Re: ... de poetas, cuentos y leyendas Didascalias Personajes: Peter; Emma, su mujer; Adelia, la mucama. El comedor de una lujosa casa. Al comenzar la acción, Emma está sentada en un sillón leyendo una novela. Entra Peter. Peter: (camina con el paso lento de los traidores, con la morosidad de los que habiendo decidido cometer un acto brutal esperan, sin embargo, que una circunstancia fortuita venga a redimirlos a último momento. Se va acercando a Emma como para decirle algo, pero luego retrocede, horrorizado ante sí mismo. Con ambas manos se toma la cabeza y se mira en un espejo francés, que otras veces lo ha reflejado en compañía de amantes ocasionales. Peter se retira del espejo, tal vez avergonzado de los innumerables adulterios que ha llegado a cometer en esa misma sala. Caviloso, mete las manos en los bolsillos de la chaqueta y vuelve a acercarse a Emma. De pronto se detiene. Con aire espantado saca del bolsillo derecho una cana. Comienza a romperla, pero luego se arrepiente y la guarda. Es evidente que se trata de la cana que esa misma tarde le ha escrito Adelia, la mucama. Como si temiera que Emma fuera a darse cuenta de que en aquella cana figura el plan detallado de su asesinato, Peter introduce el papel hasta el fondo del bolsillo de su chaqueta. Una chaqueta cara, típica de quienes habiendo tenido un origen humilde se han casado por dinero con una mujer a la que no amaban. Peter saca un pañuelo manchado de rouge y se seca la transpiración. De su bolsillo cae un cuatro de copas. Peter lo recoge apresuradamente, temiendo que Emma vaya a sospechar que ha estado jugando y perdiendo durante muchos años y que ahora solamente podría salvarlo una herencia afortunada. Disimulando su inquietud, sonríe). -Buenos días, Emma. Emma: (mira al público como expresando que ya está en antecedentes del siniestro plan que se prepara en su contra. Sonríe con la superioridad de las mujeres que han tomado hace poco un nuevo amante). -Buenos días, Peten Adelia: (entra con una bandeja y dos copas llenas. Tiene en su rostro la expresión inquieta de las mucamas que tienen con su patrón una historia demasiado profunda. Deja las bebidas sobre una mesita. Mira hacia todos lados, como si temiera que alguien pudiera descubrir que una de las dos copas está envenenada. Mete las manos en el bolsillo de su uniforme y suspira profundamente, como satisfecha de saber que allí tiene los dos pasajes del avión que a la mañana siguiente habrá de conducir al Caribe a ella y a Peter. Se retira). Emma: (con la crueldad soberbia de los que han ingerido un antídoto que los pone a cubierto de cualquier veneno). -¿Brindamos ? Peter: —Salud. (Bebe la copa hasta el fondo, con la ingenuidad de los que ignoran que el verdadero veneno ha sido puesto en la comida unas horas antes. Se acomoda la corbata que le ha regalado Adelia, en un gesto que le resultaría patético si supiera que ambos van a morir.) Emma: (un poco lánguida porque no ha comido.) —Salud. (Bebe poniendo los ojos en blanco, como quien piensa en un joven amante, que es además el cocinero.) TELÓN
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas SONETO A un amigo incomparable, regalándole un reloj El tiempo que nos une y nos divide —frutal nocturno y floreciente día— hoy junto a ti, mañana lejanía, devora lo que olvida y lo que pide. Cuidar en él lo que al volar descuide será internarse en su relojería; y minuto a minuto y día a día, sin quererlo, aunque poco, nos olvide. Olvidados del tiempo, esos instantes, serán de eternidad; los deslumbrantes momentos del instante de lo eterno. Junio en tus manos su belleza afina; el otoño es su dócil subalterno. Tiempo y eternidad tu alma combina. Carlos Pellicer
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas “El universo es el esfuerzo de un fantasma para convertirse en realidad” Juan Luís Martínez poeta chileno Anita
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas Que buena cita Anveri, para El libro del fantasma!! ( y que linda foto!!) Gracias y besos!
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas Fíjate que no lo había pensado. Buscando acerca del desconcierto de la Vida y que muy bien lo trata el señor Dolina, encontré ese verso del poeta Martínez. También me desconcierta la ayuda que se puede dar en la naturaleza, en circunstancias muy adversas. Anita.
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas Y si Anita... yo me identifico porque soy asi ,sera por eso que me engancho con el tango, busco siempre el optimismo , y vivir lo mas feliz posible, pero no me olvido la esencia del ser, como dice en el del jabon , al mismo tiempo llevo en el alma ese permanente desconcierto, cuestionamiento o busqueda de respuestas (esa triste alegría ) . Y a la vez me doy cuenta de que pequeños que somos frente a tamaña inmensidad que es el universo y sin ir tan lejos , nuestra propia vida o la de los que nos rodean...son inmensos misterios para nuestra mente! pero mejor que filosofar , lo cito a Dolina! Aunque ese autor que pusiste lo resumio muy bien! Igual creo que buscando se encuentra y desconcertandose... se aprende a centrarse y ver mas claro !! Es en la humildad de la ignorancia, donde nos acercamos mas al conocimiento. Toda una existencia es corta para tamaña empresa...pero no podemos dejar de intentarlo , es estar vivos esa busqueda. Buenas noches!
