Poemas, cuentos y leyendas

Tema en 'Temas de interés (no de plantas)' comenzado por mai^a, 27/2/08.

  1. mai^a

    mai^a My Garden

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    ... me alegra eso, eso muchas gracias Dora!!
     
  2. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    Maia:beso: :beso:
     
  3. Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    No te hagas problema Mai^a; es que a veces no se trata de entender la poesía sino de sentirla, de vber qué te provoca. Y si no te gusta, estás en todo tu derecho."Sobre gustos no hay nada escrito":beso:
    Bienvenida Dora! ESperamos tus aportaciones:happy:
     
  4. Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

     
  5. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas



    SANTOS VEGA
    Poema de Rafael Obligado

    4 - LA MUERTE DEL PAYADOR

    Bajo el ombú corpulento,
    de las tórtolas amado,
    porque su nido han labrado
    allí al amparo del viento;
    en el amplísimo asiento
    que la raíz desparrama.
    Donde en las siestas la llama
    de nuestro sol no se allega,
    dormido esta Santos Vega,
    aquel de la larga fama.

    En los ramajes vecinos
    ha colgado, silenciosa,
    la guitarra melodiosa
    de los cantos argentinos.
    Al pasar, los campesinos
    ante Vega, se detienen;
    en silencio se convienen
    a guardarle allí dormido;
    y hacen señas no hagan ruido
    los que están a los que vienen.

    El más viejo se adelanta
    del grupo inmóvil, y llega
    a palpar a Santos Vega.
    moviendo apenas la planta,
    Una morocha que encanta
    por su aire suelto y travieso,
    causa eléctrico embeleso
    porque, gentil y bizarra,
    se aproxima a la guitarra
    y en las cuerdas pone un beso.

    Turba entonces el sagrado
    silencio que a Vega cerca,
    un jinete que se acerca
    a la carrera lanzado;
    retumba el desierto hollado
    por el casco volador;
    y aunque el grupo, en su estupor,
    contenerlo pretendía,
    llega, salta, lo desvía
    y sacude al payador.

    No bien el rostro sombrío
    de aquel hombre mudos vieron,
    horrorizados sintieron
    temblar las carnes de frío.
    Miro en torno con bravío
    y desenvuelto ademán,
    y dijo: "Entre los que están
    no tengo ningún amigo,
    pero, al fin para testigo,
    lo mismo es Pedro que Juan".

    Alzó Vega la frente,
    y le contempló un instante,
    enseñando en el semblante
    cierto hastío indiferente.
    "Por fin, dijo fríamente
    el recién llegado, estamos
    juntos los dos, y encontramos
    la ocasión, que éstos provocan,
    de saber cómo se chocan
    las canciones que cantamos".

    Así diciendo, enseñó
    una guitarra en sus manos,
    y en los raigones cercanos
    preludiando se sentó.
    Vega entonces sonrió,
    y al volverse al instrumento,
    la morocha hasta su asiento
    ya su guitarra traía,
    con un gesto que decía:

    "La he besado hace un momento".
    Juan Sin Ropa (se llamaba
    Juan Sin Ropa el forastero)
    comenzó por un ligero
    dulce acorde que encantaba.
    Y con voz que modulaba
    blandamente los sonidos,
    cantos tristes nunca oídos,
    cantó cielos no escuchados,
    que llevaban, derramados,
    la embriaguez a los sentidos.

    Santos Vega oyó suspenso
    al cantor; y toda inquieta,
    sintió su alma de poeta
    como un aleteo inmenso.
    Luego, en un preludio intenso,
    hirió las cuerdas sonoras,
    y cantó de las auroras
    y las tardes pampeanas,
    endechas americanas
    más dulces que aquellas horas.

    Al dar Vega fin al canto,
    ya una triste noche oscura
    desplegaba en la llanura
    las tinieblas de su manto.
    Juan Sin Ropa se alzó en tanto,
    bajo el árbol se empinó,
    un verde gajo tocó,
    y tembló la muchedumbre,
    porque echando roja lumbre,
    aquel gajo se inflamó.

