Re: ... de poetas, cuentos y leyendas Sr. Papaíto-Piernas-Largas Smith. Muy señor mío: Habiendo terminado el estudio de la retórica y la lógica, así como la ciencia de dividir un tema en capítulos y párrafos, he decidido adoptar en mis cartas ese estilo, pues contiene los hechos necesarios y suprime toda verborragia superflua. I. Esta semana tuvimos exámenes escritos en: A. Química B. Historia II. Están construyendo un nuevo pabellón. A. Sus materiales son: a) ladrillo rojo b) piedra gris B. Su capacidad será: a) una decana, cinco instructoras b) doscientas chicas c) una ecónoma, tres cocineras, veinte camareras, veinte mucamas III. Esta noche nos dieron flan de postre. IV. Estoy escribiendo una monografía sobre las fuentes de las obras de Shakespeare. V. Lou McMahon resbaló y se cayó mientras jugaba al básquet y: A. Se dislocó un hombro B. Se magulló la rodilla VI. Tengo un sombrero nuevo, adornado con: A. Una cinta de terciopelo azul B. Dos cuchillas azules C. Dos pompones rojos VII. Son las nueve y media. VIII. Buenas noches. Judy 2 de junio Querido Papaíto-Piernas-Largas: Nunca adivinará usted la cosa agradable que ocurrió. Los McBride me invitaron a pasar con ellos las vacaciones en su campamento de verano de los Adirondacks. Pertenecen a una especie de club que hay junto a un precioso lago en medio de bosques. Los socios tienen allí casas de troncos salpicadas entre los árboles y todos poseen canoas para remar por el lago y hacen largas caminatas hasta otros campamentos. Una vez por semana hay baile en el local del club. Jimmie McBride llevará a un compañero de estudios a quedarse casi todo el verano, así que no nos faltará con quién bailar. ¡Qué encanto la señora McBride de haberme invitado! Parece que le gusté cuando estuve allí para Navidad. Por favor, perdóneme por escribir tan corto hoy. No es una carta verdadera sino sólo un boletín para comunicarle que ya tengo programa para este verano. Suya, en feliz estado de ánimo, Judy 5 de junio Querido Papaíto-Piernas-Largas: Me escribió su secretario diciendo que el señor Smith prefiere que no acepte la invitación de la señora McBride sino que vuelva a Los Sauces, igual que el año pasado. Pero ¿por qué, Papaíto? ¿Por qué? Creo que usted no ha entendido bien de qué se trata. La señora McBride desea que yo vaya, lo desea de veras. No los incomodo para nada. Al contrario, los ayudo, pues no tienen muchos sirvientes y tanto Sallie como yo haremos muchas cosas útiles en la casa. Toda mujer debe aprender eso, y yo sólo sé manejar un asilo. En el campamento no hay ninguna otra chica de mi edad y la señora me quiere para compañera de Sallie, con quien proyectábamos leer mucho este verano: todos los libros de inglés y sociología señalados para el año que viene, ya que el profesor nos dijo que sería una gran ayuda que adelantáramos la lectura durante el verano, y es mucho más fácil retener las cosas si se lee con otro y se comenta luego. El solo hecho de vivir en la misma casa con la madre de Sallie ya constituye de por sí una educación. Es la mujer más encantadora, entretenida y sociable del mundo; sabe de todo. Piense usted en todos los veranos que pasé con la señora Lippett y cómo voy a valorar el contraste. Tampoco debe temer que vaya a ocupar mucho espacio, porque la casa es elástica. Cuando tienen muchos huéspedes, no hacen más que salpicar el bosque de carpas y mandan a los varones a dormir afuera. Y será un veraneo muy saludable, además, porque haremos ejercicio al aire libre todo el tiempo. Jimmie me va a enseñar a montar a caballo, andar en canoa y tirar con rifle, y otro montón de cosas más que yo ya debería saber. Sería el tipo de vacaciones que nunca he tenido, alegres y despreocupadas, como merece disfrutar toda chica al menos una vez en su vida. Por supuesto, voy a hacer lo que usted diga, pero por favor, Papaíto, diga que sí... Déjeme ir, Papaíto, nunca he deseado nada en mi vida tanto como esto. Quien se lo pide no es Jerusha Abbott, la futura gran escritora, sino Judy, ¡una simple muchacha! 