que deja entrever el terror cósmico ante el misterio del juego.
    "Cuando yo era chico había unas figuritas llamadas Pelusa. Una de ellas, la doscientos ochenta y dos, resultaba imposible de ocnseguir. Era la única que me faltaba para llenar el álbum.
    Un día alguien me sopló que un pibe de la calle Condarco la tenía. Fui hasta su casa.
    Era un chico extraño. Su cara, a los diez años, parecía tener huellas de desengaños muy antiguos. También me llamó la atención que se mostrara ansioso por cambiar la figurita. Era la difícil. Yo en su lugar no la hubiera aflojado por nada del mundo. El pibe aceptó diez figuritas - una miseria - sin discutir ni un minuto.
    Después de entregármela, rajó enseguida para adentro. Por un momento sospeché que me había engañado... pero no: ahí estaba la cifra. Doscientos ochenta y dos. Miré la cara estampada en la cartulina y entonces comprendí todo. No era un jugador de fútbol, ni un boxeador, ni nu automovilista.
    Era el diablo, el mismo Mandinga, me di cuenta ni bien lo miré.
    Espantado, la tiré en cualquier parte y salí corriendo. Pero al día siguiente apareció de nuevo entre las otras figuritas que yo tenía . La quise quemar, pero no ardía. La jugué de mil maneras diferentes, pero siempre la ganaba. Al final, se la cambié por dos al colorado Catena, un pibe que murió al invierno siguiente. Ese fue el último año que junté figuritas".
    Dicen algunos que ángeles, demonios y duendes se mezclan con jugadores en las timbas de Flores. Por eso son indiferentes a todas las otras mesas de la ciudad. No se trata solamente de perder dinero. Se trata de asomarse a leer de ojito en el libro del destino. Se trata de creer - no sin espanto - que el mundo es mucho más extraño de lo que parece.
    Estos no son sino embelecos de almás desesperadas por su propia vulgaridad. Buscando milagros de cartón juegan cada noche al treinta y cuarenta, a la obligada, al pase la chancha, al veo-veo, a la seguidilla, al ahorcado, al bacará, al casino, al veinticinco, a la hormiguita, al piedra-papel-tijera, al muchas gracias y al carta mayor.

    De “El libro del Fantasma”
     
  9. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

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    10 de abril
    Señor Hombre Rico:
    Aquí le envío su cheque de cincuenta dólares. Se lo agradezco mucho, pero no creo que deba aceptarlo. Mi mensualidad es suficiente para comprarme todos los sombreros que necesito. Siento haberle escrito todas esas pavadas sobre la sombrerería; sólo fue porque en mi vida había visto nada igual.
    Eso no significa que estuviera mendigando. Y preferiría no aceptar más caridad que la absolutamente indispensable.
    Sinceramente suya,
    Jerusha Abbott


    11 de abril
    Queridísimo Papaíto:
    ¿Quiere perdonarme por la carta que le escribí ayer? Me arrepentí en seguida de haberla echado al buzón y traté de recuperarla, pero el odioso del empleado de correos se negó a devolvérmela.
    Ahora es medianoche y hace horas que estoy despierta pensando en el gusano que soy, ¡un gusano horrible de mil patas!, y no puedo pensar en nada peor. Cerré la puerta muy despacito para no despertar a Julia y a Sallie y le estoy escribiendo sentada en la cama, en papel arrancado de mi cuaderno de historia.
    Quería decirle únicamente que siento haber sido tan descortés con respecto a su cheque. Sé que su intención fue amable y creo que es usted muy bueno en haberse molestado por una cosa tan insignificante como un sombrero. Debí devolverle ese cheque con más amabilidad.
    Eso sí, tenía que devolvérselo. Debe usted comprender que mi caso es muy diferente del de las otras chicas. Ellas pueden aceptar dádivas de los demás, ya que tienen padres, hermanos, tíos... pero yo no estoy con nadie en una relación de esa clase. Me gusta imaginarme que usted es mi tío y que le pertenezco, pero es sólo un juego y yo sé muy bien que no hay tal tío. En realidad, estoy sola —de espaldas a la pared para luchar con el mundo— y, cuando lo pienso, pierdo un poco el aliento. A veces trato de olvidarme de esa idea y seguir fingiendo, pero ¿no se da cuenta, Papaíto? No puedo aceptar más dinero del necesario porque algún día voy a querer devolverlo, y ni aunque llegue a ser una escritora muy famosa podré hacer frente a una deuda tan tremenda.
    Me encantan los sombreros bonitos y demás frivolidades, pero no puedo hipotecar mi futuro para pagarlos.
    Me perdona, ¿verdad?, por haber sido tan grosera. Tengo la mala costumbre de escribir impulsivamente cuando se me ocurre una cosa y luego despacho la carta en seguida, de modo que se me hace imposible recuperarla. Pero si a veces aparezco como atolondrada o ingrata, no es en absoluto mi intención. Al contrario, le agradezco de corazón la vida libre e independiente que usted me ha proporcionado. Después de una larga infancia de rebelión y rencor, ahora soy tan feliz en cada momento de mi vida que todavía no puedo creerlo. Me siento como una heroína de novela.
    Son las dos y cuarto y voy a salir en puntillas a despachar esta carta, así podrá recibirla con el correo siguiente al de la otra y tendrá menos tiempo para pensar mal de mí.
    Buenas noches, Papaíto.
    Lo quiero como siempre.
    Judy
     
