Poemas, cuentos y leyendas

Tema en 'Temas de interés (no de plantas)' comenzado por mai^a, 27/2/08.

  1. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    Me leiste por todos lados Magni:icon_redface: ! ..Gracias !:razz:

    Muy bueno lo que pusiste!!!
     
  2. Magni

    Magni

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    Sigo detrás de tí, Clause, como el alumno sigue a su maestro. Este es de los poetas románticos mi preferido, espero que les agrade tanto como a mí:

    De Lord Byron

    HUBO UN TIEMPO...¿RECUERDAS?

    Hubo un tiempo... ¿recuerdas? su memoria
    Vivirá en nuestro pecho eternamente...
    Ambos sentimos un cariño ardiente;
    El mismo, ¡oh virgen! que me arrastra a ti.

    ¡Ay! desde el día en que por vez primera
    Eterno amor mi labio te ha jurado,
    Y pesares mi vida han desgarrado,
    Pesares que no puedes tú sufrir;

    Desde entonces el triste pensamiento
    De tu olvido falaz en mi agonía:
    Olvido de un amor todo armonía,
    Fugitivo en su yerto corazón.

    Y sin embargo, celestial consuelo
    Llega a inundar mi espíritu agobiado,
    Hoy que tu dulce voz ha despertado
    Recuerdos, ¡ay! de un tiempo que pasó.

    Aunque jamás tu corazón de hielo
    Palpite en mi presencia estremecido,
    Me es grato recordar que no has podido
    Nunca olvidar nuestro primer amor.

    Y si pretendes con tenaz empeño
    Seguir indiferente tu camino...
    Obedece la voz de tu destino
    Que odiarme puedes; olvidarme, no.

    (Versión de Arturo Rizzi)

    Luego subiré otras, igual de bellas o más; si me lo permiten: ¡Viva el Romanticismo!
     
  3. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    Juan Salvador Gaviota-Richard Bach
    Vinieron entonces al anochecer, y encontraron a Juan planeando, pacífico y solitario en su querido cielo. Las dos gaviotas que aparecieron junto a sus alas eran puras como luz de estrellas, y su resplandor era suave y amistoso en el alto cielo nocturno. Pero lo más hermoso de todo era la habilidad con la que volaban; los extremos de sus alas avanzando a un preciso y constante centímetro de las suyas.

    Sin decir palabra, Juan les puso a prueba, prueba que ninguna gaviota había superado jamás. Torció sus alas, y redujo su velocidad a un sólo kilómetro por hora, casi parándose. Aquellas dos radiantes aves redujeron tambien la suya, en formación cerrada. Sabían lo que era volar lento.

    Dobló sus alas, giró y cayó en picado a doscientos kilómetros por hora. Se dejaron caer con él, precipitándose hacia abajo en formación impecable.

    Por fin, Juan voló con igual velocidad hacia arriba en un giro lento y vertical. Giraron con él, sonriendo.

    Recuperó el vuelo horizontal y se quedó callado un tiempo antes de decir:

    -Muy bien. ¿Quiénes sois?

    -Somos de tu Bandada, Juan. Somos tus hermanos. -Las palabras fueron firmes y serenas-. Hemos venido a llevarte más arriba, a llevarte a casa.

    -¡Casa no tengo! Bandada tampoco tengo. Soy un Exilado. Y ahora volamos a la vanguardia del Viento de la Gran Montana. Unos cientos de metros más, y no podré levantar más este viejo cuerpo.

    -Sí que puedes, Juan. Porque has aprendido. Una etapa ha terminado, y ha llegado la hora de que empiece otra.

    Tal como le había iluminado toda su vida, también ahora el entendimiento iluminó ese instante de la existencia de Juan Gaviota. Tenían razón. El era capaz de volar más alto, y ya era hora de irse a casa.

    Echó una larga y última mirada al cielo, a esa magnífica tierra de plata donde tanto había aprendido.

    -Estoy listo -dijo al fin.

