Poemas, cuentos y leyendas

Tema en 'Temas de interés (no de plantas)' comenzado por mai^a, 27/2/08.

  1. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    EL BURRO FLAUTISTA

    Esta fabulilla,
    salga bien o mal,
    me ha ocurrido ahora
    por casualidad.
    Cerca de unos prados
    que hay en mi lugar,
    pasaba un borrico
    por casualidad.
    Una flauta en ellos
    halló, que un zagal
    se dejó olvidada
    por casualidad.
    Acercóse a olerla
    el dicho animal,
    y dio un resoplido
    por casualidad.
    En la flauta el aire
    se hubo de colar,
    y sonó la flauta
    por casualidad.
    «¡Oh!», dijo el borrico,
    «¡qué bien sé tocar!
    ¡y dirán que es mala
    la música asnal!».
    Sin reglas del arte,
    borriquitos hay
    que una vez aciertan
    por casualidad.



    Sin reglas del arte, el que en algo acierta es por casualidad.


    Tomás de Iriarte
     
  2. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    EL TÉ Y LA SALVIA

    El té, viniendo del imperio chino,
    se encontró con la salvia en el camino.
    Ella le dijo: «Adónde vas, compadre?»
    «A Europa voy, comadre,
    donde sé que me compran a buen precio».
    «Yo», respondió la salvia, «voy a China,
    que allá con sumo aprecio
    me reciben por gusto y medicina.
    En Europa me tratan de salvaje,
    y jamás he podido hacer fortuna.
    Anda con Dios. No perderás el viaje,
    pues no hay nación alguna
    que a todo lo extranjero
    no dé con gusto aplausos y dinero».
    La salvia me perdone,
    que al comercio su máxima se opone.
    Si hablase del comercio literario,
    yo no defendería lo contrario,
    porque en él para algunos es un vicio
    lo que es en general un beneficio;
    y español que tal vez recitaría
    quinientos versos de Boileau y el Tasso,
    puede ser que no sepa todavía
    en qué lenguas los hizo Garcilaso.



    Algunos sólo aprecian la literatura extranjera y no tienen la menor noticia de la de su nación.


    Tomás de Iriarte
     
  3. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    El Fantasma de la Opera
    Gastón Leroux
    -Las cosas habían sido acordadas así... recuerde también que aquellas horas las pasé con usted, Raoul..., con peligro para los ambos... -Durante aquellas horas dudé de que me amase. -¿Aún lo duda, Raoul?... Sepa entonces que cada uno de mis viajes al lado de Erik ha aumentado mi horror hacia él, ya que cada uno de estos viajes, en lugar de calmarlo como yo esperaba, le vuelven aún más loco de amor... ¡y tengo miedo ¡Tengo miedo! ¡Tengo miedo! -Tiene miedo... Pero, ¿me ama?... Si Erik no fuera como es, ¿me amaría, Christine? -¡Desventurado! ¿Por qué tentar al destino? ¿Para qué preguntarme cosas que he ocultado en el fondo de mi conciencia como un pecado? Se levantó a su vez, rodeó la cabeza del joven con sus bellos brazos y le dijo: -¡Oh, mi prometido de un día! Si no le amase no le ofrecería mis labios, por primera y última vez. Él los tomó, pero la oscuridad que les rodeaba se desgarró de tal manera que huyeron como si se acercara una tormenta, y sus ojos, en los que habitaba el temor de Erik, les reveló, antes de desaparecer en el fondo de los tejados, allá arriba, por encima de ellos, ¡un inmenso pájaro nocturno que les miraba con sus ojos de brasa, y que parecía aferrado a las cuerdas de la lira de Apolo!
    XIV UN GOLPE GENIAL DEL MAESTRO EN TRAMPILLAS

    Raoul y Christine corrieron, corrieron. Ahora huían del tejado donde se encontraban los ojos de brasa, que sólo se ven en lo más profundo de la noche; y no se detuvieron hasta llegar al octavo piso. Aquella noche no había función y los pasillos de la ópera estaban desiertos. De pronto, una extraña silueta surgió ante los jóvenes, cortándoles el paso. -¡No! Por aquí no! Y la silueta les indicó otro pasillo por el cual podían llegar entre los bastidores. Raoul quería detenerse, pedir explicaciones. -¡Vamos, vamos, aprisa! -ordenó aquella sombra vaga oculta en una especie de capa y cubierta con un bonete puntiagudo. Pero ya Christine arrastraba a Raoul y le obligaba a seguir corriendo: -¿Pero quién es? ¿Quién es ése? -preguntaba el joven. -¡Es el Persa!... - contestaba Christine: -¿Qué hace aquí? -Nadie sabe nada de él... ¡Está siempre en la ópera! -Lo que usted me obliga a hacer, Christine, es una cobardía -dijo Raoul, que estaba muy alterado-. Me hace huir. Es la primera vez en mi vida. -¡Bah! -contestó Christine que empezaba a calmarse-. Creo que hemos huido de la sombra de nuestra imaginación. -Si de verdad hemos visto a Erik, debería haberlo clavado a la lira de Apolo, como se clava a la lechuza en las tapias de nuestras granjas bretonas, y ya no hubiéramos tenido que ocupamos de él. -Mi buen Raoul, primero habría tenido que subir a la lira de Apolo, y no es cosa fácil. -Sin embargo, los ojos de brasa estaban allí. -¡Bueno! Ya está usted como yo, dispuesto a verlo en todas partes, pero si se reflexiona, uno se dice: lo que he tomado por ojos de brasa no eran más que los clavos de oro de dos estrellas que contemplaban la ciudad a través de las cuerdas de la lira. Y Christine bajó un piso más, seguida por Raoul. -Ya que está decidida del todo a partir, Christine -dijo el joven-, vuelvo a insistir que valdría más huir ahora mismo. ¿Por qué esperar a mañana? ¡Quizá nos haya oído esta noche!... -¡Imposible, imposible! Trabaja, repito, en su Don Juan Triunfante, y no se ocupa de nosotros. -Está usted tan poco convencida que no deja de mirar hacia atrás. -Vamos a mi camerino. -Vámonos mejor fuera de la ópera. -Jamás hasta el momento de huir! Nos expondríamos a alguna desgracia si no cumplo mi palabra. Le prometí no vernos más que aquí. -Es un consuelo para mí que le permita esto. ¿Sabe -dijo Raoul con amargura- que has sido usted pero que muy audaz permitiéndome el juego del noviazgo? -Pero, querido, él está al corriente. Me dijo: «Confío en ti, Christine. El señor de Chagny está enamorado de ti y debe irse. Antes de que se vaya, ¡que sea tan desventurado como yo!... -¿Y qué significa eso, por favor? -Soy yo la que debería preguntárselo, Raoul. ¿Se es desgraciado cuando se ama? -Sí, Christine. Cuando se ama y no se sabe si se es amado. -¿Dices eso por Erik? -Por mí y por Erik -dijo el joven meneando al cabeza con aire pensativo y desolado. Llegaron al camerino de Christine. -¿Por qué se cree más segura en este camerino que en el teatro? -preguntó Raoul-. Si le oye usted a través de los muros, también él puede oírnos. -¡No! Me ha dado su palabra de no ponerse tras las paredes de mi camerino, y yo creo en la palabra de Erik. Mi camerino y mi habitación, en la mansión del lago, son míos, exclusivamente míos, y sagrados para él. -¿Cómo pudo abandonar usted este camerino para ir a parar a un corredor oscuro, Christine? ¿Quiere que intentemos repetir sus pasos? -Es peligroso, amigo mío, porque el espejo podría llevarme otra vez y, en lugar de huir, me vería obligada a ir hasta el final del pasadizo secreto que conduce a las orillas del lago y desde allí llamar a Erik. -¿La oiría? -Por donde quiera que llame a Erik, Erik me oirá... Él fue quien me lo dijo. Es un genio muy especial. No hay que creer, Raoul, que se trata simplemente de un hombre que le divierte vivir bajo tierra. Hace cosas que ningún otro hombre podría hacer. Sabe cosas que el mundo viviente ignora. -Tenga cuidado, Christine, está construyendo usted a un fantasma. -No, no es un fantasma. Es un hombre del cielo y de la tierra. Eso es todo. -¡Un hombre del cielo y de la tierra... eso es todo!... ¡Que forma de hablar!...
     
