ESPERAME Acaso me esperes a la sombra de las algas marinas y que aquiete este amor con rumor a olas... y lo sellemos en una colina de brújulas, con mi luna de alas, en esta tregua de dolor y despedida. Quiero volver a amarte, en nuestra Cascada! donde los pájaros florecen en cada atardecer, donde olvidemos esta partida , llena de protestas, mezclada en los párpados húmedos de nuestra casa. No quiero ya las distancias en mi espera, casi al grito y límite de mis palabras. Quiero que me esperes, quiero que el sonido de aquélla marejada te indique que mi amor, volverá con mi presencia, volverá con mi piel, volverá con nuestro retoño! No encalles amor, no te rindas ahora, no llores amor. Volveremos a la esquina De los sueños ! Y si no vino en nuestra luna de arena, volverá a la vuelta de nuestra Bahía, con brisa, con mareas, con mi verso y esperanza.... y con nuestro amor , aún intacto ! Mercedes Brito
Yo misma me senti igual, pero como ves la edad de la chavita que lo escribio, me parece que es muy buena escritora no crees
Yo misma me senti igual, pero como ves la edad de la chavita que lo escribio, me parece que es muy buena escritora no crees
DEJA VU Sebastián Gabriel Barrasa Argentina Cuanta calma que genera la mirada del fogón. Uno puede quedarse frente a la leña ardiente durante horas intentando olvidar. Aunque es el mismo fuego el que convierte las brazas en figuras, y entonces a uno le resulta inevitable dibujar allí ese rostro. Un rostro que no puedo recordar y que a la vez me es imposible olvidar del todo. No pudo ser el entrerriano ni la artesana de las piedritas ni ninguno de los que compartieron con nosotros alguna cena o un juego. Jamás llevamos a un "extraño" a la bahía; para eso hicimos el pacto. María señala el plato que hay en mi mano, tan lleno como cuando me lo sirvió. "Ya sé que no somos virtuosas cocineras", me dice, "pero aparenta estar comible", y con los ojos señala a los demás que mastican y se relamen como si no lo hubieran hecho en días, cuando en realidad el que no comió nada aún, fui yo. "Hace cuánto que no comíamos carne ¿no?", y yo estoy seguro que anoche, aunque ya todo lo de anoche... No voy a responderle, para qué; para que ella también me diga que me deje de joder con esas cosas, que ya basta, que desde ayer... Entonces Carlos propone ir otra vez, y la calma del fuego se me apaga. No quiero regresar a ese lugar. Sé que es sugestión, que es falso. Pero mi corazón está latiendo otra vez a mil por hora y el sudor frío empieza de nuevo a correr por mi cuello y no puedo hacer otra cosa que intentar volver al fuego. Creo que Fernando fue el primero que lo propuso, quizá Carlos. Los dos estuvieron en este camping el año pasado. El camino del bosque no es una senda de esas que llevan a un sitio especial, como un mirador o una cascada. Es un camino anónimo, descubierto a punta de machete por quién sabe quien, que se entrega cauteloso sólo a quienes se atreven a desafiarlo. Bordea la costa sur del río y se pierde luego entre los matorrales. Detrás de un cañaveral, los chicos encontraron un desvío. Nos sabíamos guiar por el reflejo de la luna en el agua. Hubiera sido extremadamente sencillo perderse si el río no hubiese estado allí: a la derecha, para ir; a la izquierda, para regresar al campamento. Llevábamos linternas aunque, en general, las manteníamos apagadas. Excepto para cruzar un tramo difícil o peligroso como el pantano: aquel lodazal de agua estancada y mosquitos que para el gordo Joaquín era el terrible pantano de la leyenda, donde si alguien llegaba a caerse, las arenas movedizas lo tragarían para siempre. Era habitual contarnos fantasías de éste tipo durante la caminata, hasta que llegábamos a la bahía y nos sentábamos en círculo a relatar una historia de misterio y terror. Fernando había clavado en el centro lo que él llamó nuestro estandarte: una caña con un trapo blanco atado. Un trapo que alguna vez fue la remera de un desconocido, que Fernando encontró tirada en el camino cuando regresamos la primera noche. Entonces el pacto tuvo que haber sido la segunda, porque esa misma mañana lavó la remera y la dejó secar durante toda la tarde, y a la noche la clavó con una caña en medio de la bahía. Nos dijo que a partir de ese momento éste sería nuestro lugar en el bosque y que para ello debíamos sellar un pacto de sangre. Todos nos pinchamos un dedo con su cuchillo y dejamos caer una gotita en el blanco de la remera; sólo una por cada uno y el lugar quedaría bajo la protección de los demonios. Luego recitó unas frases en latín y nos explicó que ningún desconocido podría acercarse jamás a nuestro lugar. Entonces invitó a que nos sentásemos en ronda, alrededor del estandarte, y nos contó la historia de esos demonios, que terminó con las chicas abrazadas a quién tenían más próximo y conmigo acercándome a Johana, y