Re: ... de poetas, cuentos y leyendas El Fantasma de la Opera Gastón Leroux No tuvo que esperar mucho. La doncella volvió y lo introdujo en un saloncito bastante oscuro y sobriamente amueblado, donde los dos retratos, el del profesor Valérius y el del viejo Daaé, se encontraban frente a frente. -La señora le ruega que la disculpe -dijo la doncella-. No podrá recibirle más que en su habitación, porque sus pobres piernas ya no la sostienen. Cinco minutos después, Raoul era introducido en una habitación a oscuras, donde descubrió inmediatamente, en la penumbra de una alcoba, a la bondadosa figura de la bienhechora de Christine. Ahora los cabellos de la señora Valérius eran completamente blancos, pero sus ojos no habían envejecido. Por el contrario, su mira-da nunca había sido tan clara, ni tan pura, ni tan infantil. -¡Señor de Chagny! -exclamó alegremente, mientras tendía ambas manos al visitante-. ¡Ah!, ¡el Cielo es quien le envía!... Vamos a poder hablar de ella. Esta última frase sonó lúgubre en los oídos del joven. Preguntó en seguida: -Señora..., ¿dónde está Christine? Y la anciana señora le contestó con toda tranquilidad: -¡Pues está con su «genio bienhechor»? -¿Qué genio bienhechor? -exclamó el pobre Raoul. -¡Pues el Ángel de la música! Consternado, el vizconde de Chagny se dejó caer en una silla. Christine estaba de verdad con el Ángel de la música. Y mamá Valérius, en su lecho, le sonreía poniéndole un dedo en la boca para recomendarle silencio. Añadió: -¡No debe decirlo a nadie! -Puede usted confiar en mí -contestó Raoul sin saber muy bien qué decía, ya que sus ideas acerca de Christine, ya muy confusas, se enturbiaban cada vez más y parecía que todo comenzaba a girar a su alrededor, alrededor de la habitación, alrededor de aquella extraordinaria mujer de cabellos blancos, de ojos de cielo azul pálido, con sus ojos de cielo vacío-... Puede usted confiar en mí... -¡Lo sé, lo sé! -dijo la mujer con una risa alegre- Pero, acérquese a mí como cuando era pequeño. Deme las manos como cuando me contaba la historia de la pequeña Lotte que le había contado el señor Daaé.Ya sabe que le quiero mucho, Raoul, ¡y Christine también le quiere mucho! Me quiere mucho... -suspiró el joven que ordenaba con dificultad sus pensamientos en torno al genio de la señora Valérius, al Ángel del que tan extrañamente le había hablado Christine, a la calavera que había vislumbrado, como en una especie de pesadilla, en las escaleras del altar mayor de Perros, y también al fantasma de la Ópera, cuyo renombre había alcanzado sus oídos un día en que se había detenido en el escenario a unos pocos pasos de un grupo de tramoyistas que reconstruían la descripción cadavérica que había hecho antes de su misterioso fin el ahorcado Joseph Buquet... Preguntó en voz baja: -¿Señora, qué le hace pensar que Christine me quiere mucho? -¡Ella me hablaba de usted cada día! -¿De veras?... ¿Y qué le decía? -Me dijo que usted le había declarado su amor... Y la anciana comenzó a reír a carcajadas, enseñando todos los dientes, que había conservado celosamente. Raoul se levantó, con la frente enrojecida y sufriendo atrozmente. -¿Adónde va?... ¿Quiere hacer el favor de sentarse?... ¿Cree que puede dejarme como si nada?... Está usted molesto porque me he reído.
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas FÁBULAS DE ESOPO El águila, el cuervo y el pastor Lanzándose desde una cima, un águila arrebató a un corderito. La vio un cuervo y tratando de imitar al águila, se lanzó sobre un carnero, pero con tan mal conocimiento en el arte que sus garras se enredaron en la lana, y batiendo al máximo sus alas no logró soltarse. Viendo el pastor lo que sucedía, cogió al cuervo, y cortando las puntas de sus alas, se lo llevó a sus niños. Le preguntaron sus hijos acerca de que clase de ave era aquella, y les dijo: - Para mí, sólo es un cuervo; pero él, se cree águila. Pon tu esfuerzo y dedicación en lo que realmente estás preparado, no en lo que no te corresponde.
