Sueños 2 Sueño con ser el vaso en el que bebes cada día, para sentir tus dulces labios y tus tímidas caricias. Sueño con ser tus anillos para acariciarte la mano, y sueño llegar hasta envejecer estando tú a mi lado. Sueño con ser la luna que cada noche te mira, a través de la ventana para ver si estás dormido. Sueño con ser un árbol para darte sombra en verano, y sueño con ser la nieve para que juegues conmigo en tus manos...
VICENTE GAOS Te quiero y te lo digo Toda la luz del cielo ya en la frente y en el labio un carbón apasionado. Mi pensamiento, así de iluminado, mi lenguaje, de amor, así de ardiente. Así de ardiente, así de vehemente, diamante en su pasión transfigurado. Amarte a ti, universo deseado. Mi luz te piensa apasionadamente. Mi luz te piensa a ti, luz de mi vida, pasión mía, luz mía, fuego mío llama mía inmortal, noche encendida, cauce feliz de mi profundo río, arrebatada flecha, alba elegida, mi dulce otoño, mi abrasado estío.
AMÉMONOS Bajo las alas rosa de este laurel florido, amémonos. El viejo y eterno lampadario de la luna ha encendido su fulgor milenario y este rincón de hierba tiene calor de nido. Amémonos. Acaso haya un fauno escondido junto al tronco del dulce laurel hospitalario y llore al encontrarse sin amor, solitario, mirando nuestro idilio frente al prado dormido. Amémonos. La noche clara, aromosa y mística tiene no sé qué suave dulzura cabalística. Somos grandes y solos sobre el haz de los campos.. Juana de Ibarbourou.
VICENTE GAOS Sólo tú Tú, mi razón de vida, mi razón de amor; mi razón, mi pensamiento, mi desencadenado sentimiento, la luz y el fuego de mi corazón. Vivir en ti es vivir, viva pasión, y la vida sin ti no es mi tormento, sino injustificable y vano intento, imposible, imposible abdicación. Si tú eres la verdad, si tú la vida, morir será morir, pero prefiero tan breve posesión de la verdad a otra existencia luego concedida. Vivir será morir, pero te quiero. Sólo tú, sólo tú mi eternidad.
¿SUEÑO? ¡Beso que ha mordido mi carne y mi boca con su mordedura que hasta el alma toca! ¡Beso que me sorbe lentamente vida como una incurable y ardorosa herida! ¡Fuego que me quema sin mostrar la llama y que a todas horas por más fuego clama! ¿Fue una boca bruja o un labio hechizado el que con su beso mi alma ha llagado? ¿Fue un sueño o vigilia que hasta mí llegó el que entre sus labios mi alma estrujó? Calzaré sandalias de bronce e iré a donde esté el mago que cura me dé. ¡Secadme esta llaga, vendadme esta herida que por ella en fuga se me va la vida! Juana de Ibarbourou.
VICENTE GAOS La voz precisa Sella tú con tus labios, éstos míos. Pon tu mano en mi mano. O deja que acaricie tu cabello, tus mejillas, tu frente, mientras hundo mis ojos en tus ojos, en la insondable luz de tu mirada. Deja que, así, te exprese, cuando huyen las palabras -ay, expresión del tacto, única voz precisa-, deja que, así, te exprese mi ternura.
TE DOY MI ALMA Te doy mi alma desnuda, como estatua a la cual ningún cendal escuda. Desnuda como el puro impudor de un fruto, de una estrella o una flor; De todas esas cosas que tienen la infinita serenidad de Eva antes de ser maldita. De todas esas cosas, frutos, astros y rosas. Que no sienten vergüenza del sexo sin celajes y a quienes nadie osara fabricarles ropajes. ¡Sin velos, como el cuerpo de una diosa serena que tuviera una intensa blancura de azucena! ¡Desnuda, y toda abierta de par en par por el ansia de amar! Juana de Ibarbourou.