    Chispearon sus miradas,
    y torciendo el talle esbelto,
    fue a sentarse, medio envuelto
    por las rojas llamaradas.
    ¡Oh, qué voces levantadas
    las que entonces se escucharon!
    ¡Cuántos ecos despertaron
    en la Pampa misteriosa
    a esa música grandiosa
    que los vientos se llevaron.

    Era aquélla esa canción
    que en el alma sólo vibra,
    modulada en cada fibra
    secreta del corazón;
    el orgullo, la ambición,
    los más íntimos anhelos,
    los desmayos y los vuelos
    del espíritu genial,
    que va, en pos del ideal,
    como el cóndor a los cielos.

    Era el grito poderoso
    del progreso, dado al viento;
    el solemne llamamiento
    al combate más glorioso.
    Era, en medio del reposo
    de la Pampa ayer dormida,
    la visión ennoblecida
    del trabajo, antes no honrado;
    la promesa del arado
    que abre cauces a la vida.

    Como en mágico espejismo,
    al compás de ese concierto,
    mil ciudades el desierto
    levantaba de sí mismo.
    Y a la par que en el abismo
    una edad se desmorona,
    al conjuro, en la ancha zona
    derramábase la Europa.
    Que sin duda Juan Sin Ropa
    era la ciencia en persona.

    Oyó Vega embebecido
    aquel himno prodigioso,
    e inclinando el rostro hermoso,
    dijo:"Sé que me has vencido".
    El semblante humedecido
    por nobles gotas de llanto,
    volvió a la joven su encanto,
    y en los ojos de su amada
    clavó una larga mirada,
    y entonó su postrer canto:

    "Adiós luz del alma mía,
    adiós, flor de mis llanuras,
    manantial de las dulzuras
    que mi espíritu bebía;
    adiós, mi única alegría,
    dulce afán de mi existir;
    Santos Vega se va a hundir
    en lo inmenso de esos llanos...
    ¡Lo han vencido! ¡Llegó, hermanos,
    el momento de morir!"

    Aún sus lágrimas cayeron
    en la guitarra, copiosas,
    y las cuerdas temblorosas
    a cada gota gimieron;
    pero súbito cundieron
    del gajo ardiente las llamas,
    y trocado entre las ramas
    en serpiente, Juan Sin Ropa
    arrojó de la alta copa
    brillante lluvia de escamas.

    Ni aun cenizas en el suelo
    de Santos Vega quedaron,
    y los años dispersaron
    los testigos de aquel duelo;
    pero un viejo y noble abuelo,
    así el cuento terminó:
    "Y si cantando murió
    aquel que vivió cantando,
    fue, decía suspirando,
    porque el diablo lo venció".


    fin
     
  6. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    Les pongo la biografía del autor ,del que mañana empezaré a poner una obra...adivinen...:smile:

    Biografía Miguel Cané

    Nace el 27 de enero de 1851. Hijo de Miguel Cané y Eufemia Casares, es el segundo hijo del matrimonio. Hereda de su padre la admiración por Europa y la vocación por escribir. En 1863 muere su padre y a los tres meses ingresa al recién fundado Colegio Nacional. Dos presencias que lo entusiasman moldean su personalidad, El profesor y luego rector del Colegio, Amadeo Jacques y los folletines. Jacques le descubre las modernas corrientes del pensamiento, especialmente el positivismo y en los segundos da los primeros pasos de lector incansable y acucioso. Más tarde descubre su pasión por la música, el ateísmo y la vocación periodística.
    El periodismo dará sencillez y espontaneidad a su prosa y fomentará su curiosidad abierta a todo. Y como a otros escritores de su época lo preparará para convertirse en el cronista de su generación, de su país y de sí mismo.
    A los 17 años comienza su carrera de abogado y pasa a ser redactor de La Tribuna lo que le posibilita en febrero de 1870, acompañar a su admirado presidente Sarmiento a Entre Ríos para entrevistarse con Urquiza.
    Poco después va a conocer Europa " el centro cultural soñado, mezcla de club, museo y sala de música".
    En 1873 dirige El Nacional que apoya a la candidatura de Avellaneda. Con el triunfo de éste inicia su segundo viaje a Europa, a su regreso se casa con Sara Beláustegui y es diputado provincial. En 1876 ocupa una banca en el Congreso Nacional.
    En 1876 edita sus Ensayos; en ese mismo año vio nacer su primer hijo y obtiene por fin su título de abogado. Asumió luego la representación diplomática ante los gobiernos de Colombia y Venezuela cargo en el que permaneció por dos años. Como resultado de esa salida del país surgió su libro En Viaje.
    Ocupó luego otros cargos públicos como la Intendencia de Buenos Aires, el Ministerio de Relaciones Exteriores y ministro argentino en París. Falleció en Buenos Aires en 1905.
    Fue considerado por algunos historiadores de la literatura como el escritor más representativo de la generación del 80.
    OBRAS

