Re: TODO EN IMAGENES URUGUAY [ Recostada sobre uno de los parajes más hermosos del Litoral norte del río Uruguay. Salto es la capital del departamento que lleva su mismo nombre. Ubicada al noroeste del país charrúa, se encuentra a 498 kilómetros de Montevido. Para llegar a este terruño se debe transitar por la ruta 3 desde el Sur o el Norte. También se pueden utilizar las rutas 4 y 31 desde el Este. Además, desde Argentina se puede acceder a él desde la localidad vecina de Concordia, con la cual se une mediante el puente internacional que forma parte de la represa hidroeléctrica Salto Grande. El clima en esta región del país es muy cálido y húmedo en varano, con temperaturas que oscilan en torno a los 20° C y que alcanzan picos de 36° C. Salto es un pujante centro turístico, productivo, comercial y ecológico. Entre sus principales atractivos se encuentran confortables y bien equipados centros termales estatales y privados, como Arapey, Dayman o el Hotel Spa Horacio Quiroga, que ofrecen espléndidos días de calma y relax a los amantes del turismo salud. Importantes hoteles, chalets y conjuntos de bungalows se encuentran en las inmediaciones de las aguas termales, lo cual hace más fácil y frecuente su uso. Los más pequeños también pueden divertirse alegremente disfrutando de las propiedades del agua en el complejo recreativo Acuamanía y en el Parque Acuático entre piscinas, toboganes, cascadas gigantes, juegos y diferentes tipos de duchas. En la ciudad se pueden realizar bellos paseos por la costanera norte o sur, paseos de compra por la calle Uruguay o bien se puede visitar los importantes museos. El Museo del Hombre y la Tecnología y el del teatro Larragaña merecen una visita. Salto cuenta con apacibles espacios verdes entre plazas, parques y paseos que ofrecen la fresca sombra de los árboles para guarecer al turista – sobre todo en verano. 15 kilómetros al norte de la ciudad, se puede visitar la represa hidroeléctrica Salto Grande, a donde es posible acceder para comprender el aprovechamiento del recurso hídrico para producir energía. En su paso por el Litoral uruguayo, lo invitamos a conocer Salto, sinónimo de naturaleza termal durante todo el año.
Re: TODO EN IMAGENES URUGUAY LAS LEYENDAS URBANAS SON FABULAS POPULARES QUE CORREN DE BOCA EN BOCA COMO SI FUERAN CIERTAS La aparecida de la ruta 3 Fuera de esta sumisa anécdota, que referiré a continuación, no existen, que yo sepa, otras visiones de la Aparecida o de la Madre de la Ruta 3. Sin embargo, he podido comprobar que es tal el sobrecogimiento que invade indefectiblemente al ánimo del auditorio cuando se cuenta esta leyenda, tanto el miedo y la angustia que sobreviene ante su sola mención, que acaso no hay otra tan impactante como ella en todo el catálogo de los misterios salteños. Ésta me fue referida, casi al azar, en conversaciones privadas con uno de los propios involucrados en el hecho. Cierta noche muy lluviosa, un camionero que regresaba a Salto por la Ruta 3 luego de haber dejado en Río Grande un cargamento de naranjas, divisó poco antes de llegar a la entrada de Belén, a una mujer que gesticulaba y hacía ademanes, presa de notoria ansiedad. El camionero, al principio, no sospechó nada en particular, pues para la gente de su profesión encontrarse con peregrinos que hacen dedo a la vera del los caminos, incluso bajo un diluvio y en medio de la nada, es pan de todos los días. No obstante, y conforme las luces de los focos del camión fueron acercándose al sitio en el que la mujer se hallaba, sus impresiones comenzaron a tomar una dirección muy diferente, más aún cuando pudo comprobar que algunos cuantos metros más adelante, justo en la naciente de una curva, había un auto volcado, con signos de haberse estrellado recientemente y que ya comenzaba a encenderse en llamas. Al divisar esto, el camionero detuvo violentamente la máquina, y bajó precipitadamente a prestar auxilio a la mujer. Pudo