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas FÁBULAS DE ESOPO El águila y el escarabajoEstaba una liebre siendo perseguida por un águila, y viéndose perdida pidió ayuda a un escarabajo, suplicándole que le salvara. Le pidió el escarabajo al águila que perdonara a su amiga. Pero el águila, despreciando la insignificancia del escarabajo, devoró a la liebre en su presencia. Desde entonces, buscando vengarse, el escarabajo observaba los lugares donde el águila ponía sus huevos, y haciéndolos rodar, los tiraba a tierra. Viéndose el águila echada del lugar a donde quiera que fuera, recurrió a Zeus pidiéndole un lugar seguro para depositar sus futuros pequeñuelos. Le ofreció Zeus colocarlos en su regazo, pero el escarabajo, viendo la táctica escapatoria, hizo una bolita de barro, voló y la dejó caer sobre el regazo de Zeus. Se levantó entonces Zeus para sacudirse aquella suciedad, y tiró por tierra los huevos sin darse cuenta. Por eso desde entonces, las águilas no ponen huevos en la época en que salen a volar los escarabajos. Nunca desprecies lo que parece insignificante, pues no hay ser tan débil que no pueda alcanzarte.
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas FABULAS DE ESOPO El águila de ala cortada y la zorraCierto día un hombre capturó a un águila, le cortó sus alas y la soltó en el corral junto con todas sus gallinas. Apenada, el águila, quien fuera poderosa, bajaba la cabeza y pasaba sin comer: se sentía como una reina encarcelada. Pasó otro hombre que la vio, le gustó y decidió comprarla. Le arrancó las plumas cortadas y se las hizo crecer de nuevo. Repuesta el águila de sus alas, alzó vuelo, apresó a una liebre para llevársela en agradecimiento a su liberador. La vio una zorra y maliciosamente la mal aconsejaba diciéndole: --No le lleves la liebre al que te liberó, sino al que te capturó; pues el que te liberó ya es bueno sin más estímulo. Procura más bien ablandar al otro, no vaya a atraparte de nuevo y te arranque completamente las alas.- Siempre corresponde generosamente con tus bienhechores, y por prudencia mantente alejado de los malvados que insinúan hacer lo incorrecto.
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas El Fantasma de la Opera Gastón Leroux Le pido perdón... Después de todo, no es culpa suya lo que ha ocurrido... Usted no sabía... Es joven... y creía que Christine era libre. -¿Christine está comprometida? -preguntó con voz ahogada el desgraciado Raoul. -¡No, claro que no! ¡Claro que no!... sabe muy bien, que Christine, aunque lo quisiera, no puede casarse... -¿Qué? No sé nada de eso... ¿Por qué Christine no puede casarse? -Pues por el genio de la música!... -¿Cómo? -¡Sí, ¡él se lo prohibe! -¿Se lo prohíbe?... ¿El gran genio de la música le prohíbe casarse? Raoul se inclinaba hacia la señora Valérius con la mandíbula en alto, como para morderla. No la hubiera mirado con ojos más feroces si hubiera tenido deseos de devorarla. Hay momentos en los que la excesiva inocencia parece tan monstruosa que se vuelve odiosa. Raoul veía la señora Valérius como una persona demasiado ino-cente. Ella no se inmutó pese a la dura mirada que caía sobre ella. Volvió a empezar de la forma más natural: -¡Oh! Se lo prohíbe... sin prohibírselo... Simplemente le dice que, si se casara, no volvería a oírlo. ¡Eso es todo!... ¡Y que él se marcharía para siempre!... Entonces, como puede comprender perfectamente, ella no quiere dejar que el genio de la música se marche. ¡Es lo más natural! -¡Sí, sí! -asintió Raoul débilmente-. ¡Es lo más natural! -Además, creía que Christine le había hablado de todo esto cuando se encontró con usted en Perros, adonde había ido con su «genio bienhechor». -¡Ah!, ¿conque había ido a Perros con el «genio bienhechor? -Quiero decir que él había concertado con ella una cita en el cementerio de Perros, sobre la tumba del señor Daaé. Le había prometido tocarle la Resurrección de Lázaro en el violín de su padre. Raoul de Chagny se levantó y pronunció estas palabras decisivas con gran autoridad: -Señora, ¡va a decirme ahora mismo dónde vive ese genio! La buena mujer no pareció sorprenderse en lo más mínimo de esta pregunta indiscreta. Alzó los ojos y contestó: -¡En el cielo! Semejante candor lo confundió. La simple y completa fe en un genio que bajaba del cielo todas las noches para frecuentar los camerinos de las artistas en la Opera, lo dejó perplejo. Se daba cuenta ahora del estado en el que podía encontrarse una joven educada por un músico de pueblo supersticioso y una buena mujer «iluminada», y gimió al pensar en todo aquello. -¿Christine sigue siendo una mujer honesta? -preguntó de pronto, sin poder impedir que brotara de su boca. -¡Puedo jurarlo por la gloria de mí alma! -exclamó la vieja que, esta vez, pareció ofenderse-..., y si duda de ello, señor, no sé qué ha venido a hacer aquí. Raoul manoseaba nerviosamente sus guantes. -¿Cuánto hace que conoce a ese «genio»? -¡Hace unos tres meses!... Sí, hace ya tres meses que empezó a darle lecciones.
