Poemas, cuentos y leyendas

Tema en 'Temas de interés (no de plantas)' comenzado por mai^a, 27/2/08.

  1. clause

    clause Claudia

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    CONFIANZA

    Mientras haya
    alguna ventana abierta,
    ojos que vuelven del sueño,
    otra mañana que empieza.

    Mar con olas trajineras
    —mientras haya—
    trajinantes de alegrías,
    llevándolas y trayéndolas.

    Lino para la hilandera,
    árboles que se aventuren,
    —mientras haya—
    y viento para la vela.

    Jazmín, clavel, azucena,
    donde están, y donde no
    en los nombres que los mientan.

    Mientras haya
    sombras que la sombra niegan,
    pruebas de luz, de que es luz
    todo el mundo, menos ellas.

    Agua como se la quiera
    —mientras haya—
    voluble por el arroyo,
    fidelísima en la alberca.

    Tanta fronda en la sauceda,
    tanto pájaro en las ramas
    —mientras haya—
    tanto canto en la oropéndola.

    Un mediodía que acepta
    serenamente su sino
    que la tarde le revela.

    Mientras haya
    quien entienda la hoja seca,
    falsa elegía, preludio
    distante a la primavera.

    Colores que a sus ausencias
    —mientras haya—
    siguiendo a la luz se marchan
    y siguiéndola regresan.

    Diosas que pasan ligeras
    pero se dejan un alma
    —mientras haya—
    señalada con sus huellas.

    Memoria que le convenza
    a esta tarde que se muere
    de que nunca estará muerta.

    Mientras haya
    trasluces en la tiniebla,
    claridades en secreto,
    noches que lo son apenas.

    Susurros de estrella a estrella
    —mientras haya—
    Casiopea que pregunta
    y Cisne que la contesta.

    Tantas palabras que esperan,
    invenciones, clareando
    —mientras haya—
    amanecer de poema.

    Mientras haya
    lo que hubo ayer, lo que hay hoy,
    lo que venga.


    Baltimore, 1942 - Puerto Rico, 1944.