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas El Fantasma de la Opera Gastón Leroux Sin embargo, agachado ahora en el suelo, no dejaba de buscar..., buscar..., buscar el resorte de la puerta invisible..., ya que la estancia en la selva se hacía peligrosa con la cercanía de la noche... Ya la sombra de la noche empezaba a envolvernos..., había llegado muy de aprisa, como cae la noche en los países ecuatoriales..., de repente, sin apenas crepúsculo... Pero la noche en las selvas ecuatoriales es siempre peligrosa, sobre todo cuando, como en nuestro caso, no se tiene con qué hacer fuego para alejar a las fieras. Había intentado, dejando por un instante la búsqueda del resorte, romper algunas ramas, a las que habría encendido con la llama de mi linterna, pero también yo me había estrellado contra los famosos espejos y eso me había hecho recordar a tiempo que teníamos en frente tan sólo imágenes de ramas... Con la noche, el calor no había desaparecido, al contrario... Ahora hacía más calor bajo el resplandor azul de la luna. Recomendé al vizconde que tuviera las armas dispuestas para disparar y que no se apartara del lugar de nuestro campamento mientras yo seguía buscando el resorte. De repente, oímos el rugido de un león a pocos pasos. Nos desgarró los oídos. -¡Oh! -exclamó el vizconde en voz baja-, no está lejos!... ¿No lo ve? Allí... a través de los árboles..., en aquellas espesuras... Si vuelve a rugir, ¡disparo! Y el rugido volvió a sonar aún más fuerte. El vizconde disparó, pero no creo que alcanzara al león; tan sólo rompió un espejo; lo comprobé a la mañana siguiente, al alba. Durante la noche debimos hacer un largo camino, ya que nos encontramos repentinamente al borde de un desierto, de un inmenso desierto de arena, de piedras y de rocas. Realmente no valía la pena salir de la selva para caer en el desierto. Vencido, me había tumbado al lado del vizconde, cansado de buscar resortes que no encontraba. Estaba realmente extrañado (y se lo dije al vizconde) de que no hubiéramos tenido otros malos encuentros durante la noche. Habitualmente, después del león había un leopardo y, a veces, el revoloteo de moscas tsé-tsé. Eran todos efectos sonoros muy fáciles de producir y expliqué al señor de Chagny, mientras descansábamos para atravesar el desierto, que Erik reproducía el rugido del león con un largo tamboril rematado en piel de asno en uno solo de sus extremos. Encima de la piel se tensa una cuerda de tripa atada por el centro a otra cuerda del mismo género que atraviesa el tambor de lado a lado. Erik no tiene más que frotar esta cuerda con un guante untado de colofonia. Por la manera de frotar, imita, hasta el extremo de no poder distinguirla, la voz del león o del leopardo, o incluso el revoloteo de las moscas tsé-tsé. La idea de que Erik pudiera estar en la habitación de al lado con sus trucos, me incitó a tomar la decisión de conferenciar con él, ya que evidentemente había que renunciar a la idea de sorprenderlo. Ahora ya debía saber a qué atenerse con respecto a los habitantes de la cámara de los suplicios... Lo llamé: ¡Erik, Erik!... Grité lo más fuerte que pude a través del desierto, pero nadie contestó a mi voz... Por todas partes, a nuestro alrededor, el silencio y la inmensidad de aquel desierto pétreo... ¿Qué iba a ser de nosotros en medio de aquella horrible soledad? Empezábamos literalmente a morir de calor, de hambre, de sed..., sobre todo de sed... Finalmente vi al señor de Chagny incorporarse sobre un codo y enseñarme un punto en el horizonte... ¡Acababa de descubrir el oasis! Sí, allá, muy lejos, en pleno desierto, un oasis... un oasis con agua... agua limpia como el cristal... agua que reflejaba al árbol de hierro... ¡Ah! Aquello era sin duda un efecto del espejismo... lo reconocí en seguida..., el más terrible... Nadie había podido resistirlo, nadie... Me esforcé por conservar toda mi razón... y por no desear el agua... porque sabía que si deseaba el agua que reflejaba el árbol de hierro y, si tras desear el agua, tropezaba con el espejo, sólo habría una cosa que hacer: colgarme del árbol de hierro... Por eso grité al señor de Chagny: -Es un espejismo!... ¡Es un espejismo!... ¡No crea en el agua!... ¡Es otro truco del espejo!... Entonces, me envió -como se dice- a paseo con mi truco del espejo, mis resortes, mis puertas giratorias y mi palacio de espejismos... Afirmó airado que yo era loco o ciego para imaginar que toda aquella agua que corría allá lejos, entre tantos árboles hermosos no era agua de verdad... ¡El desierto era verdad! ¡Y la selva también!... A él no se le engañaba fácilmente... Había viajado demasiado..., y por todos los países. Se arrastró diciendo: -¡Agua! ¡Agua! Llevaba la boca abierta como si bebiera... También yo tenía la boca abierta como si bebiera... No sólo la veíamos, sino que ¡la oíamos!... La oíamos correr..., gotear... ¿Comprenden ustedes la palabra gotear? ¡Es una palabra que se oye con la lengua!... La lengua se sale de la boca para escucharla mejor. Por último, fue intolerable ya para nosotros oír la lluvia, y no llovía. ¡Aquello era una invención demoníaca!... Pensar que sabía cómo lo hacía Erik: llenaba de piedrecitas una caja muy estrecha y muy larga, cortada a intervalos por divisiones de madera y de metal. Las piedrecitas, al caer, topaban contra las divisiones y rebotaban unas en otras, produciendo ruidos entrecortados que parecían el repiqueteo de una lluvia de tormenta. Había que ver cómo el señor de Chagny y yo estirábamos la lengua, arrastrándonos hacia la orilla..., nuestros ojos y nuestros oídos estaban llenos de agua, pero nuestra lengua tan seca como suela de zapato... Al llegar al espejo, el señor Chagny lo lamió... yo también lamí el espejo... ¡Estaba ardiendo! Entonces, nos dejemos rodar por el suelo, presa de una cruel desesperación. El señor de Chagny acercó a su sien la última pistola que quedaba cargada, y yo busqué a mis pies el lazo del Pendjab. Sabía por qué había vuelto a aparecer en aquel tercer decorado el árbol de hierro... ¡El árbol de hierro me esperaba! Pero, al mirar el lazo de Pendjab, vi algo que me hizo estremecer de forma tan violenta que el señor de Chagny se detuvo en su movimiento de suicidio. Murmuraba ya un «Adiós Christine». Le había cogido del brazo. Después le quité la pistola..., y me arrastré de rodillas hacia lo que había visto. Acababa de descubrir, junto al lazo de Pendjab, en la ranura del parqué, un clavo de cabeza negra cuya finalidad no ignoraba... ¡Por fin había encontrado el resorte! ¡El resorte que iba a poner en juego la puerta!... ¡Que iba a darnos la libertad!... ¡Que iba a entregarnos a Erik! Palpé el clavo... Miré al señor de Chagny con una expresión radiante... El clavo de cabeza negra cedía a mi presión... Y entonces... No se abrió una puerta en la pared, sino una trampilla en el suelo.