9 de junio Señor John Smith. Señor: Su carta del 7 del corriente en nuestro poder. En cumplimiento de las instrucciones recibidas por intermedio de su secretario, salgo el viernes próximo para pasar el verano en la granja Los Sauces. Quedo de usted, Miss Jerusha Abbott Los Sauces, 3 de agosto Querido Papaíto-Piernas-Largas: Hace casi dos meses que no le escribo, lo cual no ha sido amable de mi parte, pero la cuestión es que este verano no lo quise mucho y, como verá, soy completamente franca al respecto. No puede imaginarse mi desencanto al tener que renunciar al campamento de los McBride. Sé muy bien que usted es mi tutor y debo obedecer sus deseos, pero en este asunto realmente no he visto la "razón" de su negativa, ya que desde todo punto de vista era lo mejor que me podía haber pasado. Si yo hubiera sido Papaíto y usted hubiera sido Judy, yo le habría dicho lo siguiente: Dios te bendiga, criatura, vé y diviértete, conoce gente nueva y aprende cosas útiles, vive al aire libre y ponte fuerte y descansa bien para el intenso trabajo que te espera el año próximo... Pero no, ¡nada de eso! ¡Sólo unas breves líneas de su secretario dándome orden de ir a Los Sauces! Creo que lo que más lastima mis sentimientos es lo impersonal de sus órdenes. Se diría que no siente usted por mí ni una milésima parte de lo que yo siento por usted. Si así no fuese, me enviaría de vez en cuando algún mensaje escrito de su puño y letra, en lugar de esas odiosas notitas escritas a máquina por su secretario. Con el menor indicio que tuviera de que a usted le importa lo que siento, me ablandaría por completo y no habría cosa en el mundo que yo no hiciera con tal de complacerlo. Ya sé que tenía que escribirle cartas largas y agradables sin esperar la más mínima respuesta, y por lo que a usted se refiere por cierto que está cumpliendo lo convenido. Y debe pensar sin duda que yo no lo cumplo, ¿no es así? Pero, Papaíto, ¡es que resulta un pacto muy difícil de respetar! ¡Estoy tan sola! Usted es la única persona que tengo a quien querer... ¡y es tan vago e indefinido! No es más que un hombre imaginario que yo misma me he fabricado y sin duda alguna la realidad es completamente distinta de mi fantasía. Sin embargo, en una ocasión, cuando estuve enferma, me envió usted un mensaje y todavía hoy, cuando me siento muy olvidada, saco aquella tarjetita suya y la releo. Al final no le estoy diciendo nada de lo que quería comunicarle, que es lo siguiente: Aunque mis sentimientos todavía están heridos, ya que me resultó humillante ser movida como una pieza de ajedrez por una Providencia arbitraria, terminante, irrazonable, omnipotente e invisible, cuando un hombre ha sido tan bueno y generoso como lo ha sido usted conmigo —hasta ahora—, supongo que tiene derecho a ser arbitrario, perentorio, terminante, irrazonable e invisible ¡si así se le da la gana! De modo que lo voy a perdonar y volveré a estar alegre como antes. ¡Lo cual no quita que me caiga muy mal recibir las cartas de Sallie contándome lo que se divierten en el campamento! En fin, demos vuelta la hoja y empecemos de nuevo. Todo el verano lo pasé escribiendo: cuatro cuentos terminados y enviados a diferentes revistas. Ya ve cómo estoy tratando de ser escritora, según sus deseos. Tengo mi cuarto de trabajo en un rincón del altillo donde el niño Jervie jugaba los días de lluvia. Es un rinconcito fresco y bien ventilado, con dos ventanas de bohardilla a las que da sombra un arce con una cueva en el tronco, donde vive toda una familia de ardillas. De aquí a unos días le voy a escribir otra carta dándole todas las noticias de la granja. Necesitamos lluvia. Suya, como siempre, Judy
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas ¡Qué me he reído con los escritos de Alejandro Dolina! Los espejos vuelven y vuelven en la poesía de Jorge Luís Borges Dejo una poesía de un mendocino, también la recopilé en mi niñez y me llamaba poderosamente la atención. Mi Padre. Alfredo R. Bufano. Yo recuerdo a mi padre con su gesto altanero botas de cabalgar y tamaño sombrero. Sobradamente supo sufrir y trabajar. Poco lo vi reír nunca lo vi llorar. Mudo, impasible, rígido sereno, altivo, fuerte, más de una vez miró cara a cara la muerte. En las noches de invierno, tras el yantar, solía abismarse en un viejo manual de geografía. Viajó así por el mundo que nunca pudo ver. El suyo fue su predio, su casa y su mujer. Después de su invariable jornada de sudores, sus pájaros cuidaba, su caballo y sus flores. Ibase los domingos a caza de perdices. Fueron, oh Dios, sin duda sus días más felices. Sus manos labradoras y rudamente bellas tan sólo reposaron con una cruz entre ellas. ¡El, que sonrió tan poco y apenas, aquel día Oh Señor, como nunca dichoso te sonreía! Anita.
