Re: ... de poetas, cuentos y leyendas SONETO I HUMILDAD Ten un poco de amor para las cosas: para el musgo que calma tu fatiga, para Ia fuente que tu sed mitiga, para las piedras y para las rosas. En todo encontrarás una belleza virginal y un placer desconocido... Rima tu corazón con el latido del corazón de la Naturaleza. Recibe como un santo sacramento el perfume y la luz que te da el viento... ¡Quién sabe si su amor en él te envía aquella que la vida ha transformado! ¡Y sé humilde, y recuerda que algún día te ha de cubrir la tierra que has pisado! Francisco Villaespesa
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas El Fantasma de la Opera Gastón Leroux -Sí, señor. ¿Si tengo una? ¡Tengo una! -declaró de pronto Lachenal-, y voy a decírsela. No tengo la menor duda. -El señor jefe de caballerizos se acercó a los directores y les susurró en la oreja-: ¡Ha sido el fantasma quien ha dado el golpe! Richard se sobresaltó. -¡Ah! ¡Con que usted también! ¡Usted también! -¿Cómo, yo también? Es lo más natural... -Pero qué dice usted, señor Lachenal! ¡Pero qué dice usted, señor jefe de caballerizos!... -Digo lo que pienso, después de lo que he visto... -¿Y qué ha visto, señor Lachenal? -Vi, como le estoy viendo a usted, a una sombra negra que montaba un caballo blanco que se parecía a César como dos gotas de agua. -¿Y no corrió tras ese caballo blanco y esa sombra negra? -Corrí y llamé, señor director, pero desaparecieron con una rapidez desconcertante y se perdieron en la oscuridad de la galería... El señor Richard se levantó. -Está bien, señor Lachenal. Puede usted retirarse... presentaremos una denuncia contra el fantasma.. -¿Y despedirá a mis palafreneros? -¡Desde luego! ¡Adiós, señor! El señor Lachenal saludó y salió. Richard echaba chispas. -¡Prepare la cuenta de ese imbécil! -¡Es un amigo del señor comisario del gobierno! -se atrevió a decir Mercier... -Y toma el aperitivo en el Tortoni con Lagréné, Scholl y Pertuiset, el matador de leones -añadió Moncharmin-. ¡Nos vamos a poner a toda la prensa en contra! Explicará la historia del fantasma y todo el mundo se divertirá a costa nuestra. ¡Si hacemos en ridículo, podemos considerarnos muertos! -Está bien. No hablemos más... -concedió Richard, que ya estaba pensando en otra cosa. En aquel momento se abrió la puerta, que sin duda no estaba vigilada entonces por su cancerbero, ya que vieron entrar en tromba a mamá Giry con una carta en la mano, y decir precipitadamente: -Perdón, mil excusas, señores, pero esta mañana he recibido una carta del fantasma de la Ópera. Me dice que me presente a ustedes, que sin duda tienen algo que... No acabó de decir la frase. Vio el rostro de Firmin Richard, y era terrible. El honorable director de la ópera estaba a punto de explotar. El furor que lo agitaba sólo se traducía de momento por el color escarlata de su rostro furibundo y por el brillo de sus ojos relampagueantes. No dijo nada. No podía hablar. Pero, de pronto, inició un gesto. Primero fue el brazo izquierdo, con el que cogió a mamá Giry y le hizo describir una media vuelta tan inesperada, una pirueta tan rápida, que ésta lanzó un grito desesperado; después, fue el pie derecho, el pie derecho del mismo honorable director el que imprimió su huella en el tafetán negro de una falda que jamás en aquel lugar había sufrido ultraje parecido. El hecho se había producido de forma tan inesperada que mamá Giry, cuando se encontró en la galería, estaba aún medio aturdida, y parecía no entender nada.