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas Cine En 1960, el director húngaro Laszlo Martok filmó la película "Bajo la mesa". El obtuso cineasta estableció dos espacios diferentes, cada uno de ellos con su propia cadena de signos para llevar adelante el relato. La historia se desarrolla en el transcurso de una cena. En la parte superior de la pantalla, es decir, sobre la mesa, suceden los hechos evidentes, diurnos, racionales. Los personajes dialogan y se presentan de un modo mundano y superficial. El decorado, el vestuario, el discurso, el maquillaje y la iluminación son groseramente naturalistas. Mientras tanto, en la parte inferior de la pantalla, se nos presentan unos sucesos oscuros, pasionales, nocturnos, que acaso desmienten lo que se dice en el distrito superior: las manos del protagonista acarician las piernas de su cuñada, en el mismo momento en que el hombre le dice a su esposa que jamás la ha engañado. Los personajes se mueven guiados por sus impulsos, sus actos provienen de fuentes irracionales y, en consecuencia, sus comportamientos son enigmáticos, en franca oposición con la moral burguesa. La temporalidad, que al principio de la película está organizada en forma simultánea en ambos foros, acaba por quebrarse hasta fluir en diferentes direcciones: debajo de la mesa se ven las piernas de alguien que todavía no llegó. Hay raccontos que solamente abarcan la mitad de la pantalla. Cerca del final, la mitad inferior muestra la infancia de los personajes, con guardapolvos blancos, pantalones cortos y zapatos "Siete vidas". Las marcas de autor de Laszlo Martok aparecen a cada momento, del modo más desagradable: la sinécdoque, hija de una cámara torcida, las célebres subjetivas del cameraman, la intertextualidad con los productos más deleznables de la industria del espectáculo. Como es su costumbre, el director repite hasta la saciedad situaciones que a su criterio ejemplifican la organización estética de la obra. Finalmente, la dualidad de códigos es percibida no sólo por los espectadores sino también por los personajes. La joven adolescente, harta de la hipocresía de las clases dominantes, pide a su novio que le hable de amor bajo la mesa. Una vez allí, ya sin que ninguna parte de ellos mismos esté en contacto con el mundo de las apariencias, los jóvenes hablan el idioma de la verdad o —mejor dicho— se revuelcan como bestias. En oposición, cada vez que un personaje trata de sobreponerse a las gigantescas fuerzas del deseo y el automatismo inconsciente, se para sobre los platos y saluda el triunfo de la razón recitando olímpicos teoremas. En el sorprendente desenlace, el mozo retira la mesa y desaparecen las fronteras entre la conciencia y la subconciencia. Los rincones más secretos del alma reciben una luz repentina, mientras caen abruptamente las máscaras cotidianas de la mentira. Ante semejante cataclismo, el restaurante se incendia y todos mueren en un fuego purificador. La película exhibe algunos recursos de gran sutileza: el estudiante que formula la misma pregunta dos veces, primero arriba y después abajo; el extraño efecto del racconto inmediato, donde los personajes recuerdan lo que acaban de hacer. Sin embargo, Martok no puede evitar la sospecha de no ser entendido, una sensación que es proverbial en los malos directores. Por ese motivo, el relato se demora en explicaciones superfluas que hallan su culminación en el discurso que el propio Martok recita en off al final de la película. La censura de aquellos años no perdonó algunas audacias y resolvió prohibir la mitad inferior. La parte de arriba se estrenó en el cine Ocean y fue un éxito comercial. Quedó una película diurna, realista, convencional y finita.