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas ahi te mando de otro libro de Dolina... Licor del error de Ajandro Dolina En los armarios secretos de la literatura hay, por cierto, un enorme surtido de licores mágicos, de vinos prodigiosos, de brebajes milagrosos. El catálogo es un género de cuya lectura se sale menos sabio que aburrido. Sin embargo no ahorraremos la prolijidad de mentar algunos tragos ilustres. El vino que Marón regaló a Odiseo, fraccionado en doce ánforas, que sirvió para emborrachar al cíclope Polifemo. El elixir de la ópera de Donizetti, que provocaba impostergables pasiones. El agua de la Fuente de la Juventud, que desmentía el tiempo, inútilmente buscada por Ponce de León, Hernando de Soto y Panfilo de Narváez. El vino de Dioniso, que cuidaba Folo y que Heracles se hizo convidar antes de matar a diez centauros. El suero que transformaba al Dr. Jeckyll en Mr. Hyde. El vino que durmió a Tritón, antes de que lo mataran a hachazos. El supuesto filtro que Neso entregó a Deyanira, que provocó la muerte de Heracles. El agua del Estigia, que rompía todos los recipientes, excepto los cascos de los caballos. El vino que los griegos prohibían tomar puro, bajo pena de muerte. Los brujos de Chiclana tienen una pequeña destilería. Allí se elabora el vino del olvido y el del recuerdo. Pero también el abominable licor del error. Al tomarlo, empieza uno a tener una falsa convicción, de cualuier índole. Los brujos lo envasan en toda clase de botellas, de modo tal que la gente lo bebe sin saberlo. Puede uno creer que está tomando caña o pernod, cuando en realidad se está incorporando el más peligroso de los brebajes. Bajo sus efectos, los cobardes se creen valientes, los rubios se ven morochos, las feas se suponen lindas y los tontos se piensan picaros. Nuestros enemigos creen ser nuestros amigos y proceden como tales. Personas que no recuerdan su infancia creen recordarla. Los que fueron a San Luis juran que no han ido nunca y los que no fueron dicen haber ido. Los ausentes creen que están presentes. Y los presentes creen que están ausentes. —¡Cómo me hubiera gustado estar en el faro de Punta Médanos! —dice alguien que está precisamente en el faro de Punta Mé- danos. Se habla también del licor del acierto, que tiene efectos opues- tos. Es decir, genera ideas correctas y exactas. Sucede muchas veces que los bebedores del licor del error están convencidos de haber tomado el del acierto. Desde luego, los que toman el del acierto creen lo mismo. Los dos grupos suelen darse la mano, creyendo que coinciden. El redactor de este informe se pregunta qué licor habrá en su copa y siente el temor de mentir, creyendo que dice la verdad. Más aún: ¿qué licor beberán los que escriben otros libros, los que hablan por la radio y la televisión, los príncipes del mundo? Hay que cuidarse de todo, especialmente de quienes toman ambos licores. Porque lo que mata es la mezcla.
