Poemas, cuentos y leyendas

Tema en 'Temas de interés (no de plantas)' comenzado por mai^a, 27/2/08.

  1. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    Tabare

    CANTO SEGUNDO

    I

    ¿Que queda entonces de la tribu errante

    Del Uruguay? ¿Qué de su altiva raza?

    Aun resta su agonía asida al suelo,

    La fiera agita su convulsa zarpa.

    Quedan indios aún para la muerte

    Que cautelosos por los bosques andan,

    Cual rebaños de tigres que en el pueblo

    Siempre encendidas sus pupilas clavan.

    De noche, por las lomas o entre el bosque,

    Como gritos de luz, se ven las llamas

    De señales charrúas que se cruzan,

    Se avivan, se repiten o se apagan;

    Y alguna vez, el temeroso aullido

    Que algún consejo al terminar levanta,

    Al pueblo llega, en ráfaga del aire,

    Como rumor de tempestad lejana.

    Un temor imprevisto y repentino

    Entonces suele atravesar las mallas;

    Los soldados se miran, y suspenden

    La ardiente relación de sus hazañas;

    Parece que en sus labios animados

    Tropezase un momento la palabra

    mas pronto, cuando advierten con despecho,

    Que, sin quererlo, ha vacilado el alma,

    Sus risas y burlescas maldiciones

    En el silencio momentáneo estallan

    Y, al amor de la lumbre, se reanuda

    Con nuevo ardor la interrumpida plática,

    II

    Don Gonzalo de Orgaz, joven bizarro,

    Manda en jefe la plaza;

    La cimera encarnada de su yelmo

    Marcó siempre el peligro en la batalla.

    Olvidó muchas veces en la lucha.

    El toque a retirada;

    Era noble y valiente, noble y bueno,

    Bueno y celoso de su estirpe hidalga.

    III

    ¿Por qué el valiente aventurero trajo

    Consigo a Doña Luz la castellana,

    y a su mujer expone a los peligros

    Que ambicionó para lustrar sus armas?

    Que hace a su lado. qué hace de sus días

    En esta vasta soledad: qué aguarda

    Esa otra niña, la de tez morena,

    Blanca, la hermosa, la inocente Blanca?

    ¿Para qué brillan esos ojos negros,

    Profundos hasta el alma.

    Y en que la luz del sol de Andalucía

    Brillo, de estrellas presta a las miradas?

    Exprimió el mismo seno que Gonzalo;

    Lloró la misma madre. y solitaria.

    Riendo con el cielo

    En que su madre se perdió llamándola.

    Quedó en el mundo sin más sombra amiga

    Que la armadura de su hermano hidalga;

    Allí recuerda su niñez reciente.

    Y espera el porvenir allí sentada.

    ¿Qué impulso los condujo

    A la salvaje tierra americana?

    ¡Quién sabe! Acaso el mismo misterioso

    Que une las notas que en el aire vagan.

    En prolongado acorde

    De transparentes arpas.

    Que suenan en el viento, en los recuerdos,

    En los vagos crepúsculos del alma.

    Que en las noches serenas,

    Y en los rayos de luna columpiadas,

    Se acercan, y se alejan y en los aires

    Las lentas trovas del dolor ensayan:

    Ese impulso secreto

    Que, aun de entre las lágrimas,

    Hace brotar a: veces las sonrisas

    Como luces que rielan en las aguas.

    Que el polen encendido

    Lleva de palma a palma.

    Y hace nacer los lirios en las tumbas.

    Y en el dolor abriga la esperanza.

    Quizá la niña, en cuyos dulces ojos

    Se mueven las miradas

    Como insectos de luz aprisionados

    En urnas de cristal negras y diáfanas,

    Allí, en la tierra en que una raza expira,

    Es la nota con alas

    Que mezclada a un acorde moribundo,

    De gritos de dolor hará plegarias.

    El Uruguay, al verla en sus orillas,

    Palpitaba en sus aguas,

    Y templaba en los juncos, y en la arena

    Dejaba notas, quejas y palabras.

    El astro que pasea las colinas,

    Con su dulce mirada

    Seguía a la española que en la tarde

    Paseaba tristemente por la playa;

    Y buscaba sus ojos cuando, sola,

    Sentada en la barranca,

    Quedaba confundida en las tinieblas

    Que sus esbeltas líneas esfumaban.

    Parece que este mundo americano

    A aquella niña aguarda

    Porque en sus ojos brillen sus estrellas,

    Porque su viento pueda acariciarla,

    Porque sus flores tengan quien recoja

    La esencia de sus almas

    Y las corrientes de sus grandes ríos

    Que oiga y ame sus canciones vagas.

    IV

    Era una hermosa tarde.

    Huía la sonrisa de los cielos

    En los labios del sol que la llevaba

    A imprimirla en la faz de otro hemisferio.

    De su excursión al bosque

    Tornan Gonzalo y diez arcabuceros,

    Fue eficaz la batida: un grupo de indios

    Viene sombrío caminando entre ellos.

    Otros muchos quedaron

    Tendidos en el campo; el viento fresco

    La sangre orea en las hispanas armas,

    Y en la piel de los indios prisioneros.

    ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... .... ... ... ... ... ... ...

    No son tigres, aunque algo

    Del ademán siniestro

    Del dueño de las selvas se refleja

    En su fiera actitud. Caminan; vedlos.

    Son el hombre charrúa,

    La sangre del desierto,

    La desgracia estirpe que agoniza

    Sin hogar en la tierra ni en el cielo,

    Se estrechan se revuelven,

    Las frentes sobre el pecho,

    En los ojos obscuros el abismo,

    Y en el abismo luz, luz y misterio.