  4. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    Mai, te deseo que pases un muy feliz cumpleaños, que tu día sea pleno de alegrías y que tu vida siempre este llena
    de sol! Te quiero muchisimo amiga!!! :beso: :beso:

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  5. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas


    .

    Amigo
    Soneto 1
    Autor: Fray Alejandro R. Ferreirós

    Hoy le canto a Dios agradecido
    porque alumbró el camino de mi vida
    con su presencia cálida y querida
    en el amor cercano de un amigo.

    Bálsamo de sentirme comprendido
    confidencia de ilusiones y secretos
    una ayuda fiel en los aprietos
    y el abrigo cándido y sentido.

    La palabra justa y anhelada
    si dudaba en los cruces de caminos
    o como peregrino me cansaba...

    la mano que, tendida, me apretaba
    compartiendo esperanzas y destino
    y en el peregrinar me acompañaba


    Amigo , Soneto 2

    Autor: Fray Alejandro R. Ferreirós

    Amigo es palabra de victoria
    que rompe soledades y me arranca
    del pozo de la angustia y me levanta
    para emprender con él la trayectoria.

    La vida que se imprime en la memoria
    y se dona, gratuita, en la mirada
    libera del abismo de la nada
    y perfuma quemándose en mi historia.

    El incienso en quien subo al cielo abierto
    el infinito mirándome a los ojos
    el día en que a la vida me despierto...

    resucitando en medio del despojo,
    alabando a Dios porque lo encuentro
    en el bálsamo suave de su rostro



     
  6. Anveri

    Anveri Fanática de nativas -aves

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    :happy:


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    Hay que esperar a que vuelva a escribir.

    ;) ;) ;)
     
