Poemas, cuentos y leyendas

Tema en 'Temas de interés (no de plantas)' comenzado por mai^a, 27/2/08.

  1. Anveri

    Anveri Fanática de nativas -aves

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    :happy:

    Para todas.

    La Muralla
    Nicolas Guillen

    Para hacer esta muralla,
    tráiganme todas las manos:
    Los negros, su manos negras,
    los blancos, sus blancas manos.
    Ay,
    una muralla que vaya
    desde la playa hasta el monte,
    desde el monte hasta la playa, bien,
    allá sobre el horizonte.

    ¡Tun, tun!
    ¿Quién es?
    Una rosa y un clavel…

    ¡Abre la muralla!
    ¡Tun, tun!
    ¿Quién es?
    El sable del coronel…
    ¡Cierra la muralla!
    ¡Tun, tun!
    ¿Quién es?
    La paloma y el laurel…

    ¡Abre la muralla!
    ¡Tun, tun!
    ¿Quién es?
    El alacrán y el ciempiés…
    ¡Cierra la muralla!

    Al corazón del amigo,
    abre la muralla
    ;
    al veneno y al puñal,
    cierra la muralla;
    al mirto y la yerbabuena,
    abre la muralla
    ;
    al diente de la serpiente,
    cierra la muralla;
    al ruiseñor en la flor,
    abre la muralla…



    Alcemos una muralla
    juntando todas las manos;
    los negros, sus manos negras,
    los blancos, sus blancas manos.

    Una muralla que vaya
    desde la playa hasta el monte,
    desde el monte hasta la playa, bien,
    allá sobre el horizonte…

    Feliz domingo.

    ;)
     
  2. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    Muy lindo ,Anveri, y feliz Domingo para vos también!;)
     
  3. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas


    Juan Salvador Gaviota-Richard Bach

    A la mañana siguiente, la Bandada había olvidado su demencia, pero no Pedro.

    -Juan, ¿te acuerdas de lo que dijiste hace mucho tiempo acerca de amar lo suficiente a la Bandada como para volver a ella y ayudarla a aprender?

    -Claro.

    -No comprendo cómo te las arreglas para amar a una turba de pájaros que acaba de intentar matarte.

    -Vamos, Pedro, ¡no es eso lo que tú amas! Por cierto que no se debe amar el odio y el mal. Tienes que practicar y llegar a ver a la verdadera gaviota, ver el bien que hay en cada una, y ayudarlas a que lo vean en sí mismas. Eso es lo que quiero decir por amar. Es divertido, cuando le aprendes el truco. Recuerdo, por ejemplo, a cierto orgulloso pájaro, un tal Pedro Pablo Gaviota. Exilado reciente, listo para luchar hasta la muerte contra la bandada, empezaba ya a construirse su propio y amargo infierno en los Lejanos Acantilados. Sin embargo, aquí lo tenemos ahora, construyendo su propio cielo, y guiando a toda la bandada en la misma dirección.

    Pedro se volvió hacia su instructor, y por un momento surgió miedo en sus ojos.

    -¿Yo guiando? ¿Qué quieres decir: yo guiando? Tú eres el instructor aqui. ¡Tú no puedes marcharte!

    -¿Ah, no? ¿No piensas que hay acaso otras Bandadas, otros Pedros, que necesitan más a un instructor que ésta, que ya va camino de la luz?

    -¿Yo? Juan, soy una simple gaviota, y tú eres...

    -El único hijo de la gran gaviota, supongo -Juan suspiró y miró hacia el mar-. Ya no me necesitas. Lo que necesitas es seguir encontrándote a tí mismo, un poco más cada día; a ese verdadero e ilimitado Pedro Gaviota. Él es tu instructor. Tienes que comprenderlo, y ponerlo en práctica.

    Un momento mas tarde el cuerpo de Juan trepidó en el aire, resplandeciente, y empezó a hacerse transparente.

    -No dejes que se corran rumores tontos sobre mí, o que me hagan un dios. ¿De acuerdo, Pedro? Soy gaviota. Y quizá me encante volar...

    -¡Juan!

    -Pobre Pedro. No creas lo que tus ojos te dicen. Sólo muestran limitaciones. Mira con tu entendimiento, descubre lo que ya sabes, y hallarás la manera de volar.

    El resplandor se apagó. Y Juan Gaviota se desvaneció en el aire.

