LA NORIA La tarde caía triste y polvorienta. El agua cantaba su copla plebeya en los cangilones de la noria lenta. Soñaba la mula ¡ pobre mula vieja ! al compás de sombra que en el agua suena. La tarde caía triste y polvorienta Yo no sé que noble, divino poeta unió a la amargura de la eterna rueda La dulce armonía del agua que sueña y vendó tus ojos ¡ pobre mula vieja !... Mas sé que fue un noble, divino poeta, corazón maduro de sombra y de ciencia. Antonio Machado
ALTA MAREA Cuando un hombre y una mujer que se han amado se separan se yergue como una cobra de oro el canto ardiente del orgullo la errónea maravilla de sus noches de amor las constelaciones pasionales los arrebatos de su indómito viaje sus risas a través de las piedras sus plegarias y cóleras sus dramas de secretas injurias enterradas sus maquinaciones perversas las cacerías y disputas el oscuro relámpago humano que aprisionó un instante el furor de sus cuerpos con el lazo fulmíneo de los antípodas los lechos a la deriva en el oleaje de gasa de los sueños la mirada de pulpo de la memoria los estremecimientos de una vieja leyenda cubierta de pronto con la palidez de la tristeza y todos los gestos del abandono dos o tres libros y una camisa en una maleta llueve y el tren desliza un espejo frenético por los rieles de la tormenta el hotel da al mar tanto sitio ilusorio tanto lugar de no llegar nunca tanto trajín de gentes circulando con objetos inútiles o enfundados en ropas polvorientas pasan cementerios de pájaros cabezas actitudes montañas alcoholes y contrabandos informes cada noche cuando te desvestías la sombra de tu cuerpo desnudo crecía sobre los muros hasta el techo los enormes roperos crujían en las habitaciones inundadas puertas desconocidas rostros vírgenes los desastres imprecisos los deslumbramientos de la aventura siempre a punto de partir siempre esperando el desenlace la cabeza sobre el tajo el corazón hechizado por la amenaza tantálica del mundo Y ese reguero de sangre un continente sumergido en cuya boca aún hierve la espuma de los días indefensos bajo el soplo del sol el nudo de los cuerpos constelados por un fulgor de lentejuelas insaciables esos labios besados en otro país en otra raza en otro planeta en otro cielo en otro infierno regresaba en un barco una ciudad se aproximaba a la borda con su peso de sal como un enorme galápago todavía las alucinaciones del puente y el sufrimiento del trabajo marítimo con el desplomado trono de las olas y el árbol de la hélice que pasaba justamente bajo mi cucheta este es el mundo desmedido del mundo sin reemplazo el mundo desesperado como una fiesta en su huracán de estrellas pero no hay piedad para mí ni el sol ni el mar ni la loca pocilga de los puertos ni la sabiduría de la noche a la que oigo cantar por la boca de las aguas y de los campos con las violencias de este planeta que nos pertenece y se nos escapa entonces tú estabas al final esperando en el muelle mientras el viento me devolvía a tus brazos como un pájaro en la proa lanzaron el cordel con la bola de plomo en la punta y el cabo de Manila fue recogido todo termina los viajes y el amor nada termina ni viajes ni amor ni olvido ni avidez todo despierta nuevamente con la tensión mortal de la bestia que acecha en el sol de su instinto todo vuelve a su crimen como un alma encadenada a su dicha y a sus muertos todo fulgura como un guijarro de Dios sobre la playa unos labios lavados por el diluvio y queda atrás el halo de la lámpara el dormitorio arrasado por la vehemencia del verano y el remolino de las hojas sobre las sábanas vacías y una vez más una zarpa de fuego se apoya en el corazón de su presa en este Nuevo Mundo confuso abierto en todas direcciones donde la furia y la pasión se mezclan al polen del Paraíso y otra vez la tierra despliega sus alas y arde de sed intacta y sin raíces cuando un hombre y una mujer que se han amado se separan Enrique Molina
SONETO SEDIENTO Mi tú. Mi sed. Mi víspera. Mi te-amo. El puñal y la herida que lo encierra. La respuesta que espero cuando llamo. mi manzana del cielo y de la tierra. Mi por-siempre jamás. Mi agua delgada, gemidora y azul. Mi amor y seña. La piel sin fin. La rosa enajenada. El jardín ojeroso que me sueña. El insomnio estelar. Lo que me queda. La manzana otra vez. La sed. La seda. Mi corazón sin uso de razón: me faltas tanto en esta lejanía, en la tarde, a la noche, por el día, como me faltaría el corazón EDUARDO CARRANZA, (Colombia, 1913 - 1985)
¿MI CORAZÓN SE HA DORMIDO? ¿Mi corazón se ha dormido? Colmenares de mis sueños, ¿ya no labráis? ¿Está seca la noria del pensamiento, los cangilones vacíos, girando, de sombra llenos? No, mi corazón no duerme. Está despierto, despierto. Ni duerme ni sueña, mira, los claros ojos abiertos, señas lejanas y escucha a orillas del gran silencio. Antonio Machado