    Parece que en el fondo

    De esos ojos a intervalos,

    Un monstruo luminoso se moviera

    Sus anillos flexibles revolviendo;

    Con rápidos espasmos

    Se sacuden sus miembros;

    Sus músculos elásticos y duros

    Al salto y la carrera están dispuestos;

    La sangre apresurada

    Circula bajo de ellos

    Como corre callado entre las breñas

    Un rebaño de fieras que va huyendo;

    No hay en su rostro inmóvil

    Ni siquiera un reflejo

    Del espíritu extraño y concentrado

    Que, al parecer, lo anima desde lejos;

    Se advierte en su mirada

    Un constante recelo,

    Y una impasible languidez que tiene

    Algo de triste, mucho de siniestro.

    Son esbeltas sus formas,

    Duros sus movimientos;

    La tez cobriza, el pómulo saliente,

    Negros los ojos, como el odio negros.

    Sobre los fuertes hombros

    Se derrama el cabello

    En crenchas lacias. rígidas y obscuras,

    Que enlutan más aquel huraño aspecto.

    Pupila prolongada

    Que prolongó el acecho:

    Dilatada nariz y estrecha frente

    A que se ajusta enhiesto.

    Un erizado matorral de plumas

    De colores diversos

    Que parecen brotar de la cabeza

    Como brotan de un tronco los renuevos.

    Jamás mira de frente,

    Jamás alza la voz: muere en silencio,

    Jamás un signo de dolor se posa

    Entre sus labios pálidos y gruesos.

    No borra ni el suplicio

    Su ademán de desprecio

    Sólo el combate en su fragor arranca

    Estridente alarido de su pecho.

    Entonces, semejantes

    A los colmillos del jaguar sediento,

    Brillan entre los labios del salvaje

    Los dientes blancos con horrible gesto.

    Son el hombre-charrúa

    La sangre del desierto,

    La desgraciada estirpe que agoniza

    Sin hogar en la tierra ni en el cielo.

    V

    El grupo de Indios, como viva masa

    De apeñuscados cuerpos,

    Adelanta, rodeado de arcabuces,

    Entre las casas del pajizo pueblo.

    Salen de sus viviendas las mujeres

    Y los hombres a verlos;

    Ni una impresión se nota en sus semblantes,

    Todos caminan impasibles, fieros.

    Ah!... todos no: miradlo. ¿Quién es ese

    Que se detiene trémulo?

    ¿No es su pupila azul? Azul, no hay duda.

    ¿Que hay en ella? ¿Terror? ¿Asombro? ¿Miedo?

    ¡Extraño ser! ¿Qué raza da sus líneas

    A ese organismo esbelto?

    Hay en su cráneo hogar para la idea,

    Hay en su frente espacio para el genio.

    Esa línea es charrúa; esa otra. .. humana.

    Ese mirar es tierno. ..

    ¿No hay en el fondo de esos ojos claros

    Un ser oculto con los ojos negros?

    La blanda piel de un tigre

    Ha ceñido su cuerpo;

    No se ha pintado el rostro, ni su labio

    Ha atravesado el signo del guerrero.

    Es pálido, muy triste; en su semblante

    Y en su azorado aspecto,

    Hay algo misterioso

    Que inspira amor, o desazón, o duelo.

    ¿Por qué se ha desprendido de su grupo?

    ¿Se ha apoderado un vértigo

    De ese salvaje enfermo que venía

    Entre los otros indios prisionero?

    La onda de un suspiro

    Se ha notado quizá sobre su pecho,

    Y se hubiera creído al observarlo,

    Que ha roto entre los dientes un lamento

    No es ira, no es encono; ¿qué es entonces

    Ese temblor extraño de sus miembros?

    ¡Así sacude su prisión el alma

    Cuando estallan en ella los recuerdos!

    VI

    Es que Blanca, al pasar lo está mirando

    Con inocente empeño,

    Y él clava en ella los azules ojos

    Cual poseído de un pavor intenso.

    La mira absorto, fijo, con el labio

    Inmóvil y entreabierto:

    Parece interrogar alzo invisible,

    A al mismo, a su sombra, a su recuerdo.

    Diríase que alumbra sus pupilas

    El cercano reflejo

    De algo como una aparición radiosa

    Sensible sólo para el indio enfermo.

    Y por la lumbre intensa de una idea

    Que viene desde adentro;

    Que arde en el alma y llega hasta los ojos

    Y con la otra visión se funde en ellos.

    Esperando a Gonzalo estaba Blanca

    En el umbral de su morada: al verlo

    Corrió hacia él, y distinguió al salvaje

    Que allí venía entre los otros presos.

    Ved como tiembla el indio

    De ojos extraños de color de cielo.

    Blanca esa noche se encontró llorando

    Al acordarse del salvaje enfermo,

    VII

    Cavó una flor al río.

    Los temblorosos círculos concéntricos

    Balancearon los verdes camalotes

    Y entre los brazos del juncal murieron.

    Las grietas del sepulcro

    Han engendrado un lirio amarillento.

    Guarda el perfume de la flor caída,

    La flor no existe: ha muerto.

    Así el himno cantaban

    Los desmayados ecos:

    Así lloraba el urutí en 1as ceibas.

    Y se quejaba en el sauzal el viento,

    VIII

    ¿Quién es ese charrúa que suspira?

    ¿Quién es el prisionero

    Que es capaz de alumbrar con luz del alma

    Esos sus ojos de color de cielo?

    Tabaré lo apellidan los charrúas,

    O el hijo de los ceibos. . .

    ¡Hijo de mi dolor! una española

    Le decía llorando ha mucho tiempo.

    ... .... .... .... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ..

    Las grietas del sepulcro

    Han engendrado un lirio amarillento;

    Tiene el hábito de la muerte,

    Su extrema palidez y su misterio.

    IX

    El pánico del indio indescriptible

    Duró sólo un momento;

    Marchando confundido entre los otros

    Se aleja Tabaré; pero a lo lejos

    Entre el grupo cobrizo se destacan

    Las líneas de su cuerpo

    De una amarilla palidez. La niña

    Lo sigue con los ojos largo tiempo,

    ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...

