Poemas, cuentos y leyendas

Tema en 'Temas de interés (no de plantas)' comenzado por mai^a, 27/2/08.

  1. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    Juvenila-Miguel Cané


    27
    LARREA estaba allí. Ebrio de gozo, radiante dentro de su
    jacquet rectilíneo, había tomado la dirección de la fiesta y servia de
    bastonero con toda gravedad. Fuimos introducidos, agasajados, y
    pronto, al compás de la orquesta, limitada a una guitarra y un acordeón
    (los esfuerzos para obtener un órgano hablan sido vanos), nos
    hundimos en un océano de valses, polcas y mazurcas, pues las damas
    se negaban a una segunda edición de la primera cuadrilla, que a la
    verdad había permitido al cojo Videla desplegar cualidades
    coreográficas desconocidas y que después supimos hablan sido
    inspiradas por una representación de Orfeo, conque se había regalado
    en una noche de escapada.
    Después de cada pieza, obsequiábamos naturalmente a las damas
    con un vaso de cerveza, acompañándolas con una frecuencia
    alarmante para el porvenir. Larrea irradiaba de contento; había
    recitado sus versos, prometido otros y, nos dejaba entrever que una
    cita flotaba en lo posible. Un gaucho viejo, con una larga barba
    canosa, el sombrero en una mano y un vaso de cerveza en la otra,
    gozaba como un bienaventurado desde la puerta donde se apoyaba. De
    tiempo en tiempo, cuando nos lanzábamos a un vals o a una polca y
    que, obedeciendo a las necesidades de la armonía, llevábamos
    oprimidas a lascompañeras oíamos la voz alegre del viejo que repetía
    varias veces:
    -¡Que se vea luz caballeros!
    La fiesta estaba en su apogeo y ti italiano del acordeón,
    despreciando profundamente a su acompañante de la guitarra, hacía
    maravillas de ejecución, bajo - ritmos caprichosos y excéntricos que
    llegaban vagamente a nuestros oídos, pues hacía rato que bailábamos
    al compás de una música interior, cuando, después de haber oído el
    galope de un caballo, vimos aparecer a uno de los condiscípulos de la
    Chacarita en la puerta del rancho, con la fisonomía pálida que debía
    tener Daniel al entrar de una manera tan intempestiva en la sala del
    festín de Baltasar.
    - ¡Muchachos, los han pillado! El celador me ha dicho que los
    busque y que si dentro de media hora no están en el dormitorio, va a
    dar cuenta al vicerrector.
    Todo esto, entrecortado por la fatigosa respiración. El buen
    compañero había robado uno de los caballos del quintero y por
    hacernos un servicio se había puesto en camino por entre barriales
    espantosos, pues los últimos días había llovido copiosamente.
    No había tiempo que perder y era necesario ponerse en marcha
    sin demora. El viejo nos ofreció su caballo, cuyas formas aéreas
    revelaban una dieta de treinta y seis horas por lo menos; se lo
    aceptamos agradecidos y tratamos de organizar la partida. Eramos
    siete en total; dos treparon en las ancas del compañero que nos había
    traído el aviso - después de darle tiempo a que absorbiera una botella
    de cerveza íntegra - y los otros cuatro procuramos arreglarnos sobre el
    caballo del viejo que a todo trance pedía luz, como Goethe moribundo.
    Larrea, por darse tono delante de la chinita y sosteniendo que conocía
    una senda por donde nos llevaría sin embarrarnos, tomó la dirección,
    colocándose gravemente en la cruz. Detrás de él, un condiscípulo
    sumamente grueso, en seguida Eyzaguírre, y allá, al fondo, en el
    remoto extremo, precisamente en aquel plano inclinado que parece
    una invitación a resbalarse por la cola, yo, prendido de Eyzaguirre,
    como un mono a una reja.
    Cuando emprendimos la marcha, el dueño de casa, la novia de
    Larrea, las niñas todas, el gaucho viejo, hasta el italiano del acordeón,
    reían a carcajadas. Contestamos alegremente, y fue en este momento
    que hice dos descubrimientos, de orden diferente, que me alarmaron:
    aquel caballo no tenía anca, sino un techo de media agua por lomo, de
    filoso mojinete, y Larrea poseía una mona gigantesca



     
  2. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    Canción de Navidad- Charles Dickens
    II- El primero de los tres Espíritus
    Continuación

    -¿Sois, señor, el Espíritu cuya venida me han predicho? -preguntó Scrooge.