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas PALABRAS SERENAS Ya en la mitad de mis días espigo esta verdad con frescura de flor: la vida es oro y dulzura de trigo, es breve el odio e inmenso el amor. Mudemos ya por el verso sonriente aquel listado de sangre con hiel. Abren violetas divinas, y el viento desprende al valle un aliento de miel. Ahora no sólo comprendo al que reza; ahora comprendo al que rompe a cantar. La sed es larga, la cuesta es aviesa; pero en un lirio se enreda el mirar. Grávidos van nuestros ojos de llanto y un arroyuelo nos hace sonreír; por una alondra que erige su canto nos olvidamos que es duro morir. No hay nada ya que mis carnes taladre. Con el amor acabóse el hervir. Aún me apacienta el mirar de mi madre. ¡Siento que Dios me va haciendo dormir! Gabriela Mistral
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas Palabras? ya sé, palabras, No me las puedes decir; Pero mirarme sí puedes:— ¡Basta para vivir! José Martí
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas PARÁBOLAS I Era un niño que soñaba un caballo de cartón. Abrió los ojos el niño y el caballito no vio. Con un caballito blanco el niño volvió a soñar; y por la crin lo cogía... ¡Ahora no te escaparás! Apenas lo hubo cogido, el niño se despertó. Tenía el puño cerrado. ¡El caballito voló! Quedóse el niño muy serio pensando que no es verdad un caballito soñado. Y ya no volvió a soñar. Pero el niño se hizo mozo y el mozo tuvo un amor, y a su amada le decía: ¿Tú eres de verdad o no? Cuando el mozo se hizo viejo pensaba: Todo es soñar, el caballito soñado y el caballo de verdad. Y cuando vino la muerte, el viejo a su corazón preguntaba: ¿Tú eres sueño? ¡Quién sabe si despertó! II A D. Vicente Ciurana. Sobre la limpia arena, en el tartesio llano por donde acaba España y sigue el mar, hay dos hombres que apoyan la cabeza en la mano; uno duerme, y el otro parece meditar. El uno, en la mañana de tibia primavera, junto a la mar tranquila, ha puesto entre sus ojos y el mar que reverbera, los párpados, que borran el mar en la pupila. Y se ha dormido, y sueña con el pastor Proteo, que sabe los rebaños del marino guardar; y sueña que le llaman las hijas de Nereo, y ha oído a los caballos de Poseidón hablar. El otro mira al agua. Su pensamiento flota: hijo del mar, navega —o se pone a volar— Su pensamiento tiene un vuelo de gaviota, que ha visto un pez de plata en el agua saltar. Y piensa: «Es esta vida una ilusión marina de un pescador que un día ya no puede pescar». El soñador ha visto que el mar se le ilumina, y sueña que es la muerte una ilusión del mar. III Érase de un marinero que hizo un jardín junto al mar, y se metió a jardinero. Estaba el jardín en flor, y el jardinero se fue por esos mares de Dios. IV CONSEJOS Sabe esperar, aguarda que la marea fluya —así en la costa un barco— sin que al partir te inquiete. Todo el que aguarda sabe que la victoria es suya; porque la vida es larga y el arte es un juguete. Y si la vida es corta y no llega la mar a tu galera, aguarda sin partir y siempre espera, que el arte es largo y, además, no importa. V PROFESIÓN DE FE Dios no es el mar, está en el mar, riela como luna en el agua, o aparece como una blanca vela; en el mar se despierta o se adormece. Creó la mar, y nace de la mar cual la nube y la tormenta; es el Criador y la criatura lo hace; su aliento es alma, y por el alma alienta. Yo he de hacerte, mi Dios, cual tú me hiciste, y para darte el alma que me diste en mí te he de crear. Que el puro río de caridad que fluye eternamente, fluya en mi corazón. ¡Seca, Dios mío, de una fe sin amor la turbia fuente! VI El Dios que todos llevamos, el