Hola! Gracias, Mercedes, por el dato la verdad que a veces hace ilusión presentar tus textos a un concurso, pero personalmente no veo el premio como algo que me interese. Prefiero seguir con mi literatura libre sin que me controlen o me dirijan. Por cierto, he leído en estos días que Gabriel García Márquez deja de escribir porque tiene una demencia; es una pena, la verdad, que la mente de alguien que ha tenido esas ideas se pierda así. Besos
¡Gracias, Mercedes por avisar de este concurso! He leído las bases y, si me decido a participar, elegiría a los Eagles y su maravilloso Hotel California. Pongo aquí el vídeo, con traducción de la letra al español, en busca de inspiración, a ver si mi musa (musilla más bien) no se ha ido de vacaciones como se le fue en una canción a Serrat. Lo que más me ha gustado siempre de este disco son los dos minutos guitarreros finales. Mi problema es la falta de tiempo, creo que hay que mandar los textos antes del martes que viene, y voy a estar muy liado, pero estaré al tanto para futuras convocatorias. A mí sí me gusta participar en estos concursos, aunque nunca me han dado un premio, ni un accésit, ni ná de ná. Pero bueno, yo insisto, insisto.
No dicen que lo importante es participar? . Creo que hubiera elegido la de Fito, aunque la verdad es que las tres, cada una en su estilo me gustan y tienen bastante para inspirarse. Bueno, los que al menos tengan musinas, que no sé si yo ni eso . A ver cuales son las de la semana que viene, el plazo para mandar los textos es hasta los sábados, desde el miércoles. Está muy bien el Decálogo para escribir microcuentos que han puesto al final. Y que debería "estudiarme", porque encuentro verdaderamente complicado contar historias en apenas unas líneas. Prometo que más breve, y con cambio de tercio, la próxima que traiga, pero esta tocaba. el tio Higui Dicen que volvió herido, que no le habían atinado las balas que silbaron rozándole el mentón, ni le abrió ninguna brecha el fuego de los morteros. Pero llegó tocado con las ráfagas de metralla de todas las penurias que lo asaltaron desde la mirada, y se instalaron en su mente derribando su alma. Se casó nada más llegar de la guerra. Con Lola, que lo había esperado desde que se fue, de siempre. Entretenida colocando bolsitas de aromáticas entre toallas de flecos y sábanas con puntillas a bolillo, dobladas pacientes en el arca. Lo esperó primero terminando de bordar una L primorosa enlazada con seda en el embozo. Luego, alguna vez ya se detuvo la hebra en mitad del camino, empezando a perder la puntada en el uniforme internacional de un brigadista al que no entendía. Pero que le dejó cosido un sentimiento. Y él, como podó a su regreso los almendros, echó camellones nuevos en el bancal, o vació el cieno lleno de ojos del fondo en la alberca, fue también a que le echaran las bendiciones. Cumpliendo el cometido de otra tarea interrumpida y pospuesta más, de aquella boda fijada en la ermita blanca de la ribera. Con los santos y la patrona asomándose todavía al cielo por los boquetes del techo. Y el susurro de la corriente de acompañamiento. Apenas quedaba un pollo en el corral, y pocos aliños para la ilusión, pero que se pusieron en pepitoria para el convite. Instalados desde antes de llegar ya frente a la ceniza fría del rescoldo apagado en su casa, y con el silencio atormentado ocupando las sillas de bayón... Su mujer lo dejó pronto, un día de la única manera que pudo. Abortando su vida también con aquella esencia de la esperanza que venía. Se reconfortó entonces en la soledad oscura del interior, y nadie tocó más la aldaba de la puerta. Alguna vez desde la trasera que daba al huerto alcanzaba a ver los niños subidos en lo alto de la higuera, descolgándose como un bando gorriatos cuando lo veían asomar. Entre un griterío ¡el higui!, el tio higui!, llegándole desde lejos y perdiéndose por los chopos de la alameda. Distinto, complejo, tan