Re: ... de poetas, cuentos y leyendas DE FEDERICO GARCIA LORCA ROMANCE DE LA PENA NEGRA Las piquetas de los gallos cavan buscando la aurora, cuando por el monte oscuro baja Soledad Montoya. Cobre amarillo, su carne, huele a caballo y a sombra. Yunques ahumados sus pechos, gimen canciones redondas. Soledad, ¿por quién preguntas sin compaña y a estas horas? Pregunte por quien pregunte, dime: ¿a ti qué se te importa? Vengo a buscar lo que busco, mi alegría y mi persona. Soledad de mis pesares, caballo que se desboca, al fin encuentra la mar y se lo tragan las olas. No me recuerdes el mar, que la pena negra, brota en las sierras de aceituna bajo el rumor de las hojas. ¡Soledad, qué pena tienes! ¡Qué pena tan lastimosa! Lloras zumo de limón agrio de espera y de boca. ¡Qué pena tan grande! Corro mi casa como una loca, mis dos trenzas por el suelo, de la cocina a la alcoba. ¡Qué pena! Me estoy poniendo de azabache, cama y ropa. ¡Ay mis camisas de hilo! ¡Ay mis muslos de amapola! Soledad: lava tu cuerpo con agua de las alondras, y deja tu corazón en paz, Soledad Montoya. Por abajo canta el río: volante de cielo y hojas. Con flores de calabaza, la nueva luz se corona. ¡Oh pena de los gitanos! Pena limpia y siempre sola. ¡Oh pena de cauce oculto y madrugada remota!
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas Margarita, está linda la mar, y el viento lleva esencia sutil de azahar; yo siento en el alma una alondra cantar: tu acento. Margarita, te voy a contar un cuento. Este era un rey que tenía un palacio de diamantes, una tienda hecha de día y un rebaño de elefantes, un kiosco de malaquita, un gran manto de tisú, y una gentil princesita, tan bonita, Margarita, tan bonita como tú. Una tarde la Princesa vio una estrella aparecer; la princesa era traviesa y la quiso ir a coger. La quería para hacerla decorar un prendedor, con un verso y una perla, y una pluma y una flor. Y siguió camino arriba, por la luna y más allá; mas lo malo es que ella iba sin permiso del papá. Cuando estuvo ya de vuelta de los parques del señor, se miraba toda envuelta en un dulce resplandor. La princesa no mentía. Y así, dijo la verdad: "Fui a cortar la estrella mía a la azul inmensidad". Y el rey clama: "¿No te he dicho que el azul no hay que tocar?" ¡Qué locura! ¡Qué capricho! El señor se va a enojar". Y dice ella: "No hubo intento; yo me fui no sé por qué; por las olas y en el viento fui a la estrella y la corté". Y el papá dice enojado: "Un castigo has de tener: vuelve al cielo, y lo robado vas ahora a devolver". La princesa se entristece por su dulce flor de luz, cuando entonces aparece sonriendo el Buen Jesús. Y así dice: "En mis campiñas esa rosa le ofrecí: son mis flores de las niñas que al soñar piensan en mí". Viste el rey ropas brillantes, y luego hace desfilar cuatrocientos elefantes a la orilla de la mar. La princesita está bella, pues ya tiene el prendedor en que lucen, con la estrella, verso, perla, pluma y flor. Margarita, está linda la mar, y el viento lleva esencia sutil de azahar: tu aliento. Ya que lejos de mí vas a estar, guarda niña, un gentil pensamiento al que un día te quiso contar un cuento. Rubén Darío
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas Trochamontes... me ha traído buenos recuerdos esa poesía... los recuerdos de cuando era niña y me la sabía de memoria... ahora aún la recuerdo a trocitos... gracias
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas LLUVIA DE OTOÑO (Llueve, llueve dulcemente...) ... El agua lava la yedra; rompe el agua verdinegra; el agua lava la piedra... Y en mi corazón ardiente, llueve, llueve dulcemente Esté el horizonte triste; ¿el paisaje ya no existe?; un dia rosa persiste en el pálido poniente... Llueve, llueve dulcemente. Mi frente cae en mi mano ¡Ni una mujer, ni un hermano! ¡Mi juventud pasa en vano! -- Mi mano deja mi frente... -- ¡Llueve, llueve dulcemente! ¡Tarde, llueve; tarde, llora; que, aunque hubiera un sol de aurora no llegará mi hora luminosa y floreciente! ¡Llueve, llora dulcemente!