    X

    -¿Quién es Gonzalo, ese Indio que trajiste,

    El de la frente Pálida.

    Qué me miró de un modo tan extraño

    Cuándo venía entre tus hombres de armas?

    ¿Está enfermo? Qué tiene? Me despierta

    Una profunda lástima.

    ¿Qué tiene en esos ojos? ¿Lo recuerdas?

    ¿Qué harás con él? ¿Quién es? ¿Cómo se llama?

    -¿Lo sé yo acaso? Ese hombre es un misterio,

    Es un misterio, Blanca.

    Al cruzar aquel bosque lo encontramos

    En actitud de duelo o de plegaria.

    Y es el mismo, lo es, estoy seguro,

    Que he visto en las batallas

    Reír con el peligro y con la muerte,

    Bravo como el aliento de su raza.

    ¡Y qué! ¿Tiene algún crimen?

    ¿No lucha por su hogar y por su patria?

    ¿No defiende la, tierra en que ha nacido,

    La libertad que el español le arranca?

    Cuando a él nos llegamos,

    No sintió nuestros pasos a su espalda,

    Ni demostró sorpresa, al verse solo,

    Rodeado de arcabuces y de adargas.

    Por cárcel este pueblo s¿ le ha dado.

    El ha de respetarla.

    Yo probaré en ese hombre si se encuentra

    Capaz de redención su heroica raza.

    ¡Qué! ¿,Sólo duelo y muerte

    Ha de obtener América de España?

    ¡La sangre de esos hijos del desierto

    Más que el orín deslustra nuestras armas!

    Gonzalo. no te olvides

    De la española sangre derramada,

    Le dijo Doña Luz-, esos salvajes

    Hombres no son; la redención cristiana

    No alcanza a redimirlos,

    Pues para ellos no fue: no tienen alma;

    No son hijos de Adán no son, Gonzalo;

    Esa estirpe feroz no es raza humana.

    XI

    Duermen los indios prisioneros, duermen

    Tendidos en el suelo, como masa

    De bronce que se mueve y que palpita

    Con aliento vital en las entrañas.

    Sobre aquellas cabezas que, en los brazos

    Y, entre cabellos rígidos descansan,

    No se siente pasar un solo ensueño;

    Nada invisible por los aires anda.

    Pero entre el grupo de dormidos cuerpos,

    Despierta una figura se destaca;

    Inmóvil, con los ojos encendidos,

    Clavada en el vacío la mirada.

    Las horas, una a una, la encontraron,

    Como una sombra vana;

    La vio la noche, la abrazó el Insomnio,

    Y así la halló la claridad del alba.
    Continua
     
  2. mai^a

    mai^a My Garden

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    Anveri comienzo con una breve descripción de
    lo que es Facundo, tal vez has leído la frase
    "Quiroga va en la carreta y muere", frase muy
    popular en mi país...


    El FACUNDO fue escrito por Domingo Faustino Sarmiento
    mientras se encontraba exiliado en Chile en 1845 debido a la
    tiranía del gobernador Juan Manuel de Rosas.
    Apareció en un folletín y luego se imprimió en forma de
    libro con el título de “Civilización y Barbarie” editada por la
    imprenta del Progreso.

    Trata la vida del caudillo Juan Facundo Quiroga, es una rica
    lectura costumbrista que trata los hábitos de la sociedad
    Argentina.
    Su finalidad política es atacar a Juan Manuel de Rosas a través
    del personaje de Quiroga (“el tigre de los llanos”)
    En su introducción invoca a la sombra terrible de Facundo para
    que explicar la historia del país, así transcurre el relato mostrando
    la geografía del país, narra y describe la llanura
    pampeana. Describe a lo que para “él” eran sus males.

    Sus críticas hacia de Juan Manuel de Rosas y los caudillos,
    símbolos del atraso.
    En un país desequilibrado y teniendo al gaucho como un ser
    semisocializado, para Sarmiento la “civilización”: era Europa,
    (-excepto España muy mal vista por él, sinónimo de atraso)
    la ciudad, hombre de la ciudad, extranjeros, ejércitos bien
    organizados, campos cultivados, desiertos poblados…

    Por “barbarie” entiende: la llanura despoblada, la tradición
    española, los gauchos, las montoneras, los caudillos, los federales.
    El personaje que simboliza la barbarie es Facundo a quien odia y
    admira a la vez, a través de él, habla del gaucho, del caudillo de la
    Argentina y de todos los elementos que representan el atraso y
    con los que hay que terminar por las buenas o las malas.
     
  3. Anveri

    Anveri Fanática de nativas -aves

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    :happy:
    mai^a

    Quiroga va en la carreta y muere ¿Qué significa?

    La vida en América tiene tanta contradicción. Somos eurocentristas, aunque tengamos mucho de indígenas.
    Lo único que me acuerdo de lo que escribió Sarmiento son esas palabras de admiración al trabajo cotidiano de los extranjeros en la tierra argentina.
    He aprendido mucho de ustedes.

    :beso:
     
  4. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    Tabaré

    CANTO TERCERO
    Libro II
    I

    Ahí va... callado, cual lo miran siempre

    Discurrir por el pueblo:

    Extraño, taciturno. El indio loco

    Los soldados le llaman; pero, al verlo

    Pasar entre ellos pálido, absorbido,

    Lo miran en silencio,

    Lo siguen con los ojos y, mostrándose

    Al salvaje entre sí, dicen: ¿Qué es esto?

    -¿Qué dices tú?

    -Que es loco rematado

    A estar a lo que veo.

    -Rematado, bien dicho; ved sus ojos;

    Ese indio tiene barajado el seso.

    -Moscardón que no gruñe se me antoja

    En sus mudos paseos.

    -¡Y Parece que sufre!