    Después de un tiempo, Pedro Gaviota se obligó a remontar el espacio y se enfrentó con un nuevo grupo de estudiantes, ansiosos de empezar su primera lección.

    -Para comenzar -dijo pesadamente-, tenéis que comprender que una gaviota es una idea ilimitada de la libertad, una imagen de la gran gaviota, y todo vuestro cuerpo, de extremo a extremo del ala, no es más que vuestro propio pensamiento.

    Los jóvenes lo miraron con extrañeza. ¡Vaya, hombre!, pensaron, eso no suena a una norma para hacer un rizo...

    Pedro suspiró y empezó otra vez:

    -Hum... ah... muy bien -dijo, y les miró críticamente-. Empecemos con el vuelo horizontal. -Y al decirlo, comprendió de pronto que, en verdad, su amigo no había sido más divino que el mismo Pedro.

    ¿No hay límites, Juan? pensó. Bueno, ¡llegará entonces el día en que me apareceré en tu playa, y te enseñaré un par de cosas acerca del vuelo!

    Y aunque intentó parecer adecuadamente severo ante sus alumnos, Pedro Gaviota les vió de pronto tal y como eran realmente, sólo por un momento, y más que gustarle, amó aquello que vió. ¿No hay límites, Juan?, pensó, y sonrió. Su carrera hacia el aprendizaje había empezado.










     
  4. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas



    [​IMG]






    fin.

     
  5. mai^a

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    De los apeninos a los Andes


    Y así, poco a poco, casi llegó a convencer a su padre.
    Éste lo apreciaba, sabía que tenía juicio y ánimo, que
    estaba acostumbrado a las privaciones y los sacrificios,
    que todas estas buenas cualidades reforzaban su decisión
    de buscar a su madre a quien adoraba. Sucedió también
    que cierto comandante de un buque mercante amigo de
    un conocido suyo, habiendo oído hablar del asunto, se
    empeñó en ofrecerle, gratis, un billete de tercera clase
    para ir a Argentina. Entonces, después de nuevas
    vacilaciones, el padre consintió y se decidió el viaje.

    Llenaron de ropa un pequeño baúl, le pusieron algunas
    liras en el bolsillo, le dieron las señas del tío, y una hermosa
    tarde del mes de abril lo embarcaron.
    -Marcos, hijo mío -le dijo el padre, dándole el último beso
    con lágrimas en los ojos, sobre la escalerilla del buque
    que estaba por salir-: ¡Ten ánimo, vas con un fin santo;
    Dios te ayudará! ¡Pobre Marcos! Tenía corazón esforzado
    y estaba preparado también para las más duras pruebas
    de aquel viaje; pero cuando vio desaparecer del horizonte
    la hermosa Génova y se encontró en alta mar, sobre aquel
    gran navío lleno de compatriotas que emigraban, solo,
    desconocido de todos, con aquel pequeño baúl que
    encerraba toda su fortuna, le asaltó un repentino desánimo.

    Dos días permaneció arrinconado en la proa, como un perro,
    casi sin comer y sintiendo gran necesidad de llorar. Toda clase
    de tristes pensamientos lo asaltaban, y el más triste, el más
    terrible era el que más se apoderada de él: el pensamiento de
    que hubiese muerto su madre. En sus sueños interrumpidos y
    penosos, veía siempre la faz de un desconocido que lo miraba
    con aire de compasión, y después le decía al oído: "¡Tu madre
    ha muerto!" Y entonces se despertaba ahogando un grito. (continuará)
     
  6. mai^a

    mai^a My Garden

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    Maravilloso clausecita!![​IMG]
     
  7. mai^a

    mai^a My Garden

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    Gracias que bello! anveri![​IMG]
     
  8. --------..

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    Ese poema de Guillen es hermosisimo..no resisti traer este video,en el que canta Ana Belen,y esta Guillen tambien...
    Hace años,siendo maestra jovencita hicimos con mis alumnos una representacion de esta poesia musicalizada,hasta ahora lo recuerdo y me erizo!!!Gracias,Anveri!!
     
  9. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    me alegro que te haya gustado Maia! :beso: ...y Te sigo leyendo!:happy:
    Veremos que les pongo ahora, cuesta encontrar el libro ideal ,y que sea breve....entre tanto que me decido ,les iré poniendo cuentos, para no perder el ritmo!:razz:
     
  10. --------..