    Y Juan Salvador Gaviota se elevó con las dos radiantes gaviotas para desaparecer en un perfecto y oscuro cielo.



     
  4. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas






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    Echó una larga y última mirada al cielo,
    a esa magnífica tierra de plata donde tanto había aprendido


     
  5. clause

    clause Claudia

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  6. clause

    clause Claudia

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    -Soy un exiliado y ahora volamos a la vanguardia del viento de la Gran Montaña.
    Unos cientos de metros más y no podré levantar este viejo cuerpo.

    -Si que puedes, Juan. Porque has aprendido.
    Una etapa ha terminado y ha llegado la hora de que empiece otra.

     
  7. Magni

    Magni

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    ¡Hola a tod@s! ¡Buen día, Clause! (¡Gracias por Juan Salvador Gaviota!) :beso:

    Aquí transcribo otra de las poesías de Lord Byron traducida del inglés, su idioma original. Espero no les parezca demasiado trágica, a mi me emociona mucho la profundidad de los sentimientos que trasluce.

    ACUÉRDATE DE MÍ

    Llora en silencio mi alma solitaria,
    excepto cuando está mi corazón
    unido al tuyo en celestial alianza
    de mutuo suspirar y mutuo amor.

    Es la llama de mi alma cual lumbrera,
    que brilla en el recinto sepulcral:
    casi extinta, invisible, pero eterna...
    ni la muerte la puede aniquilar.

    ¡Acuérdate de mí!... Cerca a mi tumba
    no pases, no, sin darme una oración;
    para mi alma no habrá mayor tortura
    que el saber que olvidaste mi dolor.

    Oye mi última voz. No es un delito
    rogar por los que fueron. Yo jamás
    te pedí nada: al expirar te exijo
    que vengas a mi tumba a sollozar.

    Versión de Enrique Álvarez Bonilla
     
  8. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    Juan Salvador Gaviota-Richard Bach
    De modo que esto es el cielo, pensó, y tuvo que sonreírse. No era muy respetuoso analizar el cielo justo en el momento en que uno está a punto de entrar en él.

    Al venir de la Tierra por encima de las nubes y en formación cerrada con las dos resplandecientes gaviotas, vió que su propio cuerpo se hacía tan resplandeciente como el de ellas.

    En verdad, allí estaba el mismo y joven Juan Gaviota, el que siempre había existido detrás de sus ojos dorados, pero la forma exterior había cambiado.

    Su cuerpo sentía como gaviota, pero ya volaba mucho mejor que con el antiguo. ¡Vaya, pero si con la mitad del esfuerzo, pensó, obtengo el doble de velocidad, el doble de rendimiento que en mis mejores dias en la Tierra!

    Brillaban sus plumas, ahora de un blanco resplandeciente, y sus alas eran lisas y perfectas como láminas de plata pulida. Empezó, gozoso, a familiarizarse con ellas, a imprimir potencia en estas nuevas alas.

    A trescientos cincuenta kilómetros por hora le pareció que estaba logrando su máxima velocidad en vuelo horizontal. A cuatrocientos diez pensó que estaba volando al tope de su capacidad, y se sintió ligeramente desilusionado. Había un límite a lo que podía hacer con su nuevo cuerpo, y aunque iba mucho más rápido que en su antigua marca de vuelo horizontal, era sin embargo un límite que le costaría mucho esfuerzo mejorar. En el cielo, pensó, no debería haber limitaciones.

    De pronto se separaron las nubes y sus compañeros gritaron:

    -Feliz aterrizaje, Juan -y desaparecieron sin dejar rastro.

    Volaba encima de un mar, hacia un mellado litoral. Una que otra gaviota se afanaba en los remolinos entre los acantilados. Lejos, hacia el Norte, en el horizonte mismo, volaban unas cuantas mas. Nuevos horizontes, nuevos pensamientos, nuevas preguntas. ¿Por qué tan pocas gaviotas? ¡El paraíso debería estar lleno de gaviotas! ¿Y por qué estoy tan cansado de pronto? Era de suponer que las gaviotas en el cielo no deberían cansarse, ni dormir.

