Re: ... de poetas, cuentos y leyendas Voy leyendo de a poquito. He seleccionado lo siguiente, porque me gustan estas construcciones, para mi, son sugerentes. Canción de Navidad-Charles Dickens I- El espectro de Marley. El viejo Marley estaba tan muerto como el clavo de una puerta. …la sabiduría de nuestros antepasados resplandece en los símiles, y mis manos profanas no deben perturbarla, o desaparecería el país. Aun los perros de los ciegos parecían conocerle, y cuando le veían acercarse arrastraban a sus amos hacia los portales o hacia las callejuelas, y entonces meneaban la cola como diciendo: "Es mejor ser ciego que tener mal ojo". ¿Qué es la Pascua de Navidad sino la época en que hay que pagar cuentas no teniendo dinero; en que te ves un año más viejo y ni una hora más rico… …y los enterraría con una vara de acebo atravesándoles el corazón. No conocía la rama de acebo Mas estoy seguro de que siempre, al llegar esta época, he pensado en la Navidad, aparte la veneración debida a su nombre sagrado y a su origen, como en una agradable época de cariño, de perdón y de caridad; el único día, en el largo almanaque del año, en que hombres y mujeres parecen estar de acuerdo para abrir sus corazones libremente y para considerar a sus inferiores como verdaderos compañeros de viaje en el camino de la tumba y no otra raza de criaturas con destino diferente. -En esta alegre época del año, señor Scrooge dijo el caballero. tomando una pluma-, es más necesario que nunca que hagamos algo en favor de tos pobres y de los desamparados, que en estos días sufren de modo atroz. Muchos miles de ellos carecen de lo indispensable; cientos de miles necesitan alivio, señor. Es una bendición vivir en nuestra América, tendremos poquito, pero no en esa magnitud, como otros continentes Más niebla aún y más frío. Frío agudo, penetrante, mordiente. Sí el buen San Dunstan hubiera sólo rasguñado la nariz del espíritu maligno con un tiempo como aquél, en vez de usar sus armas habituales, en verdad que el diablo habría rugido. -¡Una pobre excusa para morder en el bolsillo de uno todos los días veinticinco de diciembre! Pongo la página 54, para no perderme Espero no ofender con estas imágenes tan fuertes... Para mi, algunas veces, es difícil ser atinada...
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas Te dejo un beso Anveri!!! Gracias ,por las imágenes (es una realidad, no tiene que ofender!)y por destacar las parte más relevantes!!
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas Gracias El grito. Gabriela Mistral. ¡América, América! ¡Todo por ella; porque nos vendrá de ella desdicha o bien! … La Rama. Octavio Paz. Canta en la punta del pino un pájaro detenido, trémulo, sobre su trino. Se yergue, flecha, en la rama, se desvanece entre alas y en música se derrama. El pájaro es una astilla que canta y se quema viva en una nota amarilla. Alzo los ojos: no hay nada. Silencio sobre la rama, sobre la rama quebrada El quetzal. “Cuenta una leyenda guatemalteca que el quetzal solía cantar hermosamente antes de la conquista española, que calló después, pero cantará de nuevo cuando la tierra esté libre de verdad.” También libre de nuestra modorra Después sigo leyendo.