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas es maravilloso, no he podido leerlo todo pero lo hare ,gracias a todos por este regalo. Gracias gente maravillosa.
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas Ave de pico encorvado le tiene al robo afición; pero el hombre de razón no roba jamás un cobre, pues no es vergüenza ser pobre y es vergüenza ser ladrón. * Martín Fierro Amapolín, Trochamontes, Petri! ...que maravilla cuantas sensaciones nos transmiten el leer estas poesías. Recuerdos de infancia, alegrías y tristezas una melange de sentimientos, realmente son un poema chic@s chuikisssssssssssssssssssssssss
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas Un sueño soñaba anoche, Soñito del alma mía, Soñaba con mis amores Que en mis brazos los tenía. Vi entrar señora tan blanca Muy más que la nieve fría. - ¿Por dónde has entrado, amor? ¿Cómo has entrado, mi vida? Las puertas están cerradas, Ventanas y celosías. - No soy el amor, amante: la Muerte que Dios te envía. - ¡Ay, Muerte tan rigurosa, déjame vivir un día! Un día no puede ser, una hora tienes de vida. Muy de prisa se calzaba, Más de prisa se vestía; Ya se va para la calle, en donde su amor vivía. - Ábreme la puerta, Blanca, ábreme la puerta niña. - ¿Cómo te podré yo abrir si la ocasión no es venida? Mi padre no fue al palacio Mi madre no está dormida. - Si no me abres esta noche, ya no me abrirás, querida; la Muerte me está buscando, junto a tí, vida sería. - Vete bajo la ventana donde labraba y cosía, te echaré cordón de seda para que subas arriba, y si el cordón no alcanzare mis trenzas añadiría. La fina seda se rompe; La Muerte que allí venía: - Vamos, el enamorado, que la hora ya está cumplida. olvidé.el.autor.
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas He andado muchos caminos, he abierto muchas veredas, he navegado en cien mares y atracado en cien riberas. En todas partes he visto caravanas de tristeza, soberbios y melancòlicos borrachos de sombra negra, y pedantones al paño que miran, callan y piensan que saben, porque no beben el vino de las tabernas. Mala gente que camina y va apestando la tierra... Y en todas partes he visto gentes que danzan o juegan cuando pueden, y laboran sus cuatro palmos de tierra. Nunca, si llegan a un sitio, preguntan adònde llegan. Cuando caminan, cabalgan a lomos de mula vieja, y no conocen la prisa ni aun en los días de fiesta. Donde hay vino, beben vino; donde no hay vino, agua fresca Son buenas gentes que viven, laboran, pasan y sueñan, y en un día como tantos descansan bajo la tierra. Antonio Machado
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas Una de tantas leyendas de Congregación Rodríguez, Coahuila Entre la loma y el Callejón del diablo Aseguraban que Jesús Toribio Gurrola, ni al mismo diablo le temía, ya que en varias ocasiones había visto la muerte de frente. De estatura alta, moreno, hombros anchos como trapecio y piernas largas, enfundadas siempre en pantalón de lona delgada, era el clásico "vaquero culiseco". Usaba botas altas, con espuelas trabadas al tacón, la yompa sobre cualquier camisa y pañuelo de seda, casi siempre de color azul. De carácter sumamente irritable, sus ojos y boca dibujaban en su cara un gesto de amargura, dureza y temple a toda prueba a sus treinta años. Su carácter se debía probablemente, a que desde muy chicos, él y su hermano menor Juan quedaron sin padres, porque murieron en la peste de 1904. Toribio no permanecía más de un mes en ningún trabajo o poblado debido a su irascible comportamiento. Salió de Anáhuac, N.L. de madrugada, como era su costumbre, sin dejar ni pintar huella. Su caballo era de 7 cuartas de alzada, color alazán tostado, orejano (sin herrar), de