    -¡Ca! Esa gente

    No es capaz de dolor... ¡Muere en silencio¡

    Ved qué pálido está, que desmayado.

    Sus pasos son inciertos:

    Parece que su cuello no pudiera

    De la cabeza soportar el peso.

    -Es que algo habrá perdido, y anda siempre

    Buscándolo en el suelo.

    -¡Y también en el aire!

    -¡Cierto! El loco

    Suele buscar en él pájaros negros.

    -¿Y si os dijera que ese insano duerme

    Con los ojos abiertos?

    -Oiga!

    -Como os lo digo. Lo he observado

    Más de una noche, Y me asustó su aspecto.

    Si parece un cadáver que nos mira!

    -¿,Tendrá el diablo en el cuerpo?

    -Todo es posible. Si en las altas horas

    Vais a observar los indios allá dentro,

    Entre el grupo cobrizo allí entregado

    A su profundo sueño.

    Siempre tropezará vuestra mirada

    Con los ojos diabólicos despiertos.

    Son los de ese indio: no se cierran nunca;

    Sentado. inmóvil, yerto.

    Lo veréis siempre, hasta en la medianoche,

    Tal cual lo estamos ahora mismo viendo.

    -Loco, no hay más

    O poseído acaso.

    -Qué dices? ¿Le hablaremos?

    -Háblale tú Que entiendes de latines

    A ver si te contesta.

    -No lo creo.

    Un mes hace que vive entre nosotros

    Ni su voz conocemos. -¿No será mudo?

    -No; con el anciano

    Ha hablado alguna vez, según entiendo.

    -Vedlo, allá va; cuando en aquella loma

    Aparezca el lucero,

    Frente a nosotros pasará de vuelta;

    Puedes salirle entonces al encuentro.

    -Pero háblale con tino, con mesura:

    Cuida de no ofenderlo;

    Sabes que el capitán tiene ordenado

    Que al Señor Don Charrúa no irritemos.

    -¿No es aquélla la hermosa Doña Blanca?

    -La misma. El prisionero

    Va a pasar a su lado.

    -¡Ved qué hermosa,

    Qué hermosa está con esos ojos negros!

    II

    Tabaré sigue; se detiene a veces

    Cuál si escuchara atento

    Y se hunde su mirada en los espacios,

    O vaga en torno suyo con recelo.

    Inclina nuevamente la cabeza,

    Y sigue a paso incierto,

    Como el que va temiendo a cada instante

    Ser sorprendido por oculto riesgo.

    Blanca lo observa; sigue de¡ charrúa

    Los tristes movimientos;

    Espera la ocasión de ver sus ojos,

    Pues sabe que algo ha de encontrar en ellos.

    Pero es en vano; el prisionero pasa

    Sin mirarla jamás, nublando el ceño,

    Y, al cruzar frente a ella, se apresura

    Y se aleja temblando, casi huyendo.

    Es que cierra los ojos, y no obstante,

    Ve la imagen de Blanca entre los velos

    De una aurora confusa, imperceptible,

    Que ilumina el nacer de sus recuerdos.

    ¿Es ella la que flota en su pasado?

    ¿Es la blanca visión de sus ensueños?

    A una mujer tan blanca corro aquélla

    Oyó cantar los cánticos maternos.

    El indio siente, confusión ignota;

    Vacila, tiene miedo,

    Busca a la niña, y huye al encontrarla

    Huye de la ilusión y del misterio.

    III

    Así pasaba Tabaré aquel día

    Frente a la virgen que, con dulce acento,

    ¡Vaya el indio con Dios! ¿Por qué así corre?

    Dijo por fin, ¿le infundo algún recelo?

    El se detuvo sin alzar la frente,

    Cual llamado a lo lejos;

    Cual si la voz tardara largo espacio

    En ir desde el oído al pensamiento.

    Y allí fijo quedé, como tocado

    Por un conjuro; trémulo

    Como el corcel que en su carrera escucha

    El bramido del tigre, en el desierto.

    Así como una piedra

    Al fondo del abismo descendiendo

    Despierta temerosas resonancias,

    Voces lejanas, quejas y lamentos,

    La voz de la española

    Descendió al alma del salvaje enfermo,

    Y en ese abismo despertó la vicia,

    La queja, el grito del dolor y el tiempo.

    El indio alzó la frente: miró a Blanca

    De un modo fijo, iluminado, intenso.

    Había en su actitud indescifrable

    Terror, adoración, reproche, ruego.

    IV

    “-Tú hablas al indio! ¡Tú, que de las lunas

    Tienes la claridad!

    Por que lo hieres con tu voz tranquila,

    Tranquila como el canto del sabía?

    Si tienes en los ojos, de las lunas

    La transparente luz

    ¿Por qué tu alma para el indio es negra,

    Negra como las plumas del urú?

    ¿Por qué lo hieres en el alma obscura?

    ¡Deja al indio morir!

    ¡Tú tienes odio negro para el indio,

    Para el triste cacique guaraní".

    Blanca sintió una lágrima en los ojos

    Y una amargura insólita en el pecho:

    -Yo no tengo odio para ti, charrúa;

    Dijo el cacique con acento ingenuo.

    Las pupilas azules del salvaje

    Brillaban asombradas; en sus nervios

    Vibraba el alma. Tabaré sentía

    El abismo sonar en su cerebro.

    Habla por vez primera a la española:

    Sus palabras, sin orden ni concierto,

    Brotan de entre sus labios como informe

    Tropel de sombras, luces y reflejos.

    “-¡Oh, sí! Yo sé que acechas

    Mis horas de dolor:

    Sé que, remedas alas de jilgueros

    Donde yo estoy.

    Yo sé que tú el secreto

    Conoces de mi ser,

    Y sé que tú te escondes en las nieblas...

    Todo lo sé!