LUNAS DE AYER La luna, esta noche, la que nunca ha vuelto vendrá para nosotros. Porque hemos mentido, como en las lunas de ayer. No habrá segunda parte esta vez. Nuestro amor ha de ser como nunca fue, un insensato amor, amor de dos que nada necesitan ni nada desean más que amarse. Nuestro amor será así o no será. HAROLD ALVARADO TENORIO (Colombia)
Zeus, me has hecho recordar una de mis poesías favoritas de Antonio Machado. Gracias. Fue una tarde, triste y soñolienta tarde de verano. La hiedra asomaba al muro del parque, negra y polvorienta... La fuente sonaba. Rechinó en la vieja cancela mi llave; con agrio ruido abrióse la puerta de hierro mohoso y, al cerrarse, grave golpeó el silencio de la tarde muerta. En el solitario parque, la sonora copla borbollante del agua cantora me guió a la fuente. La fuente vertía sobre el blanco mármol su monotonía. La fuente cantaba: ¿Te recuerda, hermano, un sueño lejano mi canto presente? Fue una tarde lenta del lento verano. Respondí a la fuente: No recuerdo, hermana, más sé que tu copla presente es lejana. Fue esta misma tarde: mi cristal vertía como hoy sobre el mármol su monotonía. ¿Recuerdas, hermano?... Los mirtos talares, que ves, sombreaban los claros cantares que escuchas. Del rubio color de la llama, el fruto maduro pendía en la rama, lo mismo que ahora. ¿Recuerdas, hermano?... Fue en esta misma tarde de verano. -No sé qué me dice tu copla riente de ensueños lejanos, hermana la fuente. Yo sé que tu claro cristal de alegría ya supo del árbol la fruta bermeja: yo sé que es lejana la amargura mía que sueña en la tarde de verano vieja. Yo sé que tus bellos espejos cantores copiaron antiguos delirios de amores: mas cuéntame, fuente de lengua encantada, cuéntame mi alegre leyenda olvidada. Yo no sé leyendas de antigua alegría, sino historias viejas de melancolía. Fue una clara tarde del lento verano... Tú venias solo con tu pena, hermano; tus labios besaron mi linfa serena, y en la clara tarde dijeron tu pena. Dijeron tu pena tus labios que ardían; la sed que ahora tienen, entonces tenían. -Adiós para siempre, la fuente sonora, del parque dormido eterna cantora. Adiós para siempre; tu monotonía, fuente, es más amarga que la pena mía. Rechinó en la vieja cancela mi llave; con agrio ruido abrióse la puerta de hierro mohoso y, al cerrarse, grave sonó en el silencio de la tarde muerta.
POEMA 20-Cuestión de Piel Lo más sabio acerca de nosotros referido a nuestro amor a nuestro amor imposible a nuestro amor maduro e inmaduro a nuestro amor con rasgos de adolescencia a nuestro amor escondido a nuestro amor que nos mueve a encontrar nuestros pies debajo de las mesas a nuestro amor alimentado con mensajes y pensamientos escritos sobre cualquier pedazo de papel arrugado y entregado en medio de reuniones sin que otros lo sospechen a nuestro amor de miradas incandescentes en fin simplemente a nuestro amor hecho a las medidas y posibilidades nuestras ya fue dicho por ti: algún día -me decías- vencerá el adulto que hay en ti o en mí vencerán la razón y la cordura el deseo de no dañar a otros. Entonces deberemos soltar nuestras manos para decirnos adiós. Este día ha llegado ya. Este día ha llegado ya y yo me resisto porque sé que nuestro amor me ha resucitado y temo morirme nuevamente. HERNÁN DARÍO BLAIR T. (Colombia)
SOÑÉ QUE TÚ ME LLEVABAS Soñé que tú me llevabas por una blanca vereda, en medio del campo verde, hacia el azul de las sierras, hacia los montes azules, una mañana serena. Sentí tu mano en la mía, tu mano de compañera, tu voz de niña en mi oído como una campana nueva, como una campana virgen de un alba de primavera. ¡Eran tu voz y tu mano, en sueños, tan verdaderas! ... Vive, esperanza, ¡quién sabe lo que se traga la tierra!. Antonio Machado
Del libro "El Cuento de la Vida" VIVIR LO QUE SE SIENTE Bastó verte para sentirme acogid@ aceptado@y comprendid@. Bastó escucharte para sentirme confrontad@ amorosamente herid@ invitad@ a despojarme de mis miedos y mis dudas. Bastó sentirte cerca para experimentarme en resonancia conectad@ y asistid@. Bastaron unos pocos cantos y unas cuantas [danzas para sentirme niño alegre juguetón desprevenido inocente y limpio. Bastó vendar mis ojos y caminar a obscuras tras de ti para sentirme maravillosamente seguro valiente luchador guerrero. Bastó abrazarte para sentir la paz el corazón con alas y la certeza absoluta de que es posible vivir sagradamente cada minuto de la vida. En fin bastaron unas pocas horas junto a ti para sentir la Eternidad y el privilegio de estar viv@. HERNÁN DARÍO BLAIR T.