    ¿Dónde había oído eso? El recuerdo de su vida en la Tierra se le estaba haciendo borroso. La Tierra había sido un lugar donde había aprendido mucho, por supuesto, pero los detalles se le hacían ya nebulosos; recordaba algo de la lucha por la comida, y de haber sido un exilado.

    La docena de gaviotas que estaba cerca de la playa vino a saludarle sin que ni una dijera una palabra. Sólo sintió que se le daba la bienvenida y que esta era su casa. Había sido un gran día para él, un día cuyo amanecer ya no recordaba.

    Giró para aterrizar en la playa, batiendo sus alas hasta pararse un instante en el aire, y luego descendió ligeramente sobre la arena. Las otras gaviotas aterrizaron tambien, pero ninguna movió ni una pluma. Volaron contra el viento, con sus brillantes alas extendidas, y luego, sin que supiera él cómo, cambiaron la curvatura de sus plumas hasta detenerse en el mismo instante en que sus pies tocaron tierra. Había sido una hermosa muestra de control, pero Juan estaba ahora demasiado cansado para intentarlo. De pie, allí en la playa, sin que aún se hubiera pronunciado ni una sola palabra, se quedó dormido.

    Durante los días siguientes Juan vió que había aquí tanto que aprender sobre el vuelo como en la vida que había dejado. Pero con una diferencia. Aqui había gaviotas que pensaban como él. Ya que para cada una de ellas lo más importante de sus vidas era alcanzar y palpar la perfección de lo que más amaban hacer: volar. Todos ellos eran pájaros magníficos, y pasaban hora tras hora cada día ejercitándose en volar, ensayando aeronáutica avanzada.

    Durante largo tiempo Juan se olvidó del mundo de donde había venido, ese lugar donde la bandada vivía con los ojos bien cerrados al placer de volar, empleando sus alas como medios para encontrar y luchar por la comida. Pero de cuando en cuando, sólo por un momento, lo recordaba.

    Se acordó de ello una mañana cuando estaba con su instructor, mientras descansaban en la playa después de una sesión de toneles con ala plegada.

    -¿Dónde están los demás, Rafael? -preguntó en silencio, ya bien acostumbrado a la cómoda telepatía que estas gaviotas empleaban en lugar de graznidos y trinos-. ¿Por qué no hay más de nosotros aquí? De donde vengo había...

    - Miles y miles de gaviotas. Lo sé. -Rafael movió su cabeza afirmativamente-. La única respuesta que puedo dar, Juan, es que tú eres una gaviota en un millón. La mayoría de nosotros progresa com mucha lentitud. Pasamos de un mundo a otro casi exactamente igual, olvidando en seguida de donde habíamos venido, sin preocuparnos hacia donde íbamos, viviendo solo el momento presente. ¿Tienes idea de cuántas vidas debimos cruzar antes de que lográramos la primera idea de que hay mas en la vida que comer, luchar. o alcanzar poder en la bandada? ¡Mil vidas, Juan, diez mil! Y luego cien vidas más hasta que empezamos a aprender que hay algo llamado perfección, y otras cien para comprender que la meta de la vida es encontrar esa perfección y reflejarla. La misma norma se aplica ahora a nosotros, por supuesto: elegimos nuestro mundo venidero mediante lo que hemos aprendido en éste. No aprendas nada, y el próximo será igual que éste, con las mismas limitaciones y pesos de plomo que superar.

    Extendió sus alas y volvió su cara al viento.

    -Pero tú, Juan -dijo-, aprendiste tanto de una vez que no has tenido que pasar por mil vidas para llegar a esta.

    En un momento estaban otra vez en el aire, practicando. Era difícil mantener la formación cuando giraban para volar en posición invertida, puesto que entonces Juan tenía que ordenar inversamente su pensamiento, cambiando la curvatura, y ambiándola en exacta armonía con la de su instructor.