montura muzqueña que sostenía un máuser bajo la arción derecha y chivinda de 40 brazadas amarrada al mismo lado. El barbiquejo de su sombrero era de piel gamusina, jamás se desenganchaba y sujetaba su "Stetson" desgastado con tantos soles, vientos, polvos, lluvias, sudores y hasta sangre en pleitos de cantina. En su peregrinar constante, sólo el instinto le marcaba el rumbo y algunos rumores de cantina eran su brújula, como acontecía esta vez cuando se encontraba entre los cañones del Cerro de la Rata, municipio de Abasolo, ya en Coahuila. En la antigua vía del ferrocarril, en el embarcadero de estación Hermanas, se topó con Agapito Cortés, quien le contó que sus primos Gaspar y Jerónimo, junto con los Valdez, traían un buen hato de reses: "como ochenta, asegún cuentan y las llevan pa´ las Minas, y a estas horas ya irán por el Berrendo, porque ayer pasaron por la acequia de Santa Gertrudis y para mañana estarán entre Escobedo el Alto y los Rodríguez, en la huizachada que esta atrás de la loma", informó Agapito, secándose el sudor con un paliacate de color rojo. Toribio ni las gracias dio, sólo jaló del freno a su cabalgadura y salió disparado por el camino viejo a Congregación Rodríguez, la tarde pardeaba. Detuvo su marcha, en un promontorio que sobresalía en la inmensa llanura de jauja, zacate y mezquites. Desmontó y juntando ramas secas, prendió una fogata donde calentó un trozo de cecina y entre mordidas de esa carne salada y tragos de agua de su cantimplora, descansó tanto él como su montura. Partió de ese divisadero cuando la luna estaba en su cenit. Al llegar a las orillas de Congregación, el bandolero titubeó, sobre rodear o pasar por el centro del poblado, optó por lo último. La tierra suelta de las calles acallaba las pisadas del caballo, sólo la luna delataba su presencia con su sombra, ese último día del mes de octubre de 1928. Tomó el camino viejo a Escobedo, pueblo de mezcaleros e ixtleros, pero por designios del destino (dirían algunos), cambió de ruta y se dirigió al puente de La Coquena, torciendo y tomando el Callejón del Diablo, pensó que al atravesar la loma, acortaría la distancia. En el Callejón, dos cortinas formadas por álamos, fresnos, mezquites y huizaches daban sombras de forma difusa y fantasmagórica. Sus ramas hacían juego con las callosas raíces a flor de tierra, semejando serpientes. Su corcel avanzaba con las orejas erguidas y resoplando por la nariz. Toribio escuchó algo, aguzó el oído, parecía un cachorro de gato montés o leves quejidos de un perro. De sonido animal se transformaba en sollozo compungido, apagado, tierno. El oído del bandolero estaba impuesto a detectar, escuchar y conocer muchos y variados sonidos en la noche. Esta vez no estaba seguro que fueran gatos en celo, tejones o cachorros de coyotes. En eso pensaba Toribio, cuando de pronto a escasos cinco metros, frente a él, estaba un niño, como de tres años, vestido de blanco. La criatura sollozaba, enjugándose las lágrimas con el dorso de sus manitas. -¡Pero niño! ¿Qué haces en este lugar y a estas horas?- interrogó Gurrola entre intrigado y sorprendido. -Mi amá y mi apá, en la loma tan...- contestó el bebé con un balbuceo. El jinete desmontó del alazán que seguía encabritado y resoplando fuerte. -¿Vives en la loma?- volvió a preguntar, cargando con facilidad el liviano bultito. El niño ya no habló, sólo asintió con la cabeza. Gurrola tuvo que darle varios tirones de rienda al caballo que se sacaba cuando el jinete quería poner la bota en el estribo, pero habilidoso logró montar con el niño en brazos. El jinete pensaba que tal vez detrás de la loma vivían los padres del pequeño extraviado, alguna familia que cuida o tiene una majada como tantos. -¿Cómo te llamas? -Abundio...