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas FILOLOGÍA He amado las palabras con mi hambre más honda, sentí su piel de musgo muy cerca de mis labios, su ceniza y su luz coronando mis dientes, diluirse en mi lengua, caer hacia el profundo abismo de mi carne. Muy lenta, y torpemente, como a aves fugaces, perseguí las palabras. Miguel Florián
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas CREPÚSCULOS DE LA CIUDAD IV (Cielo) Frío metal, cuchillo indiferente, páramo solitario y sin lucero, llanura sin fronteras, toda acero, cielo sin llanto, pozo, ciega fuente. Infranqueable, inmóvil, persistente, muro total, sin puertas ni asidero, entre la sed que da tu reverbero y el otro cielo prometido, ausente. Sabe la lengua a vidrio entumecido, a silencio erizado por el viento, a corazón insomne, remordido. Nada te mueve, cielo, ni te habita. Quema el alma raíz y nacimiento y en sí misma se ahonda y precipita. Octavio Paz
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas Tanto río que va al mar donde no hace falta el agua. Tantos campos que se secan. Tantos cuerpos que se abrazan. Miguel Hernández
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas RIQUEZA Tengo la dicha fiel y la dicha perdida: la una como rosa, la otra como espina. De lo que me robaron no fui desposeída; tengo la dicha fiel y la dicha perdida, y estoy rica de púrpura y de melancolía. ¡Ay, qué amante es la rosa y qué amada la espina! Como el doble contorno de dos frutas mellizas tengo la dicha fiel y la dicha perdida. Gabriela Mistral
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas El Fantasma de la Opera Gastón Leroux Pero, de pronto, comprendió y la Ópera resonó con sus gritos indignados, con sus enfurecidas frases, con sus amenazas de muerte. Fueron necesarios tres mozos para hacerla bajar hasta el patio de la administración y dos guardias para llevarla a la calle. Aproximadamente a la misma hora, la Carlotta, que vivía en una pequeña mansión del faubourg Saint-Honoré, llamaba a su camarera y se hacía traer el correo a la cama. Entre las cartas encontró una que decía así: «Si canta esta noche, tenga cuidado de que no le ocurra una gran desgracia en el momento mismo en que empiece a cantar... una desgracia peor que la muerte.» Esta amenaza estaba escrita en tinta roja, con una letra de palotes y trazo vacilante. Después de leer la carta, la Carlotta ya no tuvo apetito para desayunar. Rechazó la bandeja en la que la camarera le ofrecía el chocolate humeante. Se sentó en la cama y se puso a pensar profundamente. No era la primera carta de este tipo que recibía, pero jamás había leído una tan amenazadora. En aquel momento se creía el blanco de mil intrigas y contaba habitualmente que tenía un enemigo secreto que había jurado su desgracia. Pretendía que se tramaba contra ella un malvado complot, una desgracia que se produciría el día menos pensado; pero ella no era una mujer fácil de intimidar, añadía. Lo cierto es que si había algún tipo de complot, era el que la Carlotta montaba contra la pobre Christine, que no se enteraba de nada. La Carlotta no había perdonado a Christine el triunfo que ésta había obtenido al sustituirla de improviso. Cuando se enteró de la extraordinaria acogida que había tenido su suplente, la Carlotta se sintió instantáneamente curada de un principio de bronquitis y de un acceso de rabia contra la administración, y abandonó todo proyecto de dejar su puesto. Desde entonces, se había dedicado a trabajar con todas sus fuerzas para «ahogar» a su rival, obligando a influyentes amigos a presionar a los directores para que no volviesen a dar a Christine la ocasión de obtener un nuevo triunfo. Aquellos periódicos que habían comenzado a alabar el talento de Christine, no se ocuparon más que de ensalzar la gloria de la Carlotta. Por último, incluso en el teatro mismo, la célebre diva pronunciaba las frases más ultrajantes acerca de Christine e intentaba causarle miles de pequeños disgustos. La Carlotta no tenía ni corazón ni alma. ¡No era más que un instrumento! Aunque, hay que decirlo, un maravilloso instrumento. Su repertorio abarcaba todo lo que puede tentar la ambición de una gran artista, tanto en lo que respecta a los