    -Intentemos de nuevo -decía Rafael una y otra vez-. Intentemos de nuevo. Bien. -Y entonces empezaron a practicar los rizos exteriores.












     
  9. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas




    Una noche, las gaviotas que no estaban practicando vuelos nocturnos se quedaron de pie sobre la arena, pensando. Juan echó mano de todo su coraje y se acercó a la Gaviota Mayor, de quien, se decía, iba pronto a trasladarse más allá de este mundo.

    -Chiang... -dijo, un poco nervioso.

    La vieja gaviota le miró tiernamente.

    -¿Si, hijo mío?

    En lugar de perder la fuerza con la edad, el Mayor la había aumentado; podía volar más y mejor que cualquier gaviota de la bandada, y había aprendido habilidades que las otras sólo empezaban a conocer.

    -Chiang, este mundo no es el verdadero cielo, ¿verdad?

    El Mayor sonrió a la luz de la Luna.

    -Veo que sigues aprendiendo, Juan -dijo.

    -Bueno, ¿qué pasará ahora? ¿A dónde iremos? ¿Es que no hay un lugar que sea como el cielo?

    -No, Juan, no hay tal lugar. El cielo no es un lugar, ni un tiempo. El cielo consiste en ser perfecto. -se quedó callado un momento-. Eres muy rápido para volar, ¿verdad?

    -Me encanta la velocidad -dijo Juan, sorprendido, pero orgulloso de que la Mayor se hubiese dado cuenta.

    -Empezarás a palpar el cielo, Juan, en el momento en que palpes la perfecta velocidad. Y esto no es volar a mil kilómetros por hora, ni a un millón, ni a la velocidad de la luz. Porque cualquier número es ya un límite, y la perfección no tiene límites. La perfecta velocidad, hijo mío, es estar alli.

    Sin aviso, y en un abrir y cerrar de ojos, Chiang desapareció y apareció al borde del agua, veinte metros más allá. Entonces desapareció de nuevo y volvió en una milésima de segundo, junto al hombro de Juan.

    -Es bastante divertido -dijo.

    Juan estaba maravillado. Se olvidó de preguntar por el cielo.

    -¿Cómo lo haces? ¿Qué se siente al hacerlo? ¿A qué distancia puedes llegar?

    -Puedes ir al lugar y al tiempo que desees -dijo la Mayor-. Yo he ido adónde y cuándo he querido -miró hacia el mar-. Es extraño. Las gaviotas que desprecian la perfección por el gusto de viajar, no llegan a ninguna parte, y lo hacen lentamente. Las que se olvidan de viajar por alcanzar la perfección, llegan a todas partes, y al instante. Recuerda, Juan, el cielo no es un lugar ni un tiempo, porque el lugar y el tiempo poco significan. El cielo es...

    -¿Me puedes enseñar a volar asi? -Juan Gaviota temblaba ante la conquista de otro desafío.

    -Por supuesto, si quieres aprender.

    -Quiero. ¿Cuándo podemos empezar?

    -Podríamos empezar ahora, si lo deseas.

    -Quiero aprender a volar de esa manera -dijo Juan, y una luz extraña brilló en sus ojos-. Dime qué hay que hacer.

    Chiang habló con lentitud, observando a la joven gaviota muy cuidadosamente.

    -Para volar tan rápido como el pensamiento y a cualquier sitio que exista -dijo-, debes empezar por saber que ya has llegado...

    El secreto, según Chiang, consistía en que Juan dejase de verse a sí mismo como prisionero de un cuerpo limitado, con una envergadura de ciento cuatro centímetros y un rendimiento susceptible de programación. El secreto era saber que su verdadera naturaleza vivía, con la perfección de un número no escrito, simultáneamente en cualquier lugar del espacio y del tiempo.










     
  10. Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    Este hilo es un verdadero oasis, todos ustedes me tienen :ojoscorazon:

    Les dejo este poema del colombiano Candelario Obeso, oriundo del bellísimo pueblo de Mompox, a orillas del Gran Río de La Magdalena.