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas Juvenila_Miguel Cané 30 Es tiempo ya de dar fin a esta charla, que me ha hecho pasar dulcemente algunas horas de esta vida triste y monótona que llevo. Pero al concluir me vienen al espíritu los últimos tiempos pasados en la prisión claustral, cuando ya la adolescencia comenzaba a cantar en el alma y se abría para nosotros de una manera instintiva un mundo vago, desconocido, del que no nos dábamos cuenta exacta, pero que nos atraía secretamente. No nos lo confesábamos al principio unos a otros; la vida de reclusión, las lecturas disparatadas y sin orden, el alejamiento de la familia, de la sociedad y, sobre todo, cierto prurito de estudiantes, nos inclinaba a un escepticismo amargo y sarcástico, ante el cual no había nada sagrado. Eramos ateos en filosofía y muchos sosteníamos de buena fe las ideas de Hobbes. Las prácticas religiosas del colegio no nos merecían siquiera el homenaje de la controversia; las aceptábamos con suprema indiferencia. En una confesión general, sin embargo, tuve la veleidad de resistirme. Obligado a ir al confesionario, dije abiertamente al sacerdote que estaba tras la reja, que no creía una sola palabra de esas cosas.. y que, por lo tanto, era de su deber no obligarme a mentir. El confesor dio cuenta inmediatamente: fui llamado, insistí y recogí por premio de mi lealtad de conciencia pasar en el encierro los tres días de comilonas y huelgas que sucedían a la comunión. Al año siguiente mis ideas se habían hecho más prácticas; nos reunimos unos cuantos y confeccionamos una lista de pecados abominables, estupendos, en que figuraba todo el repertorio de un libro de examen de conciencia que nos hablan dado para prepararnos. Nos dieron penitencias atroces, como ser levantarnos a medianoche en invierno y salir desnudos al claustro, arrodillarnos sobre las losas y rezar una hora; esto durante tres meses. A buen seguro que, en caso de obediencia, la pulmonía habría dado bien pronto cuenta de nosotros. Pero aquí quiero hacer una declaración sincera que pinta bien esos escepticismos primaverales. Llegado el día de la comunión, que se hacía con gran pompa en el altar mayor, fui obligado a ir a hincarme con tres o cuatro compañeros y a esperar mi turno. Un resto de altivez intelectual, una reacción, violenta dentro de mi mismo me hizo considerar una repugnante apostasía de mis ideas y una burla indigna de la religión aceptar aquello. Así, cuando el sacerdote se inclinó sobre mí, le miré bien en los ojos y le dije quedo: "Paso, padre". Hizo un ligero movimiento de sorpresa; pero cuando se reincorporó, yo ya me había dado vuelta y salido de la fila, llevando el pañuelo en la boca, como si realmente hubiera recibido la hostia. No me delató.
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas Canción de Navidad-Charles Dickens II- El primero de los tres Espíritus Continuación A estas palabras, la figura infantil de Scrooge creció y la habitación se hizo algo más obscura y más sucia. Se contrajeron los entrepaños, se agrietaron las ventanas, desprendiéronse del techo fragmentos de yeso y en su lugar aparecieron las vigas desnudas; pero Scrooge no supo acerca de cómo ocurrió todo esto más de lo que vosotros sabéis. Solamente supo que todo había ocurrido así, sin violencia, que él se hallaba allí, otra vez solitario, pues todos los demás muchachos habíanse marchado a sus casas para celebrar aquellos alegres días de fiesta. Ahora no estaba leyendo. sino paseando arriba y abajo desesperadamente. Scrooge miró al Espectro y, moviendo tristemente la cabeza, lanzó una ojeada ansiosa hacia la puerta. Esta se abrió, y una niña pequeña. mucho más joven que el muchacho, precipitóse dentro y, rodeándole el cuello con los brazos y besándole repetidas veces, se dirigió a él llamándole "hermano querido". -He venido para llevarte a casa, hermano querido -dijo la niña, palmoteando e inclinándose a fuerza de reír-, ¡Para llevarte a casa, a casa, a casa! -¿A casa, pequeña? -replicó el muchacho. -¡Sí! -dijo la