  10. Anveri

    Anveri Fanática de nativas -aves

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    :happy: :happy: :happy:
    Sólo he visto la película "Orgullo y prejuicio". Nunca pude terminar Alicia en el país de las maravillas.Tiempo atrás le escribía a Piscui que en los últimos tiempos no termino ningún libro, me refiero a novelas

    Compré unos libros de Doris Lessing, pensé que me podían gustar, pero no.

    Que me gusta la poesía de este señor

    Aplicable a todo en la Vida, siempre hay que volver a intentar
    Mucha sabiduría, pero yo soy impaciente.

    Puede que sea un matemático, vaya a saber. De todos modos es un poquillo difícil ya que nosotros los humanos y los animalitos también somos tan irracionales, la mayor parte del tiempo.
    Hablo a partir de mi total ignorancia.
    Ahora me acuerdo, existen números racionales e irracionales



    Voy a buscar los escritos de Henry James

    Busqué el Tudor románico pero sólo encontré el estilo Tudor:

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    Me gusta mucho, mucho la arquitectura.

    Dejo una poesía que leí y transcribí cuando era una niña como de quince años. Puede que tenga errores. Es muy simple, pero muy hermosa.

    RECUERDOS DE LA NIÑEZ.
    Manuel Lisbona Pacheco.
    Chileno.


    Han pasado tantos años
    tantos, que apenas recuerdo
    tú tendrías unos once
    y yo, poco más o menos.

    Yo iba todas las mañanas
    al salir tú del colegio,
    y te seguía los pasos
    y te admiraba en silencio.

    Tú seguías a la plaza
    que llaman de Los Herreros
    y saltabas a la comba
    con tus amigas en ruedo.

    Yo, con el trompo en la mano
    admiraba el movimiento
    de tu cintura delgada
    y de tus pies tan pequeños.

    Y cuando daban las doce
    en el reloj de San Pedro
    cual palomas desbandadas
    salíamos todos corriendo.

    En la tarde te veía
    subir la calle del medio
    cuando ibas a la fuente
    con tu cantarito nuevo.

    Y oculto en los cristales
    de mi balcón, al acecho
    ponía en ellos tu nombre
    esperando tu regreso.

    Aún recuerdo aquel domingo
    allá junto al arroyuelo
    que me dijiste ¡Que majo!
    Te ves con tu traje nuevo.

    Y yo, lleno de vergüenza
    salí corriendo hacia el pueblo
    y estaba mi cara roja
    cuando me miré al espejo.

    Esa noche pensé en ti
    hasta que me rindió el sueño
    y luego soñé contigo
    los dos juntos al arroyuelo

    También recuerdo la tarde
    a la salida del pueblo
    que estabas cogiendo moras
    y te pinchaste en un dedo.

    Lagrimitas de dolor
    A tus ojitos salieron
    Y yo no atiné a otra cosa
    Que ofrecerte mi pañuelo.

    Con él secaste tus lágrimas
    y la sangre de tu dedo
    y aquel pañuelito fue,
    de amor, mi primer recuerdo.

    Y nunca supe decirte
    lo que sentía en mi pecho
    cosas que no comprendía
    pero que ahora comprendo.

    Amorcitos de chavales
    que apenas dejan recuerdos,
    (pero que ahora comprendo)
    heridas superficiales
    cenizas que llevó el viento.