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas Poema Hijo De La Luz Y De La Sombra de Miguel Hernandez ( Hijo de la sombra ) Eres la noche, esposa: la noche en el instante mayor de su potencia lunar y femenina. Eres la medianoche: la sombra culminante donde culmina el sueño, donde el amor culmina. Forjado por el día, mi corazón que quema lleva su gran pisada del sol adonde quieres, con un sólido impulso, con una luz suprema, cumbre de las montañas y los atardeceres. Daré sobre tu cuerpo cuando la noche arroje su avaricioso anhelo de imán y poderío. Un astral sentimiento febril me sobrecoge, incendia mi osamenta con un escalofrío. El aire de la noche desordena tus pechos, y desordena y vuelca los cuerpos con su choque. Como una tempestad de enloquecidos lechos, eclipsa las parejas, las hace un solo bloque. La noche se ha encendido como una sorda hoguera de llamas minerales y oscuras embestidas. Y alrededor la sombra late como si fuera las almas de los pozos y el vino difundidas. Ya la sombra es el nido cerrado, incandescente, la visible ceguera puesta sobre quien ama; ya provoca el abrazo cerrado, ciegamente, ya recoge en sus cuevas cuanto la luz derrama. La sombra pide, exige seres que se entrelacen, besos que la constelen de relámpagos largos, bocas embravecidas, batidas, que atenacen, arrullos que hagan música de sus mudos letargos. Pide que nos echemos tú y yo sobre la manta, tú y yo sobre la luna, tú y yo sobre la vida. Pide que tú y yo ardamos fundiendo en la garganta, con todo el firmamento, la tierra estremecida. El hijo está en la sombra que acumula luceros, amor, tuétano, luna, claras oscuridades. Brota de sus perezas y de sus agujeros, y de sus solitarias y apagadas ciudades. El hijo está en la sombra: de la sombra ha surtido, y a su origen infunden los astros una siembra, un zumo lácteo, un flujo de cálido latido, que ha de obligar sus huesos al sueño y a la hembra. Moviendo está la sombra sus fuerzas siderales, tendiendo está la sombra su constelada umbría, volcando las parejas y haciéndolas nupciales. Tú eres la noche, esposa. Yo soy el mediodía. II ( Hijo de la luz ) Tú eres el alba, esposa: la principal penumbra, recibes entornadas las horas de tu frente. Decidido al fulgor, pero entornado, alumbra tu cuerpo. Tus entrañas forjan el sol naciente. Centro de claridades, la gran hora te espera en el umbral de un fuego que al fuego mismo abrasa: te espero yo, inclinado como el trigo a la era, colocando en el centro de la luz nuestra casa. La noche desprendida de los pozos oscuros, se sumerge en los pozos donde ha echado raíces. Y tú te abres al parto luminoso, entre muros que se rasgan contigo como pétreas matrices. La gran hora del parto, la más rotunda hora: estallan los relojes sintiendo tu alarido, se abren todas las puertas del mundo, de la aurora, y el sol nace en tu vientre, donde encontró su nido. El hijo fue primero sombra y ropa cosida por tu corazón hondo desde tus hondas manos. Con sombras y con ropas anticipó su vida, con sombras y con ropas de gérmenes humanos. Las sombras y las ropas sin población, desiertas, se han poblado de un niño sonoro, un movimiento, que en nuestra casa pone de par en par las puertas, Y ocupa en ella a gritos el luminoso asiento. ¡Ay, la vida: qué hermoso penar tan moribundo! Sombras y ropas trajo la del hijo que nombras. Sombras y ropas llevan los hombres por el mundo. Y todos dejan siempre sombras: ropas y sombras. Hijo del alba eres, hijo del mediodía. Y ha de quedar de ti luces en todo impuestas, mientras tu madre y yo vamos a la agonía, dormidos y despiertos con el amor a cuestas. Hablo, y el corazón me sale en el aliento. Si no hablara lo mucho que quiero me ahogaría. Con espliego y resinas perfumo tu aposento. Tú eres el alba, esposa. Yo soy el mediodía. III ( Hijo de la luz y la sombra ) Tejidos en el alba, grabados, dos panales no pueden detener la miel en los pezones. Tus pechos en el alba: maternos manantiales, luchan y se atropellan con blancas efusiones. Se han desbordado, esposa, lunarmente tus venas, hasta inundar la casa que tu sabor rezuma. Y es como si brotaras de un pueblo de colmenas, tú toda una colmena de leche con espuma. Es como si tu sangre fuera dulzura toda, laboriosas abejas filtradas por tus poros. Oigo un clamor de leche, de inundación, de boda junto a ti, recorrida por caudales sonoros. Caudalosa mujer: en tu vientre me entierro. Tu caudaloso vientre será mi sepultura. Si quemaran mis huesos con la llama del hierro, verían que grabada llevo allí tu figura. Para siempre fundidos en el hijo quedamos: fundidos como anhelan nuestras ansias voraces: en un ramo de tiempo, de sangre, los dos ramos, en un haz de caricias, de pelo, los dos haces. Los muertos, con un fuego congelado que abrasa, laten junto a los vivos de una manera terca. Viene a ocupar el hijo los campos y la casa que tú y yo abandonamos quedándonos muy cerca. Haremos de este hijo generador sustento, y hará de nuestra carne materia decisiva donde asienten su alma, las manos y el aliento, las hélices circulen, la agricultura viva. Él hará que esta vida no caiga derribada, pedazo desprendido de nuestros dos pedazos, que de nuestras dos bocas hará una sola espada y dos brazos eternos de nuestros cuatro brazos. No te quiero en ti sola: te quiero en tu ascendencia y en cuanto de tu vientre descenderá mañana. Porque la especie humana me han dado por herencia, la familia del hijo será la especie humana. Con el amor a cuestas, dormidos y despiertos, seguiremos besándonos en el hijo profundo. Besándonos tú y yo se besan nuestros muertos, se besan los primeros pobladores del mundo.