Dios que todos hacemos, el Dios que todos buscamos y que nunca encontraremos. Tres dioses o tres personas del solo Dios verdadero. VII Dice la razón: Busquemos la verdad. Y el corazón: Vanidad. La verdad ya la tenemos. La razón: ¡Ay, quién alcanza la verdad! El corazón: Vanidad. La verdad es la esperanza. Dice la razón: Tú mientes. Y contesta el corazón: Quien miente eres tú, razón. que dices lo que no sientes. La razón: Jamás podremos entendernos, corazón. El corazón: Lo veremos. VIII Cabeza meditadora, ¡qué lejos se oye el zumbido de la abeja libadora! Echaste un velo de sombra sobre el bello mundo y vas creyendo ver, porque mides la sombra con un compás. Mientras la abeja fabrica, melifica, con jugo de campo y sol, yo voy echando verdades que nada son, vanidades al fondo de mi crisol. De la mar al percepto, del percepto al concepto, del concepto a la idea —¡oh, la linda tarea!—, de la idea a la mar, ¡Y otra vez a empezar! Antonio Machado
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas El Fantasma de la Opera Gastón Leroux El vizconde extendió los brazos con gesto amplio y desesperado, y luego los dejó caer con abatimiento. -¿El genio le da lecciones? ¿Dónde? -Ahora que se ha marchado con él, no sabría decírselo, pero hace quince días era en el camerino de Christine. Aquí sería imposible. Es un piso demasiado pequeño. La casa entera les oiría. Mientras que en la ópera, a las ocho de la mañana, no hay nadie. ¡No molestan! ¿Comprende?... -Comprendo, comprendo -exclamó el vizconde, abandonando tan de improviso a la anciana, que ésta se preguntó a sí misma si el vizconde no estaría un poco chiflado. Al atravesar el salón, Raoul se encontró frente a la doncella y, por un instante, tuvo la intención de interrogarla, pero creyó sorprender una ligera sonrisa en sus labios. Pensó que se burlaba de él. Huyó. ¿Acaso no sabía ya suficiente?... Había querido informarse. ¿Qué más podía desear?... Alcanzó el domicilio de su hermano a pie, en un estado lamentable... Hubiera querido castigarse, golpearse la frente contra las paredes. ¡Haber creído en tanta inocencia, en tanta pureza¡ ¡Haber intentado, por un momento, explicarlo todo con ingenuidad, con sencillez de espíritu, con inmaculado candor! ¡El genio de la música! ¡Ahora ya lo conocía! ¡Lo veía! ¡Debía tratarse, sin duda alguna, de algún tenorcillo buen mozo que cantaba con sentimiento! ¡Ah, qué miserable, pequeño, insignificante y necio joven es el vizconde de Chagny!, pensaba enfurecido Raoul.Y ella, ¡qué criatura tan audaz y satánicamente astuta! De todas formas, esta carrera por las calles le había hecho bien, refrescado un poco las ideas alocadas que le rondaban por la cabeza. Cuando entró en su habitación, pensaba tan sólo en tumbarse en la cama para ahogar sus sollozos. Pero su hermano estaba allí y Raoul se dejó en sus brazos como un bebé. Paternalmente, el conde lo consoló sin pedirle explicaciones. Por otra parte, Raoul hubiera dudado en contarle la historia del genio de la música. Si hay cosas de las que uno no se vanagloria, hay otras en las que se sufre demasiada humillación al ser compadecido. El conde llevó a su hermano a cenar a un cabaret. Sumido en un estado tal de desesperación, es probable que Raoul hubiera declinado toda invitación, si el conde, para decidirle, no le hubiera informado que la noche anterior, en el camino del Bois13, la dama de su pensamiento había sido vista en galante compañía. En un principio, el vizconde se negó a creerlo, pero luego los detalles fueron tan concretos que ya no protestó. A fin de cuentas, ¿no se trataba de la aventura más trivial del mundo? Se la había visto en un cupé con