niña, rebosando alegría-. A casa, para que estés con nosotros siempre, siempre. Papá es mucho más cariñoso que nunca y nuestra casa se parece al cielo. Me habló tan dulcemente una noche cuando iba a acostarme, que no tuve miedo de pedirle una vez más que te permitiera volver a casa: me dijo que sí y me envió en un coche a buscarte. Tú serás un hombre -dijo la niña, abriendo mucho los ojos- y nunca volverás aquí; por lo pronto, vamos a estar juntos todos los días de Navidad y a pasar las horas más alegres del mundo. -Eres ya una mujer, pequeña Fanny --exclamó el muchacho. Palmoteó ella y se echó a reír, tratando de acariciarle la cabeza: pero como era muy pequeña y no alcanzaba, echóse a reír de nuevo y le abrazó; poníéndose en las puntas de los pies. Luego empezó a tirar de él, con afán ínfantil, hacía la puerta; y él, nada disgustado por ello, la acompañaba. Una voz terrible gritó en el vestíbulo: "¡Bajad el baúl de master Scrooge'" y apareció el maestro de escuela, que miró ferozmente a Scrooge, con mirada de condescendencia, y le atontó a1 sacudirle por las manos. Luego los llevó a él y a su hermana a una escalofriante habitación que parecía un pozo. donde los mapas colgados de la pared y los globos celestes y terrestres, colocados en las ventanas, parecían cubiertos de cera, a causa del frío. Una vez allí, sacó una garrafa de vino que brillaba extrañamente y un trozo de macizó pastel y repartió estas golosinas entre los pequeños, al mismo tiempo que enviaba a un flaco criado a ofrecer un vaso de "algó"' al postillón, quien le respondió que se lo agradecía al caballero, pero que sí era del mismo barril que había bebido antes, prefería no beberlo. Como el baúl de master Scrooge estaba ya colocado en la parte más alta del coche, los niños se despidieron amablemente del maestro y, subiendo al coche, atravesaron alegremente el jardín: las ágiles ruedas despedían la escarcha y la nieve que llenaban las obscuras hojas de las siemprevivas. Continua
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas Juvenila-Miguel Cané 31 PERO la juventud venía y con ella todas las aspiraciones indefinibles. La música me cautivaba profundamente. Recuerdo las largas tardes pasadas mirando tristemente las rejas de nuestras ventanas que daban a la libertad, a lo desconocido, y oyendo a Alejandro Quiroga tocar en la guitarra las vidalitas del interior, los tristes y monótonos cantos de la campaña y las pocas piezas de música culta que conocía. Aún hoy me pasa algo curioso, que en ciertos momentos me lleva irresistiblemente a aquellos tiempos. Una tarde, Alejandro se puso a tocar, sentado en su cama, una marcha lenta y pañidera, pero de un ritmo marcado y cariñoso al oído. Yo me había colocado en el borde de la ventana, aprovechando la última luz del día, para continuar la lectura de la Conquista de Granada, de Florián, que me tenía encantado. Había llegado en ese instante al momento en que Boabdil se despide con los ojos arrasados en lágrimas, desde lo alto de una colina, de la dulcísima ciudad de los mármoles y las fuentes, los amores y los perfumes. Me pareció que la música que llegaba a mis oídos era la voz misma del infortunado monarca y di a aquella melodía sollozante el nombre de "el adiós del rey moro", que Alejandro le conservó. Más tarde, hoy mismo, cada vez que en un libro encuentro una referencia al mísero fin de la dominación, árabe en España, los acordes de la marcha pesarosa cantan en mi memoria. Así se explica esa preferencia llena de misterio que algunos hombres sienten por ciertos trozos de música, indiferentes para los demás. Los han oído por primera vez en un momento especial, la impresión se ha confundido con todas las que entonces se grabaron en el alma, y por una afinidad intima y secreta, una sola fibra que se entremezcla en un rincón de la memoria, despierta a todas aquellas con que está ligada. Un hombre, sentado al piano, puede rehacer, para él solo, toda la historia de su vida moral, haciendo brotar del teclado una serie de melodías, escalonadas en sus recuerdos.