    CANCION DEL BOGA AUSENTE

    Qué triste que está la noche;
    La noche qué triste está,
    No hay en el cielo una estrella.
    ¡Remá, remá!

    La negra del alma mía,
    Mientras yo briego en la mar,
    Bañado en sudor por ella,
    ¿Qué hará? ¿Qué hará?

    Tal vez por su zambo amado
    Doliente suspirará,
    O tal vez ni me recuerda..,
    ¡Llorá! iLlorá!

    Las hembras son como todo
    Lo de esta tierra desgraciada;
    ¡Con arte se saca el pez
    Del mar, del mar!...

    Con arte se ablanda el hierro,
    Se doma la mapaná...
    ¿Constantes, firmes? iLas penas!
    No hay más, no hay más...

    Qué oscura que está la noche,
    La noche qué oscura está,
    Asi de oscura es la ausencia.
    Bogá, bogá!

    No dejo de leerlos, me estoy enviciando ...

    Cordial saludo,
    TATIANA
     
  11. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    hola Tatiana!!!que bonita !:razz:
     
  12. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas


    OVILLEJOS

    ¿Quién menoscaba mis bienes?
    ¡Desdenes!
    Y ¿quién aumenta mis duelos?
    ¡Los celos!
    Y ¿quién prueba mi paciencia?
    ¡Ausencia!

    De este modo en mi dolencia
    ningún remedio se alcanza,
    pues me matan la esperanza,
    desdenes, celos y ausencia.

    ¿Quién me causa este dolor?
    ¡Amor!
    Y ¿quién mi gloria repuna?
    ¡Fortuna!
    Y ¿quién consiente mi duelo?
    ¡El cielo!

    De este modo yo recelo
    morir deste mal extraño,
    pues se aúnan en mi daño
    amor, fortuna y el cielo.

    ¿Quién mejorará mi suerte?
    ¡La muerte!
    Y el bien de amor, ¿quién le alcanza?
    ¡Mudanza!
    Y sus males, ¿quién los cura?
    ¡Locura!

    Dese modo no es cordura
    querer curar la pasión,
    cuando los remedios son
    muerte, mudanza y locura.


    Miguel de Cervantes y Saavedra












     
  13. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas



    DON BELIANÍS DE GRECIA A DON QUIJOTE DE LA MANCHA

    Rompí, corté, abollé, y dije e hice
    más que en el orbe caballero andante;
    fui diestro, fui valiente y arrogante,
    mil agravios vengué, cien mil deshice.

    Hazañas di a la fama que eternice;
    fui comedido y regalado amante;
    fue enano para mí todo gigante,
    y al duelo en cualquier punto satisfice.

    Tuve a mis pies postrada la Fortuna
    y trajo del copete mi cordura
    a la calva ocasión al estricote.

    Mas, aunque sobre el cuerno de la luna
    siempre se vio encumbrada mi ventura,
    tus proezas envidio, ¡oh, gran Quijote!


    Miguel de Cervantes y Saavedra









     
  14. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    EL NIÑO YUNTERO

    Carne de yugo, ha nacido
    más humillado que bello,
    con el cuello perseguido
    por el yugo para el cuello.

    Nace, como la herramienta,
    a los golpes destinado,
    de una tierra descontenta
    y un insatisfecho arado.

    Entre estiércol puro y vivo
    de vacas, trae a la vida
    un alma color de olivo
    vieja ya y encallecida.

    Empieza a vivir, y empieza
    a morir de punta a punta
    levantando la corteza
    de su madre con la yunta.

    Empieza a sentir, y siente
    la vida como una guerra
    y a dar fatigosamente
    en los huesos de la tierra.

    Contar sus años no sabe,
    y ya sabe que el sudor
    es una corona grave
    de sal para el labrador.

    Trabaja, y mientras trabaja
    masculinamente serio,
    se unge de lluvia y se alhaja
    de carne de cementerio.

    A fuerza de golpes, fuerte,
    y a fuerza de sol, bruñido,
    con una ambición de muerte
    despedaza un pan reñido.