  7. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    El Fantasma de la Opera
    Gastón Leroux
    ¿Sigue decidida a huir de él? -Sí, mañana. -¿Quiere que le diga por qué querría que huyamos esta noche? -Dígame, Raoul. Porque mañana ya no estará decidida a nada! -En ese caso, Raoul, me llevará usted a pesar mío... ¿Queda claro? -Aquí, pues, mañana por la noche. A las doce estaré en su camerino. Pase lo que pase, yo cumpliré mi promesa dijo el joven con aire sombrío-. ¿Ha dicho usted que después de la representación debe ir a esperarla en el comedor del lago? -En efecto, es allí donde me ha citado. -¿Y cómo podrá llegar hasta él, si no sabe salir del camerino «por el espejo»? -Pues, encaminándome directamente hacia la orilla del lago. -¿A través de todos los subterráneos? ¿Por las escaleras y los corredores en los que están los tramoyistas y las gentes de, servicio? ¿Cómo se las arreglaría para conservar el secreto de semejante viaje? Todo el mundo seguiría a Christine Daaé y llegaría al lago acompañada de una multitud. Christine sacó de un cofrecillo una enorme llave y se la enseñó a Raoul. -¿Qué es? -preguntó él. -Es la llave de la verja del subterráneo de la calle Scribe. -Entiendo, Christine, conduce directamente al lago. Por favor, deme esa nave. -Jamás! -contestó ella con energía-. ¡Sería una traición! De repente, Raoul vio cómo Christine cambiaba de color. Una palidez mortal cubrió sus rasgos. -¡Oh, Dios mío! -exclamó-... ¡Erik, Erik!, tenga piedad de mí. -¡Calle! -ordenó Raoul-. ¿No me ha dicho usted que podía oírla? Pero la cantante se retorcía los dedos, mientras repetía en tono cada vez más extraviado: -¡Oh, Dios mío! ¡Dios mío! -¿Pero, ¿qué pasa? ¿Qué ocurre? -imploró el joven. -El anillo. -¿Qué anillo? Por favor, Christine, tranquilícese. -El anillo de oro que me dio. -¿Ah, es Erik quien le dio el anillo de oro? -¡Lo sabe usted de sobras, Raoul! Pero lo que no sabe es lo que me dijo al dármelo: «Te devuelvo la libertad, Christine, pero a condición de que este anillo esté siempre en tu dedo. Mientras lo conserve, estarás a salvo de todo peligro, y Erik será tu amigo. Pero si te separas de él, será tu desgracio, Christine, ya que Erik se vengará»... ¡Amigo mío, el anillo no está ya en mi dedo! ... ¡La desgracia ha caído sobre nosotros! Buscaron en vano el anillo de oro. No lo encontraron. La joven no se calmaba. -Fue mientras le he dado ese beso, bajo la lira de Apolo -intentó explicar temblando-; el anillo se habrá deslizado de mi dedo y caído a la ciudad. ¿Cómo encontrarlo ahora? ¿Qué desgracia nos amenaza ahora, Raoul? ¡Ah, huyamos! -¡Huyamos en seguida! -volvió a insistir Raoul. Ella dudó. Él creyó por un momento que iba a decir que sí... Pero después sus claras pupilas se turbaron y dijo: -¡No, mañana! Y se alejó precipitadamente, mientras continuaba retorciéndose los dedos como si de aquella manera el anillo fuera a aparecer. En cuanto a Raoul, volvió a su casa muy preocupado por todo lo que había oído., -¡Si no la salvo de las manos de ese charlatán está perdida! ¡Pero la salvaré! -dijo en voz alta en su cuarto, mientras se acostaba. Apagó la lámpara y sintió en la oscuridad la necesidad de insultar a Erik. -¡Farsante!... ¡Farsante!... ¡Farsante!... - gritó tres veces en voz alta. Pero, de repente, se incorporó apoyándose en los codos. Un sudor frío se le pegó a las sienes. Dos ojos, ardientes como brasas, acababan de encenderse al pie de su cama. Le miraban fija, terriblemente, en la noche oscura. Raoul era valiente, sin embargo temblaba. Estiró la mano tanteando, temblorosa, incierta, hacia la mesilla de noche. Al encontrar una caja de cerillas, encendió una. Los ojos desaparecieron. Pensó, sin tranquilizarse en lo más mínimo. «Ella me dijo que sus ojos sólo se veían en la oscuridad. Han desaparecido con la luz, pero él quizás esté aún ahí.» Y se levantó, buscó, pasó prudentemente revista a todas las cosas. Miró debajo de la cama como un niño. Entonces se encontró ridículo. Dijo en voz alta: -¿Qué debo creer? ¿Que no debo creer, con semejante cuento de hadas? ¿Dónde termina lo real y dónde empieza lo fantástico? ¿Qué habrá visto Christine? ¿Qué habrá creído ver? Y añadió estremeciéndose: -Y yo, ¿qué he visto? ¿Habré visto en realidad los ojos de brasa hace un momento? ¿Habrán brillado tan sólo en mi imaginación? ¡No estoy seguro de nada! ¡Mejor no pensar en esos ojos! Se acostó. Volvió a quedar todo oscuro. Los ojos reaparecieron. -¡Oh! -suspiró Raoul. Incorporándose en la cama los miraba también fijamente, con todo el valor de que era capaz. Después de un silencio en el que intentó recuperar toda su serenidad, gritó de repente: -¿Eres tú, Erik? ¡Hombre, genio o fantasma! ¿Eres tú? «Si es él... está en el balcón», pensó. Entonces corrió en pijama hasta un mueblecito y tanteando cogió un revólver. Ya armado, abrió la ventana. La noche era muy fría. Raoul echó una ojeada al balcón desierto y volvió a entrar cerrando la puerta. Se acostó temblando, con el revólver sobre la mesita de noche, al alcance de su mano. Una vez más, apagó la lámpara. Los ojos seguían allí, al pie de la cama. ¿Estaban entre la cama y el cristal de la ventana, o detrás de la ventana, afuera, en el balcón? Eso era todo lo que Raoul quería saber. Quería saber también si aquellos ojos pertenecían a un ser humano... Quería saberlo todo... Entonces, tranquilamente y con frialdad, sin turbar a la noche que le rodeaba, el joven tomó su revólver y apuntó. Apuntó a las dos estrellas de oro que le miraban con aquel curioso resplandor inmóvil. Apuntó un poco más arriba que las dos estrellas. Si aquellas estrellas eran ojos, y si encima de aquellos ojos había una frente, y si Raoul no era demasiado torpe... La detonación rodó con horrible estruendo en la paz de la casa dormida... Y mientras multitud de pasos se afanaban en los pasillos, Raoul, incorporándose en la cama con el brazo tendido, dispuesto a volver a disparar, miraba...
     
  8. Anveri

    Anveri Fanática de nativas -aves

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    :happy:

    Lo extraigo porque está bello.

    Es difícil decir la palabra justa.

    Anita.

    ;) ;) ;)
     
  9. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas


    Si Anveri. es dificil en una palabra condensar una emocion...esa es la capacidad de los grandes poetas...:razz:
     