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas Canción de Navidad-Charles Dickens II- El primero de los tres Espíritus continuación -Siempre fue una criatura delicada, a quien el simple aliento puede marchitar -dijo el Espectro-; pero tenía un gran corazón. -Sí que lo tenía -gritó Scrooge-. Tenéis razón. No se puede negar, Espíritu. ¡Dios me libre! -Murió siendo mujer -dijo el Espectro- y creo que tuvo hijos. -Un niño -replicó Scrooge. --Cierto -dijo el Espectro-. i Vuestro sobrino! Scrooge parecía intranquilo, y contestó brevemente: -Sí. Aunque en aquel momento acababan de dejar la escuela tras sí. hallábanse entonces en las concurridas calles de una ciudad, donde fantásticos transeúntes iban y venían, donde fantásticos carros y coches pasaban por el camino y donde había todo el movimiento y todo el tumulto de una ciudad verdadera. Se comprendía perfectamente, por el aspecto de las tiendas, que otra vez era la época de Navidad:. pero era de noche y las calles estaban alumbradas. El Espectro se detuvo a la puerta de Cierto almacén y preguntó a Scrooge si lo conocía. -¡Conocerlo! ---contestó el aludido-. Aquí fui aprendiz. Entraron. A la vista de un anciano con una peluca de las usadas en el país de Gales. sentado tras un pupitre tan alto que si el caballero hubiera tenido dos pulgadas más de estatura habría tropezado con la cabeza en el techo. Scrooge gritó excitadísimo: -¡Si es el anciano Fezziwig! ¡Bendito sea Dios! ¡Es Fezziwig, vuelto a la vida! El anciano Fezziwig dejó la pluma y miró el reloj, que marcaba las siete. Se frotó las manos, se ajustó el amplio chaleco, echóse a reír francamente, recorriéndole la risa todo el cuerpo, y gritó con una voz agradable, suave, y jovial: -¡Ebenezer! ¡Dick! La imagen de Scrooge, que ya era un hombre joven; entró alegremente acompañada por la de otro aprendiz. -¡Dick Wilkins, no hay duda! -dijo Scrooge al Espectro-. Sí, es él. Me tenía verdadero afecto. ¡Pobre Díck! ¡Cuánto le quería yo! -¡Vamos, muchachos! -dijo Fezziwig-. No se trabaja más esta noche. Es Nochebuena, Dick. Es Nochebuena. Ebenezer. Cerremos la tienda --gritó el anciano, dando una palmada. No podéis imaginar cómo lo hicieron aquellos dos muchachos. Salieron a la calle cargados con las puertas -una, dos tres-, las colocaron en su sitio cuatro, cinco, seis-, pusieron las barras y las sujetaron -siete, ocho, nueve -y volvieron antes de que pudierais contar hasta doce, jadeantes, como caballos de carreras. -¡A ver! -gritó el anciano, saltando del elevado pupitre, con admirable agilidad-. ¡A retirar todo, muchachos, para dejar libre la habitación! ¡Vamos, Dick! ¡Vamos, Ebenezer! ¡Retirar todo! Nada había que no quisieran retirar, ni nada que no pudiesen, bajo la mirada del anciano. Todo se hizo en un minuto. Todos los muebles desaparecieron como si fuesen retirados de la vida pública para siempre: se barrió y se regó el piso, encendiéronse las lámparas, amontonóse e1 combustible sobre el fuego, y el almacén se convirtió en un salón de baile cómodo, y caliente, y seco, y brillante, que desearíais ver en una noche de invierno. Entró un violinista con un cuaderno de música y, encaramándose sobre el alto pupitre, hizo de él una orquesta y empezó a rascar el violín. Entró la señora Fezziwig, toda sonrisas. Entraron las tres señoritas Fezziwig, radiantes y adorables: Entraron los seis jóvenes cuyos corazones sufrían por ellas. Entraron todos los muchachos y muchachas empleados en la casa. Entró la doncella, con su primo el panadero. Entró la cocinera, con el lechero, particular amigo de su hermano. Entró el muchacho de al lado, de quien se sospechaba que su amo no le daba de comer lo suficiente, y que trataba de esconderse de las muchachas, menos de una a quien su ama había ya tirado de las orejas. Entraron todos uno tras otro; unos tímidos; otros atrevidos. Unos graciosos, otros incultos; unos activos, otros torpes; entraron todos, de un modo o de otro. y se formaron veinte parejas, cogidas de la mano y formando un corro. La mitad se adelanta y luego retrocede; éstos se balancean cadenciosamente, aquéllos acompañan el movimiento; después todos empiezan a dar vueltas en redondo varias veces, agrupándose, estrechándose, persiguiéndose unos a otros; la pareja de ancianos nunca está en su sitio; y las parejas jóvenes se apartan rápidamente cuando les han puesto en apuros; en fin, se rompe la cadena y los bailarines se encuentran sin pareja. Después de tan hermoso resultado, el viejo Fezziwig, dando una palmada para suspender el baile, gritó: "Muy bien", y el violinista metió el ardiente rostro en una olla de cerveza, especialmente preparada para ello. Pero cuando reapareció, desdeñando el reposo; instantáneamente empezó a tocar de nuevo, aunque aun no había bailarines, como si el otro violinista hubiera sido llevado a su casa, exhausto, sobre una contraventana, y éste fuera otro músico resuelto a vencerle o a morir. continua
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas Los felicito por este post!!!! me emocionaron con todo lo que han escrito, un sitio para quedarse a leer!!!!!! seguire leyendo... besos
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas Hola Marta!!! Que lindo que viniste!!! Me alegro que te guste,y sos muy bienvenida!!!!!