- respondió el pequeñín, voy a cumplir cuatro años y ya me salieron los dientitos, ¿quieres verlos? -A ver, enséñamelos... El niño volteó, pero no como lo hace un humano normal. Lo hizo como si fuera una lechuza o un tecolote, giró su cabeza 180 grados y no fueron dientitos los que mostró, fueron blancos, largos y a.lados colmillos, que salían de una horrenda boca arrugada, su nariz eran sólo dos grandes y oscuros hoyos y sus ojos irradiaban luz roja como brasas. La reacción inmediata del jinete fue soltar y arrojar el bulto, pero la mano derecha, esa mano diestra en la pistola, ahora la tenía sujeta al estómago de la criatura y no la podía desprender, sintiendo un raro hormigueo en ella. Horrorizado veía, como gruesos, largos y peludos gusanos subían por su cuerpo, por dentro y fuera de su ropa. El relincho del caballo fue un alarido de terror, y encabritado, arrojó al jinete y su horrenda carga al duro suelo, comenzando una desenfrenada carrera, perdiéndose en la espesa huizachada, entre relinchos y resoplidos. Gurrola se revolcaba y gritaba de terror y dolor al sentir cómo era devorado vivo por los miles de gusanos que perforaban ropa, piel, carne y huesos. A su lado, el bulto quedaba, pero su ropa antes blanca ahora era de color negro y su risa resonaba, como si fuera de ultratumba. La leyenda cuenta que el niño no dijo mentiras al decirle que sus padres estaban en la loma, pero sepultados, porque en 1888, ahí estaba el panteón viejo de los Rodríguez. También se cuenta que muchas de las reses robadas por bandoleros al llegar a la huizachada y chaparral que forma la loma y Las Quemadas, se perdían. Y por las noches de octubre, con la luna llena, se escuchaban relinchos y risotadas que se desvanecían, entre el Callejón del Diablo y los cañones del Cerro Viejo de los Rodríguez. Así nacen las leyendas.
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas Trochamosntes maravillosa tu leyenda petris! que poesías! chuikissssssssssssssssssssss Yo he conocido cantores que era un gusto el escuchar; mas no quieren opinar y se divierten cantando; pero yo canto opinando, que es mi modo de cantar. *Martín Fierro
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas Cómo hacerte saber que siempre hay tiempo? Que uno sólo tiene que buscarlo y dárselo, Que nadie establece normas salvo la vida, Que la vida sin ciertas normas pierde forma, Que la forma no se pierde con abrirnos, Que abrirnos no es amar indiscriminadamente, Que no está prohibido amar, Que también se puede odiar, Que el odio y el amor son afectos Que la agresión porque sí hiere mucho, Que las heridas se cierran, Que las puertas no deben cerrarse, Que la mayor puerta es el afecto, Que los afectos nos definen, Que definirse no es remar contra la corriente, Que no cuanto más fuerte se hace el trazo más se dibuja, Que buscar un equilibrio no implica ser tibio, Que negar palabras implica abrir distancias, Que encontrarse es muy hermoso, Que el sexo forma parte de lo hermoso de la vida, Que la vida parte del sexo, Que el “por qué” de los niños tiene un porque, Que querer saber de alguien no es sólo curiosidad, Que querer saber todo de todos es curiosidad malsana, Que nunca está de más agradecer, Que la autodeterminación no es hacer las cosas solo, Que nadie quiere estar solo, Que para no estar solo hay que dar, Que para dar debimos recibir antes, Que para que nos den hay que saber también cómo pedir, Que saber pedir no es regalarse, Que regalarse es, en definitiva, no quererse, Que para que nos quieran debemos demostrar qué somos, Que para que alguien “sea” hay que ayudarlo, Que ayudar es poder alentar y apoyar, Que adular no es ayudar, Que adular es tan pernicioso como dar vuelta