    Que gimes en el viento,

    Que nadas en la luz,

    Que ríes en la risa de las aguas

    Del Iguazú;

    Que miras en las altas

    Hogueras del Tupá.

    Y en lunas del fuego fugitivas

    Que brillan al pasar.

    Tú como el algarrobo,

    Sueño das a beber;

    Y das la sombra hermosa que envenena

    Como él ahué.

    Yo, temiendo tu sombra,

    Tiemblo y huyo de ti,

    Y tú en el despertar de mis memorias,

    Vas tras de mí.

    Mis nervios que eran fuertes,

    Fuertes cual ñandubay,

    Blandos como el retoño más temprano

    Del ombú están...

    No ha pasado una luna

    Después que yo te vi;

    Mira cómo está enfermo el indio bravo

    Sólo por ti!”

    La súplica, el reproche,

    La imprecación, el ruego,

    Se sucedían en la voz del indio

    Y en su ademán nervioso y altanero;

    El, que se había alejado

    Con la frente inclinada sobre el pecho,

    Como impulsado por interna fuerza,

    Hacia la niña se volvió de nuevo;

    La miró un breve espacio

    Y señaló su rostro con el dedo,

    Cual sí del fondo obscuro de su alma

    Envuelto en luz brotara un pensamiento.

    “-Era así como tú... blanca y hermosa;

    Era así.. . corno tú.

    Miraba con tus ojos, y en tu vida

    Puso su luz;

    Yo la vi sobre el cerro de las sombras

    Pálida y sin color;

    El indio niño no besó a su madre...

    ¡No la lloró!

    Les avisnas de fuego de las nubes,

    Ellas brillaron más;

    Pero el hogar del indio se apagaba,

    Su dulce hogar.

    Han pasado mas fríos que dos vmw

    Mis manos y mis pies...

    Solo en las horas lentas yo la veo

    Como cuerpo que fue.

    Hoy vive en tu mirada transparente

    Y en el espacio azul. ..

    Era así como tú la madre mía,

    Blanca y hermosa... ¡Pero no eres tú!

    Por ocultar el llanto

    Que, sin mojar sus párpados, acerbo

    Como lluvia de hiel, se derramaba,

    Y empapaba del indio los recuerdos,

    El infeliz charrúa,

    En convulso y mortal desasosiego,

    Se alejaba sombrío, y se volvía

    A la española en ademán violento:

    -Así como tu mano,

    Blanca como la flor del guayacán

    Es la que he visto en la batalla siempre

    Mi sudorosa frente refrescar.

    La misma mano blanca

    De mí desnudo pecho separó

    El rayo que arrojaban tus hermanos,

    Más rápido que el vuelo del halcón;

    La he visto entre sus dedos

    Romper la flecha que a esconder llegó

    En mis venas el sueño de las sombras,

    Ese pálido sueño del dolor...

    ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...

    Pero... ¡no era la tuya!

    Era otra aquella mano, ¿no es verdad?

    ¡Dile al charrúa que esos ojos tuyos

    No son los que en sus sueños ve flotar!

    Dile que no es tu raza

    La que vierte esa tenue claridad

    Que en el alma del indio reproduce

    Aquella luz de su extinguido hogar;

    Aquella luz que el astro de los muertos

    Nunca sabrá copiar,

    Más pura que el reír de las mañanas,

    Y el llorar de las tardes, ¡mucho más!

    Oh! no: tú eres la sombra,

    Tú no vives la vida como yo;

    ¿Por qué has de arrebatarme mis recuerdos

    Y vestirte ante mí de su dolor?

    ¡Déjame! ¡'No me sigas!

    ¿No sientes? ¿No lo ves?

    ¡El corazón del indio está muy negro!

    ¡Triste como la sombra del ahué!

    V

    Con movimiento brusco

    Se ha separado de la niña el indio,

    Volviendo la cabeza, cual si huyera

    Temiendo la agresión de un enemigo.

    Un eco amargo y triste

    Quedó de Blanca en el absorto oído.

    Tabaré atravesó entre los soldados

    Ninguno lo detuvo en su camino.

    Blanca siguió con pena

    Con los ojos al indio fugitivo.

    Aquel extraño ser en sí tenía

    La atracción de lo obscuro del abismo.

    VI

    En ese estado en que, movida el alma

    Por fuerza superior, en lo infinito

    Medita, sin consciencia de sus actos,

    Como otro yo, de nuestro ser distinto;

    Y conoce los seres del ambiente

    En que vaga desnuda dé sentidos,

    Sin traernos, de vuelta de su viaje,

    Nada que de otros mundos nos da indicios;

    Y al despertar la sensación de nuevo,

    Rompe de un sueño el transparente hilo;

    Quedó la niña, hasta que oyó a su espalda

    Que alguien decía: -¿Qué te hablaba el indio?

    -¿El indio? ... Nada. ¿En qué estaba pensando?

    ¡Ah! Luz, no te había visto

    ¿Qué me dijiste? ... Ahora lo recuerdo:

    Nada, nada me dijo.

    Y agregó Doña Luz: -¡Pero aquí, hablando

    Lo hemos visto contigo!

    Y Blanca: -¿Sabes, Luz, que ese salvaje

    Amó a su madre? El mismo me lo ha dicho.

    -¿Y no le temes, Blanca?

    -¡Temerlo! Puede ser. Lo que al oírlo

    Mi espíritu sintió, fue un algo raro,

    Muy semejante al miedo de los niños

    ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...

    Con terror, la mirada

    Clavó en su hermana Doña Luz.

    -¿Qué ha visto

    O creído advertir en sus pupilas?...

    Le aconsejó que huyese de aquel indio.

    Continua

     
  5. --------..

    --------..

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    ay!!Tabare,Clau!!gracias,cuantos recuerdos...como lo recitaba en la escuela....:beso: y es un nombre tipico en mi pais...hasta el presidente se llama asi!!!
     