    Han pasado tantos años
    tantos, que apenas recuerdo,
    tú tendrías unos once
    y yo, poco más o menos.​


    No tengo mucho tiempo, de a poco voy leyendo y cuando entro en la noche, es para copuchar con mi gente chilena :icon_rolleyes:

    ;) ;) ;)
     
  11. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    Hola Anvery!:beso:
    Que linda la poesia que dejaste!! Una preciosura!..voy a buscar a ese autor , no lo conocia!:razz:
    y si , a mi Borges me encanta!!
    Veo que estas siguiendo a papaito...es un libro que a mi me gusta mucho....simple, pero con una ternura que anima a seguir leyendo!(bue yo lo lei como tres veces , las primeras de chica y despues de grande!:11risotada: )
     
  12. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    VINDICACIÓN DEL CHOLULISMO

    Alejandro Dolina

    Hubo una época en que a la gente le costaba distinguir entre la vida y obra de sus ídolos. Cruzarse con el astro favorito era más importante que el casamiento de un hijo. Después, el romanticismo comenzó a morir. Y mientras los investigadores deciden si fue por causas naturales o por asesinato, el autor de las siguientes líneas inicia el rescate de los cholulos.
    Para jugar, para gozar del arte o para asombrarse ante lo mágico, siempre es indispensable condescender a una amable seriedad. Los chicos disfrutan intensamente sus diversiones, precisamente porque se las toman en serio. por el contrario, el escepticismo, el cinismo y la morbosidad analítica pueden dejarnos fuera de muchos deliciosos entretenimientos. Ninguna obra artística podría interesarnos si no aceptáramos de antemano creer en lo que se nos cuenta, aunque sepamos que es falso.
    Pensemos en el teatro: sí uno razona que el hijo moribundo, la madre desesperada y el traidor asesino no son más que individuos fingiendo, difícilmente pueda encontrar emoción alguna.
    El conocido racionalista de Flores, Aquiles Fabregat, que no comprendía estas cosas, solía asistir al cine Fénix de la avenida Rivadavia. En lo mejor de la película, cuando las viejas lloraban por las desventuras de Arturo de Córdova , Fabregat explicaba en voz alta que todo era ilusión óptica y que el drama que el público creía ver no era otra cosa que una serie de fotografías proyectadas por una lente. Después, trataba de impartir elementales nociones acerca del funcionamiento de la retina, aspecto que –por lo general- desarrollaba mientras lo echaban a patadas. Quiero decir con todo esto que para vivir ciertas experiencias se necesita un poco de ingenuidad.
    No es que uno postule el pajueranismo intelectual de los abribocas que se desmayan ante las puertas giratorias. Pero es evidente que la perpetua demostración de perspicacia acaba por confinarnos en un mundo insípidamente real.
    Así, en los últimos años han desaparecido entrañables costumbres populares, solamente porque las personas se sienten demásiados astutas para ejercerlas.
    Ya no se dan serenatas. Nadie se disfraza. Nadie escribe con el dedo en los vidrios empañados. No se juega a la escondida. Nadie se asusta con las películas de terror.
    En medio de este engrupimiento general, no es de extrañar que haya disminuido la cándida admiración que antes despertaban los artistas, los deportistas y las figuras famosas.
    Cholula era un personaje de historieta, no demásiado popular, cuya característica era la demásiada atracción por las estrellas de cine. Con el tiempo, los periodistas empezaron a llamar cholulos a todos aquellos que manifestaban tendencia a deslumbrarse ante la fama. A mí me parece que el remoquete encierra mucho desprecio. Y denuncio que su uso se extendió cuando ya los cholulos estaban en minoría. Antes de eso, cuando todavía existía esta desagradable palabra, el cholulismo conoció su momento de auge.
    Los artistas no eran entonces personas de carne y hueso, como se nos miente ahora. Tenían categoría de semidioses. Los actores no podían salir a la calle sin producir un batifondo. Alberto Castillo y Jorge Vidal obligaban a cortar el transito. Las señoras comentaban los romances de Zully Moreno o Laura Hidalgo como si fueran asuntos de interés nacional. Cuando Isabel Sarli asistía a los estrenos, sus fanáticos se esmeraban para terminar de desnudarla.
    Haberse cruzado alguna vez con Miguel de Molina era un episodio más conmovedor que el casamiento de un hijo.