  10. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    El Fantasma de la Opera
    Gastón Leroux
    Esta vez las dos estrellas habían desaparecido. Luz, criados, el conde Philippe terriblemente inquieto. -¿Qué sucede, Raoul? -Me parece que he soñado -contestó el joven-. He disparado a dos estrellas que me impedían dormir. -¿Divagas?... ¡Te encuentras bien!... Por favor, Raoul, ¿qué ha pasado?... -y el conde se apoderó del revólver. -No, no! No divago... Además, ahora mismo lo sabemos.. Se levantó, se puso una bata y las pantuflas, cogió la luz que un criado le alcanzaba y, abriendo la puerta, salió al balcón. El conde había visto que el cristal de la ventana estaba atravesado por una bala a la altura de un hombre. Raoul se asomaba por el balcón con la lámpara en la mano. -¡Ajá! -exclamó- ¡Sangre, sangre!... Aquí... Allí... Más sangre. ¡Mejor, un fantasma que sangra... es menos peligroso! -susurró mientras reía sarcásticamente. -¡Raoul, Raoul, Raoul! El conde le zarandeaba como si intentara sacar a un sonámbulo de su peligroso sueño. -¡Pero, hermano, no estoy dormido! -protestó Raoul impacientado-. Puedes ver esa sangre. Creía que estaba soñando y que había disparado sobre dos estrellas-. Eran los ojos de Erik, y ésta es su sangre... -súbitamente inquieto, añadió-: ¡Después de todo, quizá he hecho mal en disparar, y Christine es capaz de no perdonármelo!... Nada hubiera ocurrido si hubiera tomado la precaución de correr las cortinas de la ventana en el momento de acostarme. -¡Raoul! ¿Es que te has vuelto loco de repente? ¡Despierta! -¡Otra vez! Harías mejor, hermano mío, ayudándome a encontrar a Erik..., ya que, a fin de cuentas, un fantasma que sangra se puede encontrar... El mayordomo del conde dijo: -Es cierto, señor, que hay sangre en el balcón. Un criado trajo una lámpara a cuya luz pudieron examinar todo. El rastro de sangre seguía la rampa del balón y llegaba hasta un canalón, a lo largo del cual subía. -Amigo mío -dijo el conde-, has disparado a un gato. -Lo malo -exclamó Raoul con una nueva carcajada burlona que sonó dolorosamente en los oídos del conde- es que es muy posible. Con Erik nunca se sabe. ¿Es Erik? ¿Es un gato? ¿Es el fantasma? ¿Es de carne y hueso o sólo una sombra? ¡No, no! ¡Con Erik nunca se sabe! Raoul se aferraba a aquellas frases extrañas que respondían tan íntima y lógicamente a las preocupaciones de su espíritu y que se identificaban a las confidencias, a la vez reales y con apariencia sobrenatural, de Christine Daaé.Y sus frases no contribuyeron poco en persuadir a muchos de que el cerebro del joven no funcionaba bien. El mismo conde lo creyó y, más tarde, el juez de instrucción, ante el informe del comisario de policía, no tuvo la menor duda en llegar a la misma conclusión. -¿Quién es Erik? -preguntó el conde apretando la mano de su hermano. -¡Es mi rival! ¡Y si no está muerto, lo mismo me da! Con un gesto, despidió a los criados. La puerta de la habitación volvió a cerrarse dejando solos a los dos Chagny. Pero los criados no se alejaron tan rápidamente como para no permitir que el mayordomo del conde oyera cómo Raoul pronunciaba fuerte y claramente: -¡Esta noche raptaré a Christine Daaé!
    Esta frase fue repetida más tarde ante el juez de instrucción Faure. Pero nunca se supo exactamente qué se dijeron los dos hermanos durante esa entrevista. Los criados contaron que aquella noche no era la primera vez que discutían. Si, a través de unas paredes se oían gritos, y siempre se mencionaba a una artista llamada Christine Daaé. A la hora del almuerzo -el almuerzo matutino, que el conde tomaba en su gabinete de trabajo-, Philippe ordenó que fueran a decir a su hermano que deseaba verlo. Raoul llegó, sombrío y mudo. La escena fue muy breve. El conde. -¡Lee esto! Philippe entrega a su hermano un periódico: L'Épóque. Con el dedo, señala la siguiente crónica. El vizconde lee con desdén: «Una gran noticia en el barrio: la señorita Christine Daaé, artista lírica, y el señor vizconde Raoul de Chagny se han comprometido. Si se da crédito a los rumores de entre bastidores, el conde Philippe se habría negado, afirmando que, por primera vez, los Chagny no cumplirían su promesa. Dado que el amor, en la ópera más aún que en otras partes, es todopoderoso, nos preguntamos de qué medios puede valerse el conde Philippe para impedir que su hermano el vizconde lleve al altar a la nueva Margarita. Se dice que los dos hermanos se adoran, pero el conde se engaña extrañamente si espera que el amor fraternal ceda al amor a secas. » El conde (triste). -Ya lo ves, Raoul, nos pones en ridículo... Esa chica te ha sorbido el seso con sus cuentos de fantasmas. (El vizconde había pues explicado a su hermano el relato de Christine Daaé.) El vizconde. -¡Adiós, hermano! El conde. -¿Estás decidido? ¿Te marchas esta noche? (El vizconde no contesta.)... ¿Con ella?... ¿Serás capaz de semejante tontería? (Silencio del vizconde.) ¡Yo sabré impedírtelo! El vizconde. -¡Adiós, hermano! (Se marcha.) Esta escena fue explicada al juez de instrucción por mismo hermano, que no debía volver a ver a Raoul más que aquella noche, en la ópera, algunos minutos antes de la desaparición de Christine. En efecto, Raoul dedicó todo aquel día a los preparativos del rapto. Los caballos, el carruaje, el cochero, las provisiones, las maletas, el dinero necesario, el itinerario -era preciso no tomar el tren para poder despistar al fantasma-, todo esto le ocupó hasta las nueve de la noche. A las nueve, una especie de berlina, con las cortinas echadas y las puertas herméticamente cerradas, ocupó un sitio en la fila junto a la Rotonda. Iba tirada por dos vigorosos caballos y conducida por un cochero cuyo rostro era difícil distinguir, tan envuelto estaba entre los pliegues de una bufanda. Delante de esta berlina había tres coches. Más tarde, la instrucción estableció que se trataba de los de la Carlotta, llegada repentinamente a París, de la Sorelli y, delante de todos, el del conde de Chagny. De la berlina no bajó nadie. El cochero permaneció en su asiento. Los otros tres cocheros habían permanecido igualmente en el suyo.
     
  11. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    BARRIO SIN LUZ

    ¿Se va la poesía de las cosas
    o no la puede condensar mi vida?
    Ayer —mirando el último crepúsculo—
    yo era un manchón de musgo entre unas ruinas.

    Las ciudades —hollines y venganzas—,
    la cochinada gris de los suburbios,
    la oficina que encorva las espaldas,
    el jefe de ojos turbios.

    Sangre de un arrebol sobre los cerros,
    sangre sobre las calles y las plazas,
    dolor de corazones rotos,
    podre de hastíos y de lágrimas.

    Un río abraza el arrabal
    como una mano helada que tienta en las tinieblas:
    sobre sus aguas se avergüenzan
    de verse las estrellas.

    Y las casas que esconden los deseos
    detrás de las ventanas luminosas,
    mientras afuera el viento
    lleva un poco de barro a cada rosa.

    Lejos... la bruma de las olvidanzas
    —humos espesos, tajamares rotos—,
    y el campo, ¡el campo verde!, en que jadean
    los bueyes y los hombres sudorosos.

    Y aquí estoy yo, brotado entre las ruinas,
    mordiendo solo todas las tristezas,
    como si el llanto fuera una semilla
    y yo el único surco de la tierra.


    Pablo Neruda, 1923
     
  12. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    "...Eres esa emoción que sólo alcanza
    quien se acuerda del mar desde la tierra..."


    Francisco Luis Bernardez

    Poeta argentino nacido en Buenos Aires en 1900.
    Inició su carrera literaria en España y Portugal, países donde estuvo radicado por mucho tiempo. Tiene su obra
    una entonación lírica y romántica influida por los poetas místicos, pero conservando su propio estilo que siempre reflejó
    su criterio y su forma de enfocar la belleza de la vida.
    Fue miembro de la Academia Argentina de Letras.
    Entre sus obras más destacadas se cuentan: «El buque», «La ciudad sin Laura, «Poemas elementales» y
    «Poemas de carne» y hueso».
    Falleció en 1978.



    Soneto

    Si para recobrar lo recobrado
    debí perder primero lo perdido,
    si para conseguir lo conseguido
    tuve que soportar lo soportado,

    si para estar ahora enamorado
    fue menester haber estado herido,
    tengo por bien sufrido lo sufrido,
    tengo por bien llorado lo llorado.

    Porque después de todo he comprobado
    que no se goza bien de lo gozado
    sino después de haberlo padecido.

    Porque después de todo he comprendido
    que lo que el árbol tiene de florido
    vive de lo que tiene sepultado.





    "Se como el grano de trigo que cae
    en tierra y desaparece,
    y aunque te duela la muerte de hoy
    mira la espiga que crece."
     