    [​IMG]
    Pedro Salinas, 1950
     
  2. clause

    clause Claudia

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    El Fantasma de la Opera

    Gastón Leroux

    IV EL PALCO N° 5
    Armand Moncharmin escribió unas memorias tan voluminosas que, en lo que se refiere particularmente al largo período de su codirección, habría para preguntarse sí en algún momento encontró tiempo para ocuparse de la ópera de otra forma que no fuera la de contar lo que en ella ocurría, El señor Moncharmin no sabía ni una nota de música, pero tuteaba al ministro de Instrucción Pública y de Bellas Artes, había hecho un poco de periodismo de calle y gozaba de una fortuna considerable. Por último, era un hombre encantador y que no carecía de inteligencia, puesto que, decidido a regir la Opera, había sabido escoger a un director útil y no había dudado en designar a Firmin Richard. Firmin Richard era un músico distinguido y un hombre de mundo. He aquí el retrato que nos da, en el momento de su toma de posesión, la Revue des théatres: «El señor Firmin Richard tiene aproximadamente unos cincuenta años, es de alta estatura, de constitución robusta, sin ser gordo. Posee prestancia y distinción, subido de color, el pelo abundante, un poco corto y cortado a cepillo, la barba acorde con el pelo; su fisionomía tiene algo un poco triste que templa una mirada franca y directa y una sonrisa encantadora. »El señor Firmin Richard es un músico muy distinguido. Hábil armonista, sabio contrapuntista, la grandeza es la característica principal de su composición. Ha publicado música de cámara muy apreciada por los aficionados, música para piano, sonatas o fugas llenas de originalidad, demás de un volumen de melodías. Finalmente, La muerte de Hércules, ejecutada en los conciertos del Conservatorio, arroja un soplo épico que hace pensar en Gluck, uno de los maestros venerados por el señor Firmin Richard. De todas maneras, aunque admire a Gluck, no admira menos a Piccini. El señor Richard le agrada todo lo que encuentra. Lleno de admiración por Piccini, se inclina ante Meyerbeer, se deleita con Cimarosa y nadie aprecia mejor que él, el inimitable genio de Weber. Por último, en lo que concierne a Wagner, el señor Richard, no está lejos de pretender que es él, Richard, el primero y quizás el único en comprenderlo en Francia.» Aquí detengo mi cita, de la que creo se desprende con suficiente claridad que, si al señor Firmin Richard amaba casi toda la música y a todos los músicos, el deber de todos los músicos era amar al señor Firmin Richard. Digamos para concluir este rápido retrato, que el señor Richard era lo que se ha dado en llamar un ser autoritario, es decir que tenía un carácter difícil. Los primeros días de los dos directores en la Ópera transcurrieron dominados por la alegría de sentirse los amos de una empresa tan amplia y hermosa. Habían sin duda olvidado ya la curiosa y extraña historia del fantasma, cuando se produjo un incidente que les probó que, si se trataba de una farsa, la farsa aún no había terminado. El señor Firmin Richard llegó aquella mañana a su despacho a las once. Su secretario, el señor Rémy, le mostró una media docena de cartas que no había abierto porque llevaban la mención de «personal». Una de las cartas atrajo en seguida la atención del señor Richard, no sólo porque lo escrito en el sobre estaba en tinta roja, sino también porque le pareció haber visto ya en alguna parte aquella letra. No tuvo que pensar demasiado: se trataba de la letra con la que habían completado tan extrañamente el pliego de condiciones. Reconoció en seguida su aspecto tosco y casi infantil. La abrió y leyó: Mi querido director, le pido perdón por venir a molestarle en estos momentos tan preciosos en los que decide la suerte de los mejores artistas de la ópera, en los que renueva importantes contratos y en los que concluye otros nuevos. Todo ello con una visión tan segura, una comprensión del teatro, una ciencia del público y de sus gustos, una autoridad que ha estado muy cerca de pasmar a mi vieja experiencia. Estoy al corriente de lo que acaba de hacer con la Carlotta, la Sorelli y la pequeña Jammes, como por algunas otras en las que ha adivinado admirables cualidades, talento, o genio. (Sabe usted muy bien a quién me refiero cuando escribo estas palabras. No se trata evidentemente de la Carlotta, que canta como una jeringa y que nunca debió haber abandonado los Ambassadeurs ni el café Jacquin; ni de la Sorelli, cuyo éxito se debe sólo a la carrocería; ni de la pequeña Jammes, que baila como una vaca en un prado. Y tampoco me refiero a Cristiane Daaé, cuyo genio es evidente, pero a la que deja usted con celo envidioso al margen de todo estreno importante.) En fin, es usted libre de administrar su pequeño negocio como le plazca, ¿no es cierto? De todas formas, desearía aprovechar el hecho de que aún no haya puesto a Christine Daaé de patitas en la calle para oírla esta noche en el papel de Siebel, ya que el de Margarita, después del triunfo del otro día, le está prohibido. Le ruego-también que no disponga de mi palco ni hoy ni los días siguientes, ya que no terminaré mi carta sin confesarle hasta qué punto me he visto desagradablemente sorprendido al llegar a la Ópera en estos últimos tiempos, al enterarme de que mi palco había sido alquilado en la taquilla, por órdenes de usted. En un principio no he protestado porque soy enemigo del escándalo, después porque imaginé que sus predecesores, los señores Debienne y Poligny, que siempre se comportaron deforma encantadora conmigo, habían descuidado antes de su marcha de hablarle de mis pequeñas manías. Pero acabo de recibir la respuesta de los señores Debienne y Poligny a mi petición de explicaciones, respuesta que me prueba que están ustedes al corriente de mi pliego de condiciones y que, por consiguiente, se burlan de mí deforma ofensiva. ¡Si quieren que vivamos en paz, el camino más apro-piado no es el de empezar por quitarme el palco! Con ayuda de estas pequeñas observaciones, le ruego me considere, señor director, como a su más humilde y obediente servidor. Firmado: E de la ópera. Esta carta iba acompañada de un extracto de la sección de correspondencia de la Revue Théatrale, en la que se leía lo siguiente: «E de la O.: R. y M. no tienen excusa. Les hemos advertido y entregado su pliego de condiciones. Saludos»
     
  3. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    DEFINICION DEL AMOR
    Es hielo abrazador, es fuego helado,
    es herida que duele y no se siente,
    es un soñado bien, un mal presente,
    es un breve descanso muy cansado.

    Es un descuido que nos da cuidado,
    un cobarde con nombre de valiente,
    un andar solitario entre la gente,
    un amar solamente ser amado.