los cristales bajados. Ella parecía aspirar profundamente el aire helado de la noche. Había un maravilloso claro de luna. La habían reconocido perfectamente. En cuanto a su acompañante, tan sólo habían distinguido una vaga silueta en la sombra. El carruaje iba al paso por un camino desierto detrás de las tribunas de Longchamp14. Raoul se vistió con frenesí, dispuesto ya, para olvidar su tristeza, a lanzarse, como vulgarmente se dice, en los «torbellinos del placer». Pero, ¡ay!, fue más bien un triste comensal y, tras dejar en cuanto pudo al conde, se encontró hacia las diez de la noche en un coche de alquiler detrás de las tribunas de Longchamp. Hacía un frío de perros. La carretera parecía desierta y muy iluminada bajo la luna. Dio al cochero la orden de esperarle pacientemente en un rincón de una pequeña avenida adyacente y lo más disimuladamente posible comenzó a caminar.
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas http://www.infojardin.com/foro/showpost.php?p=3202261&postcount=1535 En Cotlliure (Joan Manuel Serrat) Soplaban vientos del sur y el hombre emprendió viaje. Su orgullo, un poco de fe y un regusto amargo fue su equipaje. Miró hacia atrás y no vio más que cadáveres sobre unos campos sin color. Su jardín sin una flor y sus bosques sin un roble. Y viejo, y cansado, a orillas del mar bebióse sorbo a sorbo su pasado. Profeta ni mártir quiso Antonio ser. Y un poco de todo lo fue sin querer. Una gruesa losa gris vela el sueño del hermano. La yerba crece a sus pies y le da sombra un ciprés en verano. El jarrón que alguien llenó de flores artificiales, unos versos y un clavel y unas ramas de laurel son las prendas personales, del viejo, y cansado, que a orillas del mar bebióse sorbo a sorbo su pasado. Profeta ni mártir quiso Antonio ser. Y un poco de todo lo fue sin querer.
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas Ausencia en todo veo: tus ojos la reflejan. Ausencia en todo escucho: tu voz a tiempo suena. Ausencia en todo aspiro: tu aliento huele a hierba. Ausencia en todo toco: tu cuerpo se despuebla. Ausencia en todo pruebo: tu boca me destierra. Ausencia en todo siento: ausencia, ausencia, ausencia. Miguel Hernández
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas El corazón es agua que se acaricia y canta. El corazón es puerta que se abre y se cierra. El corazón es agua que se remueve, arrolla, se arremolina, mata. Miguel Hernández
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas "Viu cada dia com si fós l'últim, algun dia encertaràs". J.M.Serrat (Vive cada día como si fuese el último, algún día acertaras. J.M.Serrat) Joan Manuel Serrat Hoy puede ser un gran día (Joan Manuel Serrat) Hoy puede ser un gran día, plantéatelo así, aprovecharlo o que pase de largo, depende en parte de ti. Dale el día libre a la experiencia para comenzar, y recíbelo como si fuera fiesta de guardar. No consientas que se esfume, asómate y consume la vida a granel. Hoy puede ser un gran día, duro con él. Hoy puede ser un gran día donde todo está por descubrir, si lo empleas como el último que te toca vivir. Saca de paseo a tus instintos y ventílalos al sol y no dosifiques los placeres; si puedes, derróchalos. Si la rutina te aplasta, dile que ya basta de mediocridad. Hoy puede ser un gran día date una oportunidad. Hoy puede ser un gran día imposible de recuperar, un ejemplar único, no lo dejes escapar. Que todo cuanto te rodea lo han puesto para ti. No lo mires desde la ventana y siéntate al festín. Pelea por lo que quieres y no desesperes si algo no anda bien. Hoy puede ser un gran día y mañana también. Hoy puede ser un gran día duro, duro, duro con él.