la cara, Que las cosas cara a cara son honestas, Que nadie es honesto porque no roba, Que el que roba no es ladrón por placer, Que cuando no hay placer en las cosas no se está viviendo, Que para sentir la vida no hay que olvidarse que existe la muerte, Que se puede estar muerto en vida, Que se siente con el cuerpo y la mente, Que con los oídos se escucha, Que cuesta ser sensible y no herirse, Que herirse no es desangrarse, Que para no ser heridos levantamos muros, Que quien siembra muros no recoge nada, Que casi todos somos albañiles de muros, Que sería mejor construir puentes, Que sobre ellos se va a la otra orilla y también se vuelve, Que volver no implica retroceder, Que retroceder también puede ser avanzar, Que no por mucho avanzar se amanece más cerca del sol, ¿Cómo hacerte saber que nadie establece normas salvo la vida? ¿Cómo hacerte saber que siempre hay tiempo? Mario Benedetti
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas La soledad es algo asi como buscar y no tener con quien estar, la soledad es algo asi como querer y no saber por que llorar, es un amante en el anden que mueve el brazo tras el tren como intentando dibujar su soledad. Es ver la lluvia descender sobre la calle y no tener, ninguna historia que contar ni que olvidar es como andar sin conocer, ningun lugar donde dejar a que descanse alguna vez... la soledad. Mi soledad tiene el color obscuro y triste del amor que no duró, un vano intento de vivir una sonrisa que una mueca me dejo, soy ese amante del anden y muevo el brazo tras el tren como intentando dibujar mi soledad. Bajo la lluvia tengo sed de ir a buscarte más allá, para que puedas conocer mi soledad y sigo andando sin tener ningún lugar donde dejar, las hojas secas de la fe...
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas Buenas forer@s!! :79regalofloressorpr Aqui os dejo un cuento de un autor conocido por todos: Hans Christian Andersen; y al que no le conozca aun es una buena ocasion para hacerlo y deleitarse con sus cuentos "infantiles". Qué decir de él, sobran los comentarios.........Lean y dejen libre expresion a las sensaciones y sentimientos que surjan de ustedes La niña de los fósforos ¡Qué frío hacía!; nevaba y comenzaba a oscurecer; era la última noche del año, la noche de San Silvestre. Bajo aquel frío y en aquella oscuridad, pasaba por la calle una pobre niña, descalza y con la cabeza descubierta. Verdad es que al salir de su casa llevaba zapatillas, pero, ¡de qué le sirvieron! Eran unas zapatillas que su madre había llevado últimamente, y a la pequeña le venían tan grandes, que las perdió al cruzar corriendo la calle para librarse de dos coches que venían a toda velocidad. Una de las zapatillas no hubo medio de encontrarla, y la otra se la había puesto un mozalbete, que dijo que la haría servir de cuna el día que tuviese hijos. Y así la pobrecilla andaba descalza con los desnudos piececitos completamente amoratados por el frío. En un viejo delantal llevaba un puñado de fósforos, y un paquete en una mano. En todo el santo día nadie le había comprado nada, ni le había dado un mísero chelín; volvíase a su casa hambrienta y medio helada, ¡y parecía tan abatida, la pobrecilla! Los copos de nieve caían sobre su largo cabello rubio, cuyos hermosos rizos le cubrían el cuello; pero no estaba ella para presumir. En un ángulo que formaban dos casas -una más saliente que la otra-, se sentó en el suelo y se acurrucó hecha un ovillo. Encogía los piececitos todo lo posible, pero el frío la iba invadiendo, y, por otra parte, no se atrevía a volver a casa, pues no había vendido ni un fósforo, ni recogido un triste céntimo. Su padre le pegaría, además de que en casa hacía frío también; sólo los cobijaba el