advertir entonces que se trataba de una jovencita seriamente lastimada; sangraba profusamente, cojeaba de una pierna y tenía una herida muy profunda a un costado de la cabeza. No obstante, y para sorpresa del camionero, ésta no parecía mayormente interesada en su propia salud. -¡Ayude, por favor, a mi hijo! gimió, casi suplicante, la joven-. ¡Mi hijo está atrapado en el auto! ¡Si no sale de allí pronto se va a morir! ¡Por favor, ayúdelo! Al camionero le costó trabajo reaccionar. Dijo entonces lo primero que se le pasó por la mente: le preguntó a la mujer si se encontraba bien, o si había sufrido ella misma algún tipo de herida que necesitara atención inmediata. Pero la mujer no parecía escucharlo. -¡Mi hijo! gritaba angustiada-. ¡Por favor, salve a mi hijo! El camionero, todavía perplejo, se alejó entonces de la mujer y salió corriendo a todo galope en dirección al auto accidentado. Al llegar a él, le costó bastante trabajo encontrar algún hueco por donde asomar la cabeza; el auto había dado muchas vueltas y casi no era otra cosa que un puñado de chatarra humeante y retorcida. Además, la fuerza del agua, mezclada con el hedor a nafta desparramada, tornaba casi imposible la respiración. Y hay que sumar a todo esto que la presencia de las llamas auguraba una inminente explosión. De todos modos, y haciendo acopio de su valor, el camionero se las ingenió para llegar a los asientos traseros, luego de romper una ventanilla, donde pudo notar que se hallaba un bulto de color blanco. Prestando mayor atención, pudo advertir también que, envuelto en aquellas mantas, se encontraba acurrucado un niño en su más tierna infancia, casi un bebé, que sollozaba bajito. El camionero lo sacó del auto presurosamente, tratando de alejarlo del peligro. Sin embargo, y cuando ya comenzaba a creer que su tarea había terminado con éxito, pudo advertir, para su sorpresa, un elemento que no había previsto: un segundo cuerpo yacía atrapado entre los hierros. En eso, otra camioneta se detuvo en la ruta. Se trataba de una pareja de oficiales de la Policía Caminera que, al advertir el accidente, frenaron a prestar ayuda. El camionero fue a su encuentro con el niño en brazos y en dos palabras, jadeante, les explicó la situación. Puso especial énfasis en la necesidad de obrar con velocidad. Dicho esto, los dos oficiales tomaron de la parte trasera de la patrulla un bomberito y salieron corriendo en dirección al auto a prestar ayuda a la segunda víctima, mientras el camionero aplicaba los primeros auxilios al bebé. Afortunadamente, se encontraba sano y salvo. Cuando por fin pudo cerciorarse de esto, y tener un segundo de descanso y reflexión, es verosímil suponer que el camionero no pudo sin dudas dejar de advertir que la mujer que lo había detenido en medio de la ruta, solicitándole ayuda, hacía ya un largo rato que había desaparecido. Lo que sigue a continuación, el final de la historia, seguramente el lector ya lo habrá adivinado. Los dos oficiales llegaron al auto, y luego de forzar una puerta, con grave dificultad, consiguieron sacar la segunda víctima al exterior. Se trataba de una mujer, casi completamente desfigurada por las heridas , pero que el camionero pudo reconocer, estupefacto, como la misma que lo había detenido en la ruta. Era, en efecto, la propia madre de la criatura rescatada, salvo el hecho inexplicable de que hacía varios minutos que estaba muerta. Según mi testigo estrella, resulta innegable que la Aparecida de la Ruta 3 había sido el propio espíritu o el fantasma de la madre del niño, que una vez muerta en el accidente, y antes de emigrar al reino tenebroso, había querido asegurarse de dejar a buen resguardo la vida del pequeño.