diferente, mucho para comprenderlo todavía aquellos ojos infantiles. Nunca ocupó sitio en la piedra de granito alargado en la recacha a orilla del cal, ni tampoco se sentaba a la sombra con los de su quinta en aquel tronco del álamo tronchado, junto al fresco de las aneas. Cubierto, en silencio y sombrío, cuando cruzaba por su lado, los mismos niños por escucharlo le decían ¡tio Higui!, ¡tio Higui!. Se volvía entonces como amenazante, advirtiéndolos con el amago del gesto de una persecución, sembrando el alboroto de carreras alocadas, entre el susto y la algarabía. Una escena provocada repitiéndose en mitad del decorado de la calle. Bajaba protegido en el ala del sombrero de fieltro, y con su chaleco de tres botones. Buscando cuesta abajo sobre media tarde los baldosines vacíos de aquella hora, esos pardos con juntas negras que fraguaban la barra antigua del Portugués, resguardándose apoyado en un café negro. Ya también algo temblón. Pero pasó un día que casi coincidieron sus pasos con el sonido aquel de los... barquilloos de canelaa!, apenas alejándose. Venían cromos para cambiar en las esquinas de la canasta de mimbre donde se apilaban los barquillos. Y andaban todavía demasiado entretenidos los niños con las novedades de los trueques para prestarle atención. Aflojó entonces el tio Higui esa tarde su marcha, casi deteniéndola. Levantó la cabeza, y asomándole la voz desde el ala de su sombrero …¿Hoy no me decís tio Higui? casi los reprendió. Que solo tanto tiempo más tarde entendieron con la ternura, aquella pregunta. Esa que alguno hasta después dejó de herencia en los pero que tormento!, en callados te necesito, para te quieros silenciados al pasar. Algún pariente lejano, de esos sobrinos de primos hermanos, puede que un vecino próximo dispuesto a cumplimientos tardíos se sumara hasta la puerta. Irían acompañándolo por el camino de los cipreses con el tronco encalado de blanco. Dejaría poco más que una navaja de afeitar depositada en la carmelita, echando solo algo de menos el tacto de su cara, la pelliza descansando en el gancho del portal. Su sombrero de fieltro negro colgado en el respaldo de una silla, extrañando el contorno de su cabeza. Objetos de memoria frágil. Asomándose la higuera hasta la calle por la tapia del huerto, las ramas vivas que luego escalaron otros niños. Y aquella pregunta anclada en el fondo del vocabulario, para las menudencias, lo esencial, en lo necesario ¿hoy no me decís tío higui? Extremadura, Marzo 2.012.
Hola Chic@s, acabo de terminar de leer y disfrutar con todos y cada uno de los relatos que habeis escrito. Me han encantado y sólo puedo felicitaros y desearos que no perdais ese don que es la palabra; gracias a tod@s Ahora, me toca poneros uno breve, algo alegórico y que me ha venido surgiendo según iba leyendo vuestros escritos... espero que os guste Germinación En un rincón, escondido entre las hierbas, estaba el corazón verde del jardinero. Nadie lo regaba ni lo cuidaba, nadie se percató de su presencia hasta que, pasado el tiempo y llegado el momento, floreció por si mismo con tal belleza y desprendiendo una fragancia tan embriagadora que sorprendió a los más avezados botánicos del mundo. Nunca se pusieron de acuerdo en darle un nombre adecuado, y es que cada uno lo quería para sí de tal modo que perdieron toda su ciencia; pues era éste su misterioso poder. Al fin, muertos todos los que lo amaron y perdido de nuevo en la maleza, volvió a florecer por ellos... No necesitaba nada para vivir, pues era esencia de vida y tenía las raíces tan profundas como el mundo que le vio nacer un día, en aquel recogido lugar del jardín de la memoria. ¡Saludos!
¡qué alegría que resucite este rincón! Y con savia nueva como si fuese primavera Bonito texto elermitaño ¿quieres que te lo pase al blog? http://www.infojardin.com/foro/showthread.php?t=279183 Y si es así... ¿tienes alguna foto para ilustrarlo?