MANUEL MARÍA FLORES El sol Y no buscaste un sol, no; le tenías dentro del corazón, y ya el instante de su feliz oriente presentías... ¡Ese sol era Amor! Astro fecundo que el corazón inflama y, con su fuego iluminando el mundo, como un sol en el alma se derrama. Ante él los sueños de la fe benditos, las blancas ilusiones, la esperanza, y del alma la virgen poesía, todo en enjambre celestial se lanza a hacer en torno al corazón el día. Así también el sol del firmamento fúlgido al asomar. La flecha de oro de su rayo primer rasga el espacio... En el pálido azul del éter vago, las últimas estrellas cintilan en sus limbos de topacio, tiemblan, se apagan tímidas... y luego el astro rey desde el confín profundo sacude sobre el mundo su cabellera espléndida de fuego. Como bocas amantes que se aprestan al beso voluptuosas, entreabren palpitantes su incensario de púrpura las rosas. Las brisas se levantan a despertar los pájaros dormidos en el tibio regazo de sus nidos, y ellos, alegres, despertando, cantan. Y cantando despiertan el inquieto rumor de los follajes, y el bosque todo, saludando al día desata la magnífica armonía de sus himnos solemnes y salvajes. Y todo es vida rebosando amores y todo amores rebosando vida. Desde el trémulo seno de las flores cargadas de rocío; desde el murmullo del cristal del río, y el retumbo soberbio de los mares; desde la excelsa cumbre de los montes y el azul de los anchos horizontes hasta la inmensidad del firmamento, es todo luz, perfumes y cantares, es todo amor, y vida y movimiento. Tu sol, el de tu amor, por mucho tiempo dentro de tu alma retardó su oriente; por mucho tiempo su divino rayo no iluminó sobre tu regia frente las lindas flores de tu rico mayo. Por mucho tiempo en vano la belleza te revistió de sus preciosas galas, y en torno de tu espléndida cabeza impaciente el amor batió sus alas. Por mucho tiempo así. Llegó el momento, la ansiada aurora, el despertar fecundo: y, tú lo sabes bien: dentro de mi alma, ante el sol de tu amor, alzose un mundo. El mundo de mi loca fantasía, mi mundo de poeta, un pedazo de cielo que se abría en la región del alma más secreta, un enjambre de sueños voladores en torno de dos almas cariñosas, y del alba a los tibios resplandores un escondido tálamo de rosas para el sueño nupcial de los amores. Un cáliz desbordado de embriagueces, de inmortales delicias, un torrente de besos, de suspiros, de lágrimas de amor y de caricias. ¡Ah! ¿Dónde estaba de mi lira ardiente la orgullosa canción que supe un día? ¿Do la palabra que, bañado en fuego, al oído feliz de la belleza, en otro tiempo modular sabía? ¿Do las flores gentiles que el poeta al pasar la Hermosura derramaba con musa fácil, juvenil e inquieta? ¿En dónde está mi audacia, en otro tiempo. en otro tiempo tan feliz y loca...? Ante el sol del amor que vi en tus ojos, cayó a tus pies mi adoración de hinojos mi alma tembló y enmudeció mi boca.
COMO UNA SOLA FLOR DESESPERADA Lo quiero con la sangre, con el hueso, con el ojo que mira y el aliento, con la frente que inclina el pensamiento, con este corazón caliente y preso, y con el sueño fatalmente obseso de este amor que me copa el sentimiento, desde la breve risa hasta el lamento, desde la herida bruja hasta su beso. Mi vida es de tu vida tributaria, ya te parezca tumulto, o solitaria, como una sola flor desesperada. Depende de él como del leño duro la orquídea, o cual la hiedra sobre el muro, que solo en él respira levantada... Juana de Ibarbourou.
MANUEL MARÍA FLORES Un beso nada más Bésame con el beso de tu boca, cariñosa mitad del alma mía: un solo beso el corazón invoca, que la dicha de dos... me mataría. ¡Un beso nada más! Ya su perfume en mi alma derramándose la embriaga y mi alma por tu beso se consume y por mis labios impaciente vaga. ¡Júntese con la tuya! Ya no puedo lejos tenerla de tus labios rojos... ¡Pronto... dame tus labios! ¡Tengo miedo de ver tan cerca tus divinos ojos! Hay un cielo, mujer en tus abrazos, siento de dicha el corazón opreso... ¡Oh! ¡Sosténme en la vida de tus brazos para que no me mates con tu beso!
EL FUERTE LAZO Crecí para ti. Tálame. Mi acacia implora a tus manos su golpe de gracia. Florí para ti. Córtame. Mi lirio al nacer dudaba ser flor o ser cirio. Fluí para ti. Bébeme. El cristal envidia lo claro de mi manantial. Alas di por ti. Cázame. Falena, rodeé tu llama de impaciencia llena. Por ti sufriré. ¡Bendito sea el daño que tu amor me dé! ¡Bendita sea el hacha, bendita la red, y loadas sean tijeras y sed! Sangre del costado manaré, mi amado. ¿Qué broche más bello, qué joya más grata, que por ti una llaga color escarlata? En vez de abalorios para mis cabellos siete espinas largas hundiré entre ellos. Y en vez de zarcillos pondré en mis orejas, como dos rubíes, dos ascuas bermejas. Me verás reír viéndome sufrir. Y tú llorarás. Y entonces... ¡más mío que nunca serás! Juana de Ibarbourou.