Re: TODO EN IMAGENES URUGUAY El fantasma de Horacio Quiroga El fantasma de Quiroga deambula por los corredores de su vieja casa, como si quisiera efectuar en la muerte un regreso que no cumplió en vida. En este segundo capítulo, el protagonista no es otro que la figura más entrañable de Salto: el escritor Horacio Quiroga, cuya trágica y accidentada vida dejó la simiente perfecta para la creación de una leyenda tras su muerte. Según los registros más fieles, la última vez que Horacio Quiroga puso un pie en Salto fue hacia fines del año 1902 o principios del 1903, cuando ya estaba radicado en Buenos Aires luego del trauma que le había provocado la muerte de su amigo Federico Ferrando. Juró entonces -cosa que literalmente cumplió- no regresar jamás en su vida. Las razones parecían justificadas: la ciudad natal, para Quiroga, no era otra cosa que un enorme signo de su desdicha personal. Salto había sido el escenario de dos muertes que calaron hondo en su espíritu (la de su padre Prudencio en 1879, y la de su padrastro Ascencio Barcos, en 1891). Fueron los salteños quienes desdeñaron con indiferencia sus ejercicios literarios en Gil Blas y en La Revista; y era también salteño, finalmente, el hermano del alma que acababa de morir, víctima de su propio descuido. Nada parecía haber en Salto que el precoz escritor -por entonces de apenas veinticinco años de edad- pudiera asociar con la felicidad o siquiera lejanamente con la alegría. Sin embargo, muchos son los biógrafos que han advertido que, hacia los últimos instantes de su vida, Horacio Quiroga planeó casi secretamente una íntima reconciliación con el suelo natal. En buena medida, este propósito ya podría adivinarse considerando con atención la correspondencia quiroguiana hacia la época de su segundo exilio misionero y las reiteradas ocasiones que en ella el escritor recuerda con cariño y nostalgia las ya lejanas horas de la juventud. En algunas, como las cruzadas con Fernández Saldaña, Quiroga habla a menudo de rostros, de nombres y de amigos del Salto, y cuenta con insistencia humorísticas anécdotas y recuerdos allí vividos. En otras, como las mantenidas con su amigo y coterráneo Enrique Amorim, el escritor habla mucho más explícitamente de un proyecto general de "rever el paisaje salteño", proyecto que incluía no solamente una revaloración de las posibilidades estéticas del recuerdo del terruño sino también, acaso, una vuelta al hogar ("Al fin y al cabo -escribió una vez- hasta los elefantes van a morir todos al sitio dónde dieron sus primeros trotes"). De hecho, este último propósito estuvo muy cerca de concretarse hacia el año 1935 cuando el propio Amorim le realizó una invitación al chalet "Las Nubes", que Quiroga a la postre rechazaría alegando su voluntad de evitar los previsibles homenajes oficiales. No obstante, la verdadera razón por la que el proyecto quiroguiano de la recuperación del Salto quedó finalmente trunco fue mucho más drástico: poco tiempo más tarde el escritor comenzaría a padecer los primeros síntomas de un irreversible cáncer gástrico, y tanto su salud como su desequilibrado estado anímico lo arrastraron obligatoriamente hacia Buenos Aires. Allí, aquejado por el sufrimiento y la soledad, la idea del suicidio se instaló en su mente con más fuerza que la del regreso. Sin embargo, es verosímil que hacia sus últimos segundos, y ya de cara a Dios, Quiroga siguiera pensando, como en un sueño, en su Salto nativo. Pensó tal vez -como había dejado escrito en el Diario de Viaje a París- que solamente en Salto había encontrado alguna vez diversión. Que entre los amigos que lo acompañaron fielmente durante toda su vida figuraban muchos salteños. Que fueron los primeros escritos salteños, acaso, los únicos que le produjeron verdadera felicidad creativa. Que la absurda Comunidad de Los Tres Mosqueteros -precursora del célebre Consistorio del Gay Saber- fue una de las experiencias más delirantes que alguien pudiera imaginar. Que los carnavales salteños le proporcionaron el conocimiento de algunos amores imborrables; y que fueron muchos también, en definitiva, los buenos recuerdos de su vida de estudiante en el Instituto Politécnico. Es