    -Lo soy.

    La voz era suave y dulce, pero extraordinariamente baja, como si en vez de estar tan cerca de él, se hallase a gran distancia.

    -¿Quién sois, pues?

    -Soy el Espectro de la Navidad Pasada. -¿Pasada hace mucho? -inquirió Scrooge, al observar su estatura de enano.

    -No. La que acabáis de pasar.

    Quizás Scrooge no habría podido decir por qué, si alguien hubiera podido preguntarle, pero sintió un deseo especial de ver al Espíritu con el gorro, y le suplicó que se cubriese.

    -¡Cómo! -exclamó el Espectro-. ¿Tan pronto queréis apagar. con manos humanas, la luz que doy?. ¿No es bastante que seáis uno de aquellos cuyas pasiones hacen este gorro y que me obligan, a través de años y años, sin interrupción, a llevarlo sobre mi frente?

    Scrooge negó respetuosamente toda intención de ofender y dijo que no tenía conocimiento de haber, a sabiendas, contribuido a confeccionar el sombrero del Espíritu en ninguna época de su vida. Después se atrevió a preguntar qué asunto le traía.

    -Vuestro bienestar -dijo el Espectro.

    Scrooge mostróse muy agradecido, pero no pudo menos de pensar que una noche de continuado reposo habría sido más conducente a aquel fin. El Espíritu debió de oír su pensamiento, porque inmediatamente dijo:

    -Reclamáis, pues. ¡Preparaos!

    Y al hablar extendió su potente mano y le cogió nuevamente por el brazo. .

    -Levantaos y venid conmigo.

    Habría sido inútil para Scrooge. hacerle ver que el tiempo y la hora no eran a propósito para pasear a pie; que el lecho estaba caliente y el termómetro marcaba muchos grados bajo cero; que estaba muy ligeramente vestido con las zapatillas, la bata y el gorro de dormir, y que padecía un resfriado. El puño, aunque suave como una mano femenina, no se podía resistir. Se levantó, pero advirtiendo que el Espíritu se dirigía hacia la ventana, le asió de la vestidura suplicándole:

    -Soy mortal y puedo caerme.

    -Os tocaré con mi mano aquí -dijo el Espíritu, poniéndosela sobre el corazón- y podréis sosteneros.
    continua
     
  3. mai^a

    mai^a My Garden

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    .... [​IMG]
    [​IMG]
    .......Un cuento de navidad ilustrado por John Leech
     
  4. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    Que lindo Maia!!! Gracias!:razz: :razz: :beso:
     
  5. mai^a

    mai^a My Garden

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    ... La enseñanza que te deja este
    maravilloso cuento! clausecita
     
  6. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    si es para pensar y mucho!!!!:razz: :5-okey:
     
  7. Anveri

    Anveri Fanática de nativas -aves

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    :happy:

    :52aleluya: :52aleluya: :52aleluya:
    Terminé De los Apeninos a Los Andes, también Juvenilia.
    Ya voy a empezar con las otras:


    [​IMG]

    Pongo un video de Marcos:
    ¿Es el mismo de Edmundo de Amicis o es otro? Leí completo el que puso Mai^a y por ningún lado sale un "monito"



    -¡Aquí estoy, madre mía; aquí me tienes; no te dejaré jamás; juntos volveremos a casa, estaré siempre a tu lado en el vapor, apretado contra ti, y nadie me separará de ti nunca, nadie, jamás, mientras tengas vida!