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas 10 de agosto Señor Papaíto-Piernas-Largas: Le escribo sentada en la segunda horqueta del sauce que hay junto al lago. Una rana está croando allá abajo y hay dos lagartijas que se pasean de arriba abajo por el tronco. Hace una hora que estoy aquí, pues la horqueta resulta muy cómoda tapizándola con dos almohadones. Subí a este árbol en la esperanza de escribir un cuento que me hiciera inmortal, pero mi heroína me está haciendo pasar un mal rato,. ya que no consigo que se comporte como yo quiero, de modo que he resuelto abandonarla un momento y me puse a escribirle a usted. Esto no representa ningún adelanto, ya que tampoco consigo que usted se porte como yo quiero. Si sigue en esa ciudad terrible que es Nueva York, quisiera poder enviarle un poco de este aire y un trocito de este paisaje, precioso en un día de sol. El campo, después de una semana de lluvia, se pone como un pedazo de cielo. Hablando del cielo, ¿se acuerda del señor Kellogg, de quien le hablé el año pasado? Era el sacerdote de la iglesita blanca del pueblo. Pues bien, ha muerto el pobre. El año pasado, de pulmonía. Como fui varias veces a oírlo predicar, me enteré muy bien de los principios de su teología. Siguió creyendo hasta el final las mismas cosas en que había creído desde el principio de su vida. A mí me parece que un hombre que puede estar cuarenta y siete años sin cambiar una sola de sus ideas tendría que ser guardado en una vitrina como una curiosidad. ¡Espero que esté disfrutando del arpa y la corona dorada que estaba tan seguro de obtener! En su lugar hay un cura nuevo, bastante joven y engreído. Los feligreses se muestran dudosos, en especial la facción que tiene como líder al diácono Cummings, y se diría que va a haber un cisma en la iglesia. En estas vecindades no nos gustan nada las innovaciones en materia religiosa. Durante la semana de lluvia me di un banquete de lectura sentada en el altillo, en su mayoría de Stevenson. Aunque tiene libros apasionantes como La isla del tesoro y Dr. Jekyll y Mr. Hyde, su personalidad es más interesante que la de cualquiera de sus personajes. Me atrevo a pensar que él mismo plasmó su vida como la de un héroe de novela, de los que quedarían bien en letra de imprenta. ¿No le parece fantástico que haya invertido los 10.000 dólares que le dejó su padre en un yate y saliese navegando en él a los mares del Sur? Realmente vivió a la altura de su credo aventurero. El solo pensar en esos sitios me pone frenética. Yo también quiero visitar los trópicos, conocer el mundo entero... Y algún día lo haré, Papaíto, palabra de honor; ya verá usted, cuando logre ser una gran escritora, o artista o dramaturga o sea cual fuere la persona importante en que algún día me convertiré. ¡Tengo verdaderas ansias de viajar! Sólo con ver un mapa me dan ganas de ponerme un sombrero y partir. "Antes de morir, veré los templos y palmeras de septentrión..." (La cita no es mía, por supuesto. Se la pedí prestada a Stevenson.) Jueves. Hora del crepúsculo. Sentada en el umbral. Me cuesta mucho poner en esta carta las noticias de la granja. Judy se está poniendo tan filosófica últimamente, que lo único que desea es hablar y razonar largo y tendido acerca del mundo en general, en lugar de descender a los detalles triviales de la vida cotidiana. Pero si se empeña usted en tener noticias, aquí van: El jueves, nuestros nueve lechones se escaparon y vadearon el arroyo, perdiéndose uno. No queremos acusar a nadie, pero sospechamos que la viuda Dowd tiene un lechón más de los que le corresponden. El señor Weaver pintó su galpón y los dos silos de un color amarillo zanahoria muy feo, pero que según él resultará durable. Esta semana los Brewer tuvieron huéspedes; vinieron a quedarse, procedentes de Ohio, la hermana de la señora y las dos sobrinas. Una de nuestras gallinas coloradas de Rhode Island no sacó más que tres pollitos de los quince huevos en que la echaron. No sabemos qué puede haber pasado. Decididamente, las coloradas de Rhode Island son, en mi opinión, una raza muy inferior, y sigo prefiriendo las Orpington amarillas. El empleado del correo del pueblo se bebió hasta la última gota la ginebra de Jamaica que tenían guardada, ¡por valor de siete dólares! El viejo Ira tiene reumatismo y no puede trabajar más y, como nunca ahorró un centavo cuando ganaba buenos jornales, ahora deberá vivir de la caridad municipal. El sábado próximo habrá una fiesta en la escuela. Servirán helados. Queda usted invitado con toda su familia. Me compré un sombrero en el pueblo por veinticinco centavos. Le mando mi retrato más reciente, en camino a rastrillar el heno. Bueno, está oscureciendo demasiado como para seguir escribiendo y, de todos modos, ya no tengo más noticias. Buenas noches, Judy