    Aún no cumplidos los 20 años, Cané publica en La Tribuna una sección que titula Párrafos. Páginas breves, fragmentos casi. Esta denominación inicial incluye toda la prosa de Cané. Casi todas sus obras son colección de artículos periodísticos nacidos en el hecho mismo que los provocó. Cuando acusan tal origen -En viaje, Juvenilia- el mismo autor se complace en llamarlos apuntes, "charlas descosidas" nacidas sin plan previo "de una sucesión de cuadros tomados en el momento de reflejarse en mi espíritu por la impresión".
    Sus páginas surgidas espontáneamente, "sin plan y sin medida", sin reelaboración, deben entenderse como una charla amable entre el escritor y el lector.
    Aunque Cané no escribe para las muchedumbres como sus admirados Dickens y Shakespeare, no restringe su auditorio sino que lo amplia e incluye al lector culto porteño.

    [​IMG]

     
  7. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    Gracias a Maia, que vino en mi auxilio:happy: :beso: , voy a editar todo lo que puse y ponerlo bien ...porque el problemita técnico , se resolvió!! ;)
    Ahora se los voy a poner en varios mensajitos la parte de hoy ,para enmendar lo que hice ,por apuradita...después va en uno como siempre!!!
     
  8. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    MIGUEL CANÉ
    JUVENILIA

    INTRODUCCION
    “Toutes ces premières impressions... ne peuvent nous toucber
    que médiocrement; il y a. du vrai, de la sincérité; mais ces peintures
    de l´enfance, reconmencées sans cesse, n'ont de prix que lorsqu'elles
    ouvrent la vie dun auteur original d'un poèté célèbre”.