también verosímil suponer que la fatídica noche de febrero de 1937 en que Quiroga entró en la muerte en el Hospital de Clínicas de Buenos Aires, luego de ingerir una fuerte dosis de cianuro, llevara todas o siquiera algunas de estas imágenes impregnadas en su retina. Pues bien, tal es la razón, y no otra, por la que el fantasma de Horacio Quiroga se aparece todavía en tantos lugares del Salto: para conseguir, desde el más allá, la anhelada vuelta al hogar que su cuerpo humano no pudo alcanzar en vida. Tal vez también por esta razón, los lugares en que con más frecuencia se manifiesta su espectro sean las dos casas que éste habitó en la ciudad. En la primera, ubicada sobre calle Uruguay, sucesivos inquilinos han visto ciertas noches al fantasma de Quiroga deambulando por la oscuridad de los corredores, envuelto en una larga manta de color rojo; y en la segunda, la casona ubicada sobre Avenida Viera en que funcionaba hace no mucho tiempo la llamada "Escuela al Aire Libre", suele presentarse a los niños, caseros y cocineros del centro educativo, la mayoría de las veces sentado en una silla de hamaca ubicada junto a la estufa del lugar, aunque también hacia los terrenos del fondo, revolviendo las plantaciones de verduras o utilizando clandestinamente las herramientas del galpón. En tales casos, el fantasma aparece invariablemente con el aspecto con que recuerdan a Quiroga sus últimas fotografías: enflaquecido, la piel arrugada y amarillenta, la espesa barba comiéndole la cara, la mirada triste y como perdida en el vacío. Pero no son por cierto éstos los únicos sitios de sus póstumas,peregrinaciones salteñas. Por el contrario, se refieren apariciones suyas en la zona de la Costanera Sur, más precisamente en los alrededores del Mausoleo erigido en su nombre y en el que está ubicada la famosa -y también maldita- urna de Ezria que guarda sus terrenales cenizas. Igualmente, hay testimonios que aseguran la presencia del fantasma de Horacio Quiroga re-editando en bicicleta la célebre travesía Salto-Paysandú, pedaleando muy orgulloso con su camiseta del Club Ciclista Salteño. Tales apariciones salteñas del espectro de Quiroga, naturalmente, suelen promover el espanto de sus ocasionales testigos. Sin embargo, viéndolo de otro modo, son la cosa más natural del mundo. Al fin y al cabo ¿qué otro destino más conveniente para el fantasma de un hombre que en toda su vida no fue sino un perpetuo desterrado, que el de intentar recuperar, al cabo de ésta, el familiar sabor del suelo natal, vale decir, regresar a las entrañas mismas de la madre tierra?
Re: TODO EN IMAGENES URUGUAY Los Ovnis de La Aurora En la Estancia La Aurora, visitada con frecuencia por el propio Neil Armstrong a nombre de la Nasa, se producen extraños avistamientos todas las noches. En este caso el protagonismo es para una leyenda que para muchos no es leyenda: la aparición mítica de platos voladores en La Aurora y la participación de la Nasa en el campo que es parte de la misteriosa estancia. La estancia "La Aurora se encuentra a pocos metros de distancia del puente fronterizo Salto-Paysandú tendido sobre el río Daymán, con un pie en cada uno de estos departamentos, y a ella se accede a través de un estrecho sendero de tierra y polvo que se abre silenciosamente a un costado de la Ruta 3. En el portón de entrada a este distrito hay un cartel que reza: "Por el tema OVNI preguntar en la NASA". Los dueños del lugar han puesto esta leyenda, previsiblemente, con el ingenuo propósito de sumir aún más en el secreto la serie de hechos misteriosos y sobrenaturales que supuestamente ocurren allí. Incluso la sigla "OVNI" es un eufemismo, pues ya no existe ninguna duda de que allí verdaderamente se registra una copiosa actividad extraterrestre. Para explicar esta presencia alienígena, la imaginación popular ha urdido varias teorías. La más difundida de todas explica que en "La Aurora" hay ubicado aquello que