    Iba hacer un resumen de lo que he leído y lo estaba haciendo, pero me estaba saliendo muy largo, de varias páginas de atrás, así que pondré algunas imágenes, nada más :icon_rolleyes: :icon_rolleyes:

    Tucumán:

    [​IMG]

    Y un pequeño niño o niñita, con algo que gusta muuuuuuuuucho por esas tierras.
    Más parece niñita.

    [​IMG]

    Como ya dije, he leído Juvenilia
    Me llama la atención la educación que se daba al mundo masculino en el siglo XIX, imbuidos en la cultura europea, su ciencia, su arte, su filosofía, también el latín. Bueno, ya lo sabía, a grandes rasgos, pero no el detalle...
    Y las travesuras, son las mismas, aunque se cambie de ropaje y circunstancias...

    Me llamó la atención esta palabra que sale en Juvenilia:
    Refectorio:
    Se llama refectorio al comedor de los monjes en los monasterios. Tiene, generalmente, forma rectangular, y se halla situado en la galería opuesta...

    He leído muy poco de los libros que salen en Juvenilia

    Espero seguir leyendo y no quedarme tan atrasada. Mil disculpas, porque ustedes ponen los escritos para que se lea y no pasarlos por alto.

    :beso:
     
  8. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas


    Aquellas pequeñas cosas
    Joan Manuel Serrat

    Uno se cree
    que las mató
    el tiempo y la ausencia.
    Pero su tren
    vendió boleto
    de ida y vuelta.

    Son aquellas pequeñas cosas,
    que nos dejó un tiempo de rosas
    en un rincón,
    en un papel
    o en un cajón.

    Como un ladrón
    te acechan detrás
    de la puerta.
    Te tienen tan
    a su merced
    como hojas muertas

    que el viento arrastra allá o aquí,
    que te sonríen tristes y
    nos hacen que
    lloremos cuando
    nadie nos ve.



     
  9. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    II

    He andado muchos caminos,
    he abierto muchas veredas;
    he navegado en cien mares,
    y atracado en cien riberas.

    En todas partes he visto
    caravanas de tristeza,
    soberbios y melancólicos
    borrachos de sombra negra,

    y pedantones al paño
    que miran, callan, y piensan
    que saben, porque no beben
    el vino de las tabernas.

    Mala gente que camina
    y va apestando la tierra...

    Y en todas partes he visto
    gentes que danzan o juegan,
    cuando pueden, y laboran
    sus cuatro palmos de tierra.

    Nunca, si llegan a un sitio,
    preguntan a dónde llegan.
    Cuando caminan, cabalgan
    a lomos de mula vieja,

    y no conocen la prisa
    ni aun en los días de fiesta.
    Donde hay vino, beben vino;
    donde no hay vino, agua fresca.

    Son buenas gentes que viven,
    laboran, pasan y sueñan,
    y en un día como tantos,
    descansan bajo la tierra.

    Antonio Machado






     
  10. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    Hola Anveri!!!:beso:
    Que lindo todo lo que investigaste y nos trajiste!!!:razz: :razz:
     