    SEINTE-BEUVE.
    Tal era el epígrafe que había puesto en la primera hoja del
    cuaderno en que escribí las páginas que forman este pequeño
    volumen. Quería tener presente el consejo del maestro del buen gusto,
    releerlo sin cesar, para no ceder a esa tentación ignorada de los que no
    manejan una pluma y que impulsa a la publicidad, como la savia de la
    tierra pugna por subir a las alturas para que la vivifique el sol. Lo
    confieso y lo afirmo con verdad; nunca pensé al trazar esos recuerdos
    de la vida de colegio, en otra cosa que en matar largas horas de
    tristeza y soledad, de las muchas que he pasado en el alejamiento de la
    patria, que es hoy la condición normal de mi existencia. Horas melancólicas,
    sujetas a la presión ingrata de la nostalgia, pero que se
    iluminan con la luz interior del recuerdo, a medida que evocaba la
    memoria de mi infancia y que los cuadros serenos y sonrientes del
    pasado iban apareciendo bajo mi pluma, haciendo huir las sombras
    como huyen las aves de las ruinas al venir la luz de la mañana. Creo
    que me falta una fuerza esencial en el arte literario, la impersonalidad,
    entendiendo por ella la facultad de dominar las simpatías íntimas y
    afrontar la pintura de la vida con el escalpelo en la mano que no hace
    vacilar el rápido latir del corazón. Cuantas veces he intentado
    apartarme de mi inclinación, escribir, en una palabra, sobre asuntos
    que no amo, no he conseguido quedar satisfecho. Cada uno debe
    seguir la vía que su índole le impone, porque es la única en que puede
    desenvolver la fuerza relativa de su espíritu. La perseverancia, el arte
    y el trabajo pueden hacer un versificador elegante y fluido; pero cada
    estrofa no será un pedazo de alma de poeta, y el que así horada el
    ritmo rebelde para engastar una idea, tendrá que descender de las
    alturas para elegir su símbolo, dejando al pelicano cernirse en el espacio
    o desgarrarse las entrañas en el pico de una roca. Entre una herida
    que chorrea sangre y una jaqueca, hay la distancia... de Byron a
    Tennyson.
    Nada he escrito con mayor placer que estos recuerdos. Mientras
    procuraba alcanzar el estilo queme había propuesto, sonreía a veces al
    chocar con las enormes dificultades que se presentan al que quiere
    escribir con sencillez. Es que la sencillez es la vida y la verdad, y nada
    hay más difícil que penetrar en ese santuario. La palabra es rebelde, la
    frase pierde la serenidad de su marcha y todos los recursos de nuestro
    idioma admirable suelen quedar inertes para aquel que no sabe
    comunicarles la acción.
    No he conseguido por cierto ni aun acercarme a mi ideal, pero
    estoy contento de mi esfuerzo, porque si no lo he encontrado, por lo,
    menos he buscado el buen camino.
    J'aurai du moins l'honneur de l'avoir entrepris.
    Ahora, ¿por qué publico estos recuerdos, destinados a pasar sólo
    bajo los ojos de mis amigos? En primer lugar, porque aquellos que los
    han leído me han impulsado a hacerlo, a llamarlos a la vida después
    de dos años de sueño. . . Pero, con lealtad, en el fondo hay esta razón
    suprema que los hombres de letras comprenderán: los publico porque
    los he escrito.
    Mucho he suprimido, poco he agregado. Ciertas paginas intimas
    han desaparecido, porque, para ser comprendidas, era necesaria la luz
    intensa del cariño que da cuerpo y vida a la forma vaga del recuerdo.
    Pero mientras corregía, pensaba en todos mis compañeros de
    infancia, separados al dejar los claustros, a quienes no he vuelto a ver
    y cuyos nombres se han borrado de mi memoria. A veces me
    complazco en hacer biografías de fantasía para algunos de mi
    condiscípulos, fundándome en las probabilidades del carácter y sin
    saber si aún existen. ¡Cuántos desaparecidos! ¡Cuánta matemáticas,
    cuánta química y filosofía inútil! No hace mucho tiempo, entrar en
    una oficina secundaria de la administración nacional, vi a un humilde