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas El Fantasma de la Opera Gastón Leroux Inmediatamente entró aire fresco desde aquel agujero negro. Nos inclinamos sobre el recuadro de sombra como sobre una fuente límpida. Con el mentón en la sombra fresca, la bebimos. Nos inclinábamos cada vez más por encima de la trampilla. ¿Que podía haber en aquel agujero, en aquella fosa que acababa de abrir misteriosamente su puerta. ¿Quién sabe si no había agua allí?... Agua para beber... Alargué los brazos en las tinieblas y encontré una piedra, y otra..., una escalera... una escalera negra que bajaba a la cueva. ¡El vizconde se disponía ya a tirarse por el agujero! Allí, aunque no encontráramos agua, podríamos escapar a los deslumbrantes efectos de aquellos horribles espejos. Pero detuve al vizconde, pues temía una nueva treta del monstruo, y con mi linterna sorda encendida bajé el primero... La escalera de caracol se sumergía en espesas tinieblas y giraba sobre sí misma. ¡Qué bien se estaba en la escalera y en las tinieblas! Aquella frescura provenía menos del sistema de ventilación instalado por Erik que de la misma frescura de la tierra, que debía de estar saturada de agua al nivel en el que nos encontrábamos... ¡Además, el Lago no podía estar muy lejos... Pronto nos encontramos al final de la escalera... nuestros ojos empezaban a hacerse a las tinieblas y a distinguir a nuestro alrededor formas..., formas redondas..., sobre las cuales dirigía el haz luminoso de mi linterna. ¡Toneles!... ¡Estábamos en la bodega de Erik! Allí debía guardar el vino y quizás el agua potable... Yo sabía que Erik era amante de los buenos vinos... ¡Ah, sí, allí había mucho para beber!... El señor de Chagny acariciaba las formas redondas y repetía incansablemente: -¡Toneles! ¡Toneles! ¡Cuántos toneles! De hecho, había bastantes de ellos alineados simétricamente en dos filas, entre las que nos encontrábamos... Se trataba de pequeños toneles y me imaginé que Erik los había escogido de aquel tamaño dada su facilidad de transporte hacia la mansión del Lago. Examinamos uno tras otro, buscando alguno con una espita que diera señales de haber sido utilizado alguna vez. Pero todos los toneles estaban herméticamente cerrados. Entonces, tras levantar uno para comprobar si estaba lleno, nos pusimos de rodillas y con la hoja de un cuchillito que llevaba conmigo intenté hacer saltar el tapón. En aquel momento me pareció oír, como si viniera de muy lejos, una especie de canto monótono cuyo ritmo me era conocido, ya que lo había oído con frecuencia en las calles de París: -¡Toneles! ¡Toneles! ¿Tiene usted toneles para vender? Mi mano quedó inmóvil sobre el tapón... El señor de Chagny también había oído. Me dijo: -Es curioso. Es como si el tonel cantara... El canto volvió a empezar, más lejano... -¡Toneles! ¡Toneles! ¿Tiene usted toneles para vender? -¡Oh! -exclamó el vizconde-, le aseguro que el canto se pierde en el tonel. Nos levantamos y miramos detrás del tonel... -¡Es dentro -exclamaba el señor de Chagny-. ¡Es dentro! Pero ya no oíamos nada... Y nos vimos obligados a atribuir aquello a nuestro mal estado y a la alteración de nuestros sentidos. Volvimos al tapón del tonel. El señor de Chagny puso las dos manos juntas encima y, en un último esfuerzo, hizo saltar el tapón. -¿Qué es esto? ¡No es agua! -exclamó inmediatamente el vizconde. El vizconde había acercado sus dos manos llenas a mi linterna... Me incliné sobre las manos del vizconde..., e inmediatamente lancé la linterna tan lejos de nosotros que se rompió y se apagó..., y se perdió para siempre. Lo que acababa de ver en las manos del señor de Chagny... ¡era pólvora! XXVI ¿HABRÁ QUE GIRAR AL ESCORPIÓN? ¿HABRÁ QUE GIRAR AL SALTAMONTES? Fin del relato del Persa Así, al bajar al fondo de la fosa, había llegado al fin de mi temible pensamiento. ¡El miserable no me había engañado con sus vagas amenazas a muchos seres humanos! Al margen de la humanidad, se había construido una guarida de fiera subterránea, totalmente decidido a volarlo todo con él y provocando una gran catástrofe, si los que vivían a la luz del día venían a molestarle en el antro en el que había refugiado su monstruosa fealdad. El descubrimiento que acabábamos de hacer nos sumió en una angustia que nos hizo olvidar todas las penas pasadas, todos nuestros sufrimientos presentes... Nuestra presente situación nos parecía excepcional al recordar que hacía tan solo unos instantes habíamos estado al borde del suicidio, pero de pronto nos quedamos horro-rizados de lo que podía ocurrir. Comprendíamos ahora todo lo que había querido decir y todo lo que había dicho el monstruo a Christine Daaé, así como lo que significaba aquella abominable frase: «¡Sí o no; si es no, todo el mundo puede darse por muerto y enterrado!». ¡Sí, enterrado entre los escombros de lo que había sido la gran ópera de París!... ¿Podía imaginarse un crimen más espantoso para arrastrar al mundo en una apoteosis de horror? Preparada para la seguridad de su refugio, la catástrofe iba a servir para vengar los amores del más horrible monstruo que haya pasado sobre la faz de la tierra... «¡Mañana por la noche, a las once, último plazo!»... ¡Ah. había sabido elegir la hora!... ¡Habría mucha gente en la fiesta!..., muchos seres humanos..., allá arriba..., en los luminosos pisos del palacio de la música!... ¿Acaso podía soñar un cortejo, más hermoso para su muerte?... Iba a bajar a la tumba junto con los cuerpos más bellos del mundo, adornados de toda suerte de joyas... ¡Mañana por la noche, a las once!... Volaríamos por los aires en plena representación si Christine Daaé decía: ¡No!... ¡Mañana por la noche a las once!... ¿y cómo no iba Christine Daaé a decir que ¡No!? ¿No preferiría acaso casarse con la misma muerte antes que con aquel cadáver viviente? ¿Ignoraba o no que de su respuesta dependía la suerte de muchos seres humanos?... ¡Mañana por la noche, a las once!...