  11. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    Juvenilia_Miguel Cané
    LA noche era oscura y amenazaba llover; encandilados aún, no
    sabíamos dónde estábamos, ni qué dirección habíamos tomado. Si
    nuestro raciocinio no hubiera sido alterado por causas conocidas, la
    seguridad impasible con que Larrea dirigía la bestia nos habría
    estremecido. Se me había encargado castigar, pues según las
    tradiciones recibidas, el foguista era siempre el del anca; hice presente
    que no había sujeto pasivo, por cuanto mis golpes se perdían en el
    aire, y propuse nos limitáramos, en las circunstancias, al sistema del
    talón.
    Aceptado el procedimiento, seguimos la marcha en las tinieblas;
    yo me sentía resbalar, resbalar sin descanso; aquel animal tenía en la
    punta de la cola algo que me atraía. En mi desesperación me aferraba
    a Eyzaguirre, quien me observaba a menudo que debía limitarme a
    agarrarlo de la ropa, no encontrando plausible, como me lo declaró
    terminantemente, que mis dedos apretaran, a guisa de género, una
    sección de la parte carnosa que la naturaleza había previsoramente
    superpuesto a sus costillas. El compañero gordo bufaba, oprimido
    entre Eyzaguirre y Larrea, y éste, sin cesar de hablar protestando que
    nadie conocía el camino como él aventuraba una que otra queja sobre
    la osteología de aquel animal.
    No veíamos a dos dedos de distancia y los compañeros del otro
    grupo habían desaparecido, sin duda por la sencilla razón de haber
    tomado el buen camino. Habíamos conseguido -¡el cielo sabe a costa
    de qué esfuerzos y sufrimientos!- hacer tomar el trote a nuestra
    montura, cuando de pronto me sentí en el suelo, con todo el volumen
    de Eyzaguirre encima. Un choque se había producido, y jinetes y
    caballo habían venido por tierra. "¡No es nada, es un alambrado!”
    Era la voz de Larrea, que estaba ya montado y nos invitaba a
    hacer otro tanto. Tratamos duramente al pobre conductor, que nos
    anunció estar ahora seguro del camino, y un tanto mohinos y
    maltrechos emprendimos de nuevo la marcha.
    No habíamos andado media cuadra, cuando un grito sofocado de
    Larrea me hizo apercibir que me encontraba literalmente a babuchas
    de Eyzaguirre, quien, a su vez, aplastaba al gordo, que, entre gemidos,
    estaba tendido a lo largo sobre algo informe que se debatía en el barro
    y que un ligero examen posterior reveló ser el cuerpo de Larrea.
    Habíamos caído en una zanja; el caballo, perdiendo el pie, se fue de
    boca, Larrea salió por sobre las orejas como una flecha del canal de
    una arbalète el gordo siguió la ley de la atracción y Eyzaguirre, no
    menos rápido en el descenso, me arrastró a la confusa masa. Había por
    lo menos dos pies de barro; cuando salí y Eyzaguirre y el gordo se
    pusieron, de pie, nos precipitamos todos a sacar a Larrea, que no
    hablaba. Todas las soluciones de continuidad de su cara estaban revocadas
    por un lodo espeso y negro. Fue necesario sacudirlo, lavarle el
    rostro con la última botella de cerveza que el gordo no había soltado
    en la catástrofe y, sacarle el jacquet rectilíneo que pesaba dos arrobas.
    Entonces emprendimos a tanteo, a pie y en el horror de la
    profunda noche, aquella marcha legendaria e inaudita, en la que las
    zanjas eran endriagos, las tunas vestigios y los ruidos de los insectos
    nocturnos coros de Corríganos y Kobolds. Puk andaba por allí; nos
    parecía oír su risa silenciosa entre las brumas, confundiéndonos los
    rumbos y gozando a cada traspié de la errante caravana... El caballo
    había quedado en la zanja para siempre. ¡Adiós las largas y
    melancólicas estadías en el palenque de la pulpería! ¡Adiós la marcha
    vacilante de la noche, cuando su dueño oscilaba como un péndulo
    sobre el recado! ¡Una ligera perturbación en la línea del pescuezo le
    había hecho encontrar el reposo eterno! ¡Sea breve su recuerdo a la
    conciencia de Larrea!
    Por fin, a las primeras claridades del alba, al canto de los gallos
    matinales, el cuerpo exhausto y rendido, el alma agriada contra la
    pasión dantesca de Larrea, penetramos en nuestros cuartos y nos
    ayudamos fraternalmente a sacarnos la ropa. Sólo una bota de
    Eyzaguirre, con una tenacidad irritante, se resistió al empuje
    colectivo, y es fama que diez horas más tarde solamente soltó su presa,
    vencida por la operación cesárea, porque hubo que cortar el cuero de
    la bota.