los chamanes llamarían un axis mundo -o eje del mundo-, es decir, una abertura de carácter dimensional que permite comunicar las diferentes regiones del Universo. Puesto que, en efecto, el suelo allí es rico en cuarzos y cristales, se concentra una potente energía que al cabo de períodos regulares colapsa las categorías del espacio y del tiempo y abre un canal a través del cual seres de otras dimensiones pueden acceder a nuestras coordenadas. No se trata, estrictamente, de la abertura a una ciudad intraterrena, sino de un portal con el que se puede conectar con otras realidades coexistentes con la de nuestro planeta, pero ubicadas en niveles diferentes de la existencia. El caso no es original; a lo largo de la historia se recuerdan muchos epicentros energéticos como éste en la Tierra, aunque de diferente potencia. Los más poderosos son los del nivel siete, como los de Erks y Azgar en Rusia, el del Tibet, el del Triángulo de las Bermudas y el de la Antigua Capital de los Mayas; el hoyo energético de "La Aurora", en cambio, como el de Isidris en Mendoza y como otros sitios de Brasil, Colombia, China, EEUU y Europa, es apenas de segundo nivel. Según otra versión, la menos convincente, en "La Aurora" habría instalado un observatorio subterráneo de la NASA en el que el gobierno norteamericano lleva a cabo ciertas operaciones secretas en confabulación con las células de inteligencia de nuestro país. Tal vez por esta razón, muchos de los avistamientos de objetos voladores registrados en la zona han sido atribuidos a falsas percepciones de satélites, aviones, prototipos de combates y otras maquinarias de las operaciones militares. Esta hipótesis es por cierto incontrastable, ya que amén de las repetidas visitas realizadas a Salto por el astronauta Neil Armstrong, "el primer hombre que pisó la luna" y uno de los agentes más universalmente conocidos de la NASA, no existen visiblemente en "La Aurora" elementos que den prueba de su veracidad. Hay todavía una versión más rigurosa, que pude conocer gracias a la pericia de un astrólogo y ufólogo amigo, pero que exige una explicación preliminar. Según es fama, desde hace miles de años, los pueblos del Universo han estado librando una guerra. Dos son los bandos en eterno conflicto: por un lado, las Fuerzas de la Oscuridad, una congregación de colonialistas interplanetarios que intenta hacerse con el poder del Cosmos para dictar sus leyes y hacer agosto de la esclavitud de las razas; y por el otro, las fuerzas de la Confederación Intergaláctica, la unión de los pueblos libres del universo reacios a cualquier intervención forzosa y que participan de la idea de que todo organismo vivo que existe en la inmensidad del espacio debe ser el único rector de su destino. En términos generales, puede decirse que la Confederación Intergaláctica ha estado ganando sistemáticamente esta guerra; sin embargo, las Fuerzas de la Oscuridad intentan dar ocasionalmente algún golpe, buscando revertir la situación, y lo hacen precisamente tomando como objetivo a aquellos planetas que, como la Tierra, recién están en los primeros pasos de su evolución. Para evitar esta intervención clandestina sobre los pueblos neutrales, la Confederación Intergaláctica instaló en ellos, en secreto, sistemas defensivos y escudos de protección capaces de derribar toda agresión exterior, tal como puede comprobarse, por ejemplo, recordando lo ocurrido en el famoso caso Roswell. Pues bien, en "La Aurora", precisamente, habría instalada una base de este tipo, y las naves que allí se divisan por docenas no son sino las centinelas de la guardia de la Confederación. Sea como fuere, las evidencias de la actividad de naves y de seres extraterrestres en los campos de la estancia son tan variadas que cualquiera de ellas daría material de primera para un buen capítulo de la serie televisiva Los Archivos X. Los automovilistas que transitan por la carretera realizan con frecuencia