    Es una libertad encarcelada,
    que dura hasta el postrero paroxismo;
    enfermedad que crece si es curada.

    Este es el niño, Amor, éste es su abismo.
    ¡Mirad cuál amistad tendrá con nada
    el que en todo es contrario de sí mismo!

    Francisco de quevedo
     
  4. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    HAY QUE ANDAR POR EL MUNDO...

    Hay que andar por el mundo como si no importara.
    Sin preguntar el nombre del pájaro y la planta,
    Ni al capitán del buque, a dónde lleva agua.

    Mirar al otro lado del que todos señalan,
    Que es allí, dónde crece la rosa inesperada.
    Hablar con el herrero, del caballo y la fragua,
    Pero mirando al fuego, con atenta mirada;
    Puede que en un silencio, veas la salamandra.

    Crear el nombre hermoso de alguna imaginaria mujer,
    Y luego a todos preguntarles con ansia:
    Si no la han visto, acaso te lleven a su casa...

    En la copa vacía beber con esperanza,
    Tal vez una divina locura, de cristal guarda.
    Sacar siempre a los ojos, el aire azul del alma,
    Ver lo que nunca alcanza la mirada...

    Conrado nalé roxlo
     
  5. clause

    clause Claudia

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    El Fantasma de la Opera

    Gastón Leroux


    En cuanto al señor Firmin Richard terminó de leer, la puerta del despacho se abrió y el señor Moncharmin se encaminó hacia él, llevando en la mano una carta idéntica a la que había recibido su colega. Se miraron, echándose a reír a carcajadas. -La broma continúa -dijo el señor Richard-. ¡Pero ya no tiene gracia! -Qué significa esto? -preguntó el señor Moncharmin-. ¿Acaso creen que porque han sido directores de la ópera vamos a concederles un palco a perpetuidad? Pues tanto para el primero como para el segundo, la doble carta era sin duda el fruto de la colaboración bromista de sus predecesores. -¡No estoy de humor para dejarme tomar el pelo por mucho tiempo! -declaró Firmin Richard. -Son inofensivos! -observó Armand Moncharmin. -¿Qué querrán en realidad? ¿Un palco para esta noche? El señor Firmin Richard dio la orden a su secretario de enviar el palco número 5 del primer piso a los señores Debienne y Poligny, si no se había ya vendido. No lo estaba. La reserva les fue inmediatamente enviada. Los señores Debienne y Poligny vivían, el primero en el final de la calle Scribe y del bulevar de los Capucines; el segundo en la calle Auber. Las dos cartas del fantasma de la Ópera habían sido echada al buzón del bulevar de los Capucines. Fue Moncharmin quien primero lo notó al mirar los sobres. -¡Ya lo ves! -dijo Richard. Se encogieron de hombros y lamentaron que gentes de esta edad se divirtieran aún con juegos tan inocentes. -¡Por lo menos podían haber sido educados! -observó Moncharmir-. ¿Has visto cómo nos tratan acerca la Carlotta, de la Sorelli y de la pequeña Jammes? -Mira, querido amigo, esas gentes están enfermas de envidia... Cuando pienso que han llegado incluso a pagar un espacio en la sección de correspondencia de la Revue Théâtrale... ¿Es que no tienen otra cosa que hacer? -¡A propósito! -añadió Moncharmin-, parecen interesarse mucho por la pequeña Christine Daaé... -¡Sabes tan bien como yo que esa muchacha tiene fama de prudente! -respondió Richard. -¡Se ha ganado tan rápidamente la fama! -replicó Moncharminr-. ¿Acaso no tengo yo fama de ser entendido en música? Pues no conozco la diferencia entre la clave de sol y la de fa. -Tranquilízate. Nunca has tenido esa fama -declaró Richard. En este punto, Firmin Richard dio al ujier la orden de hacer pasar a los artistas que, desde hacía dos horas, se paseaban por el gran corredor de la administración esperando que la puerta de la dirección se abriera, puerta tras la cual les esperaba la gloria, el dinero..., o el despido. El día transcurrió entre discusiones, conversaciones, firmas o rupturas de contratos; por eso les ruego que crean que aquella noche, la del 25 de enero, nuestros dos directores, cansados por una dura jornada de iras, intrigas, recomendaciones, amenazas y manifestaciones de amor o de odio, se acostaron temprano sin tener siquiera la curiosidad de ir a echar una ojeada al palco n° 5 para saber si los señores Debienne y Poligny encontraban de su gusto el espectáculo. La ópera no se había cerrado desde la marcha de la antigua dirección, y el señor Richard había continuado con las pocas obras necesarias en curso sin interrumpir las representaciones.
     