tejado, y el viento entraba por todas partes, pese a la paja y los trapos con que habían procurado tapar las rendijas. Tenía las manitas casi ateridas de frío. ¡Ay, un fósforo la aliviaría seguramente! ¡Si se atreviese a sacar uno solo del manojo, frotarlo contra la pared y calentarse los dedos! Y sacó uno: «¡ritch!». ¡Cómo chispeó y cómo quemaba! Dio una llama clara, cálida, como una lucecita, cuando la resguardó con la mano; una luz maravillosa. Le pareció a la pequeñuela que estaba sentada junto a una gran estufa de hierro, con pies y campana de latón; el fuego ardía magníficamente en su interior, ¡y calentaba tan bien! La niña alargó los pies para calentárselos a su vez, pero se extinguió la llama, se esfumó la estufa, y ella se quedó sentada, con el resto de la consumida cerilla en la mano. Encendió otra, que, al arder y proyectar su luz sobre la pared, volvió a ésta transparente como si fuese de gasa, y la niña pudo ver el interior de una habitación donde estaba la mesa puesta, cubierta con un blanquísimo mantel y fina porcelana. Un pato asado humeaba deliciosamente, relleno de ciruelas y manzanas. Y lo mejor del caso fue que el pato saltó fuera de la fuente y, anadeando por el suelo con un tenedor y un cuchillo a la espalda, se dirigió hacia la pobre muchachita. Pero en aquel momento se apagó el fósforo, dejando visible tan sólo la gruesa y fría pared. Encendió la niña una tercera cerilla, y se encontró sentada debajo de un hermosísimo árbol de Navidad. Era aún más alto y más bonito que el que viera la última Nochebuena, a través de la puerta de cristales, en casa del rico comerciante. Millares de velitas, ardían en las ramas verdes, y de éstas colgaban pintadas estampas, semejantes a las que adornaban los escaparates. La pequeña levantó los dos bracitos... y entonces se apagó el fósforo. Todas las lucecitas se remontaron a lo alto, y ella se dio cuenta de que eran las rutilantes estrellas del cielo; una de ellas se desprendió y trazó en el firmamento una larga estela de fuego. «Alguien se está muriendo» -pensó la niña, pues su abuela, la única persona que la había querido, pero que estaba muerta ya, le había dicho-: Cuando una estrella cae, un alma se eleva hacia Dios. Frotó una nueva cerilla contra la pared; se iluminó el espacio inmediato, y apareció la anciana abuelita, radiante, dulce y cariñosa. -¡Abuelita! -exclamó la pequeña-. ¡Llévame, contigo! Sé que te irás también cuando se apague el fósforo, del mismo modo que se fueron la estufa, el asado y el árbol de Navidad. Se apresuró a encender los fósforos que le quedaban, afanosa de no perder a su abuela; y los fósforos brillaron con luz más clara que la del pleno día. Nunca la abuelita había sido tan alta y tan hermosa; tomó a la niña en el brazo y, envueltas las dos en un gran resplandor, henchidas de gozo, emprendieron el vuelo hacia las alturas, sin que la pequeña sintiera ya frío, hambre ni miedo. Estaban en la mansión de Dios Nuestro Señor. Pero en el ángulo de la casa, la fría madrugada descubrió a la chiquilla, rojas las mejillas, y la boca sonriente... Muerta, muerta de frío en la última noche del Año Viejo. La primera mañana del Nuevo Año iluminó el pequeño cadáver, sentado, con sus fósforos, un paquetito de los cuales aparecía consumido casi del todo. «¡Quiso calentarse!», dijo la gente. Pero nadie supo las maravillas que había visto, ni el esplendor con que, en compañía de su anciana abuelita, había subido a la gloria del Año Nuevo. FINEspero que les haya gustado Que pasen tod@s una buena semana:79regalofloressorpr Hasta otra!!!!
Re: ... de poetas, cuentos y leyendas jahcecita! Que cuentito nos has traído! el él se combina: nececidad... amor... añoranza ...esperanza y tristeza