Fernando, luego, asustándonos durante el camino de regreso, porque las chicas pidieron volver "inmediatamente". Y el gordo señalaba cosas moviéndose entre los arbustos, o sonidos lejanos como un aullido o un grito, y nos mostraba ojos rojos que nunca veíamos, y las chicas gritaban y nos abrazaban más fuerte y todos jugábamos el mismo juego. Pero ayer, luego de que Fernando relató la historia de una niña que reaparecía en las noches sin luna con su túnica blanca levitando sobre las aguas... justo después de que Fernando relató esa historia y con dificultad pudimos cruzar el pantano, yo noté la ausencia. Nos conté. Éramos ocho y sin embargo yo hubiera jurado que salimos nueve. Les grité a los demás que esperaran, que habíamos perdido a uno. Carlos contó en voz alta señalándonos con su linterna y dijo que no, que estábamos todos, que éramos ocho como fuimos siempre. Miré a cada uno: Carlos, Fernando, Johana, el gordo, María, la colo, Gloria, estábamos todos; no había razón para dudar. Retomamos el paso e incluso María mencionó que había logrado asustarla con mi juego. Tal vez todos creían que era un juego, porque Fernando se reía como aplaudiendo, y las chicas me decían que ya basta, y yo seguía buscándole una cara, o un nombre... No podíamos dejarlo ahí, solo, en la oscura inmensidad del bosque. Sé que insistí aunque ninguno quiso creerme; cómo creer algo de lo que siquiera uno está convencido. Durante la noche no pude dormir y Johana se fue a la carpa de las chicas diciendo que no me soportaba más. Me quedé solo, tratando de entender por qué era yo el único que parecía sentir ésta ausencia y a la vez por qué no podía recordar más que eso. A la mañana siguiente, es decir, esta mañana, intenté volver a hablar del tema con Johana y ella me dijo que me deje de joder, que para la caminata de la noche estaba bien pero que ya basta. Y su reacción es comprensible. Supongo que yo hubiese respondido igual si me dieran los buenos días con el mismo delirio con que me acosaron toda la noche. Me fui a caminar por la costa del río, hacia el norte por supuesto, porque ni loco me iba a meter solo en el bosque. Aunque fuese de día. Ni solo, ni en grupo; jamás volveré a ese lugar. Sentado en la playa me convencí de que tal vez el exceso de sol, el frío, el mal dormir. Que no era más que un error en mi memoria, como cuando vivimos algo que creemos ya pasó, como un dejá vu. No sé realmente cuánto tiempo estuve dormido. Me despertó el frío del anochecer, y volví suponiendo que estarían preocupados por mi ausencia. Los chicos ya habían encendido el fogón. Las chicas preparaban la cena. Ninguno me preguntó donde había estado todo el día. Tampoco me recriminaron por no haberlos ayudado a buscar leña, ni a lavar los cubiertos, ni a preparar la comida. Incluso María me ofreció un plato con carne... y yo creo haber comido carne ayer, aunque no voy a insistir, porque mi memoria no está funcionando del todo bien, y Carlos vuelve a proponer la caminata, y me dicen que es sólo sugestión, que me quede tranquilo, que no tenga miedo y es posible que estén en lo cierto; he dormido tan poco. Somos ocho, siempre fuimos ocho. Creo que hace mucho que no comemos carne. Entonces uno vuelve a ser parte del equipo y devora como los demás su cena, deja el plato junto al de sus compañeros y camina con ellos hacia la costa, para bordear otra vez el río y llegar hasta el pantano, cruzarlo, con las linternas encendidas y extremando precauciones, porque la noche está cada vez más oscura, la luna está menguando, hace un frío muy seco. Al fin se abre ante nosotros el claro: nuestro lugar en el bosque. Y nos sentamos alrededor del estandarte blanco con sus manchitas rojas; la remera de un desconocido con el pacto impreso. Esa especie de aquelarre sellado con nuestra sangre; con nuestras once gotitas. Y uno lo mira flamear y de pronto siente no estar más ahí; todo gira muy revuelto, como velado, y una voz le resuena en la cabeza; una voz que no es nueva pero que le es imposible asignar a un conocido; la voz de un alguien que intenta mostrar la incongruencia en el estandarte. Entonces la imagen, no de su cara, sino de un gesto en su cara; de un gesto como de pánico, como de no comprender por qué ninguno se da cuenta; que suplica para no volver y que insiste con que falta uno, que once gotitas, que otra vez carne, que esto ya ocurrió. ...y así, regresan de contarse historias de miedo desde lo que ellos llaman su lugar en el bosque. Historias de espectros, de monstruos, de gente que desaparece en un bosque como éste. Y luego de cruzar el pantano, con algo de dificultad porque la noche está muy oscura, un tal Joaquín, intranquilo, les pide esperar: —Creo que falta uno —dice, y Carlos los cuenta en voz alta señalando a cada uno con su linterna: —Quedáte tranquilo, gordo, estamos los siete; siempre fuimos siete.