  13. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    El Fantasma de la Opera
    Gastón Leroux
    Una sombra, envuelta en una gran capa negra con un sombrero de fieltro, también negro, pasó por la acera, entre la Rotonda y los vehículos. Parecía mirar atentamente la berlina. Se acercó a los caballos, después al cochero, antes de alejarse sin haber pronunciado una sola palabra. La instrucción creyó más tarde que aquella sombra era la del vizconde Raoul de Chagny. En lo que a mí se refiere, no lo creo así, teniendo en cuenta que el vizconde de Chagny llevaba un sombrero de copa, igual que las otras noches, y que además el sombrero fue encontrado más tarde. Más bien creo que aquella sombra era la del fantasma, que estaba al corriente de todo como ahora mismo veremos. Por casualidad, se representaba Fausto. La concurrencia era de las más brillantes. El público de la ópera estaba maravillosamente representado. Por aquella época, los abonados no cedían, no alquilaban ni subalquilaban ni se compartían los palcos con financistas, comerciantes o extranjeros. Hoy en día podemos ver en el palco del marqués de cual, ya que sigue conservando su título, pues el marqués es por contrato su titular, pero en ese palco, decíamos, descansa Cómodamente un vendedor de tocino y su familia, y está en su derecho ya que paga el palco del marqués. Antaño, estas costumbres eran Prácticamente desconocidas. Los palcos de la ópera eran salones en Ios que se reunían los hombres de mundo quienes, a veces, les gustaba la música. Toda esa concurrencia se conocía, sin que por ello se frecuentara Necesariamente. Pero llevaban los nombres en la cara y la fisionomía del conde de Chagny era conocida por todos. La noticia aparecida por la mañana en L'Époque debía haber surtido su pequeño efecto, ya que todas las miradas se dirigían hacia el palo en el que el conde Philippe, con aspecto de absoluta indiferencia y aire despreocupado, se encontraba completamente solo. El elemen- to femenino de aquella esplendorosa asamblea parecía especialmente Intrigado y la ausencia del vizconde daba pie a cientos de cuchicheos detrás de los abanicos. Christine Daaé fue acogida con bastante frialdad. Aquel público distinguido no le perdonaba que mirara tan alto. La diva notó la mala disposición de una parte de la sala y se sintió turbada. Los asiduos, que pretendían estar al corriente de los amores del vizconde, no pudieron evitar sonreír en ciertos pasajes del papel de Margarita. Por eso se volvieron ostensiblemente hacia el palco de Philippe de Chagny cuando Christine cantó la frase: «Querría saber quién era aquel joven, si es un gran señor y cómo se llama». Con el mentón apoyado en la mano, el conde no parecía preocuparse de aquellas manifestaciones. Fijaba los ojos en el escenario. Pero, ¿lo miraba? Parecía muy ausente... Christine iba mostrándose cada vez más insegura. Temblaba. Se encaminaba hacia él desastre... Carolus Fonta se preguntó si se encontraba mal, si podría mantenerse en escena hasta el final del acto que era el del jardín. En la sala, la gente recordaba la desgracia ocurrida a la Carlotta el final de este acto, y el «cuac» histórico que por el momento había suspendido su carrera en París. Precisamente entonces, la Carlotta hizo su entrada en un palco lateral, entrada sensacional. La pobre Christine levantó los ojos hacia aquel nuevo motivo de turbación. Reconoció a su rival. Le pareció verla sonreír irónicamente. Esto la salvó. Lo olvidó todo para triunfar una vez más. A partir de este momento, cantó con toda su alma. Intentó superar todo lo que había hecho hasta entonces, y lo consiguió. En el último acto, cuando comenzó a invocar a los ángeles y a ascender del suelo, arrastró en un nuevo vuelo a toda la sala
    estremecida y todos creyeron tener alas. Ante aquella llamada sobrehumana, un hombre se había levantado en el centro del anfiteatro y se mantenía de pie, de cara a la artista, como si con el mismo movimiento dejara también la tierra... Era Raoul. Ángeles puros! ¡Ángeles radiantes! ¡Ángeles puros! ¡Ángeles radiantes! Y Christine, con los brazos tendidos, la garganta. inflamada, envuelta en la gloria de su cabellera desatada sobre sus hombros desnudos, lanzaba el clamor divino: ¡Llevad mi alma al seno de los cielos! Fue entonces cuando una repentina oscuridad se hizo en el teatro. Todo fue tan rápido que los espectadores no tuvieron siquiera tiempo de lanzar un grito de estupor, ya que la luz volvió de nuevo a iluminar el escenario. ... ¡Pero Christine Daaé había desaparecido! ¿Qué había sido de ella?... ¿Qué milagro era aquél?... Todos se miraron sin entender y una gran emoción se apoderó de todos. El desasosiego no era menor en el escenario que en la sala. Desde los bastidores la gente se precipitaba hacia el lugar en el que, hacía un instante, Christine cantaba. El espectáculo se interrumpía en medio del mayor desorden. ¿Adónde, adónde había ido Christine? ¿Qué sortilegio la había arrebatado a millares de espectadores entusiasmados y los mismos brazos de Carolus Fonta? En realidad, podían preguntarse si, en virtud de su ruego inflamado, los ángeles no la habían llevado realmente «al seno de los cielos» en cuerpo y alma... Raoul, siempre de pie en el anfiteatro, había lanzado un grito. El conde Philippe se había incorporado en su palco. Todos miraban el escenario. miraban al conde, miraban a Raoul, y se preguntaba si el curioso suceso no tenía nada que ver con la nota aparecida aquella misma mañana en el periódico. Pero Raoul abandonó a toda prisa su sitio, el conde desapareció de su palco y, mientras bajaba el telón, los abonados se precipitaron hacia la entrada de artistas. En medio de una indescriptible confusión y algarabía, el público esperaba un anuncio. Todos hablaban a la vez. Cada cual pretendía explicar cómo habían ocurrido las cosas. Unos decían: «Ha caído en una trampilla». Otros: «Ha sido elevada en las bambalinas. La pobre ha sido quizá sido víctima de un nuevo truco estrenado por la nueva dirección». Y otros aún: «Es una emboscada. La coincidencia de la oscuridad y la desaparición lo prueban sobradamente». Por fin, se levantó el telón, y Carolus Fonta, avanzando hasta el estrado del director de orquesta, anunció con una voz grave y triste: -¡Señoras y señores, algo inaudito, que nos sume en una profunda inquietud, acaba de producirse! ¡Nuestra compañera Christine Daaé ha desaparecido ante nuestros ojos sin que podamos saber cómo!
     
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    clause Claudia

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    Refutación del regreso

    de "Crónicas del Angel Gris", por Alejandro Dolina. Ilustración de Carlos Nine.


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    "... Quien dice que no hay querencia
    que le pregunte a la ausencia..."
    (Por el camino, José González Castillo).