    --------..

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    el que busca encuentra,Clau!!(y nosotros nos beneficiamos con tu busqueda!!!:beso: gracias!!)
     
  11. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    Gracias Albita y muy bonita la canción!!!:beso:
     
  12. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas


    El hombre muerto
    [Cuento. Texto completo]
    Horacio Quiroga

    El hombre y su machete acababan de limpiar la quinta calle del bananal. Faltábanles aún dos calles; pero como en éstas abundaban las chircas y malvas silvestres, la tarea que tenían por delante era muy poca cosa. El hombre echó, en consecuencia, una mirada satisfecha a los arbustos rozados y cruzó el alambrado para tenderse un rato en la gramilla. Mas al bajar el alambre de púa y pasar el cuerpo, su pie izquierdo resbaló sobre un trozo de corteza desprendida del poste, a tiempo que el machete se le escapaba de la mano. Mientras caía, el hombre tuvo la impresión sumamente lejana de no ver el machete de plano en el suelo.
    Ya estaba tendido en la gramilla, acostado sobre el lado derecho, tal como él quería. La boca, que acababa de abrírsele en toda su extensión, acababa también de cerrarse. Estaba como hubiera deseado estar, las rodillas dobladas y la mano izquierda sobre el pecho. Sólo que tras el antebrazo, e inmediatamente por debajo del cinto, surgían de su camisa el puño y la mitad de la hoja del machete, pero el resto no se veía.

    El hombre intentó mover la cabeza en vano. Echó una mirada de reojo a la empuñadura del machete, húmeda aún del sudor de su mano. Apreció mentalmente la extensión y la trayectoria del machete dentro de su vientre, y adquirió fría, matemática e inexorable, la seguridad de que acababa de llegar al término de su existencia. La muerte. En el transcurso de la vida se piensa muchas veces en que un día, tras años, meses, semanas y días preparatorios, llegaremos a nuestro turno al umbral de la muerte. Es la ley fatal, aceptada y prevista; tanto, que solemos dejarnos llevar placenteramente por la imaginación a ese momento, supremo entre todos, en que lanzamos el último suspiro. Pero entre el instante actual y esa postrera expiración, ¡qué de sueños, trastornos, esperanzas y dramas presumimos en nuestra vida! ¡Qué nos reserva aún esta existencia llena de vigor, antes de su eliminación del escenario humano! Es éste el consuelo, el placer y la razón de nuestras divagaciones mortuorias: ¡Tan lejos está la muerte, y tan imprevisto lo que debemos vivir aún! ¿Aún...?

    No han pasado dos segundos: el sol está exactamente a la misma altura; las sombras no han avanzado un milímetro. Bruscamente, acaban de resolverse para el hombre tendido las divagaciones a largo plazo: se está muriendo. Muerto. Puede considerarse muerto en su cómoda postura. Pero el hombre abre los ojos y mira. ¿Qué tiempo ha pasado? ¿Qué cataclismo ha sobrevivido en el mundo? ¿Qué trastorno de la naturaleza trasuda el horrible acontecimiento?

    Va a morir. Fría, fatal e ineludiblemente, va a morir.

    El hombre resiste -¡es tan imprevisto ese horror!- y piensa: es una pesadilla; ¡esto es! ¿Qué ha cambiado? Nada. Y mira: ¿no es acaso ese el bananal? ¿No viene todas las mañanas a limpiarlo? ¿Quién lo conoce como él? Ve perfectamente el bananal, muy raleado, y las anchas hojas desnudas al sol. Allí están, muy cerca, deshilachadas por el viento. Pero ahora no se mueven... Es la calma del mediodía; pero deben ser las doce. Por entre los bananos, allá arriba, el hombre ve desde el duro suelo el techo rojo de su casa. A la izquierda entrevé el monte y la capuera de canelas. No alcanza a ver más, pero sabe muy bien que a sus espaldas está el camino al puerto nuevo; y que en la dirección de su cabeza, allá abajo, yace en el fondo del valle el Paraná dormido como un lago. Todo, todo exactamente como siempre; el sol de fuego, el aire vibrante y solitario, los bananos inmóviles, el alambrado de postes muy gruesos y altos que pronto tendrá que cambiar...