  6. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    DE LA CORDURA

    Con pie de pluma recorrí tu esfera,
    Mundo gracioso del esparcimiento;
    Y no fue raro que jugara el viento
    Con la mentira de mi primavera.

    Dormido el corazón, extraño fuera
    Que hubiese dado lumbre y aposento
    Al suplicante Amor, cuyo lamento
    Llama de noche al corazón y espera.

    Si, fría el alma y agobiado el lomo,
    Llegué a tu soledad reveladora
    Con pie de pluma y corazón de plomo,

    ¡Deja que un arte más feliz asuma,
    Gracioso mundo, y que te busque ahora
    Con pie de plomo y corazón de pluma!


    Leopoldo Marechal
     
  7. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    PALABRAS LIMINARES

    Después de Azul... después de Los Raros, voces insinuantes, buena y mala intención, entusiasmo sonoro y envidia subterránea —todo bella cosecha—, solicitaron lo que, en conciencia, no he creído fructuoso ni oportuno: un manifiesto.

    Ni fructuoso ni oportuno:

    a) Por la absoluta falta de elevación mental de la mayoría pensante de nuestro continente, en la cual impera el universal personaje clasificado por Remy de Gourmont con el nombre de Celui-qui-ne-comprend-pas. Celui-qui-ne-comprend-pas es, entre nosotros, profesor, académico correspondiente de la Real Academia Española, periodista, abogado, poeta, rastaquouer.

    b) Porque la obra colectiva de los nuevos de América es aún vana, estando muchos de los mejores talentos en el limbo de un completo desconocimiento del mismo Arte a que se consagran.

    c) Porque proclamando, como proclamo, una estética acrática, la imposición de un modelo o de un código implicaría una contradicción.

    Yo no tengo una literatura «mía» —como la ha manifestado una magistral autoridad—para marcar el rumbo de los demás: mi literatura es mía en mí—; quien siga servilmente mis huellas perderá su tesoro personal y, paje o esclavo, no podrá ocultar sello o librea. Wágner, a Augusta Holmés, su discípula, dijo un día: «lo primero, no imitar a nadie, y sobre todo, a mí». Gran decir.

    * * *

    Yo he dicho, en la misa rosa de mi juventud, mis antífonas, mis secuencias, mis profanas prosas.—Tiempo y menos fatigas de alma y corazón me han hecho falta para, como un buen monje artífice, hacer mis mayúsculas dignas de cada página del breviario. (A través de los fuegos divinos de las vidrieras historiadas me río del viento que sopla afuera, del mal que pasa). Tocad, campanas de oro, campanas de plata, tocad todos los días, llamándome a la fiesta en que brillan los ojos de fuego, y las rosas de las bocas sangran delicias únicas. Mi órgano es un viejo clavicordio pompadour, al son del cual danzaron sus gavotas alegres abuelos; y el perfume de tu pecho es mi perfume, eterno incensario de carne. Varona inmortal, flor de mi costilla.

    Hombres soy.

    * * *

    ¿Hay en mi sangre alguna gota de sangre de África, o de indio chorotega o nagrandano? Pudiera ser, a despecho de mis manos de marqués; mas he aquí que veréis en mis versos princesas, reyes, cosas imperiales, visiones de países lejanos o imposibles: ¡qué queréis!, yo detesto la vida y el tiempo en que me tocó nacer; y a un presidente de República no podré saludarle en el idioma en que te cantaría a ti, ¡oh Halagabal!, de cuya corte —oro, seda, mármol— me acuerdo en sueños...

    (Si hay poesía en nuestra América, ella está en las cosas viejas: en Palenke y Utatlán, en el indio legendario, y en el inca sensual y fino, y en el gran Moctezuma de la silla de oro. Lo demás es tuyo, demócrata Walt Whitman).

    Buenos Aires; Cosmópolis.

    ¡Y mañana!