    No hay sueño más grande en la vida que el Sueño del Regreso. El mejor camino es el camino de vuelta, que es también el camino imposible. Los Hombres Sensibles de Flores, en sus nocturnas recorridas por las calles del barrio, planeaban volver.
    Volver a cualquier parte.
    A la adolescencia, para reencontrarse con los amores viejos.
    A la infancia, para recobrar las bolitas perdidas.
    A la primera novia, para jurarle que no ha sido olvidada.
    A la escuela, para sentir ese olor a sudor y tiza que no se encuentra en ninguna otra parte.
    Volver fue para ellos la aventura prohibida. Cada noche soñaban con patios queridos y cariños ausentes. Y cada mañana despertaban llorando desengañados y revolvían la cama para ver si algún pedazo de sueño se había quedado enganchado entre las cobijas.
    A pesar de todo, los muchachos de Flores habían aprendido a disfrutar de los regresos modestos y cada tanto visitaban antiguas pizzerías, veían peliculas de Paul Muni, cantaban el vals Penas que Matan o examinaban fotos amarillentas en la pieza de Manuel Mandeb.
    Desde luego, los Refutadores de Leyendas se burlaban de todo esto.
    - ¡Saluden a los nuevos tiempos! -gritaban-. El mundo marcha hacia adelante.
    La comparsa racionalista acusaba a los Hombres Sensibles de retrógrados y conservadores. Tal vez tenían algo de razon: Mandeb y sus amigos andaban siempre por los mismos lugares, contaban miles de veces las mismas anécdotas y se divertían robando nísperos siempre en la misma casa.
    - Marchan ustedes a contramano de la historia -rugían los Refutadores. Y era cierto. Pero siempre es recomendable recorrer la vida a contramano, sobre todo si uno sospecha quien ha puesto las flechas del tránsito.
    En los años dorados del barrio del Angel Gris, funcionaba en la calle Gavilán la agencia Todo para el Regreso. Esta empresa organizaba unos viajes y peregrinaciones cuyo atractivo principal estaba en la vuelta. Por cierto, solían elegir lugares horrorosos, con alojamientos míseros y comidas inmundas, precisamente para acrecentar el deseo de volver cuanto antes.
    Pero el mayor éxito se obtuvo con el Servicio de Recuperación de Vecinos. La agencia se ocupaba de localizar y entrevistar a pobladores antiguos, alejados del barrio por las perversas mudanzas. Por un precio razonable se les ofrecía una fiesta callejera en su viejo vecindario, con la presencia de todos los personajes de la zona. El servicio incluía la entrega de un pergamino, palabras alusivas a cargo de empleados de la empresa y llegado el caso, indumentaria apropiada para que el vecino emigrante pudiera fingir opulencia si lo deseaba.
    Existía -además- un plan superior que contemplaba la reinstalación lisa y llana del vecino perdido en su antigua residencia. Desde luego, los costos eran grandes y no resultaba sencillo vencer las dificultades que se presentaban: desalojo del nuevo ocupante de la finca, abolición de las eventuales reformas, rescate de los muebles originales y restauración del exacto grado de higiene en que acostumbraban vivir el cliente y su familia. Para cumplir con esta ultima pretención, a veces había que limpiar y otras veces era necesario juntar mugre.
    En realidad, hay que confesar que durante todo el tiempo que funcionó el Servicio de Recuperación de Vecinos, solamente una vez se concretó el plan superior. Fue el famoso regreso de la familia del ingeniero Vaccari a su casa de la calle Bolivia Este servicio fue solventado por los amigos del poeta Jorge Allen, despues de más de un año de colectas, rifas, préstamos a interés y timbas a beneficio.
    No es que a nadie le importara gran cosa del ingeniero Vaccari. Pero Jorge Allen estaba enamorado de Leonor, la mayor de sus hijas y no estaba seguro de poder seducirla en Bancalari.
    La historia no tuvo un final feliz. Leonor rechazó tercamente a Jorge Allen y se entreveró con un carnicero que venía a rondarla precisamente desde Bancalari. Allí mismo se fueron a vivir cuando se casaron, un año después. El resto de la familia Vaccari acabó mudándose más tarde a San Miguel, barrio del que no fueron rescatados jamás.
    El ruso Salzman, legendario jugador de dados, también supo hacer un negocio parecido. Sin la intervención de la agencia, se decidió a comprar la casa de su infancia, ocupada desde hacia años por perfectos desconocidos.
    En semejante patriada, el ruso gastó la memorable ganancia de una noche gloriosa en el casino de Mar del Plata.
    Una vez instalado, comprendió que la inversión habia sido inútil.
    - He recuperado mi casa -dijo-. Pero la infancia, no.
    Catorce años después de haber egresado como bachiller, Manuel Mandeb volvió a inscribirse en el Colegio Nacional Nicolás Avellaneda.
    El polígrafo de Flores estaba entusiasmado con la ida y propuso a sus antiguos compañeros que hicieran lo mismo, para repetir la época más feliz de sus vidas. No tuvo mucha suerte: Avila, Capel, Carrasco, Cichoworsky, Donath, Frascarelli, Frezza... Por orden alfabético todos se fueron negando y presentando sólidos pretextos. El trabajo, la familia, la distancia, el dinero. De algún modo misterioso aquellos atorrantes habían contraído la responsabilidad.
    Manuel Mandeb no se achicó y comenzó las clases.
    Y el primer día trató de reproducir episodios divertidos que habían ocurrido antes, pero las cosas no eran iguales. Sus nuevos compañeros eran bastante chitrulos y se resistían a secundarlo en sus travesuras, no le llamaban El Turco sino El Abuelo. Para peor, algunos profesores creían recordarlo vagamente y no sabían si confundirlo con su hijo o con su padre.
    Logró -eso sí- algunas buenas notas y hasta quince amonestaciones. Un día, el jefe de celadores descubrió la verdad.
    - No crea que no lo he reconocido, señor Mandeb. Este es otro de sus inventos. Yo pensé que el titulo de bachiller iba a servirle de escarmiento, pero veo que no es así. Usted es de los que siguen jorobando hasta después de muertos.
    Mandeb contestó llorando:
    - Usted es el único que me ha comprendido. Gracias.
    - Cállese la boca, señor -gritó el jefe de celadores-. Vuelva a clase.
    El pensador de Flores fue expulsado poco después. Pero a pesar de su fracaso, la segunda inscripción es una maniobra que merece ser estudiada por los melancólicos cabales. Sostengo que con el apoyo de sus viejos condiscípulos, la experiencia de Mandeb hubiera sido emocionante.
    La agencia Todo para el Regreso se fundió por falta de clientes. En un último esfuerzo, sus dueños ofrecieron servicios économicos. Eran retornos fingidos, vueltas sin ida, reencuentros sin ausencia. El interesado podía simular su viaje al Africa. La empresa se encargaba del recibimiento, los abrazos y las lágrimas. El éxito fue nulo. Por esos días, Manuel Mandeb escribió su oscuro ensayo Nunca se Vuelve. Leamos algunos párrafos:
    "No es posible regresar a ninguna parte. Los puntos de partida no se quedan quietos y a la vuelta ya no están. Para poder volver se necesita, por empezar, un punto de partida eterno e inmutable. Pero todo se mueve y no hay forma de detener el Universo. Créanme si les digo que nadie ha efectuado nunca jámas un verdadero regreso. El hombre que lo consiga cumplirá la hazaña más grande de la historia."
    La idea de no bañarse dos veces en el mismo río no constituye ninguna novedad filosófica. Pero adviértase que Mandeb deseaba en verdad volver a bañarse. Esta fue su mayor obsesión y siempre lamento amargamente no poder remontar los tiempos.
    Los Refutadores de Leyendas se alegran de la dinámica universal y esperan el futuro con impaciencia. Desean liberarse del pasado, romper las cadenas. Pero si esto encierra la idea de libertad, hay que reconocer que Manuel Mandeb fue mucho más lejos:
    "¿Por qué no puede uno estar en varios lugares al mismo tiempo? ¿Qué es esto de no poder volver al pasado ni visitar el futuro? ¿Por qué no es posible extraer de las premisas de la razón las consecuencias que a uno se le antojen?
    "Ah, la libertad...la libertad sin tiempo, ni espacio, ni lógica. La libertad de vivir todas las vidas, de estar en todas partes, de recorrer las edades. ¿Qué dicen a esto los libertarios sin frontera?"
    Pero las cosas son como son. Esa es la pena de los Hombres Sensibles. La misma de los viajeros que no pueden volver atrás. Ellos no han nacido para viajar. Y sin embargo, ahí andan con la vida llena de extraños, ansiando la inmortalidad, solamente para poder regresar.
    Algunos tratan de no partir: amor...quédemonos aquí... Pero el que no parte también se queda solo.
    En Flores se suele contar la leyenda de Anton Raffo, quien según parece poseía el Secreto del Regreso. Mandeb y Jorge Allen llegaron a conocerlo. Es cierto que el hombre usaba en su conversación algunos giros inquietantes.
    - Ya voy a arreglar eso cuando sea un poco más joven.
    - He besado muchas veces a Mónica. Pero será mucho mejor cuando le dé el primer beso.
    - Ya estoy harto de nacer, caballeros.
    Los muchachos de Flores no pudieron indagar demasiado. Raffo desapareció y si es que posee el Secreto, tal vez ande en otros tiempos más prometedores.
    Aquí cabe una modesta reflexión. Aún cuando fuera posible volver al pasado, nada sería igual. Todos los actos de nuestra vida repetidos minuciosamente, serían distintos al estar ocurriendo por segunda vez. Esta diferencia es sustancial. Llevaríamos con nosotros la carga de la experiencia anterior. Nos estaría negada la ansiedad y la esperanza. ¿Con qué entusiasmo apostaríamos a las cartas que ya sabemos perdedoras? Alguien dirá: sería preciso borrar la memoria y volver al pasado sin recordar que ya lo vivimos. Respuesta: ¿de qué sirve volver si uno no sabe que vuelve? Para el caso es posible pensar que ahora mismo estamos viviendo por segunda o quinta vez la misma vida.
    Quien les escribe ha soñado muchas veces este episodio:
    Camino por la calle Urquiza, en Caseros. Soy como ahora, un grandulón melancólico. Pero descubro que no estoy en el presente sino en los primeros años de la decada del 50. Llego ante la casa que lleva el número 68 y toco el timbre. Al rato sale a recibirme un nene mugriento y deconfiado. Soy yo mismo. Abrazo emocionado al chico. Desde adentro oigo la voz del abuelo que pregunta:
    - ¿Quién es, Negro?
    Nunca he podido imaginar que algo mejor pudiera ocurrirme. Los funcionarios del paraíso no tendrán que ponerse en grandes gastos conmigo.
    El libro de aventuras del regreso sigue en blanco.
    Ni los Hombres Sensibles, ni los Pensadores del Eterno Retorno, ni muchos de nosotros -que a veces creemos volver- hemos podido dar un solo paso. Esto no nos impide ser dichosos algunas veces, a pesar de todo. Las personas decentes nos piden madurez y resignacion. Quieren que olvidemos nuestras trágicas ensoñaciones. Pero nosotros no queremos olvidar. Y el que olvide, jamás, jamás podrá ser nuestro amigo.
    Ni siquiera cuando volvamos a encontrarnos otra vez y para siempre.
     