    Cada nuevo día es
    más raíz, menos criatura,
    que escucha bajo sus pies
    la voz de la sepultura.

    Y como raíz se hunde
    en la tierra lentamente
    para que la tierra inunde
    de paz y panes su frente.

    Me duele este niño hambriento
    como una grandiosa espina,
    y su vivir ceniciento
    resuelve mi alma de encina.

    Lo veo arar los rastrojos,
    y devorar un mendrugo,
    y declarar con los ojos
    que por qué es carne de yugo.

    Me da su arado en el pecho,
    y su vida en la garganta,
    y sufro viendo el barbecho
    tan grande bajo su planta.

    ¿Quién salvará a este chiquillo
    menor que un grano de avena?
    ¿De dónde saldrá el martillo
    verdugo de esta cadena?

    Que salga del corazón
    de los hombres jornaleros,
    que antes de ser hombres son
    y han sido niños yunteros.


    Miguel Hernández, 1937










     
  15. Magni

    Magni

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    ¡Hola, Clause! ¡Hola Angela Tatiana! ¡Qué hermosas poesías! :beso: :beso:

    Les dejo otra de Lord Byron

    LA PARTIDA

    ¡Todo acabó! La vela temblorosa
    se despliega a la brisa del mar,
    y yo dejo esta playa cariñosa
    en donde queda la mujer hermosa,
    ¡ay!, la sola mujer que puedo amar.
    Si pudiera ser hoy lo que antes era,
    y mi frente abatida reclinar
    en ese seno que por mí latiera,
    quizá no abandonara esta ribera
    y a la sola mujer que puedo amar.

    Yo no he visto hace tiempo aquellos ojos
    que fueron mi contento y mi pesar;
    los amo, a pesar de sus enojos,
    pero abandono Albión, tierra de abrojos,
    y a la sola mujer que puedo amar.
    Y rompiendo las olas de los mares,
    a tierra extraña, patria iré a buscar;
    mas no hallaré consuelo a mis pesares,
    y pensaré desde extranjeros lares
    en la sola mujer que puedo amar.

    Como una viuda tórtola doliente
    mi corazón abandonado está,
    porque en medio de la turba indiferente
    jamás encuentro la mirada ardiente
    de la sola mujer que puedo amar.
    Jamás el infeliz halla consuelo
    ausente del amor y la amistad,
    y yo, proscrito en extranjero suelo,
    remedio no hallaré para mi duelo
    lejos de la mujer que puedo amar.

    Mujeres más hermosas he encontrado,
    mas no han hecho mi seno palpitar,
    que el corazón ya estaba consagrado
    a la fe de otro objeto idolatrado,
    a la sola mujer que puedo amar.
    Adiós, en fin. Oculto en mi retiro,
    en el ausente nadie ha de pensar;
    ni un solo recuerdo, ni un suspiro
    me dará la mujer por quien deliro,
    ¡ay!, la sola mujer que puedo amar.

    Comparando el pasado y el presente,
    el corazón se rompe de pesar,
    pero yo sufro con serena frente
    y mi pecho palpita eternamente
    por la sola mujer que puedo amar.
    Su nombre es un secreto de mi vida
    que el mundo para siempre ignorará,
    y la causa fatal de mi partida
    la sabrá sólo la mujer querida,
    ¡ay!, la sola mujer que puedo amar.

    ¡Adiós!..Quisiera verla... mas me acuerdo
    que todo para siempre va a acabar;
    la patria y el amor, todo lo pierdo...
    pero llevo el dulcísimo recuerdo
    de la sola mujer que puedo amar.
    ¡Todo acabó! La vela temblorosa
    se despliega a la brisa del mar,
    y yo dejo esta playa cariñosa
    en donde queda la mujer hermosa,
    ¡ay!, la sola mujer que puedo amar.

    Versión de Ismael Enrique Arciniegas

    Aunque no suba alguna poesía estoy siempre de visita, Clause; viendo los vuelos y la filosofía dentro de Juan Salvador Gaviota :happy: