Re: ... de poetas, cuentos y leyendas No te Rindas No te rindas, aún estás a tiempo De alcanzar y comenzar de nuevo, Aceptar tus sombras, Enterrar tus miedos, Liberar el lastre, Retomar el vuelo. No te rindas que la vida es eso, Continuar el viaje, Perseguir tus sueños, Destrabar el tiempo, Correr los escombros, Y destapar el cielo. No te rindas, por favor no cedas, Aunque el frío queme, Aunque el miedo muerda, Aunque el sol se esconda, Y se calle el viento, Aún hay fuego en tu alma Aún hay vida en tus sueños. Porque la vida es tuya y tuyo también el deseo Porque lo has querido y porque te quiero Porque existe el vino y el amor, es cierto. Porque no hay heridas que no cure el tiempo. Abrir las puertas, Quitar los cerrojos, Abandonar las murallas que te protegieron, Vivir la vida y aceptar el reto, Recuperar la risa, Ensayar un canto, Bajar la guardia y extender las manos Desplegar las alas E intentar de nuevo, Celebrar la vida y retomar los cielos. No te rindas, por favor no cedas, Aunque el frío queme, Aunque el miedo muerda, Aunque el sol se ponga y se calle el viento, Aún hay fuego en tu alma, Aún hay vida en tus sueños Porque cada día es un comienzo nuevo, Porque esta es la hora y el mejor momento. Porque no estás solo, porque yo te quiero. Mario Benedetti
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas La leyendenda de los gravos de trigo y el ajedrez Una antigua leyenda cuenta que el rey Sirham, soberano de la India, era inmensamente rico. Sin embargo, su riqueza era tan inmensa como su aburrimiento y debido a ello, pasaba sus ratos tiranizando a su pueblo. Un buen día, el sabio Brahmán, Lahur Sissa, - Bramán Susa o Sissa - (Susa Ben Dahir el Hidi, según otros) con el fin de enseñarle a tratar debidamente a sus súbditos, buscó la forma de crear un juego, donde el rey, a pesar de ser la pieza principal, nada pudiera hacer sin la ayuda de los demás. Al juego lo llamó, chaturanga, el antepasado del ajedrez. Sorprendido por la ingeniosidad del juego, Sirham dio su palabra a Sissa de no martirizar más al pueblo y se comprometió a ofrecerle lo que pidiese. El gran sabio aprovechó la oportunidad para darle una lección al tirano soberano y pidió solamente que le recompensase con la cantidad de trigo que resultara de poner: 1 grano en la primera casilla, 2 en la segunda, 4 en la tercera, 8 en la cuarta y así sucesivamente siempre doblando la cantidad, El soberano, analizando que el tablero tenía sesenta y cuatro casillas y que la recompensa no excedería un saco de trigo, le concedió la petición, tan modesta a primera vista. Sin embargo, después de haber hecho los cálculos, resultó que todo el trigo de la India no era suficiente para recompensar a Sissa. La cifra se halla elevando 2 a la 64 potencia y se necesitaban nada menos que: 18.446.744.073.709.551.615 (dieciocho trillones, cuatrocientos cuarenta y seis mil setecientos cuarenta y cuatro billones, setenta y tres mil setecientos nueve millones, quinientos cincuenta y un mil seiscientos quince granos de trigo, resultado de la suma de la progresión geométrica de: 2 elevado a 64, menos 1). Si se considera que 21.000 granos pesan un kilo, lo que se debería haber entregado al inventor eran: 878.416.384.462 toneladas, cantidad muy superior a la que se podría sembrar considerando toda la superficie de la Tierra. Cuenta la leyenda que Sissa más tarde fue nombrado primer ministro y consejero de su rey, quien le quitó el aburrimiento con ingeniosas partidas de ajedrez. Así prestó los más grandes servicios a su pueblo. 45092