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas Este es breve pero intenso El fantasma II El primero de abril me presenté en la plaza de Devoto con algunos escritos antiguos que el decoro y la vanidad me habían impedido publicar. El fantasma ya me estaba esperando. Guardó los papeles en una carpeta, sin mirarlos. Su desinterés me molestó un poco. —¿No los va a leer? —Estarán bien, calculo. Disculpe si le digo que lo único que me importa es completar las doscientas páginas. —¿ Usted cree que lo mandarán al cielo? —No lo sé. Yo sólo quiero salir de esta situación. Para serle sincero, no sé cómo es el cielo. —Se supone que es un establecimiento que produce agrados. —Quién sabe. Hay distintas opiniones. Ahí tiene a los vikings. El paraíso estaba reservado a quienes encontraban la muerte en el combate. Morir de viejo, o en la cama, era un deshonor para esta gente. Al final de cada batalla, las walkirias recorrían el campo y trasladaban a los muertos al Valhalla. Era un vasto salón techado de escudos de oro, provisto de quinientas puertas. Cada mañana, los bienaventurados salían al campo y combatían. Al anochecer, todas las heridas se curaban, los miembros cercenados volvían a su lugar y quienes habían sido muertos, resucitaban. Y así día tras día, perpetuamente. ¿Usted sabe lo que es morir todos los días? -Sí.
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas El misterio del amor es mayor que el misterio de la muerte." "El mundo ha sido hecho por los locos para los cuerdos." "Estoy convencido de que en un principio Dios hizo un mundo distinto para cada hombre, y que es en ese mundo, que está dentro de nosotros mismos, donde deberíamos intentar vivir." Hay que simpatizar siempre con la alegría de la vida, cuanto menos se hable de las llagas de la vida, mejor." "Hay que batir el hierro mientras está caliente." "La compasión nunca puede sustituir al amor." "Lo menos frecuente en este mundo es vivir. La mayoría de la gente existe, eso es todo." "Los bien nacidos contradicen a los demás. Los sabios se contradicen a sí mismos." Los niños comienzan por amar a los padres. Cuando ya han crecido, los juzgan, y, algunas veces, hasta los perdonan." No voy a dejar de hablarle sólo porque no me esté escuchando. Me gusta escucharme a mí mismo. Es uno de mis mayores placeres. A menudo mantengo largas conversaciónes conmigo mismo, y soy tan inteligente que a veces no entiendo ni una palabra de lo que digo." Oscar Wilde Poeta irlandés nacido en Doublin el 16 de octubre de 1854, en el seno de una familia acomodada con buenos fundamentos culturales. Poeta, ensayista, novelista y dramaturgo, estudió en el Trinity College de Doublin y posteriormente en la Universidad de Oxford, gracias a una beca obtenida por sus brillantes trabajos en latín y griego. A los 24 años obtuvo el título de Bachelor of Arts con máximos honores. De allí en adelante, ya instalado en Londres, publicó obras de gran fama, en poesía, novela, ensayo y teatro, tales como, Poemas 1881, El fantasma de Canterville 1887, El retrato de Dorian Gray 1891, El abanico de Lady Windermere, 1892, Una mujer sin importancia 1893, La importancia de llamarse Ernesto 1895 y La balada de la cárcel de Reading 1898. En 1895, fue condenado a dos años de cárcel por sus relaciones homosexuales con el hijo del Marqués de Queensberry. Recobrada la libertad, se instaló en Paris bajo el nombre de Sebastian Melmoth. Allí falleció el 30 de noviembre de 19o0 El cuarto movimiento Le Réveillon El cielo está manchado con espasmos de rojo, huyen las brumas envolventes y las sombras; el alba se levanta desde el mar como una blanca dama de su lecho. Y caen flechas melladas, insolentes a través de las plumas de la noche, y una ola larga de luz gualda rompe en silencio sobre torre y casa, y extendiéndose amplia sobre el campo inculto un batir de alas que despiertan al vuelo, castaños que se agitan en la copa y ramas con estrías de oro. Versión de E. Caracciolo Trejo Edición de Libros Río Nuevo 2001
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas El Fantasma de la Opera Gastón Leroux Arrastrándonos en las tinieblas, huyendo de la pólvora, intentando volver a encontrar los peldaños de piedra dado que allá arriba, por encima de nuestras cabezas..., la trampilla que conduce a la habitación de los espejos se ha apagado a su vez..., nos repetimos: «¡Mañana por la noche, a las once!» ... Por fin encuentro la escalera..., pero, de repente, me incorporo de golpe en el primer peldaño, porque un pensamiento terrible acaba de acudir a mi mente: «¿Qué hora es?» ¿Qué hora es?... ¿Qué hora?... ¡Mañana por la noche a las once puede ser hoy, puede ser ahora mismo!... ¿Quién podría decirnos qué hora es?... Me parece que estamos encerrados en este infierno desde hace días y días..., desde hace años..., desde el comienzo del mundo... ¡Puede que todo esto vuele dentro de un momento... ¡Un ruido!... ¡Un crujido!... ¿Lo ha oído usted?... ¡Allí! ¡Allí, en aquel rincón... ¡Grandes dioses!... es como un ruido mecánico... ¡Otra vez!... ¡Ah! ¡Luz!... ¿Quizá sea el mecanismo que lo haga volar todo? ... ¡se lo aseguro, es un crujido!..., ¿está usted sordo? El señor de Chagny y yo nos ponemos a gritar como locos.. El miedo nos avasalla..., subimos la escalera, rodando sobre los peldaños... ¡Puede que la trampilla esté cerrada! ¡Puede que sea esta puerta cerrada la que produce tanta oscuridad! ... ¡Quién pudiera salir de la oscuridad!... ¡Salir de la oscuridad!... ¡Volver a encontrar la claridad fatal de la habitación de los espejos!... Pero ya estamos en lo alto de la escalera..., no, la trampilla no está cerrada, pero ahora reina la misma oscuridad en la cámara de los espejos que en la