Re: ... de poetas, cuentos y leyendas "Hay gente que cree que porque se ríe del cojo que se cae tiene sentido del humor. Hay que reírse cuando es uno el que se cae. Te diviertes mucho más." "Confieso mi frustración de ver que el sufrimiento de tanta gente no nos enseñe a ser mejores, y más sabios". "Todo lo que hay alrededor nuestro es importante, y si a alguno no le parece asi le pediria un minuto de reflexión. Cada una de las cosas que hay a nuestro alrededor significan o significaron algo o se espera que lleguen a significar. Todo es importante, por que solo a través de las pequeñas cosas se puede hacer una gran cosa. Debemos ser coherentes con las cosas que suceden a nuestro alrededor y sobre todo solidarios." "La utopía significa el sueño colectivo y si este sueño no existe la gente se desmigaja, se encierra en células y se vuelve más egoísta y depredadora. Y aparece el miedo y la insolidaridad. Estás más indefenso, eres menos generoso, más cobarde y por tanto más vulnerable. Sin utopías vives a merced de lo que el poder decida imponer en cada momento. Estás en sus manos..." Utopía Se echó al monte la utopía perseguida por lebreles que se criaron en sus rodillas y que al no poder seguir su paso, la traicionaron; y hoy, funcionarios del negociado de sueños dentro de un orden son partidarios de capar al cochino para que engorde. ¡Ay! Utopía, cabalgadura que nos vuelve gigantes en miniatura. ¡Ay! ¡Ay, Utopía, dulce como el pan nuestro de cada día! Quieren prender a la aurora porque llena la cabeza de pajaritos; embaucadora que encandila a los ilusos y a los benditos; por hechicera que hace que el ciego vea y el mudo hable; por subversiva de lo que está mandado, mande quien mande. ¡Ay! Utopía, incorregible que no tiene bastante con lo posible. ¡Ay! ¡Ay, Utopía que levanta huracanes de rebeldía! Quieren ponerle cadenas Pero, ¿quién es quien le pone puertas al monte? No pases pena, que antes que lleguen los perros, será un buen hombre el que la encuentre y la cuide hasta que lleguen mejores días. Sin utopía la vida sería un ensayo para la muerte. ¡Ay! Utopía, cómo te quiero porque les alborotas el gallinero. ¡Ay! ¡Ay, Utopía, que alumbras los candiles del nuevo día!
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas El Fantasma de la Opera Gastón Leroux -Esta noche, Richard y Moncharmin, aquí mismo, en los entreactos, parecían dos alienados. -No lo he notado -gruñe Gabriel, muy incómodo. -¡Será usted el único!... ¿Acaso cree que no les he visto?... ¿Y el señor Parabise, director del Crédit Central, tampoco se ha dado cuenta de nada?... ¿Cree que el señor embajador de la Borderie lleva los ojos en el bolsillo?... ¡Pero, señor maestro de canto, si todos los abonados señalaban con el dedo a nuestros directores! -¿Qué hacían nuestros directores? -pregunta Gabriel con aire ingenuo. -¿Qué hacían? ¡Pero si sabe usted mejor que nadie lo que hacían... ¡Estaba usted allí! ... ¡Y les observaban, usted y Mercier!... Y eran ustedes los únicos en no reírse.. -¡No le entiendo! Muy frío, muy ensimismado, Gabriel extiende los brazos y los deja caer, gesto que significa evidentemente que se desentiende de la cuestión... Rémy continúa: -Qué significa esta nueva manía?... ¿Es que ahora ya no quieren que nadie se acerque a ellos? -¿Cómo? ¿Que no quieren que nadie se acerque a ellos? -¿Por qué no quieren que nadie los toque? -¿En verdad ha notado usted que no quieren que nadie los toque? ¡Esto sí que es extraño! -¡Ah, con que lo reconoce! ¡Ya era