    Cierto es que algunos astros lamentaba la intimidad perdida. Al parecer, les resultaba imposible ejercitar cualquier actividad – aun las más personales – sin ser ovacionados por la multitud.
    A veces la gente no alcanzaba a distinguir los límites entre la vida y la obra artística de sus ídolos, cosa que – de paso – constituye el ideal del romanticismo. Cuando las compañías radiales de Héctor Bates salían de gira por los cines, los actores que hacían los papeles de malvados debían soportar los insultos y los coscorrones de un publico ingenuo y justiciero. Tanta arrebatadas expresiones no siempre fueron hijas del caos y el amontonamiento. Algunos fanáticos ordenados procuraban encauzar el entrevero y darle forma institucional. Así nacieron los clubes de admiradores.
    Las tareas cotidianas de estas instituciones son para el que escribe un absoluto misterio.
    Sin embargo, puede adivinarse que repartían fotografías, que mantenían correspondencia con las revistas y hasta es posible que existieran comisiones destinadas a conseguir prendas y recuerdos de la figura amada. Cabe imaginar la instalación de vitrinas para exhibir corbatas, botones, medias, camisas, zapatos, guantes, mechones y calzoncillos de origen estelar.
    No todos los clubes habrán sido iguales. Pedrito Rico o Palito Ortega deben haber inspirado entidades poderosísimás. Humildes serían las instituciones para exaltar a Lalo Fransen o a Adolfo Pérez "Pocholo".
    Organizarse en grupos para admirar es –nadie lo dude- propio de espíritus nobles y desinteresados. Así lo entendió el polígrafo y pensador de la calle Artigas, Manuel Mandeb. el hombre, cautivado por la generosidad de estas iniciativas, resolvió –como siempre- ir un poco más lejos. Así surgió el Club de Admiradores. Como su seco nombre lo señala, la entidad no propugnaba ninguna admiración particular, sino una actitud admirativa general y filosófica. Noche a noche, los socios se reunían para maravillarse ante cantores, guardavallas, sastres, héroes, santos y bandoleros. Se admiraba la claridad de una luna, el color del último vagón de los trenes de carga, las carambolas de Ezequiel Navarra, el olor de las panaderías y el diseño mágico del siete de oros.
    El club de Mandeb desapareció por sus propósitos demásiados amplios y por la falta de pago del alquiler de sus oficinas.
    Los Refutadores de Leyendas, que odiaron siempre a los cholulos, eran más proclives al rechazo que a la exaltación. con toda insidia promovieron la fundación de clubes rechazantes, que muy pronto prosperaron en la ciudad.
    El Club de Rechazantes de Antonio Prieto, sin ir más lejos, organizaba reuniones en las que se proferían toda clase de denuestos contra el cantor chileno. Muchas veces los socios asistían a los recitales para silbar o sencillamente para no aplaudir.
    Los Refutadores siempre han creído que el rechazo es señal de inteligencia. Hoy en día se tropieza a cada paso con personas que se reputan lumbreras en virtud de su disgusto por Héctor Larrea. Y, en rigor de verdad, hay profesionales y pensadores que fundamentan su carrera en el sistemático rechazo a cualquier cosa.
    Pero volvamos a los buenos cholulos. Un deporte que practicaron con tenacidad fue la caza de autógrafos. Esta disciplina encuentra soporte en el error de confundir a las personas con su firma. Como quiera que sea, los cazadores de autógrafos existieron y existen en todo el mundo. a principios de siglo la firma de Bernard Shaw se cotizaba en 50 libras. se cuenta que Shaw liquidaba sus deudas entregando cheques por sumás inferiores a esa cantidad. De este modo, nadie se presentaba a cobrar al banco: era más negocio vender los cheques como autógrafos.
    En nuestros días asistimos a un nuevo cholulismo. El de los intelectuales y el de los funcionarios. Por supuesto que esta gente no persigue a los cantantes de boleros. más bien se amontona en torno a los escritores y políticos, particularmente si son extranjeros. lejos de criticarlos, me atrevo a saludarlos. Junto a las pelandrunas que siguen a Menudo, son los últimos admiradores ingenuos que nos van quedando.
    Pese a estas expresiones tardías, presiento que el cholulismo es una causa perdida.
    Mala señal es avergonzarse de los sentimientos. Mala señal es apostar al aburrimiento de los sabelotodos. Mala señal es el temor al ridículo. Porque quien teme al ridículo está perdido para toda acción heroica.
     