bodega que hemos abandonado... Dejamos la bodega... y nos arrastramos por el suelo de la cámara de los suplicios..., el suelo que nos separa del polvorín... ¿Qué hora es?... ¡Gritamos! ¡Llamamos!... El señor de Chagny clama con todas sus fuerzas renacientes: «¡Christine! ¡Christine!»Y yo llamo a Erik..., le recuerdo que le he salvado la vida... ¡Pero nada nos responde!... Tan sólo nuestra propia desesperación..., nuestra propia locura... ¿Qué hora es?... «Mañana por a noche, a las once»... Discutimos..., nos esfor-zamos por calcular el tiempo que hemos pasado, aquí..., pero somos incapaces de razonar... Si por lo menos pudiéramos ver el cuadrante de un reloj, con agujas que se moviesen. Mi reloj está parado desde hace tiempo..., pero el del señor de Chagny funciona aún... Me dice que lo puso en hora mientras se preparaba por la noche antes de venir a la Ópera... Intentamos llegar a la conclusión de que el momento fatal aún no ha llegado... ... El ruido más insignificante que llega hasta nosotros desde la trampilla, a la que he intentado cerrar en vano, nos vuelve a sumergir en la angustia más atroz... ¿Qué hora es?... Ya no llevamos encima más que una cerilla... Sin embargo, deberíamos saber... El señor de Chagny sugiere romper el cristal de su reloj y palpar las agujas... Se produce un silencio durante el cual palpa e interroga a las agujas con la punta de los dedos. La anilla del reloj le sirve de punto de referencia... Calcula por la separación de las agujas que pueden ser las once en punto. Pero las once que nos hacen temblar, tal vez hayan pasado ya, ¿no es cierto?... Puede que sean las once y diez... y tendríamos por lo menos doce horas por delante. De repente, grito: -¡Silencio! Me ha parecido oír pasos en la habitación de al lado. ¡No me he equivocado! Oigo ruido de puertas, seguido pasos precipitados. Golpean contra la pared. La voz de Christine Daaé: -¡Raoul! ¡Raoul! ¡Ah!, exclamamos todos a la vez, a un lado y al otro de la pared. Christine solloza. ¡No sabía si iba a encontrar vivo al señor de Chagny!... Al parecer el monstruo había sido terrible... No había hecho más que delirar mientras esperaba que ella se decidiera a pronunciar el «sí» que le negaba... No obstante, ella le había prometido el «sí» si consentía en llevarla a la cámara de los suplicios... Pero él se había opuesto obstinadamente con terribles amenazas contra la humanidad... Por fin, tras muchas horas de este infierno, acababa de salir en aquel momento... dejándola sola para meditar por última vez... ... ¡Muchas horas! ... -¿Qué hora es? ¿Qué hora es, Christine? ... -¡Son las once!... ¡Las once menos cinco!... -¿Pero las once de qué? -¡Las once que decidirán la vida o la muerte!... Acaba de repetírmelo al salir -vuelve a decir la voz trémula de Christine-. Es espantoso... ¡Delira y se ha arrancado la máscara y sus ojos de oro lanzan llamas! ¡Y no hace más que reír!... Me ha dicho, riendo como un demonio borracho: ««Cinco minutos! Te dejo sola debido a tu conocido pudor. No quiero que te sonrojes ante mí cuando me digas sí, como las novias tímidas... ¡Qué diablos!» Ya les he dicho que estaba como un demonio borra-cho... «Toma (y ha buscado la bolsita de la vida y de la muerte), toma -me ha dicho-, aquí está la llavecita de bronce que abre los cofres de ébano que están encima de la chimenea de la habitación estilo Luis Felipe... En uno de esos cofres encontrarás un escorpión y en el otro un saltamontes, unos animalitos muy bien reproducidos en bronce del Japón. ¡Son animales que dicen sí y no! Es decir que no tendrás más que girar el escorpión sobre su eje hasta colocarlo en la posición opuesta a la que lo has encontrado... Esto significará para mí, cuando entre en la habitación, en la habitación de nuestra noche de bodas: ¡Sí!... Si giras al saltamontes, querrá decir: ¡No! De ser así, cuando entre en la habitación, entraré en la habitación de la muerte ...»Y reía como un demonio borracho. Le pedí de rodillas la llave de la cámara de los suplicios, prometiéndole ser para siempre su esposa si me la concedía... Pero me ha dicho que ya no necesitaría aquella llave y que iba a arrojarla al lago... Después, siempre riendo como un demonio borracho, me ha dejado diciendo que no volvería hasta dentro de cinco minutos, porque sabía todo lo que se debe, cuando se es un caballero, al pudor de las mujeres... ¡Ah!, también me ha gritado: «¡El saltamontes!... ¡Ten cuidado con el saltamontes! ... ¡Un saltamontes no gira tan sólo, salta, salta!... ¡Salta maravillosamente bien!... Intento aquí reproducir mediante frases, palabras entrecortadas, exclamaciones, el sentido de las palabras delirantes de Christine... Ella también, durante aquellas veinticuatro horas, debió alcanzar el límite del dolor humano... y quizá había padecido aún más que nosotros... A cada momento, Christine se interrumpía y nos interrumpía para exclamar: «¿Raoul, te encuentras bien...?», y tocaba las paredes que ahora estaban frías y se preguntaba por qué razón habían estado tan calientes... Transcurrieron los cinco minutos y el escorpión y el saltamontes arañaban con todas sus patas mi pobre cerebro.. . Sin embargo había conservado suficiente lucidez para comprender que, si se giraba el saltamontes, el saltamontes saltaría..., y con él muchos seres humanos... ¡No había duda de que el saltamontes ponía en juego alguna corriente eléctrica destinada a volar el polvorín!... El señor de Chagny que parecía, desde que había ; vuelto a oír la voz de Christine, haber recobrado toda su fuerza moral, explicaba a toda prisa a la joven la terrible situación en la que nos encontrábamos, nosotros y la Opera entera... Era necesario girar el escorpión, inmediatamente...