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas ÚLTIMO BRINDIS Lo queramos o no Sólo tenemos tres alternativas: El ayer, el presente y el mañana. Y ni siquiera tres Porque como dice el filósofo El ayer es ayer Nos pertenece sólo en el recuerdo: A la rosa que ya se deshojó No se le puede sacar otro pétalo. Las cartas por jugar Son solamente dos: El presente y el día de mañana. Y ni siquiera dos Porque es un hecho bien establecido Que el presente no existe Sino en la medida en que se hace pasado Y ya pasó..., como la juventud. En resumidas cuentas Sólo nos va quedando el mañana: Yo levanto mi copa Por ese día que no llega nunca Pero que es lo único De lo que realmente disponemos. Nicanor Parra
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas A Niebla, mi perro” de Rafael Alberti. "Niebla", tu no comprendes: lo cantan tus orejas, el tabaco inocente, tonto de tu mirada, los largos resplandores que por el monte dejas al saltar, rayo tierno de brizna despeinada. Mira esos perros turbios, huérfanos, reservados, que de improviso surgen de las rotas neblinas arrastrar en sus tímidos pasos desorientados todo el terror reciente de su casa en ruinas. A pesar de esos coches fugaces, sin cortejo, que transportan la muerte en un cajón desnudo, de ese niño que observa lo mismo que un festejo la batalla en el aire, que asesinarle pudo. A pesar del mejor compañero perdido, de mi más tristísima familia que no entiende lo que yo más quisiera que hubiera comprendido, y a pesar del amigo que deserta y nos vende. "Niebla", mi camarada, aunque tu no lo sabes, nos queda todavía, en medio de esta heroica pena bombardeada, la fe, que es alegría, alegría, alegría
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas Buen amigo, fiel perro, has muerto de la odiada muerte, de la temida, de la que te escondiste bajo la mesa tanto… Tu amorosa mirada se ha clavado en la mía en la hora breve y triste. Oh vulgar compañero del hombre, ser divino que el hambre de tu dueño gustoso compartías, que acompañar supiste el pesado camino del ángel Rafael y del joven Tobías. Oh servidor, qué ejemplo me has dado tan seguro, tú, que supiste amarme como a su Dios un santo; el profundo misterio de tu cerebro oscuro vive en un paraíso de inocencia y de encanto. Señor: si llega el día que me llevéis, clemente, a veros cara a cara por una eternidad, haced que un pobre perro contemple frente a frente a aquél que fue su Dios entre la Humanidad. Francis Jammes (1869-1941)
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas Viernes ¡Buenos días! ¡Hoy sí que tengo una noticia! ¿Quién cree usted que está por venir a Los Sauces? ¡Nunca lo va a adivinar! La señora Semple recibió una carta del señor Pendleton diciéndole que, cuando pase por los montes Berkshire en automóvil, querrá descansar en una granja tranquila y que le prepare un cuarto por si cae un día de estos. Puede que se quede una semana, o dos... o hasta tres, según le vaya resultando el descanso. ¡Gran revuelo en Los Sauces! ¡Gran limpieza en toda la casa, con lavado de cortinas etcétera etcétera! Mañana me voy al pueblo a comprar un pedazo de linóleo para la entrada y un tarro de barniz para pisos, a fin de renovar el hall y las escaleras. Mañana viene la señora Dowd a lavar los vidrios (en la emergencia, hemos olvidado nuestras sospechas con respecto al lechoncito). De esta crónica podría usted deducir que la casa no estaba ya limpísima, pero le aseguro que estaba inmaculada. Porque, sean cuales fueren los defectos de la señora Semple, jamás se la podrá criticar como ama de casa. Lo malo es que —¡típico de lo absurdos que son los hombres!