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas El Fantasma de la Opera Gastón Leroux 12Gigante que, en Os Lusiadas, del poeta portugués Luís Vaz de Camoens (1524-1580), guarda el cabo de las Tormentas o de Buena Esperanza Se llamaban Isis, Amfitrite Hebe, Flora, Pandora, Psique,Tetis, Pomona, Dafne, Clitia, Galatea, Aretusa. Sí, la propia Aretusa y Pandora, a la que todo el mundo conoce a causa de su caja, miraban a los dos nuevos directores de la Ópera que habían conseguido aferrarse a una ruina y que, desde allí, contemplaban en silencio el primer palco n° 5. He dicho ya que estaban inquietos. Al menos, me lo imagino. El mismo señor Moncharmin confiesa que se encontraba impresionado. Dice textualmente: «Aquel "columpio" (¡vaya estilo!) del fantasma de la ópera, al que nos habían hecho subir tan amablemente desde que sucedimos a los señores Poligny y Debienne, había terminado sin duda alguna por turbar mis facultades imaginativas, y me parece que también las visuales, porque (¿acaso era el escenario ideal en el que nos movíamos en medio de un increíble silencio lo que nos impresionó hasta aquel punto?... ¡Fuimos acaso juguetes de una especie de alucinación hecha posible por la semioscuridad de la sala y la que inundaba el palco n° 5?), porque que vi, y también Richard vio, al mismo tiempo, una silueta en el palco n° 5. Richard no dijo nada; tampoco yo. Pero nos cogimos de la mano con un mismo gesto. Después, esperamos así vanos minutos, sin movernos, con los ojos siempre fijos en el mismo punto; pero la silueta había desaparecido. Entonces salimos y, en el corredor, intercambiamos nuestras impresiones y hablamos de la silueta. Lo peor fue que mi imagen de la silueta no se parecía en lo más mínimo a la de Richard. Yo había visto algo parecido a una calavera inclinada sobre la barandilla del palco, mientras que Richard observó a una silueta de mujer vieja que recordaba a la de mamá Giry. De tal modo comprendimos que habíamos sido víctimas de una ilusión y, sin dudar más, corrimos sin tardanza y riendo como locos, al primer palco n° 5, en el que entramos y en el que ya no encontramos silueta alguna.» Ahora estamos en el palco n° 5. Es, un palco como todos los demás palcos del primer piso. En realidad, nada diferencia a este palco de los vecinos. Moncharmin y Richard, burlándose ostensiblemente y riéndose el uno del otro, movían los muebles del palco, levantaban las fundas y los sillones, y examinaban en particular aquél en el que la voz tenía costumbre de sentarse. Pero comprobaron que se trataba de un simple sillón que no tenía nada de mágico. En resumen, el palco era uno de los palcos más normales, con su tapicería roja, sus sillones, su alfombra y su pasamanos de terciopelo rojo. Después de haber examinado, de la forma más seria del mundo, la alfombra y de no haber encontrado allí ni en ninguna otra parte nada especial, bajaron a la platea, al palco debajo del palco n° 5. En el palco de platea n° 5, que está justo en el rincón de la primera salida a la izquierda de las butacas de la orquesta, no encontraron tampoco algo que mereciese ser señalado. -Toda esa gente se burla de nosotros -terminó exclamando Firmin Richard-. El sábado se representa Fausto, ¡y nosotros dos asistiremos a la representación en el palco n° 5!