karo, la primera parte de la bruja Blair tambien ha de ser buena, fue innovadora es su momento César, aquí coloco el link de LA METAMORFOSIS de Kafka, haber si sigues diciendo que el hombre se ha de transformar en un bicho escarabajo http://www.apocatastasis.com/metamorfosis-kafka-franz.php
Hola to2, Marisela, me gusto el texto de Jessica y esa chica escribe muy bien, ese texto es sentimiento puro realmente hermoso. karo, muy bueno "Deja Vu" y es verdad lo que escribio amalia se parece un poco a lo pasa en la pelicula de la bruja. Amalia, gracias por ese vinvulo, voy a volver a leer ese cuento y despues te digo si se tranforma en cucaracha o escarabajo, yo lo lei hace muuuuuucho y no recuerdo muy bien los detalles, sin embargo estoy seguro que en ningún momento en ese cuento se nombra a una cucaracha. Ya lo escribí en otro post, el autor se refiere a "un monstruoso insecto" y la empleada domestica lo llama escarabajo. Salu2
CANTO QUE AMABAS Yo canto lo que tú amabas, vida mía, por si te acercas y escuchas, vida mía, por si te acuerdas del mundo que viviste, al atardecer yo canto, sombra mía. Yo no quiero enmudecer, vida mía. ¿Cómo sin mi grito fiel me hallarías? ¿Cuál señal, cuál me declara, vida mía? Soy la misma que fue tuya, vida mía. Ni lenta ni trascordada ni perdida. Acude al anochecer, vida mía; ven recordando un canto, vida mía, si la canción reconoces de aprendida y si mi nombre recuerdas todavía. Te espero sin plazo ni tiempo. No temas noche, neblina ni aguacero. Acude con sendero o sin sendero. Llámame a donde tú eres, alma mía, y marcha recto hacia mí, compañero. Gabriela Mistral
Balada del Amor Loco No, nada llega tarde, porque todas las cosas tienen su tiempo justo, como el trigo y las rosas; sólo que, a diferencia de la espiga y la flor, cualquier tiempo es el tiempo de que llegue el amor. No, amor, no llegas tarde. Tu corazón y el mío saben secretamente que no hay amor tardío. Amor, a cualquier hora, cuando toca a una puerta, la toca desde adentro, porque ya estaba abierta. Y hay un amor valiente y hay un amor cobarde, pero, de cualquier modo, ninguno llega tarde. Amor, el niño loco de la loca sonrisa, viene con pasos lentos igual que viene aprisa; pero nadie está a salvo, nadie, si el niño loco lanza al azar su flecha, por divertirse un poco. Así ocurre que un niño travieso se divierte, y un hombre, un hombre triste, queda herido de muerte. Y más, cuando la flecha se le encona en la herida, porque lleva el veneno de una ilusión prohibida. Y el hombre arde en su llama de pasión, y arde, y arde, y ni siquiera entonces el amor llega tarde. No, yo no diré nunca qué noche de verano me estremeció la fiebre de tu mano en mi mano. No diré que esa noche que sólo a ti te digo se me encendió en la sangre lo que soñé contigo. No, no diré esas cosas, y, todavía menos, la delicicia culpable de contemplar tus ojos. Y no diré tampoco lo que vi en tu mirada, que era como la llave de una puerta cerrada. Nada más. No era el tiempo de la espiga y la flor, y ni siquiera entonces llegó tarde el amor. José Angel Buesa Salu2
YO NO TE PREGUNTO ADÓNDE ME LLEVAS Yo no te pregunto adónde me llevas. Ni por qué. Ni para qué. ¿Tú quieres caminar?, pues yo te sigo. Llevo luceros, luceros, en la mano derecha. Y llevo estrellas, estrellas, en la mano izquierda. Dime, hombre de todas las noches de luna, ¿qué mano va a besarme? ¿Por qué me has quitado tus manos, tanto y tan bien como acariciaban mi frente? Para que me quisieras otra vez, te regalaría un collar de islas, un sistema nervioso de horizontes. ¡Me abriría, para ti, todas las mañanas en tus labios! Yo soy más fuerte que tú, porque me apoyo en ti. ¡Asómate a mí, que soy una torre! ¡Asómate a mí: soy aquella palmera de tu huerto, que latía contigo! ¡Echa al aire mis campanas y mis palmas! Yo soy tu panorama. Carmen Conde