maestros alemanes como a los italianos o franceses. Nunca jamás, hasta este día, se había oído desafinar a la Carlotta, ni carecer del volumen de voz necesario para traducir algún pasaje de su inmenso repertorio. En resumen, el instrumento se hallaba siempre tenso, poderoso y admirablemente afinado. Pero nadie habría podido decir a la Carlotta lo que Rossini le dijo a la Kraus, después de haber cantado para él en alemán «Sombríos bosques»...: «Canta usted con el alma, hija mía, y qué hermosa es su alma». ¿Dónde estaba tu alma, Carlotta, cuando bailabas en los tugurios de Barcelona? ¿Dónde cuando, más tarde, cantabas en aquellos tristes tablados tus coplillas cínicas de vacante del music-hall? ¿Dónde cuando ante los maestros reunidos en casa de alguno de tus amantes, hacías resonar ese instrumento dócil cuya única virtud consistía en cantar con la misma indiferente perfección el sublime amor y la más baja orgía? ¡Carlotta, si alguna vez tuviste un alma y la perdiste entonces, la habrías recobrado al convertirte en Julieta, cuando fuiste Elvira, Ofelia, y Margarita! Otras antes que tú ascendieron desde más abajo que tú, pero el arte, respaldado por el amor, las purificó
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas VEJECES Las cosas viejas, tristes, desteñidas, sin voz y sin color, saben secretos de las épocas muertas, de las vidas que ya nadie conserva en la memoria, y a veces a los hombres, cuando inquietos las miran y las palpan, con extrañas voces de agonizante dicen, paso, casi al oído, alguna rara historia que tiene oscuridad de telarañas, són de laúd, y suavidad de raso. ¡Colores de anticuada miniatura, hoy, de algún mueble en el cajón, dormida; cincelado puñal; carta borrosa, tabla en que se deshace la pintura por el tiempo y el polvo ennegrecida; histórico blasón, donde se pierde la divisa latina, presuntuosa, medio borrada por el liquen verde; misales de las viejas sacristías; de otros siglos fantásticos espejos que en el azogue de las lunas frías guardáis de lo pasado los reflejos; arca, en un tiempo de ducados llena, crucifijo que tanto moribundo, humedeció con lágrimas de pena y besó con amor grave y profundo; negro sillón de Córdoba; alacena que guardaba un tesoro peregrino y donde anida la polilla sola; sortija que adornaste el dedo fino de algún hidalgo de espadín y gola; mayúsculas del viejo pergamino; batista tenue que a vainilla hueles; seda que te deshaces en la trama confusa de los ricos brocateles; arpa olvidada que al sonar, te quejas; barrotes que formáis un monograma incomprensible en las antiguas rejas, el vulgo os huye, el soñador os ama y en vuestra muda sociedad reclama las confidencias de las cosas viejas! El pasado perfuma los ensueños con esencias fantásticas y añejas y nos lleva a lugares halagüeños en épocas distantes y mejores, por eso a los poetas soñadores, les son dulces, gratísimas y caras, las crónicas, historias y consejas, las formas, los estilos, los colores las sugestiones místicas y raras y los perfumes de las cosas viejas! José Asunción Silva
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas VIII. TAL VEZ... Tal vez ya no le importa mi gemido en el indiferente edén callado en que el espíritu desencarnado vive como dormido... Tal vez ni sabe ya cómo he llorado ni cómo he padecido. En profundo quietismo, su alma, que antes me amara de tal modo, se desliza glacial por ese abismo del eterno mutismo, olvidada de sí, de mí, de todo... Septiembre 20 de 1912 Amado Nervo
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas MARTÍN SANTOMÉ TÁCTICA Y ESTRATEGIA Mi táctica es mirarte aprender como sos quererte como sos mi táctica es hablarte y escucharte construir con palabras un puente indestructible mi táctica es quedarme en tu recuerdo no sé cómo ni sé con qué pretexto pero quedarme en vos mi táctica es ser franco y saber que sos franca y que no nos vendamos simulacros para que entre los dos no haya telón ni abismos mi estrategia es en cambio más profunda y más simple mi estrategia es que un día cualquiera no sé cómo ni sé con qué pretexto por fin me necesites Mario Benedetti