    * * *

    El abuelo español de barba blanca me señala una serie de retratos ilustres: «Éste, me dice, es el gran don Miguel de Cervantes Saavedra, genio y manco; éste es Lope de Vega; éste, Garcilaso; éste, Quintana». Yo le pregunto por el noble Gracián, por Teresa la Santa, por el bravo Góngora y el más fuerte de todos, don Francisco de Quevedo y Villegas. Después exclamo: ¡Shakespeare! ¡Dante! ¡Hugo...! (Y en mi interior: ¡Verlaine...!)

    Luego, al despedirme: «Abuelo, preciso es decíroslo; mi esposa es de mi tierra; mi querida, de París».

    * * *

    ¿Y la cuestión métrica? ¿Y el ritmo?

    Como cada palabra tiene un alma, hay en cada verso, además de la armonía verbal, una melodía ideal. La música es sólo de la idea, muchas veces.

    * * *

    La gritería de trescientas ocas no te impedirá, silvano, tocar tu encantadora flauta, con tal de que tu amigo el ruiseñor esté contento de tu melodía. Cuando él no esté para escucharte, cierra los ojos y toca para los habitantes de tu reino interior. ¡Oh pueblo de desnudas ninfas, de rosadas reinas, de amorosas diosas!

    Cae a tus pies una rosa, otra rosa, otra rosa, ¡Y besos!

    * * *

    Y la primera ley, creador: crear. Bufe el eunuco. Cuando una musa te dé un hijo, queden las otras ocho encinta.


    Rubén Darío
     
  8. clause

    clause Claudia

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    El Gaucho

    Hijo de algún confín de la llanura
    Abierta, elemental, casi secreta,
    Tiraba el firme lazo que sujeta
    Al firme toro de cerviz oscura.

    Se batió con el indio y con el godo,
    Murió en reyertas de baraja y taba;
    Dio su vida a la patria, que ignoraba,
    Y así perdiendo, fue perdiendo todo.

    Hoy es polvo de tiempo y de planeta;
    Nombres no quedan, pero el nombre dura.
    Fue tantos otros y hoy es una quieta
    Pieza que mueve la literatura.

    Fue el matrero, el sargento y la partida.
    Fue el que cruzó la heroica cordillera.
    Fue soldado de Urquiza o de Rivera,
    Lo mismo da. Fue el que mató a Laprida.

    Dios le quedaba lejos. Profesaron
    La antigua fe del hierro y del coraje,
    Que no consiente súplicas ni gaje.
    Por esa fe murieron y mataron.

    En los azares de la montonera
    Murió por el color de una divisa;
    Fue el que no pidió nada, ni siquiera
    La gloria, que es estrépito y ceniza.

    Fue el hombre gris que, oscuro en la pausada
    Penumbra del galpón, sueña y matea,
    Mientras en el oriente ya clarea
    La luz de la desierta madrugada.

    Nunca dijo: soy gaucho. Fue su suerte
    No imaginar la suerte de los otros.
    No menos ignorante que nosotros,
    No menos solitario, entró en la muerte.



    "El Gaucho"
    de J. L. Borges
     
  9. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    El Día de la Tradición se celebra el 10 de noviembre, día que nació el escritor José Hernández, defensor del arquetípico gaucho y autor del inmortal “Martín Fierro”, obra cumbre de la literatura gauchesca; fecha establecida por ley promulgada el 18 de agosto de 1939.-

    Su origen se remonta el 28 de Marzo de 1928 cuando se funda la Agrupación llamada BASES, en homenaje al Dr. Juan Bautista Alberdi, “con la intención de contribución al enriquecimiento del intelecto para sobreponerse al materialismo de la época”.

    Es ésta, quien el 6 de Junio de 1938 presidida por el Sr. Aurelio Amoedo, quien presenta ante el Honorable Senado de la Nación la nota correspondiente pidiendo que se declare el 10 de Noviembre como “Día de la Tradición”. Tomando este día por el natalicio de José Hernández. La aprobación ante la Cámara de Senadores y Diputados fue unánime, declarada bajo la ley Nº 4756 / 39.
    La referida ley se originó en el Honorable Senado y fueron sus autores D. Edgardo J. Míguenz y D. Atilio Roncoroni.

    Por esta razón es que en el año 1975 se promulga la ley Nº 21154, quien pone en vigencia a nivel Nacional, nuestro "Día de la Tradición"; declarándose también por razónes obvias, a la Ciudad de San Martín como “Ciudad de la tradición”. Considerandola como la cuna de la tradición.