     
  12. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    Canción de Navidad-Charles Dickens
    II- El primero de los tres Espíritus

    Continuación
    -Os tocaré con mi mano aquí -dijo el Espíritu, poniéndosela sobre el corazón- y podréis sosteneros.

    Al pronunciar tales palabras, pasaron a través del: muro y se encontraron en un amplio camino, con campos a un lado y a otro. La ciudad habíase desvanecido por completo. La obscuridad y la bruma se habían desvanecido con ella, pues hacía un claro y frío día de invierno y el suelo se hallaba cubierto de nieve.

    -¡Dios mío! -dijo Scrooge, cruzando las manos y mirando a su alrededor-. En este sitio me crié. Aquí transcurrió mi infancia.

    El Espíritu le miró con benevolencia. Su dulce tacto, aunque había sido leve e instantáneo, se hacía sentir todavía en la sensibilidad del anciano. Notaba que mil aromas que flotaban en el aire guardaban relación con mil pensamientos, y esperanzas, y alegrías, y cuidados, por espacio de mucho, mucho tiempo olvidados.

    -Os tiemblan los labios -dijo el Espectro-. ¿Y qué es eso que tenéis en la mejilla?

    Scrooge balbuceó, con inusitado desfallecimiento en la voz, que era un grano, y dijo al Espectro que lo condujese donde quisiera.

    -¿Recordáis el camino? -preguntó el Espíritu. -¿Recordarlo? -gritó Scrooge, con vehemencia-. Lo recorrería con los ojos cerrados.

    -Es extraño que no lo hayáis olvidado durante tantos años -hizo observar el Espectro-. Sigamos adelante.

    . Siguieron a lo largo del camino. Scrooge reconocía las entradas de las casas, los postes, los árboles, hasta el pueblecito, que aparecía a lo lejos, con su puente, su iglesia y su ondulante río. Veíanse algunos afelpados caballitos que trotaban montados por muchachos, quienes llamaban a otros chiquillos que iban en tílburis y en carros del país, guiados por agricultores. Todos aquellos muchachos iban muy alegres y se aclamaban mutuamente, hasta que los campos estuvieron tan llenos de armonioso júbilo, que el aire reía al oírlo.

    -No son más que sombras de las cosas pasadas-dijo el Espectro-. No se dan cuenta de nosotros. Los alegres viajeros se acercaban, y conforme fueron llegando, Scrooge los conocía y nombraba a cada uno. ¿Por qué se alegró extraordinariamente al verlos? ¿Por qué sus fríos ojos resplandecieron y su corazón brincó al verlos pasar? ¿Por qué se sintió lleno de alegría cuando los oyó desearse mutuamente felices Pascuas al separarse en los atajos y en los cruces, para marchar a sus respectivas casas? ¿Qué era la Navidad para Scrooge? !Nada de Navidad! ¿Qué bien le había hecho a él?

    -La escuela no está completamente desierta -dijo el Espectro-. Queda en ella todavía un niño solitario, abandonado por sus amigos.

    Scrooge dijo que le conocía. Y sollozó.

    Dejaron el camino real, entrando en una conocida calleja, y pronto llegaron a una casa de toscos ladrillos rojos, con una cupulita coronada por una veleta, y de cuyo tejado colgaba una campana. Era una casa amplia, pero venida a menos, pues las. espaciosas dependencias se usaban poco, sus paredes estaban húmedas y mohosas, sus ventanas rotas y sus puertas podridas. Las gallinas cloqueaban y se pavoneaban en las cuadras y las cocheras, y los cobertizos se hallaban asolados por las hierbas. Ni había en el interior más huellas de su antiguo estado; pues, al entrar en el sombrío zaguán, y al mirar a través de las francas puertas de muchas habitaciones, se las veía pobremente amuebladas, frías y solitarias. Había en el aire un sabor terroso, una heladora desnudez, que hacía pensar que los que habitaban aquel lugar se levantaban antes de romper el día y no tenían qué comer.
    Continua
     