RECUERDO INFANTIL (Antonio Machado) Una tarde parda y fría de invierno. Los colegiales estudian. Monotonía de lluvia tras los cristales. Es la clase. En un cartel se representa a Caín fugitivo, y muerto Abel junto a una mancha carmín. Con timbre sonoro y hueco truena el maestro, un anciano mal vestido, enjuto y seco, que lleva un libro en la mano. Y todo un coro infantil va cantando la lección: mil veces ciento, cien mil, mil veces mil, un millón.
Asor, ahí tienes otra de Antonio Machado A UN OLMO SECO Antonio Machado A un olmo secoviejo, hendido por el rayo y en su mitad podrido, con las lluvias de abril y el sol de mayo, algunas hojas verde le han salido. ¡El olmo centenario en la colina que lame el Duero! Un musgo amarillento le mancha la corteza blanquecina al tronco carcomido y polvoriento. No será, cual los álamos cantores que guardan el camino y la ribera, habitado de pardos ruiseñores. Ejército de hormigas en hilera va trepando por él, y en sus entrañas hunden sus telas grises las arañas. Antes que te derribe, olmo del Duero, con su hacha el leñador, y el carpintero te convierta en melena de campana, lanza de carro o yugo de carreta; antes que, rojo en el hogar, mañana ardas, de alguna mísera caseta al borde de un camino; antes que te descuaje un torbellino y tronche el soplo de las sierras blancas; antes que el río hacia la mar te empuje, por valles y barrancas, olmo, quiero anotar en mi cartera la gracia de tu rama verdecida. Mi corazón espera también hacia la luz y hacia la vida, otro milagro de la primavera
Y ahora una de mis favoritas ROMANCE José Zorrilla Corriendo van por la vega a las puertas de Granada hasta cuarenta gomeles y el capitán que los manda. Al entrar en la ciudad, parando su yegua blanca, le dijo éste a una mujer que entre sus brazos lloraba: «Enjuga el llanto, cristiana no me atormentes así, que tengo yo, mi sultana, un nuevo Edén para ti. Tengo un palacio en Granada, tengo jardines y flores, tengo una fuente dorada con más de cien surtidores, y en la vega del Genil tengo parda fortaleza, que será reina entre mil cuando encierre tu belleza. Y sobre toda una orilla extiendo mi señorío; ni en Córdoba ni en Sevilla hay un parque como el mío. Allí la altiva palmera y el encendido granado, junto a la frondosa higuera, cubren el valle y collado. Allí el robusto nogal, allí el nópalo amarillo, allí el sombrío moral crecen al pie del castillo. Y olmos tengo en mi alameda que hasta el cielo se levantan y en redes de plata y seda tengo pájaros que cantan. Y tú mi sultana eres, que desiertos mis salones están, mi harén sin mujeres, mis oídos sin canciones. Yo te daré terciopelos y perfumes orientales; de Grecia te traeré velos y de Cachemira chales. Y te dará blancas plumas para que adornes tu frente, más blanca que las espumas de nuestros mares de Oriente. Y perlas para el cabello, y baños para el calor, y collares para el cuello; para los labios... ¡amor!» «¿Qué me valen tus riquezas -respondióle la cristiana, si me quitas a mi padre, mis amigos y mis damas? Vuélveme, vuélveme, moro a mi padre y a mi patria, que mis torres de León valen más que tu Granada.» Escuchóla en paz el moro, y manoseando su barba, dijo como quien medita, en la mejilla una lágrima: «Si tus castillos mejores que nuestros jardines son, y son más bellas tus flores, por ser tuyas, en León, y tú diste tus amores a alguno de tus guerreros, hurí del Edén, no llores; vete con tus caballeros.» Y dándole su caballo y la mitad de su guardia, el capitán de los moros volvió en silencio la espalda