  6. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    Por nada Albita,me alegro que te guste!:happy: :beso:
     
  7. mai^a

    mai^a My Garden

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    Como todo tiene su costal lindo bueno ... su costal
    feo malo!

    Anveri yo te citaré algunas párrafos de cartas de la época de
    Sarmiento al Gral Mitre por ejemplo!...
    Es parte de la historia
    de una generación, de una época que por cierto es muy rica
    y depende los autores como se la mire!
    Es realmente atrapante hoy en día, leer por ejemplo acá
    las misvas enviadas por los personajes de la época.
    Te dejan pensando realmente como se vivia en ese momento!

    "Se nos habla de gauchos... La lucha ha dado cuenta de ellos,
    de toda esa chusma de haraganes. No trate de economizar sangre de
    gauchos. Este es un abono que es preciso hacer útil al país. La sangre
    de esta chusma criolla incivil, bárbara y ruda, es lo único que tienen
    de seres humanos".
    Carta de Sarmiento a Mitre del 20/09/1861
     
  8. mai^a

    mai^a My Garden

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    "Tengo odio a la barbarie popular... La chusma y el pueblo
    gaucho nos es hostil... Mientras haya un chiripá no habrá
    ciudadanos, ¿son acaso las masas la única fuente de poder
    y legitimidad?. El poncho, el chiripá y el rancho son de origen
    salvaje y forman una división entre la ciudad culta y el pueblo,
    haciendo que los cristianos se degraden... Usted tendrá la
    gloria de establecer en toda la República el poder de la clase
    culta aniquilando el levantamiento de las masas".

    Carta de Sarmiento a Mitre del 24/09/1861.

    ...bueno con esto alcanza para saber como pensaba con respecto
    al gaucho!! ... En ese momento José Hérnandez, otro político destacado
    de la época hacía una defensa aserrima del gaucho!


    Sarmiento desde su diario "El Nacional", exponía sus ideas y
    José Hernández desde su diario :11risotada: "El Río de la Plata"
    contraatacaba las ideas de Sarmiento!
     
  9. mai^a

    mai^a My Garden

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    Facundo Quiroga fue un caudillo apodado el tigre de los llanos
    Apoyó la corta y turbulenta gestión de Dorrego, quien fue fusilado y eso
    volvió a encender la chispa de la guerra civil en en país una época muy
    dura donde se enfrentaban Unitarios y Federales.

    [​IMG]

    Y bueno va en una carreta y es emboscado y fusilado! en todo
    libro y el Facundo presisamente se cita "Facundo va en la carreta
    y muere"


    [​IMG]

    acá un fasímil de la publicación oficial
     
  10. mai^a

    mai^a My Garden

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    Juan Facundo Quiroga nació en 1778, en San Antonio, departamento
    de Los Llanos, en la provincia de La Rioja y fue asesinado el 16 de
    febrero de 1835 en Barranca Yaco,


    *La Barranca de Yaco o Barranca Yaco era un accidente
    geográfico en el antiguo camino real del Virreinato del Río
    de la Plata,


    [​IMG] [​IMG] [​IMG]
     
  11. mai^a

    mai^a My Garden

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    No empecé todavía a lerlo .. pero ahí
    en un pasaje muy rápido ya me gusta! :razz:
     
  12. Anveri

    Anveri Fanática de nativas -aves

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    :happy:

    Benjamín Vicuña Mackenna, Intendente de Santiago, en el siglo XIX, escribía a:

    El camino de cintura establecerá alrededor de los centros poblados una especie de cordón sanitario por medio de plantaciones, contra las influencias pestilenciales de los arrabales…esta ciudad completamente bárbara, injertada en la culta capital de Chile

    El mestizaje ES una realidad y pese a los juicios tan excluyentes de Vicuña Mackenna, hizo una gran labor urbana.

    Son hijos de su siglo.
    Amo el alma indígena pero también me gratifico por lo dejado por los extraños.
    Contradicción, sé que es contradicción.

    ;)
     
  13. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    Me alegro!!:razz: :razz:
     
  14. clause

    clause Claudia

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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    TABARE
    LIBRO SEGUNDO
    CANTO TERCERO

    I

    Ahí va... callado, cual lo miran siempre

    Discurrir por el pueblo:

    Extraño, taciturno. El indio loco

    Los soldados le llaman; pero, al verlo

    Pasar entre ellos pálido, absorbido,

    Lo miran en silencio,

    Lo siguen con los ojos y, mostrándose

    Al salvaje entre sí, dicen: ¿Qué es esto?

    -¿Qué dices tú?

    -Que es loco rematado

    A estar a lo que veo.

    -Rematado, bien dicho; ved sus ojos;

    Ese indio tiene barajado el seso.

    -Moscardón que no gruñe se me antoja

    En sus mudos paseos.

    -¡Y Parece que sufre!

    -¡Ca! Esa gente

    No es capaz de dolor... ¡Muere en silencio¡

    Ved qué pálido está, que desmayado.

    Sus pasos son inciertos:

    Parece que su cuello no pudiera

    De la cabeza soportar el peso.

    -Es que algo habrá perdido, y anda siempre

    Buscándolo en el suelo.

    -¡Y también en el aire!

    -¡Cierto! El loco

    Suele buscar en él pájaros negros.

    -¿Y si os dijera que ese insano duerme

    Con los ojos abiertos?

    -Oiga!

    -Como os lo digo. Lo he observado

    Más de una noche, Y me asustó su aspecto.

    Si parece un cadáver que nos mira!

    -¿,Tendrá el diablo en el cuerpo?

    -Todo es posible. Si en las altas horas

    Vais a observar los indios allá dentro,

    Entre el grupo cobrizo allí entregado

    A su profundo sueño.

    Siempre tropezará vuestra mirada

    Con los ojos diabólicos despiertos.

    Son los de ese indio: no se cierran nunca;

    Sentado. inmóvil, yerto.