  13. clause

    clause Claudia

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    4 de mayo
    Querido Papaíto-Piernas-Largas:

    El sábado pasado fue el Día del Atletismo en el colegio e hicimos una fiesta espectacular. Primero hubo un desfile de todas las clases; todo el mundo vestido de brin blanco con distintos complementos: las séniors llevaban sombrillas japonesas azul y oro y las juniors, banderines blancos y amarillos. Nuestra clase tenía globos rojos muy bonitos, que todo el tiempo se escapaban y flotaban por el aire. Las de primer año se habían hecho unos sombreros de papel verde con largas cintas colgando. También hubo una banda, con uniformes y todo (alquilados en el pueblo) y una docena de disfrazados —payasos de circo— para entretener a la concurrencia entre un número deportivo y otro.
    Julia iba vestida como un campesino gordo, de patillas, y llevaba un plumero de tiras de trapo y un voluminoso paraguas. Patsy Moriarty, que es alta y flaca, iba como la mujer de Julia y se había puesto una absurda capota de sol echada sobre una oreja.
    Fueron acogidas con carcajadas por todo el mundo a todo el largo de la pista. Nunca creí que una Pendleton pudiera ostentar semejante talento para la comicidad... Con perdón del niño Jervie, ya que a él no lo considero un Pendleton verdadero, lo mismo que a usted no lo considero un verdadero síndico.
    Sallie y yo no figuramos en el desfile porque estábamos inscriptas en el programa de atletismo. Y créase o no, ambas ganamos. Por lo menos en algo.
    Nos arriesgamos en el salto en ancho y perdimos, pero Sallie ganó el salto de vallas y yo la carrera de cincuenta metros en ocho segundos.
    Terminé sin aliento, pero fue muy divertido, con toda la clase que agitaba globos gritando:
    —¿Qué le pasa a Judy Abbott?
    —¡Está muy bien!
    —¿Quién está muy bien?
    —¡Ju-dy Ab-bott!
    Eso, Papaíto, se llama... ¡tener fama de verdad!
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    Después tuve que salir al trote a los vestuarios, hacerme aplicar una friega de alcohol y que me dieran un limón para chupar. Como verá, somos muy profesionales. Y es algo hermoso ganar un punto para su clase, porque la que gana más puntos obtiene la Copa de Atletismo por todo el año. Este año la ganaron las seniors con siete puntos en su haber. La Asociación de Atletismo nos ofreció luego una comida a todas las ganadoras. Nos dieron cangrejos fritos y helado de chocolate moldeado en forma de pelotas de básquet.
    Me pasé la mitad de la noche leyendo Jane Eyre. ¿Tiene usted bastante edad, Papaíto, como para recordar cosas de hace tantos años? Si así fuera, ¿es cierto que la gente hablaba como en el libro?
    La altiva Lady Blanche le dice a un lacayo: "Deten tu cháchara, bribón, y ejecuta mi mandato". El señor Rochester habla del "firmamento" cuando quiere decir "cielo", y ni hablar de la loca que se ríe como una hiena, pega fuego a las cortinas de la cama, desgarra las vestiduras nupciales y muerde... Es todo un puro melodrama, pero uno lee y lee sin poder dejarlo. No me explico cómo una muchacha pudo haber escrito un libro semejante. Estas hermanas Bronté, las autoras del libro, tienen algo fascinante. No sólo sus libros, sino también sus vidas, su espíritu. ¿De dónde lo sacaron? Cuando leía las penurias de la pequeña Jane en la escuela de caridad, me enojé tanto que tuve que salir a caminar para calmarme. Comprendo perfectamente los sentimientos de Jane. Habiendo conocido a la señora Lippett, puedo imaginarme al señor Brocklehurst.
    No se sulfure, Papaíto. No quiero decir que el asilo John Grier sea como el Instituto Lowood, ya que siempre nos daban bastante de comer y ropa para ponernos, bastante agua para lavarnos y teníamos una buena hornalla de calefacción en el sótano. Pero la semejanza es fatal. Nuestra vida era absolutamente monótona y sin acontecimientos. Nunca pasaba nada lindo, exceptuando el helado de los domingos, y hasta eso estaba atacado de una implacable regularidad. En los dieciocho años que pasé allí, mi única aventura fue cuando se quemó la leñera. Por lo menos hubo que levantarse y vestirse durante la noche, a fin de estar listas en caso de que se prendiera fuego la casa. Pero al final no pasó nada y tuvimos que volver a la cama.
    A todo el mundo le gustan las sorpresas; es un deseo natural del ser humano. Pero yo nunca tuve ninguna sorpresa hasta que la señora Lippett no me llamó a la dirección para decirme que el señor John Smith iba a mandarme a la universidad.
    Porque le diré, Papaíto: yo creo que la cualidad más importante que puede tener una persona es la imaginación, porque es lo que hace posible que alguien se ponga en el lugar de otro. Y eso vuelve a la gente comprensiva y capaz de compasión. Es una cualidad que debería inculcarse en los niños. En cambio, el asilo John Grier desterraba desde el vamos todo atisbo de imaginación que apareciera en algún huérfano. La única cualidad que se estimulaba era el deber. Por mi parte, creo que los niños deberían ignorar el significado de esa palabra, odiosa y detestable, y que se les debería enseñar a hacer todas las cosas por amor.
    Espere y verá el asilo de huérfanos del que algún día yo seré directora. Es mi pasatiempo favorito por la noche, antes de dormirme. Lo proyecto todo, hasta el menor detalle: las comidas, la ropa, los estudios, las diversiones y los castigos (pues incluso mis huérfanos de superior calidad se portan mal algunas veces).
    Lo principal es que seremos felices. Creo que todo el mundo, no importa cuántos dolores le aguarden en la vida, debe tener una infancia feliz para recordar. Y si alguna vez tengo hijos, no dejaré por nada que mis desgracias —si llego a tenerlas— los afecten a ellos en lo más mínimo. No tendrán preocupación alguna hasta que crezcan.
    (Ahí suena la campana para la capilla. Terminaré esta carta otro día.)
    Jueves