  13. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    Juvenila-Miguel Cané

    29
    COMO escribo sin plan y a medida que los recuerdos vienen, me
    detengo en uno que ha quedado presente en mi memoria con una clara
    persistencia. Me refiero al famoso 22 de abril de 1863, en que crudos
    y cocidos estuvieron a punto de ensangrentar la ciudad, los cocidos
    por la causa que los crudos hicieron triunfar en 1880 y
    recíprocamente. Yo era crudo y crudo enragé. Primero, porque mis
    parientes, los Varela, uno de los cuales, Horacio, era como mi
    hermano mayor, tenían esa opinión, según leía de tiempo en tiempo
    en la Tribuna, y en segundo lugar, porque la mayor parte de los
    provincianos eran cocidos. Queda entendido que yo me daba una
    cuenta muy vaga de mi manera de pensar, pero como había que sostener
    mis opiniones a moquetes mas de una vez, la convicción había
    concluido por arraigarse en mi espíritu.
    El día citado había una excitación fabulosa en el colegio; después
    de muchas tentativas infructuosas conseguimos escaparnos dos o tres y
    nos instalamos en la calle Moreno. Fue allí donde presencié por primera
    vez en mi vida un combate atinado entre dos hombres, que me
    hizo el mismo efecto que más tarde sentí en una corrida de toros, de la
    que salió mal herido el primer espada. Los dos combatientes eran
    hombres del pueblo y estaban armados, uno de una daga formidable
    mientras el otro manejaba con suma habilidad un pequeño cuchillo
    que apenas conseguíamos ver: tal era el movimiento vertiginoso que le
    imprimía. Mi primera intención fue huir, pero tuve vergüenza, porque
    uno de mis compañeros, que tenía fama de bravo en el colegio, se
    había acercado, por el contrario, para presenciar más cómodamente la
    lucha. Duró poco tiempo, porque la habilidad triunfó de la fuerza y el
    hombre de la daga, dando un grito desgarrador, cayó al suelo con el
    vientre abierto de un enorme tajo. El heridor huyó; yo debía estar muy
    pálido, porque recuerdo que durante un mes el grito del caído vibró en
    mi oído.
    Pronto nos mezclamos con unos hombres que traían un pañuelo
    al cuello y que habían desalojado a un pequeño grupo de cocidos que
    estaban cerca de la confitería del "Gallo". Pero el rumor de lo que
    pasaba dentro nos hacía arder por penetrar en el recinto de la
    Legislatura. ¡Imposible!
    Entonces, de común acuerdo y comprendiendo que era allí donde
    se desenvolvían las escenas más interesantes, resolvimos reingresar al
    colegio y llegar a la Legislatura por las azoteas. Lo hicimos así, y a
    favor del tumulto que entre los claustros se notaba, ganamos el techo y
    como gatos nos corrimos hasta dominar el patio de la Legislatura.
    Al primero que vi fue a Horacio Varela. tranquilo, sonriendo y
    apoyado en sus muletas. Así que me conoció, me pidió fuera
    inmediatamente a su casa a avisar a la familia que no volvería hasta
    tarde, que no temieran, etc. -"Pero no puedo salir, Horacio, no me
    dejan." La verdad era que había trabajado tanto por llegar a mi punto
    de observación y esperaba que en aquel patio tuvieran lugar cosas tan
    memorables, que lanzaba ese pretexto, harto plausible, para quedarme
    allí. -"Un estudiante a quien no dejan salir, ¡pobrecito! ¿Entonces
    ustedes ya no saben escaparse?"- Yo habría podido contestar que lo
    hacía con una frecuencia que me ponía a cubierto de semejante
    reproche, pero preferí la acción y desaparecí. Me escapé con éxito,
    corrí a casa de Horacio, tranquilicé la familia, volví al colegio y,
    jadeante, extenuado, ocupé nuevamente mi sitio de observación, de
    donde di cuenta a Horacio de mi comisión. En este momento un gran
    número de diputados salieron al patio; muchos abrazaban a un
    hombre calvo, de muy buena cara, con una gran barba negra, el cual,
    después, supe había sido miembro informante, desplegando una
    serenidad de ánimo admirable. Era el doctor don Manuel Aráuz, a
    quien debíamos todos tener más tarde tanto cariño bajo el apodo
    afectuoso de "viejo Laguna”.
    Cuando leo en la historia la narración del entusiasmo ardiente de
    los estudiantes en la Politécnica y la Normal, en 1815 y 1830; el
    arranque impetuoso de los estudiantes españoles en la guerra de la
    Independencia, abandonando Salamanca para unirse al Empecinado, a
    don Juan Porlier, al cura Merino; el heroísmo de los jóvenes alemanes
    en 1813 y 1814, brotando de los subterráneos de la Tugerdbund para
    caer en los campos de Lelpzig; de la muerte gloriosa de Koerner,
    cuando leo esos rasgos, me los explico perfectamente. Hay en los
    claustros una ansia de acción indescriptible, la savia hirviente de la
    juventud irrita la sangre, empuja, excita, enloquece. Se sueña con
    grandes hechos; la lucha enamora, porque implica la libertad.
    También nosotros formamos parte de las gloriosas filas del
    batallón Belgrano, que fue a ofrecer su sangre y a pedir un puesto en
    la vanguardia del general Mitre, al estallar la guerra del. Paraguay.
    Yo fui soldado del doctor don Miguel Villegas; era cuanto podía
    exigirse de mi patriotismo: ¡servir a las órdenes de un profesor de la
    Universidad que enseñaba filosofía por Balmes y Gérusez!