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas Juvenilia_Miguel Cané 32 SENTIAMOS también necesidad de cariño; las mujeres entrevistas el domingo en la iglesia, los rostros bellos y fugitivos que alcanzábamos a vislumbrar en la calle, desde nuestras altas ventanas, por medio de una combinación de espejos, nos hacían soñar, nos hundían en una preocupación vaga e incierta, que nos alejaba de los juegos infantiles del gimnasio, de las viejas y pesadas bromas de costumbre. Las amistades se hablan estrechado y circunscripto; solíamos pasar las horas muertas haciéndonos confidencias ideales, fraguando planes para el porvenir, estremeciéndonos a la idea de ser queridos como lo comprendíamos y por una mujer como la que soñábamos. Por primera vez en estas paginas nombro a César Pab, mi amigo querido, aquel que me confiaba sus esperanzas y oía las mías, aquel hombre leal, fuerte y generoso, bravo como el acero, elegante y distinguido, aquel que más tarde debía morir en el vigor de la adolescencia por uno de esos caprichos absurdos del destino, que arrancan del alma la blasfemia más profunda. . . ¡Qué vida de agitación! ¡Qué pesado era el 1ibro en nuestras manos y qué envidia se levantaba en el corazón por el estudiante libre de la Universidad, tan despreciado antes y que hoy veíamos pasar, con el corazón sombrío, radiante en su elegancia, en su traje, en la incomparable soltura de sus maneras! Porque empezábamos tristemente a conocernos. La mayor parte de nosotros éramos pobres y nuestras madres hacían sacrificios de todo género por darnos educación. Muchas veces nuestras ropas eran cosidas por sus propias manos y por muchos años hemos ostentado sacos como bolsas y el clásico jacquet crecedero aquel que, despreciando el efímero presente, sólo tiene en vista el porvenir. Pero ¿qué nos importaba? Eramos filósofos descreídos y un tanto cínicos, nos revolcábamos en el gimnasio y el eterno botín de doble suela, ancho largo, nos permitía correr como gamos en el rescate. Usábamos el pelo largo y descuidado; teníamos, en fin, esa figura desgarbada del muchachón de quince años, que empieza a salir de la infancia sin, llegar a la virilidad. Eramos, con todo, felices y despreocupados.
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas Canción de Navidad-Charles Dickens Continuación II- El primero de los tres Espíritus Cuando el reloj dio las once, se terminó el baile. El señor y la señora de Fezziwig tomaron posiciones cada uno a un lado de la puerta, y dando apretones de manos a todos conforme iban saliendo, les deseaban felices Pascuas. Cuando todos se hubieron retirado, excepto los dos aprendices, hicieron lo mismo con ellos: y las alegres voces se extinguieron y los muchachos quedaron en sus lechos, que estaban debajo de un mostrador en la trastienda. Durante todo este tiempo Scrooge había obrado como un hombre que no está en su sano juicio. Su corazón y su alma se hallaban en la escena, con su otro él. Lo reconocía todo, lo recordaba todo, gozaba de todo y sufría la más extraña agitación. Hasta el momento en que los brillantes rostros de su imagen y de Dick desaparecieron. no se acordó del Espectro, y entonces se dio cuenta de que estaba con la mirada fija en él, mientras la luz ardía sobre su cabeza con claridad deslumbradora. -No merece la pena -dijo él Espectro- que estas simples gentes hagan tantas demostraciones de gratitud. -¿Cómo? -respondió Scrooge. El Espíritu le indicó que escuchase a los dos aprendices. cuyos corazones se deshacían en alabanza de Fezzíwíg; y cuando lo hubo hecho. dijo: -¡Qué! ¿No es verdad? No ha gastado sino algunas libras de vuestra moneda terrena: tres o cuatro quizás. ¿Es eso tanto como para merecer esa alabanza? -No es eso -dijo Scrooge, disgustado por la observación y hablando inconscientemente como su otro él. no como quien era en realidad-. No