— el señor Pendleton no nos hace la más mínima insinuación de si caerá mañana o de aquí a quince días... Viviremos sin poder respirar hasta que no llegue, y si no se apura, ¡habrá que hacer de nuevo toda la limpieza! Ahí me está esperando Amasai con el sulky y Grover. Conduciré yo, pero si viera usted al viejo Grover, no se preocuparía en lo más mínimo por mi seguridad. Adiós, Papaíto, con la mano en el corazón, Judy P. D. ¿Le gusta este final? Lo saqué de las cartas de Stevenson. Sábado ¡Buenos días otra vez! Como ayer no ensobré la carta, hoy puedo agregar algo antes de que venga el cartero (viene una sola vez por día). El reparto postal es una bendición para los granjeros, ya que el cartero no se limita a entregarnos la correspondencia sino que también nos hace mandados a cinco centavos por encargo. Ayer me trajo cordones para zapatos y un pote de crema (se me había pelado toda la nariz con el sol antes de comprarme el sombrero), una cinta negra y un tarro de betún. Me cobró sólo diez centavos por todo, lo cual salió muy barato, dada la importancia del pedido. Además, nos entera de todo lo que pasa en el pueblo e incluso en el mundo en general, pues los pasajeros que reciben diarios son varios y él va leyéndolos al trotecito de sus caballos, repitiéndoles las noticias a los que no están abonados. De modo que, si estalla una guerra entre los Estados Unidos y el Japón, o asesinan al presidente, o el señor Rockefeller le deja un millón de dólares al asilo John Grier, no sé moleste usted en comunicármelo, porque ya lo sabré. Del niño Jervie... ¡ni señales! ¡Pero tendría que ver usted lo limpia que está la casa y con qué cuidado nos limpiamos los pies antes de entrar! Estoy deseando que venga, lo confieso, porque me muero por tener alguien con quien conversar. La señora Semple, la verdad sea dicha, se pone monótona con sus repeticiones y nunca salpica su conversación con alguna que otra idea. Es gracioso lo que pasa con esta gente... Su mundo no es más grande que esta colina... No son nada universales, si me explico. Viene a ser lo mismo que en el asilo John Grier: nuestras ideas estaban limitadas en los cuatro lados por la verja de hierro. Sólo que entonces no me importaba mucho, porque era más joven y, además, estaba siempre tan ocupada que, una vez que había hecho todas las camas, lavado las caras de los chicos, asistido a la escuela, zurcido las medias y cosido el remiendo en los pantalones de Freddy Parkins (se los rompía todos los santos días) y aprendido las lecciones en los intersticios, no veía otra cosa que la cama y no extrañaba la falta de intercambio social. Pero después de vivir dos años en un colegio que se especializa en conversación, uno la echa de menos y voy a estar feliz de tener alguien a mano que hable mi idioma. Siempre suya, Judy P. D. La lechuga no dio nada bien este año. Es porque faltó lluvia al principio de la estación.
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas ÁRBOL DE MI ALMA Como un ave que cruza el aire claro Siento hacia mí venir tu pensamiento Y acá en mi corazòn hacer su nido. Ábrese el alma en flor: tiemblan sus ramas Como los labios frescos de un mancebo En su primer abrazo a una hermosura: Cuchichean las hojas: tal parecen Lenguaraces obreras y envidiosas, A la doncella de la casa rica En preparar el tálamo ocupadas: Ancho es mi corazòn, y es todo tuyo: Todo lo triste cabe en él, y todo Cuanto en el mundo llora, y sufre, y muere! De hojas secas, y polvo, y derruidas Ramas lo limpio: bruño con cuidado Cada hoja, y los tallos: de las flores Los gusanos del pétalo comido Separo: oreo el césped en contorno Y a recibirte, oh pájaro sin mancha! Apresto el corazòn enajenado! José Martí
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas Pena Hoy la poesia se hace esquiva y vana, y el silencio es la mejor palabra. Una inmensa melancolia y el frío se dan cita obligada en el alma. Un calidoscopio extraño son las formas de mi mundo reflejo del espejo difuso de un sitio ideal,huidizo y foraneo. Una mirada que se pierde en la distancia, una tenaz lucha contra el desencanto y la permanente arremetida contra molinos de viento agigantados. Desasociego que me lleva por senderos escarpados, dejando huellas de sueños, enmarañadas en desencantos. cms
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas XXV MELANCOLÍA A Domingo Bolívar Hermano, tú que tienes la luz, dime la mía. Soy como un ciego. Voy sin rumbo y ando a tientas. Voy bajo tempestades y tormentas ciego de sueño y loco de armonía. Ése es mi mal. Soñar. La poesía es la camisa férrea de mil puntas cruentas que llevo sobre el alma. Las espinas sangrientas dejan caer las gotas de mi melancolía. Y así voy, ciego y loco, por este mundo amargo; a veces me parece que el camino es muy largo, y a veces que es muy corto... Y en este titubeo de aliento y agonía, cargo lleno de penas lo que apenas soporto. ¿No oyes caer las gotas de mi melancolía? Rubén Darío
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas Paso a saludar. El fin de semana leo. Entre micro y micro leo, aunque sean unas líneas. Estoy releyendo un poco Platero y yo, me gusta mucho, mucho. Voy a escanear un cuento de Saki que hace reir. Anita.