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas Yo quisiera una sombra Yo quisiera una sombra que no fuera la mía, la de una antigua espada, la de un fino cristal, la del pájaro en vuelo o la nube borrosa. Una sombra, otra sombra, para verla pasar. Otra voz que no fuera esta voz que traduce hace más de treinta años el rumor de mi mar, una voz de campanas o de ríos llorosos... Otra voz de otro acento para oírla cantar. Yo quisiera los sueños que no soñaré nunca, la angustia que mi alma no sentirá jamás, el terror de las fieras en al selva sombría, la alegría radiosa de la alondra solar. De ese desconocido que ha cruzado la plaza los recuerdos más tristes quisiera recordar. Llenarme de otras vidas, otra luz, otras muertes... ¡No ser este hombre solo frente a la eternidad! Conrado Nalé Roxlo
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas Olas grises Llueve en el mar con un murmullo lento. La brisa gime tanto que da pena. El día es largo y triste. El elemento duerme el sueño pesado de la arena. Llueve. La lluvia lánguida trsciende su olor de flor helada y desabrida. El día es largo y triste. Uno comprende que la muerte es así..., que así es la vida. Sigue lloviendo. El día es triste y largo. En el remoto gris se abisma el ser. Llueve... y uno quisiera, sin embargo, que no acabara nunca de llover. Leopoldo Lugones
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas El Fantasma de la Opera Gastón Leroux VIII DONDE LOS SEÑORES FIRMIN RICHARD Y ARMAND MONCHARMIN TIENEN LA AUDACIA DE REPRESENTAR «FAUSTO» EN UNA SALA «MALDITA» Y DEL ESPANTOSO ESPECTÁCULO QUE TUVO LUGAR EN LA ÓPERA El sábado por la mañana, al llegar a su despacho, los directores encontraron una doble carta del E de la O. que rezaba así: Estimados directores. ¿Me han declarado acaso la guerra? Si quieren reencontrar la paz, éste es mi ultimátum. Contiene de las cuatro siguientes condiciones. 1 ° Devolverme mi palco, y quiero que sea puesto a mi libre disposición a partir de este momento. 2° El papel de «Margarita» lo cantará esta noche Christine Daaé. No se preocupen de la Carlotta, que estará enferma. 3° Exijo los buenos y leales servicios de la señora Giry, mi acomodadora, a la que reintegrarán inmediatamente a sus funciones. 4° Espero me comuniquen, mediante una carta entregada a la señora Giry, quien me la hará llegar, si aceptan ustedes, como sus predecesores, el pliego de condiciones referente a mi pago mensual. Les informaré más adelante de cómo habrá de efectuarse. De lo contrario, esta noche representarán Fausto en una sala maldita. A buen entendedor... ¡Saludos! E de la O. -¡Empieza a fastidiarme este tipo, a fastidiarme en serio! -gritó Richard, mientras levantaba los puños en señal de venganza y los dejaba caer con estruendo sobre la mesa de su despacho. Entre tanto, entró Mercier, el administrador. -Lachenal querría ver a uno de los señores -dijo-. Parece que el asunto es urgente; el buen hombre parece muy alterado. -¿Quien es ese Lachenal? -preguntó Richard. -Es al jefe de sus caballerizos. -¿Cómo que el jefe de mis caballerizos? -Claro, señor -explicó Mercier-... en la Opera hay varios caballerizos, y el señor Lachenal es su jefe. -¿Y qué hace? -Se encarga de la dirección de las cuadras. -¿Qué cuadras?