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas Adivinanzas Hace muchos siglos, en los tiempos de la dinastía Sung, anda- ban por la ciudad de Hang-cheu los inventores de adivinanzas. Se sabe que todos vestían del mismo color, pero se discute cuál era ese color. Solían caminar por los jardines que estaban más allá de las murallas, o por la orilla de los canales, o por el barrio de los actores. Todos conocían sus procedimientos: se jugaba por dinero. La honestidad de estos hombres era proverbial. Jamás se negaban a pagar cuando alguien daba con la solución de sus enigmas. De en- tre todos los artistas ambulantes, los inventores de adivinanzas eran los preferidos de las muchedumbres. Convocaban más curio- sos que los acróbatas, los amaestradores de peces o los remonta- dores de barriletes. Según se dice, las adivinanzas eran siempre distintas y jamás volvían a usarse una vez que alguien las resolvía. Los estudiosos pretenden reconocer distintas técnicas en la formulación de acer- tijos. La más usual consistía en la descripción concreta de una co- sa que en lenguaje metafórico resultaba ser otra. El legendario Wang-li acuñó durante su vida alrededor de setenta mil adivinan- zas obscenas cuya respuesta era siempre la misma. La preferida del maestro Hsu-t'ang Chih-yu puede escribirse así: Tiene patas, pero no es un pez. Tiene dientes, pero no es un gusa- no. Es insignificante, pero no es el emperador. La respuesta, Li, el vendedor de limones, es imprevisible pero no inevitable. Los emperadores solían favorecer a estos ingeniosos peregrinos instalándolos en la corte. Allí permanecían largos períodos, dis- frutando del lujo y la molicie. Casi todas las mañanas el empera- dor se hacía formular una adivinanza. Hay que admitir que se trataba de una situación delicada, pues un enigma que el empera- dor no pudiera resolver trastornaba ciertamente las leyes de la na- turaleza. Para evitar catástrofes, los inventores ideaban misterios sencillos o —mejor aún— daban por buena cualquier respuesta im- perial. Durante siglos, fue señal de cautela en la China el contes- tar una indagatoria con la fórmula: "aquello que al emperador pluguiere". El dato más curioso es el que se anota a continuación: cada vez que alguien adivinaba, los formuladores saltaban de gozo y daban muestras de la más sincera alegría. No les importaba perder una moneda, si a cambio recibían el halago de ser comprendidos. Es- ta alegría era mayor cuanto más difícil era la adivinanza. Aristóteles decía, o se olvidó de decir, que la vida del entendi- miento es la vida más dichosa a la que el hombre puede aspirar. Wang-li, en el prólogo del Libro de las Adivinanzas Obscenas, escribió: "La adivinanza, el enigma, la prueba o el examen no se proponen dejar afuera al peregrino, sino hacer que entre mejor de lo que era. La puerta de la nobleza es difícil de abrir, pero se abre. Só- lo las puertas de los tiranos son inexpugnables". Con la llegada de los mongoles, la estrella de los inventores de adivinanzas se fue apagando. Ya en tiempos de decadencia, los úl- timos formuladores reducían al mínimo las dificultades: Brillo re- dondo soy de tus noches. Algunos enigmas ya venían resueltos: ¿Qué es una cosa que brilla en el cielo y que se llama Luna? Según el maestro Yin-yüan Lung-ch'i, todo idioma es una co- lección de adivinanzas, ya que las palabras sustituyen a las cosas y los enigmas son sustituciones. Algunos hablan de la adivinanza de Tzu-fu. Los maestros del Zen creían que la recompensa por su adecuada resolución era nada menos que la comprensión cabal del sentido del universo. Su formulación usual era: Tres, dos, uno, dime, adivinador, cuál es el sentido del mundo.
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas Habla Laura Yo que sostuve la agitada trama del verso escrito al borde del abismo, siempre volví la espalda al cataclismo. Yo soy la que no está. La que no te ama. Yo que alumbré con pertinaz ausencia tu visión de poeta endemoniado respondí a cada agónico llamado con la misma estelar indiferencia. Soy Hidra que venció, fiera salvaje que al héroe despedaza y atormenta pero recibe a cambio un beso tierno. Te pregunto: ¿no es cruel el homenaje? ¿No esconde acaso la mayor afrenta? Muchas puertas, mi amor, dan al infierno.