     
  14. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    Canción de Navidad-charles Dickens
    II- El primero de los tres Espíritus
    Continuación

    Atravesaron el Espectro y Scrooge la sala y dirigiéronse a una puerta de la parte trasera de la casa. Mostrábase abierta ante ellos y descubría una habitación larga; desnuda y melancólica, a cuya desnudez contribuían hileras de bancos y mesas, en una de las cuales se hallaba un niño solitario, leyendo cerca de un poco de lumbre: Scrooge se sentó en un banco y lloró al verse retratado en aquel niño, olvidado, abandonado, como acostumbró a verse en su infancia.

    Ni un eco latente en la casa, ni un chillido o un rumor de pelea entre los ratones detrás del entrepaño, ni la caída de una gota de agua de la medio deshelada cañería, ni un suspiro entre las ramas sin hojas de un álamo mustio, ni la ociosa oscilación de la puerta de un almacén vacío, ni un chasquido de la lumbre, que al caer sobre el corazón de Scrooge con suavizadora influencia, dieran libre paso a sus lágrimas.

    El Espíritu le tocó en un brazo y señaló hacia su imagen infantil atenta a la lectura. De repente apareció en la ventana, por la parte de afuera, un hombre vestido con traje extranjero, al que se distinguía con admirable exactitud; llevaba un hacha en el cinto y conducía del ronzal un asno cargado de leña.

    -¡Sí es Alí Babá! ---exclamó Scrooge, extasiado-. ¡Es mi querido Alí Babá! Sí, sí, le conozco. Una vez, por Navidad, cuando todos abandonaron al solitario niño, él vino por primera vez. exactamente como ahora le vemos. ¡Pobre muchacho! Y Valentín -continuó Scrooge-, y su hermano Orson, ¡ahí van! ¿Y cómo se llama aquel a quien dejaron dormido, casi desnudo, a la puerta de Damasco? ¿No le veis? Y el paje del Sultán. a quien el Genio hace dar vueltas en el aire. ¡Ahora está cabeza abajó! ¡Muy bien! ¡Dadle lo que merece! ¡Me alegro! ¿Qué necesidad tenía de casarse con la princesa?