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas SALUTACIÓN DEL OPTIMISTA A instancias de mis amigos cuerdos y cautelosos que ya no saben si diagnosticarme prematuro candor o simple chifladura abro el expediente de mi optimismo y uno por uno repaso los datos allá en el paisito quedó mi casa con mi gente mis libros y mi aire desde sus ventanas grandes conmovedoras se ven otras ventanas y otras gentes se oye cómo pasa aullando la muerte son los mismos aullidos verdes y azules son los que acribillaron a mis hermanos los cementerios están lejos pero los hemos acercado con graves excursiones detrás de primaveras y ataúdes y de sueños quebrados y de miradas fijas los calabozos están lejos pero los hemos acercado a nuestro invierno sobre un lecho de odios duermen sin pesadillas muchachos y muchachas que arribaron juntos a la tortura y a la madurez pero hay que aclarar que otras y otros los sueñan noche a noche en las casas oscuras y a la espera la gente la vulgar y la silvestre no los filatélicos de hectáreas y vaquitas va al exilio a cavar despacio su nostalgia y en las calles vacías y furiosas queda apenas uno que otro mendigo para ver como pasa el presidente en la cola del hambre nadie habla de fútbol ni de ovnis hay que ahorrar argumentos y saliva y las criaturas que iban a nacer regresan con espanto al confort de la nada ésta es la absurda foja de mi duro optimismo prematuro candor o simple chifladura lo cierto es que debajo de estas calamidades descubro una sencilla descomunal ausencia cuando los diez tarados mesiánicos de turno tratan de congregar la obediente asamblea el pueblo no hace quorum por eso porque falta sin aviso a la convocatoria de los viejos blasfemos porque toma partido por la historia y no tiene vergüenza de sus odios por eso aprendo y dicto mi lección de optimismo y ocupo mi lugar en la esperanza. Mario Benedetti
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas CREDO De pronto uno se aleja de las imágenes queridas amiga quedás frágil en el horizonte te he dejado pensando en muchas cosas pero ojalá pienses un poco en mí vos sabés en esta excursión a la muerte que es la vida me siento bien acompañado me siento casi con respuestas cuando puedo imaginar que allá lejos quizá creas en mi credo antes de dormirte o te cruces conmigo en los pasillos del sueño está demás decirte que a esta altura no creo en predicadores ni en generales ni en las nalgas de miss universo ni en el arrepentimiento de los verdugos ni en el catecismo del confort ni en el flaco perdón de dios a esta altura del partido creo en los ojos y las manos del pueblo en general y en tus ojos y tus manos en particular. Mario Benedetti
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas PIEDRITAS EN LA VENTANA a roberto y adelaida De vez en cuando la alegría tira piedritas contra mi ventana quiere avisarme que está ahí esperando pero me siento calmo casi diría ecuánime voy a guardar la angustia en un escondite y luego a tenderme cara al techo que es una posición gallarda y cómoda para filtrar noticias y creerlas quién sabe dónde quedan mis próximas huellas ni cuándo mi historia va a ser computada quién sabe qué consejos voy a inventar aún y qué atajo hallaré para no seguirlos está bien no jugaré al desahucio no tatuaré el recuerdo con olvidos mucho queda por decir y callar y también quedan uvas para llenar la boca está bien me doy por persuadido que la alegría no tire más piedritas abriré la ventana abriré la ventana. Mario Benedetti
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas El Fantasma de la Opera Gastón Leroux -Pues las suyas, señor. Las cuadras de la Ópera -¿Pero es que hay cuadras en la ópera? ¡La verdad es no sabía nada! ¿Y dónde están? -En los bajos, del lado de la Rotonda. Es un servicio muy importante, tenemos doce caballos. -¡Doce caballos! ¿Y para qué, Dios mío? -Pues, para los desfiles de La judía, de El Profeta, etc... Se necesitan caballos amaestrados y «que sepan de tablas». Los caballerizos se encargan de amaestrarlos. El señor Lachenal es muy hábil. Es el antiguo director de las cuadras de Franconi. -Muy bien... ¿Pero qué quiere? -No lo sé ... Jamás lo había visto en semejante estado. -¡Hágalo pasar! El señor Lachenal entra. Lleva una fusta en la mano y se golpea nerviosamente una de sus botas. -Buenos días, señor Lachenal -dijo Richard impresionado. ¿A qué debemos