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas El Fantasma de la Opera Gastón Leroux No hacía aún media hora que estaba dedicándose a este sano ejercicio, cuando un carruaje, que venía de París, giró al final de la carretera y, tranquilamente, al paso de su caballo se dirigió hacia donde Raoul estaba. Pensó inmediatamente: ¡es ella! Y su corazón comenzó a latir con golpes sordos, como los que ya había en su pecho cuando oyó la voz de hombre detrás de la puerta del camerino... ¡Dios mío, cuánto la amaba! El carruaje seguía avanzando. Él permanecía inmóvil. ¡Esperaba!... ¡Si se trataba de ella, estaba decidido a saltar a la cabeza de los caballos! Costara lo que costara, quería tener una conversación con el Ángel de la música... Algunos pasos más y el cupé iba a pasar frente a él. No dudaba en absoluto de que fuera ella... Una mujer, en efecto, asomaba su cabeza por la ventanilla. Y, de repente, la luna la iluminó con una pálida aureola. -¡Christine! El sagrado nombre de su amor le brotó de los labios y del corazón. ¡No pudo retenerlo!... Dio un salto para retenerlo, ya que aquel nombre, arrojado a la cara de la noche había sido como la señal esperada de una embestida furiosa del carruaje, que pasó ante él sin que tuviera para poner en ejecución su proyecto. El cristal de la puerta había vuelto a cerrarse. La silueta de la joven había desaparecido. Y el cupé, tras el que corría, no era ya más que un punto negro sobre la carretera blanca. Siguió llamándola: Christine: ¡Christine!... Nadie le contestó. Se detuvo en medio del silencio. Lanzó una mirada desesperada al cielo, a las estrellas; golpeó con el puño su pecho inflamado. ¡La amaba y no era correspondido! Con la vista nublada observó aquella carretera desolada y fría, la noche pálida y muerta. No había nada más frío, nada más muerto que su corazón. ¡Había amado a un ángel y despreciaba a una mujer! ¡Cómo se ha reído de ti, Raoul, la pequeña hada del Norte! ¿No ves que resulta inútil tener una mejilla tan fresca, una frente tan tímida y dispuesta siempre a cubrirse de un velo rosa de pudor, si luego se pasea en la noche solitaria, en el interior de un cupé de lujo, en compañía de un misterioso amante? ¿No tendrían que haber limites sagrados para la hipocresía y la mentira? ¿Acaso deben tenerse los ojos claros de la infancia cuando se tiene el alma de una cortesana? ... Ella había pasado de largo sin contestar a su llamada... Pero también, ¿por qué había tenido él que cruzarse en su camino? ¿Con qué derecho había alzado de repente el reproche de su presencia ante ella, que no le pedía nada más que el olvido? -¡Vete!... ¡Desaparece!... ¡No cuentas!... ¡Pensaba en morir y tenía veinte años!... Su criado le sorprendió por la mañana sentado en la cama. No se había desnudado y el criado temió alguna desgracia al verlo, tal era la desolación de su rostro. Raoul le arrancó de las manos el correo que le traía. Había reconocido una carta, un papel, una letra. Christine le decía: Amigo mío, no falte pasado mañana a media noche al baile de máscaras de la ópera, a medianoche, al saloncito que está detrás de la chimenea del gran foyer; espéreme de pie cerca de la puerta que conduce a la Rotonda. No hable de esta cita con nadie. Póngase un dominó blanco, bien enmascarado. Si alguien lo reconoce, puede costarme la vida. Christine.
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas CANCIÓN NOCTURNA A los pies de tu cama, como un perro, se echó mi corazón. Noche tras noche gime calladamente su reproche y sufre injustamente su destierro. Allí está. Nada importa que lo aparte tu pie pequeño y cruel. Allí, en la sombra, calla el grito de amor con que te nombra, para no despertarte. Noche tras noche, hasta que llega el día, gime un reproche y sufre su destierro. Tú no lo sabes, —nadie lo sabría. Y a los pies de tu cama, como un perro, mi corazón espera todavía. José Ángel Buesa