avistamientos de platillos voladores solitarios o en formaciones de hasta cinco o seis individuos. Por las mañanas, y aún cuando en toda la noche no se escuchó un solo ruido, los peones encuentran misteriosas huellas de aterrizajes en el pasto, como si un objeto muy caliente se hubiera posado de pronto y quemado todo la gramilla circundante con su fulgor. Se divisaron también luces y bolas de fuego que recorren a una velocidad muy lenta el descampado y que de pronto ascienden con una propulsión imposible hacia los cielos, donde se pierden para siempre. Si uno es capaz de desarrollar sus facultades mentales en grado extremo, y logra dominar el arte de la telepatía, encontrará allí una sintonía especial para comunicarse -sin palabras ni imágenes- con seres de toda la galaxia. En ocasiones, hasta hay testigos que han logrado encuentros cercanos con algunos de estos internautas y visitantes de otros mundos, los que fueron descritos de maneras tan heterogéneas y contradictorias que es preferible no entrar en materia. Por esta razón, los muchachos de las comunidades dedicadas al estudio del fenómeno OVNI de todas partes del mundo, como así también los iniciados en las artes de lo oculto, lo ausente y lo lejano, tienen entre sus itinerarios de actividades viajes y excursiones de todo tipo a este característico paisaje de la fantasía salteña con el fin de lograr, cosa que ocurre, alguna evidencia de los extraterrestres.
Re: TODO EN IMAGENES URUGUAY La Sirena del Río Uruguay Pariente lejano de la sirena mitológica, un ser solitario y grotesco asoma de tanto en tanto en la superficie del río Uruguay. El mito de la sirena del Río Uruguay es una de esas clásicas leyendas que desde tiempos inmemoriales seduce la imaginación de los hombres de todo el litoral oeste del país, e incluso de aquellos que habitan todavía más hacia el sur de la República, pues es evidente que la famosa sirena del Río de la Plata, sobre la que misteriosamente refieren algunos pescadores montevideanos, no es sino la mismísima ninfa de aguas dulces en una de sus excursiones más alejadas. Con todo, es probable que en ningún otro sitio como en Salto esta leyenda posea tantas anécdotas y testimonios que den prueba de su existencia. Pese al ostensible nombre de esta bestia, la sirena del Río Uruguay es un animal que apenas recuerda a su congénere de la mitología clásica. Una diferencia notoria proviene de las apreciaciones fisonómicas de cada una de estas especies. Las sirenas de la antigüedad helénica fueron seres de forma híbrida, que de la cintura para arriba asemejaban unas hermosísimas doncellas de largas cabelleras y de formas voluptuosas, mientras que de la cintura para abajo eran unos peces gigantescos. En cambio, la sirena del Río Uruguay no es un mero complemento entre una especie humana y otra animal, sino tal vez un híbrido indeterminado entre ambos términos. Se sabe que tiene extremidades, pero éstas no son los tiernos brazos de una náyade, sino unas especies de tentáculos provistos de largas garras y de aletas. Hay también consenso en que tiene abundantes cabellos, pero éstos no son finos y delicados, sino verduzcos y pinchudos como si se tratara de un puñado de bigotes de surubí. Sus ojos son amarillos y saltones, como los de un sapo, y no toleran la luz. El conjunto del monstruo da la impresión de un axolote enorme, pero cuyas facciones evocan, lejanamente, rasgos humanos. Su piel, brutalmente salpicada de erupciones, es de un color gris piedra que le permite un camuflaje sin igual en las oscurecidas aguas del río. Otra diferencia importante es que al tiempo que las sirenas sobre las que nos refieren los relatos de la mitología y la epopeya clásica siempre avanzan en grupos, verdaderos harenes fantásticos de seductoras marinas, la sirena del Río Uruguay, en cambio, es un ente tristemente solitario. Es probable que se trate del último espécimen de su raza. La pobre criatura