    ¡Muerto! ¿pero es posible? ¿no es éste uno de los tantos días en que ha salido al amanecer de su casa con el machete en la mano? ¿No está allí mismo con el machete en la mano? ¿No está allí mismo, a cuatro metros de él, su caballo, su malacara, oliendo parsimoniosamente el alambre de púa? ¡Pero sí! Alguien silba. No puede ver, porque está de espaldas al camino; mas siente resonar en el puentecito los pasos del caballo... Es el muchacho que pasa todas las mañanas hacia el puerto nuevo, a las once y media. Y siempre silbando... Desde el poste descascarado que toca casi con las botas, hasta el cerco vivo de monte que separa el bananal del camino, hay quince metros largos. Lo sabe perfectamente bien, porque él mismo, al levantar el alambrado, midió la distancia.

    ¿Qué pasa, entonces? ¿Es ése o no un natural mediodía de los tantos en Misiones, en su monte, en su potrero, en el bananal ralo? ¡Sin duda! Gramilla corta, conos de hormigas, silencio, sol a plomo... Nada, nada ha cambiado. Sólo él es distinto. Desde hace dos minutos su persona, su personalidad viviente, nada tiene ya que ver ni con el potrero, que formó él mismo a azada, durante cinco meses consecutivos, ni con el bananal, obras de sus solas manos. Ni con su familia. Ha sido arrancado bruscamente, naturalmente, por obra de una cáscara lustrosa y un machete en el vientre. Hace dos minutos: Se muere.

    El hombre muy fatigado y tendido en la gramilla sobre el costado derecho, se resiste siempre a admitir un fenómeno de esa trascendencia, ante el aspecto normal y monótono de cuanto mira. Sabe bien la hora: las once y media... El muchacho de todos los días acaba de pasar el puente.

    ¡Pero no es posible que haya resbalado...! El mango de su machete (pronto deberá cambiarlo por otro; tiene ya poco vuelo) estaba perfectamente oprimido entre su mano izquierda y el alambre de púa. Tras diez años de bosque, él sabe muy bien cómo se maneja un machete de monte. Está solamente muy fatigado del trabajo de esa mañana, y descansa un rato como de costumbre. ¿La prueba...? ¡Pero esa gramilla que entra ahora por la comisura de su boca la plantó él mismo en panes de tierra distantes un metro uno de otro! ¡Ya ése es su bananal; y ése es su malacara, resoplando cauteloso ante las púas del alambre! Lo ve perfectamente; sabe que no se atreve a doblar la esquina del alambrado, porque él está echado casi al pie del poste. Lo distingue muy bien; y ve los hilos oscuros de sudor que arrancan de la cruz y del anca. El sol cae a plomo, y la calma es muy grande, pues ni un fleco de los bananos se mueve. Todos los días, como ése, ha visto las mismas cosas.

    ...Muy fatigado, pero descansa solo. Deben de haber pasado ya varios minutos... Y a las doce menos cuarto, desde allá arriba, desde el chalet de techo rojo, se desprenderán hacia el bananal su mujer y sus dos hijos, a buscarlo para almorzar. Oye siempre, antes que las demás, la voz de su chico menor que quiere soltarse de la mano de su madre: ¡Piapiá! ¡Piapiá!

    ¿No es eso...? ¡Claro, oye! Ya es la hora. Oye efectivamente la voz de su hijo... ¡Qué pesadilla...! ¡Pero es uno de los tantos días, trivial como todos, claro está! Luz excesiva, sombras amarillentas, calor silencioso de horno sobre la carne, que hace sudar al malacara inmóvil ante el bananal prohibido.

    ...Muy cansado, mucho, pero nada más. ¡Cuántas veces, a mediodía como ahora, ha cruzado volviendo a casa ese potrero, que era capuera cuando él llegó, y antes había sido monte virgen! Volvía entonces, muy fatigado también, con su machete pendiente de la mano izquierda, a lentos pasos. Puede aún alejarse con la mente, si quiere; puede si quiere abandonar un instante su cuerpo y ver desde el tejamar por él construido, el trivial paisaje de siempre: el pedregullo volcánico con gramas rígidas; el bananal y su arena roja: el alambrado empequeñecido en la pendiente, que se acoda hacia el camino. Y más lejos aún ver el potrero, obra sola de sus manos. Y al pie de un poste descascarado, echado sobre el costado derecho y las piernas recogidas, exactamente como todos los días, puede verse a él mismo, como un pequeño bulto asoleado sobre la gramilla -descansando, porque está muy cansado.