hora! ¡Y caminan para atrás! -¿Para atrás? ¿Ha notado usted que nuestros directores caminan para atrás? Creía que sólo los cangrejos caminaban para atrás. -¡No ría usted, Gabriel! ¡No se ría! -No me río -protesta Gabriel que está más serio que un papa. -Por favor, Gabriel ¿podría explicarme, usted que es amigo íntimo de la dirección, por qué en el entreacto del «jardín», en el foyer, cuando yo avanzaba con la mano tendida hacia el señor Richard, oí al señor Moncharmin decirme precipitadamente en voz baja: «¡Aléjese! ¡Aléjese! ¡Y sobre todo no toque al señor director!...» ¿Es que soy un apestado? -¡Increíble! -Y unos instantes más tarde, cuando el embajador de la Borderie se dirigió a su vez hacia el señor Richard, ¿no vio usted al señor Moncharmin interponerse y exclamar: «Señor embajador, se lo suplico, no toque al señor director»? -¡Desconcertante!... ¿Y qué hacía Richard mientras tanto? -¿Qué hacía? Lo ha visto perfectamente, ¡daba media vuelta, saludaba hacia adelante sin que hubiera nadie delante de él y se retiraba caminando hacia atrás. -¿Hacia atrás? -Y Moncharmin, detrás de Richard, también había dado media vuelta, es decir que había efectuado un rápido semicírculo detrás de Richard, y se retiraba también caminando hacia atrás... Así llegaron hasta la escalera de la administración, caminando hacia atrás... ¡Hacia atrás!... En fin, si no están locos, ¡ya me explicará usted qué quiere decir esto! -Quizá ensayaban un paso de ballet -indica Gabriel sin convicción. El secretario Rémy se siente ultrajado por una broma tan ordinaria en un momento tan dramático. Frunce el ceño, se muerde los labios y se inclina hacia el oído de Gabriel. -¡No se haga usted el gracioso, Gabriel! Aquí ocurren cosas cuya responsabilidad podría recaer sobre usted y Mercier. -¿Qué cosas? -pregunta Gabriel. -Christine Daaé no ha sido la única en desaparecer de repente esta noche. -¡Ah, bah! -Nada de «¡ah, bah!». ¿Puede usted decirme por qué, cuando mamá Giry bajó hace un momento al salón, Mercier la cogió por la mano y se la llevó con él a toda prisa? -¡Vaya! -exclama Gabriel-, no me había dado cuenta. -Se ha dado usted tanta cuenta que ha seguido a Mercier y a mamá Giry hasta el despacho de Mercier. A partir de entonces les han visto a usted y a Mercier, pero ya no se ha vuelto a ver a mamá Giry... -¿Cree usted que nos la hemos comido? -¡No! Pero la han encerrado bajo llave en el despacho y, cuando se pasa por delante de la puerta del despacho, ¿sabe lo que se oye? Se oyen estas palabras: «Ay, bandidos! ¡Ay, bandidos!» En este punto de la singular conversación, llega Mercier muy acalorado. -Bueno -dice con voz apagada-. ¡Es increíble!... Les he gritado: »-Es muy grave. ¡Abrid! »He oído pasos. La puerta se ha abierto y ha aparecido Moncharmin. Estaba muy pálido. Me ha preguntado: -¿Qué quiere? »-Han raptado a Christine Daaé -le he contestado. »¿Saben ustedes qué me ha contestado? » -¡Mejor para ella! »Y ha vuelto a cerrar la puerta, dejándome esto en la mano.» Mercier abre la mano; Rémy y Gabriel miran. -¡El imperdible! -exclama Rémy. -¡Qué extraño! ¡Qué extraño! susurra Gabriel, que no puede evitar un estremecimiento. De repente, una voz los hace volverse a los tres. -Perdón señores. ¿Pueden decirme dónde está Christine Daaé. A pesar de la gravedad de las circunstancias, una pregunta semejante sin duda les hubiera hecho estallar en carcajadas de no encontrarse ante un rostro tan abatido que de inmediato les inspiró pie dad. Era el vizconde Raoul de Chagny.
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas UN PATIO Con la tarde se cansaron los dos o tres colores del patio. Esta noche, la luna, el claro círculo, no domina su espacio. Patio, cielo encauzado. El patio es el declive por el cual se derrama el cielo en la casa. Serena, la eternidad espera en la encrucijada de estrellas. Grato es vivir en la amistad oscura de un zaguán, de una parra y de un aljibe. Jorge Luis Borges, 1923
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas EL HAMBRE Tened presente el hambre: recordad su pasado turbio de capataces que pagaban en plomo. Aquel jornal al precio de la sangre cobrado, con yugos en el alma, con golpes en el lomo. El hambre paseaba sus vacas exprimidas, sus mujeres resecas, sus devoradas ubres, sus ávidas quijadas, sus miserables vidas frente a los comedores y los cuerpos salubres. Los años de abundancia, la saciedad, la hartura eran sólo de aquellos que se llamaban amos. Para que venga el pan justo a la dentadura del hambre de los pobres aquí estoy, aquí estamos. Nosotros no podemos ser ellos, los de enfrente, los que entienden la vida por un botín sangriento: como los tiburones, voracidad y diente, panteras deseosas de un mundo siempre hambriento. Años del hambre han sido para el pobre sus años. Sumaban para el otro su cantidad los panes. Y el hambre alobadaba sus rapaces rebaños de cuervos, de tenazas, de lobos, de alacranes. Hambrientamente lucho yo, con todas mis brechas, cicatrices y heridas, señales y recuerdos del hambre, contra tantas barrigas satisfechas: cerdos con un origen peor que el de los cerdos. Por haber engordado tan baja y brutalmente, más abajo de donde los cerdos se solazan, seréis atravesados por esta gran corriente de espigas que llamean, de puños que amenazan. No habéis querido oír con orejas abiertas el llanto de millones de niños jornaleros. Ladrábais cuando el hambre llegaba a vuestras puertas a pedir con la boca de los mismos luceros. En cada casa, un odio como una higuera fosca, como un tremante toro con los cuernos tremantes, rompe por los tejados, os cerca y os embosca, y os destruye a cornadas, perros agonizantes. Miguel Hernández
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas Si Anveri ,duele y tiene que dolor, porque si el dolor humano no nos conmueve, no estamos vivos.
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas Hoy al salir a la calle, vivo muy cerca de una avenida, donde el tráfico es muy denso...justo salí en un momento en que dos perros, de esos que andan por la calle de a dos, como si estuvieran hermanados en la horfandad (porque tristemente cada vez son mas los perros de la calle ) ,habian cruzado en mal momento y uno de ellos fue atropellado, el otro no ,pero al ver al compañero golpeado y llorando ,casi a punto de dejarse caer, sin poder levantarlo (era mas grande pero no tanto) y aun a riesgo de que lo pisaran a el tambien, fue llevando al "amigo" ?? ...(yo se que me diran miembro de su manada, pero yo aca quisiera usar AMIGO, asi de grande ),a los hocicazos y empujones ,sin permitirle que caiga o se quede , hasta el cordon de la vereda, frenandole el tránsito poniendose por delante el . Recien al llegar al cordon, ahi lo dejo caer y se quedo a su lado oliendolo y llamando. Ahi los humanos , aparecimos en escena...( no el que lo atropello, que cobardemente siguio ). Por suerte , despues de reponerse pudo levantarse y caminar.Y siguio,con su compañero ...que fue quien le salvo la vida y que nunca le pedirá nada a cambio por eso. Si alguien puede enseñar el valor de la que es el Amor , la Amistad, la Caridad...es un animal, en este caso un perro...por eso no es un ideal alocado aspirar a que cada dia nuestra capacidad de conmocionarnos y entregarnos, alcance esa medida....como repito siempre esta frase biblica, no hay Amor mas grande que dar la vida por los amigos...y la vida se da , dia a dia, en pequeños gestos, aunque a veces tocan los grandes, como el que vi esta mañana, ejemplo que me dio este hermano perro , como diria San Francisco. ( Esto que escribi , no es un cuento , lo vivi realmente hoy a las siete de la mañana.)
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas El Fantasma de la Opera Gastón Leroux XVI «¡CHRISTINE, CHRISTINE!» El primer pensamiento de Raoul, después de la fantástica desaparición de Christine Daaé, fue acusar a Erik. No dudaba del poder casi sobrenatural del Ángel de la música en todo el ámbito de la Opera, donde éste había establecido su imperio. Y Raoul se había abalanzado como un loco al escenario, sumido en la desesperación, llamándola como ella debía llamarlo a él desde aquel oscuro abismo donde el monstruo la había llevado como una presa, aún estremecida por su exaltación divina, enteramente vestida con la blanca mortaja con el que ya se ofrecía a los ángeles del paraíso. -¡Christine, Christine! -repetía Raoul..., y le parecía oír los gritos de la joven a través de aquellas frágiles tablas que le separaban de ella. Se inclinaba, escuchaba... Erraba por el mismo escenario como un demente. ¡Ah, bajar, bajar a aquellos pozos de tinieblas cuyas entradas están cerradas para él! ¡Aquel frágil obstáculo que normalmente se desliza con tanta facilidad sobre sí mismo para dejar ver el abismo hacia la que tiende todo su deseo..., estas tablas a las que sus pasos hacen crujir y que dejan oír bajo su peso el misterioso vacío de las «profundidades»!... Esta noche, las tablas son algo más que inmóviles..., adquieren un aspecto de solidez que rechaza la idea de que hayan podido moverse jamás... ¡Además, las escaleras que permiten descender por debajo del escenario han sido prohibidas a todo el mundo!... -¡Christine, Christine!... Lo apartan entre carcajadas... Se burlan de él... Creen que el pobre prometido tiene trastornado el cerebro... ¿En qué furiosa carrera a través de los corredores de noche y misterio, sólo conocidos por él, Erik habrá arrastrado a aquella joven tan pura hasta llegar a su horrible morada de la habitación estilo Luis Felipe, cuya puerta se abre sobre aquel lago de Infierno... -¡Christine, Christine! ¡No respondes! ¿Estás viva todavía, Christine? ¿No has exhalado tu último suspiro en un minuto de horror sobrehumano, bajo el aliento abrasador del monstruo? Horribles pensamientos atraviesan como rayos fulgurantes el cerebro congestionado de Raoul. Sin duda Erik ha debido descubrir su secreto, saber que era traicionado por Christine. ¡Qué terrible venganza preparaba! ¿Qué podría frenar al Ángel de la música, llevado por su insuperable orgullo? ¡Christine, en las manos todopoderosas del monstruo, está perdida! Raoul vuelve a pensar en las estrellas de oro que la última noche vinieron a su balcón y a las que no fulminó con su arma impotente. Algunos hombres tienen sin duda ojos extraordinarios. Ojos que se dilatan en las tinieblas y que brillan como estrellas, o como ojos de gato. Algunos hombres albinos, que parecen tener ojos de conejo durante el día, tienen ojos de gato por la noche. Todo el mundo lo sabe. ¡Sí, sí, era realmente a Erik al que Raoul había disparado! ¿Cómo no lo había matado? El monstruo habría huido por el canalón como los gatos o los presidiarios que, como también todos saben, serían capaces de escalar el cielo sólo con la ayuda de una tubería. Sin duda Erik meditaba algo decisivo contra el joven, pero había sido herido y había huido para volverse contra la pobre Christine. Eso iba pensando hoscamente el pobre Raoul, mientras corría hacía el camerino de la cantante... -¡Christine, Christine!.. . Lágrimas amargas queman las mejillas del joven, que ve esparcida por los muebles las ropas destinadas a vestir a su bella prometida en el momento de la huida... ¿Por qué no habrá querido irse antes? ¿Por qué habrá tardado tanto? ... ¿Por qué habrá querido jugar con el peligro que les amenazaba?..., ¿con el corazón del monstruo?... ¿Por qué habrá querido dejar, como último recuerdo en el alma de aquel demonio, aquel canto celestial?
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas El Fantasma de la Opera Gastón Leroux ¡Ángeles puros! ¡Ángeles radiantes! Llevad mi alma al seno de los cielos... Raoul, que no podía hablar por los sollozos, las frases inconexas y los insultos que llenaban su garganta, palpa con sus manos torpes el gran espejo que un día se abrió ante él para dejar que Christine bajara a la tenebrosa morada. Empuja, presiona, tantea... Pero, al parecer, el espejo sólo obedece a Erik... Quizá los gestos son inútiles con un espejo como éste..., quizá sea suficiente con pronunciar ciertas frases... Cuando era niño, le contaban que ciertos objetos obedecían a veces a las palabras. De repente, Raoul recuerda... «una verja que da a la calle Sbribe... Un subterráneo que sube directamente del lago a la calle Scribe...» ¡Sí, Christine le había hablado de ello!... Tras comprobar que la pesada llave ya no está en su cofre, se precipita hacia la calle Scribe. Ya se encuentra fuera. Pasea sus manos temblorosas por las piedras ciclópeas, busca salidas... Encuentra barrotes... ¿Serán éstos?... ¿O aquéllos?... ¿O ese respiradero?... Lanza miradas impotentes entre los barrotes... ¡Qué profunda noche reinaba allí dentro!... Escucha... ¡Qué silencio!... Gira alrededor del monumento... ¡Ah, que barrotes tan grandes, qué verjas tan poderosas... ¡Es la puerta del patio de la administración! Raoul corre hacia la portera. -Perdón, señora, ¿no podría indicarme una puerta de verja? Sí, una puerta hecha de barrotes, de barrotes... de hierro..., que da a la calle Scribe... y que conduce al lago. ¿Conoce usted el lago? ¡Sí, claro, el lago! ¡El lago que hay bajo tierra... bajo la ópera.» -Señor, sé muy bien que hay un lago bajo la ópera, pero no sé qué puerta conduce hasta él... No he ido nunca... -¿Y la calle Scribe, señora. ¡La calle Scribe! ¿Ha ido usted alguna vez a la calle Scribe? La portera se ríe. Estalla en carcajadas. Raoul huye rugiendo, salta, sube unas escaleras, baja otras, atraviesa toda la administración, y vuelve a encontrarse en la luz del escenario. Se detiene. El corazón le late como si fuera a estallar dentro de su pecho jadeante... ¿Y si hubieran encontrado a Christine Daaé? Se acerca un grupo de gente. Pregunta: -Perdón señores, ¿no han visto a Christine Daaé? Y se ríen de él. En el mismo momento, el escenario se llena de nuevos rumores y, en medio de una multitud de fracs que le rodean con movimientos de brazo explicativos, aparece un hombre de rostro sereno y que se muestra amable, muy sonrosado y mofletudo, de cabellos rizados, iluminado por dos ojos azules de una maravillosa tranquilidad. El administrador Mercier señala el recién llegado al vizconde Chagny, diciéndole: -Ese es el hombre, señor, al que debe formular su pregunta. Le presento al comisario de policía Mifroid. -¡Ah, señor vizconde de Chagny! Encantado de verlo -dice el comisario-. Si es tan amable de seguirme... Y ahora, ¿dónde están los directores? ¿Dónde están los directores?... En vista de que el administrador permanece silencioso, el secretario Rémy se encarga de informar al comisario de que los directores están encerrados en su despacho y que no saben aún nada de lo ocurrido. -¡No es posible!... ¡Vamos a su despacho! El señor Mifroid, seguido de un cortejo que va engrosándose poco a poco, se dirige a la administración. Mercier aprovecha el desorden para deslizar una llave en la mano de Gabriel: -Esto se está poniendo feo -murmura-.Ve a soltar a mamá Giry. Y Gabriel se aleja. Pronto llegan ante la puerta de la dirección. En vano Mercier les conmina a que abran. La puerta no se abre. -¡Abran en nombre de la ley! -ordena la voz clara y un tanto inquieta del señor Mifroid. Por fin la puerta se abre. Se precipitan en el despacho detrás del comisario. Raoul es el último en entrar. Cuando se dispone a seguir al grupo, una mano se posa en su hombro y oye estas palabras pronunciadas en su oído: -¡Los secretos de Erik no le incumben a nadie! Se vuelve ahogando un grito. La mano que se había posado en su hombro está ahora sobre los labios de un personaje color ébano y ojos de jade, cubierto con un gorro de astracán... ¡El Persa! El desconocido prolonga el gesto que recomienda discreción y, en el momento en que el vizconde, estupefacto, va a pedirle la razón de su misteriosa intervención, el otro saluda y desaparece.
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas 19 DE DICIEMBRE DE 1937 Desde que el alba quiso ser alba, toda eres madre. Quiso la luna profundamente llena. En tu dolor lunar he visto dos mujeres, y un removido abismo bajo una luz serena. ¡Qué olor a madreselva desgarrada y hendida! ¡Qué exaltación de labios y honduras generosas! Bajo las huecas ropas aleteó la vida, y se sintieron vivas bruscamente las cosas. Eres más clara. Eres más tierna. Eres más suave, Ardes y te consumes con más recogimiento. El nuevo amor te inspira la levedad del ave y ocupa los caminos pausados de tu aliento. Ríe, porque eres madre con luna. Así lo expresa tu palidez rendida de recorrer lo rojo; y ese cerezo exhausto que en tu corazón pesa, y el ascua repentina que te agiganta el ojo. Ríe, que todo ríe; que todo es madre leve. Profundidad del mundo sobre el que te has quedado sumiéndose y ahondándote mientras la luna mueve, igual que tú, su hermosa cabeza hacia otro lado. Nunca tan parecida tu frente al primer cielo. Todo lo abres, todo lo alegras, madre, aurora. Vienen rodando el hijo y el sol. Arcos de anhelo te impulsan. Eres madre. Sonríe. Ríe. Llora. Miguel Hernández
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas El mar también elige puertos donde reír como los marineros. El mar de los que son. El mar también elige puertos donde morir. Como los marineros. El mar de los que fueron. Miguel Hernández
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas El Fantasma de la Opera Gastón Leroux XVII SORPRENDENTES REVELACIONES DE LA SEÑORA GIRY RELATIVAS A SUS RELACIONES PERSONALES CON EL FANTASMA DE LA ÓPERA Antes de seguir al comisario Mifroid en su visita a los directores, el lector me permitirá informarle de ciertos hechos extraordinarios que acababan de ocurrir en el despacho donde el secretario Rémy y el administrador Mercier habían intentado penetrar en vano, y donde los señores Richard y Moncharmin se habían encerrado tan herméticamente, con un propósito que el lector ignora todavía, pero que tengo el deber histórico -quiero decir mi deber de historiador- de no ocultar por más tiempo. He tenido ocasión de decir hasta qué punto el carácter de los directores se habían vuelto desagradable desde hacía algún tiempo, y he dicho que esta transformación no se debía sólo a la caída de la lámpara en las condiciones que ya sabemos. Hagamos saber al lector -pese al deseo de los directores de que este hecho permaneciera oculto para siempre- que el fantasma había conseguido cobrar tranquilamente sus primeros veinte mil francos. Por supuesto, ¡hubo ruegos y crujir de dientes! Sin embargo la cosa se había producido de la forma más sencilla del mundo. Cierta mañana, los directores habían encontrado un sobre preparado encima de la mesa de su despacho. Este sobre llevaba escrito: Al señor E de la Ó. (personal).Y venía acompañado de una pequeña nota del mismo E de la ó.: «Ha llegado el momen- to de llevar a cabo las cláusulas del pliego de condiciones. Introducirán veinte billetes de mil en este sobre, al que sellarán con su pro pio sello y entregarán a la señora Giry, que se encargará de hacer lo necesario». Los señores directores no se lo hicieron repetir dos veces. Sin detenerse a pensar cómo aquellas diabólicas notas podían penetrar en un despacho al que siempre cerraban cuidadosamente con llave, encontraban la oportunidad de atrapar al misterioso maestro de canto. Tras explicarlo todo, bajo promesa del mayor secreto, a Gabriel y a Mercier, pusieron los veinte mil francos en el sobre y lo confiaron sin pedir explicaciones a la señora Giry, que había sido reintegrada a sus funciones. La acomodadora no mostró la menor sorpresa. No es preciso señalar hasta qué extremo se la vigiló. En resumen, se dirigió de inmediato al palco del fantasma y depositó el precioso sobre en la barra del pasamanos. Los dos directores, al igual que Gabriel y Mercier, estaban escondidos de manera que no lo perdieran ni un segundo de vista durante el transcurso de la representación, e incluso después, ya que, como el sobre no se había movido, los que lo vigilaban tampoco lo hicieron. El teatro se vació y la señora Giry se fue, mientras los señores directores, Gabriel y Mercier, seguían sin moverse. Por fin, se cansaron y abrieron el sobre tras comprobar que los sellos seguían intactos. A primera vista, Richard y Moncharmin creyeron que los billetes seguían allí, pero a la segunda ojeada se dieron cuenta de que no eran los mismos. Los veinte billetes auténticos habían desaparecido y sido reemplazados por veinte billetes falsos. Primero, fue sólo rabia, pero después también terror. -¡Es más impresionante que los trucos de Robert-Houdin!19-exclamó Gabriel. -Sí -contestó Richard-, y cuesta más caro. Moncharmin quería que se corriera a avisar al comisario. Richard se opuso. Sin duda tenía su