Pues si puedes sí que me haría ilusión... gracias nafnaf Con esto de los blogs estoy pez del todo Me alegra que te haya gustado En cuanto a la foto... quizás ésta vaya bien (por aquello del corazón verde ) ¡Saludos!
Hola Amig@s... elermitaño, a mí también me gusto... No me pude reprimir y hice un ensayo de la Navidad... Navidad Un año más se asoma a mi ventana y llena mi memoria de nostalgia mezclando con maravillosa magia, el ayer, el hoy e incierto mañana… Temblando emocionado y conmovido revivo a aquellos que nos dejaron, con la alegría que nos regalaron, con el deseo de vernos siempre unidos… Y Felices de estar en armonía, cantamos por el amor embargados, mirando al cielo en una noche fría, los corazones latiendo inflamados al ver titilar en la lejanía, la estrella que un día hemos ensalzado … Ángel©2012 ... Y por supuesto mis mejores deseos para el 2013 y los siguientes...
¡Feliz Año Nuevo, creadores de historias! Gracias Ángel Precioso soneto navideño A ver si se me ocurre algo a estas horas intempestivas... Es lo que tiene el brasero de picón; que te agarra a la camilla y no te deja salir de su cálido hechizo Hasta los andares Dicen de mí tantas cosas bellas, que algo bueno habré de tener pese a mi nombre y a mi triste historia; que a continuación relataré... Nací un día de Diciembre en una pocilga maloliente; fui el quinto de siete hermanos. Nuestra madre, bien entrada en carnes, se desvivía por nosotros tanto que jamás podré olvidar sus rosados y tersos pezones, por los que nos peleábamos como jabatos. Una noche, pasada ya la lactancia (otra cosa no, pero memoria mas que un elefante, ¡oiga!), me secuestraron y fuí confinado en un cuchitril de uno por dos metros, a manos de un labriego que tenía tres hijos mas bastos que un arado sin vertedera. Todo esto me dejó un poco trastornado... al fin y al cabo, ¿quién se recupera de algo así? El caso es que empecé a sentir algo parecido a un síndrome de Estocolmo y, poco a poco, fui acostumbrándome a una dieta de lo mas variopinta: al principio cereales de todo tipo; después, en plena temporada, mis captores me ofrecían todo tipo de vegetales y hortalizas. Pero lo mejor vino a partir de septiembre: manzanas, peras, membrillos, bellotas y hasta castañas llegó a catar mi humilde paladar... ¡mmmmh!, ¡qué tiempos aquellos! Ese fue el cénit de mi vida; cuando quise darme cuenta de lo que planeaban ya era demasiado tarde... Una mañana, de improviso, me sacaron del oscuro habitáculo y, sin darme tiempo a responder, me dieron el pasaporte; me descuartizaron y, al fin y al cabo, hicieron conmigo lo que quisieron. Eso fue todo, o eso pensé... No contentos con hacerme picadillo, añadieron ajo, sal y pimentón (a quien interese puedo darle las proporciones), metieron mis carnes en mis tripas, me deslomaron y después de despellejar mis muslos, los guardaron como oro en paño durante unos dos años. ¡Y después de tal escabechina tienen el valor de decir que me curan!... ¿Habrase visto? Por mas que lo pienso, menos lo entiendo. ¡Buenos días!
Una fábula en forma de soneto Fábula del ruiseñor y la bruja En el tronco de un árbol milenario una vieja hechicera hizo su hogar para de esta manera enamorar a un lindo ruiseñor legendario. Y creando las pócimas de su herbario poderoso filtro le hizo probar; y el pajarillo se puso a soñar en un hechizo nada voluntario. Perdió entonces todo su canto y gloria y la bruja vio desesperada que nunca se debe quebrar la historia. Y sintiose por una vez turbada y una conclusión guardó en su memoria: Forzar el destino lleva a la nada.