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    clause Claudia

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    El arte de la impostura

    de "Crónicas del Angel Gris", por Alejandro Dolina. Ilustración de Carlos Nine.



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    El hombre de nuestros días vive tratando de causar buena impresión. Su principal desvelo es la aprobación ajena. Para lograrla existen diferentes métodos y estrategias.
    Algunos ejercen la inteligencia, otros se deciden por la tenacidad o la belleza, otros cultivan la santidad o el coraje.
    Sin embargo, por ser todas estas virtudes muy difíciles de cumplir, ciertos pícaros se limitan a fingirlas.
    Por cierto que tampoco esto es sencillo: el engaño es una disciplina que exige atenciones y cuidados permanentes.
    Por suerte para los hipócritas y simuladores, existe desde hace mucho tiempo el Servicio de Ayuda al Impostor.

    I Basándose en modernos criterios científicos, los especialistas de la organización instruyen, aconsejan, dictan clases, resuelven casos particulares y difunden las técnicas más refinadas para obtener apariencias provechosas.
    Cuando algún zaparrastroso quiere presumir de elegante, el Servicio le recomienda sastres, lociones y corbatas.
    Si se trata de aparentar cultura, el cliente tiene a su disposición frases hechas, aforismos brillantes y gestos de suficiencia.
    Los que pretenden pasar por guapos son adiestrados en el arte del aplomo y la compadrada.
    Muchos pobres practican para fingirse ricos, y muchos ricos se esfuerzan por parecer indigentes.
    Hay que decir que algunos postulantes son muy adoquines y no alcanzan a completar los cursos. Otros tienen características tan marcadas que resulta imposible disimularlas.
    Durante muchos años, los hipócritas aplazados debieron resignarse a mostrar crudamente sus verdaderas y abominables condiciones, o bien a ser descubiertos en sus torpes fraudes. Pero con el tiempo, el Servicio encontró una fórmula drástica para socorrer a los menos favorecidos. Así nació el reemplazo liso y llano como recurso extremo.
    Imaginemos a un morocho tratando infructuosamente de ingresar en un selecto club nocturno. El hombre fracasa con las tinturas y el maquillaje.
    Inmediatamente el servicio designa a un rubio cabal en su reemplazo. El impostor entra sin problemas a la milonga y en nombre del morocho rechazado baila y se divierte toda la noche.
    Los ejemplos son innumerables: estudiantes mediocres que se hacen reemplazar en los exámenes; enamorados tímidos que -como Cyrano de Bergerac- mandan en su lugar a un picaflor; empleados capaces que para lograr un ascenso envían a un chupamedias y personas hartas de su familia que se hacen substituir en los cumpleaños.
    El Servicio de Ayuda al Impostor ha ido perfeccionando la tecnología del reemplazo con disfraces impecables. Se sospecha que hoy en día, la mayoría de las personas que uno trata son en realidad agentes de la organización. Nuestros amigos, nuestras novias, nuestros gobernantes y nuestros cuñados pueden haber sido reemplazados por impostores profesionales. Tal vez yo mismo estoy fingiendo escribir estas minucias a nombre y beneficio de un cliente llamado Dolina. Tal vez usted, que finge leerme, esté reemplazando a alguien que no se atreve a confesar que los mitos de Flores lo tienen harto.