    La palabra Tradición deriva del Latín tradere y quiere decir donación o legado. Es lo que identifica a un pueblo y lo diferencia de los demás, es algo propio y profundo, siendo un conjunto de costumbres que se transmiten de padres a hijos. Cada generación recibe el legado de las que la anteceden y colabora aportando lo suyo para las futuras. Así es que la tradición de una nación constituye su cultura popular y se forja de las costumbres de cada región.-




     
  10. manuel perez

    manuel perez de paso por la vida

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas


    Hola Claudia,que constante eres en este tema,te he leido algunas cosas muy
    interesante,me gustó lo de la literatura gauchesca,he escuchado el Martín Fierro,y ojeado tus mensajes me encuentro con algo de Juan Salvador Gaviota lo leí hace mucho tiempo, cuando era muy joven, de pronto me viene a la mente, Castillos en el aire, del argentino Alberto Cortés.Será por lo de las gaviotas

    CASTILLOS EN EL AIRE


    "Quiso volar igual que las gaviotas,
    libre en el aire, por el aire libre
    y los demás dijeron, ""¡pobre idiota,
    no sabe que volar es imposible!"".

    Mas él alzó sus sueños hacia el cielo
    y poco a poco, fue ganando altura
    y los demás, quedaron en el suelo
    guardando la cordura.

    Y construyó, castillos en aire
    a pleno sol, con nubes de algodón,
    en un lugar, adonde nunca nadie
    pudo llegar usando la razón.

    Y construyó ventanas fabulosas,
    llenas de luz, de magia y de color
    y convocó al duende de las cosas
    que tiene mucho que ver con el amor.

    En los demás, al verlo tan dichoso,
    cundió la alarma, se dictaron normas,
    ""No vaya a ser que fuera contagioso...""
    tratar de ser feliz de aquella forma.

    La conclusión, es clara y contundente,
    lo condenaron por su chifladura
    a convivir de nuevo con la gente,
    vestido de cordura.

    Por construir castillos en el aire
    a pleno sol, con nubes de algodón
    en un lugar, adonde nunca nadie
    pudo llegar usando la razón.

    Y por abrir ventanas fabulosas,
    llenas de luz, de magia y de color
    y convocar al duende de las cosas
    que tienen mucho que ver con el amor.

    Acaba aquí la historia del idiota
    que por el aire, como el aire libre,
    quiso volar igual que las gaviotas...,
    pero eso es imposible..., ¿o no?...
    "


    Letra: Alberto Cortez
     
  11. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    Gracias Manuel! :happy:
    Hermosa letra , la de esa canción , al igual que todas las de Alberto Cortez, preciosa poesia! Gracias por traerla! :razz:
     
  12. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    El Fantasma de la Opera

    Gastón Leroux


    A la mañana siguiente, los señores Richard y Moncharmin encontraron en su correo, por un lado, una carta de agradecimiento del fantasma, que decía así
    Mi querido Director: Gracias. Encantadora velada. Daaé exquisita. Cuiden los coros. La Carlotta, magnífico y banal instrumento. Le escribiré pronto acerca de los 240.000 francos, exactamente 233.424 francos con 70 céntimos, teniendo en cuenta que los señores Debienne y Poligny me han hecho llegar los 6.575 francos con 30 céntimos que representan los diez primeros días de mi pensión de este año, dado que sus privilegios finalizaron el 10 por la noche. Su servidor, E de la O. Y, por otro lado, una carta de los señores Debienne y Poligni: Señores. Les agradecemos su amable atención, pero comprenderán fácilmente que la perspectiva de volver a oír Fausto, por muy agradable que sea para los anti-guos directores de la ópera, no puede hacernos olvidar que no tenemos ningún derecho a ocupar el palco n° 5 del primer piso, que pertenece exclusivamente a aquel del que tuvimos ocasión de hablarle al releer con ustedes, por última vez, el pliego de condiciones, último párrafo del artículo 63. Rogamos acepten nuestro agradecimiento, señores, etcétera. -¡Bueno, estos tipos ya empiezan a fastidiarme! -declaró violentamente Firmin Richard, rompiendo la carta de los señores Debienne y Poligny. Aquella noche, el palco n° 5 fue vendido. A la mañana siguiente, al llegar a su despacho, los señores Richard y Moncharmin encontraban un informe del inspector sobre lo ocurrido la noche anterior en el palco n° 5 del primer piso. He aquí el pasaje esencial del informe, que es breve: «Me he visto en la necesidad -escribe el inspector-, de recurrir esta noche -el inspector había escrito su declaración la víspera por la noche- a un guardia municipal para hacer evacuar por dos veces, al principio y a la mitad del segundo acto, el palco nº 5. Los ocupantes, que habían llegado al comienzo del segundo acto, provocaban un verdadero escándalo con sus risas y comentarios ridículos. A su alrededor se oían reclamaciones y en la sala la gente empezaba a protestar, cuando la acomodadora vino en mi busca. Entré en el palco y expresé las correspondientes advertencias. Aquellas personas no parecían estar en su sano juicio y me dieron excusas estúpidas. Les advertí que, sí se repetía el escándalo, me vería obligado a hacer evacuar el palco. Aún no había terminado de salir, cuando volví a oír sus risas y las protestas de la sala. Regresé en compañía de un guardia municipal, que les hizo salir. Reclamaron, siempre entre risas, y declararon que no se irían si no se les devolvía el dinero. Final-mente se calmaron y los dejé volver al palco; al momento, las risas volvieron a empezar, y esta vez los expulsé definitivamente.» -¡Que traigan al inspector! -gritó Richard a su secretario, que ya había leído el informe y lo había subrayado con un lápiz azul
    .
     