    Esta tarde, al volver del laboratorio, encontré una ardilla sentada en la mesa del té sirviéndose muy oronda mis almendras. Con el calor dejamos la ventana abierta y todos los días tenemos esa clase de visitas.
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    Sábado por la mañana

    Tal vez crea que anoche, por ser viernes y no tener clases hoy, pasé una noche tranquila leyendo la colección de Stevenson que me compré con el dinero del premio. Si cree eso, se ve que usted nunca estuvo en un colegio de señoritas, Papaíto querido. Seis chicas vinieron a nuestro cuarto a hacer caramelos de chocolate y una de ellas derramó el caramelo, todavía líquido, justo en medio de nuestra alfombra más fina. Jamás podremos limpiar esa mancha.
    Hace mucho que no le hablo de mis clases, pero seguimos con ellas todos los días. Es un descanso, sin embargo, escapar un poco de los libros y discutir la vida en general... Una discusión unilateral, claro, pero eso es culpa suya. En cuanto usted quiera, sus respuestas serán recibidas con alegría.
    Hace tres días que estoy escribiendo esta carta y mucho me temo que ya esté usted más que aburrido.
    Adiós, simpático Hombre,
    Judy
     
  14. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    "Del rigor en la ciencia", Jorge Luis Borges
    En aquel Imperio, el Arte de la Cartografía logró tal Perfección que el Mapa de una sola Provincia ocupaba toda una Ciudad, y el Mapa del Imperio, toda una Provincia. Con el tiempo, estos Mapas Desmesurados no satisficieron y los Colegios de Cartógrafos levantaron un Mapa del Imperio, que tenía el Tamaño del Imperio y coincidía puntualmente con él. Menos Adictas al Estudio de la Cartografía, las Generaciones Siguientes entendieron que ese dilatado Mapa era Inútil y no sin Impiedad lo entregaron a las Inclemencias del Sol y los Inviernos. En los Desiertos del Oeste perduran despedazadas Ruinas del Mapa, habitadas por Animales y por Mendigos; en todo el País no hay otra reliquia de las Disciplinas Geográficas


     
  15. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    Everness-Jorge Luis Borges


    Sólo una cosa no hay. Es el olvido.
    Dios, que salva el metal, salva la escoria
    y cifra en Su profética memoria
    las lunas que serán y las que han sido.

    Ya todo está. Los miles de reflejos
    que entre los dos crepúsculos del día
    tu rostro fue dejando en los espejos
    y los que irá dejando todavía.

    Y todo es una parte del diverso
    cristal de esa memoria, el universo;
    no tienen fin sus arduos corredores

    y las puertas se cierran a tu paso;
    sólo del otro lado del ocaso
    verás los Arquetipos y Esplendores