    Lo veréis siempre, hasta en la medianoche,

    Tal cual lo estamos ahora mismo viendo.

    -Loco, no hay más

    O poseído acaso.

    -Qué dices? ¿Le hablaremos?

    -Háblale tú Que entiendes de latines

    A ver si te contesta.

    -No lo creo.

    Un mes hace que vive entre nosotros

    Ni su voz conocemos. -¿No será mudo?

    -No; con el anciano

    Ha hablado alguna vez, según entiendo.

    -Vedlo, allá va; cuando en aquella loma

    Aparezca el lucero,

    Frente a nosotros pasará de vuelta;

    Puedes salirle entonces al encuentro.

    -Pero háblale con tino, con mesura:

    Cuida de no ofenderlo;

    Sabes que el capitán tiene ordenado

    Que al Señor Don Charrúa no irritemos.

    -¿No es aquélla la hermosa Doña Blanca?

    -La misma. El prisionero

    Va a pasar a su lado.

    -¡Ved qué hermosa,

    Qué hermosa está con esos ojos negros!

    II

    Tabaré sigue; se detiene a veces

    Cuál si escuchara atento

    Y se hunde su mirada en los espacios,

    O vaga en torno suyo con recelo.

    Inclina nuevamente la cabeza,

    Y sigue a paso incierto,

    Como el que va temiendo a cada instante

    Ser sorprendido por oculto riesgo.

    Blanca lo observa; sigue de¡ charrúa

    Los tristes movimientos;

    Espera la ocasión de ver sus ojos,

    Pues sabe que algo ha de encontrar en ellos.

    Pero es en vano; el prisionero pasa

    Sin mirarla jamás, nublando el ceño,

    Y, al cruzar frente a ella, se apresura

    Y se aleja temblando, casi huyendo.

    Es que cierra los ojos, y no obstante,

    Ve la imagen de Blanca entre los velos

    De una aurora confusa, imperceptible,

    Que ilumina el nacer de sus recuerdos.

    ¿Es ella la que flota en su pasado?

    ¿Es la blanca visión de sus ensueños?

    A una mujer tan blanca corro aquélla

    Oyó cantar los cánticos maternos.

    El indio siente, confusión ignota;

    Vacila, tiene miedo,

    Busca a la niña, y huye al encontrarla

    Huye de la ilusión y del misterio.

    III

    Así pasaba Tabaré aquel día

    Frente a la virgen que, con dulce acento,

    ¡Vaya el indio con Dios! ¿Por qué así corre?

    Dijo por fin, ¿le infundo algún recelo?

    El se detuvo sin alzar la frente,

    Cual llamado a lo lejos;

    Cual si la voz tardara largo espacio

    En ir desde el oído al pensamiento.

    Y allí fijo quedé, como tocado

    Por un conjuro; trémulo

    Como el corcel que en su carrera escucha

    El bramido del tigre, en el desierto.

    Así como una piedra

    Al fondo del abismo descendiendo

    Despierta temerosas resonancias,

    Voces lejanas, quejas y lamentos,

    La voz de la española

    Descendió al alma del salvaje enfermo,

    Y en ese abismo despertó la vicia,

    La queja, el grito del dolor y el tiempo.

    El indio alzó la frente: miró a Blanca

    De un modo fijo, iluminado, intenso.

    Había en su actitud indescifrable

    Terror, adoración, reproche, ruego.

    IV

    “-Tú hablas al indio! ¡Tú, que de las lunas

    Tienes la claridad!

    Por que lo hieres con tu voz tranquila,

    Tranquila como el canto del sabía?

    Si tienes en los ojos, de las lunas

    La transparente luz

    ¿Por qué tu alma para el indio es negra,

    Negra como las plumas del urú?

    ¿Por qué lo hieres en el alma obscura?

    ¡Deja al indio morir!

    ¡Tú tienes odio negro para el indio,

    Para el triste cacique guaraní".

    Blanca sintió una lágrima en los ojos

    Y una amargura insólita en el pecho:

    -Yo no tengo odio para ti, charrúa;

    Dijo el cacique con acento ingenuo.

    Las pupilas azules del salvaje

    Brillaban asombradas; en sus nervios

    Vibraba el alma. Tabaré sentía

    El abismo sonar en su cerebro.

    Habla por vez primera a la española:

    Sus palabras, sin orden ni concierto,

    Brotan de entre sus labios como informe

    Tropel de sombras, luces y reflejos.

    “-¡Oh, sí! Yo sé que acechas

    Mis horas de dolor:

    Sé que, remedas alas de jilgueros

    Donde yo estoy.

    Yo sé que tú el secreto

    Conoces de mi ser,

    Y sé que tú te escondes en las nieblas...

    Todo lo sé!

    Que gimes en el viento,

    Que nadas en la luz,

    Que ríes en la risa de las aguas

    Del Iguazú;

    Que miras en las altas

    Hogueras del Tupá.

    Y en lunas del fuego fugitivas

    Que brillan al pasar.

    Tú como el algarrobo,

    Sueño das a beber;

    Y das la sombra hermosa que envenena

    Como él ahué.

    Yo, temiendo tu sombra,

    Tiemblo y huyo de ti,

    Y tú en el despertar de mis memorias,

    Vas tras de mí.

    Mis nervios que eran fuertes,

    Fuertes cual ñandubay,

    Blandos como el retoño más temprano

    Del ombú están...

    No ha pasado una luna

    Después que yo te vi;

    Mira cómo está enfermo el indio bravo

    Sólo por ti!”

    La súplica, el reproche,

    La imprecación, el ruego,

    Se sucedían en la voz del indio

    Y en su ademán nervioso y altanero;

    El, que se había alejado

    Con la frente inclinada sobre el pecho,

    Como impulsado por interna fuerza,

    Hacia la niña se volvió de nuevo;

    La miró un breve espacio

    Y señaló su rostro con el dedo,

    Cual sí del fondo obscuro de su alma

    Envuelto en luz brotara un pensamiento.