  13. manuel perez

    manuel perez de paso por la vida

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    CASTILLOS EN EL AIRE


    "Quiso volar igual que las gaviotas,
    libre en el aire, por el aire libre
    y los demás dijeron, ""¡pobre idiota,
    no sabe que volar es imposible!"".

    Mas él alzó sus sueños hacia el cielo
    y poco a poco, fue ganando altura
    y los demás, quedaron en el suelo
    guardando la cordura.

    Y construyó, castillos en aire
    a pleno sol, con nubes de algodón,
    en un lugar, adonde nunca nadie
    pudo llegar usando la razón.

    Y construyó ventanas fabulosas,
    llenas de luz, de magia y de color
    y convocó al duende de las cosas
    que tiene mucho que ver con el amor.

    En los demás, al verlo tan dichoso,
    cundió la alarma, se dictaron normas,
    ""No vaya a ser que fuera contagioso...""
    tratar de ser feliz de aquella forma.

    La conclusión, es clara y contundente,
    lo condenaron por su chifladura
    a convivir de nuevo con la gente,
    vestido de cordura.

    Por construir castillos en el aire
    a pleno sol, con nubes de algodón
    en un lugar, adonde nunca nadie
    pudo llegar usando la razón.

    Y por abrir ventanas fabulosas,
    llenas de luz, de magia y de color
    y convocar al duende de las cosas
    que tienen mucho que ver con el amor.

    Acaba aquí la historia del idiota
    que por el aire, como el aire libre,
    quiso volar igual que las gaviotas...,
    pero eso es imposible..., ¿o no?...
    "


    Letra y música: Alberto Cortez






     
  14. mai^a

    mai^a My Garden

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    El león y el gato

    cuentos y enseñanzas

    [​IMG]



    Allá en las montañas del norte de la India se hallaba muy disgustado,
    cierta vez, un hermoso león, a causa de un ratoncillo que, mientras él
    dormía, acudía a roerle la melena, molestándolo continuamente; y
    fueron inútiles cuantos esfuerzos hizo para castigar la audacia del roedor.

    Cansado de intentar recursos en vano, acudió a una aldea inmediata,
    donde se entrevistó con un gato, al que ofreció tratar como a un príncipe
    si se venía con él para servirle de medio de ahuyentar o matar al ratón.

    Fuese el gato con el león, y durante algunos días consiguió su fin; pues
    el ratón por temor al gato no se atrevió a salir de su escondite. Agradecido
    el león daba al gato la mejor parte de su comida, hasta que un día, el ratón,
    acosado por el hambre, se vio obligado a abandonar su guarida, ocasión
    que aprovechó el gato para devorarlo.

    No tardó mucho el león en advertir que ya no existía el ratón que le
    molestaba, y al punto suprimió la ración de comida del gato, el cual no
    tuvo más remedio que volverse a la aldea, donde murió tan pobre como
    antes.
    Los poderosos son generalmente egoístas, cuando han de conceder
    protección a quienes les ayudan.
     
  15. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    Gracias maia:beso: :beso: , una gran verdad!