    II Los gobiernos, lo mismo que las personas particulares, viven preocupados por la opinión de los de afuera. Continuamente sugieren a la población la necesidad de mejorar lo que se llama imagen exterior.
    Para lograrlo se promueve la difusión de nuestros aspectos más brillantes. Cuando nos visitan los extranjeros, se les muestran nuestros rincones más presentables, se les hace comer una empanada y se les obliga a escuchar a la orquesta de Osvaldo Pugliese.
    La exaltación de nuestros méritos va casi siempre acompañada de un cuidadoso disimulo de nuestros defectos. Además, en tren de aparentar y a falta de extranjeros, se suele hacer bandera ante los propios criollos.
    Con toda insistencia se señala que los médicos argentinos son los mejores del mundo, para no mencionar a los enfermos. Si se produce algún desperfecto en una transmisión internacional, los locutores se apresuran a aclarar que el jarabe se ha originado en el satélite alemán, con lo cual nos quedamos todos tranquilos.
    La actitud temerosa del juicio ajeno es proverbial en el periodismo. Hace poco una cronista aprovechó su paso por Roma para consultar a los transeúntes italianos acerca de nuestra nueva situación institucional. Los televidentes recibieron varias reflexiones, expresadas en cocoliche que, en general, nos perdonaban la vida. Al final de la encuesta, la cronista no podía ocultar su satisfacción. Habíamos pasado la difícil prueba de agradar a los heladeros de la Vía Marguta.
    No estaría mal recurrir al Servicio de Ayuda al Impostor para perfeccionar nuestras representaciones ante los extraños.
    La solvencia de la organización nos permitiría aparentar cualquier cosa: que tenemos 100 millones de habitantes, que somos prósperos, que somos poderosos. Se podrían editar censos adulterados y mapas fraudulentos que nos muestren en el doble de nuestra extensión.
    Manuel Mandeb recomendó alguna vez la conveniencia de fingirnos el Japón, para desconcertar a nuestros enemigos. El pensador de Flores proponía que todos nos estiráramos los ojos con los dedos y habláramos pronunciando las erres como eles.
    Aquí se nos viene encima una duda: ¿no será que otros países ya nos están engañando? La mentada potencia norteamericana puede ser nada más que una ficción creada por los impostores del norte. A lo mejor, Suecia es un país tropical, pero lo disimula. Quizá la Unión Soviética es una pequeña república del Africa y Luxemburgo es en verdad el mayor país del mundo.
    En todo caso, antes de encarar cualquier acción para mejorar nuestra imagen externa es indispensable decidir cuál es la sensación que se quiere dejar. Si dispersamos nuestros esfuerzos en simulaciones diferentes e inconexas, los resultados habrán de ser más bien confusos. Dígasenos de una vez qué fingiremos ser: ¿una nación apacible? ¿una nación encrespada? ¿una nación limpia? ¿una nación angloparlante?
    Los tratadistas reconocen tres tipos de impostura: horizontal, ascendente y descendente. La última consiste en mostrarse peor de lo que se es. Y no faltan economistas que postulan este camino para despertar la conmiseración internacional.

    III Los teóricos más barrocos del Servicio creen que la impostura es un arte. Y más aún: afirman que todo arte es una impostura. Cien gramos de pinturas al aceite se nos aparecen como un rostro misterioso o como un paisaje lunar. Quinientos kilos de bronce pretenden ser el cuerpo de Hércules. Una curiosa combinación de tintas y papeles es presentada como el alma de un hombre atormentado.
    Solamente la música está libre de simulaciones. Un acorde en mi menor es precisamente eso y no pretende ser nada más.
    Los teóricos también han defendido el carácter ético de la impostura ascendente. El argumento principal no es muy novedoso: de tanto aparentar bondad, uno acaba por ser bueno.
    Faltan en esta monografía datos concretos que permitan al lector la contratación del Servicio.
    Lamentablemente, no es posible ofrecerlos.
    Para empezar, nadie sabe cuál es la ubicación de la entidad. A veces, el local asume el aspecto de un almacén. Otras veces, se aparece como un copetín al paso, o como una estación de ferrocarril. Los impostores son siempre consecuentes con sus representaciones y por más que uno les plantee sus necesidades, insisten en vender garbanzos, servir una ginebra o despachar un boleto de ida y vuelta a Caseros.
    Es cierto que a menudo aparecen impostores ofreciendo sus servicios. Pero la organización ya ha advertido al público que se trata en realidad de falsos impostores que deben ser denunciados a la policía.

    IV Vaya uno a saber cuántos ridículos firuletes habremos hecho los criollos para agradar a los polacos y coreanos.
    ¿Estaremos bien? ¿No seremos una nación fuera de lugar? ¿Qué pensarán de nosotros estos visitantes holandeses? ¿Le ha gustado nuestra autopista, señor Smith? ¡Cuidado, disimulen que ahí viene un francés! ¿No estaremos desentonando en el concierto internacional?
    Yo creo que tal vez no importa desentonar en un concierto que parece dirigido por Mandinga.
    Vale la pena intentar el camino difícil, el más penoso, el más largo pero también el más seguro. Es el camino de la verdad. El que quiera parecer honrado, que lo sea. El que quiera fama de valiente, que se la gane a fuerza de guapeza.
    Y si queremos que el mundo piense que somos una gran nación, sepamos que lo más conveniente es ser de veras una gran nación.
    Mientras llegan esos tiempos, podríamos empezar a fingir que no fingimos.


    Seguro que ya los puse, pero tenia ganas de leerlos de nuevo! ;)