    Pero el caballo rayado de sudor, e inmóvil de cautela ante el esquinado del alambrado, ve también al hombre en el suelo y no se atreve a costear el bananal como desearía. Ante las voces que ya están próximas -¡Piapiá!- vuelve un largo, largo rato las orejas inmóviles al bulto: y tranquilizado al fin, se decide a pasar entre el poste y el hombre tendido que ya ha descansado.







     
  13. Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    Para Anveri, y otros que estén interesados en saber qué es eso que dije de "poesía negra".

    Tomado de la página web de la Biblioteca Luis Angel Arango, en Bogotá, Colombia.

    Candelario Obeso (1849 - 1884)

    Es el iniciador de la corriente llamada "Poesía Negra" en Colombia. Nacido en Mompox en el seno de una familia de origen humilde, en los escasos 35 años de su vida fue militar, ingeniero, educador, periodista, y político, pero además legó a la posteridad una valiosa producción literaria, original y fecunda.

    Aparte de sus polémicos artículos acerca de la política colombiana de su tiempo, Obeso tradujo el Othelo de Shakespeare y numerosas obras de Víctor Hugo, Byron, Musset, Longfellow, entr otros. Y aunque también escribió dramas, comedias, textos pedagógicos y dos novelas - La Familia Pigmalión y Las cosas del mundo -, su creación más significativa es sin duda alguna, Cantos populares de mi tierra, en la cual vertió toda la ternura, el lenguaje, la sensibilidad, la picardia, y el lirismo de su raza. Con estos Cantos, Candelario Obeso ganó el lugar destacadísimo que ya se le va reconociendo en la historia de la literatura colombiana.


    Ahora bien, se trata de poesía muy antigua, de ahi sus modos y maneras de expresar las cosas, y ese dejo algo romántico que caracterizó una época muy productiva en cuanto a literatura.

    Candelario era de raza negra, y sus poesías todas fueron escritas tal y como hablaban las personas de su raza en su época. Es así que la primera estrofa original de "Los palomos" es esta:

    "Siendo probe alimales lo palomos,
    A la gente a sé gente noj enseñan;
    E su condúta la mejó cactilla,
    Hay en sus moros efertiva cencia."


    De ahí que el movimiento que inició Candelario recibiera el nombre de "Poesía negra".

    Espero haber aclarado a Anvitel sus dudas.

    Saludos,
    TATIANA
     
  14. mai^a

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    Que interesente!, gracias por compartirla Angela!
     
  15. mai^a

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    De los apeninos a los Andes


    Al fin, pasado el estrecho de Gibraltar, en cuanto vió el
    océano Atlántico, tomó un poco de ánimo y cobró esperanzas.
    Pero fue un breve alivio. Aquel inmenso mar, igual siempre, el
    creciente calor, la tristeza de toda aquella pobre gente que lo
    rodeaba, el sentimiento de la propia soledad, volvieron a echar por
    tierra sus pasados bríos. Los días se sucedían tristes y monótonos,
    confundiéndose unos con otros en la memoria, como les sucede a
    los enfermos. Le parecía que hacía ya un año que estaba en el mar.

    Cada mañana, al despertar, experimentaba un nuevo estupor
    encontrándose allí solo, en medio de aquella inmensidad de agua,
    viajando hacia América.
    Los hermosos peces voladores que caían a cada instante en el barco;
    aquellas admirables puestas de sol de los trópicos con esas inmensas
    nubes color de fuego y sangre; aquellas fosforescencias nocturnas,
    que hacían que todo el océano apareciera encendido como un mar de
    lava, no le hacían el efecto de cosas reales, sino más bien de
    fantasmas vistos en el sueño.

    Hubo días de mal tiempo, durante los cuales permaneció
    encerrado continuamente en el camarote, donde todo bailaba y se
    caía, en medio de un coro espantoso de quejidos e imprecaciones,
    y creía que había llegado su última hora. Hubo otros días de mar
    tranquilo y amarillento, de calor insoportable e infinitamente aburridos;
    horas interminables y siniestras, durante las cuales los pasajeros,
    encerrados, tendidos inmóviles sobre las tablas, parecían muertos.
    Y el viaje no acababa nunca: mar y cielo, cielo y mar hoy como ayer,
    mañana como hoy, siempre, eternamente. (continúa)