EL ESCRITOR INTERMITENTE Vivía en ese páis árido, donde la indolencia cabalga paralela al calor y el exceso de luz. Habitaban su mente multitud de historias que venían descolgándose en sus sinapsis cerebrales sobretodo en las últimas fases del sueño, cuando todo es y no es, cuando todo es y deja de serlo al transcurrir el día. Pero en esos momentos las historias se conformaban con claridad, con lógica, desenvolviéndose cual trama, finiquitándose en epílogos cargados de coherencia literaria. El escribidor intermitente, indolente, olvidado el sueño, la trama, el epílogo, hace planes un día y otro para colocar en su mesilla de noche un bloc y un bolígrafo que le faciliten su abulia temprana, la pereza en el nido caliente, el recuerdo de aquella historia tan redonda que revoloteó antesdeayer...¿cómo era? Ha comprado el bloc. Lo ha metido en su bolso de piel y lo transporta de un lado a otro con la incierta certeza de que las musas no son hadas diurnas, ni nocturnas, ni crepusculares. Son hadas, volátiles, voladoras, volanteras, volitivas, caprichosas, rebeldes a veces, díscolas las más. Saltó de la cama y agarró con fuerza el Pilot ensartado en el gusanillo del bloc. La historia se esfumó de su mente como por ensalmo. Se quedó en blanco en la espera: dos minutos. Apretó los dientes, abrió el cuaderno y escribió con determinación: "Nueve de febrero de 2013. Siete menos cuarto de la mañana. Hace siglos que no escribo nada en "El Jardín de los Cuentos". Mañana será otro día. ZZZZZZZ Dedicado a esos maravillosos relatos y poesías que habéis ido introduciendo en mi ausencia (intermitencia). Manu 10 de febrero de 2013
Vuela como el viento En un día caluroso de verano un segador me trajo un lebrato, pequeñajo, casi un bebé. Andaba el buen hombre con la dalla (guadaña) segando las mieses y me contaba que, en un mal golpe dió con un nido de liebres, huyendo despavorida la camada. Tan solo quedó en el nido una liebrecilla a la que el fatal golpe le había cercenado las dos orejas. Como abogado de las causas perdidas que soy, me la quedé en custodia y me la lleve a casa. Como mejor supe, corté la hemorragia de las dos orejas y la puse dentro de un jaulón. Quedaba mona. El vendaje en las orejas, a modo de lacito, le daba un aire de vampiresa cinematográfica. Para su manutención, le dí pienso de los conejos. Salió adelante. Lo peor fueron las noches que me dio aquel pendón desorejado. Yo creo que estos animalitos son más bien de hábitos nocturnos. Durante el día, ni se movía. Pero al llegar la noche armaba unas juergas.... Así que en cuanto le ví capacitada por sí misma para ganarse el sustento, la desahucié sacándola de su confortable jaula y la dejé en la llanura. Se fue corriendo como una liebre que era y no me dio ni las gracias. Volaba.
Pues Trasi, un gusto leerte aquí. A tí parece que estas esquivas musas te visitan sin pedirte permiso. Más, más. Vuela como el viento.