    escribiente cuyo cabello empezaba a encanecer, gravemente ocupado
    en trazar rayas equidistantes en un pliego de papel. Como tuve que
    esperar, pude observarlo. Cada vez que concluía una línea, dejaba la
    regla a un lado, sujetándola para que no rodara, con un pan de goma;
    levantaba la pluma, e inclinando la cabeza como el pintor que después
    de un golpe de pincel se aleja para ver el efecto, sonreía con
    satisfacción. Luego, como fascinado por el paralelismo de sus rayas,
    tomaba de nuevo la regla, la pasaba por la manga de una levita raída,
    cuyo tejido osteológico recibía con agrado ese apunte de negrura, la
    colocaba sobre el papel, y con una presión de mano, serena e igual,
    trazaba una nueva paralela con idéntico éxito. Ese hombre, allá en los
    años de colegio, me había un día asombrado por la precisión y
    claridad con que expuso, tiza en mano, el binomio de Newton. Había
    repetido tantas veces su explicación a los compañeros más débiles en
    matemáticas, que al fin perdió su nombre para no responder sino al
    apodo de "Binomio".
    Lo contemplé un momento, hasta que, levantando a su vez la
    cabeza, naturalmente: después de una paralela rúussie, me reconoció.
    Se puso de pie, en una actitud indecisa; no sabia la acogida que recibiría
    de mi parte. ¡Yo había sido nombrado ministro no sé dónde! ¡Y él!
    ... Me enterneció y lancé un ¡Binomio!, abriendo los brazos, que
    habría contentado a Orestes en labios de Pílades. Me abrazó de buena
    gana y nos pusimos a charlar.
    -¿Y qué tal, Binomio? ¿Cómo va la vida?
    -Bien; estuve cinco años empleado en la aduana del Rosario, tres
    en la policía, y como mi suegro con quien vivo, se vino a Buenos
    Aires, busqué aquí un empleo y en él me encuentro desde que
    llegamos.
    -¿Y la matemáticas? ¿Cómo no te hiciste ingeniero o algo así?
    Tú tenlas disposiciones...
    -Sí, pero no sabía historia.
    -Pero no veo, Binomio, la necesidad de saber si Carlos X de
    Francia era o no hijo de Carlos IX para hacer un plano.
    -Desengáñate, el que no sabe historia no hace camino. Tú eres
    también bastante fuerte en matemáticas; dime, ¿cuántas veces, desde
    que saliste del colegio, has resuelto una ecuación o has pronunciado
    solamente la palabra coseno?
    -Creo que muy pocas, Binomio.
    -Y en cambio (¡oh, yo te he seguido!), en artículos de diario, en
    discursos, en polémicas, en libros, creo, has hecho flamear la historia.
    Si hasta una cátedra has tenido con sueldo, ¿no es así?
    -Si, Binomio.
    -¡Con qué placer te oigo! ¡Ya nadie me dice Binomio! Y ¿sabes
    quién tuvo la culpa de que yo no supiera historia? Cosson, que tenía la
    ocurrencia de enseñarnos la historia en francés.
    -No seas injusto, Binomio - era para hacernos practicar.
    -Convenido, pero no practica sino el que algo sabe, y yo no sabía
    una palabra de francés. Así, la primera vez que me preguntó en clase,
    se trataba de un rey cuyo nombre sirvió más tarde de apodo a un
    correntino, que para decirlo estiraba los labios una vara. Era muy
    difícil.
    -Ya me acuerdo: Tulius Hostilius.
    -Eso es: quise pronunciarlo, la clase se rió, creo que con razón,
    porque, a pesar de habértelo oído, no me atrevería a repetirlo; yo me
    enojé, no conteste nunca, y por consiguiente no estudié historia.
    ¡Animal! Así, mi hijo, que tiene seis años, empieza a deletrear un
    Duruy. No hay como la historia, y si no, mira a todos los compañeros
    que han hecho carrera.
    -Y, ¿qué puedo hacer por ti, Binomio?
    Se puso colorado, y al fin de mil circunloquios me pidió que
    tratara de hacer pasar en la Cámara un aumento que iba propuesto;
    ganaba cuarenta y tres pesos y aspiraba a cincuenta*. ¡Pobre Binomio!
    Cuántos como él, perdidos en el vasto espacio de nuestro país.
    Una tarde había ido a comer a un cuartel donde estaba alojado un
    batallón cuyo jefe era mi amigo. A los postres me habló de un curioso