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas TENGO MIEDO Tengo miedo. La tarde es gris y la tristeza del cielo se abre como una boca de muerto. Tiene mi corazón un llanto de princesa olvidada en el fondo de un palacio desierto. Tengo miedo. Y me siento tan cansado y pequeño que reflejo la tarde sin meditar en ella. (En mi cabeza enferma no ha .de caber un sueño así como en el cielo no ha cabido una estrella). Sin embargo en mis ojos una pregunta existe y hay un grito en mi boca que mi boca no grita. No hay oído en la tierra que oiga mi queja triste abandonada en medio de la tierra infinita! Se muere el universo de una calma agonía sin la fiesta del sol o el crepúsculo verde. Agoniza Saturno como una pena mía, la tierra es una fruta negra que el cielo muerde. Y por la vastedad del vacío van ciegas las nubes de la tarde, como barcas perdidas que escondieran estrellas rotas en sus bodegas. Y la muerte del mundo cae sobre mi vida. Pablo Neruda, 1923
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas hola Anveri! tanto tiempo!Gracias! huerfanos,porque la vida lo quiso y tantas horfandades que deambulan por las almas, huerfanos de cariño, huerfanos de esperanza, huerfanos de sueños.... te diria que la horfandad , es un mal muy generalizado de la humanidad, y mas en estos tiempos, donde a veces la compañia es solitaria. ELEGÍA INTERRUMPIDA Hoy recuerdo a los muertos de mi casa. Al primer muerto nunca lo olvidamos, aunque muera de rayo, tan aprisa que no alcance la cama ni los óleos. Oigo el bastón que duda en un peldaño, el cuerpo que se afianza en un suspiro, la puerta que se abre, el muerto que entra. De una puerta a morir hay poco espacio y apenas queda tiempo de sentarse, alzar la cara, ver la hora y enterarse: las ocho y cuarto. Hoy recuerdo a los muertos de mi casa. La que murió noche tras noche y era una larga despedida, un tren que nunca parte, su agonía. Codicia de la boca al hilo de un suspiro suspendida, ojos que no se cierran y hacen señas y vagan de la lámpara a mis ojos, fija mirada que se abraza a otra, ajena, que se asfixia en el abrazo y al fin se escapa y ve desde la orilla cómo se hunde y pierde cuerpo el alma y no encuentra unos ojos a que asirse... ¿Y me invitó a morir esa mirada? Quizá morimos sólo porque nadie quiere morirse con nosotros, nadie quiere mirarnos a los ojos. Hoy recuerdo a los muertos de mi casa. Al que se fue por unas horas y nadie sabe en qué silencio entró. De sobremesa, cada noche, la pausa sin color que da al vacío o la frase sin fin que cuelga a medias del hilo de la araña del silencio abren un corredor para el que vuelve: suenan sus pasos, sube, se detiene... Y alguien entre nosotros se levanta y cierra bien la puerta. Pero él, allá del otro lado, insiste. Acecha en cada hueco, en los repliegues, vaga entre los bostezos, las afueras. Aunque cerremos puertas, él insiste. Hoy recuerdo a los muertos de mi casa. Rostros perdidos en mi frente, rostros sin ojos, ojos fijos, vaciados, ¿busco en ellos acaso mi secreto, el dios de sangre que mi sangre mueve, el dios de yelo, el dios que me devora? Su silencio es espejo de mi vida, en mi vida su muerte se prolonga: soy el error final de sus errores. Hoy recuerdo a los muertos de mi casa. El pensamiento disipado, el acto disipado, los nombres esparcidos (lagunas, zonas nulas, hoyos que escarba terca la memoria), la dispersión de los encuentros, el yo, su guiño abstracto, compartido siempre por otro (el mismo) yo, las iras, el deseo y sus máscaras, la víbora enterrada, las lentas erosiones, la espera, el miedo, el acto y su reverso: en mí se obstinan, piden comer el pan, la fruta, el cuerpo, beber el agua que les fue negada. Pero no hay agua ya, todo está seco, no sabe el pan, la fruta amarga, amor domesticado, masticado, en jaulas de barrotes invisibles mono onanista y perra amaestrada, lo que devoras te devora, tu víctima también es tu verdugo. Montón de días muertos, arrugados periódicos, y noches descorchadas y amaneceres, corbata, nudo corredizo: —saluda al sol, araña, no seas rencorosa...— Es un desierto circular el mundo, el cielo está cerrado y el infierno vacío Octavio Paz
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas Debo darte las gracias, porque tú recopilas esas bellas palabras. Y con mucha paciencia y esperanza