plan. -¡No seamos ridículos! Todo París se reirá de nosotros. F de la O ha ganado la primera partida, nosotros ganaremos la segunda -pensaba, evidentemente, en la próxima mensualidad. De todos formas, habían sido tan perfectamente burlados que no pudieron, durante las semanas superar cierto abatimiento. Y, hay que reconocerlo, era comprensible. Si no se llamó al comisario entonces fue, y no hay que olvidarlo, porque los directores albergaban en lo más profundo de su ser el pensamiento de que una odiosa broma montada por sus predecesores, que no convenía revelar antes de tener la «clave», podía ser la causa de la extraña aventura. Por otra parte, este pensamiento se mezclaba a veces en Moncharmin con la vaga sospecha de que el propio Richard podía ser capaz de este tipo de ocurrencias. Así pues, preparados a toda eventualidad, esperaron los acontecimientos, mientras vigilaban y hacían vigilar a mamá Giry, a la que Richard no quería que se le hablara de nada. -Si es cómplice -decía-, hace ya tiempo que los billetes están lejos. Pero, para mí, se trata tan sólo de una imbécil. -¡Hay muchos imbéciles metidos en este asunto! -había contestado, pensativo, Moncharmin. -¿Acaso podía alguien sospechar? -gimió Richard-. Pero no tengas miedo... La próxima vez tomaré todas las precauciones... 19No confundir con el famoso mago norteamericano Harry Houdini. Jean Eugéne Robert-Houdin (1805-1871) fue un notable prestidigitador francés, cuya obra escrita es un verdadero manual de iniciación a la prestidigitación
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas ETERNA SOMBRA Yo que creí que la luz era mía precipitado en la sombra me veo. Ascua solar, sideral alegría ígnea de espuma, de luz, de deseo. Sangre ligera, redonda, granada: raudo anhelar sin perfil ni penumbra. Fuera, la luz en la luz sepultada. Siento que sólo la sombra me alumbra. Sólo la sombra. Sin astro. Sin cielo. Seres. Volúmenes. Cuerpos tangibles dentro del aire que no tiene vuelo, dentro del árbol de los imposibles. Cárdenos ceños, pasiones de luto. Dientes sedientos de ser colorados. Oscuridad del rencor absoluto. Cuerpos lo mismo que pozos cegados. Falta el espacio. Se ha hundido la risa. Ya no es posible lanzarse a la altura. El corazón quiere ser más de prisa fuerza que ensancha la estrecha negrura. Carne sin norte que va en oleada hacia la noche siniestra, baldía. ¿Quién es el rayo de sol que la invada? Busco. No encuentro ni rastro del día. Sólo el fulgor de los puños cerrados, el resplandor de los dientes que acechan. Dientes y puños de todos los lados. Más que las manos, los montes se estrechan. Turbia es la lucha sin sed de mañana. ¡Qué lejanía de opacos latidos! Soy una cárcel con una ventana ante una gran soledad de rugidos. Soy una abierta ventana que escucha. por donde va tenebrosa la vida. Pero hay un rayo de sol en la lucha que siempre deja la sombra vencida. Miguel Hernández La vida y muerte del poeta http://www.infojardin.com/foro/showthread.php?t=120889&page=109
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas IRSE Cada vez que te vayas de vos misma no olvides que te espero en tres o cuatro puntos cardinales siempre habrá un sitio dondequiera con un montón de bienvenidas todas te reconocen desde lejos y aprontan una fiesta tan discreta sin cantos sin fulgor sin tamboriles que sólo vos sabrás que es para vos cada vez que te vayas de vos misma procurá que tu vida no se rompa y tu otro vos no sufra el abandono/ y por favor no olvides que te espero con este corazón recién comprado en la feria mejor de los domingos cada vez que te vayas de vos misma no destruyas la vía de regreso volver es una forma de encontrarse y así verás que allí también te espero Mario Benedetti
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas Dios usa Usa la soledad, para enseñar la convivencia. Usa la rabia para mostrar el valor infinito de la paz. Usa el tedio para resaltar la importancia de la aventura y del abandono. Usa el silencio para enseñar sobre la responsabilidad de las palabras. Usa el cansancio para que se pueda comprender el valor del despertar. Usa la enfermedad para resaltar la bendición de la salud. Usa el fuego para enseñar sobre el agua. Usa la tierra para comprender el valor del aire. Usa la muerte para mostrar la importancia de la vida. Paulo CoelhoDDios usa Usa la soledad, para enseñar la convivencia. Usa la rabia para mostrar el valor infinito de la paz. Usa el tedio para resaltar la importancia de la aventura y del abandono. Usa el silencio para enseñar sobre la responsabilidad de las palabras. Usa el cansancio para que se pueda comprender el valor del despertar. Usa la enfermedad para resaltar la bendición de la salud. Usa el fuego para enseñar sobre el agua. Usa la tierra para comprender el valor del aire. Usa la muerte para mostrar la importancia de la vida. Paulo Coelho