vaga de aquí para allá, desamparada, sin otra compañía que la corriente del río y la ocasional cercanía de otros peces que el azar de las aventuras pone en su camino. Pero tal vez la principal diferencia entre la especie helénica y la sirena del Río Uruguay -a quienes conviene reconocer, sin embargo, como parientes muy lejanas-, es la absoluta disparidad entre sus respectivos comportamientos en relación a los humanos. Las sirenas de la antigüedad clásica encontraban singular deleite en provocar la desgracia y la muerte de los hombres. Sus hermosas melodías y sus hipnóticos cantos atraían la atención de los navegantes, que descuidaban el curso de sus naves y las estrellaban así contra los arrecifes, pereciendo toda la tripulación en las aguas. Por el contrario, la sirena del Río Uruguay es un ser absolutamente pacífico, y más que bonachón, casi inocente, que nunca ha causado y es previsible que no causará jamás daño a nadie. Puesto que, como se dijo, se trata de un ser solitario en extremo, posee, eso sí, una gran curiosidad. Pero es de un carácter tan arisco y huraño que toda vez que se acerca a un humano, y es percibida por éste, la sirena se zambulle de súbito en las aguas y huye despavorida, como si la sola idea de ser contemplada por los ojos de la gente le provocara un estremecimiento más poderoso que su osadía de mostrarse. Desde que los practicantes de la religión afro-umbandista instalaron en la playa Las Cavas una bellísima escultura de Ie-Manjá, los avistamientos más frecuentes de la sirena en la ciudad de Salto se produjeron precisamente en esa zona del Río Uruguay. Muchos de los devotos de esta diosa, que habitualmente se acercan a la costa del río a realizar sus rituales y a presentar sus ofrendas de flores, velas y animales, juran haber divisado más de una vez a la "Madre de las Aguas" saltando a lo lejos, o a veces también paseando en una barca, vestida con sus conocidos atuendos de colores blanco y turquesa, su silueta recortándose en el espejo de plata de la luna. Estas visiones me fueron confirmadas también por algunos de los muchachos del cuerpo de Guardavidas de la Intendencia que en las épocas del verano custodian las playas salteñas. Hacia el atardecer, cuando van a recoger las boyas de seguridad, se ven a menudo espantados por el súbito borbollón de agua que, en su torpe desplazamiento por debajo de la chalana, produce la sirena al pasar. Igualmente, los marineros de la Prefectura, hastiados de caminar y de vigilar con sus binoculares toda la costa del Salto, fueron testigos de sus fugaces apariciones. Fuera de estos registros recientes, hubo una época en la que los avistamientos más frecuentes de la sirena del Río Uruguay se realizaron en el puerto de la ciudad. Tal vez por esta razón, quienes están en mejores condiciones de proporcionar datos fidedignos sobre la existencia de este apacible monstruo acuático, sean los habituales pescadores que noche tras noche van allí a tirar sus plomadas. También los pescadores de río adentro, que rastrillan la zona portuaria con sus embarcaciones y sus redes, se ven de ordinario sorprendidos por la visita de este curioso engendro. En ocasiones, las personas que hacia el atardecer regresan de Concordia en la lancha, pudieron observar también de qué simpática manera acompañaba la sirena el surco blanco de agua que el motor produce en el río, asomando la cabeza y hundiéndose en forma reiterada. Otras zonas de avistamientos frecuentes de la sirena del Río Uruguay en Salto son las rocas del Ayuí, las cuevas de San Antonio y las compuertas de la Represa de Salto Grande, sitio en el que no es por cierto infrecuente advertir a este fantástico animal, saltando alegremente junto a los dorados en los torbellinos de agua.
Re: TODO EN IMAGENES URUGUAY BUENO ESPERO QUE LES HAYAN GUSTADO LAS LEYENDAS Y QUE NO LOS HAYA ABURRIDO. ME PARECIO INTERESANTE COMPARTIRLAS YA QUE SON DEL LUGAR QUE ESTAMOS CONOCIENDO