Hola chic@s... aquí os dejo estos relatos en sonetos... ARMONÍA Era mediodía, el sol calentaba, gente iba y venía por el paseo, la brisa con un suave parpadeo me hizo mirar a un niño que jugaba con una botella en un pisoteo enérgico. La agarré, me alarmaba que pudiera hacerse daño; lloraba y le consolé con un canturreo. Seguí caminando y vi el mensaje que se hallaba enrollado en su interior… ¿Cuál habría sido todo su viaje?, quién sabe. Lo saqué y con estupor comencé a leer un sutil lenguaje, contaba una bella historia de amor *** El sol de la tarde besando el agua, los tres mástiles apuntan al cielo y mi alma de gaviota emprende el vuelo para descansar en tu tibia fragua. Espumas de azúcar y caramelo que llegan a la arena de la cala, de las olas una perla resbala; es mi sirena, mi diosa, mi anhelo. Caigo sumido en hechizo de amor, y oigo un canto tan dulce que me llama y me atrapa y me gusta su color; entonces mi corazón se ïnflama, dejo el barco llevado del furor pues en la orilla me espera mï ama. Remo con ansias, contra la corriente, la resaca me aleja de la playa, siento que mi espíritu se desmaya; veo ante mí a Neptuno rugiente. y la sirena, desde su atalaya se dirige al mar, con su voz ardiente: "Frena tus iras, mi Señor, detente; deja que tu hija por su vida vaya". "No es ése tu destino, Armonía; yo te concebí para a mí cantar, para detener la marea fría que Selene impone en su caminar; deja a los marinos seguir su vía que ellos son de tierra y tú del mar". La sirena cantando le insistía y el Dios de los abismos al final detuvo allí su tridente fatal llevándome a la costa en agonía. Ella me acostó amable en su morada bajo el acantilado vertical, y allí me curó la herida mortal velando por mí en la noche estrellada. Y es así, que ahora vivo en este sueño de olas y amores, echados en la arena, besándonos en el ocaso isleño. Siento la caricia de su melena, sus pechos suaves, su vientre pequeño, su cola irisarse a la luna llena. Cada mañana le damos las gracias al dueño del ponto, que se serena, y vemos a lo lejos una ballena resoplando agua y haciendo acrobacias. Y antes de irse una vez más me besa sintiendo en mi corazón la colmena pues sé que debe partir mi sirena y esperar por ella siempre me pesa. Es mi sino estar de ella enamorado viéndola marchar al mar cada día dulce condena me tiene atrapado en este refugio de mi alegría. No me importa lo que depare el hado, siempre seguirá siendo sólo mía.
La azucena del bosque (leyenda guaraní) Contaban los ancianos del lugar una historia con tintes de leyenda, los dioses caminaban por la senda en tiempos olvidados por el mar. En sus paseos encontró I-Yará un buen día una tierra estupenda y recogió un puñado como ofrenda para presentársela al buen Tupá. Y el dios amasó a dos humanos para darles sitio en aquella tierra y que viviesen siempre como hermanos disfrutando de la vida que encierra las maravillas que forjan sus manos: la lluvia, el sol, la nieve de la sierra... Como la piel del primero blanca era lo llamó Morotí; y la otra criatura rojiza, nombrola Pitá en cordura; y alegres eran en su primavera. Pero necesitaban compañera; y así amasó I-Yará otras dos figuras de belleza arrebatadora y puras de corazón. Y entre todas las fieras vivïeron felices muchos años amándose y ayudándose entre ellos. Pero quiso el destino y sus amaños que la piedra y la roca en sus destellos los llevasen al fuego y sus engaños fabricando armas y cortando cuellos. Nubes negras sobre ellos se cernían separados entre sí por rencor Tupá, no aguantando más su dolor decidió un castigo que temerían. Los rayos doblegaban su valor los truenos tanto miedo les infundían que su alma de sus pechos se salían y llegaron a perder el color. Despejó y un tacú vieron bajar de larga barba blanca y gran cabeza, era I-Yará, dispuesto a consumar el hado dispuesto por su torpeza. A los dos hermanos hizo llamar y no ocultó su profunda tristeza, y sus ojos lágrimas derramaron vïendo a aquellos que tuvo en su mano sintiendo entre ellos un odio malsano, roto ya el amor que se profesaron. Y a la orden de I-Yará se transformaron, y cada uno fue perdiendo lo humano haciéndose hoja, tronco, flor y grano de suerte que a todos impresionaron. Señal de paz entre los hombres fueron que por la caza tramaron pelearse y contraviniendo a Tupá se hirieron, Ahora esperan siempre juntos darse esos colores que una vez tuvieron: Roja es al nacer, blanca al marchitarse.
HERMOSOS COMO TODOS TUS POEMAS,MIGUEL ANGEL,CON MARISA TE EXTRAÑAMOS EN EL CLUB INTERNACIONAL.UN SALUDO:ABU ENRI