    recluta, que la oía de la vida había arrojado, como a un resto de
    naufragio a las filas de su cuerpo. Pasaba el tiempo leyendo, y el
    comandante tuvo más de una vez la idea de utilizarle en la mayoría;
    pero ¡era tan vicioso!
    En ese momento pasaba por el patio y el jefe lo hizo llamar; al
    entrar, su marcha era insegura. Había bebido, Apenas la luz dio en su
    rostro, sentí mi sangre afluir al corazón, y oculté la cara, para evitarle
    la vergüenza de reconocerme. Era uno de mis condiscípulos más
    queridos, con el que me había ligado en el colegio. Una inteligencia
    clara y rápida, una facilidad de palabra que nos asombraba, un
    nombre glorioso en nuestra historia, buena figura, todo lo tenía para
    haber surgido en el mundo. Había salido del colegio antes de terminar
    el curso y durante diez años no supe nada de él. ¡Cómo habría sido de
    áspera y sacudida esa existencia para haber caído tan bajo a los treinta
    años! Poco después dejó de ser soldado. Lo encontré, traté de
    levantarlo le conseguí un puesto cualquiera que pronto abandonó para
    perderse de nuevo en la sombra; todo era inútil: el vicio había llegado
    a la medula.
    ¿Recordaré otra inteligencia brillante, apta para la percepción de
    todas las delicadezas del arte, fina como el espíritu de un griego,
    auxiliada por una palabra de indecible encanto y un estilo elegante y
    armonioso? ¿Recordaré ese hombre, que sólo flores en los primeros
    pasos de su vida, que encontró marchaba en el sueño estrellado del
    poeta, al amparo de una reputación indestructible ya? Era bueno y era
    leal, amaba la armonía en todo y la mujer pura le atraía como un
    * Estas líneas fueron escritas en 1882; se trata, pues, de pesos fuertes.
    ideal; pero la delicadeza de su alma exquisita se irritaba hasta la
    blasfemia, porque la naturaleza le había negado la forma, el cuerpo, el
    vaso cincelado que debió contener el precioso licor que chispeaba en
    sus venas. De ahí las primeras amarguras, la melancolía precursora
    del escepticismo. Sin ambiciones violentas que hubieran sepultado en
    el fondo de su ser los instintos artísticos, refugiado en ellos sin
    reserva, pronto cayó en el abandono más absoluto. De tiempo en
    tiempo hacía un esfuerzo - para ingresar de nuevo en la vida normal y
    unirse a nuestra marcha ascendente, desenvolverse a nuestro lado.
    ¡Con qué júbilo lo recibíamos! Era el hijo pródigo cuyo regreso ponía
    en conmoción todo el hogar. Aquel cráneo debía tener resortes de
    acero, porque su inteligencia, en sus rápidas apariciones, después de
    largos meses de atrofia, resplandecía con igual brillo. ¿De atrofia he
    dicho? No, y esa fue su pérdida.
    La bohemia lo absorbió, lo hizo suyo, le penetró hasta el corazón.
    Pasaba sus noches, como el "hijo del siglo", entre la densa atmósfera
    de una taberna, buscando la alegría que las fuentes puras le hablan
    negado, en la excitación ficticia del vino, rodeado de un grupo
    simpático, ante el que abría su alma, derramaba los tesoros de su
    espíritu y se embriagaba en sueños artísticos, en la paradoja colosal, la
    teoría demoledora, el aliento revolucionario, que es la válvula
    intelectual de todos los que han perdido el paso en las sendas
    normales de la tierra. El bohemio de Murger, con más delicadeza, con
    más altura moral. El pelo largo y descuidado, el traje raído, mal
    calzado, la cara fatigada por el perpetuo insomnio, los ojos con una
    desesperación infinita en el fondo de la pupila, tal lo vi por última vez
    y me quedó grabado en mi memoria. ¿Vive aún? ¿Caerán estas líneas
    bajo su mirada? No lo sé; en todo caso, la entidad moral pasó, si la
    forma persiste. ¡Nunca se impone a mi espíritu con más violencia el
    problema de la vida que cuando pienso en ese hombre! ...
    Hará doce o catorce años publique un cuento que últimamente
    releí con placer, haciendo oídos sordos a las imperfecciones de estilo
    ...continua en el próximo mensaje...
     