el honor de su visita? -Señor director, vengo a pedirle que ponga en la calle a toda la cuadra. -Pero, ¿cómo? ¿Quiere que ponga en la calle a nuestros que ridos caballos? -No se trata de los caballos, sino de los palafreneros. -¿Cuántos palafreneros tiene usted, señor Lachenal? -¡Seis! -¡Seis palafreneros! Bastaría con dos. -Se trata de «plazas» -lo interrumpió Mercier- que fueron creadas e impuestas por el subsecretario de Bellas Artes. Los ocupan hombres protegidos por el gobierno, y me atrevo a sugerir... -¡El gobierno no me importa!... -afirmó Richard con una gran energía-. No necesitamos a más de cuatro palafreneros para doce caballos. -¡Once! -rectificó el jefe de caballerizos. -¡Doce! -repitió Richard. -¡Once! -repitió Lachenal. -¡Ah! El señor administrador me había informado de que tenía usted doce caballos. ¡Tenía doce, pero no me quedan más que once desde que nos han robado a César! Y el señor Lachenal se da un fuerte fustazo en la bota. -¡Nos han robado a César! -exclamó el administrador-. ¡A César, el caballo blanco de El Profeta! -No hay más que un César-declaró en tono seco el jefe de caballerizos-. Estuve diez años con Franconi y he visto muchos caballos en mi vida. ¡Pues bien, como César no hay más que uno! Y nos lo han robado. -¿Cómo ha sido? -No lo sé! ¡Nadie sabe nada! Esta es la causa de mi visita. Por eso vengo a pedirle que ponga en la calle a todos los de la cuadra. -¿Y qué dicen sus palafreneros? -Tonterías... Unos acusan a los figurantes... otros pretenden que es el portero de la administración. -¿El portero de la administración? ¡Respondo de él como de mí mismo! -protestó Mercier. -¡Pero, bueno, señor jefe de caballerizos! –exclamó Richard-, debe tener usted alguna idea!...
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas El amor El amor no es Cupido…. no es flecha apuntando al corazón. Es una red que atrapa Es dar más que recibir. El amor no es brevedad, ni ciclón que sorprende sólo por unos minutos. El amor es perdurable cuando verdadero es. No es breve halo recorriendo el cielo: es permanencia … es profundidad oceánica.. No es fugaz ni huidizo tal cometa. Tiene la fuerza de un huracán… la solidez del quebracho te sostiene, te contiene celosamente protege.. como la ostra a su perla . S,M,T poetisa
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas HOMBRE Y DIOS Hombre es amor. Hombre es un haz, un centro donde se anuda el mundo. Si Hombre falla otra vez el vacío y la batalla del primer caos y el Dios que grita «¡Entro!» Hombre es amor, y Dios habita dentro de ese pecho y profundo, en él se acalla; con esos ojos fisga, tras la valla, su creación, atónitos de encuentro. Amor-Hombre, total rijo sistema yo (mi Universo). ¡Oh Dios, no me aniquiles tú, flor inmensa que en mi insomnio creces! Yo soy tu centro para ti, tu tema de hondo rumiar, tu estancia y tus pensiles. Si me deshago, tú desapareces. Dámaso Alonso
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas AHORA EN CAMBIO Hubiera entregado el Dios que no poseo, hubiera aprendido tres o cuatro signos, y así desalentado, así fiel, ceniciento, invariable como un recuerdo atroz, me hubiera respondido, me hubiera transformado en ademanes me hubiera convencido como todos, refugiado en el hambre universal, salvado para siempre y para nada. Ahora en cambio estoy un poco solo, de veras un poco solo y solo. Mi tristeza es un vaso de oraciones que se derraman sobre el césped y desde el césped nace Dios y está también un poco solo, de veras un poco solo y solo. Mas yo le ayudo a conocer las aves y en toda su extensión la herejía vegetal, los corazones de sus alegres huérfanos, la tierra que es la palma de su mano. Mario Benedetti
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas ÁGAPE Hoy no ha venido nadie a preguntar; ni me han pedido en esta tarde nada. No he visto ni una flor de cementerio en tan alegre procesión de luces. Perdóname, Señor: qué poco he muerto! En esta tarde todos, todos pasan sin preguntarme ni pedirme nada... Y no sé qué se olvidan y se queda mal en mis manos, como cosa ajena. He salido a la puerta, y me da ganas de gritar a todos: Si echan de menos algo, aquí se queda! Porque en todas las tardes de esta vida, yo no sé con qué puertas dan a un rostro, y algo ajeno se toma el alma mía. Hoy no ha venido nadie; y hoy he muerto qué poco en esta tarde! César Vallejo, 1918