MANUEL MARÍA FLORES Soñando Anoche te soñaba, vida mía, estaba solo y triste en mi aposento, escribía... no sé qué; mas era algo de ternura, de amor, de sentimiento. Porque pensaba en ti. Quizás buscaba la palabra más fiel para decirte la infinita pasión con que te amaba. De pronto, silenciosa, una figura blanca y vaporosa a mi lado llegó... Sentí en mi cuello posarse dulcemente un brazo cariñoso, y por mi frente resbalar una trenza de cabello. Sentí sobre mis labios el puro soplo de un aliento blando, alcé mis ojos y encontré los tuyos que me estaban, dulcísimos, mirando. Pero estaban tan cerca que sentía en yo no sé qué plácido desmayo que en la luz inefable de su rayo entraba toda tu alma hasta la mía. Después, largo, suave y rumoroso apenas, en mi frente un beso melancólico imprimiste, y con dulce sonrisa de tristeza resbalando tu mano en mi cabeza en voz baja, muy baja, me dijiste: -"Me escribes y estás triste porque me crees ausente, pobre amigo; pero ¿no sabes ya que eternamente aunque lejos esté, vivo contigo?"- Y al despertar de tan hermoso sueño sentí en mi corazón plácida calma; y me dijiste: es verdad... ¡eternamente! ¿cómo puede jamás estar ausente la que vive inmortal dentro del alma?
LA PEQUEÑA LLAMA Yo siento por la luz un amor de salvaje. Cada pequeña llama me encanta y sobrecoge; ¿no será, cada lumbre, un cáliz que recoge el calor de las almas que pasan en su viaje? Hay unas pequeñitas, azules, temblorosas, lo mismo que las almas taciturnas y buenas. Hay otras casi blancas: fulgores de azucenas. Hay otras casi rojas: espíritus de rosas. Yo respeto y adoro la luz como si fuera una cosa que vive, que siente, que medita, un ser que nos contempla transformado en hoguera. Así, cuando yo muera, he de ser a tu lado una pequeña llama de dulzura infinita para tus largas noches de amante desolado... Juana de Ibarbourou.
MANUEL MARÍA FLORES Ausencia ¡Quién me diera tomar tus manos blancas para apretarme el corazón con ellas, y besarlas....., besarlas, escuchando de tu amor las dulcísimas querellas! ¡Quién me diera sentir sobre mi pecho, reclinada tu lánguida cabeza, y escuchar, como en antes, tus suspiros tus suspiros de amor y de tristeza! ¡Quién me diera posar casto y suave mi cariñoso labio en tus cabellos, y que sintieras sollozar mi alma en cada beso que dejara en ellos! ¡Quién me diera robar un solo rayo de aquella luz de tu mirar en calma, para tener, al separarnos luego, con qué alumbrar la soledad del alma! ¡Oh, quién me diera ser tu misma sombra, el mismo ambiente que tu rostro baña, y, por besar tus ojos celestiales, la lágrima que tiembla en tu pestaña! ¡Y ser un corazón todo alegría, nido de luz y de divinas flores, en que durmiese tu alma de paloma el sueño virginal de sus amores! Pero en su triste soledad, el alma es sombra y nada más, sombra y enojos... ¿Cuándo esta noche de la negra ausencia disipará la aurora de tus ojos?
LAS LENGUAS DE DIAMANTE Bajo la luna llena, que es una oblea de cobre, vagamos taciturnos en un éxtasis vago, como sombras delgadas que se deslizan sobre las arenas de bronce de la orilla del lago. Silencio en nuestros labios una rosa ha florido. ¡Oh, si a mi amante vencen tentaciones de hablar!, la corola, deshecha, como un pájaro herido, caerá, rompiendo el suave misterio sublunar. ¡Oh dioses, que no hable! ¡Con la venda más fuerte que tengáis en las manos, su acento sofocad! ¡Y si es preciso, el manto de piedra de la muerte para formar la venda de su boca, rasgad! Yo no quiero que hable. Yo no quiero que hable. Sobre el silencio éste, ¡qué ofensa la palabra! ¡Oh lengua de ceniza! ¡Oh lengua miserable, no intentes que ahora el sello de mis labios te abra! ¡Bajo la luna-cobre, taciturnos amantes, con los ojos gimamos, con los ojos hablemos. Serán nuestras pupilas dos lenguas de diamantes movidas por la magia de diálogos supremos... Juana de Ibarbourou.