es eso, Espíritu. En su mano está hacernos dichosos o infelices, hacer que nuestra tarea sea leve o abrumadora. que sea un placer o una fatiga. ¿Decís que su poder estriba en palabras y miradas, en cosas tan leves e insignificantes que es imposible contarlas? ¿Y qué? La felicidad que nos proporciona es tan grande como si costase una fortuna. Sintió la mirada del Espíritu, y se detuvo. -¿Qué os pasa? -preguntó el Espectro. -Nada de particular -dijo Scrooge. -Yo creo que os pasa algo -insistió el Espectro. -No -dijo Scrooge- No. Que me agradaría poder decir algunas palabras a mí dependiente precisamente ahora. Nada más. Su imagen antigua apagó las lámparas al expresar él aquel deseo y Scrooge y el Espectro halláronse de nuevo uno al lado del otro al aire libre. -Me queda muy poco tiempo -hizo observar el Espíritu-. ¡Apresuraos! Tal exclamación no iba dirigida a Scrooge ni a nadie que estuviera presente, pero produjo un efecto inmediato. De nuevo Scrooge contemplóse a sí mismo. Tenía más edad. Estaba en la primavera de la vida. Su cara no tenía las ásperas y rígidas apariencias de los últimos años: pero empezaba a mostrar las señales de la preocupación y de la avaricia. Había en sus ojos una movilidad ardiente, voraz, inquieta, que mostraba la pasión que había arraigado en él y donde haría sombra el árbol que empezaba a crecer. No estaba solo, sino sentado junto a una hermosa joven vestida de luto, cuyos ojos hallábanse llenos de lágrimas, que lanzaban destellos a la luz que lanzaba el Espectro de la Navidad Pasada. -Poco importa -decía ella dulcemente--. Para vos, muy poco. Me ha desplazado otro ídolo; pero si al venir puede alegraros y consolaros, como yo había procurado hacerlo, no tengo motivo de disgusto. -¿Qué ídolo os ha desplazado? -preguntó él. -Un ídolo de oro. -He ahí la justicia del mundo -dijo Scrooge-. No hay en él nada tan abrumador como la pobreza, y nada se juzga en él con tanta severidad como la persecución de la riqueza. -Tenéis demasiado temor a la opinión del mundo -contestó ella con dulzura-. Todas vuestras demás esperanzas se han confundido con la esperanza de poneros a cubierto de su sórdido reproche. Yo he visto desaparecer vuestras más nobles aspiraciones una por una, hasta que la pasión principal, .la Ganancia, os ha absorbido por completo. ¿No es cierto? -¿Y qué? -replicó él-. Supongamos que me hubiese hecho tan prudente como todo eso; ¿y qué? Para vos yo he cambiado. Ella meneó la cabeza. -¿He cambiado? -Nuestro compromiso es antiguo. Lo contrajimos cuando ambos éramos pobres y nos sentíamos contentos de serlo, hasta que consiguiéramos aumentar nuestros bienes terrenales por medio de nuestro paciente trabajo. Habéis cambiado. Cuando. tal cosa ocurrió, erais otro hombre. -Yo era un muchacho -dijo él con impaciencia. -Vuestra propia conciencia os dice que no erais lo que sois -replicó ella-. Yo sí. Lo que prometía la felicidad cuando éramos uno en el corazón, es todo tristeza ahora que somos dos. No diré cuántas veces y cuán ardientemente he pensado en ello. Es suficiente que haya pensado en ello y que pueda devolveros la libertad. -¿He buscado yo alguna vez esa libertad? -Con palabras, no. Nunca. -¿Pues con qué? -Con vuestra naturaleza cambiada; con vuestro espíritu transformado; con la diferente atmósfera en que vivís; con vuestras nuevas esperanzas. Con todo lo que hizo mi amor de algún valor a vuestros ojos. Si nada de eso hubiera existido entre nosotros -dijo la muchacha, mirándole suavemente, pero con firmeza-. decidme: ¿seríaís capaz ahora de solicitarme y de conquistarme? iAh, no! A pesar suyo, él pareció ceder a la justicia de tal suposición. Pero, haciendo un esfuerzo, dijo: -No es ése vuestro pensamiento. continua
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas Albita!!! la lectura es un placer, el ritmo se lo ponemos nosotros!!!