    “-Era así como tú... blanca y hermosa;

    Era así.. . corno tú.

    Miraba con tus ojos, y en tu vida

    Puso su luz;

    Yo la vi sobre el cerro de las sombras

    Pálida y sin color;

    El indio niño no besó a su madre...

    ¡No la lloró!

    Les avisnas de fuego de las nubes,

    Ellas brillaron más;

    Pero el hogar del indio se apagaba,

    Su dulce hogar.

    Han pasado mas fríos que dos vmw

    Mis manos y mis pies...

    Solo en las horas lentas yo la veo

    Como cuerpo que fue.

    Hoy vive en tu mirada transparente

    Y en el espacio azul. ..

    Era así como tú la madre mía,

    Blanca y hermosa... ¡Pero no eres tú!

    Por ocultar el llanto

    Que, sin mojar sus párpados, acerbo

    Como lluvia de hiel, se derramaba,

    Y empapaba del indio los recuerdos,

    El infeliz charrúa,

    En convulso y mortal desasosiego,

    Se alejaba sombrío, y se volvía

    A la española en ademán violento:

    -Así como tu mano,

    Blanca como la flor del guayacán

    Es la que he visto en la batalla siempre

    Mi sudorosa frente refrescar.

    La misma mano blanca

    De mí desnudo pecho separó

    El rayo que arrojaban tus hermanos,

    Más rápido que el vuelo del halcón;

    La he visto entre sus dedos

    Romper la flecha que a esconder llegó

    En mis venas el sueño de las sombras,

    Ese pálido sueño del dolor...

    ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...

    Pero... ¡no era la tuya!

    Era otra aquella mano, ¿no es verdad?

    ¡Dile al charrúa que esos ojos tuyos

    No son los que en sus sueños ve flotar!

    Dile que no es tu raza

    La que vierte esa tenue claridad

    Que en el alma del indio reproduce

    Aquella luz de su extinguido hogar;

    Aquella luz que el astro de los muertos

    Nunca sabrá copiar,

    Más pura que el reír de las mañanas,

    Y el llorar de las tardes, ¡mucho más!

    Oh! no: tú eres la sombra,

    Tú no vives la vida como yo;

    ¿Por qué has de arrebatarme mis recuerdos

    Y vestirte ante mí de su dolor?

    ¡Déjame! ¡'No me sigas!

    ¿No sientes? ¿No lo ves?

    ¡El corazón del indio está muy negro!

    ¡Triste como la sombra del ahué!

    V

    Con movimiento brusco

    Se ha separado de la niña el indio,

    Volviendo la cabeza, cual si huyera

    Temiendo la agresión de un enemigo.

    Un eco amargo y triste

    Quedó de Blanca en el absorto oído.

    Tabaré atravesó entre los soldados

    Ninguno lo detuvo en su camino.

    Blanca siguió con pena

    Con los ojos al indio fugitivo.

    Aquel extraño ser en sí tenía

    La atracción de lo obscuro del abismo.

    VI

    En ese estado en que, movida el alma

    Por fuerza superior, en lo infinito

    Medita, sin consciencia de sus actos,

    Como otro yo, de nuestro ser distinto;

    Y conoce los seres del ambiente

    En que vaga desnuda dé sentidos,

    Sin traernos, de vuelta de su viaje,

    Nada que de otros mundos nos da indicios;

    Y al despertar la sensación de nuevo,

    Rompe de un sueño el transparente hilo;

    Quedó la niña, hasta que oyó a su espalda

    Que alguien decía: -¿Qué te hablaba el indio?

    -¿El indio? ... Nada. ¿En qué estaba pensando?

    ¡Ah! Luz, no te había visto

    ¿Qué me dijiste? ... Ahora lo recuerdo:

    Nada, nada me dijo.

    Y agregó Doña Luz: -¡Pero aquí, hablando

    Lo hemos visto contigo!

    Y Blanca: -¿Sabes, Luz, que ese salvaje

    Amó a su madre? El mismo me lo ha dicho.

    -¿Y no le temes, Blanca?

    -¡Temerlo! Puede ser. Lo que al oírlo

    Mi espíritu sintió, fue un algo raro,

    Muy semejante al miedo de los niños

    ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...

    Con terror, la mirada

    Clavó en su hermana Doña Luz.

    -¿Qué ha visto

    O creído advertir en sus pupilas?...

    Le aconsejó que huyese de aquel indio.

    CONTINUA
     
  15. --------..

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    Mensajes:
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    Re: ... de poetas, cuentos y leyendas

    Tabare es un nombre indigena..de origen tupi guarani..significa Hombre de aldea..


    Su autor..JUAN ZORRILLA DE SAN MARTÍN
    (1855 - 1931)

    Juan Zorrilla de San Martín asistió a varios colegios jesuíticos en Hispanoamérica (Santiago, Santa Fe y Montevideo). En su primer libro de poesías, "Notas de un himno" (1876), se deja notar claramente la influencia del poeta posromántico español Gustavo Adolfo Bécquer. Este libro, típico de su tiempo, refleja la tristeza y el patriotismo que imbuían al poeta, y le sirve para establecer el tono que va a tomar toda su obra posterior.

    Durante su vida ocupó varios cargos diplomáticos, incluyendo el de ministro de asuntos exteriores en Francia, Portugal, España y el Vaticano. En 1878 publica, en el periódico católico El bien, su famosa "La leyenda patria" que le acarreará una indudable fama que le seguiría y culminaría hasta llegar a Tabaré (1886), su obra cumbre.

    Juan Zorrilla de San Martín fue conocido principalmente, como se ha dicho, por su largo poema épico, Tabaré. El poema consta de seis Cantos y describe los trágicos amores entre una joven española y un joven mestizo charrúa.