    Verdaderamente, habría producido sorpresa a sus amigos de la Cíty oír a Scrooge dedicar toda la solicitud de su naturaleza a aquellos recuerdos, en una voz de lo más extraordinario, entre risas y gritos. y ver su rostro alegre y animado.

    - Ahí está el Loro! -gritó-. Verde el cuerpo y la cola amarilla, con una cosa como una lechuga en la parte superior de la cabeza; ahí está. "Pobre Robinsón Crusoe", le decía cuando volvió a su casa, después de navegar alrededor de la isla. "Pobre Robinsón Crusoe, ¿dónde habéis estado, Robinsón Crusoe?". El hombre creía soñar, pero no soñaba. Era el Loro, ya lo sabéis. Por ahí va Viernes, corriendo hacía la ensenada para salvar la vida. ¡Hala, hala!

    Después, con una rapidez de transición muy extraña en su carácter habitual, dijo lleno de piedad por la imagen de sí mismo: "¡Pobre muchacho!", y volvió a llorar.

    -Quisiera... -murmuró, llevándose la mano al bolsillo y mirando a su alrededor, después de enjugarse los ojos con la manga-; pero es demasiado tarde.

    -¿De qué se trata? -preguntó el Espíritu. -De nada -dijo Scrooge-. De nada. Había a mi puerta. la noche última. un muchacho cantando una canción de Navidad. y me agradaría haberle dado alguna cosa: eso es todo.

    El Espectro sonrió pensativamente y ,agitó una mano, al mismo tiempo que decía:

    -Veamos otra Navidad.

    Continua
     
  15. clause

    clause Claudia

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    Rima III
    [Poema: Texto completo]
    Gustavo Adolfo Bécquer

    Sacudimiento extraño
    que agita las ideas,
    como el huracán empuja
    las olas en tropel;

    murmullo que en el alma
    se eleva y va creciendo,
    como volcán que sordo
    anuncia que va a arder;

    deformes siluetas
    de seres imposibles;
    paisajes que aparecen
    como a través de un tul;

    colores, que fundiéndose
    remedan en el aire
    los átomos del iris,
    que nadan en la luz;

    ideas sin palabras,
    palabras sin sentido;
    cadencias que no tienen
    ni ritmo ni compás;

    memorias y deseo
    de cosas que no existen;
    accesos de alegría,
    impulsos de llorar;

    actividad nerviosa
    que no halla en qué emplearse;
    sin rienda que lo guíe
    caballo volador;

    locura que el espíritu
    exalta y enardece;
    embriaguez divina
    del genio creador...
    ¡Tal es la inspiración!


    Gigante voz que el caos
    ordena en el cerebro,
    y entre las sombras hace
    la luz aparecer;

    brillante rienda de oro
    que poderosa enfrena
    de la exaltada mente
    el volador corcel;

    hilo de luz que en haces
    los pensamientos ata;
    sol que las nubes rompe
    y toca en el cenit;

    inteligente mano
    que en un collar de perlas
    consigue las indóciles
    palabras reunir;

    armonioso ritmo
    que con cadencia y número
    las fugitivas notas
    encierra en el compás;

    cincel que el bloque muerde
    la estatua modelando,
    y la belleza plástica
    añade a la ideal;

    atmósfera en que giran
    con orden las ideas,
    cual átomos que agrupa
    recóndita atracción

    raudal en cuyas ondas
    su sed la fiebre apaga;
    oasis que al espíritu
    devuelve su vigor...

    ¡Tal es nuestra razón!
    Con ambas siempre lucha
    y de ambas vencedor,
    tan sólo el genio puede
    a un yugo atar las dos.