  9. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    ...continua


    con que está escrito. El principal personaje del "Canto de la Sirena” es
    una simple reminiscencia de colegio; me sirvió de tipo para trazar la
    figura de Broth, un condiscípulo que sólo pasó un año en los claustros,
    extraordinariamente raro y al que no he vuelto a ver ni oído nombrar
    jamás. De una imaginación dislocada, por decir así, nerviosa,
    estremeciéndose en una gestación incesante de sueños y utopías, vivía
    lejos de nuestro mundo normal, fácil, claro, infantil. En vez de ser un
    portento de ciencia, como pinto a Broth, estudiaba poco los textos, y,
    por tanto, sabia poco. La experiencia me ha hecho poner en cuarentena
    esos prodigios que jamás abren un libro y dejan atontados a
    los circunstantes en el examen.
    Hay dentro de los muros del colegio, como en la penumbra del
    boudoir, coqueterías intelectuales exquisitas, jóvenes que se ocultan
    para estudiar, que durante las horas de instrucción colectiva leen asiduamente
    una novela, pero que se levantan al alba y trabajan con furor
    en la soledad. Cuando Horacio Vernet recibía numerosos visitantes en
    su taller, esgrimía febrilmente los pinceles, en una hora remataba una
    tela la firmaba y pasaba a otra cosa. Alguien ha dicho, refiriéndose a
    esa coquetería del pintor las cartas en la soledad y les ponía el
    sobrescrito en público. Algo así pasa con los prodigios escolares. Lo
    que distinguía a Broth, es decir, al condiscípulo que me dio la idea
    primera del soñador, era su manera curiosísima de ver las cosas más
    triviales. Fantaseaba, corno un maniático inventor combina. Hablaba
    con facilidad, pero e mismo reconocía que cuanto escribía era, no
    solamente incorrecto, como todos nuestros ensayos, sino incoloro. Me
    sostenía que yo estaba destinado a tener estilo y me lo decía con un
    aire tan complacido y solemne como si me augurara la fortuna o una
    corona, a la manera de los cuentos árabes. Para entonces me proponía
    una colaboración: él me daría el esqueleto y yo le pondría la carne.
    Pues bien cuando recuerdo vagamente y sin detalles su confusa
    concepción de la vida de un médico en plena Edad Media, creyente en
    la magia de todos los colores, asistente asiduo y convencido al sabbat,
    inventor de un palo de escoba más ligero para llegar primero,
    fabricante de homúnculos (no había por cierto leído a Goethe aún),
    discípulo de Alberto el Grande; cuando recuerdo esas creaciones
    enfermizas de su imaginación, me persuado que había nacido para
    seguir con brillo la tradición de Hoffmann o Poe. Más de una vez he
    procurado rehacer en mi memoria los cuentos estrambóticos que me
    hacía; me da algo confuso y si no he ensayado escribirlos, es en la
    seguridad de que les darla mi nota personal, lo que no era mi objeto.
    Otra existencia caída en la sombra impenetrable del olvido; en
    cuanto a ése, tengo la certeza de que ha muerto. Viviendo, habría
    surgido o habría hecho hablar de él. ¡Sabe el cielo, sin embargo, si las
    miserias y las dificultades de la vida no lo han hundido en la anestesia
    moral, más oscura que la tumba!
    No todos se han desvanecido y algunos brillan con honor en el
    cuadro actual de la patria. Si estás páginas caen bajo sus ojos, que el
    vinculo del colegio, debilitado por los años, se reanime un momento y
    encuentren en estos recuerdos una fuente de placer al ver pasar las
    horas felices de la infancia.
    Nuestros hijos vienen atrás y sus cabecitas sonrientes asoman en
    el umbral de la vida, con la mirada llena de inconsciente aplomo,
    chispeando de inteligencia y de acción latente. A los diez años saben
    lo que nosotros alcanzamos imperfectamente a los quince; no
    olvidemos que son los nietos de nuestros padres y que el cariño del
    abuelo es de los más profundos que vibran sobre la tierra. Paguemos la
    deuda filial, haciendo felices a los nietos, encaminándolos en la vida.
    Todos, por un esfuerzo común, levantemos ese Colegio Nacional
    que nos dio el pan intelectual, desterremos de sus claustros las
    cuestiones religiosas, y si no tenemos un Jacques que poner a su
    frente, elevemos al puesto de honor un hombre de espíritu abierto a la
    poderosa evolución del siglo, con fe en la ciencia y en el progreso
    humano.

    CONTINUA
     
  10. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    VENCIDOS... LEÓN FELIPE

    Por la manchega llanura
    se vuelve a ver la figura
    de Don Quijote pasar...
    Y ahora ociosa y abollada va en el rucio la armadura,
    y va ocioso el caballero, sin peto y sin espaldar...
    va cargado de amargura...
    que allá encontró sepultura
    su amoroso batallar...
    va cargado de amargura
    que allá «quedó su ventura»
    en la playa de Barcino, frente al mar...
    Por la manchega llanura
    se vuelve a ver la figura
    de Don Quijote pasar...
    va cargado de amargura...
    va, vencido, el caballero de retorno a su lugar.
    Cuántas veces, Don Quijote, por esa misma llanura,
    en horas de desaliento así te miro pasar...
    y cuántas veces te grito: Hazme un sitio en tu montura
    y llévame a tu lugar;
    hazme un sitio en tu montura,

    caballero derrotado,
    hazme un sitio en tu montura
    que yo también voy cargado
    de amargura
    y no puedo batallar.
    Ponme a la grupa contigo,
    caballero del honor,
    ponme a la grupa contigo
    y llévame a ser contigo
    pastor...

    Por la manchega llanura
    se vuelve a ver la figura
    de Don Quijote pasar...

     
  11. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

     
  12. mai^a

    mai^a My Garden

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    Chic@s les dejo una crónica policial del diario
    "El Nacional" de 1882

    ... Como hay muchas historias y crónicas
    atrapantes, no solo por la connotación sino
    porque aparecen en ellas apellidos y linajes.

    .
    .


    El asesinato del Conde de Tessiere
    .
    El 14 de Agosto de 1882, en la colonia "Cayatá" situada
    al Norte de la provincia de Santa Fe, un asesinato
    conmovió a la población.
    Allí vivía el conde francés de Tessiere, un rico propietario
    querido por todos por ser muy sociable y amable, que
    gustaba disfrutar con amigos de las cenas donde cualquier
    ocasión era excusa para celebrar un banquete; junto con
    el conde vivía la familia Gaspaud que se ocupaba de las
    labores de la casa.

    Una noche, mientras estaban cenando, Cirilo Luna y Gaspar
    Lemos, dos de su invitados - negociantes de la zona- se
    avalanzaron sobre el conde para asaltarlo.
    Al ver tal situación, una de las niñas Gaspaud se apresuró y
    trajo una bolsa con pesos bolivianos, en efectivo y en oro,
    suma que no conformó a los delincuentes, mientras les
    rogaba que no le hicieran daño a su patrón. No conformes los
    asaltantes, apuñalaron a su víctima.

    Una de las muchachas mató de un balazo a uno de ellos;
    trás el disparo, inmediatamente tomaron por asalto el lugar
    una banda de diez malhechores que ultimaron a la niña, al
    resto de su familia y a otros invitados, entre los que se hallaba
    Bois Bertrand, un estanciero de 45 años residente en la zona,
    hijo de un médico muy apreciado en las colonias, que había
    colaborado en la fundación de la Colonia San Carlos.

    Antes de huir los malhechores apuñalaron nuevamente a sus
    víctimas. El conde recibío 19 puñaladas, las las niñas cuyas
    edades eran: 14, 16, 19 y 21 recibieron otras tantas, tres
    personas quedaron agonizantes entre ellas un italiano de la
    colonia. Un niño pudo huir por la ventana en busca de ayuda.
    Tal indignación se vivió por aquellos tiempos que el juez de paz
    Manuel Martínez logró apresar a uno de ellos y juró ir por los
    ochorestantes.

    El agente consular francés en Santa Fé que se encontraba en
    la ciudad partió inmediatamente hacia el lugar con firmes
    instrucciones del Ministro de Francia, M. Rouvier, quien pidió que
    se hiciera lo imposible para esclarecer y apresar a los delincuentes
    del tan horrendo crímen.
     
  13. mai^a

    mai^a My Garden

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    Argentina
    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    uuuy clausecita[​IMG] Juvenilla que maravilla
    Miguel Cané!! ... esas historias de aula me fascinan
    por la verosimilidad de los hechos y los nombres
    que aparecen y más aún el colegio Nacional donde
    se formó la mayor parte de la generación del´80
    de nuestro país
    ...
     
  14. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    hola Maia!!:beso: :beso: Que interesante lo que pusiste!!

    La "Juvenilia" de hoy fue muy larguita ,para arreglar la macana que me mandé!:11risotada: prometo que las próximas serán más cortitas!!!:happy:
     
  15. mai^a

    mai^a My Garden

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    uuuuuuuyy clausecitaaaaa[​IMG] vos sos de las mías que maravilla
    que bella poesía y que gran hombre ese Don Quijote